Ojos Grises (Dragón)

Parejas Draco/Severus

Disclaimer Los personajes de esta historia son propiedad de J.K. Rowling y la Warner BROS. Esto es puro entretenimiento y no me reporta beneficio económico alguno.

¡Hey Paty! ¡Sí llegaste aquí! ¡Qué bueno! Ya te pongo otro capítulo ; ) … te mando un gran beso.

OJOS GRISES (DRAGON)

Capítulo II. ¿Te has vendido?

El automóvil que había ido a recoger a Cho al aeropuerto, los dejó frente a las puertas de una gran casa de campo que estaba enclavada casi en la cima de un hermoso bosque de coníferas. Draco se ajustó la chaqueta cuando el viento frío azotó su rostro y revolvió su largo cabello rubio al bajar del auto. Habían viajado no menos de cuatro horas por carretera y Draco sentía las piernas entumidas, así que se pasó las manos por los muslos tratando de que recobraran su circulación normal.

-¿Cómo te sientes de tu tobillo? ¿Puedes caminar? –le preguntó a Cho cuando se puso a su lado.

-Ya me siento bien –le contestó sonriendo y él le pasó un brazo por la cintura.

Abrazados, caminaron hacia la casa y fue cuando los ojos grises de Draco se cruzaron con los ojos más negros que hubiera visto jamás. Su dueño era un hombre alto, con un cabello tan negro como sus ojos y que parecía un murciélago al acecho pues sus ropas también eran negras. Draco calculó que tendría más o menos la edad de su padre, un poco más joven tal vez, pero con una expresión tan severa que hacía que su rostro perdiera atractivo.

-Severus –murmuró Cho sin voltear a verlo y lo pasaron sin saludarlo.

'Le queda el nombre' –pensó Draco sintiéndose extrañamente nervioso ante la presencia del hombre.

Draco miró sobre su hombro y comprobó que Severus no les había quitado la vista de encima. Dejó de mirarlo y se dejó conducir hasta una habitación que era obviamente el recibidor.

-¡Cho! –exclamó un hombre mayor levantándose de la silla donde estaba sentado–. Llegas a tiempo para la cena –miró con curiosidad a Draco y sus ojos brillaron de satisfacción al ver que abrazaba a su hija–. ¿Y tú amigo es…?

-Mi novio –lo corrigió Cho con una sonrisa–. Él es mi papá… Ling Chang.

-Draco Malfoy –le extendió la mano con cortesía.

-Mucho gusto, Draco –el hombre se la tomó con entusiasmo–. ¿Por qué no me avisaste que ibas a venir con él? –regañó suavemente a su hija.

-Fue algo que surgió de improviso –Cho hizo un gesto con la mano para restarle importancia–. ¿Y tú cómo has estado? –se acercó a su padre para besarlo en la mejilla.

-Mejor hija, mejor –le contestó con alegría

-Sí… estás mejor, pero sabes que no debes tener sobresaltos –dijo la voz de una mujer a las espaldas de Draco y el rubio se giró para ver a la esposa del Sr. Chang.

Rosmerta era una mujer muy atractiva aún cuando era obvio que ya rebasaba los 40 años.

-Siéntate y descansa, la cena aún tardará unos minutos –Rosmerta hizo que su esposo volviera a sentarse y miró a su hijastra con frialdad–. Es bueno tenerte en casa.

-Gracias por la bienvenida –le contestó la chica en el mismo tono frío con que fue saludada.

-¿Así que tú eres el novio de Cho? –ahora Draco fue examinado por la mujer que cambió su expresión hosca a una de puro deleite en un parpadeo.

-Draco Malfoy a sus pies, señora Chang –le tomó la mano con elegancia para besársela.

-Rosmerta, por favor –le dijo con coquetería y lo arrastró con ella a un sofá–. Ahora cuéntame, ¿dónde conociste a mi encantadora hijastra?

La llegada de Severus al salón no dejó que Draco le contestara y de nuevo se halló bajo la mirada fría del hombre.

-¡Mira Severus! –dijo el Sr. Chang con entusiasmo–. Draco es el novio de Cho.

-Sí, ya me di cuenta de eso –Draco se estremeció al oír su voz profunda–. Aunque me temo que no me ha sido presentado de forma correcta, aún cuando casi pasan encima de mí.

-¿No le presentaste Draco a Severus? –dijo Rosmerta mirando a Cho como se mira a un insecto–. ¿Pero qué modales son esos, niña?

Cho se puso roja de la ira, pero se supo controlar. Dio dos pasos para rescatar a Draco de las garras de su madrastra y lo plató frente a Severus.

-Draco Malfoy… Severus Snape –dijo la chica en el tono más desganado que pudo.

-Mucho gusto… Draco –casi susurró Severus al tomar su mano y apretarla con firmeza.

-Igualmente –le contestó el rubio cuando pudo reprimir un nuevo estremecimiento–. '¡Maldita sea! ¿Qué tiene este hombre que me pone tan nervioso?' –pensó confundido y rescató su mano de la calidez del otro.

-Ahora si nos disculpan –Cho jaló a Draco hacia la puerta–. Iremos a cambiarnos para la cena.

-No tarden… ya casi es hora –le dijo Rosmerta, pero Cho no le contestó.

-¿No son horribles? –le preguntó la chica a Draco cuando subían por la pulida escalera de madera.

-Creo que sí –aceptó él sin querer comprometerse en decir más.

-Ésta es tu habitación –abrió la puerta para entrar a un cuarto por demás cómodo y elegante–. Disculpa que esté junto al de Severus, pero son los de las visitas –caminó hacia una puerta interior y la cerró–. Es la puerta de comunicación… nunca la abras o Severus te descuartizará… es muy celoso con sus cosas.

-No lo haré –la tranquilizó y Cho lo dejó solo para que se mudara de ropa.

Al cabo de quince minutos, ya todos estaban sentados en la mesa cenando y Draco tuvo que volver a soportar la mirada inquisitiva de Severus. Estaba seguro de que él no se había tragado el cuento de que era novio de Cho, pero se dijo que eso realmente no le importaba. Su único propósito en esa parte del mundo era poder entrevistarse con Cedric Diggory y cuando lo hubiera hecho, Severus Snape podría irse al demonio con su actitud altanera y su gran atractivo.

¿¡Gran atractivo? La cuchara se congeló cuando iba camino a su boca. ¿¡Desde cuándo un hombre tan desagradable y con aspecto de vampiro humano era atractivo? Miró de reojo a Severus, que en ese momento no lo estaba observando y muy a su pesar tuvo que admitir que el hombre no estaba mal del todo. Su cabello negro lo llevaba al hombro y en él brillaban las luces del comedor. Sus largos dedos eran elegantes en sus movimientos y su piel blanca se veía tersa y humectada. Supo que sus delgados labios no estaban habituados a sonreír y los mantenía en una sola línea que era lo que realmente le restaba atractivo. Se preguntó como lucirían sus ojos y sus labios si le sonriera alguna vez.

-Estás muy callado, Draco –la voz de Severus lo hizo saltar en su silla.

-Estaba pensando –lo miró sonriente para ver si le correspondía.

-Ya veo –siguió serio–. Pensamientos… ¿buenos?

-Muy buenos… gracias por preguntar –le respondió apartando la mirada apresuradamente.

-Draco… significa dragón, ¿no es así? –continuó la conversación y Draco tuvo que volver a verlo contra su voluntad.

-Es correcto.

-A mí me parece un poco… teatral.

-Pues a mis padres les pareció adecuado –defendió de inmediato y entrecerró los ojos ante su escondido insulto.

-¿Y en qué trabajas?

-Soy… guía de turistas… en el Museo Británico de Londres.

-¿En serio? Pues entonces los guías de turistas deben ganar mejor de lo que yo creía –la ironía en su voz era más que evidente.

-¿Por qué dice eso? –intervino Cho también conciente de que Severus se estaba portando desagradablemente.

-Los trajes de Armani son bastante caros –miró a Draco de arriba abajo–. Son diseños exclusivos.

-Soy ahorrador –dijo Draco y volvió su atención a su platillo dando por terminada la conversación.

-Debes serlo, o… –Severus dejó la frase inconclusa.

-¿O qué? –preguntó Cho agresiva.

-Nada… ideas mías –y también guardó silencio.

Ya no hubo más intercambios de palabras entre ellos para la tranquilidad de Draco que sentía sus nervios estallar por el simple hecho de estar en la misma habitación que él, y ya ni que decir de sus perspicaces observaciones. Se regañó interiormente por haber escogido ese traje para bajar a cenar. Había empacado sus mejores trajes para estar presentable cuando pudiera entrar a la casa del millonario Víktor Krum, pero se dio cuenta de que había sido un error ponérselo esa noche.

Para su fortuna, Cho declaró que estaban cansados por el viaje y pudo retirarse a su cuarto en cuanto terminó la cena. Se quedó dormido casi al momento en que su cabeza tocó la almohada y no escuchó los pasos furiosos de Severus en la otra habitación.

-¡Draco! ¡Draco! ¡Despierta! –unas manos lo zarandeaban sin cesar–. ¡Pero qué bruto! ¡Duermes como tronco! –dijo Cho riendo mientras se sentaba en la cama.

-¿Qué hora es? –preguntó Draco somnoliento y se envolvió más en las mantas.

-Son las siete –le arrancó las mantas de un tirón–. ¡Anda! ¡Arriba, flojo!

-Déjame dormir un poquito más –le suplicó bostezando–. Parece que me acabo de acostar.

-¿Sabes montar? –le preguntó sin hacerle caso.

-Sí, ¿por qué? –se sentó en la cama.

-Me acabo de enterar de que Víktor Krum está con papá –le dijo emocionada.

-¿De verdad? –eso hizo que Draco despertara del todo.

-Sí, acaban de salir. Si nos apuramos, podremos alcanzarlos sin problemas.

-Bajo en un minuto –le dijo cuando Cho salió del cuarto.

Draco se enfundó unos ajustados pantalones vaqueros y se puso una chaqueta de piel para protegerse del frío. Se sujetó su largo cabello rubio en una simple coleta y bajó presuroso las escaleras para reunirse con Cho que lo hizo correr hacia la parte trasera de la casa donde estaban las caballerizas.

-¡Qué hermosos animales! –comentó Draco cuando un hombre le ensillaba un caballo pinto.

-Son la pasión de papá –le contestó Cho–. Tiene varios sementales… tal vez Krum vino a hablar de alguna cruza.

-¿También tiene caballos?

-Sí, pero no son tan buenos como éstos –lo miró de arriba abajo–. ¿No trajiste tu cámara?

-No –en realidad nunca se acordó de ella–. No creo que sea buena idea tomarle fotografías a Krum en este momento.

-Tienes razón –concedió Cho y encaminó a su caballo a un sendero muy estrecho.

Cho demostró ser una excelente amazona y Draco tuvo que esforzarse para seguirle el paso aún cuando su caballo era brioso. No habían cabalgado ni diez minutos cuando alcanzaron a tres jinetes junto a un abrevadero. Uno de ellos era el padre de Cho y Draco reconoció a Cedric Diggory. El otro era desconocido para él, pero supuso correctamente que era Víktor Krum. Era un hombre grande y corpulento y sus facciones bastante toscas, pero no se podía negar que tenía personalidad. Era búlgaro y debía su inmensa fortuna a la banca internacional.

Los tres hombres oyeron el galope a sus espaldas y voltearon a ver quienes eran los recién llegados. Cho los saludó con alegría, pero el único que le correspondió la sonrisa fue Cedric. Víktor miró a Draco con detenimiento y no le gustó nada lo que vio. Ese chico era demasiado atractivo y él muy celoso. Lo miró fijamente unos momentos diciéndose que se le hacía conocido, pero no pudo ubicar en donde lo había visto, pero lo que si le quedaba claro es que era peligroso… si había alguien capaz de separar a Cedric de su lado, ése era el rubio. Ni siquiera supo por qué pensó eso pero sin meditarlo más, interpuso de inmediato su caballo entre el rubio y Cedric y lo miró de manera amenazadora.

Draco captó el significado de esa mirada y se alejó de ellos. No quería predisponer a Krum en su contra y cortar de tajo sus posibilidades de poder acercarse a Cedric. Víktor hizo un leve movimiento de cabeza para darle a entender a Draco que todo estaría bien si mantenía su distancia con Cedric. En ese lenguaje mudo, Draco le contestó que no quería tener problemas con él y que no se acercaría. Krum todavía lo vigiló un poco más hasta que se convenció de que no iba a acercarse a su novio y volvió su atención al Sr. Chang que no se dio cuenta de nada.

El paseo no duró mucho y Cedric protestó cuando Víktor dijo que era hora de que volvieran a su casa, pero el búlgaro no estaba dispuesto a pasar más tiempo cerca de Draco. Se despidieron apresuradamente y Draco se dio cuenta de lo molesto que estaba Cedric con Víktor. En ese momento, supo cómo podía lograr hacerlo volver a Inglaterra, ahora sólo debía tener la oportunidad de hablar a solas con él.

Cuando ya estaban lejos de sus vecinos, Víktor intentó hablar con Cedric, pero éste se sumió en un mutismo que lo hizo sentirse mal. Lo amaba con locura y por eso era muy celoso con él, el simple hecho de que mirara a alguien más, lo enloquecía y el temor de que lo abandonara, crecía día a día. Había conocido a Cedric en el Museo Británico cuando estaba visitando la ciudad y se enamoró de él a primera vista. Le habían encantado esos inteligentes ojos castaños, ese andar desenfadado, pero lo que más le fascinaba era su forma de ser. Le había costado mucho trabajo hacer que aceptara una invitación a comer, pero salvada esa barrera inicial, la conquista fue lo más placentero que le había pasado. La manera en que se sonrojaba ante sus cumplidos y el temblor de sus labios cuando lo besó por primera vez, era algo que siempre estaría en su corazón.

Aún cuando Cedric se rindió ante él por completo, no todo fue miel. Víktor no quería que trabajara más y no fue sencillo convencerlo para que dejara Inglaterra y se fuera a vivir con él. Cedric amaba su trabajo y no quería salir del país, así que prácticamente lo raptó. El búlgaro lo amaba todas las noches con pasión y ternura entremezclados, pero no podía apartar del todo esa tristeza que se veía en sus ojos cuando el silencio caía entre ellos. Sabía que Cedric lo amaba, pero la certeza de que no llenaba su vida por completo, lo tenía al borde de un colapso nervioso. Su relación se estaba poniendo tensa con el correr de los días y el tener cerca a un muchacho tan atractivo como Draco, no lo hacía sentirse mejor.

-Espera Cedric –Víktor lo detuvo cuando el muchacho entró a la enorme casa después de haber dejado los caballos descansando–. No estés enojado conmigo –trató de besarlo, pero Cedric lo apartó con rudeza.

-¡Déjame en paz! –le gritó y siguió caminando con Víktor pisándole los talones.

-Perdóname por haber estropeado nuestro paseo, pero…

-¿Sabes qué Víktor? –se paró de pronto y puso las manos en las caderas–. ¡Estoy harto! ¡Totalmente hastiado de tus estúpidos celos! ¡Y no pongas esa cara de inocente que no te queda! –lo señaló con el dedo–. ¿Acaso crees que estoy ciego? ¿Crees que no me di cuenta de lo que le hiciste a ese muchacho? ¿Qué piensas que soy? ¿Un cualquiera que va a irse a la cama con el primer hombre que se me ponga enfrente? ¡¡¡No soy así! Pero te juro que me estás obligando a hacerlo si sigues con esa actitud.

-¿¡Te gustó, verdad? –lo tomó del brazo con los ojos brillantes de celos–. ¿¡Eso es lo que quisieras, no? ¡Revolcarte con ese rubio engreído!

-Estás enfermo –se zafó de un tirón–. Y ya me estoy cansando de esto –una lágrima solitaria resbaló por su mejilla–. ¿No te he demostrado que te amo? ¿No dejé lo que más me importaba por ti? Me tienes aquí encerrado en esta jaula de oro que me está ahogando… y yo… ya no aguanto más –se alejó y subió corriendo las escaleras para luego encerrarse en su habitación.

Víktor no lo pensó dos veces y corrió tras él, para luego suplicarle cerca de una hora que lo perdonara hasta que por fin Cedric lo dejó pasar. El aspecto del muchacho era deprimente y Víktor pudo ver las grandes ojeras que circundaban sus rojos y apagados ojos.

-Perdóname, mi amor –le suplicó Víktor mientras le llenaba el rostro de besos–. Perdóname por quererte tanto y hacer de tu vida un infierno por mis malditos celos infundados, pero te prometo que voy a cambiar –le sonrió con cautela–. Mi anhelo más grande es que seas feliz a mi lado y para demostrártelo… vamos a dar una fiesta… una gran fiesta para que te diviertas y puedas hablar con quién tú quieras. ¿Estás de acuerdo? –le dijo con infantil alegría.

Cedric estuvo a punto de decirle que él no necesitaba una fiesta, que lo que realmente necesitaba era sentirse útil… no ser un parásito que vivía a expensas de su amante, pero sabiendo que Víktor estaba haciendo un gran esfuerzo para hacerlo feliz, se obligó a sonreír.

-Me encantaría –logró decir.

-¡Perfecto! –dijo Víktor feliz y lo cargó para luego depositarlo en la cama con delicadeza–. ¿Te parece bien para el próximo sábado? –le preguntó mientras se ponía a su lado y comenzaba a acariciarlo.

-Está bien –le dijo suspirando.

Estaba enojado, sí, pero no lo suficiente como para oponerse a los avances amorosos de su pareja, así que se dejó desnudar y acariciar para después disfrutar de su acto de amor como siempre lo hacía.

-Sí que es celoso Víktor Krum, ¿no? –le dijo Cho a Draco tiempo después cuando caminaban en el bosque tomados de la mano.

-Muy celoso –aceptó él.

-La verdad no veo por qué… Cedric no es la gran cosa.

-Para ti no, pero se ve que es el mundo entero para Krum. Cuando uno está enamorado, la otra persona es la más hermosa que existe.

-Parvati no es muy atractiva –suspiró profundamente–. Pero como tú dices… a mi me parece que es muy, muy bella.

-Y estoy seguro de que ella piensa lo mismo que tú –le guiñó un ojo.

-¿Y tú estás enamorado? –le preguntó de pronto.

-Sí y no –le contestó después de un momento.

-¿Y cómo está eso? –rió por su respuesta.

-Lo quiero mucho y cuando digo mucho… es mucho –rió con ella–. Pero jamás lo tendré así que me he conformado con ser su amigo y mi amor por él ha cambiado. Antes pasaba noches enteras suspirando por sus ojos verdes, sus labios rojos y… su cuerpo –sonrió con tristeza–. Pero ya no… haría cualquier cosa por él, pero ya puedo pasar días sin anhelar verlo.

-Que triste –lo miró con simpatía.

-Más bien qué estúpido –la contradijo y rió ante su expresión confundida–. Tal vez algún día te cuente por qué, aunque te adelanto que no es algo de lo que me sienta orgulloso.

-No creo que sea tan malo para que digas eso.

-¿Eso crees? He cambiado mucho, linda–la tristeza volvió–. Para darte un ejemplo, déjame decirte que si fuera el de antes, no te hubiera ayudado a levantarte, más bien habría pasado encima de ti sin miramientos –rió ante la cara de incredulidad de Cho–. O tal vez te hubiera apartado a patadas para luego gritarte lo imbécil que eras por estorbarme. ¿Lo ves, ya te asusté, pero no temas, me comportaré adecuadamente –le dio un breve abrazo–. Pero cambiemos de tema… ¿hasta cuando crees que pueda ver de nuevo a Krum?

-No lo sé –se encogió de hombros, pero aún estaba impactada por lo que Draco le había dicho–. Pero pienso que pueden ir al club. Si mañana nos pasamos por allá, tal vez tengamos suerte.

-Espero que sí.

Regresaron a la casa de Cho para comer y Draco tuvo que volver a soportar la penetrante de mirada de Severus. Como realmente no tenía nada en que ocuparse, se encerró toda la tarde en la biblioteca leyendo un libro hasta la hora de la cena. Esta vez no tuvo la suerte de la noche anterior y tuvo que pasar cerca de una hora en la misma habitación que Severus cuando todos pasaron al estudio para conversar. Cho se sentó a su lado y permanecieron silenciosos escuchando la plática entre el Sr. Chang, Rosmerta y Severus.

Draco se dio cuenta de que Severus era un hombre muy culto y siguió la conversación con sumo interés hasta que Rosmerta dijo que era hora de que subieran a descansar. Dejó a Cho frente a su puerta y dándose cuenta de que Severus estaba mirándolos al final del pasillo, la besó largamente antes de dirigirse a su propia habitación.

-Buenas noches –le dijo rápidamente Draco a Severus cuando llegó a su lado… el hombre había permanecido frente a su propia puerta sin la menor intención de retirarse a dormir.

El rubio abrió la puerta de su cuarto pero no pudo entrar porque una mano de hierro se posó sobre su brazo y fue obligado a ponerse de espaldas contra la pared.

-Estoy seguro de que tu noviazgo con Cho no es real… todo es una charada –declaró Severus sin preámbulos.

-No sé… que quiere… decir –tartamudeó Draco al percatarse de que el rostro del hombre estaba peligrosamente cerca del suyo.

-Sabes perfectamente de lo que hablo –una mano grande se posó sobre la nuca del chico–. Y te voy a advertir una cosa desde este momento… no te vas a quedar con ella.

Draco se quedó con la boca abierta. ¡Severus estaba enamorado de Cho! Estuvo completamente seguro al ver sus ojos negros brillantes de celos.

-La quiere para usted –logró decir el rubio impactado y… extrañamente triste–. Por eso hizo que Parvati se fuera… para quedarse con ella.

-No me conoces lo suficiente para saber que es lo que quiero, mocoso –dijo Severus despectivamente y lo soltó de improviso–. ¿Quién te regaló ese traje? ¿Cho? ¿Fue tu paga por acompañarla?

-¿¡Pero cómo se atreve? –explotó furioso.

-No me hagas reír, Dragón –su risa fue lo suficientemente escalofriante para congelar a Draco–. Conozco a los de tu tipo… atractivos, con modales finos, pero son aves de rapiña en el fondo… además de que eres… –volvió a dejar la frase sin terminar, cosa que empezaba a molestar mucho al rubio.

-¿Qué soy? Claro… además de ser un vividor de mujeres, según usted –lo retó.

-¿Es necesario que lo diga? –volvió a acercarse a él, pero esta vez lo atrapó con su cuerpo contra la pared.

-¿Qué… qué… hace? –tembló de pies a cabeza sin poder evitarlo.

-Demostrar que tienes gustos… especiales… y retorcidos –una cálida boca empezó a deslizarse por la garganta de Draco que se odió a si mismo porque no pudo separarlo.

Su interior se derritió en un segundo por ese simple roce y por sus labios entreabiertos escapó un suspiro de puro deleite.

-¿Lo ves? Si yo estuviera en tu lugar, ya habría golpeado al hombre que se atreviera a tocarme –la voz de Severus se oía gruesa–. ¿Quién te regaló el traje, Dragón?

-No… le… importa –contestó con voz trémula.

-Claro que me importa…ya me lo dirás… tarde o temprano –ahora su boca estaba besando su oído.

-¿Por qué está haciendo esto? –preguntó con la poca cordura que le restaba.

-Para demostrarte que no vas a quedarte con Cho –sus labios se deslizaron por su tersa mejilla, pero no llegaron a su boca–. ¿Te has vendido, precioso?

Draco se quedó de piedra ante la pregunta y las lágrimas resbalaron al oír la risa cruel de Severus.

-Ya lo sabía –Severus se separó del rubio para que viera el desprecio en sus ojos oscuros–. Tu nombre me sigue pareciendo teatral… pero no te queda mal del todo. Buenas noches… Dragón –lo miró todavía un largo instante antes de irse a su habitación dejando solo a Draco.

'Remus' –Draco pensó el nombre y cerró los ojos tratando de volver a enterrar en su interior los remordimientos que aún sentía por haberse dejado comprar por ese infeliz y hacerles daño a Harry y a su padre.

Entró a su cuarto y todavía llorando silenciosamente, se acostó.