Ojos Grises (Dragón)

Pareja Draco/Severus

Disclaimer Los personajes de esta historia son propiedad de J.K. Rowling y la Warner BROS. Esto es puro entretenimiento y no me reporta beneficio económico alguno.

Muchas gracias por dejar sus mensajitos Caro y Angela : ) … beshitos

OJOS GRISES (DRAGON)

Capítulo III. Un anillo… un amante

El desayuno fue tan desagradable como lo había sido la primera cena aún cuando Severus no le dirigió la palabra a Draco. Ahora su mirada inquisidora se había vuelto dura y despectiva haciendo sentir al rubio como la peor basura del mundo, pero recurrió al orgullo Malfoy y escondió a la perfección su tristeza e incomodidad. Con una sonrisa en sus labios rojos correspondió con galantería a la coquetería de Rosmerta, pero sin descuidar a Cho en ningún momento.

-¿Qué harán hoy? –le preguntó su papá a Cho.

-Iremos al club –informó la chica alegremente–. Tenemos ganas de nadar, ¿verdad, mi amor? –entrelazó sus dedos con los de Draco.

-Así es –la miró amoroso.

-Iré con ustedes –declaró Severus de pronto y a Cho se le escapó un murmullo de protesta.

-No seas grosera, Cho –la regañó Rosmerta de inmediato–. Severus tiene una cita en el club y si ustedes van para allá, no veo el problema en que se vaya con ustedes.

-Será un placer que nos acompañe, Sr. Snape –dijo Draco cuando se dio cuenta que Cho no podía decir nada.

-Saldremos en 10 minutos –dijo Severus levantándose de la mesa.

Draco también maldijo interiormente. El hombre era insufrible… no sólo les había impuesto su presencia, si no que ahora también les daba órdenes.

El viaje al club fue muy tenso. Los dos jóvenes guardaron silencio y Severus no intentó entablar ninguna plática, así que el recorrido de media hora fue casi insoportable para Draco… no era nada agradable sentir la mirada de Severus clavada en su nuca. Para su descanso, Severus se despidió de ellos en cuanto bajó de la camioneta y se perdió de vista.

-¡Cómo lo odio! –declaró Cho enfadada, pero enseguida puso una sonrisa en sus labios–. Pero ya nos libramos de él. Si tenemos suerte, más bien, si nos escondemos el resto del día, ya no tendremos que llevarlo de regreso a casa.

-Ojalá –dijo Draco con sinceridad… no creía soportar otra media hora como la que acaba de pasar.

-Ven, por acá están los vestidores. ¡Me muero por nadar! –Cho lo jaló para cruzar el lobby a toda velocidad.

Draco miró alrededor con curiosidad y se dio cuenta de que ese club era muy exclusivo y casi tan elegante como al que acudía en Londres. Una vez por semana, y algunas veces más, iba con Harry al club a jugar tenis y a nadar. A la pareja de su padre le gustaba conservarse en forma y trataba de arrastrarlo al gimnasio, pero hasta el momento el rubio había logrado escapar… realmente le aburría estar horas levantando pesas.

En el club había algunos comercios y Draco se paró un momento frente a una joyería. Las joyas siempre habían sido su pasión y decidió que más tarde se daría una vuelta para admirarlas con calma. Antes de que Cho lo jalara de nuevo, alcanzó a ver a un hombre rubio que estaba atendiendo a un par de señoras. Era alto, rubio y ciertamente atractivo, pero con una actitud tan petulante que a Draco le recordó a Remus. Movió la cabeza con fuerza tratando una vez quitarse de la cabeza a ese hombre y a… Severus.

-Veo que ahora sí trajiste tu cámara –dijo Cho con una sonrisa cuando Draco la puso al lado de su silla… ya estaban junto a la alberca.

-Claro que sí, ahora hay un buen pretexto para tenerla conmigo –enfocó a Cho y le tomó una foto–. Mi novia es muy bella y quiero tener miles fotografías de ella.

-No soy fotogénica –hizo un mohín de disgusto, pero se acomodó para otra fotografía.

-Saldrás hermosa de todos modos –y siguió sacándole fotos.

Cho insistió en sacarle un par a él y Draco le explicó como funcionaba la cámara.

-¡Guau! ¡Si parece que tiene mira telescópica! ¡Puedo ver a Severus desde aquí! –exclamó Cho.

-A ver –el rubio casi le arrebató la cámara de las manos.

Draco pudo ver que Severus estaba de pie, lejos de ellos, platicando con un hombre gordo y bajo. La imagen era tan clara que no pudo evitar sacarle un par de fotografías. ¿Qué por qué lo hizo? No quería explicárselo, pero tener algo de él, aunque sólo fuera una fotografía, le pareció una necesidad en ese momento.

-¡Hey, mira! –Cho llamó su atención emocionada–. ¡Acaba de llegar Víktor Krum!

Y era verdad. Víktor y Cedric se estaban sentando al otro lado de la piscina y los dos reían con entusiasmo.

-¡Tómale una foto! –lo apuró Cho.

-No… nos pueden ver y no quiero apresurarme –Draco se volvió hacia ella para volver a sacarle fotos.

-Cómo quieras –la chica volvió a posar.

Un camarero acertó a pasar por ahí y los jóvenes lo detuvieron para que les sacara una foto juntos.

La mañana pasó casi sin sentir y se fueron a duchar para ir a comer. Draco fue el primero en llegar al restaurante y se quedó parado en la entrada esperando a Cho. Sus ojos grises vagaron por el comedor y se detuvieron interesados en una mesa. Cedric estaba sentado en una mesa del fondo y con él estaba el rubio dependiente de la joyería. Frunció el ceño al darse cuenta de que su compatriota estaba claramente incómodo y miraba continuamente hacia la puerta con nerviosismo. El rubio lo tenía tomado de la mano y por más esfuerzos que hacía Cedric para retirarla, el otro la tenía sujeta con fuerza. Una voz gruesa al fondo del pasillo que llevaba al comedor llamó la atención de Draco y vio como Víktor se detenía para hablar con una joven. Sin pensarlo dos veces, se dirigió hacia donde Cedric aún luchaba por recuperar su mano.

-¡Hola, Cedric! –lo saludó Draco alegremente y los dos hombres voltearon a verlo… uno con enfado y el otro con asombro–. ¿No me presentas a tu amigo? –extendió la mano con firmeza y el rubio no tuvo más remedio que soltar a Cedric para saludarlo–. Draco Malfoy, ¿y usted es…?

-Gilderoy Lockhart –musitó el hombre sin ganas.

Una vez que tuvo la mano en la suya, Draco tiró con fuerza de Gilderoy obligándolo a levantarse.

-Hoy en la mañana, cuando pasé por su joyería, me di cuenta que tiene joyas muy hermosas –dijo Draco sin inmutarse por el ceño fruncido del hombre–. Hubo una en particular que me encantó, ¿podría mostrármela? –mientras hablaba, lo obligaba a caminar hacia la salida.

Apenas se habían separado de la mesa de Cedric cuando Víktor apareció en la puerta y localizó a su pareja de inmediato. Sonriente, pasó al lado de los dos rubios sin mirarlos y besó a Cedric en la boca para luego sentarse a su lado.

Gilderoy no podía soltarse de Draco que lo sujetaba de la mano con fuerza y no tuvo más remedio que seguirlo fuera del comedor. Antes de salir, Draco miró su hombro y vio como Cedric aún lo miraba perplejo y le guiñó un ojo con complicidad. Cedric le regaló una pequeña sonrisa de agradecimiento.

-¿No puede esperar para más tarde? –preguntó enojado Gilderoy… Draco ya lo había soltado–. Es la hora de la comida.

-No puedo creer que se niegue a hacer una venta –levantó una ceja con burla–. ¿Qué pensará su jefe?

-Yo soy el jefe… la joyería es mía –fue su turno de levantar las cejas.

-Más a mi favor –sonrió para si mismo… era obvio que a ese hombre no gustaban los rubios… prefería a los trigueños como Cedric–. Es importante mantener el negocio a flote.

-Está bien –aceptó con pedantería y caminaron en silencio hasta la joyería.

Draco se estaba felicitando interiormente. Había salvado a Cedric de una situación enojosa y sabía que eso le había abierto una puerta para acercarse al joven sin despertar sospechas. Sabiendo lo celoso que era Krum, no dudaba que le habría roto la cara al tonto de Gilderoy en un parpadeo si lo hubiera sorprendido tratando de seducir a su pareja.

-¿Qué quiere ver primero? –preguntó Gilderoy en un tono más suave… al parecer ya se había resignado de haber perdido la oportunidad de estar cerca de Cedric.

-Anillos –fue la pronto respuesta.

Tal vez Draco había llevado a Gilderoy a la joyería para separarlo de Cedric, pero una vez dentro, se dijo que no iba a perder la oportunidad de ver lo que más le gustaba. Muy pronto, varias cajas muy elegantes fueron puestas sobre el mostrador y Draco soltó una exclamación de entusiasmo al contemplar los anillos… en verdad eran muy hermosos.

-Este es precioso –Draco tomó uno y se lo colocó en el dedo anular de su mano izquierda… le quedaba a la perfección.

Al levantar la mano para admirarlo, la piedra verde capturó las luces del local y brilló intensamente.

'Harry' –fue lo que evocó en su mente al ver su resplandor–. 'Aunque sus ojos son más brillantes y más hermosos' –lo acarició con suavidad mientras sonreía con ensoñación–. 'Se lo compraré… sé que le va a encantar'

-Es jade… –informó Gilderoy con entusiasmo… por la expresión del joven sabía que iba a comprarlo a pesar de su elevado costo–. … del más raro que se puede encontrar. Observará que está tallado en forma muy bella… el oro es de 24 quilates… una excelente compra.

-Pero no te queda –dijo una dura voz a las espaldas de Draco que lo hizo saltar casi un metro del suelo.

-¡Por supuesto que sí! –rebatió de inmediato Gilderoy al sentir que una venta se le estaba yendo de las manos.

-A él le van mejor los diamantes –lo contradijo Severus y deslizó un brazo por la cintura del rubio y lo pegó a su cuerpo–. Mira, cielo… éste es perfecto para ti –tomó uno y quitándole el de jade casi con desprecio, lo deslizó por el elegante dedo.

Era una alianza de oro macizo. Draco se estremeció cuando el hombre lo abrazó, pero se obligó a ver el anillo que Severus le había colocado. Pudo ver que su diseño era muy complicado… dos serpientes se enroscaban entre sí y en sus bocas abiertas sostenían un enorme diamante que destellaba alegremente. En el cuerpo de las serpientes habían otros diamantes más pequeños… el conjunto era bastante extravagante, pero muy bello.

-También le queda muy bien –dijo Gilderoy con una enorme sonrisa… ese anillo era tan caro como el otro.

Severus deslizó su mano en la de Draco y así, enlazados sus dedos, la levantó para que el rubio mirara más de cerca el anillo.

-¿Te gusta? –le preguntó Severus al oído.

-Sí… es muy bonito –acertó a decir Draco… aún se preguntaba por qué diablos se derretía en esos brazos.

-Entonces es tuyo –una tarjeta dorada fue puesta sobre el mostrador.

-¡No! –Draco se separó de él con brusquedad mientras que Gilderoy tomaba la tarjeta a toda prisa y desaparecía por una puerta–. ¿Por qué se imagina que puede darme regalos? ¿Qué piensa obtener con esto?

-Sabes perfectamente lo que quiero obtener –le contestó Severus crudamente haciendo que a Draco se le fuera el color del rostro.

-Si piensa que yo soy un…

-Sé perfectamente lo que eres, Dragón –le acarició la mejilla sin ternura–. Así que no me vengas con golpes de pecho ni con falsas modestias. ¿Acaso no viniste acá con ese hombre para ver que podías obtener a cambio de tus… favores?

Ahora sí Draco se quedó con la boca abierta. Severus no sólo le estaba diciendo que era un… ¡cualquiera! Sino que también que no tenía ningún pudor en revolcarse con el primero que se le pusiera enfrente con tal de obtener un beneficio económico. Al ver la expresión de Severus supo que dijera lo que le dijera no iba a creer que él no era lo que pensaba.

Al diablo con él! ¡Qué piense lo que quiera!' –decidió Draco furioso.

-Debo admitir que tienes buen ojo –siguió diciendo Severus–. Sabes distinguir a las buenas presas. Gilderoy es muy rico, pero te aseguro que es el hombre más avaro que haya existido jamás en este mundo… no podrás sacarle ni un dólar.

-¿Y usted es… rico? –Draco cambió su expresión tan repentinamente que hizo que Severus se sobresaltara.

De estar completamente indignado, ahora sus ojos grises revelaban ambición y su actitud era sencillamente… depredadora.

-¡Vaya! Al fin has decidido dejar de actuar –el desprecio en sus ojos oscuros se acentuó.

-No tiene caso que lo siga haciendo si ya me descubrió –se encogió de hombros y dejó salir una de sus mejores sonrisas cínicas… una de esas sonrisas que había dejado en el pasado–. No tiene caso que siga tratando de aparentar inocencia y candidez, pero quiero advertirle que soy caro… 'muy caro'. Deberá ser bastante generoso para tenerme… contento y… –se pasó la lengua por los labios sugestivamente–. … dispuesto.

-Lo soy –se separó un paso de él como si de pronto sintiera que ese suave cuerpo lo quemara–. Te lo acabo de demostrar.

-Espero más regalos y a cambio le daré los mejores momentos que haya disfrutado jamás ni con una mujer… ni con un hombre –sus ojos grises brillaron tan intensamente que Severus no pudo articular palabra por un momento.

-Eso espero. Soy exigente.

-Yo también lo soy.

-Una cosa más –lo tomó del brazo con fuerza haciéndole daño–. Mientras estés conmigo, recibiendo mis regalos y durmiendo en mi cama… –Draco se estremeció involuntariamente ante sus palabras–. … no derrocharás tus besos ni tus caricias con Cho ni con nadie más.

-¡Ah sí, por supuesto! –aún cuando se derrumbó por dentro ante la mención de la chica, no dejó que Severus se diera cuenta–. Me había olvidado que todo esto es porque no me quiere cerca de Cho.

-Exactamente.

-La debe querer mucho para involucrarse con alguien tan bajo y mercenario como yo. ¿Por qué simplemente no trata de acercarse a ella y le hace los regalos que quiere hacerme a mí?

-Tengo mis propios métodos.

-Sí, ya lo ví. Hasta se rebaja a tocar a un hombre con tal de obtenerla. ¿Acaso su odio hacia los homosexuales ya no existe?

-Nunca los he odiado, aún cuando Cho te haya metido en tu linda cabeza rubia esa idea.

Draco iba a preguntarle algo, pero no alcanzó a decir nada ya que de nuevo fue abrazado con brusquedad por su recién adquirido 'amante'

-No me gusta que me toquen, Dragón –lo miró con fiereza–. Tampoco beso en la boca y no esperes que te acaricie demasiado.

-En otras palabras: 'satisfácete como mejor te parezca mientras me hagas gozar' –dijo con tristeza.

-Chico listo –asintió con la cabeza.

Ya no hubo oportunidad de decir más, pues Gilderoy regresó con el recibo listo para que Severus estampara su firma en él. Draco no se quitó el anillo aún cuando sentía que le quemaba. No quería aceptar, ni siquiera para si mismo, que había aceptado la absurda proposición de Severus de que fuera su amante porque lo deseaba… deseaba a ese hombre con desesperación.

Por la única persona que había sentido esa necesidad que le roía las entrañas había sido con Harry y ahora sentirlo hacia un hombre que claramente lo despreciaba, era simple y llanamente degradante, pero no podía resistirse. Sabía que si esa noche Severus acudía a su lado, y estaba totalmente seguro de que lo haría, él no podría rechazarlo. Es más, ya estaba esperando con ansiedad que la noche cayera.