Ojos Grises (Dragón)

Pareja Draco/Severus

Disclaimer Los personajes de esta historia son propiedad de J.K. Rowling y la Warner BROS. Esto es puro entretenimiento y no me reporta beneficio económico alguno.

Así es Patty… este ff es un Draco/Severus : ) … y tienes razón, Severus se está portando muy mal con ese rubio hermoso : ( …. te mando un beso enorme!

Advertencia: Sexo explícito

OJOS GRISES (DRAGON)

Capítulo IV. Pagando el anillo

¡Por Dios! Se sentía como una colegiala esperando su primera cita amorosa. Se peinó por centésima vez frente al espejo mientras esperaba la llegada de Severus. Había subido a su habitación hacia media hora y aún no había señales de su 'amante'. Draco se sonrojó profundamente cuando pensó en esa palabra y dejó el cepillo en el buró con manos temblorosas. Aún se estaba preguntando en qué demonios estaba pensando al aceptar esa relación degradante. ¡Por todos los cielos! Él jamás había pagado tan descaradamente una compañía íntima. Por supuesto, le daba regalos caros a su pareja del momento, pero jamás había acudido a un 'profesional'

'Tal vez quiero expiar mis culpas con esta situación' –pensó Draco con tristeza.

Aún le dolía el corazón por la traición a su padre y el perdón de Harry no había logrado apagar del todo sus remordimientos. Suspirando profundamente, se dijo que fuera por lo que fuera, él deseaba que Severus le hiciera el amor. Todavía se preguntaba como era posible que ese hombre consiguiera hacerle sentir tantas emociones juntas con un solo roce.

Ni siquiera es guapo!' –se dijo a cada momento más molesto.

Las horas pasaron y Draco decidió acostarse, ya eran casi las dos de la madrugada y Severus no aparecía.

'Se arrepintió' –pensó acongojado y se desnudó para meterse en la cama.

Tardó mucho en conciliar el sueño pero al final, el cansancio ganó y se quedó profundamente dormido.

A Draco le pareció que acababa de cerrar los ojos cuando sintió que alguien se acomodaba a su lado en la cama. Trató de incorporarse para averiguar de quién se trataba, pero no lo consiguió ya que Severus lo aprisionó con su cuerpo contra el suave colchón. El corazón del rubio comenzó a latir desenfrenadamente, cuando se dio cuenta que su 'amante' estaba totalmente desnudo y dispuesto a cobrarse su caro regalo.

-¿Me extrañaste, Dragón? –le preguntó Severus con voz ronca mientras le besaba el pecho con suavidad.

-Pensé… pensé… –ya su piel se había erizado por la caricia–. … que no vendrías.

-¿Y dejar de disfrutar lo que sé será una noche maravillosa? –no había duda de la ironía en su voz y eso fue lo que hizo reaccionar a Draco.

'Te voy a demostrar que sí va a ser una noche memorable para ti, Severus Snape'–pensó el rubio y dejó que todas sus dudas y su inhibición se esfumaran–. Lo será, se lo prometo –clavó sus ojos grises en los negros de su amante.

A Draco le gustó sentir el estremecimiento que recorrió el cuerpo del hombre mayor al ver su mirada lujuriosa y entonces comprendió que él en verdad lo deseaba. Tal vez lo despreciaba, pero eso ya no le importaba… quería gozar al máximo todas las sensaciones que lograba despertar en él.

-¿Qué quiere que haga? –le preguntó Draco suspirando ya que Severus estaba chupando sus rosados pezones.

-Lo que quieras… mientras no me toques.

-Cómo ordene –le sonrió seductoramente y comenzó a retorcerse en sus brazos pidiendo más caricias.

Por un momento, pareció que Severus no sabía muy bien qué hacer con sus manos y eso le extrañó a Draco, pero al siguiente instante se olvidó de todo pues ya su amante recorría con febrilidad todo su cuerpo. El rubio se abrió ante él para permitirle un mejor acceso a su virilidad, pero Severus lo ignoró por completo. Sin embargo, su mirada llena de deseo logró que Draco se sintiera orgulloso de su atlético cuerpo y agradeció a mentalmente a Harry por arrastrarlo a hacer ejercicio. Ahora comprendía por qué el moreno quería lucir lo mejor posible para su padre… sentirse admirado era totalmente intoxicante.

Draco entonces comenzó a acariciarse a si mismo al tiempo que pasaba la lengua por sus rosados labios excitando al hombre que estaba encima de él.

-Puede hacer lo que quiera conmigo –le dijo el rubio con voz ronca y gimió fuerte cuando Severus se abalanzó sobre su miembro erecto–. ¡Aaahhhh! ¡Hmmm! Así… así…

El rubio tuvo que hacer un esfuerzo supremo para controlarse y no explotar en la experimentada boca que lo estaba devorando. Nunca nadie lo había besado de esa manera… con violencia pero reverencia al mismo tiempo. Justo en el momento en que pensaba que ya no podía más, Severus se separó de él y volvió a recorrer su cuerpo con ansiedad mal disimulada. El cuello del rubio fue atacado con ferocidad y Draco estuvo seguro de que a la mañana siguiente habría huellas que atestiguarían esa noche de pasión.

Severus temblaba sin control encima del cuerpo joven y suave del rubio y restregaba con fuerza su miembro contra el de Draco, pero parecía que aún no se decía en poseerlo.

-Ya tómeme –le suplicó Draco aferrándose a las sábanas.

Ansiaba pasar las manos por aquella espalda fuerte y acariciar sus hombros, pero sabía que Severus se iba a molestar si lo desobedecía y definitivamente no quería que se fuera y lo dejara solo sin haberle hecho el amor.

-Por favor… por favor… ya no aguanto más –siguió suplicando Draco.

-Un poco más, mi Dragón –le dijo Severus que ya tenía perlado el cuerpo de sudor–. Sólo un poco más…

Pero Draco definitivamente ya no podía más, así que desobedeciendo las órdenes, puso las manos en las caderas de Severus y lo obligó a separarse de él. Severus bufó enojado por su acción, pero de pronto pareció calmarse cuando Draco colocó su virilidad en la entrada de su cuerpo.

-Tómeme –le suplicó una vez más Draco.

Severus ya no dijo nada. Se arrodilló en la cama y le levantó las piernas para tener una mejor posición. Draco volvió a aferrarse a las blancas sábanas cuando sintió el primer embate. Sus ojos se llenaron de lágrimas de dolor, pero no las dejó correr. Había esperado que su amante lo preparara un poco antes de poseerlo, pero ahora no iba a pedirle que parara ya que él mismo había rogado que lo tomara. Draco cerró los ojos y se mordió con fuerza el labio inferior al sentir la siguiente embestida de Severus y el hombre dejó de intentar entrar y le acarició el rostro con ternura.

-Tengo algo que servirá –sugirió el rubio con timidez temiendo que Severus se pusiera furioso ante su comentario, pero él sólo asintió–. Está en ese cajón –señaló la cómoda a su lado.

Severus se inclinó para abrir el cajón y tomó un tubo de lubricante. Lo miró unos momentos con fijeza antes de abrirlo y llenar de pomada sus dedos.

-Ponga bastante –pidió Draco cerrando los ojos–. '¡Cielos! ¿Desde hace cuánto no tengo relaciones? ¿Dos años? Sí, creo que son dos años. Estoy demasiado estrecho para que intentara penetrarme sin hacerme daño'

Después de un largo instante, sintió como Severus introducía un dedo en su abertura y gimió de placer… ya había olvidado lo bien que se sentía eso. A partir de ahí, todo fue maravilloso. Dos dedos más entraron en el cuerpo del rubio haciéndolo experimentar un inmenso placer y miró a Severus dándole a entender que ya estaba listo. El hombre entonces volvió a color su miembro en la abertura y ahora pudo deslizarse dentro de Draco con relativa facilidad.

Gemidos y suspiros llenaron la habitación. Draco estaba flotando en un mar de maravillosas sensaciones y le pareció que a Severus le sucedía lo mismo pues su expresión era de franco deleite. Tal y como lo había dicho el hombre, no acarició el miembro que estaba atrapado entre los dos cuerpos y Draco tuvo que deslizar una mano para poder descargar su deseo ya doloroso. Le pareció ver que Severus se sorprendía de su acción, pero no paró sus fuertes embestidas. Después de lo que le pareció a Draco un suspiro, los dos llegaron al clímax casi al mismo tiempo.

Severus se dejó caer a un lado de Draco tratando de controlar su agitada respiración. El rubio se rodó sobre un costado para quedar frente a su amante y le sonrió esperando que le dijera algo sobre lo que acababan de compartir, pero al siguiente instante, para asombro del rubio, ya Severus estaba dentro del baño. Oír el agua correr lo dejó desconcertado, pero luego hundió la cara en la almohada al comprender lo que eso significaba… Severus se sentía sucio. Sucio por haber compartido ese momento de pasión con él y ahora quería borrar de su cuerpo su aroma.

Después de lo que le pareció una eternidad a Draco, Severus salió del baño con una pequeña toalla envuelta en su cintura y se fue a su habitación sin siquiera dirigirle una última mirada. Con el corazón aplastado, el rubio decidió hacer lo mismo que su amante y se metió al baño para tomar una larga ducha en la que deseó ahogarse para no sentir que su alma estaba destrozada al saberse utilizado.

-¿Qué tienes ahí? –le preguntó Cho a Draco a la mañana siguiente.

-Nada –le contestó Draco poniéndose rojo y trató de ocultar la marca que los dientes de Severus había dejado en su blanca piel.

-Jajajaja –rió de buena gana Cho–. ¡Te pusiste rojo! ¿Te fuiste de juerga y no me llevaste? –le dio un codazo de mentiras–. Se ve que la noche estuvo sensacional. ¿Lo conozco?

-No, no lo conoces –le contestó él con los dientes apretados pues en ese momento Severus salía de la casa y se les quedó viendo de mala manera–. ¿Nos vamos?

Ya los dos estaban montados en los caballos que habían utilizado antes y Draco azuzó a su animal sin esperar la respuesta de la chica… deseaba alejarse lo más pronto posible de la penetrante manera de Severus. Aún no estaba preparado para enfrentarlo.

-¡Hey! ¡Espérame, Draco! ¡Eso es trampa! –dijo Cho riendo y salió a todo galope tras el rubio tratando de darle alcance.

Draco no sabía adónde iba, lo único que deseaba era alejarse lo más posible de la casa y estar fuera de ella el resto del día. Así que cuando Cho logró alcanzarlo, le pidió que lo llevara hasta el rancho de Krum. Aún cuando las dos propiedades colindaban, les llevó un poco de tiempo llegar a la cerca que dividía a los terrenos.

-¿Por dónde queda la casa? –preguntó Draco interesado.

El aire frío de la mañana había logrado calmarlo y ahora se sentía con mejor ánimo.

-Está detrás de esa loma –le indicó Cho–. Parece que está enclavada en la montaña. Te aseguro que los ingenieros que la hicieron sudaron la gota gorda para hacerla. Cuando Krum la compró, le hizo muchas mejoras y ahora es mucho más hermosa.

-¡Aléjense! ¡Esto es propiedad privada! –dijo una voz autoritaria a la derecha de los muchachos y los dos voltearon a ver quién era el que les hablaba–. ¡Oh! Lo siento, Srita. Chang –se disculpó de inmediato el hombre–. No la reconocí.

-No te preocupes, Jim –le sonrió la chica–. Mira, Draco… él es Jim Robertson, antes trabajaba para mi papá, pero se dejó sobornar y ahora es guardabosques de nuestro acaudalado vecino –dijo en tono de broma.

-No me haga sentir mal, Srita. Chang –Jim se quitó el sombrero–. Sabe que lo hice por mi esposa… mi casa queda más cerca de este lado de la montaña.

-¡Estoy bromeando, Jim! –lo regañó la chica–. ¿Y cómo te ha ido con tus nuevos patrones?

-Bien… bien –le contestó sonriendo–. El Sr. Krum tiene un genio del demonio, pero el Sr. Diggory es un ángel y no se mete con nadie.

-Me alegro por ti.

-¿Y ya la invitaron a la fiesta? –le preguntó de pronto Jim cuando la conversación cayó.

-¿Fiesta? ¿Cuál fiesta? –se asombró Cho.

-Los señores están organizando una fiesta para este sábado –de pronto se veía incómodo–. Lamento si fui indiscreto, es que pensé que ya los habían invitado… como son vecinos y eso…

Cho miró a Draco significativamente y el rubio le sonrió con complicidad.

-No fuiste indiscreto, Jim –lo tranquilizó la chica–. Estoy segura de que van a invitarnos a la fiesta. Después de todo, el Sr. Krum quiere hacer negocios con papá.

-Sí, tiene razón –la alegría volvió al rostro curtido del hombre–. Me tengo que ir para seguir vigilando –volvió a colocarse el sombrero–. Me dio gusto saludarla, señorita… y a usted también caballero.

-Igualmente –le contestó Draco algo distante… ya su mente estaba en otro lado.

Si Cho conseguía que los invitaran a la fiesta, estaba seguro de que podría hablar con Cedric y así podría volver a Inglaterra más pronto de lo que se imaginaba. Aunque eso significaba que sólo dispondría de tres noches más para gozar de la compañía de Severus y eso lo entristecía. Al abandonar esa mañana la cama en la que había disfrutado de la compañía de un hombre como nunca antes, claro, con excepción de la noche en la que le había hecho el amor a Harry, supo que aunque Severus lo despreciaba y tal vez se despreciaba a si mismo por haberlo tocado, no iba a dejar de ir a su encuentro.

-Hablaré con mi papá en cuanto volvamos –le prometió Cho a Draco–. Si aún no tenemos invitación, haré que pida una –se quedó pensativa un momento–. Estoy segura de que si también le digo a Rosmerta sobre la fiesta, ella ayudará a que la consigamos… ella no se perdería una oportunidad como ésta para lucirse –su tono ya era de desprecio.

-Gracias por ayudarme, Cho –le dijo con sinceridad Draco y le tomó una mano para besársela.

-De nada, guapo –le contestó ella sonriendo, pero de pronto se puso seria–. ¿¡Qué diablos hace Severus aquí?

-¿¡Severus? –dijo el rubio casi con pánico y soltó a toda prisa la mano de la chica.

Atrás de unos árboles, estaba Severus montando un caballo tan negro como las ropas que llevaba y había una mirada asesina en sus ojos oscuros. Draco se sonrojó nuevamente y se dijo que no debía sentirse culpable de nada… sólo había besado a Cho en la mano.

Momento, Draco! ¡Un momento, pedazo de idiota!' –pensó Draco furioso–. '¿¡Por qué diablos le sigues el juego a este imbécil? Si él desea estar con Cho, ¡pues que luche por ella!' –se siguió diciendo pero no se atrevió a volver a tocar a su amiga.

Cho ni siquiera intentó acercarse a donde estaba Severus y se alejó en sentido contrario de donde habían llegado y Draco la siguió sin atreverse a mirar atrás. El rubio sabía que era una tontería ponerse triste cada vez que pensaba que lo único que quería Severus era alejarlo de la mujer que amaba, pero así era y parecía que no podía hacer nada para remediarlo.

-¿En serio vas a invitarlos a ellos? –preguntó Víktor mirando sobre el hombro de Cedric que acaba de cerrar una invitación.

-Por supuesto –le dijo como si nada a su pareja–. Sería una completa descortesía no invitar a nuestros vecinos.

-Pero… 'vendrá ese rubio despampanante con el Sr. Chang' –quiso decir el búlgaro pero sólo lo pensó.

-Me dijiste que podía invitar a quién yo quisiera –Cedric se giró a medias y le mandó una mirada de indignación.

-Claro que puedes invitar a quién tu quieras, mi amor –se obligó a sonreír–. Y cómo ya te había prometido antes, podrás hablar con todos… me comportaré.

-Eso espero, Víktor –se giró de nuevo para tomar una nueva invitación–. ¿A quién quieres invitar tú?

-Hmmm… creo que invitaré a mi secretaria y a Fleur Delacourt.

-¿Y por qué a ella? –no lo miró, pero Víktor sonrió al comprender que su amante se había puesto celoso y eso lo complació.

-Porque necesitamos de una belleza femenina que deleite la vista al resto de los invitados.

-¿Pero por qué ella? –murmuró muy bajito el trigueño, pero Víktor alcanzó a oírlo y ensanchó su sonrisa–. La Sra. Chang se pondrá celosa –dijo ya en voz alta.

-Pues que se hagan pedazos –se encogió de hombros y recogió las cartas que ya estaba listas para ser enviadas–. Mandaré de inmediato éstas.

-Gracias, Víktor –Cedric se puso de pie y le pasó los brazos por el cuello.

-Todo por hacerte feliz –y el búlgaro lo besó apasionadamente antes de llamar a un asistente para que fuera a repartir las invitaciones.

Draco convenció a Cho para que cabalgaran hasta el club aunque la chica dijo durante todo el camino que su padre iba a regañarla por hacer caminar tanto a los caballos.

-Ahí descansarán –le dijo Draco para tranquilizarla.

En verdad quería estar fuera de la casa e ir al club les iba a llevar todo el día. Para cuando llegaron ahí, iban sudorosos y sedientos, pero muy contentos por la cabalgata. Cho dijo que se sentía sucia y Draco le compró las prendas necesarias para que pudiera cambiarse después de ducharse. La chica había dudado en seguirlo dentro de la exclusiva tienda.

-¿Estás seguro de que puedes hacer este gasto? –miraba la etiqueta de unos pantalones vaqueros que le encantaron.

-Por supuesto –la tranquilizó el rubio y decidió que él también se compraría un cambio completo de ropa.

-Te veo en el comedor en media hora –le dijo la chica antes de salir corriendo hacia los vestidores con su ropa nueva bajo el brazo.

-Está bien –le contestó Draco y él tomó otro camino.

Sus pasos lo llevaron a la joyería de Gilderoy Lockhart que se deshizo en saludos y reverencias en cuanto lo vio. Sus ojos habían brillado de avaricia al comprender que el rubio había vuelto para llevarse el anillo de jade.

-Es precioso –dijo Gilderoy nuevamente cuando colocó el anillo en el mostrador.

-Sí, lo es –dijo Draco y lo levantó para admirarlo–. 'Este es tuyo, Harry'

La venta se realizó sin contratiempos y Gilderoy quiso venderle más cosas al ver que la tarjeta con la que iba a pagar era más que exclusiva, pero Draco sólo compró el anillo.

-Siempre será bienvenido aquí, Sr. Malfoy –le dijo cuando lo despidió en la puerta.

Draco no le contestó, simplemente levantó una mano para despedirse y se fue a dar una refrescante ducha.

-¿Ya se tardaron no, Ling? –dijo Severus atisbando en la oscuridad que se extendía delante de ellos.

Los dos hombres estaban sentados en la terraza de la casa con dos copas de vino en la mano.

-Están bien, no te preocupes, Severus –le contestó el Sr. Chang sin darle importancia a la tardanza de su hija y de su novio.

-Pero se fueron desde en la mañana… en los caballos. ¿Qué tan lejos pudieron irse? ¿No les habrá pasado algo?

-No les pasó nada –rió de su preocupación–. Todos conocen a Cho en 200 km. a la redonda. Si hubieran tenido algún accidente, ya nos habríamos enterado.

Severus estaba a punto de contestarle cuando a lo lejos se escucharon los cascos de los caballos y apenas pudo contenerse para no salir corriendo a su encuentro y reclamar airadamente su tardanza.

-¿Ya ves? Te lo dije –dijo el Sr. Chang con satisfacción–. Lo más seguro es que se fueron a un lugar donde pudieran estar solos –sólo recibió como contestación un bufido por parte de Severus–. ¿Cómo estuvo el día? –les preguntó a Cho y a Draco cuando los jóvenes llegaron adonde estaban sentados.

-¡Oh, muy divertido! –le contestó su hija con los ojos brillantes.

-¿Y adónde fueron? Ya Severus estaba a punto de salir a buscarlos.

-¿Severus preocupado por nosotros? –la chica alzó las cejas con burla–. Eso sí que es una novedad. Vamos Draco, llevemos los caballos atrás.

Draco no pudo sostenerle la mirada a Severus y su caballo se movió nervioso al sentir el temblor incontrolable de su cuerpo pues se sintió aterrado al ver la furia en esos ojos negros. Le costó trabajo controlar al animal, pero finalmente pudo seguir a Cho a las caballerizas. El rubio sintió la ira de su amante durante toda la cena y supo que esa noche iba a pagar caro haberse desaparecido todo el día con Cho. La conversación fue acaparada totalmente por Rosmerta que no paró de decir lo contenta que estaba por haber recibido la invitación para la fiesta de Víktor Krum y hostigó a su hijastra hasta la saciedad diciéndole que tenía que comprarse un vestido sensacional para asistir. Cho logró escabullirse después de la cena diciendo que estaba muy cansada y se llevó al rubio con ella.

Draco cerró la puerta de su habitación con el corazón latiéndole a mil por hora. Justo antes de salir del comedor sus ojos se encontraron con los de Severus y comprendió que estaba todavía más enfadado que cuando llegaron. Lo había visto resbalar su vista por su cuerpo y por la de Cho cuando entraron a la casa después de dejar a los caballos descansando y supo que no había pasado por alto que llevaban diferente ropa. Ver como sus labios se contraían de rabia, lo hizo sobresaltarse.

Con prisas, guardó el anillo que le había comprado a Harry en lo más profundo de su maleta así como también su cartera. No esperaba que Severus se pusiera a revisar sus bolsillos, pero más valía no correr riesgos. No bien se había puesto en pie después de esconder las cosas cuando la puerta se abrió con violencia. Draco se recargó temblando contra la pared esperando el ataque de Severus. Éste se puso frente a él y extendió una mano para tocar la camisa nueva que estaba medio abierta revelando parte del fuerte pecho.

-¿En qué habíamos quedado, Dragón? –le dijo con dureza Severus–. ¿Todavía aceptando regalos de Cho?

Sentir la tela de la camisa desgarrándose bajo los dedos de Severus hizo que Draco temblara aún más. Severus lo tomó de los hombros y sin ninguna consideración lo aventó a la cama y se abalanzó sobre él.

-¿Qué hiciste con ella? ¿Adónde fueron? –Severus lo tomó de la barbilla haciéndole daño–. ¿¡¡¡Adónde fueron? –exigió saber cuando Draco no le contestó.

-Al club… no hicimos nada… sólo… sólo estuvimos ahí.

-¡No me mientas, Dragón! Algo tuviste que dar a cambio de esta ropa.

-No hicimos nada… lo juro.

-Te voy a creer en esta ocasión precioso, pero te juro que si te vuelves a desaparecer tanto tiempo con ella, te vas a arrepentir.

-No… lo… haré –le dijo entrecortadamente porque Severus ya le estaba besando el cuello.

Aunque sus besos eran crueles, a Draco le parecían maravillosos. Severus le hizo el amor con fuerza y sin ternura, pero al rubio no le importó… simplemente se dejó llevar y lo disfrutó tanto como la noche anterior. Se sorprendió gratamente cuando su amante lo abrazó con fuerza después de que se había retirado de su cuerpo. Esperaba que se fuera dejándolo solo como la noche anterior, pero no lo hizo y Draco se acurrucó en su pecho con una sonrisa de felicidad en su rostro.