Hola! Siento la tardanza en subir el nuevo capitulo pero esq durante la semana santa no he estado, pero aquí os dejo otro cap. Espero q os guste.
Disclaimer: Ningún personaje me pertenece ( x desgracia XD), son propiedad de JK y los personajes de Emy, Nicole, Jill y Sally-Anne pertenecen a su autora original GredW ( gracias a tsunade-sama x recomendarme poner el disclaimer )
Muchas gracias a los que seguis el fic y dejais reviews
Capitulo 10
Emy se peinaba automáticamente. Pensaba en la conversación que había tenido con su prima. Esperaba que todo fuera bien. Conocía bien a Nicole y sabía que no había por que inquietarse. Podría hablarle en el desayuno para tener noticias. Sonrió a su reflejo recordando el aire malicioso y solapado de su prima cuando le había pedido hacerle este favor.
Desvió los ojos del espejo para mirar a través de la ventana. Había dejado de nevar en la madrugada y aparecía un sol pálido de febrero. El césped estaba magnífico, sepultado bajo un lecho espeso de nieve inmaculada.
Emy no tenía ganas de ir a encerrarse en la biblioteca. Esperaba poder convencer a Remus para ir a dar un paseo fuera.
Remus. Recordó haberlo visto la víspera, durante el descanso, con Black. Ellos parecían divertirse, Remus hacia rabiar a Sirius. A esta vista, la muchacha no se había atrevido a acercarse por miedo de amasar este momento. ¡Su amigo tenía un aire tan feliz! Nunca lo había visto reírse tanto. Su corazón había saltado de felicidad.
Tenía prisa por ver al Prefecto. La última vez que le había hablado, había observado bien que estaba solo. Sin Sirius. También había notado su mirada triste y de nuevo este pedazo de dolor en el fondo de sus ojos pero no podía quedarse. Severus y ella tenían que trabajar para el profesor Loveheart. Todavía deberían estudiar durante el fin de semana.
Severus era un chico bastante raro. No había pasado un minuto sin insultar a Gryffindor y sus debilidades intelectuales (« basta con ver a Potter y Black para hacerse una idea sobre esta casa. Los Gryffindors son unas aberraciones ») pero había escuchado a pesar de todo todas sus teorías sobre la poción estudiada. Habían debatido la utilización de ciertas plantas y había tenido la más instructiva conversación sobre las Pociones desde su entrada a Hogwarts.
Salió de alli al oir los ruidos que provenían de la cama de una de sus compañeras. Prefería dejar el dormitorio antes de que despertaran las chicas. Las soportaba cada vez menos, ellas y sus preguntas idiotas sobre las costumbres y la vida de los Merodeadores. ¡Como si ella supiera qué tipo de champú utilizaba Black o si Potter prefería las palomitas azucaradas o saladas!
Bajó a la sala común. Allí, sentado en un sillon, con la mirada en el vacío, encontró a Remus.
« - ¡buenos días Remy!
Este último levantó la cabeza al oir su voz. Se puso en pie y fue para abrazar a su amiga. Mantuvo su cuerpo cerca del suyo durante un momento largo y dulce. Era tan bueno encontrarla.
-¡ Pequeño Corazón! ¿Dormiste bien?
- bien. ¿Y tú?
- como un bebé. »
Tenia una sonrisa brillante. Nunca había visto al Gryffindor tan radiante. Esto lo hacía todavía más bello. La alegría del muchacho era comunicativa y no pudo evitar ensanchar su sonrisa.
« ¿vamos a desayunar? » pidió Remus con un aire festivo.
Emy estuvo conforme. El Gryffindor le tendió su brazo que ella se apresuró a tomar y así fue como ellos pasaron la puerta de la sala común, bajo la mirada divertida de la dama gorda.
Durante el camino, Remus parloteaba alegremente, hablando de todo y de nada. Pero el nombre de Sirius todavía no había sido pronunciado. Emy, sospechando que el estado de beatitud de su amigo fue debido al joven moreno, desvió la conversación que giraba sobre las piruetas de James Potter sobre una escoba.
« - ¿cómo fue tu tarde? ¡Nicole me dijo que se había visto a los cuatro Merodeadores de nuevo juntos! ¡Y sin sus novias! »
El Prefecto bajó los ojos. sonreía siempre, como si fuera víctima de una suerte de sonrisa perpetua.
-" estuvo bien … "
Emy rodó ojos.
-" ¿solo bien?
- No solo bien. ¡fue genial! ¡Magnífico! ¡MÁGICO! " exclamó su amigo.
No se podia controlar. Se sentía lleno de energía y hervia todo su ser. Tenía ganas de decirle a todo el mundo que había pasado el más maravilloso día de su vida y que la prueba se encontraba sobre su cuello.
Emy se rió. Estuvo asombrada de ver a su amigo tan exuberante. Pero esto le iba muy bien. Prefería verlo así que totalmente deprimido, como unas semanas antes. le dijo maliciosamente:
-No me equivoco diciendo que tu estado no se debe a la presencia de todos los Merodeadores.
Remus se calló. Tenía unas ganas terrible de contarle su noche. Giró la cabeza a la izquierda y a la derecha. Estaban en el piso bajo, muy lejos del gran salón. No había nadie en el pasillo pero tenía ganas de decirle todo en un lugar más íntimo, lo que excluía también el salón
Vió una puerta y se dirigió allí. Quitó el cerrojo y verificó el estado de la sala, todo bajo la mirada sorprendida de Emy. La sala era una antigua clase abandonada. La luz entraba por grandes ventanas. Abrió completamente la puerta e invitó a la muchacha a entrar. Cerró la puerta detrás de él.
-« ¡Creo que, gracias a lo qué tienes ahi, se pueden excluir el hecho de que hayas tenido un simple sueño! »
Emy observaba el rastro dejado por el beso de Sirius. Remus acababa de contarle, con detalles, la noche que había pasado con su mejor amigo. No podía evitar sonreír oyendo el tono enamorado de su amigo. Él revivía completamente la escena.
Cuando observó el entretenimiento en los ojos de su amiga, Remus enrojeció. Tenía la impresión de ser una de las muchachas de quince años que vivían uno de sus primeros amores, aunque fuera platonico. Pero no podía evitar sentir esta vida en él, su corazón que latía muy acelerado pensando en Padfoot o en sus sonrisas. Sonrisas que le estuvieron destinadas sólo a él. Su pulso aceleraba cada vez que se acordaba de la sensación de la boca de Siry sobre su piel. Estaba excitado sólo con la idea de haber sido objeto de tanta atención por parte de su amigo.
La Gryffindor observaba las reacciones del Prefecto que revivía de nuevo su noche tan especial. Esperaba sinceramente que lo que fue en el pasado renovara. Si Sirius Black continuara portándose con Jill como al principio del año, esto sería mucho más duro para Remus. Sabía que si su amigo tratara de superar su pena, se consumiria de dolor.
Pensó de nuevo en su prima. Hacía falta que hablaran.
Volvió a llevar su atención en Remus. Miraba el Bosque Prohibido por una de las ventanas. Estaba tranquilo y menos torturado que antes.
« Ella sabe, por lo menos, que ciertos días del mes, puede hacerse menos encantador, hasta monstruoso » las palabras de Severus habían trotado en su cabeza desde la víspera. Había intentado pedirle una explicación pero prefería que fuera Remus quien le diga la verdad. Sospechaba, por otra parte, la respuesta.
« ¿Remus? »
Este último se volvió hacia ella, plantando sus ojos en los suyos. Vió allí las mismas preguntas que la víspera, cuando Snape le había insultado. Tenía miedo. Miedo de ver el asco y el terror pintarse sobre la cara de su dulce Emy. Pero, merecía de saberlo. Era su mejor amiga y la conocía bastante para saber que lo aceptaría y que continuaría queriéndole.
« Creo que te debo explicaciones a propósito de lo que Snape dijo. Supo tocar donde duele. »
Se sentaron en una mesa, uno cerca del otro. Ella le tomó las manos, lo calmó. Remus tuvo una pequeña sonrisa.
« Fui mordido cuando era pequeño. No recuerdo mucho de todos los detalles. Era joven y luego, hubo un golpe. Hay noches en que sueño con eso. Me acuerdo sobre todo del miedo. Él me perseguía y yo corría, rápido, muy rápido para que no me cogiera pero fue una perdida de tiempo. La última cosa de la que me acuerdo es del dolor. Era tan fuerte que me desmayé. Duró después de mi despertar, en el hospital y hasta varias semanas. Mis padres no se atrevían a cruzar mi mirada al principio. No querian que viera en sus ojos la inquietud que tenían por mí. Supieron en seguida que mi vida iba a ser muy dura más tarde. Las enfermeras y los médicos me miraban con piedad.
Mi primera transformación fue horrible, yo tenía tanto dolor que tenía miedo de no sobrevivir allí. Pero después de mi transformación, todavía fue peor. Habría querido morir...
Llevé una vida muy solitaria luego. Nos mudamos y estudié en casa con mi madre. Mis padres eran los unicos seres que me hablaban, los únicos a quienes autorizaba para acercarme.
Cuando recibí la carta de Hogwarts, mis padres estaban muy felices. Pero, me quería negar. Tenía miedo de ser rechazado y, sobre todo, de hacer daño a alguien. Fue el profesor Dumbledore quien me tranquilizó. Vino ha hacernos una visita y nos explicó las medidas de seguridad que había puesto aqui.
Y luego, para mi llegada aquí, encontré en seguida a los otros tres. Al principio, tenía miedo de hacerme su amigo. Aunque tenía ganas de eso, me lo negaba. Hizo falta toda la persuasión de James y Sirius, deberé decir su hostigamiento continuo y regular, para que los aceptara finalmente.
Creí perderlos cuando me descubrieron. Pero ellos se quedaron a mi lado, asegurándome sus amistades y burlándose de mi estado.
Nunca había sido tan feliz desde que había sido mordido … »
Un silencio largo se instaló. Ninguno de dos se atrevió en seguida a quebrarlo.
« ¿Mi licantropía te da miedo? Yo comprendería sí … »
Remus fue interrumpido por Emy que se echó en sus brazos. Se acurruca contra él y murmuró:
« Te quiero y no importa que seas un hombre-lobo. Eres Remus, el bello Prefecto de Gryffindor. Mi mejor amigo, mi unico amigo con Nicole. »
Remus sonrió. Estaba tan feliz que sintió lágrimas de alegría colar en sus ojos. Emy lloraba también. Ella lloraba por este niño que había debido crecer demasiado rápido y apartarse de otros por miedo de hacerles daño. Lloraba también por la pequeña chica que había sido y quien había vivido la misma situación. Comprendía mejor ciertas reacciones del licantropo, essas ausencias y hasta su amistad. Ellos se parecían mucho más de lo que ella creía.
« Creo que es momento de contar mi historia » ella comenzó. Remus se separó de ella despacio.
« Si no quieres hablarme en seguida, comprenderé. Puedo esperar. Sabes que te quiero. No comprendí que también habías debido vivir algo bastante terrible para no aceptar la compañía de los otros. Y yo, estaba allí quejandome y a infligirte mis sufrimiento, mientras que … »
Fue interrumpido de nuevo por la muchacha, que puso una mano sobre su boca.
« Ahora, dejas y me escuchas. No me sentí obligada a oir hablar de tus sufrimientos . Eres mi amigo y estoy feliz de estar aqui para ti y de poder ayudarte. Yo misma escogí. En cuanto a mi historia, nadie aparte de mi familia la conoce y tengo ganas de compartirla contigo. No es muy alegre, debo reconocerlo. Es mórbida hasta más bien. Pero tengo confianza en ti y sé que todo lo que podré decirte tú no lo contaras a nadie. Espero simplemente que no me juzges duramente. »
Remus la apretó de nuevo en sus brazos. Puso sus labios sobre sus cabellos que recorrió con pequeños besos. Luego, le acarició despacio la espalda. Es en la posición que ella comenzó su historia:
« Tuve una infancia muy feliz hasta cerca de mis 7 años. Mis padres se querian muchisimo. Tanto que no podían estar separados demasiado tiempo uno del otro. Todo el mundo se ponía de acuerdo en decir que había entre ellos un amor puro e indefectible. Ellos me querían mucho también. Tenía con mi madre una muy bella relación. Era alguien muy dulce que lograba calmar todos mis miedos infantiles. Mi padre era muy gentil también. Él me llevaba hacer a menudo paseos largos sobre su escoba y hasta trataba de iniciarme el Quidditch pero era una perdida de tiempo. Me sentía bien sólo cerca de mi madre y de mi abuela en su laboratorio. Caí en las pociones desde mi más tierna infancia. Mamá me llevaba con ella cuando iba a trabajar con su madre. Preparaba toda clase de pociones para gente o para el hospital San Mungo.
Recordaré siempre del día en que todo cambió. Mi madre no estaba muy bien desde hacia tiempo. Tenía muchas jaquecas que alteraban su humor y que a veces la hacían tan débil que se quedaba en la cama. Estábamos en casa de mi abuela, para cenar. Mamá tenía dolor de cabeza de nuevo. Se había sentado en un sillón donde hablaba con mi padre y su madre. Quiso levantarse para ir a por un vaso de agua. Pero cuando se puso en pie, titubeó y se desmayó. Todavía me acuerdo de la voz llena de miedo de papá. Fue mi abuela quien llamó a los medicos, estaba aterrorizada. Se quedó en San Mungo, mucho tiempo. No podia ir a verla. Había ido a vivir a casa de abuela. Papá venía de visita de vez en cuando y podíamos ver su decaimiento. Estaba muy pálido, y hablaba poco, lo que no era costumbre en él. Trataba de calmarme pero era un mentiroso muy pobre. Bastaba con mirar sus ojos para saber que la situación era desesperada.
Mi madre volvió finalmente a la casa. Pero quedó en cama. Pasaba sus días en su cama, dormiendo, embrutecida por las medicinas. La casa, que en otro tiempo estaba llena de risas y de ruidos, y del olor de las pociones, se había hecho triste y silenciosa, esterilizada. Yo no podia hacer ruido, correr; debía andar despacio, para no enturbiar el sueño maternal. Me había visto obligada a preparar pociones para no incomodar a mi madre y evitar ponerla más enferma. Cuando iba a verla, trataba de hablarme, a veces de contarme historias pero estaba tan débil que lograba frecuentemente dormirse durante nuestras conversaciones.
Yo no comprendía su estado. En otro tiempo estaba tan viva. No la reconocía en la mujer débil y flaca que estaba en su cama. Había perdido sus cabellos y tenía la tez cerosa. Sus ojos habían perdido todo el brillo. No era mi madre.
Cuando yo trataba de interrogar a Papá sobre la enfermedad de Mamá, no me respondía. Siempre me decía que todo iba bien. Que todo iba a arreglarse y que ella pronto se curaria. Quería creerlo pero no podia. Fingía aceptar sus mentiras. Ibamos a pasear y hacíamos proyectos para cuando mamá estuviera restablecida. Pero el corazón no estaba allí.
Y luego, ella comenzó a salir de su habitación, andaba por la casa. Se recuperaba poco a poco. Lograba acabar nuestras conversaciones, inventar nuevas historias. La risa había vuelto poco a poco a la casa. Y allí, creí verdaderamente que esto habia acabado y que todo sería como antes. Me reía de nuevo. Mi padre también había encontrado la sonrisa. Silbaba cada día, chapuceando a la izquierda a la derecha, bajo la mirada divertida de Mamá.
Una mañana, despertándome, encontré a abuela al pie de mi cama. Sus ojos estaban enrojecidos como si hubiera llorado largamente. Y supe. Mi madre se había apagado durante la noche. Había dejado de pelear. Esataba demasiado cansada.
La última vez que la vi, unas horas después de despertarme, estaba extendida sobre su cama. Por un momento, creí que sólo dormía, que iba a despertarse si la llamaba. Pero no pasó nada. Estaba allí en su cama. Parecía tan pequeña y tan frágil. Y estaba muy fría. Nunca la había conocido así. Ella que solo era calor y amor.
Lloré mucho. Abuela vino a vivir con nosotros. Papá estaba completamente destruido. Después de su entierro, se encerró en su habitación. No lo vi más. Abuela trató de hacerlo salir, así como sus amigos pero nada .
Mi padre la queria tanto que su muerte fue demasiado dolorosa. Creo que él también murió cuando su cuerpo fue enterrado. Estaba allí físicamente pero en el interior, no había nada más. No había abierto la boca después.
Una noche, percibí a alguien en mi habitación. Me despertaba ligeramente cuando sentí un beso sobre la frente. Cuando finalmente, abrí los ojos, era para percibir a mi padre saliendo de mi habitación. Sobre la mesilla de noche, había una pequeña palabra: « Te quiero. Perdón ».
Lo busqué en toda la casa. No estaba en su habitación y la puerta de entrada estaba abierta. Salí. Abuela me vió y me llamó pero no la escuchaba. Cerca de nosotros, había un pequeño bosque. Le gustaba pasearse allí.
Esa noche, la luna estaba llena, alta y bella en el cielo. Hacía calor. Yo tenía miedo. Todo estaba silencioso como si algo terrible se hubiera producido y qué toda la fauna y la flora estaban en duelo. Llegué en un claro. Él estaba allí, la luna sobre él. Se había colgado. Para ir a reencontrarla. »
Remus cerró los ojos. Le dolia. Había sufrido tanto. Habría querido protegerla. La meció tiernamente. Revivir estos momentos la había trastornado. Lloraba despacio, su cara enterrada en el torso de su amigo. Aspiró y la voz ronca de las lágrimas:
« Me hizo falta tiempo antes de aceptar que alguien se me acerca. La unica que se atrevió a aceptar este desafío fue Nicole. Y puedo decirte que fue muy perseverante. (Emy se rió despacio). Un día, le dije, o más bien le grité, que era mi culpa si habían muerto, que mataba a todos los que me querían, que debía alejarse por su bien. Me miró un instante. Creí que iba a irse. Pero, en lugar de esto, me abofeteó. Y este gesto fue tan asombroso que me libró. Nosotras lloramos largamente. Era mis primeras lágrimas desde la muerte de mi padre.
Gracias a ella, poco a poco, conseguí librarme de ciertos demonios. Pero no pude acercarme a otros alumnos. No sé portarme muy bien con la gente. Estoy bien sólo cerca de mi familia o pociones. Ahí esta mi verdadero mundo. Hasta tu llegada en mi vida. ¡Me aportaste tantas cosas! Gracias a ti, me di cuenta de que no bastaba con observar para vivir, había que participar también. Conseguí comunicarme con otras personas. Gracias. »
Un nuevo silencio los envolvió. Se estrechaban uno contra el otro. Pero ya no lloraban. Se daban calor. Habían encontrado en cada uno a un compañero y un confidente.
Cuando, finalmente, se decidieron a irse, se dieron cuenta de que la hora del desayuno pasó.
« ¿Te apetece una vuelta a las cocinas? » preguntó Remus maliciosamente.
Emy le sonrió. Iba a conocer finalmente otro secreto de los Merodeadores.
Dejaron la sala, más tranquilos que nunca, dejando detrás de ellos sus fantasmas dolorosos.
Remus acababa de cerrar la puerta cuando oyeron subidas de tono que provenian de un pasillo contiguo. Por su condición de Prefecto, estaba obligado a saber lo que pasaba. Se dirigió hacia el ruido con Emy que le pisaba los talones.
Cuando giró, encontró un espectáculo bastante asombroso: Sirius Black besaba a Nicole, delante de los ojos asombrados de una decena de alumnos de Hogwarts y de Jill visiblemente muy furiosa.
