Cap.2: La Gran Batalla
Segundo testimonio
El silencio al fin reinó en la sala cuando la noticia había sido comunicada a todos. Esa misma noche atacarían el castillo Hogwarts y matarían a Harry Potter. Miró a Snape, sentado a su lado y manteniendo su seriedad. Sabía que él era el traidor del grupo, el que pasaba información a la Orden del Fénix, y que debido a él ya les estarían esperando cuando llegaran, pero no quería hacerle daño. Siempre le había gustado su valor, sobretodo al haberle traicionado tan descaradamente, y la sangre fría que tenía. Le gustaba su temperamento y su modo de actuar, la elegancia al moverse y, sobretodo y lo que más le atraía, su infancia.
Y es que Snape nació y creció en una familia que nunca le quiso; como el propio Tom Riddle. Cuando de joven le apareció delante para unírsele al ejército de mortífagos, le pareció el patético chico de los que siempre venían, pero no era así. Snape era un alma en un mundo que no le quería. No tenía ni familia ni amigos, sus ojos denotaban esa soledad, esas ganas de saber si hay algo más allá para él. Era el único en su vida.
Pero al contrario de él, Snape no se reveló contra nadie, sino que intentaba usar la segunda oportunidad que le brindó la vida tras ser aceptado por el director de la escuela donde había estudiado. Tal vez no era lo mejor, pero por alguna razón amaba la vida. Voldemort, en cambio, la despreciaba.
Un mortífago entró en la sala. El odioso Lucius Malfoy, un niño mimado.
-Señor, todo está preparado.-
¿Cómo podía haber alguien tan estúpido? Le utilizaba siempre para todo, y aún así le seguía a todas partes. Además, era un estúpido lameculos que se la pasaba bien descargando su rabia contra su mujer y su hijo. Eso no lo podía consentir; aunque él fuera un asesino, no creía que alguien se mereciera por lo que pasó de pequeño por no tener una familia. Ya había suficiente sufrimiento para que los mismos padres maltrataran a sus hijos. Por eso a veces 'castigaba' a Lucius más de lo normal cuando la cagaba.
-Está bien. ¡Todos! Dad lo mejor para ganar, no aceptaré fallos!- Imperó levantándose de su sitio, seguido de Snape y Lucius.
Se fue a sus dependencias a arreglarse para la batalla mientras los dos mortífagos guiaban a los demás hacia fuera. Pronto empezaría la batalla final en la que se decidiría todo. Luz u oscuridad. La sangre le hervía en las venas, una sensación gratificante le recorría todo el cuerpo. Era la guerra lo que le hacía sentir tan vivo, ver el miedo en el rostro de los demás solo ante él. La sangre correr, la Muerte presente, la magia desbordada. Le encantaba, no quería que terminara.
Sabía que Severus ya había avisado al viejo Dumbledore. Mejor, no le gustaban las batallas fáciles. Además, prefería a un Potter preparado, con todo su poder, digno de él.
-Lord, cuando quiera partiremos.- Dijo un mortífago joven.
-Adelante. Avisa a todos que empiecen a subir a los carruajes y preparen todo.- Se puso su capa y, con una sonrisa de satisfacción, salió hacia Hogwarts.
El camino hacia el castillo se le hizo eterno. Tenía tantas ganas de ver a su rival, su enemigo desde que nació: Harry Potter. Admiraba a ese chico, eran iguales en todo excepto en el bando. Pero eso iba a cambiar muy pronto. Potter era fácil de convencer y manejar, bien que lo sabía el viejo director, y con los argumentos que tenía pronto caería en sus brazos. Iba a ser suyo. Y nadie les separaría, ni siquiera Dumbledore. Y una vez tuviera todo su poder, le mataría lentamente…
-Señor, hemos llegado-. La voz del cochero le anunció finalmente la llegada.
Salió de su carruaje junto a Severus y Lucius. Observó detenidamente el paisaje: la neblina de la madrugada, el césped húmedo, el lago azul en calma, el castillo en penumbra… 'Precioso', pensó, 'pero va a ir al suelo'. Por lo lejos ya empezaba a salir el sol, aunque tan solo podían verse lijeros matices de luz. Como decía su frase favorita: 'El atardecer para los perdedores, el amanecer para los luchadores'.
Con un solo movimiento de varita desarmó el castillo de su barrera protectora. Ya había empezado todo.
Algunos mortífagos corrieron adentro del castillo atacando a cualquiera que se les pusiera por delante. Enseguida vio aparecer a los aurores escondidos por todas partes, pero eso no era un problema. Todos atacaban sin cesar.
Esa era la bella guerra. Oír los gritos de dolor, ver la sangre salpicar y sentir el poder de la magia por todos lados le hacía sentir bien. 'Estaba en casa'.
Voldemort permaneció de pie sin molestarse, tan solo moviéndose en ocasiones para esquivar algún rayo casual. Dejó que fueran sus hombres los que actuaran. En pocos minutos se cansó de esperar, Potter no aparecía, así que decidió divertirse un poco.
Disparó hechizos imperdonables por todos lados, aplastó cuerpos medio moribundos a sus pies, rió observando el pánico en el rostro de sus víctimas. Enseguida se encontró andando por una alfombra de cadáveres. Cuando tiró a un auror joven que intentó atacarle al suelo, le vio. Era él. Su admirado Harry Potter. Corría hacia él sin pensar en nada más.
Había salido por las puertas del castillo y le buscaba, le buscaba a él! Sus ojos verdes de niño, aunque su porte duro de hombre que ha sido obligado a madurar, el orgullo Gryffindor aflorando por los poros de su cuerpo sudado, esa cara de odio y rabia hacia él. Cuantas noches pasó deseando verle de ese modo! Solo para conseguir matarle!
Empezó a bajar las escaleras, observando con horror el paisaje devastador a su alrededor. Entonces sus ojos se encontraron. Rojo y verde. Como si Slytherin y Gryffindor se hubiesen intercambiado. Corrió hacia él, pero un rayo le dio en el brazo tirándolo al suelo y rompiendo esa conexión visual. Con las gafas tiradas lejos y buscando su varita desesperadamente, le pareció un niño indefenso…
Vio quién le había atacado: el estúpido y miserable Lucius Malfoy. Maldito bastardo entrometido, pensó. Harry iba a devolverle el ataque, igual que el Lord, pero alguien se les adelantó. No pudo ver quién había sido porque ya tenía a Potter delante, enfrontándolo a los ojos. Pisó la cabeza de un auror a sus pies para 'hacerse el despistado'.
-Tom!- Le sorprendió oír su verdadero nombre, más en boca de 'su Harry', pero eso era lo que más admiraba. Qué osado. Se volvió a verle, sonriendo.
-Vaya, si es mi amigo Harry… Qué tal?- Bajó la varita, cómo le gustaba el sarcasmo.
-Yo no soy tu amigo!- Eso ya lo veríamos, pensó el Lord. -Estúpido bastardo!- Eso le dolió, y mucho, fue cruel.
-Jajaja- Cogió a otro auror moribundo, quién se creía ese ángel para insultarle a él? -Este también me dijo algo parecido…-
-Déjale, Tom!- Otra vez su nombre, qué dulce niño…
-Tom? Vaya, qué íntimo suena…- Levantó el cuerpo del auror. -Por qué tengo que soltarle?-
-Ya me tienes aquí, no me querías?- 'Ya lo creo', pensó, 'entre mis brazos te quiero'. -Estoy aquí por ti, por qué no le dejas y hablamos tú y yo?- Pero cómo podía ser tan adorable? Si seguía diciéndole esas cosas no aguantaría mucho. Sucedería como en el cuento de la caperucita roja… pero en versión para adultos. La idea le pareció macabra pero magnífica.
Harry bajó la varita. Podía ver el miedo en sus ojos esmeralda, pero el orgullo del león nunca se lo permitiría mostrar.
-Jajaja Touché amigo. Tienes razón, no le necesito...- Estalló la cabeza contra el suelo sin piedad. Potter se horrorizó de nuevo, pero rápidamente volvió a calmarse, poniéndose en guardia.
-Por qué lo haces, Tom!- A caso el chico usaba terapia psicológica? Llamarle por el nombre no hacía más que provocarle. -No era a mí a quién querías? Por qué esta guerra!-
-Jaja -Por qué?- dices? Más bien pregúntate -por qué no?-No ves que son unos ignorantes? Que solo actúan por sus propios fines?- Empezó su plan de llevarlo hacia su terreno.
-Tan sólo son humanos! Personas como tú y yo!-
-Tú y yo no somos como ellos! Nacimos con una fuerza extraordinaria, con cualidades fuera de lo normal y sangre excepcional de nuestros antepasados!- Supuso que Dumbledore no le habría contado sobre ese punto, pero él no iba a decir nada. -A nosotros nos han utilizado desde que nacimos, nadie nos ha querido, y hemos existido para cambiar eso! La única diferencia es el bando en el que estamos.- Se puso serio, mejor manera de convencerlo.
-Te equivocas, Tom. Tú y yo no nos parecemos en nada!- 'Quién ha sido el imbécil que casi daña a Harry?' pensó al ver el rayo verde que esquivó el moreno. Intentó no mostrar la ira contenida que afloraba.
-No lo creo, Harry. Mira a tu alrededor...- Voldemort levantó las manos para mostrarle el percal. -Nuestros dos bandos luchan para protegernos. Pero si tuvieran la oportunidad nos traicionarían. Son ratas, solo piensan en salvar sus miserables vidas a cambio de acabar con aquellos que no les facilitan el camino. Ambos hemos crecido sin amor, sin nadie a nuestro lado! Tuvimos que cuidar de nosotros mismos! Y qué me dices de Dumbledore! Nos utilizó como quiso!- Ahí iba el cubo de agua fría, la implacable realidad. Con esa verdad Harry no podría negarse. -Qué me dices Harry, por qué no nos unimos y terminamos con todos estos que nos han hecho sufrir tanto?-
Pero se asombró al ver al muchacho sonreír. A caso no le había entendido?
-Sí, nos parecemos mucho...- levantó la cabeza, esos ojos verdes le miraron de tal modo, que supo que no las tenía todas respeto al cambio de Potter. Harry podría llegar a ser más fuerte de lo que creía. -...no solo nos diferenciamos en el bando... Mientras tú creciste rodeado del odio y la maldad que tú mismo creabas, yo lo hice con amigos y compañeros que me quieren por ser tal como soy. Igual que el amor de mis padres, que siempre ha estado conmigo.- Clavó su varita en el cuello del Lord.
Ahora era él quien se quedaba sin palabras, el que recibía el agua fría. Potter tenía razón… Pero él era el Gran Voldemort! El más temido! Y aún así no podía convencer a un chico de diecisiete años…
-Eres tú el pobre desgraciado que fue traicionado por todos por no saber amar! Aved...- Empezó el chico, pero no dejaría aún que se saliera con la suya.
Un fuerte rayo de luz estalló entre los dos. Voldemort sonrió, al igual que Harry. Melancolía. La vida no les había tratado bien, pero él no se preocupó por intentar arreglar eso como hizo Harry; él fue egoísta y vanidoso. Ahora debía pagar un precio.
El chico se le abalanzó encima, sujetándole con fuerza. Tom tenía el poder suficiente para frenar lo que iba a hacer el moreno, pero no lo hizo. Si tenía que suceder algún día, era mejor en ese momento. Se había dado cuenta de lo tan cruel que fue consigo mismo negándose la segunda oportunidad que le dio la vida. Moriría, si más no, feliz en manos del chico que una vez le robó la razón.
-Unio!-
Silencio.
Silencio y miedo.
Todo terminó al fin, notando su cuerpo desvanecer. Cuando no quedaban más que sus cenizas, aún podía tener la mente clara y ver a ese chico tan dócil… Por suerte, su última imagen fue el rostro de felicidad de ese ángel.
Le deseaba lo mejor ahora que todo terminó.
