Cap.4: La Gran Batalla
Cuarto testimonio

Había llegado tarde porque vino de comunicárselo a la Orden, pero no por eso se perdió cuando Voldemort dio la noticia a los demás. Todo se había quedado en silencio, seguro que algunos rezaban por dentro. Él no es que lo necesitara o no, simplemente intentaba ser optimista hacia sus adentros y pensar que la maldita orden terminaría con el Lord, aunque las esperanzas eran pocas. Más sabiendo que el viejo confiaba tan ciegamente en Potter.

Notó los ojos rojos del Lord clavados en él, seguro que estaba pensando en el modo de matarle. Al fin y al cabo, ya le habría descubierto con el tiempo, pero por alguna extraña razón no se decidía a castigarlo. Ni siquiera antes de la batalla… Aunque en cierto modo lo más extraño era que en toda la vida no había recibido ningún daño de él, mientras que Lucius, el mejor del grupo, recibía casi cada día. No lo entendía muy bien, pero por ahora era una suerte que siguiera vivo -quién sabe por cuánto tiempo-.

Un mortífago entró en la sala y dejó de sentir esos ojos en su nuca. Era Lucius. -Señor, todo está preparado-.

Notó cierto odio hacia el rubio en la mirada del Lord, pero tampoco estaba seguro. Voldemort se levantó.

-Está bien. ¡Todos! Dad lo mejor para ganar, no aceptaré fallos!-

-Sí!- Respondieron todos preparándose para la batalla y temiendo, eso sí, por sus vidas.

El Lord se fue de la sala mientras los demás hacían lo mismo. Poco a poco Snape se quedó a solas con Lucius, el cual le miraba de reojo, sin saber qué decir, o cómo.

-Dime Snape…-

-Mhi…?- Contestó haciendo ver que le sorprendía.

-Qué sucederá?- Su voz era normal, sin ese tono autoritario o burlón de ocasiones. -Al fin ha llegado la batalla que tanto esperábamos… qué va a pasar? Quiero decir…- 'Lucius sin palabras? Wow!' -…cuando derrotemos al maldito Potter de una vez y los sangre sucia, qué nos espera?

-Quién sabe…- fue lo único que dijo, yéndose enseguida. No tenía ganas de estar con ese creído que probaba su poder con su esposa y su hijo. Era despreciable.

Cuando empezó a haber movimiento a afuera, Snape se escondió para dar la señal a Dumbledore de que llegarían pronto. En un momento, los mortífagos y el Lord aparecieron en el camino que llevaba a Hogwarts y antes que se diera cuenta ya estaban ahí rompiendo la barrera protectora del castillo como planearon.

A Snape le recorrió un escalofrío en verlos asaltar la escuela con sangre fría. Pensó en la situación de los slytherin que ahora deberían enfrentarse a sus padres. Serían capaces de hacerlo? O, por el contrario, no se atreverían y terminarían…? Desvió el pensamiento hacia otro lado.

La verdad es que hombres como Zabbini y Nott no se atreverían a dañar a sus hijos por nada, incluso dudaba que atacaran a los otros. Pero igualmente lucharían.

Snape corrió hacia dentro del castillo. Cuánto más lejos de la Muerte mejor. Sí, era un cobarde, pero no quería morir. No ahora que parecía estar aprovechando la segunda oportunidad que le dio la vida. La Muerte. Esa mujer de negro se le había llevado su esposa y mejor amigo. Las únicas personas en las que confiaba.

Consiguió llegar al despacho de Dumbledore, cuando este se giró asustado. Lo sabía. Así que no era el único cobarde en esa escuela.

-Señor!- Dijo Snape incrédulo. A bajo se estaban matando aurores y alumnos contra el bando oscuro y él ahí, sin hacer nada.

-Severus! Qué haces aquí? Y Riddle?- Su voz era cansada, pero se denotaba que escondía algo.

-Abajo, donde debería estar usted!- Se había cabreado. El viejo, el que se había encargado de manipularlo todo, estaba ahí en su despacho sin hacer nada mientras Potter se jugaba la vida.

-Severus no…-

-No qué! Es quien puede dar mejor ayuda y se queda aquí! Nunca lo habría imaginado! Incluso Minerva y Pomfrey dan lo mejor! Tenga en cuenta algo: como Potter muera, usted tendrá la culpa!- Y tras amenazarle de ese modo, salió antes de no poder soportar las ganas de atizarle.

Ahora entendía al pobre chico de oro. El por qué quebrantaba normas y se rebotaba con Albus cada dos por tres. Pero, aunque actuara así, seguía sus órdenes ciegamente. A caso el chico no se daba cuenta?

Llegó a la enfermería, pasando inadvertido por algunos mortífagos, para ver como estaba todo. Madame Pomfrey y Minerva corrían arriba y abajo llevando heridos y pociones a cualquier rincón donde encontraban espacio. Todo estaba lleno. Abundaban los alumnos, pero también había algún auror que estaba de pasada para curarse alguna herida superficial que le molestaba.

-Necesitan algo?- Les dijo, corriendo tras Pomfrey que parecía agobiada.

-No Severus, gracias… Aquí hacemos todo lo que podemos, pero pronto se nos acabarán las medicinas…- Dijo levantando el tono de voz.

-Haré lo que pueda!- Y salió hacia su despacho.

Antes, pero, pasó por la Sala de Menester donde estaban escondidos los más jóvenes con Flitwick, que permanecía con ellos para calmarles, igual que Sprout. El panorama no estaba tan mal como creía que se lo encontraría. Algunos lloraban aterrorizados, otros parecían ausentes, pero la situación estaba controlada.

-Profesor Snape, cómo está todo ahí afuera!- Preguntó el enano preocupado.

-La verdad es que bastante mal… pero aún no podemos decir quién ganará.-

-En batallas así, no gana nadie…- Susurró el profesor negando con la cabeza.

-En eso tiene mucha razón.- Se quedaron un rato en silencio, hasta que decidió irse. -Si necesitan algo… lo que sea…-

-Tranquilo, todo está bien aquí.- A Flitwick le asombraba lo atento que podía llegar a ser el profesor de pociones cuando la situación lo requería. Lo siguió observando hasta que cerró la puerta tras de sí.

Corrió hacia las mazmorras pero ya no quedaba nada en el despacho, ni siquiera en el pequeño almacén. Lo habían saqueado y vaciado todo. Su despacho… destrozado. Con lo que le gustaba ese sitio…

Miró potes escampados, pociones vertidas, cristales rotos… Era un desastre. Lo observó todo con tristeza, sería demasiado trabajo reconstruirlo todo. Pero, cuando decidió buscar de nuevo algo para fabricar medicinas, una luz blanca lo cegó todo, iluminándolo todo por completo.

Algo había sucedido afuera. El final de acercaba. Conocía ese hechizo, era el más poderoso y peligroso que podía hacerse, después del resurrector y el Aveda. Temía lo peor. Sólo habían dos personas que en esos momentos decidieran utilizarlo, y dudaba si una de ellas lo conocía…

Cuando la luz se calmó y pudo volver a pensar, salió corriendo afuera de nuevo. Por el camino vio los restos de cosas rotas por toda la escuela y el vestíbulo; los aurores ya volvían a su trabajo capturando mortífagos. Sería Potter el autor de tan magnífico hechizo? Pero, quién se lo habría enseñado? Además, era un… un niño aún!

Llegó salir afuera, donde había demasiada calma a comparación del interior del castillo. Ni hechizos ni gritos. Nada.

Silencio.

Silencio y miedo.

Entonces lo vio. Era Potter… ¿con Draco? Corrió hacia ellos, pero se asustó al ver al moreno ahí tendido, sin vida. La mirada del rubio, por suerte, le tranquilizó. No estaba muerto, seguramente inconsciente.

-Draco…- Quiso preguntar qué hacía su ahijado con el moreno, pero el chico le interrumpió.

-Snape! Por Merlín, suerte que estás aquí! Todo ha terminado al fin!- Sonrió con la más absoluta de las alegrías, llorando incluso de la emoción.

-Sí…- logró articular solamente el profesor.

Era cierto que todo había terminado?