Cap.5: La Gran Batalla
Quinto testimonio. Y último.

Estaban muertos de miedo. Debían admitirlo, esconderlo sería estúpido. Había llegado el día en que se decidiría el futuro de sus vidas y se vería quien en verdad podía considerarse un amigo. Otra cosa que debían admitir, claro, era que no confiaban lo suficiente en que Harry fuese a ganar, aunque fuese su amigo. Pero no se lo dirían a nadie, ni siquiera a Harry. ¡Sobretodo a Harry¿Cómo se lo tomaría?

Y ahí estaba el chico nombrado. Le miraban con preocupación, más que nada porque parecía demasiado calmado en un momento tan a la cuerda floja. Mientras todos rezaban en silencio o se mordían las uñas, él permanecía de pie, ahí, sin ninguna reacción parecida a la suya. Con la mirada perdida en algo lejano, eso sí. ¿Estaría viendo su final?

Él les devolvió la mirada, acompañada de esa sonrisa maravillosa, lo más bonito después de sus ojos. Quizás sería la última cosa que podrían olvidar de él… si es que realmente ese era el fin. Y luego, que viniera a hablarles de ese modo, como una despedida, fue demasiado.

-Ron, Hermione, todos... Ha sido un placer pasar estos años con vosotros. Gracias por todo.- Ron quiso decir algo, al igual que Hermione o Neville, pero el miedo les tenía paralizados, y su voz muy seguramente saldría temblorosa. -Ahora, demos lo mejor de nosotros!-

-Sí!- Gritaron todos como respuesta, pero no estaban muy seguros.

No es que no fueran optimistas, es que no estaban seguros de que su amigo Harry lo consiguiera. En sus últimos seis años había mostrado gran poder y valor para enfrentarse a Quien-no-debe-ser-nombrado, pero esa era la batalla definitiva, ahí había mucho más en juego, más vidas de por medio, muchísimo más que perder y nada que ganar. ¿Por qué todos confiaban en él¿Por qué no hacía nada Dumbledore para evitar que Harry lo hiciera solo¿Es que a nadie le importaba lo suficiente la vida de Harry como para decir algo a su favor?

La respuesta era: no. Todos preferían que fuese él el que se sacrificara, cómo no, y que ellos pudiesen vivir. Nunca lo admitirían ante todos, pero ese era el verdadero pensamiento que ocupaba la mente de todos los que ahora se encontraban en ese salón. Sonaba despreciable y cruel, pero el ser humano ya tiene estas cosas… Y Harry Potter: un pobre inocente más que moriría por ellos.

Pero antes que todas esas preguntas formaran otra especie de caos en sus mentes, una horda de mortífagos asaltó la sala donde estaban, lanzando hechizos a diestra y siniestra, a todo y todos. Era muy difícil escapar de lo que se estaba creando ahí dentro. Ni teniendo los ojos bien abiertos y los cinco sentidos en alerta lograrían escaquearse de todos los ataques. Ron y Neville tiraron una mesa de lado para ocultarse detrás de ella y quedar protegidos. Hermione se separó sin poder evitarlo de ellos, juntándose con Parvati en algún lugar al otro lado.

-Oye, Ron, qué podemos hacer!-

-No lo sé Nevi, pero son demasiados! Mierda, Tallantalegra!- Pronunció, sin tener suficientes reflejos para decir otro hechizo más poderoso. El rayo no logró dar a nadie, pero quitó de en medio un jarrón que le tapaba la visión.

Entonces logró ver cómo Harry salía del salón corriendo, pasando desapercibido y dejando atrás un par de mortífagos en el suelo. ¿A dónde iba? Se preguntó, así que intentó ir detrás de él. Pero lo que sucedió se lo hizo muy difícil.

En la puerta, justo delante de él y con porte enorme, un encapuchado se le puso en medio, apuntándole severamente con la varita.

-Será mejor que no vayas.- Dijo con voz calmada, demasiado familiar para ser uno de los perros de Voldemort habituales.

-Si no me dejas, te mataré!- Estaba enfurecido, no porque Harry estuviera solo, sino por sentirse inferior ante ese tipo. Iba a lanzarse encima del hombre, pero una mano suave se posó en su hombro, parándole.

Era Hermione, que por alguna razón se intentaba mantener calmada aunque sus ojos dijeran lo contrario, derramando lágrimas sin cesar. ¿Qué habría ocurrido? Pero eso no le preocupaba, ahora estaba más pendiente del tipo enfrente suyo.

-Así que ahora eres valiente, Ronald…- Dijo el joven mortífago.

-Qué? Cómo es que me conoces?- Le empezaba incluso a sonar demasiado esa voz pero… ¿Quién era?

-No me conoces? Tanto he cambiado?- Empezó, despacio, a sacarse la máscara blanca. Bajo la capucha negra aparecieron algunos mechones pelirrojos, un rostro pecoso y pálido con unos ojos azules que pertenecían a…

-Percy! Tú…-

-Exacto, Ronald. Ha pasado mucho tiempo… Hola, Granger.- Hermione se quedó de piedra, ninguno de los dos adolescentes se veían con ánimo de responder por el estado de shock.

-Estúpido… -empezó a susurrar -Bastardo!- Terminó, explotando. -Cómo has podido pasarte al otro bando después de la pelea que tuviste con MIS padres? Por Merlín, eres un mortífago!-

-Por qué lo ves tan mal? Al fin y al cabo es un bando más… Yo nunca he creído que Dumbledore tuviese razón, aunque eso me daba completamente igual. El Lord puede darme lo que quiero sin nada a cambio, más que mi fidelidad.

-Lo que quieres? Mira a tu alrededor…- intervino Hermione, viendo que su amigo había bajado la cabeza sin palabra. Si supiera que el pelirrojo más joven estaba pensando en lo que dijo su hermano, algo que ya le pasó por la cabeza tiempo atrás… seguramente no le defendería ni apoyaría del mismo modo.

-Esto es solo un paso para conseguirlo!- Se explicó Percy, poniendo cada vez más rostro de loco, con una sonrisa maníaca. -No puedes ni imaginar lo poderoso que es el Lord Oscuro!-

-Te voy a matar!- Ron corrió de lleno encima de su hermano, intentando pensar que nunca sería como él, aunque su inconsciente nunca le engañaría.

Percy intentó defenderse, separándole con un hechizo simple. Tampoco quería dañarle demasiado, al fin y al cabo eran… hermanos. Pero Ron también tenía su varita a mano, y muchas menos contemplaciones, y le dio de lleno con dos crucio que, un poco débiles, fueron suficientes para llevar al pelirrojo mayor al suelo.

-Para mí ya no eres mi hermano!- Se volvió a lanzar sobre él varita en alto, pero Hermione la paró, tirándole a un lado.

Ron se quedó parado por la reacción de su amiga, que parecía muy asustada. Por primera vez había visto a su amigo con una cara de venganza digna de Voldemort, con una ira desmesurada que llegaba a darle miedo.

El chico pacífico y sereno que solía ser siempre había desaparecido por unos momentos para dejar pasar a ese chico cabreado. Percy había cambiado mucho desde la última vez que le vieron en el Ministerio, al lado de Fudge. Su pelo y ropas siempre bien arregladas ahora parecían un caos, y demasiado negras, sus facciones parecían más foscas. Tenía la misma cara de empollón de antaño pero añadiendo esa sonrisa maniática y ojos de demente. Además de que le faltaba un diente, o eso parecía.

No supo decir cual de los dos hermanos había cambiado más por culpa de esa guerra, y tampoco le dio tiempo a pensarlo más tiempo porque un rayo verde le dio en toda la parte derecha del cuerpo, lanzándola más allá. Ron no se dio cuenta ya que cegado por la furia y libre del agarre de la castaña se había abalanzado de nuevo hacia Percy.

El asalto de Hermione había sido hecho por un mortífago joven, el mismo que mató minutos antes a Parvati ante sus narices. El encapuchado conocía a la chica porque su hijo le habló de "la chica petrificada" en segundo año. Supo entonces que era hija de muggles, así que debía sacarla de en medio.

Hermione se puso de pie, aunque le costó bastante debido a la maldición antes recibida. Cogió su varita con fuerza y se preparó para atacar. "Chica dura" pensó el mortífago. Volvió a atacarla una y otra vez haciendo que tuviera que saltar de un lado a otro y cansarse. Finalmente consiguió que sus fuerzas fallaran y uno de los hechizos la dejó tirada de nuevo al suelo.

Se acercó a ella, despacio, admirando su "obra" destructora. Le encantaba el olor a muerte.

De mientras, Ron seguía su pequeña batalla particular con Percy. Ambos estaban muy igualados, sin embargo Percy era más duro en duelo. Era quien dominaba la situación.

Antes de que ambos mortífagos terminaran lo que habían empezado con esos dos compañeros, una fuerte luz les cegó hasta obligarles a taparse los ojos y protegerse por si acaso.

Silencio.

Silencio y miedo.

La calma que de golpe se había impuesto en el lugar fue interrumpida por los aurores que no esperaron ni un segundo más para detener a los mortífagos que quisieran escapar.

Ron buscó a Hermione. La chica estaba en el suelo, sin poder levantarse, pero sonriendo. El caballero negro que la había atacado y matado a su compañera de habitación ya estaba siendo retenido por un auror. Entonces el pelirrojo se giró para ver si hacían lo mismo con su hermano de no ser que…

-No está! Dónde ha ido? – Exclamó mientras ayudaba a levantar a la castaña.

-Quién? – Preguntó Hermione quebrando su voz, no tenía muchas fuerzas.

-Percy! Estaba aquí hace un momento!