La Coruña, España.
El partido entre Japón y Alemania había acabado y sus jugadores y allegados no podrían encontrar en su haber un juego más intenso que ese. Genzo Wakabayashi había resultado seriamente herido en un encontronazo con Karl Heinz Schneider, el alemán Hermann Kaltz había acabado con una fractura expuesta de costilla y Jun Misugi había sufrido un paro en pleno partido. Este último, pese a haber engañado a todos allí, incluído al mismo árbitro, sabía que había alguien en ese lugar al que no podría engañar aunque quisiera. Y esa misma persona se encontraba allí, en el lugar de reencuentro de los jugadores japoneses con sus familias, amigos y parejas, junto a la novia de Hikaru Matsuyama, Yoshiko Fujisawa.
Al llegar a ellas, saludó a su amiga Yoshiko, quien le sonrió cortésmente, dirigiéndole una rápida mirada a la chica antes que de se marchase. Jun miró a su novia y le sonrió, para luego saludarla con un casto beso en los labios. Yayoi correspondió con una tierna sonrisa.
-¿Has hablado con los médicos, Jun?- Preguntó la chica, al caminar junto a él hacia el micro japonés, en donde ambos se separarían para ir cada quien con su grupo: Yayoi con Yoshiko y Kumi y Misugi con los seleccionados.
-Aún no, pero no te preocupes. Pronto lo haré.- Le dijo él, sonriéndole reconfortante.
-Jun...- Yayoi se detuvo, dejando que todos los jóvenes que se encontraban caminando tras ella se adelantaran. Alguno que otro miró con curiosidad a Yayoi y otro con pena a Misugi, sabiendo que seguramente se vendría un regaño o una escena por lo que había pasado esa tarde. No era para menos, con más razón sabiendo lo melodramática que podía ser esa chica.
-¿Ocurre algo?
-¿Qué fué lo que ha pasado hoy?- Preguntó, con cierto temor a su respuesta. Aunque lo sabía, aún mantenía la leve esperanza de que, tal como todos creyeron, su desvanecimiento haya sido causado por una mala caída y que Tsubasa simplemente haya confundido las cosas al practicarle RCP.
-Nada de lo que debas preocuparte.- Sonrió levemente. -Ya los médicos me verán y considerarán si estoy o no apto para el partido contra España.
-¿Acaso siempre te he tratado tan bien que siempre me tomas de tonta?- Soltó ella, mirándolo con mirada molesta y triste, sorprendiéndolo. -Puedo entender que seamos dos niños y que disfraces tus problemas cardiacos con calambres o dolores musculares, pero ya soy una adulta, soy tu novia y merezco saber qué es lo que ocurre.
-No quiero que te preocupes por mi, Yayoi.- Dijo Jun, apenado.
-Aunque no quieras, lo haré. Pero me será mucho más sencillo hacerlo estando bien informada.
-Promete que esto quedará entre nosotros.- Misugi se tornó serio, tomando ambas manos de la chica. Ella asintió. -El Fire-Shoot de Schneider que he parado con el pecho... ha regresado mis problemas del corazón.- Comenzó a decir. Los ojos de Yayoi se humedecían más y más a medida que oía sus palabras. -Tal parece que ha sido demasiado esfuerzo, más de lo que pude tolerar.- Dijo, dándole una mirada de disculpa.
-¿Qué piensas hacer?
-Estoy muy seguro de que no podré jugar el partido contra España, aunque realmente quisiera poder.
-Y si te lo permiten... ¿jugarías?
-Por supuesto. Por eso estoy aquí.- Respondió, con mucha convicción. Yayoi frunció el ceño, indignada.
-No quiero que continúes haciendo esto, Jun.
-Sabes bien que no puedo abandonar a mi equipo. Pase lo que pase...
-Es demasiado riesgoso. ¿De verdad crees que una estúpida medalla de oro vale una vida?
-Tú no sabes lo que esto significa para mi, y tampoco para todos nosotros.- Misugi se oyó indignado por las palabras de su novia, pues consideró que todo eso se trataba de cortar todo apoyo a él y al Seleccionado. -Siempre has sabido mi condición, y siempre me has dicho que me apoyarías pase lo que pase. ¿Dónde ha quedado eso?
-Cuando te hice esa promesa era una tonta niña de catorce años que claramente no comprendía qué tan malo podría ser el asunto.- Respondió Yayoi, ya con algunas lágrimas en sus ojos.
-Los chicos me están esperando, Yayoi. Dime lo que tengas que decirme y acabemos con esto.
-No quiero que continúes jugando al fútbol, Jun.- Le pidió, ya con voz suplicante, con su rostro rebalsado en lágrimas. Misugi la observó por un momento, para luego negar. -¡Jun!
-No puedo prometerte eso y lo sabes muy bien.
-Sí, pero... pensé que quizás, con lo que ha pasado hoy...- Musitó.
-No dejaré que esta enfermedad me aparte de lo que amo, no dejaré que gane. Pero sabes bien que para ganar esta lucha te necesito a ti, Yayoi, como siempre te he necesitado.- Le habló el líbero, con dulzura.
-Yo tampoco deseo que esta enfermedad me aparte de lo que amo. Que me quite lo que amo.- Se corrigió Yayoi, triste. -Tú no sabes lo que he sentido cuando, estando en las gradas, vi que no reaccionabas. Aún más cuando Tsubasa comenzó a hacerte una reanimación. Parecía que estaba en una pesadilla.- Al rememorar lo ocurrido, de los ojos de Yayoi comenzaron a brotar muchas lágrimas, otra vez. -Cuando reaccioné estaba en la enfermería. Parece que me asusté tanto que me desmayé.- Continuó. Jun se sorprendió por ello y se sintió bastante mal. -Yoshiko y la madre de Ishizaki me dijeron que estabas bien y que el partido continuaba, contigo aún ahí, a pesar de todo, ahí. Eres un líbero increíble y no te rindes nunca pensarán algunos, Jun. Pero yo pienso que eres un tonto que no te importa nada más que el fútbol.
-Yo... lo siento.- Solo pudo decir, pues la mirada dolida que Yayoi le estaba dando le impidió formular otra cosa.
-Sé lo que te prometí de niña, sé lo que siento por ti y sé en lo que me estaba metiendo cuando acepté ser la pareja del gran Príncipe del Campo, y por todo ello sé que no podría sacarte de las canchas ni aunque lo intentase, pero ¿qué debo hacer? ¿Suplicar que no mueras durante un partido? No hemos pasado el suficiente tiempo juntos, Jun. No podría aceptar algo así.
-Lamento hacerte pasar por todo esto, Yayoi...
-¿Pero?
-Pero no dejaré el fútbol.- Dijo, con firmeza. Luego le dirigió una mirada que derrochaba amor. -Tampoco te dejaré a ti y mucho menos permitiré que te rindas con esto.
-Los partidos serán una pesadilla para mi.- Se lamentó.
-Como te dije, no puedo prometerte que dejaré de jugar, pero...- Sonrió. Ella lo miró. -...prometo no ser tan kamikaze. He actuado como un idiota y con eso me perjudiqué y a ti también. Prometo que pensaré más en mi bienestar que en la victoria a partir de ahora.
Yayoi sonrió levemente. No era lo que ella quisiese, pero era suficiente y era todo lo que Misugi podía ofrecer, Yayoi lo sabía. Unas nuevas lágrimas aparecieron, aunque estas eran de una agridulce felicidad con vestigios de tristeza, obligándola a abrazarlo, como hacía demasiadas veces por día, cada vez que pudiese. Temía a la posibilidad de no poder hacerlo más debido a la maldita enfermedad de Jun y por eso justamente aprovechaba cada momento.
Misugi, por su parte, la correspondió de inmediato. Comprendía los sentimientos de su novia así como también todos y cada uno de sus temores. Sin embargo estaba dispuesto a lidiar con ellos y a ayudar a Yayoi a sacar el lado bueno de ellos, tal como lo habían hecho desde hace tiempo, lo cual convirtió aquella relación de amistad y compañerismo en un amor demasiado fuerte como para que una simple enfermedad lograse derrumbarlo.
-Cásate conmigo.- Le susurró al oído. Ella se separó de inmediato, mirándolo con sorpresa. -Si aún permanezco para el final de este torneo, cásate conmigo.- Repitió, sonriéndole levemente. -Sé que te dije que no podría prometer protegerte con mi vida, mi condición no me lo permite, pero puedo prometer intentarlo, estar a tu lado y amarte hasta el fin. A fin de cuentas, es lo que realmente importa. ¿Qué dices, Yayoi?
Ella, sin mediar palabra alguna, se abalanzó sobre él y lo besó con intensidad, llorando de felicidad.
-¡Por supuesto que acepto!- Le dijo, tomándolo del rostro. Por suerte ninguno de sus acompañantes estaba ya, aunque no les hubiese disgustado algunos festejos por tal alegre noticia entre tanta intensidad como lo eran los Juegos Olímpicos.
-Es un hecho entonces, porque prometo triunfar en estos Juegos y llegar en perfecto estado para ti. Mi corazón será débil, pero el tuyo es fuerte y desde hace rato que están unidos en uno solo.- Le sonrió con amor, abrazándola una vez más.
A lo lejos, casi como si hubiesen predicho el asunto que Misugi y Aoba estaban llevando a cabo, comenzaron a oírse aclamos y festejos para la pareja, acompañadas de una gran cantidad de confeti hecho con hojas de periódico. Yayoi los miró confundida.
-¿Cómo sabían...
-Quizás es porque, al terminar el partido, le comenté a Matsuyama mi idea de casarme contigo. Sin embargo no creí que supiera que realmente lo tomaba tan en serio.- Sonrió Jun.
-¡Eso es, Misugi! ¡Tendremos otra boda pronto!- Exclamó Hikaru, alegre, lanzándole confeti directa y bruscamente a la cara.
-Faltan tú y Yoshiko.- Respondió el líbero, divertido.
-¡Oye! Todo a su tiempo.- Sonrió nervioso él, provocando una risa unánime en los demás.
