Shizuoka, Japón.

Poco más de dos años habían pasado ya desde que Tsubasa Ozora se había marchado a Brasil y, aunque Sanae se había dicho que lo esperaría, la distancia y la indiferencia que el joven mostraba en muchas ocasiones le generaba una frustración difícil de tolerar. Por suerte sus amigas sabían, o creían saber, la solución para su problema.

-¿De verdad creen que esto ayudará? ¡Me siento tonta!- Dijo Sanae, quien lucía un vestido rosado bastante revelador, al Kumi colocarle aquel tono de ligero carmín en sus labios. Las dos se encontraban en casa de una de las compañeras de trabajo de Nakazawa, a punto de salir en lo que sería, según Akina, la respuesta a sus problemas amorosos: una noche de juerga. -¡Además, nosotras dos aún somos menores de edad! ¡No es prudente!

-Pero yo soy mayor y además ustedes dos ya no son Sanae Nakazawa ni Kumiko Sugimoto, si no que ahora son Mei Ichigo y Umi Nahiko.- La de vestido gris y cabello corto y negro señaló primero a la reacia Sanae y luego a Kumi, quien rió divertida, entregándole luego aquellos documentos falsificados.

-Si acabamos en la cárcel... ¿tú pagarás nuestra fianza?- Quiso saber Sanae, mirándola mal. Akina levantó una mano en juramento y ante eso, la chica suspiró. Tomó entonces el carnet y lo observó. Realmente se veía convincente. -Bueno... Supongo que podría ser una noche divertida, ¿no?- Sonrió nerviosa.

-¡Esa es nuestra Sanae!- Kumi y Aki festejaron.


Rum Pub.

El ambiente de aquel lugar era agradable... Buena música, buenos cócteles, personas respetuosas, divertidas y gentiles, muy alejada de esa juventud descontrolada que Sanae creyó que se encontraría. Quizás hubo algún que otro sujeto insistente, pero nada que no pudiese controlar.

-Vaya que no pierden el tiempo, ¿eh?- Sonrió la chica, parada junto a la barra con un daikiri de mango en mano, observando a las dos chicas con las que había asistido compartir un momento con un par de atractivos jóvenes. Por alguna razón ajena a ella la famosísima frase "un clavo saca a otro clavo" se le apareció en la cabeza, en claro indicio de que, para lograr olvidar al lejano Tsubasa Ozora, debía brindarle alguna oportunidad a alguien que realmente se viera interesado en ella. Sin embargo e intentando acallar sus esperanzas provenientes del alcohol, se dijo firmemente que no conocería a tal persona en un lugar como ese. Hizo una mueca y luego suspiró. -Supongo que sí. Ya demasiado difícil sería encontrar a alguien que me hiciera olvidarlo tan solo por un segundo, y mucho menos aquí.

-Parece que disfrutas de la noche.- Dijeron a su lado, sorprendiéndola. Al voltear y reconocerlo, sonrió ampliamente. Siempre era bueno ver una cara conocida, sobre todo cuando sus propias amigas la abandonaron cual ebria mala en la barra para irse con un par de extraños.

-Como no te lo imaginas.- Sonrió. -¿Cómo has estado, Hyuga? Me sorprende verte aquí. ¿Has venido solo?

El moreno, quien llevaba un pantalón de vestir negro y camisa gris, señaló hacia cierto sector, en donde su ex compañero del Toho, Kazuki Sorimachi, charlaba animadamente con una chica. Sanae rió al notarlo en la misma situación tediosa que ella.

-¿Te trajeron a la fuerza?- Se mofó.

-Parece que a ti también.- Dijo él, al reconocer a Kumi.

-Síp. Por cierto, Tokio queda bastante lejos de aquí. ¿Qué te trae por estos lados?

-Resulta que el director del Toho tiene su propio fisioterapeuta, el cual atiende aquí, en Shizuoka. Henos aquí a Kazuki y a mi.- Dijo, dándole un trago a su cerveza. Luego lanzó una rápida mirada a la chica, quien se avergonzó ante eso. Sin embargo poco duró el sonrojo de Sanae, pues Kojiro soltó una risita al notar las fachas de ella.

-¿Qué?- Se molestó.

-Eres una persona completamente diferente a lo que eras en primaria. Toda mona con esa ridícula bandera.- Rió por lo bajo.

-¡No era toda mona!- Se sonrojó. -Y... esa bandera...

-¿Has seguido en contacto con él?- Se atrevió a preguntar, bebiendo, sin mirarla. La expresión de ella se tornó desolada.

-N-No. No últimamente.

-Vaya tonto.- Soltó, causando que Sanae lo mirase. -¿Qué es lo que harás, Nakazawa? ¿Esperarlo hasta el fin de tus días?

-¿Alguna vez te dijeron que eres demasiado directo?- Dijo la chica, apenada.

-¿Has pensado en que quizás él esté haciendo su vida allá y no te dice nada por miedo a herirte?- Esta vez su pregunta sonó con un poco más de tacto. Al ver Hyuga la reacción de Sanae, negó en desaprobación.

-Quisiera no hablar sobre ello. Es justamente por eso que estoy aquí... Para olvidarme de él, solo por un momento.

-Eres tonta. Pasándola mal por un sujeto al que ni siquiera le importas.- Bufó por lo bajo. Sanae lo miró con reproche.

-Hyuga... tú no conoces a Tsubasa. Entiendo que él está en busca de su sueño, y es por eso que...- Se calló, sin saber cómo seguir.

-¿Es excusa para ni siquiera contactarse contigo?

-Él... me dijo que lo esperara.

-Me suena a algo que te dijo solo para no lastimarte.- Le dijo Kojiro, mirándola con un poco de pena. -Mira, Nakazawa. Ciertamente nada me importa menos que lo que te pase a ti o al idiota de Tsubasa, pero tengo una hermana menor y no quisiera que ella tuviera que toparse con un sujeto cobarde como lo es él.

-Ahora resulta que me ves como una hermana.- Sonrió ella, intentando mofarse.

-Claro que no.- Hyuga ni lo dudó. -Te digo todo esto porque pienso que estás haciendo demasiado por alguien que no lo merece.

-Pero ¿qué debería hacer entonces?- Preguntó Sanae, más para sí misma que para él. -¿Y si continúo con mi vida y Tsubasa realmente regresa a buscarme?

-Pues olvídate de todo. Si lo hace, es seguro que terminarás tus días con él. Imagínate: lo has alentado desde que eran unos niños, se separan, él se da cuenta de lo importante que eres y luego de un cierto tiempo regresan. Digna historia de amor.

-No sabía que fueras romántico.- Sonrió ella, apenada.

-Supongo que me he leído los suficientes cuentos de princesas para mi hermana pequeña.- Bufó por lo bajo. Ella rió con suavidad.

-No tenía idea de esta faceta tuya, Hyuga.- Sonrió Sanae.

-Hay muchas cosas que no sabes de mi.- Le respondió y tal respuesta causó un leve rubor en ella, cosa que hizo que se indignara consigo misma.

-"Debe de ser a causa del alcohol."

-¿Qué sucede?- Preguntó Hyuga, con expresión inocente. Ella enrojeció ante ello.

-¡N-Nada!- Sonrió nerviosa. -Solo... quizás deba ir con Kumi y Aki. Ya sabes lo que dicen... "un clavo saca a otro".- Dijo y al percatarse, se cubrió la boca, roja como tomate. Hyuga soltó una risa ante eso.

-No podría estar más de acuerdo.- Asintió, terminando con su cerveza, listo para pedirse otra. -Disfruta la noche. Si me necesitas, estaré aquí.

-¿Para qué te necesitaría?- Quizo saber la chica, aunque en un tono demasiado nervioso y hostil. Él sonrió y se encogió de hombros, cosa que la terminó de fastidiar.

Con eso, Sanae dió la media vuelta y se marchó hacia donde sus amigas se encontraban.

-"¡Agh! ¡Tonto Hyuga! ¿Qué se cree para venir y decirme tales cosas? ¡Y sobre Tsubasa!"- Refunfuñó para sus adentros.

-¿Qué pasa, Sanae?- Quiso saber Kumi, al verle la cara.

-Nada.- Gruñó. -Creo que me iré.

-Nada de eso. ¡Acabamos de llegar! No podemos irnos tan pronto.- Dijo Akina.

-Ustedes no se irán. Yo lo haré.

-De ninguna manera.- Negó la chica.

-No te preocupes, Aki. Me iré en taxi.

-¿Segura?

-Segura.

-De acuerdo. Llámame en cuanto llegues.

-Sí.

La chica se retiró del lugar, percatándose al salir de que, al menos en esa calle, no había taxis a la vista. El sujeto de la entrada acabó de permitirle la salida y se adentró de nuevo, dejándola completamente sola. Inquieta, Sanae observó a su alrededor y notó un luminoso letrero que parecía rezar "taxi" a unas dos calles, o quizás tres. Comenzó a caminar.

Al llegar al destino, se percató de que no había tal parada de taxis, si no que aquello resultó ser la entrada de un albergue. Al darse cuenta de su error, enrojeció y maldijo enormemente por su astigmatismo, el cual aseguró que, al siguente día hábil, se trataría sin faltar.

-Perdón, Yukari. Ahora entiendo el porqué de la urgencia.- Murmuró, dando pasitos para atrás. Al hacerlo chocó contra algo que causó que se paralizara.

-Dudo que vayan a permitirte ingresar sola.- Le dijeron, en tono burlón. Ella volteó y le golpeó el pecho. -Auch. Ahora veo porqué te decían Anego.- Se rió, frotándose el área golpeada.

-¡Me asustaste!

Él continuó riendo.

-¡¿Por qué me estabas siguiendo?!

-Para evitar que algo malo te pasara. Solo a ti se te ocurre pasearte a estas horas, en un lugar desolado, vestida así.

-¿Qué tiene mi vestido?- Se quejó, con las manos posadas en la cadera.

-Te ves como si fueras una chica hermosa.- Le dijo Hyuga, burlón. Sanae enrojeció por ello, pensando en si aquello había sido una burla hacia ella o simplemente un halago.

Un silencio incómodo se hizo sentir. Hyuga, atrapado por la luminosidad del cartel, no pudo evitar observarlo y luego observar el complejo. Sanae no pudo evitar dirigirle una rápida y avergonzada mirada, la cual redirigió hacia sus pies al él verla. Kojiro sonrió.

-¿Vamos a quedarnos aquí toda la noche o...

-Entremos.- Musitó Sanae, en un hilo de voz y casi sin pensar, sin pretender levantar la vista para ver la expresión del chico. Hyuga, por su parte, la miró con una sorpresa total, sintiendo un poco de calor en sus mejillas.

-...vamos a buscar un taxi.- Murmuró, completando así lo que iba a decir. Sanae enrojeció al cien por ciento, escándalizada.

-¡L-Lo siento! Creí... Creí que... ¡Agh! ¿En qué estaba pensando?- Comenzó a vociferar la alterada chica, cubriéndose el rostro. Sin embargo, al momento, sintió cómo un par de manos retiraban las suyas de su cara. Hyuga estaba mirándola de una manera que hizo que se sintiera diminuta y muy, muy a su merced. -¿H-Hyuga?

Él se acercó a ella y le dejó un pequeño beso en sus labios, haciéndola respingar por el sorpresivo acto. Al él apartarse, un sentimiento de ansias despertó en Sanae, insatisfecha por tan poco contacto.

Sin decir más, Hyuga extendió su mano, la cual ella, luego de una ligera duda, tomó. Casi como de una pareja se tratase, se adentraron en aquel lugar, esperando que aquella única vez no lograra repercutir en sus vidas.