Shizuoka, Japón.
Luego de algunos días de entrenamiento y considerando el hecho de que no tendría que volver a presentarse hasta la próxima semana en las inmediaciones del club PSG, el mediocampista japonés había optado por pasear un rato en las zonas costeras de Numazu, las cuales eran comúnmente recorridas por él como cada vez que podía regresar a la provincia que tan buenos recuerdos le traía.
Restaurante Donmusu.
Como siempre, se adentró en un pequeño restaurante de mariscos. No era que resultase un tipo muy adepto a esta clase de comidas (a decir verdad, el aroma a calamar hervido le daba náuseas) o que fuese un restaurante recomendado por alguien conocido. Más bien, la causa era algo completamente ajeno a la gastronomía.
Al entrar y sentarse en la mesa de la ventana, la misma de siempre, miró la hora en su celular y comenzó a ojear todo el lugar. Era la hora del almuerzo, la misma hora a la que siempre quería asistir, pues sabía que en ese horario, y en ese lugar, siempre se encontraba ella. Y ese día, también había sido así.
Taro no la conocía, y en todas las veces que había estado allí (las cuales no eran muchas) no había tenido el coraje de hacer más que solo verla algún que otro momento, mientras que ella simplemente disfrutaba de sus camarones fritos y leía unas, al parecer, partituras. Sin embargo, esta vez era diferente.
Taro Misaki ya no era un chico más. Ahora se trataba de un joven reconocido mundialmente, jugador del mejor club de Francia, el Paris Saint Germain. En todos lados a donde iba siempre había alguien que le pedía un autógrafo, una fotografía o simplemente que le daba palabras de aliento. Y esperaba que hoy ocurriese lo mismo, y que eso causara que aquella linda joven de cabello rojizo volteara a verlo, aunque sea una vez.
-"Parezco un tonto solo acechándola, pero realmente no puedo ni siquiera pensar en acercarme." - Se dijo, sonriendo apenado, mirando su plato de mariscos variados y salteados y sintiéndose enrojecer. -"No entiendo porqué me resulta tan difícil."
-Riko Sakurauchi.- Le susurró un joven cercano a él, mostrándole una amable sonrisa. Taro lo miró sorprendido. -Ese es su nombre. Este es el restaurante de mis padres. Casi siempre almuerzo y ceno aquí y las veces que has estado, te la has quedado viendo toda la tarde.
Taro no supo qué responder, pues se había sentido avergonzado al verse atrapado de esa forma.
-Ella canta, toca el piano y la viola. Es una especie de artista, una con mucho talento. Es conocida de la familia, la hemos visto tocar y cantar a ella y a sus amigas.
-¿Artista?- Repitió, sintiendo una pequeña punzada de esperanza ante tales coincidencias.
-Son bastante reconocidas en Japón. Me extraña que no las conozcas.- El joven enarcó una ceja.
-Es que... no soy muy adepto a los grupos musicales.- Sonrió nervioso.
-Bien, quizás con esos pequeños datos te baste. ¡O quizás simplemente deberías hablarle e invitarla a salir! ¡Te aseguro que ella es una chica muy amable!- Dijo, poniéndose de pie. -Debo irme. Debo regresar al trabajo.
-Yo... lo... consideraré.- Respondió, cohibido y sonrojado. -Gracias.
-De nada. Solo recuérdame cuando veas en las noticias "el Artista del Campo sale con la Idol de las Aqours".
La expresión de Misaki fué de divertida sorpresa. Sonrió nervioso, mientras que el joven se iba. Intentó rememorar si había oído alguna vez sobre aquel grupo de chicas cantantes, recordando que su hermana alguna vez le había comentado algo de eso. Hizo una mueca.
-¿De verdad quiero tanta exposición?- Se preguntó, lanzando una rápida mirada hacia allí. Definitivamente el que se conociese una situación así, entre un futbolista reconocido y una artista reconocida, no quedaría simplemente entre un pequeño grupo de amigos. Al hacerlo, notó que Riko también estaba en plan de miradas discretas, la cual movió rápidamente al él mirarla a ella. Ante eso, Taro sonrió levemente.
-¡Taro Misaki!- Un pequeño de unos siete años apareció, muy alegre, llevando la camiseta de Japón de su amigo y capitán, Tsubasa. Taro le sonrió al niño, atendiendo todos y cada uno de sus pedidos.
Numazu Riverside Hotel.
Prácticamente la noche había caído sobre sus hombros, tomándolo por sorpresa. Por tal, no pudo ni quiso tomarse un transporte hasta el hogar de su madre, como habían quedado horas atrás, si no que optó por buscar un buen hotel en donde pasar la noche. Ya mañana tendría todo el día para ponerse al día con su madre, con su padrastro y con Yoshiko, su hermana menor.
Taro dejó sus cosas en el sofá que la habitación tenía y, exhausto, se dejó caer en la cama. Durante algunos minutos dormitó, hasta que una melodía logró despertarlo de inmediato, como si una alarma se hubiera encendido en su interior. Se reincorporó y se dirigió, a paso desorientado, hasta el pequeño balcón.
Una voz y una suave melodía de piano se podían oír con mucha más claridad desde aquel lugar, él se apoyó en el barandal para disfrutar de aquello por unos momentos más. La voz era femenina, dulce y se deslizaba por sus oídos de un modo encantador. ¿Por qué nunca le había prestado atención a los talentos que las mujeres japonesas tenían para la música?
Suspiró del gusto, hasta que un chillido histérico y fastidioso opacó aquella voz dulce, causándole una graciosa expresión de susto. Al instante, la puerta al balcón de la habitación contigua se abrió de golpe, unos cuántos papeles volaron de ahí y una joven salió tras ellos, con cara frustrada, posándose en el barandal.
-¿Todo en orden?- Se atrevió a preguntar Misaki viendo a aquella chica, al parecer, sobrepasada.
La joven de cabello rojizo y ojos color ámbar lo miró con cierta pena, sonrojándose de la vergüenza.
-Lamento eso.
-No te preocupes. ¿Estás bien?- Taro se acercó, desde su sector, controlando bastante bien las sensaciones que esa chica le causaban.
-Sí, es solo que... mis partituras...- Miró hacia abajo, la altura de aquellos pisos, en donde sus papeles habían volado.
-¿Esos papeles que tiraste?- Se sorprendió. -Me pareció extraño. La canción iba excelente. ¿Por qué?
-Me equivoqué en una nota, me frustré y...- Volvió a mirar hacia el precipicio, con arrepentimiento. -Mis partituras.- Casi que hizo un puchero, lo que causó que Misaki sonriera.
-Tú tocas el piano, ¿cierto?
Asintió, sin quitar la vista de allí.
-¿Y compusiste esas partituras tú misma?
Asintió.
-Bueno, y seguro practicaste mucho esas partituras.
Volvió a asentir, para luego suspirar.
-Quizás no te hayas dado cuenta, pero seguro que las tienes grabadas en la cabeza. Quizás con un piano delante...
-No tengo un piano delante. Solo lo tendré en nuestra próxima presentación, que es mañana.
-¿Mañana? Pero... ¡entonces debes de estar más que preparada! ¿Acaso no has repasado estas semanas?
-Sí, pero ¿cómo lo sabes?
-Me lo contaron.- Sonrió. -Te diré algo. Sé que quizás es arriesgado, pero te aconsejaré que mañana te sientes en ese piano y hagas lo que estuviste practicando durante todo este tiempo. Sin miedos. Seguro todo saldrá bien y no necesitarás esas tontas partituras.
-Es una nueva canción. No puedo equivocarme en la presentación de una nueva canción.- Musitó. Aunque las palabras de Misaki la reconfortaron un poco, aún permanecía algo de duda en ella.
-Confía en mi.- Volvió a sonreírle.
Riko lo miró unos momentos, sonrió y asintió.
-Espera... ¿qué no te conozco?
-Sí. Soy Taro Misaki. Jugador del...
-¡Eres ese tipo que ha estado mirándome todo este tiempo en el restaurante!- Exclamó, alegre. Taro se puso de mil colores. -Creí que eras un admirador y que no te animabas a pedirme un autógrafo, pero temía no estar en lo correcto.
-No lo soy. Ni siquiera sabía que existías.- Explicó. Al ver la cara de molestia de la joven, continuó. -Aunque sí conocía a Aqours. Mi hermana menor es su fan.
-Bueno. Podríamos llegar a un acuerdo con ella.- Le guiñó el ojo. -Ten mi número. ¡Démosle una grata sorpresa!
Misaki sonrió ampliamente, para luego anotar el número indicado. No solo tendría el número de su amor platónico... ¡si no que haría feliz a su hermanita con ello!
-Gracias por el apoyo, Taro Misaki. Y sí, sé quien eres. No podría no reconocer a un futbolista de Selección, ganador de un Mundial Juvenil y del Oro Olímpico.- Guiñó su ojo. -Ah, y tengo algunas Aqours que están que babean por algunos de tus compañeros también.- Sonrió, pero al percatarse de la palabra final, enrojeció con furia. -¡Nos vemos!- Solo atinó a decir, huyendo como ratón hacia adentro y dejando a un Taro con una grata sonrisa en su rostro.
-"Definitivamente, si mis compañeros me viesen aquí, sería el hazmerreír tanto de la Selección como del PSG."-
Pensó Taro, mientras que utilizaba sus influencias para adentrarse tras bambalinas para hacerle llegar algo a una de las artistas.
Al llegar al lugar, fué Mari Ohara quien lo recibió, con un estruendoso grito histérico de por medio.
-¡Ya, ya, Mari! ¡Déjalo respirar!- You liberó al pobre futbolista, mientras que él se dirigía tras Riko para protección, y también para hacerle llegar aquello que tanto esfuerzo le había dado.
-Tranquilo. No te hará nada. No lo permitiré.- Le sonrió ella, mientras que las demás miraban con mucha, mucha atención. Riko las miró horrible. -¿No tienen nada que hacer?
Las chicas, en contra de su voluntad, continuaron con lo suyo.
-Sé que faltan quince minutos para que salgan a escena, pero... te traje esto.- Misaki extendió unas hojas hacia ella, las cuales la chica miró como si de un objeto precioso se tratara. -Me costó horrores juntarlas. Los vecinos me permitieron adentrarme en sus departamentos... ¡una hasta cayó en una piscina! Pero estaba lo suficientemente bien como para poder transpasarla. Espero haberlo hecho bien, ya que...
Riko, emocionada, lo abrazó con fuerza, encajándole luego beso tras beso en toda su cara, para finalizar abrazándolo de nuevo. Aquello no pudo ser ignorado por las demás, quienes chillaron por ello.
-¡Te prometo que te lo compensaré! ¡A ti y a tu hermanita!- Exclamó, emocionada. -Confío en ti y en mi también, pero no me hará daño repasar una sola vez con mis partituras, ¿cierto?
-C-Cierto...- Asintió, rojo como tomate.
Ella le besó la mejilla y lo miró por un momento, con sus ojos ámbar brillando.
-Por eso eres mi favorito de la Selección.- Dijo, para luego salir disparada hacia donde el piano se encontraba.
Al encontrarlo solo, las demás chicas se abalanzaron a él, exigiéndole presentarles a distintos jugadores seleccionados, tales como Jun Misugi, Makoto Soda, Shingo Aoi o Ken Wakashimazu.
-Bueno, bien valdrá la pena tolerar esto.- Sonrió nervioso, aunque feliz por comprender que, de ahora en más, no dependerá de un simple restaurante para poder ver a Riko Sakurauchi.
