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Naruto es creación de señor Masashi Kishimoto, pera esta historia pertenece a Nicole Luz de Luna.

Esta historia tocara temas oscuros y posiblemente sensibles para cierto público. Recomiendo que tengas bastante claro que el rango es M y todo lo que ello implica.


«Lo que hacemos por nosotros mismos muere con nosotros, lo que hacemos por los demás y por el mundo permanece y es inmortal.»


Como velas en un pastel, los humanos estamos destinados a extinguirnos.

Somos fuego frágil, nos agitamos con el viento, el agua rompe nuestros huesos, nos apaga. Y luego de eso, lo único que queda es humo, una delgada columna de humo que se filtra en el aire y sube hasta perderse en algún lugar del atardecer.

Sakura mira las velas recién apagadas sobre el granito blanco. El humo, la lápida, incluso las calas blancas en el piso toman la coloración del atardecer, casi rosada. Ella nunca pensó que despreciaría tanto el rosado como ahora que lo ve proyectarse sobre su propia tumba. Y se cuela debajo de su piel marfil, y ella trata de tomar las velas, quiere encenderlas de nuevo, como si eso fuese algún reparo que la devolvería a la vida que perdió, y ambas —tanto las velas como su existencia— se le escapan de las manos cual fantasma etéreo se ha convertido.

Se sienta al lado de las flores con las piernas estiradas, y los brazos igual, casi como si estuviera a punto de tocar los dedos de sus pies y la puesta de sol crea un ángulo perfecto en la abertura de sus piernas.

No siente ira, tampoco siente tristeza o dolor, lo único que tiene dentro de su pecho fantasmal es un vacío que no comprende cómo podría llenarse. Los espíritus —siempre ha pensado— partían tan pronto como las exequias terminaban. Cuando su abuela decía que vagaban por 49 días, Sakura creyó que la vieja había perdido algunos tornillos, y luego la mujer decía que el numero 4 estaba maldito, porque era el número de los muertos, y Sakura la escuchaba, en silencio, y no protestaba cuando pensaba que sus monólogos no eran más que charlatanería barata de una mujer que se llamaba así misma chaman.

Ahora, cuando el sol se oculta y los llantos han cesado, y su cuerpo se descompone tras dos metros de tierra, Sakura se sienta al lado de su lápida y entre lo poco que lamenta es no haberse despedido de la abuela. Porque vagara durante 49 días y no podrá tocar su blanco cabello, ni decirle cuanto extrañara su palabrería barata. Es un poco egoísta de su parte que no pueda pensar más que en eso. Ni en su padre que se ha negado a asistir al homenaje en la piedra conmemorativa, ni en su madre que Tsunade ha tenido que sedarla dos veces, ni en Ino que ha dejado en quiebra la tienda solo por llevarle más de la mitad de las flores. Sakura solo piensa en por qué no le pregunto más de ello a la abuela, por qué no le creyó, por qué ahora vagara durante más de un mes, sin tocarlos a todos, ni hablarles, ni disfrutar una comida decente, y cómo hace con el vacío que carga su espíritu ahora.

¿No puede saltarse eso? Danzar al cielo ganado entre arpas y vítores, por todas las cosas buenas que hizo en el hospital; o marchar con la frente en alto hasta el infierno donde esperan todas las vidas que arrebató durante la guerra.

Si un fantasma pudiera vomitar las entrañas, Sakura lo estaría haciendo, porque pensar que solo debe vagar hacia un futuro incierto la enferma tanto como cuando se vio así misma —pálida y etérea— en el ataúd de madera de cerezo.

—Mierda, Sakura, ¿Y ahora? —la voz de Kakashi llega por la derecha. El sol le da una tonalidad rosácea a su cabello, como si ambos estuvieran en el mismo plano, como si un velo invisible no rompiera la cercanía entre vivos y muertos.

Él no está de luto, y Sakura se extraña, porque de todos ellos, Kakashi es quien más ropaje de negro guarda en el armario. Siempre se preguntó cuántas veces usó cada traje, cuantas veces se sentó en su pequeña habitación y se calzó cada prenda como un guante a la medida.

—Tú—dice, repentinamente enojado. Una botella de sake cuelga de su mano, y es hasta entonces que Sakura puede percibir el olor del licor en él, como si los fantasmas pudiesen oler, ella se lo está imaginando. El olor al cuero de los guantes de su uniforme anbu, y el sudor de una tarde de verano, el aroma a bosque que lo vuelve tan Kakashi—¿Estas consciente de lo que acabas de hacer?

La esta regañando, y Sakura se vuelve a sentir la niña de doce años que arruinó la misión de espionaje o que estaba tan asustada que dejo ir a los malos.

Él se sienta frente a la lápida, y reposa su cabeza en el cerezo que tiene tras la espalda. Con las piernas estiradas casi tocando las de ella, y sirve un poco de saque en el pequeño platillo, con la mano temblorosa, porque ha bebido mucho, o porque ha tomado demasiado café o porque se ha ido a alguna misión y no ha estado en su funeral.

Lo sé, Kakashi-sensei—dice, aunque sabe que nunca va a escucharla. Y agrega el sensei que no ha usado desde los 14 años, y no añade el Taichou impersonal que usaron durante su tiempo en anbu—. Lo pensé muy bien antes de hacerlo.

Es una mentira, no lo pensó, sin embargo, si hubiese tenido tiempo para hacerlo, la decisión hubiese sido la misma. Porque su egoísmo a veces cruza el largo trecho hasta el altruismo, y arriesga su vida por su gente. Y un día, cuando los malos llegan a la aldea y Hinata está pariendo y muriendo, Sakura se las arregla para salvarles la vida a madre e hijo y defenderlos con lo único que le queda a la mano, su propia vida. La decisión estaba hecha antes de siquiera pensarlo.

La sobresalta el platillo de porcelana estrellándose contra la lápida, el licor barriendo su nombre, empapando la cera de las velas derretidas. Si Kakashi hubiese apuntado un poco más a la derecha, la habría atravesado, pero él no puede verla, y por ahora su único objetivo es el nombre tallado en la lápida.

—¿Te das cuenta el lio que dejas? —Kakashi se niega a hablar en pasado, y eso, la reconforta un poco, porque la hace sentir menos muerta—. Tsunade esta tan triste que acaba de renunciar y ahora yo tengo que ser el maldito Hokage; Y Sasuke volvió para despedirse y él y Naruto casi se matan a golpes y ahora yo tengo que lidiar entre ambos, porque eras tú la que siempre se había encargado de eso. ¡Y ahora tengo que meter un novato en mi equipo! Un ninja de mierda que no sabe ni vendar la uña de un pie.

Sakura se acerca un poco a él. Este no es el Kakashi que recuerda, el abnegado y secretamente preocupado. No es el capitán pacifico ni el sensei despreocupado. Es otra persona, es la ira brillando detrás de sus ojos y su egoísmo picando en su voz.

Infla el pecho: —¡Me importan una mierda tus problemas, Kakashi!—dice, con la voz contenida en algo que podría ser rabia o dolor—. Estoy muerta, no vienes a mi maldito funeral, pero si a dejarme tus quejas ¡Estoy muerta, joder!

No sabe por qué está gritando, su cuerpo está empezando a temblar incluso más que el, y por fin, siente el vacío del pecho desplazarse y llenarse de dolor, de miedo, de ira. Porque admitir tu propia muerte es peor que pensarlo. Las palabras destrozan su garganta etérea, la desgarran como miles de kunais. Casi como los que la mataron.

Kakashi toma un largo trago de la botella, y luego mira directamente a ella, como si pudiera verla. Sakura se encoje ante su arrebato colérico.

—Tienes razón, mis problemas no deberían importarte una mierda, porque estas muerta.—dice casi en un susurro.

Y Sakura se levanta, disparada hacia él, con la vana esperanza de que pudiera verla, pero él aún tiene los ojos enfocados en la lápida, ignorante de como ella sacude sus manos delante de él. Y en vez de decepcionarse, Sakura se pregunta cuánto hay que conocer a una persona para saber sus respuestas incluso después de la muerte.

—No te entiendo—dice. Otro trago a su boca—¿No pudiste ser egoísta una maldita vez en tu vida? Solo una. Solo una vez donde importaras tú y nadie más que tú.

¿De qué hablas? He sido egoísta toda mi vida.

Él se pasa la mano por el cabello, las sombras de la noche caen en ambos y apenas puede ver su boca cuando la abre y la cierra repetidas veces como un pez buscando aire.

Kakashi, hice lo que tenía que hacer. Era mi obligación.

—Y no digas que era tu obligación. Porque tu obligación es estar ahí para ti misma, siempre.

A Sakura le parece irónico una conversación unilateral que fluye tan bien, porque ni en vida ellos han logrado comunicarse tanto. El solo es el sensei que la abandono, el capitán que se preocupa por sus subordinados, y el conocido que ve de vez en cuando en las reuniones amistosas. Difícilmente llega a ser un amigo.

—Todas las veces que nos salvaste en la guerra…

Lo hice porque sabía que si los mantenía vivos ustedes harían lo mismo conmigo.

—Cuando hiciste latir el corazón de Naruto a pesar de que estuviste cuatro días en coma después…

Si lo hubiese dejado morir, la culpa me hubiese consumido.

—Cuando decidiste matar a Sasuke solo para que Naruto no tuviera que hacerlo.

Sasuke me dolía mas a mi que a él, fue para salvarme a mí misma— ella se sienta a su lado, rozando su hombro con él y la ira que sentía antes está empezando a diluirse—Escucha, Kakashi. Hice lo que tenía que hacer, salve la vida de Hinata y su hijo, la aldea estaba bajo ataque y defendí a los indefensos con mi vida, déjame morir como una heroína ¿está bien? Pon flores en la piedra, y no visites más esta tumba.

Se le aprieta el corazón antes sus propias palabras, y es cuando se percata, que los fantasmas pueden llorar, porque no está lloviendo, y su cara esta empapada de mares grandes de agua salada que bajan y no tocan la tierra, se deshacen antes de tocarlo a él.

—Por ti—dice mientras levanta la botella—Porque tengas una eternidad de arrepentimiento donde sea que estes y reflexiones que desperdiciaste lo único valioso que tenías: Tu vida. Tu misma. Tu existencia. ¡Salud!

Sus lágrimas se vuelven amargas mientras lo ve acabarse la botella por completo y luego bajarse la máscara y tomar una bocanada de aire desesperada ahogándose en sus palabras o sus rencores.

—¡Ahí estas, pequeño bribón! —Gai entra en escena seguido de Genma y tira una mano hacia Kakashi que esta tan borracho y asfixiado que no puede levantarse.

Enlaza un brazo bajo sus hombros y lo ayuda dar un par de pasos

—Genma—dice Kakashi, con los ojos cerrados, mareado y respirando por la boca. El pez que busca su último aliento.

—¿Qué pasa? No puedes escaparte así, viejo—lo regaña—Te hemos buscado hasta debajo de las piedras.

Kakahi detiene su caminar flojo y Gai arrastra sus pies un pequeño tramo, hasta que él señala hacia la lápida. Sakura se congela en su sitio, por un momento, es como si Kakashi y ella cruzaran miradas, como si sus ojos la enfocan, de pie junto al marfil. Se lleva las manos al pecho sintiendo verdadero miedo, y él estira la mano y vuelve a señarla, a ella, a su cuerpo etéreo que no debería estar viendo.

Abre la boca para llamarlo, las palabras se le quedan atoradas cuando Kakashi parpadea repetidamente y con fuerza y luego dice: —Las velas, enciende las velas.

Gai se lo lleva lejos y Genma pasa rápidamente junto a ella. Enciente las velas con un pequeño katon y hace una plegaria que nunca pensó que escucharía. Porque todos le dan las gracias, y todos piden para que vele por la aldea, o se reúna con los antepasados, pero nadie —en sus dos días de funeral— ha dicho el nombre de Kakashi.

—Kakashi te extrañara mucho, Sakura-chan. Por favor, descansa tranquila y encuentra la paz, nosotros lo cuidaremos.


N/A: Y en vez de estar actualizando mis otros fic, resulta que traigo uno nuevo. No será muy largo, posiblemente 10 capítulos mas o menos. Y haré actualizaciones cada dos días aproximadamente.

¿Qué les parece?

¡Muchas gracias por leer!