«La muerte camina más rápido que el viento y nunca devuelve lo que ha tomado»


Esto está mal, está totalmente mal.

Y le vuela la mente.

Fuera de su vergüenza y el extraño halago que siente, Sakura quiere creer que Kakashi no lo dijo en ese sentido, pero sus palabras son claras y muy precisas y no hace falta ser un genio para armar la historia.

—¿Necesito disculparme para que me dejes en paz? —levanta los brazos al techo—¿Por qué estoy manchando tu memoria o algo así?

Porque Kakashi no debería pensar así, porque su propia muerte no debería importarle —y ella lo reconoce— pero el hecho de que la imagina en los momentos más privados, le revuelve la tripa y le hace hiperventilar. Y mientras está sentada ahí, a su lado, y lo sigue por el cuarto, y lo ve vestirse, el rubor sube a sus mejillas y de repente se cuestiona a sí misma que el malestar que tiene no es porque necesariamente sea algo malo.

De hecho, su pequeño arrebato anterior no fue completamente desagradable, hay algo mínimamente reconfortante en el modo en que dice que la quiere ahí, o tal vez es esa cosa que sigue haciendo de hablar con ella y en tiempo presente. Ciertamente no le dieron 49 días para que Kakashi mantuviera conversaciones unilaterales con ella, pero de nuevo, él era el único que seguía trayéndola una y otra vez, para decirle todos los males de los que se aquejaba, y ahora también hablar de pequeños secretos de alcoba.

Sakura se para delante de él, apenas dos pies de distancia mientras él está parado junto a su cama con una camiseta en la mano y traga el nudo de su garganta para observarlo.

—¿Por qué eres tan complicado, Kakashi? —le da golpe en el pecho que no llega a hacerse sentir. Y Kakashi suspira mientras se pone la camiseta. —No debiste decirme eso ahora.

La mano de Sakura arde, todo su cuerpo arde y es entonces que se percata de lo excitante que es estar cerca de Kakashi así. Y mientras lo sigue por el resto de la casa, se siente magnéticamente atraída a él al igual que cada vez que la piensa, pero esta vez, puede empezar a disfrutarlo. Y sentirse así de atraída a pesar de ser un poco espeluznante.

En vida, tal vez, le hubiese gustado que la pensara así. Es tonto ahora, porque nunca pensó que Kakashi fuera del tipo lascivo, mucho menos el idiota egocéntrico que ha estado siguiendo los últimos días, pero hay algo más tras él. Siempre el experto en máscaras, se aseguró de engañarlos bien a todos. Y no le dio atención, y la miro únicamente como el médico del grupo, y a veces —muy pocas— como su colega. Como para hacer una misión en Suna y detenerse entre grupo a beber un trago en medio del desierto. Y quedarse horas, pretendiendo estar borracho, mirando un punto fijo en la nada que en realidad seria ella leyendo un libro con una linterna. O aparecer casualmente cada vez que ella decidía tomarse un café de vainilla, y sentarse en su local favorito y de gustar el líquido de los dioses y decir: "Oh, ahí va Kakashi". Como si no pudo verlo cada día que repetía la misma rutina.

Kakashi está sentado en la mesa de la cocina mirando un envase vacío de ramen, cuando llaman a la puerta.

Le toma un minuto completo levantar la vista de la mesa, y otro minuto más para conseguir las ganas o la energía de levantarse.

Cuando la puerta se abre, es Sai quien está parado en el portal. La cara de Sakura se ilumina, complacida de verlo cuando apenas pudo encontrar su silueta mirando desde lejos el memorial, y de algún modo se complace de verlo de pie sin la sonrisa falsa que adorna su rostro la mayoría de las veces.

—¿Qué sucede Sai? No estoy para misiones ni nada que se le parezca.

—No, en realidad, vine por mi cuenta, Kakashi—Sai levanta un libro en la mano y de algún modo Kakashi lo deja entrar. —Es que tenía una duda.

Kakashi se sienta en la silla delante al sofá

Es la primera vez que Sakura los ve juntos y solos para interactuar. Kakashi y Sai parecían ser la misma cara pero de diferentes monedas, siempre pensó que sus personalidades eran tan acercadas y alejadas al mismo tiempo que probablemente no pasarían de una conversación de más de un minuto mientras están a solas. Pero hoy, sin sus máscaras, ambos parecen más abiertos de lo que alguna vez pensó que serian.

—Estaba leyendo este libro— levanta el objeto. El titulo se lee en papel: "Vivir el Duelo. Dejarlos ir con amor"—. Pero he quedado atascado en un par de páginas.

Sakura suelta una risa, le resulta hilarante toda la situación, es un pequeño rayo de luz entre el torbellino de emociones que sacuden su cabeza. Pero Kakashi no parece pensar del mismo modo. Primero, se pasa la mano por la cara como si necesitase recordarse que esta despierto. Luego, le tiende la mano a Sai en espera del libro que el chico deposita en su palma.

—Escucha, yo no soy la mejor persona para darte consejos. La ridícula idea de que como he enterrado a todas las personas que me importan, sé manejar más que todos ustedes la muerte, es una idiotez—niega con la cabeza—. Hay más de un millón de personas que podrían ser más de utilidad que este tonto libro ¿está bien? Pero no soy una de ellas.

Arroja el libro a la mesa de café, y el polvo se levanta en una pequeña nuble. La luz de la ventana refleja las partículas en suspensión muy cerca de la cara de Sai, pero él no se inmuta, permanece con el rostro inexpresivo —su verdadero rostro— y Sakura siente que mirarlo fijamente es tan descortés como sus mismas preguntas.

—He tratado—le dice—. Ino-chan, Naruto, Tsunade-sama, no pueden explicarme. No sé por qué siento esto. Ellos dicen que está mal, el libro dice que está mal. No quiero ser el único que se queda atrás.

—Un libro no puede decirte qué hacer.

-Pero ahí dice que debo hacer las paces con su muerte, así se supera. Negación, ira, negociación, depresión y aceptación ¿Por qué es tan fácil para todos? No entiendo las emociones, pero sé que no debería sentirme así ahora.

Sai es una marioneta a veces. Parece estar siempre moviéndose por hilos invisibles, cuando habla, sus palabras han sido elegidas cuidadosamente para la ocasión, sean filosas o su patético intento de compasivas, alguien ya le habría dicho que esa debía ser su respuesta, en algún libro ha leído que ese debía ser su comportamiento.

Y la lástima que pueda llegar a sentir por él no es suficiente, porque la compasión solo funciona si el receptor entiende lo que está sucediendo, la lastima —como el otro lado de la moneda— también tiene el mismo mecanismo, solo ofende, solo importa, solo se siente cuando el objeto de ella, tiene la suficiente capacidad de interpretarla. Pero Sai es una marioneta, no lo hará si alguien no lo ha preparado para esto. Y Sakura lamenta enormemente tener que ser su primer proyecto experimental de pena y dolor. Sai no sabe cómo actuar porque nadie le ha dicho lo que sucedería.

Se sacude con el descubrimiento de su muerte, la vorágine de amor y tristeza no son suficientes para despertar lo que sea que han sellado en él. Entonces no actúa, se queda a varios metros mientras Ino llora sobre su nombre. Vuelve a ser el bicho raro, el pez fuera del agua, el títere sin titiritero.

—¿Y que sientes? —la voz de Kakashi es cruda, lo acusa y lo señala con una mirada.

Sai mira el libro en la mesa, y luego encuentra algo interesante que mirar en una de las repisas. Pero su voz no es plana y esta quebrada cuando dice: —Rabia. Ira. Y no se va, no hay fases de duelo.

El mayor suspira. Se pasa una mano por el cabello, frustrado, nervioso, igual de enojado que su interlocutor.

—Entonces enójate, maldícela, ódiala.

—La fea no merecía nada de eso.

—Pero ella ya no está aquí para decirte qué hacer. Así que moléstate, rompe un par de platos, ve al cenotafio y grítale unos insultos—toma el libro de la mesa—. Vive tu enojo como quieras vivirlo. No hay etapas para la perdida, no hay un manual al que debes apegarte.

—¿Entonces no debo dejar de estar enojado?

—No si no quieres.

Bueno. Esto es más de lo que yo esperaba.—admite Sakura. Y se permite un momento fuera de la autocompasión que siente por sí misma, para sentarse junto a Sai y tratar de tomar su mano.

Él luce desconcertado, como una maquina trabada, los engranajes de su cerebro se han detenido, han bajado el telón de su ridículo show de la marioneta, y está intentado descifrar cuál es su próximo acto. Pero frente a él, Kakashi no luce impaciente por una respuesta, tampoco tiene la expresión de que espera una. Su voz es cortante y tajante, quiere cerrar el tema, y probablemente esto sea mas de una cortesía hacia un subordinado.

Porque Sai hará preguntas, y empezará a colarse en él, y buscará explicaciones o razones para su próximo movimiento, sin saber que Kakashi también esta enojado. Que cada palabra o consejo que podría salir es producto de la rabia que tiene por todo lo que le rodea.

—Ve a casa, Sai. Duerme un poco—soba su mano contra la espalda del chico—. No trates de darle vueltas al asunto.

—¿Y que pasa con la familia?

Kakashi alza una ceja: —¿Qué hay con eso?

—Dice que debo ser empático con ellos. Pero yo no se como hacer eso. Fui a ver a sus padres y estaban peleándose, luego traté de hablar con su abuela y cerró la puerta en mi cara.

—No lo tomes personal, la abuela es un poco amargada.

—¿Sentiste que estabas preparado para "ser empático"?

Sai se rasca la cabeza: — ¿Si?

—Tienes de empatía lo mismo que Kakashi tiene de simpatía.

El peliplata se levanta, los huesos de sus rodillas crujen, entumecidos. Y la mirada que le da a Sai es un aviso de lo rápido que ha dado por terminada la conversación.

—Primero lidia con lo que sientes tú, luego averigua que hacer con los demás.

Cuando Sai se va, Kakashi suelta un enorme suspiro y se queda mirando la puerta cerrada. Bajo su mascara, puede ver los contornos de su boca apretada en un permanente ceño fruncido, pero a Sakura realmente no le molesta eso. Esta acostumbrada a verlo con una expresión vacía en la cara o con una sonrisa falsa, el enojo parece ser la emoción mas humana para las maquinas como él y Sai.

Entonces Sakura se pregunta si alguna vez podrían llegar asentir amor, si los pliegues entre sus cejas se suavizarían, y las comisuras de su boca se tentarían a hacia arriba, y sus ojos se volverían dóciles y melosos. La imagen mental que tiene de pronto le provoca sonreír, y la incomodidad —o la vergonzosa sorpresa— de su torpe confesión, se esfuma tan rápido como llegó.

Kakashi se vuelve a pasar las manos por el cabello, frustrado.

—¿Sabes? No eres un mal tipo. Fue un buen consejo, lo admito.

Y se para delante de él, para volver a sentirse atraída por las llamas, su cuerpo vuelve a arder, y se sumerge en una avasallante necesidad de contacto humano que siente por primera vez —no solo desde que esta muerta— en mucho tiempo.

Cuando lo toca, siente su piel caliente y trata de convencerse que no lo está imaginando.

Y cree sentir su corazón cuando coloca las manos en su pecho.

Y casi puede saborear su aliento cuando se aproxima a sus labios, como polilla a la flama, anhelando quemarse, sin tener idea de sus acciones, pero sin querer detenerse.

Pero entonces Kakashi pasa como una ráfaga a su lado rompiendo el hechizo y ella trata de seguirlo, pero se mueve como un relámpago. Es grácil, sigiloso y está más enojado que nunca. Lo reconoce por encima de la máscara, la frente que su bandana no cubre, la arruga pronunciada en su rostro cincelado en mármol, desprovisto de sus fachadas.

Termina desapareciendo, sus pasos perdiéndose entre algún tejado cercano. Y Sakura mira a su alrededor y se siente perdida porque la fuerza gravitacional incontrolable que lo lleva hacia él ha desaparecido.

El ninja no la está pensando, así que vuelve a ser el fantasma sin rumbo que debe buscar la redención con cada ser querido, pero su corazón sigue latiendo con fuerza en el pecho, y las mejillas se le calientan, y no siente que el sol de verano tenga algo que ver, porque el vacío que habita en su pecho, lleno de ira y dolor, se llena con otra cosa que no puede ser más que anhelo. Reconocer su propia muerte es doloroso cada vez que lo piensa, pero reconocer que es una muerta que anhela algo de la vida, empieza a volverse sofocante. No quiere pensar que lo anhela, no quiere pensar en las cosas que no pasaron o esta estaban a punto de pasar. No quiere que él la piense.

Porque a ella, cuya existencia terrenal se ha apagado, le sofoca querer quedarse solo para velar por él.

-o-

Se arrepiente al momento en que toca el timbre, pero es demasiado tarde para correr atrás, ya puede escuchar los pasos, bajando en la escalera, arrastrados en la alfombra. Y no son los pasos ligeros de Sakura, que bien podría haber sido bailarina, pero se convirtió en asesina, son pasos pesados, arrastrados con el dolor de la perdida y forzados a andar como un coche tirado por caballos moribundos. Kakashi siente mucha pena de tener que tocar el timbre.

—¿Qué desea? —Kizashi Haruno se asoma en el portal.

Kakashi se congela en s lugar, porque no sabe que decir, ha venido ahí por puro capricho sin realmente tener una razón, sin guardar un luto, sin traer por lo menos una rama de cilantro para el altar de quien alguna vez fue su alumna, y su subordinada, y su colega, y su deseo más oscuro. Repentinamente se siente sucio delante de su padre.

—Es Kakashi-sensei—dice Naruto asomándose por encima del hombre en la puerta.

Kizashi se hace a un lado y el Hatake sabe que es una invitación a pasar, aunque no se siente digno de poner un pie en la casa.

Se forzó, tira el del mismo hacia dentro, como cordero al matadero. Y en la sala, hay más gente, y están todos distribuidos por el lugar. Hinata y su bebé están en el sofá e Ino juega con el niño aunque el pequeño muñeco rubio este durmiendo.

Naruto le pone una mano en el hombro y lo conduce a un pequeño taburete junto a Sasuke, y es cuando Kakashi se percata que Tsunade está al pie de las escaleras, y sostiene un papel con tanta fuerza que las uñas han perforado su piel, y el contraste entre el folio impoluto y la sangre de sus manos se vuelve abrumador para él. Porque cuando el cuerpo de Sakura fue encontrado, no podía ver más que rojo en su piel nivea.

—Los dejare por un rato—dice el padre de Sakura—. Supongo que son cosas de las que un civil no debería saber.

Y se marcha con el marco de alguna foto familiar rota debajo del brazo.

—Bueno, es mejor así—dice Shizune—. No necesita oírlo.

—¿Oír qué?

—El informe de su autopsia.

Sus palabras lo sacuden tanto como la voz en su cabeza que grita que ella está muerta.

—No quiero—Tsunade suspira—. No quiero hacerlo más doloroso, acortare las cosas. El medico descubrió un trastorno hidroelectrolítico y proteínico muy severo, de los que se generan cuando los pacientes sufren una importante deprivación nutricional de base o trastornos alimenticios.

—¡Pero Sakura no era anoréxica! —grita Ino.

Y sin mirarla, sin mirar nada más que el informe de las manos de Tsunade, Kakashi sabe que Ino está llorando, puede oler la sal de sus lágrimas y su frio sudor bajar por la nuca.

Y se sorprende que sea la única que reacciona, todos los demás—Naruto, Sasuke, Shizune, Hinata, Shikamaru— estén en silencio aceptando sus palabras.

—Lo sé—dice Tsunade. Y se tambalea inestable en su sitio—. Pero no queremos que el rumor su muerte se corra como pan caliente. Fue un ataque que pudimos socavar, no queremos pánico en la población, no en tiempos de paz, nadie necesita pensar que un ninja tan poderoso cayó por algo asi. Diremos que murió por Sindrome de Retroalimentacion negativa causado por un trastorno alimenticio.

—¡A la mierda la paz! ¡Sakura no era anoréxica!—grita él tan pronto como puede sentir sus cuerdas vocales descongelarse y su mirada se aparta del informe y se resiste para solo mirar a su Hokage y no darle un vistazo a cada hipócrita en la habitación—. A ella la mataron y también se suicidó, un maldito atravesó su abdomen con una katana de chakra. ¡Y ella no se curó!

El niño en brazos de Hinata empieza a llorar tan fuerte que el sonido le desgarra los oídos y suena casi por encima de los latidos de su propio corazón, pero entonces todos en la sala se alteran, se mueven inquietos, e Ino solloza con más fuerza.

—¡Porque no podía, Kakashi, uso hasta la última gota de su sello! No sabes cómo funciona esto— el papel se arruga en su mano y se señálala la frente, sus fosas nasales están tan dilatadas tratando de forzar aire en su cuerpo que luce como si fuese a explotar. — Es deteriorante, acelera el metabolismo, y ella lo sobre usó, y su cuerpo se deterioró como si hubiese sufrido anorexia por años. Tuvo múltiples deficiencias vitamínicas y los efectos cardiovasculares fueron tan severos que no pudo resistirlo, su corazón apenas la dejo luchar un poco más.

—Y ella sabía lo que sucedería, y aun así lo hizo...—la admisión de los hechos le duele casi tanto como cuando encontró su fresco cadáver—. Eso luce como un suicidio para mí.

—Vamos, Kakashi sensei—Naruto le pone una mano en el hombro, y Kakashi le aparta la mano.

No tiene ganas de lidiar con él, ni con ninguno de ellos y su condescendencia. Como si secretamente no se alegraran de que están todos aquí reunidos, porque alguien que no son ellos ha perdido la vida. Y en parte lo entiende, es parte del ser humano aferrarse a la vida —menos Sakura— y llorar la perdida, y fingir que no están agradecidos por no haber sido ellos.

Pero no devolverá a Sakura, ni sus arreglos florales, ni el llanto de su bebe, ni tratar de darle una explicación heroica a su muerte.

—Hagamos lo que Sakura quería que hiciéramos—dice Naruto tratando de lucir más adulto de lo que es—. Y aceptemos las cosas, esto es parte del ciclo de la vida. No discutamos en su memoria, estoy seguro que ella querría que estuviéramos unidos.

Algo parecido a una lagrima brota de sus ojos azules. A Kakashi le enferma verlo llorando.

—Ella—sigue Ino entre sollozos—. Ella era demasiado fuerte para estas cosas, su voluntad de fuego ardía por todos nosotros, no entiendo por qué estamos tan tristes cuando ha dejado tan lindo legado.

Acaricia la cabeza del pequeño Boruto, y Kakashi espera que diga algo más, que alguien lo haga entrar en razón y le diga que es el quien está siendo egoísta, que está enojado porque no puede concebir la idea de que ella se haya ido así. Que la semana pasada la viese tomar un latte de vainilla y comer un Bagel y hoy los gusanos se alimentan de su cuerpo, y se comerán sus ojos esmeraldas y en su lápida crecerá tan alto el musgo y la hierba que en cinco años —si sigue vivo para entonces— olvidara donde esta sepultada y deberá conformare con un nombre frio y apático tallado en la piedra.

Kakashi necesita que le digan que lo acepte, porque cuando no está pensando en todas las cosas que no le dijo o que no hizo con ella en vida, está pensando en su cadáver descomponiéndose o tirada en el concreto de aquella terraza donde fue él quien la encontró.

Hinata abre la boca. Los nervios de Kakashi se disparan, es como si sostuviera algo tan peligroso como una granada en la mano en espera de sus palabras.

—Ella salvo mi vida, salvo la vida de mi bebé. No puedo estar triste por ella, solo estoy agradecida.

Deja hacer la granada. Es hora de la explosión.

—¡Y deberías! ¡Y los dioses o quien diablos controle el universo, no permitan que no lo estes! —su cuerpo tiembla y las imágenes se precipitan con fuerza en su cerebro y no lo dejan encontrar nada suave que decir, solo gritos, y reproches y trapos sucios que juró guardar— ¡Todos aquí le debemos la vida más de una vez! Y están actuando como si este fuese otro acto altruista hacia nosotros ¡Es una mierda! Sakura no era un Hokage que se sacrificaba por su aldea. Solo era una maldita chica que quería un poco de nuestra maldita atención, de nuestra compañía, ¿Y que hacíamos? La presionábamos para que se sacrificara por nosotros en cualquier oportunidad.

»—Vamos, Sakura, forza tu cuerpo hacia los límites de nuevo y cura a toda la alianza. O no, mejor trata de asesinar al chico que amas para que tu mejor amigo no sufra al verlo destruirse. O no, mejor cuida de mi durante tres meses porque mi padre murió en la guerra y no puedo ni prepararme un tazón de sopa... O no, esta es una mejor idea, Sakura, mejor salva al primogénito del futuro Hokage porque si tu vives y él no, nadie nunca jamás te lo perdonaría.

Boruto vuelve a llorar con más fuerza. Kakashi se muerde el interior de la mejilla probando su sangre metálica para tratar de no decir más, pero es tarde, ya ha dicho cosas horribles y todos lo miran, y los ojos de Naruto están encendidos en rabia y luce como un animal, como si quisiera saltar y desgarrar la garganta de Kakashi y soltar sus garras en él porque se ha atrevido a señalar a su mujer y su hijo, como un vil cobarde, sin admitir que él también le ha hecho cosas malas.

—Kakashi—habla Sasuke por primera vez. Tiene la mirada en el piso, pero se ha puesto de pie—. Creo que es mejor que te vayas.

Pero no se mueve, está esperando que los puños de Sasuke salgan de los bolsillos de sus pantalones y se estrellen contra su cara, que lo noquee con fuerza para así tal vez dormir y soñarla como quiere: Viva.

—Escucha, Kakashi—interrumpe Tsunade—. Todos aquí la amamos, a todos nos duele, pero ya no hay nada que podamos hacer, ella se ha ido. Y algún día, iremos con ella también—pero su voz es demasiado suave para él, para lo que él acaba de decir. Quiere fuego en sus ojos, y no hay.

Tsunade dice una verdad y muchas mentiras. La verdad: Ya no hay nada que hacer, puede despotricar, y seguir diciendo que su muerte no le importa cuando en realidad es todo lo contrario. Hace berrinches como el niño que se niega a irse del parque; hacer preguntas y contestárselas de la peor manera; ir a su tumba y apagar sus velas, y nada de eso la va a traer de vuelta.

Cierra la puerta tras él con mucha fuerza y se queda en el pórtico, incapaz de dar un paso más, atraído magnéticamente a cualquier lugar que fuese de ella porque así mantendría su olor y su voz; y se la imagina recorriendo su casa, preguntándole a su familia que quiere de cenar, arreglando el jardín con su padre, saliendo a su balcón al atardecer fundiendo su cuerpo rosa con el cielo.

Kizashi está a un par de metros, aprieta la foto contra el corazón.

—Es irónico—dice y nunca antes ha intercambiado palabras con Kakashi—. Parece como si tu no quieres irte, pero yo no quiero regresar.

Y el temblor en su cuerpo es demasiado poderoso como para disimularlo, se siente expuesto, herido, mientras el padre de Sakura lo mira con los ojos inyectados en lágrimas.

Kakashi fuerza aire en su pecho y se obliga a bajar el par de escalones y cuando se encuentra a medio camino con el hombre pone la mano en su hombro y le da un ligero apretón.

—Lamento su perdida.

—Estas enojado—dice el hombre.

Kakashi no responde, no necesita iniciar una nueva conversación, y sigue su camino hasta la calzada, pero se detiene un momento cuando escucha al padre de Sakura murmurar:

—Es mejor así, créeme. Porque cuando la ira se acaba, lo único que queda es dolor.

La mentira es que nadie la ama como Kakashi lo hace.


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