"Si miras hacia el fondo de mi alma, entenderías completamente la fuente de mi anhelo y me compadecerás. Incluso el lago abierto y transparente tiene sus profundidades desconocidas, que los buceadores no conocen."


Con un golpe, Tsunade coloca la primera botella termina encima de la mesa. Esta borracha y agotada, los círculos bajo sus ojos son casi tan oscuros como el cielo de la noche y sus labios rojos están partidos y agrietados por tanto morderlos. Hoy no hay una vista agradable de la mujer. Hoy Tsunade no es la mujer más fuerte del planeta, hoy es una borracha cualquiera, mal vestida y demacrada.

Sakura suspira y se recuesta contra su hombro: Tsunade-sama, por favor— dice aunque sabe que no va a oírla—No puedes hacer esto cada noche, no valgo la pena— la música es muy alta, el humo de cigarrillo es muy denso, la luz está muy baja y todos los presentes en la mesa están muy ebrios como para notar la cara de su Hokage partirse en llanto silente.

Si tal vez dejaras de beber, podrías afrontarlo mejor—pero su propia voz suena demasiado como un regaño y no es lo que trata—¿No has pensado lo enojada que estaría de verte así? — Sakura ha pasado más de la mitad del tiempo que compartieron juntas dándole algún sermón a su maestra, que ahora que solo quiere darle un poco de apoyo, su voz suena cruda y recriminante.

—¿Que necesitabas? - una de las sillas junto a la rubia se mueve y Kakashi toma asiento.

Nadie parece notar su presencia, pero Sakura lo observa bien, esta aseado, su cabello dentro de los limites considerados normales para él y nada parece fuera de lugar.

Poco probable.

Tenía un par de días que no pasaba por él, desde aquella incomoda conversación en el cuerpo de Yugao, la sola mención de su nombre debió ser suficiente para espantarlo por completo, porque la fuerza magnética se fue tan rápido como llegó, y la residencia Hatake se convirtió en un fortín abandonado que Sakura no se sintió capaz de penetrar. Kakashi no estaba pensando en ella.

Tan poco agradable como debió ser, aun siente la punzada de dolor y culpa recorrerla de pies a cabeza, en yuxtaposición al calor que ha dejado en las sombras de sus labios.

—Necesitaba. Tiempo pasado. —Tsunade descorcha una nueva botella y no se toma la amabilidad de ofrecerle—. Ya puse a Gai y a Yamato a cargo. Ahora, si me disculpas, necesito terminar esta botella.

Él la mira en silencio, la mirada fría y calculadora mide cuidadosamente los movimientos de la mujer y la atención que pueda recaer sobre ambos antes de acercarse más confidente a ella. La pelirosa mira los vellos de la nuca de su maestra erizarse en advertencia mientras Kakashi susurra: —Es el indulto de Orochimaru ¿no?

El agarre en el vaso se solidifica.

—¿Que necesitas? —insiste seguro de que ahora su presencia será requerida.

—Repórtate con Yamato a las 06:00, él te pondrá al tanto.

—Como usted ordene, Hokage sama.

Kakashi da una mirada sobre ella, por encima de ella, y Sakura siente que sus ojos onix se posan en su verde. Son segundos, tal vez milésimas de segundos, donde lo siente mirarla y ella lo mira a él, y siente la intensidad tras sus pupilas, la locura encadenada en un rincón de su mente, los lamentos tras su fachada irrompible.

Pero entonces él mira hacia el otro lado con la misma intensidad. Y Sakura siente pena por él y culpa por lo que le ha hecho: Lo ha condenado a buscar su ser intangible por quien sabe cuánto tiempo.

—Kakashi... Pronto serás el nuevo Hokage, tienes menos de un mes para arreglar tu desastre y volver a tus cabales.

—Estoy trabajando en eso.

—Ahora veo lo que sentías por ella. No malinterpretes lo que te diré, pero tal vez no estaban destinados a ser.

—Como dije, estoy trabajando en ello. En un mes volveré a ser un perro dócil para Konoha. Estoy lidiando con eso.

Pero no lo estas logrando, dice cuando se le permite seguirlo calle abajo al viejo distrito civil.

Konoha es, en sí, una enorme ciudad con todos los altos y bajos que las caracterizan. El termino aldea es obsoleto en comparación a la expansión que se daba desde la guerra. Los civiles, movidos por una mejor economía, se mudaban a zonas más céntricas donde comerciantes y sus familias tenían hogares lujosos. Las leyendas y rumores que se formaron en relación a los shinobis de la hoja trajeron consigo más turismo del esperado, y de pronto, zonas completas de la localidad se convirtieron en mecas de diversidad y vida diurna y nocturna, así como otras —el viejo distrito civil— quedaron en el olvido a la espera de demoliciones y remodelaciones que nunca llegaron.

Sakura sabe que a Kakashi le gusta pasear por la aldea, pero cuando se detiene en un puesto de Tempura, dentro del viejo barrio, y sostiene un improvisado plato dispuesto a charlar con las cocineras, se percata que esto bien podría no ser un simple paseo nocturno.

Había que dejar a Kakashi solo un par de días y se convertiría en cualquier persona menos que el mismo.

—Esta delicioso su plato.

—Gracias joven. Veo que no eres de por acá, hace un par de días que te he estado observando.

—¿Si? No, en realidad soy del otro lado de la ciudad, ando probando manjares siempre que puedo. ¿Usted no es de acá?

-Oh, no. Yo estoy recién llegada, apenas un par de semanas aquí, junto a los desplazados de la guerra, estábamos en un pequeño país llamado Redaku, pero la vida en Konoha es más prospera.

Sakura se acerca a él, su perfil le provoca tocarlo, y el asiento vacío a su lado la invita a sentarse como si de verdad pudiese compartir un momento con él. Eso le hubiera gustado.

Se imagina si misma saliendo una noche como esta del trabajo, con el cielo claro y despejado y una lona alta y redonda, para caminar dos calles abajo y encontrar a Kakashi esperando en Ichiraku. Ella diría algo como "Hey, extraño" animada por ver su cara luego de un largo día. El devolvería el saludo con cualquier tontería que salía de su boca cuando quiere poner una excusa, pero ella lo besaría para callarlo. Y Ayame pondría los ojos en blanco, y Teuchi solo reiría y Naruto y su bebé pasarían para comer juntos en familia, y cuando la noche espese, y no quedase nadie más que ellos, irían juntos a la cama, compartirían historias, contadas por sus labios y sus cuerpos.

Idílico.

A veces deseamos las cosas solo cuando ya no podemos tenerlas. Y Sakura murió para desearlo a él.

Increíble.

—Son hombres malos— dice la anciana—. A los exiliados de Redaku realmente no les importa encajar.

Sakura mira confundida entre ambos y se sorprende de la expresión mal fingida de asombro en lo poco que se ve en la cara de Kakashi.

Por supuesto, todo siempre se reduce a una misión. Naruto se lo ha encomendado y Kakashi puede ser un imbécil cuando quiere, pero nunca abandonaría el asunto de Boruto y menos pudiendo encontrar a los culpables de su deceso. Ella puede oler su enojo picante volver a llenar el aire mientras que la anciana limpia un par de ollas, pero nada de eso es realmente importante mientras como la figura de su ex sensei medio de pie, apunto de moverse, a punto de hablar. La comprensión cruza por sus ojos como un flash de luz y lo deslumbra, lo deja mínimamente desorientado, y lo que sea que planeaba decirle a la anciana se reduce a un:

—Que pase buenas noches.

Su paso se convierte en un movimiento letárgico, sin la verdadera necesidad de moverse, casi arrastrado, mientras Sakura lo sigue por la aldea.

Tal vez es la necesidad de contacto humano haciendo mella en su cuerpo, o simplemente los extraños sentimientos que brotan cada vez que está a su lado, o la fuerza gravitacional que empieza a ejercer él sobre ella, pero no quiere irse. Quiere seguirlo hasta su casa, colgarse de su brazo, y caminar bajo la luz de la luna.

Tan loco como suena, Sakura se siente atraída por él en mas de un sentido.

Cuando Kakashi se para frente a la puerta de propia casa, le toma un minuto completo conseguir la voluntad para entrar. Pero cuando lo hace —apenas cierra la puerta— el letargo se convierte en algo que luce demasiado como la tristeza y su cuerpo dormido y equilibrado se vuelve una forma lánguida y temblorosa que se arrastra escaleras arriba sin siquiera molestarse en encender las luces.

Kakashi... ¿Estás bien?

Ella lo sigue hasta su habitación, incapaz de dejarlo solo mientras él se desprende de toda la ropa que considera asfixiante. Para cuándo se sienta en la cama, la máscara ha quedado colgada de alguna lámpara, los zapatos abandonados junto a la puerta, la camisa al pie de la escalera y los pantalones cuelgan peligrosos en sus caderas.

Oye, podrías ser un buen stripper— pero la broma no sabe divertida en su boca, porque la mirada de Kakashi es desenfocada y lejana.

En vida, Kakashi habría dado una respuesta aún más picante a su comentario, pero ahora, él no puede oírla, no puede verla, y su rostro no es apacible ni iracundo.

Le duele.

Es vergonzoso de ver. Cómo su mente parece estar miles de kilómetros lejos de ahí, y su labio inferior empieza a temblar en una revelación tan hiriente como real, y Sakura prefiere la ira a esto. Prefiere que la insulte, prefiere que la maldiga, que se burle de su muerte y la sacuda de sus zapatos como basura, prefiere al idiota Kakashi porque el verdadero Kakashi, el ser que sufre demasiado para vivir su vida, que la culpa le atormenta por las noches, que espera muy poco de si mismo como para entablar cualquier relación, es muy doloroso de ver.

Es angustioso ver su verdadero yo, la melancolía de su alma sin adjetivos para adornarla, sin emociones para ocultar su pesadumbre.

Entonces Sakura escucha las voces venir por ella, en un susurro primero, anunciando a los condenados cuando comienza a aturdirse y el dolor de su alma se convierte en miles de espinas físicas que atraviesan su cuerpo etéreo.

¡No! —el olor de la carne humana quemada entre llamas de azufre, y las manos pútridas empezar a arrastrarse sobre ella. Porque su energía vital se va, se drena como agua sucia en la coladera, y no le toma mucho soltar un grito desgarrador que le rompe los tímpanos y tan estridente que cruza la delgada línea entre los vivos y los muertos-. ¡Kakashi, basta! ¡Por favor, ayúdame!

Sus lamentos son crudos e inhumanos cuando el dolor se hace más fuerte, y la vista se le nubla y puede sentir su cerebro empezar a explotar en estallidos sucesivos, que la reducen a una figura maltrecha en la alfombra mientras se quema en azufre y llamas invisibles.

Pero entonces, se detiene.

El olor de su propio cuerpo descompuesto ardiendo en el fuego se esfuma, y las espinas de su cuerpo empiezan a adormecerse como si alguien las retirará una por una. Cuando Sakura puede desenterrar la cabeza de entre sus piernas, Kakashi está sosteniendo pedazos de cristal roto en sus manos y el vaso junto a la mesilla en su cama ya no está. El agua moja la alfombra.

—Sé que estás aqui—dice—. Puedo sentirlo. No tienes que romper mi vajilla, esto no es un filme de terror.

Pero su voz carece del tono jovial que pretendía, y él todavía tiembla mientras sus manos aprietan los vidrios hasta cortarlas.

No hay fuerzas para responderle, está demasiado drenada para ingeniar algo astuto que decir, por lo que su mirada lo sigue hasta que el desaparece en la puerta y regresa a los pocos minutos, sin vidrio y sin sangre en las manos.

—Lo he intentado, pero no es tan fácil como parece. Vuelves a mi sin quererlo. A veces es como si te viera en tu lugar favorito, otras son como si solo vinieras en sueños y no me dejases despertar.

No soy yo. Es tu mente.

—Pero hoy, te sentí mirarme en el viejo distrito, y siento que estás aquí. Y no quiero traerte, perdona, pero no quiero estar solo hoy, no cuando te extraño así.

—Para mí también es difícil dejarte ir.

—A veces, creo que puedo sentir tu dolor y tu sientes el mío, lamento mucho que tengas que verme así. Y sé que me odiaras, pero debo hacerlo.

Yo jamás podría odiarte, Kakashi. Yo te- —las palabras no salen porque no hay nada que decir ¿Qué es lo que realmente siente? Es una respuesta sin relevancia cuando sabe cuántos días le quedan.

Se mete en la cama sin más palabras, porqué tal vez la vergüenza lo invade y se percata que bien podría estar solo, pero pasados unos minutos cuando Sakura puede volver a moverse, lo encuentra mirando el lado vacío de la cama y una invitación flotando en sus ojos.

Es extraño —y no se siente incómodo— acostarse junto a Kakashi. Es casi como si pudiera sentirlo, y su nariz le pica con el olor a Kakashi invadiendo sus cosas nasales, y el calor que irradia su cuerpo masculino metiéndose bajo su piel fria. La necesidad de quedarse ahí con él, se convierte en un deseo desenfrenado. Cómo si cualquier problema en vida pudo haberlo arreglado estando bajos sus mantas protegida y amada.

No estás solo—dice—. Estoy aquí, me quedaré todo lo que pueda contigo.

Porque su ser egoísta no le permite dejarlo, y lamenta mucho sus palabras del otro día, porque quiere estar con él, y quiere besarlo, y no quiere que deje de buscarla nunca.

—Aunque me duela, aunque me odien, tengo que hacerlo.

Kakashi, dime que tendrás una buena vida.

—Por ahora trataré de vivir, sin soñarte, sin fantasear contigo, ni hablarte.

Sus ojos son sinceros.

Quiero que tengas la vida más tranquila y feliz que puedas, Kakashi. Incluso si no estoy en ella. Sé que estarás bien pronto. ¡Tienes que intentarlo!

Se le cierra la garganta incapaz de expresar algo más, cuando la vergüenza la invade y sus mejillas se tiñen de rosa, y por momentos se siente observada por él. Viva. Así que se atreve a tocarlo, mientras lo ve cerrar los ojos poco a poco y rendirse al sueño. Acaricia su mejilla y traza un camino de su lunar hasta sus labios para posarse en ellos y saborear el imaginario gusto a Kakashi que se llevará hasta desaparecer de la faz de la tierra.

Son horas, minutos, o segundos -el tiempo es relativo para un fantasma- cuando Kakashi se levanta sobresaltado.

¿Que pasa?

Tiene los ojos desenfocados, enrojecidos y llorosos. Da pasos erráticos hasta el baño y Sakura lo sigue de cerca.

¿Kakashi qué tienes?

Abre el grifo y bajo la atenta mirada del fantasma empieza un lavado exhaustivo de manos. Compulsivo, abrasivo, descuidado. Hasta que sus heridas se abren, y sus manos sangran contra la porcelana blanca.

Es entonces que Sakura lo ve llorar por primera vez.

-o-

—¿Estás bien?

Kakashi levanta la linterna y apunta directamente al rostro de Gai.

Es la tercera vez desde que salieron de Konoha, que le hacen aquella pregunta. Primero Genma en el punto de reunión y ahora mientras revisan una de las antiguas guaridas de Orochimaru, Gai no ha perdido el tiempo en soltársela dos veces más.

—Me preocupa esto que está haciendo Tsunade. Si la gente se entera no será bien recibido.

Gai aparta de su camino un par de telarañas y señala una habitación a la derecha. Kakashi no necesita volver a apuntarle la luz a la cara porque sabe cuál es su expresión, sus cejas fruncidas en la cara, los labios apretados, la mirada gélida.

Maito Gai no siempre carga consigo una sonrisa de dentífrico, de hecho, la mayoría de las veces que están a solas, su rostro es igual de duro que el de un ninja que ha vivido dos guerras y ha perdido demasiada gente cercana. Las versiones de nosotros mismo que guardamos para los amigos no siempre tenían que ser de conocimiento público.

—Pero ellos tiene razón—dice mientras abre un cajón—. El indulto de Orochimaru no es la mejor idea, pero es necesario. A Konoha le es de utilidad tenerlo actuando bajo su estricta vigilancia.

Kakashi hace un sonido de acuerdo ante las palabras de su amigo, pero sabe que hay más de eso, incluso en la oscuridad de la cueva, la presencia de Gai es atosigsbte cuando hay algo que le molesta, por lo que se detiene frente a un gran estante y espera la pregunta que se avecina

—Pero no hablo sobre eso—dice—. ¿Estás bien con lo otro?

—Tendrás que ser más específico.

—Lo de Sakura.

El polvo del librero se cuela bajo su máscara y le poca la nariz.

—Terminemos de registrar está guarida, Tsunade probablemente querrá instalar a Orochimaru aquí.

—Es divertido como puedes cambiar de tema fácilmente con los demás, pero conmigo, mi estimado rival, siempre estás forzando las palabras. ¿Realmente no quieres hablar?

El librero está lleno de telarañas y prácticamente vacío, por lo que Kakashi no se molesta en dar más que un par de miradas curiosas en algunos libros que fueron dejados a las prisas medio abiertos.

—No hay algo que decir. Está muerta. Estoy bien.

—No es lo que dicen por ahí, estás un poco volátil.

—¿Y cuándo no? Siempre he sido una bomba de tiempo, tal vez solo estoy a punto de explotar.

Su amigo no responde, pero suelta un suspiro cansado de sus labios. Son pocas las ocasiones que pueden dejar a la bestia verde sin palabras, un par de muertes mal intencionadas, algún fantasma del pasado, un poco de deshonor. Gai tiene una mente increíblemente abierta, puede tolerar lo que sea, pero los temas que involucren a Kakashi y su estabilidad mental siempre serán un tabú para él.

Quizás está enamorado de mí, llegó a pensar el peligris alguna vez. Pero nunca se ha tratado de eso. El amor que siente Gai hacia él es lo que podría existir en una sana relación de hermanos, dónde Maito siempre sería el cariñoso hermano mayor. Es así como Kakashi siempre ganaba sus silencios, un par de suspiros y luego algún sermón críptico que trataría de devolverlo a sus cabales.

Cómo si pudiera.

Y eso no lo detendría. Gai siempre lo intentaba.

—Estoy preocupado por ti, Kakashi, no me culpes por tratar de saber que está pasando últimamente contigo.

—¿No trataras de llevarme a alguna iglesia?

Un libro desgastado cae a sus pies. La linterna de Gai lo apunta.

—No, si no quieres.

—Genma quiere llevarme al templo. Tiene esta idea de que necesito hacer las paces con su espíritu.

—Entiendo. En su religión, los muertos no se van del todo, no por lo menos durante un tiempo.

Cuando Kakashi recoge el libro, llaman su atención las notas descuidadas en la primera página. Luce demasiado antiguo para pertenecer al sinestro Sanín.

—¿Cómo es eso? —le pregunta para hacer conversación mientras ojea las páginas amarillas y desgastadas.

Gai se aclara la garganta, a punto de dar una conferencia educativa: —En las religiones orientales, se cree que a los muertos les dan 49 días para vagar por el mundo antes de alcanzar la reencarnación. Sin cuerpo, solo si alma o su espíritu, no lo sé. Vaga. Se celebran rituales durante ese tiempo, algo así como un funeral muy largo para honrar al difunto, altares, flores. Es algo poético si lo vez de cierto modo. Tanto tiempo para que el alma realmente de su último adiós.

En solo un segundo su pulso se ha vuelto errático, y a su mente vienen el torbellino de imágenes, sensaciones y presentimiento desde que Sakura ha muerto. Lo sacude la revelación de que tal vez, no sea una simple tradición. Porque Sakura ha estado volviendo a todos ellos una y otra vez, como un fantasma en plena conciencia como un ser etéreo desde el día en que falleció.

Y el pecho de se le aprieta recordando los veintitrés días que han pasado desde que su cadáver se colocó a dos metros bajo tierra en el camposanto.

—¿Y luego? — la voz le sale temblorosa porque es imposible controlar el temor que se escapa hasta su boca.

—Supongo que todo acaba.

El libro se sacude en sus manos, y de pronto encuentra las letras borrosas y el aire tan sofocante que colapsa sus pulmones. Se baja la máscara e inspira, pero nada lo llena, y le pican los ojos y cree que su propia cara empieza a ponerse morada sino sale de ahí y busca como volver a respirar.

Pero en el exterior nada cambia. El aire sigue siendo insuficiente, y se carga con el olor que trae la muerte y solo puede ver rojo.

Ni la mano de Gai en sus hombros lo calma, no cuando piensa en lo mucho que le duele todo.

Kaashi realmente es una bomba a punto de estallar, sus cables dentro empiezan a tensarse, a calentarse con las imágenes que se ciñen sobre él. Con el cuerpo de Sakura consumido por su técnica, y la herida en su pecho abierta dejando a la vista su corazón inmóvil. Entonces sus manos vuelven a teñirse de sangre y pican, y arden, y todo él está en llamas ante la posibilidad de volver a perderla. De sufrir su muerte dos veces y está vez para siempre.

Lo próximo que sabe es que Gai lo sostiene por las muñecas y lo inmoviliza contra una roca, como la única manera de devolverlo a la realidad.

Una realidad dónde no está Sakura.

—Está muerta Gai, se irá para siempre, y yo, no puedo...Tengo que hacerlo.

—Lo sé. Lo siento, pero es así.

Porque hay un momento para ser optimista, pero este hombre delante de él, no es la bestia verde que todos conocen. Es Maito Gai, El hombre que también ha sufrido la perdida y el aislamiento, y es el único que puede ver el miedo en sus ojos.

—Has pasado por esto antes, Kakashi. Se qué puedes hacerlo. Siempre has podido.

Luego de unos minutos, cuando su mente recobra la poca integridad que le queda, encuentra inquietante la presencia de alguien más. Por lo que Gai suelta sus manos y da un par de pasos atrás reevaluándolo.

No hay nada que Kakashi pueda hacer para fingir volver a estar bien.

—¿Quieres volver adentro? Terminamos de revisar la habitación restante.

Kakashi niega.

—Entonces buscaré el equipo que dejamos dentro y regresaremos a la aldea.

—No puedes decirle a nadie que no estoy bien.

—¿Por quién me tomas, Kakashi? — una sonrisa demasiado pequeña para él, se forma en su boca—. Antes de que me declarará tu eterno rival, era tu hermano. Los hermanos estamos para estas cosas.

Cuando Gai se pierde de su vista. Kakashi trata de concentrarse en algo más que no sean las imágenes en su mente. No quiere llamar a Sakura, no puede permitirle que lo vea así.

Está sufriendo.

Aunque no pueda verla, y lo único que pudo mantener en el cuerpo de Yugao fueron sus ojos esmeraldas, aun así Kakashi pudo distinguir el miedo. Quiere abrazarla, quiere apagar su miedo, quiere tenerla junto a él y decirle que todo está bien, impedir que se consuma en la vastedad de la muerte no imposible a estas alturas. Asi que debe calmarse porque pensar en ella es traerla a ser partícipe de su dolor, Kakashi no puede permitirse eso de nuevo, no puede dejar que ella sepa la atrocidad que esta a punto de cometer.

El libro que sacó de la guarida aún está tirado en el suelo, Kakashi lo toma descuidadamente, cuando bajo la luz del día puede leer el nombre en la portada y la primera página. Por fin, luego de una semana completa, lo ha encontrado.

"RESURRECCIÓN DEL MUNDO IMPURO. TOBIRAMA SENJU"

—¿Listo para irnos?

El libro se guarda discretamente en el bolsillo de sus armas.

—Estoy listo, Gai.

Por la noche Kakashi vuelve a soñar con ella.

Está de vuelta en aquella terraza donde la encontró, su cuerpo, ahora íntegro y vivo está parado junto a la cornisa, y ella le da la espalda. Incluso desde la distancia puede oler la sangre empezar a brotar de su cuerpo mientras ella se convulsiona hacia adelante. Es solo una milésima de segundo cuando se lanza contra ella para evitar su caída, pero su cuerpo pesado se puede masiado lento, o tal vez es el cuerpo de Sakura demasiado ligero, que no le permite llegar a su ayuda. Y luego está él, sosteniendo su menudo cuerpo en brazos, mirando la luz de la vida apagarse, como un jugete roto, la consciencia se vuelve líquido en sus ojos esmeralda y se derrama con lágrimas de sangre hasta que su pequeña cara se convierte en papel, luego cenizas y luego se va con el viento.

Y Kakashi se despierta sobresaltado con la necesidad de lavarse las manos manchadas con la sangre de sus sueño. Con la sangre pura y virgen de su amor.

El reloj en la encimera marca más de media noche cuando Kakashi se sienta en su mesa del comedor con dos libros frente a él.

El primero es el paquete que llegó la noche anterior, está envuelto en un descuidado papel marrón con alguna dirección de envío, y cualquier duda que tuviese de su procedencia se escapa con una lágrima no derramada cuando lee la pequeña nota adherida a la primera página.

"Quería que lo tuvieras".

No es su letra, pero el libro tiene su nombre, y su aroma y cuando lee un poco de sus páginas puede imaginarse los puntos donde ella tocó y leyó y lloró. Y no debería ser reconfortante, pero la siente cerca, como si tuviese una parte de ella que nunca podría irse, como si pudiese imortalizarla en papel y en memoria que nunca tuvieron. Pero aun así no se atreve a tocarlo más, y coloca lo mejor posible la envoltura y lo aparta de su vista con la delicadeza de un hombre que no merece un amor tan puro.

Porque lo que estaba por hacer podría manchar la conciencia y la memoría del hombre más honesto. Porque justo ahora su mente solo es dolor, caos y confusión.

Así que toma el segundo libro e ignora el montón de palabras, advertencias y plegarias que rezan por la integridad de quien sea que lo vaya a intentar, y se va directamente a la página que le interesa dónde Resurrección del mundo impuro pone en manifiesto su ejecución.

-o-

A seis en punto de la mañana, en la mazmorra oscura dónde Lord Orochimaru reposa hasta su liberación, una altiva figura anuncia su presencia.

No hay charla previa, solo un golpe seco de un conocido texto, cayendo contra la mesa empedrada en medio del cuarto.

—¿Qué necesito?

—¿Estás seguro que quieres hacer eso, Kakashi?

—No es de tu incumbencia. Ya cumpliste con tu parte del trato, y serás liberado, yo cumpliré la mía.

En sus ojos de reptil no hay rechazo, solo burla y arrogancia.

—Entonces es cierto que el amor es la cosa más peligrosa—. Orochimaru sonrie, la lengua deslizándose sobre sus dientes en una sonrisa sardonica: —ADN. Un sacrificio. Una conexión con el mundo espiritual.

Y Kakashi está convencido de que puede conseguir las tres.


N/A: A qué no esperaban esto ¿Verdad?
Esta historia tiene interesantes giros dramáticos con los que estoy divirtiendome mucho.

Playlist de este capítulo: Achilles come down de Gang of Youths.

¡Muchas gracias por leer, comentar y votar! Recomienden la historia entre sus amistades, déjenme sus opiniones y criticas, quédense conmigo hasta el capítulo final, ya falta muy poco. ¡Estaré muy agradecida!