«―Sé lo que quieres. Es muy estúpido de tu parte, pero te saldrás con la tuya y te traerá tristeza, mi bella princesa.»


Contra la pared de la envejecida cabaña hay una caja. A Kakashi le toma dos zancadas llegar al pórtico y un toque extra de paciencia para no patear al gato que lanza sus uñas contra él. Toma la caja repleta de velas en brazos, y empuja la puerta con la familiaridad que no debería tener, pero se ha otorgado a si mismo desde que frecuenta la casa hace menos de una semana.

Cuando entra, los quemadores de la cocina están encendidos y hace mucho calor para su gusto, pero la anciana en medio de la habitación, inclinada contra una mesa baja haciendo una plegaria y una ofrenda. Tan concentrada que su presencia no logra despertar la sospecha y enojo que suele tener tatuado en el rostro.

Kakashi espera, pone la caja en la mesa de la cocina y le da la espalda atendiendo los quemadores.

Té de orégano.

Toda la casa huele a hierbas ―como siempre― pero esta vez hay algo diferente. Tal vez es el orégano hirviendo en una olla curtida, o las decenas de paquetes de incienso en la encimera, o las cintas y campanillas desparramadas por la mesa.

Pero en sí, Kakashi lo sabe, es el olor de las flores de muertos en el altar, flotando hasta él, metiéndose en lo profundo de su cerebro y raspándose contra el recuerdo tierno que tiene de Sakura cada vez que se levanta y debe enfrentar el mundo.

―¿Tu mamá no te enseño a tocar las puertas?

El hombre baja la olla de la cocina y apaga el fuego antes de que la anciana logre levantarse del suelo.

―Probablemente. Pero está muerta, así que a quien le importa―responde encogiéndose de hombros.

Los huesos de la mujer mayor se enderezan con profundos crujidos y seguidamente tose con fuerza, como si pudiera expulsar el aroma putrefacto de del acto atroz que planean cometer. No es tan fácil como toserlo.

Ella no responde, pero le da una mirada severa, de alguien quien alguna vez fue justa y honrada, ruda como un demonio y probablemente mas terca que la misma Sakura. Pero hoy ―más que ayer y anteayer― Kakashi ve una anciana cansada.

Pero la mujer recibe la taza con el brebaje que el ofrece y esos pensamientos se van tan rápido como llegan.

―¿Por qué orégano?

―Limpia las vías respiratorias, muchacho chismoso. Ten ofrecería una taza, pero bien puedes servirla tú mismo.

Kakashi suspira y limpia un espacio pequeño de las cosas en la mesa para sentarse frente a ella. Hoy espera tomar el tiempo para hablar de la ejecución del jutsu, pero ella parece demasiado pacifica para torturarla con eso, y él casi siempre pena de tener que seguirla con la muerte en los hombros, que sus malas decisiones e intenciones, se metan en el lugar más puro que podría tener toda Konoha y corromperlo, y corromperla a ella, y a la memoria de Sakura.

―¿Ya consiguió todo los materiales? ―decide decir.

―Casi―tose―. Algunos deben ser añejados y otros encantados.

Mira la caja de inciensos, más de los que vería en toda su vida.

―Son 49 cajas. Debí quemar una caja por día desde que ella partió como parte del ritual, pero debido al cambio de planes, las quemare toda esta semana.

―Sera una bonita fogata―es un mal chiste, y ella lo sabe, lo mira como si le hubiera crecido otra cabeza. Y de pronto Kakashi sabe que no solo lo esta mirando a él, esta mirando en su cabeza, sus intenciones colgadas como una valla publicitaria en medio de la cocina. Hay un letrero enorme en él que grita pecado. ―Deje de mirarme.

Ella se reclina en su silla y sus ojos verdes se convierten en una sonrisa.

―Aquí soy yo la que esta a punto de venderle su alma al maligno, pero tú luces más asustado.

―No podría estarlo.

―¿Y por qué un asesino despiadado como tú estaría tan asustado?

Ella luce muchos años más joven cuando actúa altiva y bravucona. Pero hay algo tras esos ojos duros, algo que se esfuerza por ocultar, que tras cada incienso y cada plegaria se escapa lentamente, gota tras gota y a Kakashi le molesta no saber qué es. Sentirse expuesto, abierto, juzgado delante de quien sea que es ella. Y la indignación que despierta no es suficiente para imponerse encima de la anciana figura.

No le debo respeto.

Pero aun así lo hace.

―¿Leyó el libro? ―pregunta en lugar de responder―. Es importante que este al tanto de cada paso.

―Tengo 82 años, hijo, leer no es lo mío. Nada de lo que tenga tu libro ha de ser nuevo para mí. Hare lo que sé hacer.

―No dudo de usted, pero hay pasos a seguir y-

―Sé cómo funciona tu jutsu. Levanto el velo que nos divide del limbo, tomas su alma, la sellamos en un contenedor, tu chakra y su ADN moldean su imagen y semejanza. ―ella extiende la mano y toma tres cintas de colores enredadas entre un par de campanillas. Están grabadas con símbolos antiguos, bien podrían ser los del libro o alguna simbología hermana―. Pero yo no quiero darte un zombi. Accedí a profanar el cuerpo de mi nieta, entonces hare un buen trabajo.

Sus dedos desenredan la cinta con demasiada facilidad. Amarillo. Blanco. Rojo. Un cascabel dorado como un zarcillo al final.

―Un humano se compone de tres elementos: Cuerpo, que es rojo. Alma, amarillo. Blanco, espíritu.

Ella le tiende las cintas y Kakashi las palpa. Es seda, sin uso. La pintura de los símbolos ya está seca.

―Va a modificar el jutsu―afirma. Y ella sonríe cómplice.

―Si logro unir cuerpo, alma y espíritu, me daría por satisfecha.

Kakashi también se sentiría satisfecho.

―Aun así necesita el chakra ¿no?

―Para eso estas tu aquí, hombre perro.

Kakashi le sirve una nueva taza de té que ella recibe con gusto.

―Su ritual levantará el velo y llamará su alma y espíritu.

―Y tú usaras tu chakra y los sellaras en su cuerpo, es correcto―pero sus palabras lejos de tranquilizarlo destapan una nueva inquietud―. Necesito su cuerpo.

―El ADN sí, yo-

―No me estas entendiendo, hombre perro. Necesito el cadáver de mi nieta.

Su aclaración es aquella cosa que viene molestándolo desde que se levantó esa mañana y se percató de que tendría que abrir su tumba dado el momento. Que tendría que ver su cuerpo descompuesto y apartar los gusanos para tomar parte de su carne putrefacta. Lo que no pensó es tener que mover todo su cadáver. Y cargarlo a las afueras de la ciudad, y tenerla a cuestas como suele hacerlo en sueños cada vez que la ve viva y coleando.

―Lo tendrá. Me encargaré― dice tragando el vomito que se precipita a su garganta.

―Bien. Pero también, me has estado ocultando algunas cosas. No me has dicho qué harás con el vínculo del sirviente, no me has hablado de la vida que debes sacrificar. ¿Qué piensas entregar a cambio?

Puede que el futuro de su maquiavélico plan vuelva depender de su siguiente respuesta, pero no encuentra razón en mentir. Ambos son cómplices ahora.

―Ella no puede ser un sirviente si no hay un invocador. Voy a matar dos pájaros de un tiro.

La mujer abre los ojos muy sorprendida ante su respuesta nada especifica. Como si pudiera ver las intenciones ocultas tras su evasiva.

―Así que evitaras un asesinato, pero cometerás un suicidio. Me parece una decisión igual de mala.

―Ahora que usará el cuerpo, no creo que necesite un contenedor ―se encoge de hombros―. Es la decisión mas conservadora que puedo tomar.

―Como quieras, hombre-perro. No me interesan tus maneras de buscar redención.

Vuelve a tejer la cinta con sus manos arrugadas y cubiertas de manchas de sol como si él no estuviese ahí, pero Kakashi no deja pasar que el silencio que se ha formado entre ambos es especialmente más pesado, y la temperatura de la barraca cae varios grados.

―¿Qué mas necesita? ―le pregunta.

Sus ojos apenas se despegan de su tarea.

―Estoy probando aguas oscuras, cariño, no estoy segura de lo que necesito hasta que lo necesito. Y por ahora mi principal problema con nuestro plan es conseguir como arrancar el espíritu sin contaminarlo.

Orochimaru le advirtió de eso.

―El espíritu es tan frágil como el alma, tengo que mantenerlo intacto mientas tu jutsu se encarga de restaurar el cuerpo, pero tocarlo es imposible...

―Pensé que una sacerdotisa seria pura.

Ella sonríe, bebe un trago de su té y sus arrugas se suavizan tras la risa picara.

―Puede que sea más pura que tú, pero recuerda que tuve una hija, caí en los pecados del mundo terrenal. Estoy tratando de burlar a la muerte por mi propia sangre. Estoy tan manchada como tú. Hoy en día solo los niños son puros e inocentes.

Y él tiene algo que decir acerca de eso, no recuerda nunca haber sido un niño inocente, por lo menos no en algún recuerdo cercano.

― Ahora necesito pensar.

―Tal vez algo que no esté en las tradiciones pueda ayudarla.

―¿Hablas de brujería?

No es exactamente lo que pensaba, el ocultismo, ni el chamanismo, ni la religión son sus fuertes, pero ha leído un par de cosas en su reciente investigación que podrían ser de utilidad.

―¿Importa de donde venga? ―ella se encoge de hombros y él lo toma como una señal para continuar: ―En algunos rituales de occidente hay plantas que contienen almas y espíritus, son mejor que un vudú

―¿Flores infernales? ¿Radiata?

―Mandrágora.

Ella reconoce el nombre y su cara se contorsiona por un momento en una mueca enojada, pero luego se devuelve a su ser calmo.

El té ya se ha enfriado.

―Tiene sentido. Con radiata abriré el camino espiritual. Una raíz de mandrágora podría ser una estación momentánea para su alma y sé dónde encontrarlas.

Hay un entendimiento tácito entre ellos cuando comparten un par de miradas.

―Es una planta muy peligrosa de manipular, muchacho.

―Si usted me instruye, yo lo haré.

Ella se levanta, con el gato en brazos y camina hasta la puerta. Kakashi lo reconoce como la invitación a largarse. Es una anciana solitaria y cautelosa, se asemeja cada vez más a su gato.

―Estas tan ansioso por entregar tu vida ¿Tan poco vale?

Se detiene en el umbral y Kakashi cruza la puerta hasta el pórtico.

―Nunca he sido una inocente paloma, anciana, desde que era niño llevo la muerte sobre los hombros. Sakura merece la vida más que yo.

El gato salta de los brazos y corre al jardín. Kakashi está casi seguro de haberlo visto perderse y ondular el aire tras la barrera que cubre la casa de la anciana.

―Es de imaginar, Kakashi Hatake. Héroe o monstruo, todos son asesinos. Al final, las intenciones no cuentan.

Es el tono con el que habla, la cadencia de sus palabras, la voz suave y rasposa que puede ser el regaño de una sacerdotisa o el sermón de una madre. No puede decirlo, no ha sentido ninguno en años y tampoco le ha importado.

―Lo sé. He peleado en un par de guerras, cometí mi primer asesinato a los doce años ... así que ya he hecho las paces con eso.

―Apenas un niño...―los ojos fríos parecen derretirse por un momento.

―He tenido una vida para aprender algo que la mayoría de las personas no debería. El asesinato es pecado, pero el asesinato también es trabajo. Las intenciones nunca cuentan―repite.

Las tablas del pórtico crujen bajo su peso mientras se aleja.

―La semana siguiente hay luna llena y conseguiremos las raíces, muchacho. Vente con la mente tranquila, haremos brujería.

-o-

Kakashi habla en sueños.

Sakura es arrastrada desde su lugar en la barra de un bar junto a Tsunade para ser arrojada suavemente en la cama de Kakashi. En los últimos días suele suceder frecuentemente, solo puede venir a él en sueños. Como si durante el día estuviese concentrado en no llamarla, en su cabeza hay más de lo que Kakashi puede controlar y sale a flote mientras sueña.

Y la llama. Y su rostro de Dios griego se transforma en el retrato de un ángel caído, eternamente enojado y torturado.

El deseo de contacto humano es una pendiente muy inclinada por donde Sakura se siente rodar cada vez que se acuesta en su cama, y se siente nerviosa y conmovida por su cercanía, mientras imagina el calor de su cuerpo y la suavidad de sus brazos en ella.

La mascara ―se percata― esconde el miedo con el que Kakashi debe convivir diariamente, y la vergüenza y el dolor que solo afloran cuando se somete a los brazos de Morfeo. Y ella quiere cuidarlo.

Traza su mejilla intentando sentir la barba naciente y por un momento siente que le pica en las manos. Pero la retira inmediatamente cuando su entrecejo y su boca se tuercen anormalmente.

Miedo.

―Siempre tienes miedo cuando duermes―peina sus hebras plateadas―. Nunca lo imagine. Detrás de Kakashi Hatake la leyenda, hay un hombre que habla mientras duerme y tiene miedo de sus pesadillas.

Sonríe ante la dolorosa ironía.

El equipo siete siempre supo que a Kakashi le gustaba dormir de más, llegaba tarde por dormitar un rato, se pasaba los entrenamientos tomando siestas bajo un árbol y una que otra vez se durmió en alguna ceremonia. Pero no es hasta ahora que puede ver la realidad tras ello, el mundo onírico a veces podría ser su único lugar seguro.

―No quiero sonar egocéntrica, pero te quite eso ¿no? Antes dormías para escapar de miedo... pero el miedo sigue existiendo, Kakashi, y está en el lugar de donde nunca vas a poder sacarlo: tu mente.

Es un momento de contemplación, con los ojos cerrados junto a él, que siente la energía escapar del hombre a su lado. Como una corriente de agua muy fría, Sakura se acurruca más contra él y siente dejarse llevar, arrastrarse contra él, fundirse en un solo ente. Y cuando abre los ojos, lo ve:

Es un lugar que reconoce muy bien, el ultimo que vio en vida, pero apenas detallado y claramente distorsionado. Kakashi está ahí, y sostiene su cadáver petrificado tan gris como una escultura de cenizas mientras se deshace con el viento.

¿Estoy en su sueño?

Puede escuchar su llanto, suave, apenas un murmullo por encima del viento que sopla y se lleva el polvo en que ella misma se ha convertido.

―¡Kakashi, estoy aquí! ―es una oportunidad, se dice. Repentinamente afortunada de estar en mente, de tener algún contacto con lo que sería el verdadero Kakashi.

Y cuando él levanta la vista, mientras el polvo escurre entre sus dedos. La sonrisa se le ilumina tenuemente y la pelirosa comprende que es así como tal vez pueda sanar su dolor. Sanarse mutuamente.

―¿Estoy soñando verdad? ―pregunta. La mirada enloquecida en su rostro expresa lo que va más allá de la felicidad.

En dos zancadas, Kakashi está sosteniendo su delicado cuerpo entre brazos, demasiado real para ser onírico, muy pleno para ser espiritual. Pero entre sus brazos, en un sueño que claramente ella ha manipulado, Kakashi la reconforta, y se siente como él cielo.

―Vamos―le dice. Y él se deja arrastrar por ella con los dedos entrelazados, mientras el paisaje se va distorsionando a una tierna escena.

Y el cielo gris se convierte en un manto cerúleo, y las nubes son algodón dulce y el viento que se llevó las cenizas de su cadáver se convierte en la brisa fría que sopla junto al mar.

―¿Cómo lo hiciste? Eres un fantasma.

Le sorprende su declaración, encontrándolo como un ser consciente en su inconciencia aunque sea contradictorio entre sí. Pero Sakura no siente que deba responder, este es su momento, ambos, y lo necesitan. Saborea en el aire el amor que siente por ella, la felicidad genuina que se desborda en lagrimas suaves y ella besa sus mejillas, saboreando la sal de su llanto, dejando un rastro húmedo de amor en él.

―Sakura... ―las palabras se le acaban, como si lo que sea que va a decir puede arruinar la fantasía.

―Disfruta el mar, Kakashi―le responde―. Estamos juntos, nada más importa.

Tira de su mano a una arena suave y dorada y él se deja guiar. Lo siente lánguido, calmado, amoroso. Entonces se deja guiar por él a su boca, y los fuegos artificiales explotan en su cabeza cuando sus labios hacen contacto. Disfrutando de explorar su boca, de la sensación de paz que le transmite, aunque todo sea una vil farsa que ella ha logrado tergiversar en los sueños de su amado.

El pensamiento de la vida tras él limbo se precipita con fuerza hasta su mente mientras disfruta de las caricias, porque si hay chance de que pueda ir al cielo, desea con toda su alma que sea así. Que pueda estar en una farsa con él. Una donde se sienta viva, y lo ame y él devuelva su amor con la misma fuerza y pasión con la que la mira ahora.

―¿No es increíble el sol en la piel? ―le pregunta cuando se separan y se siente quemada por la mirada del peligris― Podría disfrutarlo para siempre.

―Tu eres increíble―dice―. Quisiera disfrutarte.

―¡Entonces hazlo! ―una gaviota se alza encima de sus cabezas― ¡Quiéreme, nada conmigo, bronceémonos al sol!

Kakashi se tumba a su lado, su perfil cincelado por los ángeles brilla contra la luz y se aferra suavemente a la arena.

―Entonces te amo―dice sin mirarla―. Sé que no debería amarte, pero te amo, ¿crees que alguna vez puedas amarme?

Su corazón se derrite a sus ojos, y se siente tan suelta como la arena, tan alto como las gaviotas, tan apasionada como el mar. Ella puede amarlo, siente que puede.

Y debe ser triste, pero no hay nada de eso. Morirá siendo amada, morirá amando. Es trágicamente hermoso, una novela bien narrada, una fantasía muy creada. Un amor que trasciende los planos de la vida, la muerte y la eternidad.

―Yo ya te amo.

-o-

Cada día que pasa, no pensar en Sakura parece cada vez mas imposible de hacer, cuando se levanta con el sabor de sus besos, y su olor en la piel. Los sueños se vuelven armónicos y amorosos.

Besarse en la playa.

Ver las estrellas en las dunas.

Montar a caballo en el campo.

Todo es idílico, miel en hojuelas hasta que debe despertar y sentir el vacío que deja su presencia. Caminar cuando inicia su día y pretender que no le duele su ausencia.

―¿Me estas escuchando? ―Genma balancea una carpeta de folios blancos frente a él.

―Déjalo quieto ―dice Gai―. Mi estimado rival esta teniendo un monólogo interno sobre sus propios deberes con la aldea.

Kakashi toma el folio que le ofrece mientras sus ojos escanean las palabras: La investigación de los autores del atentado contra el bebé Uzumaki estan avanzando cada vez más rápido. No siente que deba hablar de eso, tampoco siente que deba dar otras explicaciones.

―No he dormido mucho, estoy bien.

―Me doy cuenta que no has dormido, pero de estar bien... tendrás que mentir mejor, Kakashi.

Las palaras de Gai son suaves, aunque puede degustar el sermón detrás.

―¿En qué piensas?

―Quiero una portátil―dice. Las caras de sus amigos son confusas: ―Para lo oficina. Tsunade se ha negado desde hace un par de meses, pero es hora de renovar la oficina Hokage ¿no? Darle la bienvenida al futuro.

Sus amigos se ven a la cara, incrédulos.

―Yo podría comprarte eso sino te conociera―dice Genma―. Esto es sobre Sakura.

Sakura y sus besos sabor a fresa, sus dedos de terciopelo, su voz de sirena.

―No lo es―¿Por qué lo estoy negando?

―Si lo es, mi estimado rival. ¿quieres hablarlo?

¿Quiero hablarlo? Quiere ir a dormir y soñarla de nuevo, la vida que no han tenido, quiere soñar el sonido de su risa y dejar de lado la cruda realidad que lo acecha sobre el hombro, dejar de imaginarse el sonido de la pala cuando desentierre su cadáver. O las velas chisporroteando cuando quemen las flores o el hedor de su carne descompuesta.

―No quiero―sentencia.

La sala Jonin está en silencio y no hay nadie mas que ellos. Así que Genma se levanta y le pasa seguro a la puerta.

―Cuando Mitsuko murió―dice Gai―. También me deprimí. Cada día era caminar entre arañas, entre clavos, regresar a casa y torturarme con el silencio.

―Es diferente, Gai, porque ella era tu esposa y-

―¿Por qué tiene que ser diferente? ¿Amabas a Sakura?

Admitirlo es hacerlo real, hacerlo real es aceptar que ella no esta aquí, que él no estará para ella cuando la traiga de vuelta.

―No importa―Genma interrumpe―. La cosa es, que no debes pasar por esto solo.

―No cuando estamos aquí.

No hay palabras, solo silencio.

Hasta que Kakashi se percata lo mucho que va a extrañarlos a ambos.

-o-

A media noche, cuando la Luna llena esta en el cenit, el shinobi escucha los arañazos en la puerta que anuncian que es hora.

El gato de la anciana, con su pelaje casi plateado bajo la luz de la luna, espera malhumorado en su puerta, y le da la espalda en un ágil gesto de Sígueme, Humano insignificante. Entonces va tras él, calmado y callado, la mejor relación entre un par de enemigos naturales, y lo sigue en silencio cuando toma el camino mas complicado del bosque a las afueras de la aldea.

Caminan un rato, atento de no perderlo de vista con cada paso que da, mientras el cuerpo del animal se trasparenta y el hombre empieza a volverse lívido. Una sensación arrolladora de miedo le atraviesa, como si se tratase de un puñal y debe detenerse en medio del camino para no golpear el suelo con sus rodillas.

―¿Qué esta haciendo? ―pregunta. El gato lo mira con sus enormes ojos azules.

Casi puede escucharlo decir: Lo que tu pediste.

Le toma un par de minutos recuperarse ante la mirada del animal y luego seguir el camino ahora mas lento si es posible.

Cuando llega a un punto del bosque, varios kilómetros lejos de cualquier civilización, la anciana sostiene una bandeja con una pecera redonda en medio.

―No te acerques más― le dice―me rompes el ritual.

Kakashi se congela en su sitio, levanta las manos dramáticamente, y está apunto de hacer un comentario irónico acerca de su gato, acerca de sus ridículos ropajes y campanas ceremoniales, acerca de cualquier cosa que no sea la tétrica escena de su cuerpo arrugado sosteniendo una pecera de cristal que parecía empezar a elevarse en la luz plateada.

En cambio, trata de mirar alrededor, sin plantas a la vista más allá de hierba hasta los tobillos y dice: ―¿Dónde están las plantas?

Ella baja la bandeja con calma, lo hilos de chakra plateado que sostienen el cristal lo mantienen en una delicada levitación muy cerca de la nariz de la mujer. Y la anciana no lo mira cuando se arremanga la tela de su camisa blanca y saca una pequeña vara dorada.

―Aquí―se la lanza―. Dibuja un círculo grande donde estas de pie y coloca estas campanillas en el centro.

Kakashi hace lo que le dice y las campañas de la vara se mueven con el viento.

―Las mandrágoras son raíces. Y tienen un modo muy especial de extraerse.

―¿Algo así de peligroso? ―percibe por el tono de su voz casi susurrada.

A su lado, el gato inspecciona el circulo y maúlla. Kakashi nunca lo ha oído maullar.

―Bastante―concede―. Ahora sal de ahí. Ese círculo atrapara a cualquier alma que quiera presentarse aquí. El grito de las mandrágoras es capaz de destrozar en fragmentos a cualquier ser.

―¿Incluyéndonos?

―Hasta el hechicero más experimentado puede quedar en coma en el mejor de los casos.

―¿Y en el peor?

Es la atmosfera cargada de humedad, la magia ―o chakra― que se desprende de la miko y mantiene en el aire el cristal, o simplemente la luz de la luna que lo hace sentir ingrávido y mareado, como la sensación de pánico que tuvo antes, pero ahora hay una calma tan pesada y ficticia que solo logra disparar sus defensas.

―No quieres saberlo, muchacho. Tienes que aprender a ignorar todo lo que no sea de nuestro mundo terrenal, ahora más que nunca.

―Quiero saber cómo la voy a ayudar, eso es todo―se indigna conteniendo las ganas de acercarse a ella en aras de recuperar un poco del control. Kakashi no está acostumbrado a ser el mas ignorante de la conversación, mucho menos a ser el más inútil.

―Contrario a la opinión colectiva de los libros que encuentras por ahí, las raíces de mandrágora no son para hechizos de amor o hacer volar a las brujas. No son plantas. Y mucho menos están muertas. Son seres vivos, alguna especie, que habita bajo tierra y se alimenta de energía humana. Es por eso que podremos contener el alma de mi nieta en alguna de ellas. ¿Confías en lo que estamos haciendo?

Kakashi ha pasado el día leyendo aterradoras historias de como aquellas plantas podrían permitir entrar a la mente de las personas, influir sus sueños, conectar sus cuerpos y almas como muñecas vudú y sin embargo nada de eso había disuadido su intención. Él confiaba ―y respetaba― a la anciana mas de lo que lo haría con cualquier otra persona en la aldea, y se sorprendió a si mismo estando completamente seguro de lo que hacia mientras esperaba por su llamado.

¿Ahora?

Ahora la confianza sigue ahí, aunque no mentiría si dijera que estaba teniendo una pequeña epifanía acerca de cuan grande era con lo que estaban jugando, pero desde que Sakura murió, la culpa de no hacer lo que sea para salvarla lo atormentaba constante junto con la terrible sensación de dejar pasar nuevamente el momento.

―No estaría aquí de no ser así, anciana.

Ella lo mira por primera vez en la noche, y a sus espaldas el cristal empieza a descender por su cuenta, el fantasma de la luz de la luna parece llenar la pecera.

―El verdadero problema de las mandrágoras es que no se pueden extraer del suelo así nomas, porque están... vivas. Tiene que sedarse primero, con magia o energía, y no las podemos tocar con las manos desnudas porque son extremadamente venenosas. No se pueden cortar, y para usarlas hay que matarlas, es un proceso un poco engorroso y muy desgastante. Ahí es donde entras tú, voy a canalizar tu chakra a través de eso―apunta la vara con las campanas― para poder liberarlas de la tierra y mi querido gato las arrastrará hasta la pecera. Luego las mataremos lentamente.

Ella no espera por su aprobación, tampoco dice otra palabra, solo señala el árbol más cercano y Kakashi trepa hasta el, con el báculo en mano. Ni bien ella canta un par de palabras inentendibles cuando Kakashi empieza a sentir aquella herramienta tirando de su chakra como una sanguijuela.

―¿Estas listo?

Él está a punto de responder cuando se percata que no es a él a quien se dirige. El gato maúlla y se sienta solemne al lado de su dueña en respuesta a su pedido.

Desde su posición privilegiada en la copa del arbol, Kakashi observa atentamente cada uno de sus movimientos y se obliga a si mismo a quedarse quieto y controlar su respiración.

Ella esta de pie, cantando las palabras de su ritual, con los brazos bien abiertos mientras su cuerpo ondula y se transparenta con la luz de la luna. Esta tan pálida como un papel y parece un viejo lienzo que se pinta con los rayos plateados y cada arruga es una sombra bien contrastada.

Siente su fuerza vital ―sobrenatural― extendiéndose de su frágil figura y mas que nunca la siente viva y avasallante.

Por momentos piensa lo fascinante que es presenciar esto.

Ella abre los ojos, el poder se filtra en rayos verdes de sus orbes y la hierba empieza a elevarse de la tierra. Kakashi debe aferrarse al tronco del árbol antes de que el viento tire de él con dirección a la anciana.

En este momento la anciana no es ella misma, es un ser fuera de este mundo, un portal espiritual a cualquier otro lado, una puerta abierta que emana poder y fuerza, y a medida que su frágil cuerpo empieza a contorsionarse de mil maneras posible, la energía empieza a limpiar el aire de la tierra que flota y algo susurra a su oído que esta llegando al punto máximo.

El gato se estremece, chillando con todo lo que tiene y, sin embargo, Kakashi no puede apartar los ojos de la sacerdotisa. Sus oídos ya se han bloqueado, no puede oír ni su propio corazón latiendo frenético y cualquier grito es silenciado por sus propios pensamientos y cambio drástico de presión.

Entonces, la luz de la luna ondula, una ráfaga brota de la figura humana y animal, y varias formas salen disparadas del suelo, sostenidas por encima de su cabeza y rotando a su alrededor. Kakashi siente la herramienta empezar a drenar su chakra con un par de pulsaciones.

Los ojos de la Miko se han cerrado y su figura permanece sobre sus rodillas inclinadas hacia delante. Las plantas quedan suspendidas varios metros más abajo, y el gato pilla con sus dientes seis hilos invisibles que guía sucesivamente al bowl de cristal. Luego, se arrastra a las piernas de su ama donde se acurruca y cierra sus ojos azules.

Ella acaricia su pelaje sin fuerzas y apenas levanta la cara para toser un gargajo ensangrentado contra la tierra recién removida―Ya está. Baja aquí y pásame esa botella.

Kakashi baja de un salto y se percata del bolso junto al circulo que dibujo antes, una botella de vidrio sobresale.

Licor.

Con cautela, se acerca a ella con el líquido, y aun sin levantarse y con su mascota en el regazo, tira cuidadosamente de la pecera y vierte todo el contenido.

Su voz es áspera y débil cuando dice:

―El alcohol eliminara el veneno, así no tendremos que drenarlas.

El hombre aun esta temblando, incluso cuando ella le tiende las plantas, y el líquido se sacude entre sus brazos siguiendo cada ligero temblor.

―Fuiste mi mejor amigo, Raion―le dice al gato en su regazo―. Te veré del otro lado.

―¿Es muerto?

―Ambos sabíamos que pasaría, tranquilo.

Kakashi está sin palabras. Aun siente que el aire es pesado, aun siente que hay una puerta abierta manando energía que no es de este mundo, y sin embargo, decide seguir su consejo anterior e ignorar todo lo que no pertenezca a su mundo.

Así que caminan en silencio lado a lado, mientras se alejan del bosque.

Le toma un momento extra calmar sus huesos temblorosos hasta que el pánico se vaya incluso mientras vislumbra la figura etérea y quimérica de Sakura observarlo a la distancia y desvanecerse.


Playlist recomendado: Watch you sleeping de Blue Fundation.

N/A: Creo que es la primera vez que escribo algo así de "sobrenatural" y realmente espero no haberle arruinado la lectura a nadie con ese pobre intento, pero seré sincera: ME GUSTO MUCHO.

Ahora, aunque me duela decirlo, el capitulo siguiente es el final y luego habrá un epilogo. Los colocaré juntos en un parde días para no hacer mas larga la espera.

¡Muchas gracias a todos los que comentan y me agregan a favoritos y leen! Me hacen la escritura feliz y me provoca esforzarme por darles a leer un buen material.