«Ella se rió y bailó con el pensamiento de la muerte en su corazón»
4 Días.
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Las visitas en casa de la abuela se vuelven más tediosas, llenas de lecturas insípidas en el tejado, mientras escucha a la anciana dormitar dentro de la cabaña. A veces, por las tardes, beben té de alguna hierba silvestre mientras ella le calla sobre sus intenciones. Alguna otra vez, tose tan fuerte, y sus pulmones se desgarran en sangre, que Kakashi siente pena de tener que molestarla y se conforma con hervir las hierbas y ayudarle a limpiar la cocina. Nunca piensa en Sakura.
Pero hoy es un día diferente, puede saborearlo en la llovizna matutina que cae sobre su cabeza, o como siente su ser delicado en una caricia del viento. Hoy, en especial, Kakashi no puede evitar llamar a Sakura y disfrutar el placer culposo de tenerla orbitar a su alrededor como ser incorpóreo en contraste con la sensación que le desgarra las entrañas si recuerda que no estará para ella. El miedo que siente a no volverla a ver es tangible y eléctrico, y le rompe los vasos detrás de los ojos, y la bilis se le sube a la garganta. Nunca ansió y odio con tanta fuerza su propia muerte anunciada.
―¿Dónde estabas ayer? ―dice Genma y añade con una mueca:―Pase horas buscando tú huesudo trasero en la aldea.
―Durmiendo ―siente conveniente tener que ignorar su pregunta para no responder su pequeño desliz en sueño profundo y las pastillas somníferas en el cajón de su mesita de noche―¿Qué pasa?
―¿Durmiendo desde las 8pm?
Su mirada incrédula es discreta cuando se toma un momento para inspeccionar un puesto de comida ambulante.
―Anoche detonó una bomba en la casa Uzumaki―continúa―. Es un atentado directo contra el niño.
En solo un momento, un ínfimo instante cuando tres de los frascos con salsas explotan sobre el pequeño puesto y Genma pone una mano en su hombro para hacerlo dar un paso atrás. Kakashi puede sentir la desesperación y la ira de Sakura bullir por sobre su hombro y no comprende por qué le molesta tanto eso, por qué siente que quiere tomarla por los hombros y sacudirla para que ponga los pies en la tierra y entienda que aquel no es su maldito problema. Que Naruto selló su destino cuando la dejó de lado, cuando priorizó la felicidad por encima del recuerdo y dolor de la muerte. Cuando accedió a vivir sin ella y dejo a Kakashi allí, a la deriva, como un perro sin dueño, una flor sin perfume.
―¿Están bien?
Tienen que estarlo, porque la aldea sigue con tranquilidad y las exequias no se han disparado aun, lo más triste de recordar en la aldea es la partida de Sakura, que no es noticia nueva siquiera luego de casi dos meses.
―Claro. Están un poco vapuleados, quiero decir, Naruto no estaba ahí para cuidarlo y bueno, Sakura tampoco―añade lo último torciendo la boca―pero están bien, solo un parde quemaduras para Hinata.
Y la brisa sigue agitándose, y el clima baja dos grados y aun así, él la siente inquieta.
Entonces se mete las manos en los bolsillos y sigue su camino sin esperar a Genma, añade en un susurro para Sakura:―Quieta, están bien.
Se la imagina torciendo los ojos, mordiéndose los labios deliciosamente y los puños apretados a los costados.
―¿Estás hablando solo?
―No es tu problema.
―Le diré a Gai que hablas solo―Genma lo sigue entre la multitud que se dirige a la torre―. Necesito que te regañe.
―¿Me acusaras con mi papá?
―Si tengo que desenterrarlo para decirle que estas actuando extraño, claro que lo haré.
Su cuerpo se detiene a punto de entrar al edificio y el pensamiento que ha tratado de evitar última semana se proyecta como una espeluznante película en blanco y negro porque su imaginación lo traiciona: Desenterrar su cuerpo, ultrajar sus restos, olor a carne podrida, sus huesos escapando del saco de piel descompuesta.
Es difícil volver a ponerle atención a su amigo cuando solo piensa en lo que le tocará hacer y ahora, de la manera más espeluznante posible.
―La semana siguiente te nombraran Hokage―dice cambiando rápidamente su tono a una más sombrío de lo que pretendía tal vez―. Quizás deberías ir al templo y pedir un poco de paz e iluminación. Creo que lo necesitas ahora más que nunca.
Kakashi se lleva una mano al cuello y estira su camisa abriéndose el chaleco con la otra. Lo que necesita es volver a respirar, es evitar sentirse asfixiado cuando piensa en ella, es tomar fuerza y voluntad para seguir con lo que se ha propuesto.
Lo que necesita es la certeza de verla viva y feliz.
―Si, Genma. Llama a Gai, vamos a ir ahora.
Pero por la tarde está de vuelta en la cabaña, viendo a la anciana anclada a su mecedora desgastada, torciendo el largo cabello blanco en una estilizada trenza. Sus dedos, hoy lucen temblorosos. Su cara es una máscara compasiva, y ha dejado atrás él enojo y la furia en sus ojos.
―¿Por qué la sigues llamando a ti? ―pregunta, negando con la cabeza decepcionada.
―¿Ella está aquí?
Le aterra demasiado que ella pueda enterarse. A veces, dentro de sus sueños, debe morderse la lengua, obligarse a despertar y romper la ilusión por el miedo a que descubra la farsa bajo la que Kakashi ha estado viviendo. Que ella decida irse antes de tiempo, que se lleve con ella la única pizca de cordura que le queda, mientras Kakashi pende de un hilo en cada fantasía que tiene. Las fantasías que vive con Sakura son lo que lo mantienen en marcha.
―Ella no puede venir. Pero puedo verlo en ti, el rastro de ella hoy más que nunca. La arrastras en la consciencia.
―Eso es lo que menos me importa ahora―dice bufando y se sienta en la madera del porche a los pies de la mecedora―¿Cuándo lo haremos? Se nos acaba el tiempo.
―Nos quedan cuatro días, pero dentro de tres días realizaremos el ritual
Contrario a la pasiva y despreocupada apariencia que quiere mostrarles a todos, Kakashi no es un ser paciente, pero el peso de la culpa que siente mantiene a raya todas sus emociones en el fondo de su alma dañada al despertarse cada mañana con el espejismo de los sueños idílicos aun desvaneciéndose en su mente. Sakura ha bailado con tacones de aguja sobre él.
―¿Ya tiene todo lo que necesita?
Ella responde con una tos estridente que despega un esputo sanguinolento en el piso de madera pulida. Se estremece en la inhalación siguiente buscando su último aliento.
―Casi. Nada de qué preocuparse. Tu haz los arreglos necesarios.
―Todo está listo.
Una ceja se levanta incrédula.
―¿Nadie de quien despedirse?
No lo hay, aunque suene increíblemente triste, Kakashi no tiene a alguien de quien realmente quiera despedirse. El adiós siempre seria la parte más complicada de una relación, y él ―muy consciente de su misma estabilidad emocional― siempre se aseguraba que sus relaciones fuesen lo mas simple posibles. Entonces, cuando está a punto de entregar su vida en un macabro ritual, no hay despedidas turbias ni dolorosas.
Niega con la cabeza mirando cualquier cosa que no son los ojos sabios de la anciana.
―No―la respuesta es más fría de lo que esperaba, pero se encoge de hombros para quitarle un poco de importancia.
―Entonces, ven en tres noches a partir de hoy.
Su arrugada figura se levanta con el pesar de los años sobre los hombros, como si hoy más que nunca no pudiese dar un paso. En solo el segundo que le toma afianzarse del respaldo de la mecedora y el aire que sale de sus pulmones con un silbido enfermizo, solo en ese momento, Kakashi puede ver la vida escurriéndose de sus ojos viejos. A él vienen las palabras de Orochimaru recordándole que debía deshacerse de ella. Atar los cabos sueltos ahora parece más fácil que antes, cuando tiene a una anciana débil delante, que no luchara cuando él tenga que matarla.
Arrastra los pies de vuelta a la cabaña, ahora en silencio, y cuando Kakashi la sigue de cerca, el olor del orégano vuelve a golpearle la nariz, junto a una tos sanguinolenta y el silbido que escucha de sus pulmones y corazón reclamando vivir un poco más, lo golpean como una desgarradora verdad que se le entierra en la garganta.
―Usted esta muriendo―afirma. Incapaz de dar un paso más allá del pequeño living hasta la mesa desbaratada.
Ella se sirve té, esta vez sin ocultar el temblor de sus manos.
―Lo dice el hombre de la muerte avisada―su sonrisa esta llena de dientes desgastados y arrugas en los ojos―. Dime algo que no sepa, hombre-perro.
Ella le sirve una taza de té invitándolo a sentarse, pero los tres pasos hasta la mesa son pesados y dolorosos mientras aspira su responsabilidad en todo eso. Hasta hace dos semanas ella era fuerte como un roble, cuando su magia extrajo las raíces del suelo y de los ojos le brotaron llamas que podrían ahuyentar al mismísimo diablo, hoy sus ramas mueren y el roble se incendia tan lentamente que nadie más que él puede notarlo.
Porque yo encendí la chispa.
―¿Qué te parece tomar el té con una anciana moribunda?
―No sabe bien―responde. Es amargo, no hay palabras para endulzarlo.
―Bueno, debería saber a una pequeña victoria. Ya estoy muriendo, no tendrás que matarme.
Sus palabras lo golpean como una ola que rompe en la costa, pero no hay respuesta a eso.
―Parece lista para partir ¿Nada que dejar atrás?
Ella se mira las muñecas vestidas en sus pulseras ceremoniales de piedras y cuentas brillando bajo la poca luz de la ventana. Es interesante ver como su cara luce en paz cuando piensa así, y sus ojos se fruncen con algo que parece una sonrisa, pero su boca apenas se mueve, como si ocultar el hecho de que esta feliz es lo mas conveniente. No hablas de la felicidad que hay en la muerte a un hombre que esta dispuesto a sacrificarse para burlarla.
De pronto, a Kakashi se le hace de mal gusto su tranquilidad. Estar sentados ahí como dos viejos amigos que comparten sus reflexiones, como si aquello no seria el ultimo té que compartirían con alguien más, como si las velas en su pastel no estuvieran a punto de apagarse, y las cuerdas están tan tensas que se van rompiendo una a una, y ambos penden del mismo hilo, ambos están dispuestos acortarlo.
―Como tú mismo lo dijiste: He hecho las paces con eso. Soy una sacerdotisa, dedique mi vida al camino sagrado, hacer el bien. Fui pura e impura durante 82 años, ahora, es hora de que parta de este mundo. ―hace una larga pausa para toser con ganas. Y sus ojos enrojecidos se cierran cuando continua: ― ''Uno mismo hace el mal, uno mismo lo sufre; uno mismo se aparta del mal, uno mismo se purifica."
―ʺPureza e impureza son cosas de uno mismo, nadie puede purificar a otro".
Lo mira ligeramente sorprendida o divertida, las emociones son lo mismo en su cara: ―Enseñanzas de una Miko, ¿Cómo sabes eso?
La boca le sabe flores de muerto cuando responde:
―Mi madre también era una sacerdotisa... Yo soy el cordero que se perdió.
-o-
3 Días.
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Está lloviendo cuando inicia el memorial.
Es temprano, demasiado temprano para que cualquiera de ellos este despierto y, sin embargo, ahí están todos, bajo algunas sombrillas negras en sus ropajes de luto en un claro en el bosque.
Sakura sabe bien cuál es el claro, es el pequeño lugar donde alguna vez se cortó el cabello y arriesgó su vida por un chico.
Tonta.
Pero aquello debió ser un presagio de lo que sería su vida futura. Siempre poniéndose por debajo de los demás, su vida probablemente nunca fue tan dispensable como ella quería hacer creer.
Pero ahí estaba, parada al lado de su mejor amiga mientras ella hacia un esfuerzo mínimo por tratar de no llorar.
—Oh, no puedo— dice, y se seca las lágrimas con un pañuelo rosa.
Mi pañuelo
—Claro que puedes, hermosa— la sonrisa de Sai es tan falsa como real. Hay algo tras sus ojos que dicen lo mucho que le está doliendo, pero su rostro es de nuevo la máscara bien elaborada de emociones controladas.
—Siempre has podido, Ino puerca.
—Deberíamos tallar su nombre—dice Chouji mientras asienta una gran roca en el punto más claro—. Se puede perder con el tiempo.
—A ella no le hubiese importado, solo terminemos con esto rápido para irnos a dormir—Shikamaru desliza un cigarrillo desde su chaleco y no hay nada en él que grite que está desesperado por irse. Luce desgarbado y enojado, como si hacer contacto visual con cualquier cosa que no fuese el suelo, es más de lo que puede tolerar.
Pero en general los tres están bastante callados, y el ambiente es íntimo de un modo en que jamás los había visto. Sakura piensa cuántas escenas de este modo ser perdió por estar demasiado metida en sí misma.
Porque lo que había visto desde que se movía con las estrictas reglas del limbo, difería mucho de lo que ella había vivido.
Los conflictos entre sus padres, la ira desmesurada en Kakashi, el nuevo amor por el vodka de Tsunade y la estrecha relación de confort que se gestaba entre Sai e Ino. ¿Quién lo diría?
—Sakura—dice Ino. Levanta una gastada muñeca de trapo en la mano—. Te robe esta muñeca hace muchos años, estaba enojada por lo de Sasuke. ¡Lo siento tanto! Si hubiese sabido... —la voz se le atora en la garganta y en su lugar sale un sollozo roto que hace eco en los oídos.
—Pero no sabías, Ino chan, está bien.
—Si hubiese sabido que estarías tan poco yo con nosotros... ¡Te extraño tanto Sakura chan! ¡Eras demasiado buena para este mundo!
Sus palabras le recuerdan demasiado a Kakashi, aunque él nunca las ha dicho, solo que a veces, cuando lo ve mirar al vacío por horas, observa en sus ojos el nivel de admiración de un poeta a su musa. Escucharlo desde la boca de alguien más es igual de angustioso.
—Ino, te amo, no hagas esto. ¡Váyanse todos, chicos!
Chouji se acerca y recuesta una cuchara de madera contra la roca
Está derramando un par de lágrimas, y es contradictorio lo emocional que se comporta comparado con su tamaño bien postrado.
—Me diste esto hace muchos años en una excursión escolar. Nadie nunca me había dado un gesto tan lindo porque nadie me quería, eras demasiado amable para nosotros.
—Chouji eras el niño más dulce que había conocido. Como un osito de peluche enorme.
Shikamaru no trae recuerdos encima, lo único que tiene es una cajetilla de cigarrillos nueva y el que recién desliza que no ha sido encendido aún. Él se queda por momentos mirando la roca y el agua de lluvia le pega los mechones al cuello.
—No hagas esto, tú no eres así de emocional.
Pero está complacida solo con verlo ahí. No hay nada que cambiaría de todos ellos, incluso, se siente un poco conmovida, el miedo a ser olvidada no pica con tanta fuerza hoy.
—Siempre dijiste que el cigarrillo me mataría. Aquí, lo dejaré durante siete días solo para complacerte. Supongo que viviré una semana más.
Una sonrisa discreta cruza por su rostro muerto y ya no es tan malo como parece estar de pie frente al improvisado memorial.
—Fea—Sai coloca una pequeña pintura.
Óleo sobre lienzo, es un pequeño retrato de su rostro. Hay mucho rosa, demasiado para parecer realmente realista, y no es una representación de alguna de sus vivencias, es algo que el mismo Sai ha saco de su memoria.
Sakura se halaga de hacer estado lo suficiente en su mente como para que una pintura tan linda saliese. Es tan nostálgica que puede verse reflejada y sentir la angustia del autor en el color, los trazos.
Sai es talentoso y es bonito sentirse su musa.
—No eras tan fea como te hice pensar—ella se aferra a su brazo delgado y pálido y casi puede sentir la piel mojada y fría.
Hoy sus lágrimas no son de tristeza.
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2 Días.
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Yugao aparece en su puerta, tiene los ojos cansados y los hombros caídos, pero aún hay una sonrisa picara en su boca cuando Kakashi la invita a entrar.
Y él le ofrece una bebida, y luego de unos tragos la tiene encima comiéndole la boca con el hambre de un hombre que no ha comido en meses, y tal vez así sea. Tiene hambre de contacto humano, de amor, de compasión, de perdón y redención. Y sabe que en ella puede encontrar un abrazo caliente, incluso cuando no son los brazos que desea.
Pero Kakashi piensa que, si cierra los ojos, y pone en blanco su mente puede darle un adiós apropiado a los placeres carnales antes de arder en el fuego infernal que le espera.
Yugao se desprende de la ropa con la facilidad de una mujer ágil y sensual. Y Kakashi bebe de su cuerpo, siente la piel caliente fundirse en él cuando la aprieta entre los brazos, y ella lo moja de su femineidad hasta la empuñadura e inician un vaivén frenético en busca de la ansiada liberación.
Pero entonces, con el recuerdo idílico y ficticio de Sakura, el sabor en su alma y en su lengua cambia, y cada vez que toca a Yugao para tratar de reconectarse con ella, intenta no pensar en lo que sabe que Sakura quiere para él, para que pueda seguir adelante con su vida o lo que ha tratado de hacerle creer a ella que hará. Es como una experiencia postraumática, como ver su cuerpo desde afuera, y ningún tipo de palabras sucias o dulzura y deseo desenfrenado, pueden ayudarlo a tener un orgasmo medio decente. Es como intentar sacar sangre de una roca. A menos que él piense en ella. A menos que cierre los ojos y piense en su piel y el aroma de su cabello.
No lo hace sentir mejor, porque si las cosas fuesen diferentes podría tenerla entre los brazos ahora mismo o cuando quiera, porque quiere, pero no puede, porque su destino se selló en el momento en ella cayó sobren sus propias rodillas ahogada en el mar de su propia sangre y fluidos.
Cuando la respiración de la mujer a su lado se ralentiza, Kakashi sale de su abrazo y baja las escaleras hasta la sala apagando las luces de por medio hasta que llega a la última lampara junto al librero del living. El libro que le ha dejado Sakura está sin abrir junto a la mesilla, y hay algo magnético que lo lleva hasta él, cuando siente que las rodillas se mueven rígidas hasta el rincón y las manos le pican por cogerlo.
―¿Quieres que lo lea, verdad?
Sakura lo mira desde el otro lado de la sala. No puede decir que se siente celosa o enojada por lo que acaba de escucharlo hacer, Kakashi es un hombre. Las necesidades carnales humanas superan los letargos del corazón, y no hay nada mas que ella quiera justo ahora, que verlo superar esto. Desde su cielo ―si es que llega a ir― quiere verlo ser feliz. Quiere ver la faceta humana de caridad y amor de Kakashi, incluso si no es con ella.
―No te lo hubiese dado si no quisiera que lo leyeras.
Algunas veces, cree que Kakashi de verdad puede verla, como si su olfato la buscara como un sabueso y viese su cuerpo intangible en blanco y negro.
―En caso de que estes aquí... Deberías hacerme ver tu presencia. Vamos, levanta una sabana sobre tu cabeza, que suenen cadenas o grilletes, despierta al vecindario.
―¿Se supone que debo reírme?
Pero no hay diversión en su voz, solo una expresión de culpa y tortura que sale de él como si fuese otra extensión de su cuerpo.
―Así tal vez todos sabrían que estas aquí, y sería más fácil soltarte y yo podría dejarte ir a donde perteneces.
Sus pensamientos apenas se demoran un tiempo en lo que dice, y mira el libro nostálgico, es solo el momento que se ha permitido bajar las defensas de nuevo, y luego su mirada cambia por completo y su mente vuela a otro lado. Sakura quisiera saber a dónde... Quizás a la investigación desordenada que tiene sobre la mesa, o a Yugao que aun duerme en su cama como una ninfa. Pero esta segura que no esta en ella.
Sakura es un globo abandonado que se aleja y Kakashi luce como el niño que empieza a resignarse por haberlo perdido. No tardará en encontrar un nuevo y emocionante juguete, y cuando crezca, la promesa del globo habrá desaparecido en el vacío de una mente, un recuerdo enterrado entre la trágica historia de su vida.
Ella conoce este sentimiento que empieza a brotar en su pecho, pero la situación es diferente, ahora ya no es una niña a la que todos van a dejar atrás, ahora la fuente de este sentimiento es nueva. Es el verdadero miedo a morir trepando por su garganta, quemándole las pestañas, hurgando bajo su piel como miles de parásitos.
―Creo que tienes razón―dice―. Si te desprendes de mi ahora todo sería mejor. Los sueños no son mas que trucos para que duermas bien, y dejes de llorar por las madrugadas. Y si durmieras con Yugao, no tendrías que soñar conmigo.
Le regala una sonrisa temblorosa que sabe que él nunca verá, y aprieta los puños a los costados para resistir el impulso de correr a él y enroscar las manos en su cuerpo. Así que espera, y espera, que él apague la última lampara y dé la vuelta porque se siente incapaz de separarse de él ahora que ya falta tan poco. Cuando lo siente muy cerca, cuando él amor y dolor que salen de él son casi tóxicos para ambos.
―No quiero romperte el corazón.
―¡Entonces vete, Sakura, vete de aquí y no vuelvas! ―grita con los dientes apretados.
Ella ya no está allí cuando Kakashi apaga la lampara y el eco de las palabras casi fantasmagóricas que le oyó decir le perfora los oídos.
―Ya está roto.
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1 Día.
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Los mejores lugares de Kohona están atiborrados de personas que beben y bailan al compás de música superflua. El centro de la ciudad se convierte en la meca de la alegre vida nocturna mientras los transeúntes y turistas se olvidan de sus tediosos trabajos o estresantes familias y se pierden en un mar de luces, música y alcohol.
Por eso, nadie nota cuando Kakashi sale de su casa bajo una ligera llovizna, rumbo al cementerio local. La noche cobija su silueta bajo un manto de oscuridad y la lluvia vuelve insonoro sus pasos deslizándose entre los tejados, aterrizando con un ruido seco sobre el empedrado.
El camposanto está en uno de los distritos más alejados y tranquilos de toda Konoha.
Cuando era niño, Kakashi escuchaba leyendas de cómo los muertos se levantaban de sus tumbas y paseaban entre las lápidas disfrutando de la soledad y la ingravidez que otorga el otro mundo. Si alguien decidía acercarse lo suficiente, ellos poseerían sus cuerpos, los convertirían en sus sirvientes, cuerpos de carne que despellejarían a bocados cuando ya no les sirvieran. Todo aquel que buscase en un cementerio por la noche se encontraría con las entrañas de aquellos que también creyeron ser valientes.
Pero Kakashi no espera encontrar las entrañas de nadie más ahí, está noche, cuando deja de llover y cruza las puertas de camposanto, sabe que el único que profanara la eternidad de quienes reposan allí es él. Entonces sigue el camino marcado con las encantadoras flores infernales hasta el granito nuevo de la lápida que reposa frente al cerezo.
"Sakura Haruno. Amorosa hija. Dedicada amiga."
"ADIOS NO ES PARA SIEMPRE. ADIOS NO ES EL FINAL".
A lo largo de su vida, Kakashi se ha convencido de hacer las más viles cosas que van contra su moral sin siquiera parpadear ante eso. Y ahora, mientras clava la pala en ella tierra húmeda, se pregunta si habrá redención para él. Si luego de traerla de vuelta podrá vagar por el mundo y seguirla hasta desaparecer tras el otro lado.
Nunca ha sido particularmente religioso, no ha seguido un ritual desde la muerte de su madre, no ha puesto una plegaria entre sus labios poco después que su padre se suicidara, pero siente la necesidad de pedir perdón ahora. Porque quiere, que quien sea que esté allí arriba, le permita verla con vida antes de partir; le permita disfrutar de volverse un ser etéreo para verla seguir con su vida. Quiere pedir que funcione, que lo que va a hacer sea suficiente.
—¿Que estás haciendo?
Siente los pasos moverse entre la hierba, las sandalias mojadas contra la tierra.
—Kakashi, ¿Qué. Estás. Haciendo? —la voz de Genma deja de ser un grito lejano hasta convertirse en una súplica temerosa.
Deja la pala medio hundida en la tierra y se gira para mirarlos por encima del hombro con una sonrisa:
—Un necesario trabajo de jardinería.
Genma y Gai comparten una mirada. Kakashi sabe que ellos no van a discutir con él, por lo menos no por sus frecuentes desapariciones dedicadas a evitarlos a ambos. Pero tampoco serán amables con él al encontrarlo desenterrando el cuerpo de Sakura.
Gai se apresura en un parpadeo y le arrebata la pala de las manos empujándolo lejos en el proceso.
La mirada que le da Kakashi es feroz. Es iracunda y temerosa curtiendo los rasgos juveniles en su rostro.
Genma da un paso cauteloso hacia él, sabe que Kakashi está un poco trastornado y lo ha dejado lidiar con su duelo del mejor modo posible, respetó su espacio más de una vez, se guardó sus comentarios para otras ocasiones. Él y Gai han estado ausentes la mayor parte del proceso porque así lo ha querido el mismo peliplata.
—Dame la pala, Gai, esto no es un juego. Dámela por las buenas antes que te la quite por las malas.
Los ojos le brillan intensamente y Genma se convence que el escalofrío que le traviesa el cuerpo es por el aire frio post llovizna y no por los ojos de su amigo.
—No hasta que me digas qué estás haciendo—exige la bestia verde.
—Ya te dije que voy a plantar algunas flores— responde. Se baja la máscara respirando profusamente y les da la sonrisa que siempre usa para despreciarlos. La que se supone que debe decir que todo está bien, como una burla silente, Genma está seguro que en este momento solo se está burlando de sí mismo.
Años atrás, luego de algunas muertes importantes, Genma y Gai hicieron un pacto silencioso del que nunca volvería a hablar pero mantendrían bien presente en su día a día: Harían cualquier cosa para mantener a Kakashi con ellos una vez que lo recuperarán de su oscuridad, sin embargo, dejar que Kakashi juegue con Sakura no entra dentro del pacto, ni siquiera es una opción.
—Se que estás herido, Kakashi—dice Gai—, pero no vamos a dejar que le faltes el respeto a Sakura— concluye con la mandíbula apretada.
—¡Eso no es lo que estoy tratando de hacer! —se pasa la mano por el cabello y mira entre ambos casi suplicante— Ustedes me conocen, ya deberían saberlo.
Si, ellos deberían saberlo, lo sabían ¿No? ¿Estaba Gai pensando lo mismo que Genma? Las señales estaban ahí. Kakashi, después de todo, nunca fue tan cauteloso en esconderse de aquellos que sabían buscar.
—Encontraste una manera de burlar a la muerte—Genma mira por encima del hombro de Kakashi, más atrás, dónde Gai cierra los ojos dolorosamente como si esperara el golpe—. Edo Tensei.
El peliplata mira casi avergonzado al piso, pero luego, cuando levanta la cara, sus amigos pueden ver los ojos ardiendo en esperanza. De pronto, Genma se siente tentado a creer que realmente hay una oportunidad de traer a Sakura de regreso, pero recordándose a sí mismo, que Kakashi es el desequilibrado y él y Gai son los lúcidos, debe seguir comportándose como tal.
Porque si la esperanza de Kakashi se derrumba, él debe estar listo para recoger los pedazos como han venido haciendo durante años, y por lo tanto, ambos deben mantenerse al margen.
—Encontré una sacerdotisa—dice encogiéndose de hombros—. Tengo el sacrificio, el chakra—sus dedos se flexionan sobre sí mismos—. Es más fácil de lo que creen.
—No me gusta eso del sacrificio.
La pala en la mano de Gai se tambalea.
—Solo falta su cuerpo, así que Gai, devuélveme la pala.
—No te la voy a dar.
Kakashi arremete contra Gai pero este logra esquivarlo.
—Dije que me dieras la maldita pala— repite, amenazándolo con solo una mirada.
Genma mira al cielo encapotado de una noche sin luna. Las decisiones arbitrarias siempre son más fáciles de tomar de lo que cualquiera creería.
—No es necesario que se la des, Gai—la mirada que comparten debe ser suficiente. Porque Gai lo mira con una calma que no ha tenido desde que Kakashi empezó a enloquecer con la muerte de la pelirosa—. Porque nosotros somos los que vamos a cavar.
Kakashi inclina la cabeza hacia un lado y luego mira entre ambos con la sospecha que solo un lobo puede tener.
—Vete, Kakashi. Nosotros desenterraremos a Sakura y nos reuniremos contigo en treinta minutos, donde sea que lo necesites—explica Gai.
—¿Y se supone que debo confiar que ustedes, tontos moralistas, van a desenterrar el cadáver de mi alumna solo porque yo se los pedí? —pregunta, sarcástico.
—No—la respuesta viene mucho más fácil para Genma—. Debes confiar que nosotros, tus hermanos, vamos a desenterrar el cadáver de tu alumna porque la amas.
Es lo que hace que Kakashi vacile al final, porque tal vez nunca ha escuchado esas palabras en voz alta, y se sacude como si aquellas fuesen un pecado peor del que están a punto de cometer.
Kakashi parpadea, tomando esa frase como si fuese una puñalada.
—Ya han pasado casi dos meses— dice Gai empezando a clavar la pala en la tierra.
—El cuerpo de Sakura debe estarse descomponiendo aún más rápido debido al abuso de chakra—Genma pone una mano en el hombro de Kakashi. No quiere que su amigo vea a la chica que ama así. Si el plan que Kakashi ideó para traerla de regreso falla, no quiere que esa sea la última imagen que tendrá de ella—. No necesitas verla.
Kakashi se aleja hasta la entrada del cementerio después de un silencio atónito, pero sus amigos pueden leer las palabras debajo de esa pausa. El agradecimiento está implícito.
Veintisiete minutos después, Genma se adentra en el bosque, con las manos en los bolsillos del pantalón manchado de lodo y fluidos nada higiénicos. Kakashi le ha dado explicitas instrucciones para llevar con calma su encargo hasta la puerta Torii más alejada de la aldea.
El pergamino de sellado pesa como una bola de plomo en su bolsillo, y mientras mas se adentra en la oscuridad, mas puede sentir el olor de la putrefacción y la muerte siguiendo cada uno de sus pasos.
Efectivamente el cuerpo de Sakura está en el estado de descomposición mas avanzado que le ha tocado ver. Es la primera vez que le ha tocado profanar una tumba, sus conocimientos solo van hasta que los entierra, pero ciertamente no espera menos.
La jovencita hermosa y enérgica que alguna vez fue, no es lo que vio dentro del féretro de madera de cerezo, en cambio, encontró una bolsa de carne con la cara destruida y gusanos saliendo entre sus cuencas oculares. El corte que tenía en pecho bullía y se movía debajo de sus ropajes como si aun tuviese un corazón cuando en realidad, Genma sabía que ahí debía estar algún nido de larvas agasajándose de su carne ennegrecida. Tenia la piel de las mejillas desprendidas del rostro cayendo a tajos cuando intentaron moverla y sus manos, que alguna vez habían sido tan tersas y mortales, ahora eran colgajos negros desprovistos de uñas.
Al posarla en el pergamino, casi sintieron sus órganos internos moverse como si de una bolsa desinflada se tratase mientras soltaba mechones rosas y llenos de lombrices.
Pensar en eso le hace estremecerse, casi puede sentir el rumor del viento como un regaño sobre su hombro y a medida que se acerca al lugar y percibe la energía de Kakashi mezclada con algo mucho mas poderoso que hace que su cabello ondee y la ropa se le sacuda, Genma le pide perdón a Sakura y se convence de que es lo correcto. Su cuerpo no merece ser alimento de lombrices, sus ojos jade no merecen volver a la tierra de la que se formaron. Pero incluso los Dioses podrían perdonarlo por el pecado que acaba de cometer.
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Kakashi patea la puerta de la cabaña solo por ser incapaz de tocar la madera y cruzar la línea de sal que divide la entrada del exterior. El aire apesta a cera de vela e incienso y es tan pesado que debe quitarse la mascara y jadear en busca de un poco de oxígeno.
La abuela esta en medio de la pequeña sala, sentada dentro de un circulo de velas blancas y sal mirando la puerta como si esperase que el mismo demonio la cruzase.
Hay un momento de silencio entre ambos, donde ella no dice una palabra y Kakashi no le pide la autorización para entrar, sin embargo, pasados unos segundos de tensión, la línea de granos fino se abre dejando un espacio para él.
Ella se aclara la garganta:―Colocala en su puesto y toma el tuyo.
Otros dos círculos se forman a sus lados y las velas se encienden de la nada cuando los ojos de la anciana voltean hacia atrás y quedan blancos como la nieve.
Kakashi coloca el pergamino en su sitio, y se sienta de piernas cruzadas en el otro circulo. Algo extraño pasa, siente las llamas moverse hacia él y hay un tirón en su chakra que le saca el aire de por medio.
En medio de los tres, hay un cuenco de madera con una de esas pequeñas raíces de mandrágora que parece un bebe muerto y al lado una simple vela roja encendida.
―Es hora―dice la anciana. Las llamas se elevan en ráfagas de aire―. Se fuerte, por favor.
De pronto, Kakashi se siente lívido, como si pesara menos que el aire, como si hubiera algo más grande que él que lo eleva de su cuerpo y bloquea su visión. Puede ver todo y ver nada, puede sentir todo y sentir nada. Es una abrumadora sensación de conocimiento, de poder, una puerta abierta de verdad tan grande al universo, que siente que exprime su cerebro y la sangre sale e a borbotones de la nariz y los ojos. A lo lejos, escucha gritos, el llanto de un niño, uñas en una pizarra el silbido de una hoja de metal contra la carne.
Ya no es Kakashi Hatake, el ser que se contorsiona en su lugar bajo los canticos de la sacerdotisa, es una masa de chakra y sangre que se vuelve nada entre las llamas.
Quiere preguntar qué esta pasando, por qué no puede respirar, por qué la anciana se seca en si sitio y el pergamino que contiene los restos de Sakura se hincha hasta reventar, y las flores se marchitan y las llamas consumen la mandrágora en chillidos de almas de niños.
Pero es demasiado mortal para él, y es expulsado con tal fuerza del círculo, que se estrella contra la pared entre cientos de campanas y cascabeles que suenan como sirenas en su cerebro. Casi puede escuchar a Sakura gritarle lo idiota que es, mientras es consumida por un fuego infernal. O es la abuela clamando su nombre con un grito desgarrador, o es él mismo gritando algún sinsentido.
Se arrastra entre sus huesos rotos hasta el centro del lugar y lucha por comprender la escena delante de sus ojos: La abuela está llena de varices negras en la cara y cuello, en un trance espiritual y hay ríos de sangre bajando de sus ojos blancos, el cabello incendiándose en llamas rojas; la esta raíz inquieta, llena de vida, apunto de consumirse. Y el pergamino bullendo en luces blancas.
Y es entonces, mientras el fuego se convierte en liquido en su sangre, que sabe que debe hacerlo, que es hora del sacrificio antes de que su chakra termine por drenarse.
Toma el tantõ que aún tiene atado en la cintura, y se perfora el abdomen moviendo la hoja de un lado a otro hasta que ve sus propias entrañas esparcidas sobre sus piernas y entonces todo se vuelve negro. La muerte nunca se sintió tan bien.
-o-
Ha tenido este sueño antes. Acerca de un vacío negro infinito y una fogata ardiendo en su vastedad. Esta vez no está su padre esperando, esta vez solo hay silencio y soledad, y supone que esta debe ser la muerte verdadera.
Sin dolor, sin abandono. Kakashi se pregunta si esto es lo que verá siempre, si esto es algún tipo de infierno personal que debe atravesar para encontrar paz.
No sería suficiente, piensa, la definición de paz ha cambiado desde que conoce a Sakura, y la definición de infierno también es diferente. Pero antes de que pueda reflexionar una respuesta, algo tira de él con fuerza, y la fogata a su alrededor se vuelve borrosa y se desmorona. Camina hacia aquella fuerza que le hala, y al único sonido claro que parece escuchar: un latido errático. Sus manos se encuentran con una puerta y giran el pomo. Cuando la puerta se abre, Kakashi despierta y se encuentra mirando el techo impoluto de su habitación.
―¿Funcionó? ―se pregunta, tocando su abdomen, con una sonrisa brotando se sus labios resecos y casi siente ganas de gritar―. Tú tenías que vivir, Sakura, no yo.
Extrañamente, estar muerto se siente como estar vivir, y es ahí cuando la revelación lo golpea tan dolorosamente que no sabe cómo es que no se hunde más en la cama, cómo es que la cara no se le cae a tajos de la vergüenza.
Las luces de las farolas de la calle se cuelan por la ventana y ahí, en la mesita de noche, el reloj dice que faltan treinta minutos para la media noche del día siguiente, dándose cuenta que ha estado fuera de combate durante 24 horas completas.
―¡No, no, no! ―grita y muerde las almohadas y golpea todo lo que tiene por delante en un vano esfuerzo de herir algo dentro de sí, algo que no puede alcanzar con las manos desnudas.
Los libros en la biblioteca caen, los espejos se rompen, Kakashi siente la necesidad de destrozar todo lo que le rodea, de volverse nada, de fragmentarse y arder en miles de pedazo junto a sus esperanzas rasgadas.
Está de rodillas, sentado sobre sus talones, mirando su reflejo en los trozos de cerámica cuando un toque demasiado insistente para ignorar, lo saca de su trance.
―¡Kakashi, por favor abre la puerta! ¡Por favor! ―huele la sal de sus lágrimas, el llanto desesperado y saborea su dolor.
Yugao se abalanza sobre él cuando abre la puerta y son sus familiares ojos verde jade muy brillantes lo que lo deja que se aferre a él, y le permite colgarse de su cuerpo como una joya, como un zarcillo. Sakura, en su cuerpo o en otro, siempre fue demasiado mujer para él.
Ella entierra la nariz y aspira de su pecho, derritiéndose en él, llevando ambos cuerpos al suelo en una amalgama de abrazos.
―Lo siento―ofrece Kakashi, débilmente―. Debí hacer más por ti, lo siento tanto.
Tiene algo de lo que estar agradecido en la tragedia, al menos tiene unos minutos para volver a hablarle, para ver sus ojos verdes, y sentir que la puede amar efímeramente.
Ella los separa y coloca sus manos en los hombros del hombre manteniéndolo en su lugar. En la mirada de Sakura hay algo más que tristeza y anhelo, hay una felicidad implícita que él no logra comprender, hay tanto amor que ojalá pudiese vivir de él. Y hay perdón, por lo que sea que él ha hecho.
―Dile a Naruto que lo siento mucho, que siempre quise verlo ser el mejor Hokage de la historia. Dile a-
―¿Esto es todo? ¿Sin prórroga ni créditos finales? ―su propia voz es extraña, temerosa y quebrada.
Sakura niega lentamente y su sonrisa es la más linda que le ha visto lucir alguna vez: ―Dile a Ino que ella es la flor más hermosa que tiene la Konoha-
―¡Basta! Sé a donde va esto, no te despidas...
―No dejes que se le suba a la cabeza...―continúa con una risa ahogada, su voz desvaneciendo hasta un lugar donde él no puede llegar―. Y a Sai le dices que ser su musa fue tan hermoso... ¡No le digas nada a mi familia! No quiero lastimarlos más.
Kakashi la atrae hacia él, tan cerca que no puede ver nada mas que sus ojos verdes. Se suponía que enamorarse debía ser hermoso, que ella merecía levantarse cada mañana con la caricia de un amante, e irse a dormir cada noche con un abrazo amoroso.
―No se suponía que fuera así― su voz se siente tan fina, como si le estuviesen cortando las cuerdas vocales con un hojilla de papel―. ¡No quiero dejarte ir!
―Y tú... ―no hay palabras para eso. Solo una sonrisa triste pero genuina―. Llega tarde por dormir un poco más, lee otra cosa que no sean esos libros. ¡Sal y diviértete! ¡Enamórate! ¡Llena esta casa de pequeños diablillos de pelo plateado! Vive tu vida bien, por ambos.
―No me hagas esto... ―la atrae de nuevo a su abrazo como si su suplica pudiera detenerlo, como si la vida o la muerte se detuvieran para alguien―. No te vayas, por favor, no me dejes...
―Lo siento, Kakashi. Tal vez, en otra vida...
Sakura quiere meterse bajo la piel de Kakashi, y quedarse ahí. Y hacerle promesas de amor, pero el tiempo se ha acabado, lo sabe con un dolor en el pecho que se extiende en una ola de calor. Ya no le importa, porque lo último que vio antes de partir, es a Kakashi abrazándola como si fuese lo que más le ha importado en esta vida.
―¡Te encontraré! En otra vida te encontraré ―Kakashi la toma por los hombros sacudiéndola con fuerza sobre sí misma, desesperado por despertarse de cualquier sueño amargo―porque te amo, ¿entiendes? Sakura Haruno, tu-
―¡Kakashi, Kakashi! ―Yugao lo mira con los ojos oscuros muy abiertos mientras él la tiene inmovilizada por los hombros, jadeante y nerviosa como si acaba de absorber la realidad― ¡Se ha ido, Kakashi!
Kakashi parpadea atónito, sus manos están aferradas con demasiada fuerza y están muy rígidas para soltarlas con facilidad, pero Yugao lucha con delicadeza por liberarse, en espera de que él se recomponga.
―Se ha ido, Kakashi―dice suavemente dejando que él absorba con más fuerza sus palabras.
Se arrastra hacia arriba, sin fuerzas y ni siquiera tiene la decencia de mirar a la mujer, solo puede ver un punto indefinido dentro de su propia casa, desequilibrado, es una hoja en el viento, que se arrastra lejos del árbol mientras perece fácilmente.
Y se siente ingrávido de nuevo, mientras las lágrimas recorren su rostro, sin lavar su dolor. Las rodillas le tiemblan, apunto de desplomarse, incapaces de soportar el peso de sus esperanzas rotas.
A través de la ventana rota, puede escuchar el rumor del viento llevándose su última promesa: Yo te encontraré primero...
-o-
Fin
Playlist: The Night We Met de Lord Huron, y Hold On de Chord Overstreed.
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Por favor, no me odien demasiado.
Yo sé, de verdad que lo sé, que este no es el final que ustedes esperaban. Sin embargo, es el que yo tenia planeado desde el momento en que concebí este fic. Así que si quedaron curiosos o inconformes... Dejen sus opiniones aquí, y luego váyanse al epilogo, para atar algunos cabos sueltos y en la nota de autora les voy a dejar una sorpresita.
Muchas gracias a los que apoyaron esta historia, votaron, la compartieron, la comentaron y le hicieron publicidad. Estoy eternamente agradecida con todos los KakaSaku shippers, y con toda la comunidad Naruto en general. ¡Que felicidad tener otro fic más con ustedes!
