¡Hey! Les dije que volvería :)
Si no saco esto de mi cabeza no me dejará en paz, así que aquí me tienen. Nuevo proyecto. Este fic está muy enfocado en lo que es el punk y la cultura del rock underground, por eso estaré mencionado una cantidad absurda de bandas, algunas súper conocidas, muchas no tanto (Hipster OP), pero sin duda será algo bastante cool. Intentaré actualizar regularmente, siempre que el trabajo lo permita. ¡Gracias por acompañarme en este nuevo comienzo!
Capítulo 1: Encuentro.
La euforia invadía su ser a ráfagas, mientras sonreía al inmenso público que se había congregado, como diminutas hormigas, a escuchar sus canciones. Podía oír los vítores de sus seguidores, quiénes alzaban sus puños gritando una y otra vez el nombre de la banda que en esos momentos invadía el escenario principal, en una sola voz que crecía más y más.
- ¡Riot Force! ¡Riot Force! ¡Riot Force!
Alzó la mano y su público quedó sumido en un silencio absoluto.
Era su momento.
Sostuvo su bajo con fuerza, preparándose para tocar mientras se enfocaba en el tenue sonido del choque de las baquetas marcando el ritmo.
Clap, clap, clap, clap
- ¡Fate!
Despertó de un salto, asustada por el súbito grito que le lanzaba su compañera de piso desde el otro lado de la puerta. Dejó escapar un suspiro, mientras se dejaba caer otra vez sobre su almohada, con una de sus canciones favoritas de Team Dresch sonando desde su celular, a modo de alarma.
Tenía que cambiar de tono de alarma por algo que no la hiciera soñar que estaba dando un concierto, o si no cada día se le dificultaría más levantarse.
En comparación con sus días en la universidad, y la mierda que a veces debía soportar de los niñatos tontos que hacían el intento de estudiar allí, sin duda el quedarse en su cama soñando que su banda daba un mega concierto era una idea bastante tentadora. Si no fuese porque en verdad le gustaba estudiar, y porque sabía que debía de tener algún plan b por si acaso no lograba alcanzar sus metas, se hubiese envuelto nuevamente con las sábanas.
Pero se le hacía tarde.
Bostezó quedadamente, mientras que intentaba alcanzar su teléfono celular con una mano. Cuando la pantalla de su teléfono celular se iluminó, y se dio cuenta que apenas tenía veinte minutos para salir de su casa si quería llegar a tiempo a la primera clase, saltó de la cama por segunda vez en el día, para dirigirse como una bala al baño.
Luego de cepillarse los dientes y tomar un baño rápido se dirigió al closet. Unos jeans negros, una camiseta gris y una chamarra de cuero negra completaron el atuendo rápidamente escogido para el día, mientras reafirmaba su actitud rebelde calzándose sus viejas botas militares que cuidadosamente había pulido el día anterior. Tomó una pañoleta a cuadros de las tantas que tenía y se la anudó desenfadadamente en el cuello, en un nudo ligero no tan complicado de desatar.
Se dio un último vistazo en el espejo.
El largo cabello rubio caía por su espalda, como una cascada dorada que parecía no tener fin. Sus ojos borgoña hacían juego con la pañoleta, y aplicándose una delgada capa de maquillaje logró resaltar un poco más su brillo.
No se veía tan mal.
Salió de su habitación justo en el momento en el que su compañera de piso colocaba un plato de tostadas en el pequeño mesón que se encontraba junto a la cocina. Chocaron puños mientras Fate tomaba asiento junto a ella y tomaba una tostada, consciente de que ya habían pasado diez de sus veinte preciados minutos.
- Pensaba que no te levantarías nunca – dijo su compañera, mientras untaba un par de tostadas con mermelada.
- Venga Reinforce, estaba teniendo el mejor sueño de toda mi vida – se defendió Fate, mientras apuraba su tostada.
- Dejame adivinar – dijo Reinforce, haciendo una pausa para tragar - ¿Estabamos tocando?
- En el concierto más grande que te hayas podido imaginar – afirmó Fate, con una sonrisa de oreja a oreja mientras tomaba otra tostada.
- Me parece que vas a tener que dejar de poner una canción como tono de alarma. Cada vez es más difícil levantarte - se quejó Reinforce, dejando escapar un suspiro – Si me terminaba el desayuno y no te habías levantado iba a tener que romper tu puerta a golpes.
- Exagerada – murmuró Fate, mirándola con cara de pocos amigos.
- Solo soy realista – se excusó Reinforce, encogiéndose de hombros.
- Exagerada – repitió Fate, golpeándola suavemente en el hombro.
Soltó una carcajada cuando Reinforce intentó pellizcarla en el brazo sin mucho éxito. Siguieron entre risas un rato más hasta que se fijó en la hora y casi se atraganta con los restos de tostadas. Se encargó de fregar los platos mientras Reinforce guardaba la mermelada nuevamente en el refrigerador, y un par de minutos después se encontraban saliendo del edificio, patinando velozmente por las calles de la ciudad.
A su lado iba Reinforce. Su compañera de cuarto, baterista de su banda y mejor amiga hasta que la muerte las separara. Había conocido a la belleza peliplateada que patinaba a su lado cuando iba a la secundaria, y no tenía nada mejor que hacer que andar con la nariz metida entre sus libros, ajena a aquellos niños que empezaban a hacerse ojitos los unos a los otros producto de su recién descubrimiento hormonal. Reinforce apenas se había mudado a la ciudad y parecía tener problemas para relacionarse con sus demás compañeros de clase, por lo que tendía a sentarse en los recesos bastante apartada de los demás, escuchando música con un viejo discman.
Pasaron un par de meses de ese curso escolar con esa misma rutina, hasta que Reinforce se sentó lo suficientemente cerca de Fate como para que la rubia alcanzara a darse cuenta de que la caratula del CD que sobresalía del bolso de la otra chica era una de Sum 41.
Fate se acercó, hablaron de sus bandas favoritas y desde ese momento fueron inseparables.
Ya habían pasado varios años desde aquella vez, y ambas habían cambiado mucho. Reinforce seguía siendo bastante tímida, pero ya no se le hacía tan difícil interactuar con los demás, y había llegado a hacer muchas amistades gracias a su carácter amable y gentil… Que cambiaba totalmente cuando le ponías unas baquetas en las manos.
En la batería Reinforce era una bestia.
Por otro lado, Fate se había convertido en un ser increíblemente sociable. Aprendió a tocar el bajo, y su talento para la composición era grande. A veces podía parecer un poco ruda, pero a las chicas eso parecía no importarles mucho, o al menos eso era lo que escuchaba entre su círculo de amistades. Sin embargo, no podía evitar sentirse como una grandísima mentirosa.
En el fondo todavía se sentía como aquella niña que se escondía tras sus libros. Sus únicos momentos de libertad eran aquellos minutos que pasaba sobre el escenario, la liberación absoluta. Entre aquella explosión de decibeles podía mostrar su debilidad, sus miedos, sus esperanzas, podía ser real, enteramente real.
Y podía sentirse amada.
Pero no era momento de pensar en esas tonterías.
Mientras se enfocaba por disfrutar el momento. Esos pocos minutos antes de llegar a clases en los que podían andar libremente en patineta con el viento azotando sus cabellos, cruzando calles no tan transitadas y esquivando ágilmente baches mientras la ciudad se despertaba tras ellas. Sintiendo poco a poco el calor del sol en sus mejillas y el dolor de sus pulmones al expandirse para atrapar las bocanadas de aire que con dificultad alcanzaba también se sentía libre.
Cuando llegaron a la universidad las piernas le dolían del esfuerzo por patinar más rápido, pero su reloj le confirmó que había valido la pena. El dolor fue desvaneciéndose poco a poco, mientras avanzaba por el inmenso portal de entrada del campus, un imponente arco con las siglas de la universidad dándole la bienvenida.
TSAB. El conocimiento es nuestra arma. Alimentando a las almas ávidas de saber… Y acogiendo a niños tontos con aire en la cabeza que pueden costear varias veces la cara matrícula.
Aun se sorprendía al darse cuenta de las personalidades tan dispares que podían encontrarse estudiando una de las múltiples cátedras que impartía esa universidad. Estaban los cerebritos estudiosos que montaban su guarida en los lugares más silenciosos de la biblioteca o en los laboratorios de ingeniería, los paz y amor de filosofía y artes, que parecían irradiar luz a distancia, y también los entusiastas de hierbas naturales que se escondían detrás de la facultad de artes a enrollar papelitos y convertirse en chimeneas. Había algunos que intentaban no socializar mucho con la gente del campus, y otros más normales que estudiaban con el sueño de graduarse, conseguir un buen trabajo, casarse, comprar una casa, tener hijos o comprarse un perro.
Típico sueño americano que escondía tras una cortina de pseudo felicidad el hecho de que te obligaba a pasar casi todas las horas de los mejores años de tu vida sentado frente a una computadora, atendiendo llamadas estúpidas y minimizando tu individualidad tanto que terminabas desayunando a los cinco años en tu casa con una gran taza de café en la que se marcaba, de una forma bastante exagerada y representativa, la empresa por la que te morirías del estrés en los próximos veinte años.
Dios, definitivamente no podía con eso.
Y aunque no compartía esa visión, igual se llevaba bien con todos. O bueno, con casi todos.
Los niños mimados sin duda le sacaban canas donde debería de haber solo cabello rubio.
Evitaba decirles niños ricos porque ella también tenía una cuantiosa reserva de fondos de la cual no hacía alarde, y, por supuesto, no aparentaba. Además, había conocido bastantes personas que vivían muy cómodamente a nivel económico, y sin duda eran personas amables y de bastante moral. No como los niños mimados.
Niños mimados. Ese selecto grupo de seres que solo por el hecho de ser hijos de gente influente, futuros herederos de importantes emporios y familia directa de las manos que controlaban grandes cadenas de comercialización, creían que tenía un derecho natural de humillar y someter a todos aquellos mortales que osaran cruzarse en su campo visual.
Ese tipo de gente la sacaba de sus casillas. Y la actitud anárquica de Fate los sacaba a ellos de sus casillas. Básicamente estaban a mano.
Intentó no pensar en ellos mientras chocaba los cinco con un grupo de chicos que se encontraban sentados en uno de los árboles cercanos a la entrada. Avanzó entre la gente saludando junto a Reinforce a sus conocidos, o, si era sincera, a todos aquellos que levantaban la mano para saludarla. Había visto tantas caras entre compañeros de la universidad, amigos de sus compañeros de la universidad, gente random que acudía a sus conciertos y otro lote de gente random que iba al bar que era imposible para ella recordar todas las caras.
Pero un saludo no se le negaba a nadie. En algún momento los recordaría, o coincidiría con ellos otra vez.
Reinforce se despidió al llegar a la intersección hacia la facultad de ingeniería, por lo que retomo sola su rumbo por el pasillo contrario, apurando el paso para llegar a tiempo a la primera clase.
Se distrajo solo un momento mientras veía la hora en uno de los relojes de la pared, sin dejar de caminar, cuando un fuerte golpe la hizo caer hacia atrás. Alzó la vista solo para confirmar que su día se había convertido oficialmente en una mierda.
- ¡Pero miren a quién tenemos aquí! – dijo una voz molestamente conocida - ¡Nuestra amiga Testarossa!
Sus ojos borgoñas se posaron solo un microsegundo en las verdes esmeraldas que la miraban burlonamente, y tuvo que apretar los puños para evitar levantarse y romperle la nariz de un golpe. Ante ella se desplegaba el prototipo de macho alfa con dinero que todos los papás querían para sus hijas… Solo hasta darse cuenta de cómo era el susodicho en realidad.
Digno representante de los niños mimados, hijo del presidente fundador del consorcio de constructoras más importante del país, estudiante de derecho y un completo patán. Yunno Scrya en persona. Su enemigo jurado que, por supuesto, nunca iba solo.
Sus ojos repasaron rápidamente a los acompañantes del chico rubio. Junto a él estaba un delgado pero atractivo muchacho de largo cabello teñido de verde llamado Verossa, hijo del alcalde de la ciudad, es decir, un intocable en potencia. Tras ellos iba Quatro Scagliati, una irritante chica hija de un reconocido médico cuya atorrante risa se podía escuchar a kilómetros, y Fate sintió un puñetazo en el estómago cuando vio que junto a Quatro estaba Une Scagliati, la hija inteligente de la familia… Y la ex novia de Fate.
¿O quizá debía decir la chica que hizo que su confianza hacia los demás terminara de reducirse a números negativos?
Sin embargo, sus ojos se detuvieron un momento más al percatarse de una acompañante completamente desconocida para ella.
Mirando la escena extrañada junto a Yunno se encontraba una chica preciosa, con una larga cabellera cobriza atada hábilmente en una cola alta de medio lado, figura de infarto y los ojos más hermosos que había visto en su vida.
¿Violetas? Parecían más bien púrpuras, o quizá de una tonalidad extraña de azul.
Vaya desperdicio. No podía creer que una chica tan bonita como ella pudiera estar junto a semejantes seres. Quizá solo se tratara de belleza física, y la chica fuese una completa idiota como sus amigos, pero joder, esos ojazos.
- ¡Qué sorpresa verte por aquí! – continuó Yunno, con una risita – Pensaba que por fin te habías cansado de venir a la universidad y te habías quedando haciendo malabares en los semáforos.
- Algunos si venimos a la universidad a estudiar – respondió fríamente Fate, mirándolo con cara de pocos amigos – No como otros.
- Yo iba a eso, hasta que me tropecé con una… Piedra – refutó Yunno, con una sonrisa hipócrita.
Sin duda esa sonrisa le quedaría mejor con un par de dientes menos.
- En fin, por el bien de mi mañana perdonaré la interrupción – culminó Yunno, haciéndose a un lado.
Entre risitas Fate lo vio alejarse del lugar. Aún estaba en el suelo, y empezaba a incomodarle la posición en la que estaba, pero sus ojos seguían fijos en la trayectoria del grupo, mientras intentaba calmar esa fuerza interna que la hacía querer levantarse a perseguir al estúpido presumido de Yunno.
Y de pronto, la chica nueva se giró hacia ella, y sus ojos hicieron contacto nuevamente por una fracción de segundo. Esos hermosos ojos de color indescifrable en los que no logró ver ni un ápice de burla, pero si alcanzó a percibir una ligera disculpa sincera.
Estaba imaginándose cosas. Eso pasaba mucho cuando estudiabas letras, y de todo podías sacar un poema o una historia. Pero a pesar de todo se quedó allí sentada un rato más, negándose a recuperar el sentido del tiempo, mirando como el grupo se perdía entre el mar de personas apuradas por llegar a sus aulas.
Quizá la próxima vez que volviera a encontrarse con esa chica ambas desviarían la mirada. Pronto era probable que la viera desde lejos reírse de alguno de los chistes de Yunno, o de alguno de sus comentarios mordaces hacia Fate, y entonces ya esos ojos no le parecerían tan bonitos.
Pero esa simple duda hacía que empezara a desear encontrarse con ella otra vez.
