¡Hey! :)

No se imaginan cuánto los extrañaba. En verdad. Les mando un super abrazo cibernético. Parece que este capítulo salio un poco antes de lo que esperaba. Posiblemente esta historia tenga más capítulos desde el punto de vista de Nanoha que en Eres Mi Enfermedad, pero igual no les prometo nada. ¡Gracias por estar allí! :)

Capítulo 2: Comienzo.

El sonido del despertador taladró sus oídos tanto que le fue imposible seguir ignorándolo. Sacó una mano del gran bulto de suaves sábanas bajo el que se escondía y le dio un golpecito, atinando a la primera al botón que detenía el sonido. Se quedó un momento más allí, en la comodidad de su cama, antes de soltar un largo suspiro y levantarse.

Apenas llevaba una semana en la ciudad y aún no se había acostumbrado a su nueva rutina. Arrastró sus pies hasta la sala de baño, en donde se despojó perezosamente de la ropa y se metió en la regadera, contando hasta tres antes de abrir de golpe la llave del agua fría.

Reprimió un pequeño grito al sentir el primer contacto de las finas gotas de agua sobre su piel, que, a esa hora del día, parecían más bien millones de agujas clavándose despiadadamente sobre toda su humanidad. Odiaba hacerlo, pero era la única manera de espabilarse para afrontar el día que se le avecinaba. Tan solo de pensar en eso sentía nuevamente un nudo en la garganta.

Se quedó un par de minutos más bajo la regadera, hasta estar segura de encontrarse completamente despierta. Temblando de frío cerró la llave que daba paso a la tortura china a la que se había sometido y se envolvió en una toalla, deteniéndose frente al lavabo para lavarse los dientes y evaluar su aspecto.

Unos vivos ojos púrpura le devolvieron la mirada, con unas notables bolsitas bajo ellos producto de quedarse despierta hasta tarde. Tenía que hacerlas desaparecer antes de bajar a desayunar. Si era que llegaba al comedor a tiempo.

Mientras se dirigía al closet rogaba que su padre comprendiera su tardanza. No había tenido una semana fácil. Apenas el lunes pasado estaba en Londres pensando en renovar su matrícula en la escuela de idiomas para mejorar su inglés cuando su madre la llamó, indicándole que su padre había concretado unos buenos negocios en su ciudad natal, y que si regresaba a casa aún estaría a tiempo de inscribirse en la universidad.

Ella se quedaría en Berlín por negocios. Realmente la extrañaba. Hacía más de un año que no pasaban tiempo juntas, desde que tuvo que mudarse de Tokio a Londres para poder mejorar su dominio del inglés, pero, como decía su madre, todo era por el bien de la familia. Momoko Takamachi era la mano detrás de Takamachi Co, uno gran emporio de comunicaciones que se extendía lenta pero firmemente a nivel mundial, motivado a su buena estrategia de negocios, trabajo duro y confiabilidad. Momoko, había tomado la directriz de la pequeña radio que manejaba su familia un poco antes de salir de la universidad y, desde ese momento, todo había subido como la espuma.

Junto a Shiro, su esposo y el otro pilar importante de Takamachi Co. lo había hecho posible con constancia y dedicación. Por supuesto, todo tenía sus sacrificios. Las continuas variantes en la forma de hacer negocios, la pesca de oportunidades y el trabajo duro que representaba mantener funcionando correctamente una empresa de esa magnitud afectaban de sobremanera el tiempo que podían pasar juntos como familia. Por eso paso muchos cumpleaños escuchando la voz de sus padres en la lejanía, desde la bocina de un teléfono celular, y a duras penas se adaptó a los continuos cambios de escuela que mermaban su capacidad de hacer amistades duraderas. El cambio de esa semana era uno de los tantos que había enfrentado durante su vida.

Sin embargo esta vez sería diferente. O al menos eso era lo que le había prometido su madre. Desde hace mucho tiempo la idea de ir a la universidad la tentaba, pero después de un año en Berlín y otro año en Londres dudaba ser capaz de permanecer al menos cuatro años en un mismo lugar.

Siempre existían las universidades a distancia, pero eso no era lo que quería. Quería sentir la emoción de entrar al campus y encontrarse con un montón de gente diferente, y verlos tantos días seguidos que al final terminara por saludarlos sin saber sus nombres. Quería sentir el fastidio que sentían muchos cuando se daban cuenta de que habían tomado la clase más difícil con el profesor más aburrido de toda la universidad, y reunirse con sus compañeros bajo las sombras de los árboles en sus ratos libres, quejándose por todo y sin hacer nada para mejorarlo.

Por Dios, quería tener aunque sea una vida universitaria normal. Como una persona común, no como la heredera de una de las empresas más grandes del país.

Y su madre le había cumplido el sueño. O al menos eso era lo que le había prometido. Si Momoko cumplía su promesa ella no tendría que volver a mudarse de un lado para otro mientras estuviese en la universidad, e incluso, una vez graduada podía quedarse allí si así lo quería, encargándose de la filial de Takamachi Co. de la zona, a manera de entrenamiento, mientras su padres seguían expandiendo sus negocios.

De solo pensar en la universidad volvía a sentir ese nudo de emoción en su garganta. Hoy sería su primer día, a pesar de que las clases ya llevaban una semana de haber empezado. Esperaba no sentirse tan fuera de lugar mientras se adaptaba, y sobre todo esperaba no fallar en sus clases. No podía decepcionar a su madre después de lo que le estaba regalando.

Verificó la hora en su reloj despertador, antes de dirigirse al closet para sacar el outfit que había escogido el día anterior. Combinó sus pantalones al tobillo grises con unos zapatos Oxford un poco más claros, con una camisa blanca que le quedaba un poco holgada. Ató su cabello en una coleta alta mientras resaltaba sus ojos y ocultaba sus ojeras detrás de un poco de maquillaje. Luego de ponerse un poco de brillo en los labios tomó su bolso y salió de su habitación camino al comedor, dándose antes el visto bueno frente al gran espejo de tamaño completo que reposaba junto al closet.

Seguro se robaría la mirada de más de una chica, o al menos eso era lo que esperaba.

Bajó las escaleras rápidamente, mientras saludaba cortésmente al personal de servicio que se cruzaba en su camino. Entró al comedor justo a tiempo para tomar asiento antes de que su padre empezara a desayunar.

- Pensaba que se te habían pegado las sábanas –comentó Shiro, a modo de broma.

- Lo siento padre – se excusó apenada – Intentaré estar a tiempo la próxima vez.

- Nanoha, querida, no tienes de que preocuparte – la tranquilizó Shiro, mientras probaba su desayuno – Al fin y al cabo, no todos los días se empieza en la universidad.

El comentario de su padre le sacó una sonrisa. Aprovechó para servirse rápidamente en el plato un poco de huevos revueltos y un par de tostadas, rellenando luego su vaso con jugo de naranja recién exprimido para comenzar a desayunar. Apuró su desayuno mientras escuchaba una charla trivial de su padre, entretenido con las noticias del día, e intentó más atención a eso que a sus repentinos nervios.

Justo antes de levantarse de la mesa, luego de pedir permiso, su padre la detuvo un momento.

- Nanoha, hablé con Yuuno esta mañana.

- ¿Yuuno? – preguntó Nanoha extrañada - ¿Yuuno Scrya?

- Si, ese mismo – afirmó Shiro, tomando lentamente de su taza de café.

- ¿Qué tal está? Tengo mucho tiempo que no sé nada de el - Comentó Nanoha.

- Bueno, puedes alegrarte. Casualmente Yuuno asiste a la misma universidad que tú.

- ¿También estudia administración? – preguntó Nanoha, con curiosidad.

- No – negó Shiro, con una sonrisa – Estudia derecho. Está muy cerca de graduarse. Creo que le faltan un par de años.

- Bueno, él siempre fue muy inteligente – agregó Nanoha – Seguro no ha tenido problemas con su carrera.

- Yuuno no sabía que estabas acá otra vez. Cuando le dije que ibas a la TSAB se ofreció a llevarte. Él también tiene clases hoy a primera hora, como tú, así que pensé que sería buena idea de que fueras hoy a la universidad con él. Debe de estar por venir. ¿No tienes problema con eso?

- No, para nada – contestó Nanoha con una sonrisa – Hace mucho tiempo que no lo veo, sin duda será bueno hablar con él.

Su conversación fue interrumpida por uno de los mayordomos, que se acercó cautelosamente a su padre y le susurró unas cuantas palabras al oído, dirigiéndose al terminar en dirección a la misma puerta por la que había entrado.

- Bien Nanoha, Yuuno ya está esperando afuera. Deberías ponerte en camino si no quieres llegar tarde en tu primer día.

- Vale papá. Que tengas un buen día – le dijo Nanoha, mientras se levantaba del asiento y le daba un rápido abrazo a su padre, tomando la misma puerta de salida que utilizó el mayordomo.

Al salir, la fría brisa golpeó sus mejillas. Recostado de un lujoso Audi gris se encontraba un chico alto, con el cabello rubio amarrado en una pequeña coleta. Sus ray ban aviadores impedían que Nanoha se encontrara con los ojos verdes de su amigo de infancia, pero la cobriza sabía que bajo toda esa ropa cara se encontraba el mismo chico tímido con el que había hecho amistad años atrás.

El rubio la estrechó en un fuerte abrazo, para luego separarse de ella y admirarla.

- ¡Vaya Nanoha! ¡Pero qué guapa estás! – exclamó Yuuno, silbando - ¿Qué hiciste todos estos años que tengo sin verte?

- Parece que viajar por el mundo me sentó bastante bien – comentó Nanoha entre risas, abriendo la puerta del copiloto antes de que Yuuno pudiera acercarse a abrirla.

- ¿No me dejas ser un caballero contigo ni siquiera porque tengo tanto tiempo sin verte? – preguntó Yunno, sonriendo.

- Venga Yuuno, sabes que eso no va conmigo. Ahora sube al auto. No quiero llegar tarde en mi primer día.

- Como ordene, hermosa dama – contestó Yuuno, dándole una galante reverencia antes de darle la vuelta al auto y tomar asiento frente al volante.

El viaje fue bastante tranquilo, considerando que en auto tampoco era un trayecto tan largo, y que Yuuno estaba manejando con bastante prudencia. Aprovecharon para ponerse al día con los eventos acontecidos durante todo el tiempo que pasaron sin verse. Yunno le contó de la empresa familiar, y de su reciente incursión en la inversión en la bolsa de valores, mientras que Nanoha le hablaba de los sitios que había visitado en sus cortas estancias en Berlín y Londres.

Yuuno aprovechó para comentarle que la próxima vez podían visitar esos sitios juntos, tal vez para las vacaciones de verano. Nanoha le contestó que no tenía intenciones de visitar esos sitios pronto, pero que si quería podía imprimir una de las tantas fotos que tomó y regalársela como postal de navidad.

Sin duda alguna no pensaba pasar sus vacaciones de verano viajando por sitios románticos con uno de sus mejores amigos.

No logró evitar que Yuuno bajara rápidamente del auto a abrirle la puerta una vez se encontraban en el aparcamiento del campus, pero eso no le importó mucho. Estaba tan emocionada de estar dentro de la universidad que lo que quería era pellizcarse para ver si todo eso era real. Hasta el aire que respiraba se sentía completamente distinto a los fríos vientos de Londres.

Yuuno la invitó a seguirlo, intentando tomar su mano la cuál esquivó hábilmente. Aún se le dificultaba ser más abierta en lo que al contacto físico se refería, y quería evitar en todo lo posible sentirse incómoda en su pequeña definición de paraíso. El rubio pareció ignorar el movimiento de Nanoha, y se ofreció, luego de ver el horario de la cobriza, a llevarla hasta su salón de clases.

Por el camino se encontraron con un chico apenas un poco más alto que Yunno, de largo cabellos verdes productos de un exagerado tinte, cuyo nombre más adelante supo que era Verossa, luego de que inevitablemente se le acercara a plantarle un beso en cada mejilla. Nanoha tuvo que hacer acopio de fuerzas para evitar que su incomodidad ante ese gesto fuese demasiado obvia, y por la charla relajada que el chico inició con Yuuno se dio cuenta de que había logrado su cometido.

Al poco rato se unieron al grupo unas chicas que, gracias a la presentación de Yuuno, supo que eran hermanas. Estaba Quatro Scaglietti, de extraño peinado y risa bastante peculiar, que parecía mirar a todos los que pasaban a su lado por encima del hombro. La otra chica era Une Scaglietti, a la cuál Nanoha le calculó unos pocos años más. Era una chica bastante atractiva, pero su seriedad parecía digna de una película de terror.

Ninguna de las hermanas fue de su agrado, si era sincera.

Y si era aún más sincera, parecía que la actitud respingada de Quatro era compartida por los demás integrantes del grupo. Quería creer que era solo producto de sus nervios, pero notaba un cierto aire petulante alrededor de Yuuno cada vez que el rubio saludaba a alguien, y, por las caras de algunos chicos al pasar, dudaba que su amigo fuera el santo de devoción de muchos.

Siguió caminando junto a ellos, intentando no darle tantas vueltas al asunto, cuando ocurrió la confirmación silenciosa de que no se estaba imaginando cosas acerca de la actitud de Yunno y sus amigos.

En el suelo yacía una chica, que al parecer sin querer había tropezado con Yuuno, y el idiota en vez de extenderle la mano para ayudarla a levantarse empezó a hablar con un tono despectivo que, en muchos años, Nanoha nunca había escuchado en él.

Detallo un poco más a la chica, que no parecía estar de muy buen humor por ese evento, y su corazón dio un salto.

Esa chica era hermosa.

Ok.

Era la chica más hermosa que había visto.

El cabello rubio le caía por la espalda, mientras que sus ojos borgoña se mantenían fijos en los de Yuuno, desafiantes. La chaqueta de cuero y la pañoleta le daban un toque rebelde que le parecía extremadamente sexy, y, de paso, el color solo hacía que sus ojos resaltaran más. Detalló cada aspecto de la chica, desde su ligero ceño fruncido hasta la dura línea que formaban sus labios al estar enojada, y no encontró algo que la hiciera parecer por un momento menos atractiva que al inicio.

Entonces la chica pasó sus ojos rápidamente por cada uno de los integrantes del grupo, y cuando llego a los de Nanoha se detuvo.

Y sus ojos hicieron contacto.

Nanoha sintió que su corazón también se detuvo en ese momento.

Yuuno siguió hablando, y ella le contestó un par de palabras también. Escucho su nombre salir de los labios de Yuuno, y así supo que la chica que la tenía paralizada se llamaba Fate.

Hermoso nombre para una hermosa chica.

Lo siguiente que supo fue que Yunno y los demás habían iniciado la marcha, y ella también tenía que iniciarla si no quería llegar tarde a sus clases, así que los siguió con todo el dolor de su alma, pero antes de perderse entre el pasillo lleno de gente desesperada por llegar a sus aulas se permitió un ligero capricho.

Miró por última vez hacia la chica, y se encontró con la belleza dorada mirándola fijamente.

Giró su cabeza ante el súbito sonrojo que apareció en sus mejillas, y pronto se encontró sonriendo sin que los demás se dieran cuenta. Apenas tenía media hora en el campus y ya tenía una importante tarea por delante.

Debía encontrarse con esa chica otra vez. Y si se la encontraba en el suelo, ella personalmente se encargaría de tenderle la mano para levantarla.

N/A: Uno de los puntos importantes de esta historia es el cambio en la actitud de Nanoha. Acá nos encontramos con una chica más decidida y, sobre todo, para el martirio de su padre y la molestia del chico hurón, abiertamente gay :) Nos leemos pronto!