¡Hola! ¿Cómo están?

Espero que bien. Yo debería de estar en una marcha en este momento, pero mi habitación está tan calentita que pfff :(

Supongo que me pondré seria el próximo año.

En fin, la vez pasada vimos ese día de locura desde el punto de vista de Fate. Ahora, nos toca ver qué fue lo que pasó con Nanoha. Y no, no fueron los aliens.

Gracias por sus comentarios! Muchisimas gracias por estar al pendiente de este proyecto. En verdad me hace muy feliz ver a tantas personas interesadas en esto. Btw, yo también quise cometer un Yuunicido en ese momento :(

Disclaimer: MSLN ni sus personajes me pertenecen. Todo el crédito a sus respectivos autores.

Capítulo 21: Bienvenidos a Juegos Mentales (Nanoha)

Intentó acomodarse mejor entre las almohadas, dejando escapar un suspiro. Tenía unos veinte minutos tratando de quedarse dormida, pero a pesar de que estaba sumamente cansada la tarea le parecía prácticamente imposible.

Unas horas atrás se había levantado. Prácticamente por inercia se había metido en la regadera para darse un rápido baño, y, luego de haberse arreglado para salir y estar a punto de terminarse la segunda tostada con mermelada de su desayuno, recordó que el plan era que se quedara descansando en casa.

Había tratado por todos los medios de convencer a Fate para que aceptara que la llevara a ella y a las chicas al local donde sería el concierto, pero su novia era extremadamente terca, y a pesar de que se sentía perfectamente bien su preocupación le parecía un gesto muy tierno de su parte, así que aceptó hacerle caso a regañadientes.

En vista de que ya había devorado la mitad de sus tostadas terminó de desayunar, hizo un par de tareas pendientes para la universidad y mato el tiempo viendo videos musicales en su teléfono, hasta que el aviso de batería baja irrumpió en la pantalla.

Luego de poner la alarma del teléfono a una hora prudencial y conectarlo al cargador que se encontraba junto a su closet se tiró en su cama, en donde había desperdiciado vente minutos de su vida dando vueltas de un lado a otro intentando conciliar el sueño.

No podía evitarlo. Estaba muy cansada pero no podía dejar de pensar en Fate. Sabía que era un día sumamente importante para ella. Ese concierto era algo con lo que había soñado la rubia desde hace mucho, por lo que había practicado Riot Force sin cesar hasta pulir cada una de sus canciones. Seguramente la rubia se vería hermosa, y el hecho de tener la oportunidad de verla haciendo lo que le gustaba hacer hacía que su corazón se acelerara.

Aunque no sucediera nada más después de ese concierto, el simple hecho de que hubiesen logrado conseguirlo era motivo de celebración.

Además, su padre no se encontraba en casa, por lo que podría quedarse durmiendo en casa de Fate luego del concierto. Una sonrisa se escapó de sus labios mientras imaginaba la cara que la rubia pondría cuando viera el pequeño conjunto de lencería que Hayate le había ayudado a escoger para la ocasión.

Ese sin duda sería un día que ambas recordarían.

Abrazó una de sus almohadas mientras intentaba dejar su mente en blanco, y poco a poco se fue abandonando al cansancio que la aquejaba, dejándose llevar lentamente al país de los sueños.

Seguramente estaba profundamente dormida, porque cuando abrieron la puerta de su cuarto repentinamente, con un estruendo, tuvo que parpadear varias veces para poder entender que era lo que estaba pasando.

Frente a ella se encontraba la asistente personal de su padre, visiblemente alterada. Un par de mechones castaños se habían salido de su siempre perfecto moño, cayendo sobre su cara y reacios a dejarla en paz. Para que esa mujer estuviese en esas fachas, con lo exigente de su padre, algo tenía que haber pasado.

- Señorita Nanoha, necesito que venga conmigo de manera urgente.

- ¿Qué? – preguntó Nanoha confundida - ¿Qué paso?

- Tuvimos una emergencia con su padre en una de las sedes. Tengo órdenes de llevarla con él lo más pronto posible.

- ¿¡Qué!? – exclamó alarmada Nanoha

Se levantó de un salto, agradeciendo no haberse cambiado de ropa al momento de acostarse a tomar esa pequeña siesta. Se puso los primeros zapatos que encontró y tomó su mochila antes de seguir con paso rápido a la asistente. Bajaron las escaleras de la residencia casi a la carrera, y, una vez afuera, tomaron asiento rápidamente en la parte trasera del Mercedes Benz que se encontraba esperándolas.

Definitivamente algo estaba pasando, porque el chofer del auto iba conduciendo sobre el límite de velocidad permitido, en dirección a la sede principal de Takamachi Co. en Uminari. No se tardaron más de diez minutos en llegar, minutos que apenas le bastaron para recuperar el aliento antes de bajarse del auto y tener que seguir nuevamente a la asistente de su padre.

Subieron en ascensor hasta la azotea, en donde uno de los helicópteros de la empresa las esperaba, listo para iniciar el despegue en el momento en el que ellas se encontraran dentro.

Realmente estaba pasando algo.

Buscó su teléfono celular en su bolsillo, para poder ver la hora e indicarle a Fate que había tenido un problema, pero no estaba. Abrió su mochila para buscarlo, pero después de revisar en todos los bolsillos recordó que lo había dejado conectado al cargador, en su habitación.

- Hey – llamó Nanoha a la asistente - ¿Podrías prestarme tu teléfono celular? Necesito enviar un mensaje urgente.

- Lo siento Señorita Nanoha – se disculpó la mujer – No tengo mi teléfono celular, y bueno, tenemos la orden de no utilizar el teléfono de la empresa para cosas que no estén relacionadas con el trabajo. Ya sabes. Los monitorean.

- Bueno – murmuró Nanoha – Está bien.

- Cuando lleguemos a las oficinas le conseguiré un teléfono para que pueda comunicarse.

Qué regla más absurda era esa.

No le quedó más remedio que quedarse callada durante las casi dos horas de viaje, mientras jugaba con sus manos. Le molestaba el silencio de su compañera de vuelo, pero cuando intentó preguntarle cuál era la emergencia ella solo le contestó que no podía decirle nada hasta llegar a las oficinas, así que desistió de cualquier intentó de comunicación y se dedicó a observar el paisaje.

Luego de lo que parecía una eternidad empezaron a acercarse al Helipad de la empresa. Se estiró un poco, mentalizándose para seguir los rápidos pasos de la asistente a medida de que el helicóptero se posicionaba para su aterrizaje. Ya estaba empezando a atardecer, pero aun así tuvo que cubrirse un poco del sol para poder ver donde pisaba mientras avanzaban por la azotea.

Bajaron un par de pisos por las escaleras hasta llegar a la oficina que ocupaba su padre cuando iba a esa sede. Inmediatamente llegaron al piso la asistente de su padre habló con la secretaria que se encontraba afuera de la oficina, quién anunció la llegada de ambas, y le indicó a Nanoha que entrara a la oficina.

Nanoha siempre se sorprendía cuando entraba a esas oficinas.

Todo el piso de la oficina estaba cubierto por una fina alfombra azul, aunque en algunas otras sedes la alfombra era negra. Frente a ella se abría una enorme vista panorámica de la ciudad, creciendo imponente ante sus ojos. Quizá a algunos esa vista los hacía sentir más grandes, tal vez hasta con algo más de poder por poder estar metafóricamente sobre los demás, pero ella cada vez que veía esos cristales se sentía como un minúsculo grano de arena en el inmenso mar.

Lo que más le sorprendió al entrar a la oficina fue el ver que su padre se encontraba sano y salvo en su sillón ejecutivo, tras su escritorio, con su misma sonrisa misteriosa. Desconcertada se apresuró a sentarse frente a su padre, en búsqueda de respuestas.

- ¿Qué pasó papá? – preguntó Nanoha.

- Hola hija – saludó Shiro – No creí que llegarías tan rápido.

- Por supuesto que iba a llegar rápido papá – refutó Nanoha, confundida – Tu asistente me dijo que habían tenido una emergencia contigo ¿Te sientes bien?

- No te preocupes Nanoha, yo estoy perfectamente bien. – contestó Shiro sonriendo.

- Entonces ¿Cuál es la emergencia papá? ¿Qué paso? – preguntó nuevamente Nanoha.

- Más que una emergencia quería darte una buena noticia – respondió Shiro – Te casarás mañana Nanoha.

Por un momento Nanoha pensó que había escuchado mal, pero observó que su padre mantenía su sonrisa y supo que todo era una broma. No pudo evitar reírse. En verdad por un momento pensó que él hablaba en serio.

- ¡Venga papá! – exclamó Nanoha recuperándose de la risa – Se serio. ¿Qué pasó en verdad?

- No estoy bromeando Nanoha – dijo calmadamente Shiro – Te vas a casar mañana.

La sonrisa que por un momento había adornado su rostro desapareció, mientras empezaba a sentir una mezcla extrañada de miedo, confusión y molestia. Sin embargo, su padre se mantenía sonriendo como si nada pudiese producirle más paz que el cortocircuito mental que estaba teniendo su hija en ese momento.

- Que yo sepa aún no le he pedido matrimonio a Fate – comentó Nanoha.

- No estoy hablando de esa amiguita tuya – dijo Shiro, cambiando el semblante – Te explicaré. Tuve una conversación muy interesante con el señor Scrya, y llegamos a un acuerdo que nos favorecerá a ambas partes. Era una oportunidad que no podía desaprovechar.

- Espera – pidió Nanoha, intentando entender - ¿Estás queriendo decir que me vas a casar con Yunno?

- Así es. Ustedes se conocen y él es un joven muy centrado. Seguramente harán una bonita pareja.

- ¿¡Te has vuelto loco papá!? – preguntó alterada Nanoha, levantándose de la silla - ¿¡Qué parte de que soy lesbiana y tengo novia no has entendido todavía!?

- ¡Me cansé de tus ataques de rebeldía Nanoha! – gritó su padre enojado – Siéntate ahora mismo, o llamaré a seguridad para que te mantengan sentada mientras te hablo.

Su padre abandonó cualquier atisbo de su sonrisa, y Nanoha supo que estaba vez hablaba muy en serio. Su estómago se había convertido en plomo y sentía náuseas, pero tenía que sentarse y tratar de encontrarle una explicación a esa locura.

- Durante años soporté que tu madre quisiera permitirte explorar y hacer todo lo que tú querías. Cada vez que me llegaba algún rumor tuyo con alguna chica intentaba hacerme de oídos sordos, pero no puedo seguir esperando a que entiendas por tus propios medios. Ya eres adulta ¿Acaso no te has dado cuenta de que eres la heredera de toda la corporación? Es hora de que madures, así que te vas a casar con Yunno y te vas a olvidar de esa etapa de las mujeres de una vez.

- ¡Por Dios papá! – exclamó Nanoha al borde de las lágrimas – ¡Esto no es una etapa! ¡Yo soy así! ¿Tan difícil es para ti entender eso?

- ¡Eso no es natural! – respondió su padre golpeando la mesa.

- ¿Entonces por qué amo tanto a Fate? – preguntó Nanoha, con las lágrimas corriendo por sus mejillas - ¿¡Si no es natural cómo puedo amar a otra mujer!?

- ¡No voy a permitir que sigas viendo a esa delincuente!

- ¡Ni siquiera la conoces! – gritó Nanoha – La única vez que pudiste darte una oportunidad para conocerla preferiste humillarla. Además, no puedes obligarme a casarme, ni con Yunno, ni con nadie.

- Está bien. Vamos por las malas entonces – espetó Shiro.

Su padre puso frente a ella un sobre, indicándole que lo abriera. Con manos temblorosas Nanoha sacó su contenido, y un escalofrío desagradable recorrió su espalda.

Eran fotos de Fate y otra persona más, quién, por la figura, dedujo era Reinforce. Fotos de ellas saltando por la parte trasera del restaurante al que había ido a cenar con Yunno, fotos de ellas escapando, y una foto de ella sin la capucha, con el cabello suelto al viento.

- El padre de Yunno no quiso poner cargos por vandalismo ante la policía. ¿Querías la prueba de que esa niña es una delincuente? Allí las tienes. Tengo conocidos en la policía, en el juzgado, en donde menos lo imaginas. Puedo hacer que por una tontería esa chica pase toda su juventud en una cárcel.

- Papá tú no te atreverías… - murmuró Nanoha, mordiéndose el labio para evitar una nueva oleada de lágrimas.

- Tienes dos opciones Nanoha – dijo su padre – O te casas con Yunno mañana y te mantienes lejos de esa rebelde, o me encargo personalmente de hundirla y convertir su vida en un infierno. ¿Vas a dejar que le haga algo a tu amiguita?

Nanoha había pasado por otro tipo de situaciones frustrantes en su vida, pero nunca se había sentido tan indefensa ante algo. No quería casarse. Es más, con todas las cosas que habían pasado Yunno le estaba cayendo mal, tanto que ya ni siquiera quedaba algo del cariño que le había tenido cuando estudiaban juntos. Ella amaba a Fate con todas sus fuerzas, pero no podía permitir que ese amor significara la destrucción de la vida de la rubia. No podía arrebatarle todo por lo que Fate había luchado solo por amor, aunque fuese tan intenso que quemara como más de mil soles, y se metiera bajo su piel, ardiendo cada vez que estaba cerca.

Cualquiera de las dos opciones la lastimaría. ¿Qué tan irreversible sería el daño de cada una de las opciones?

Necesitaba pensar.

Necesitaba hablar con su madre.

Necesitaba tiempo, pero no podía arriesgarse a destruir la vida de Fate.

- Está bien – murmuró pesadamente Nanoha – Deja a Fate lejos de todo esto y me casaré si eso es lo que quieres.

Una sonrisa iluminó el rostro de Shiro, y por primera vez en su vida Nanoha sintió ganas de golpear a su propio padre.

- Eso era lo que quería oír Nanoha – dijo Shiro – La boda será mañana en la noche, a las ocho. La prueba del vestido y la sesión de maquillaje empieza a las cuatro. Llamaré a los guardias para que te acompañen al hotel donde te quedarás a pasar la noche.

- ¿Puedo hacer una llamada al menos? – preguntó Nanoha, con un hilo de voz.

- Después de la boda puedes hacer todas las llamadas que quieras – respondió su padre, mientras tomaba su teléfono para llamar a sus guardaespaldas.

El trayecto hasta el hotel fue un infierno. Estaba sentada en el auto que habían dispuesto para su traslado, con guardaespaldas a los lados en completo silencio mientras ella hacía todo lo posible por no llorar, pero sin poder reprimir todos sus sollozos. Los guardaespaldas solo se mantenían con la vista fija al frente, ignorando completamente el llanto de Nanoha. Intentó ocultar su rostro tras su mochila para que no la vieran llorar, pero aun así no podía hacer mucho.

Ya la noche había caído sobre la ciudad cuando salieron camino al hotel. Su corazón se arrugó cuando vio a través de la ventana a dos chicas observando las vitrinas de una tienda con las manos entrelazadas. El reloj digital del auto en el que viajaban marcaba las siete de la noche. Si no estuviese atrapada en esa ciudad que no conocía hubiese sido hora de ir a ver a Fate dándolo todo en el escenario.

Extrañaba a Fate. Quería sentir los brazos de la rubia rodeando su cintura, su suave voz que se transformaba en un dulce ronroneo cada vez que le hablaba, diciéndole que todo estaría bien, que encontrarían la forma de resolver eso juntas. En ese instante, más que nunca, la necesitaba. Tenía sed de ella, de sus besos, de la paz que sentía entre sus brazos. Deseaba con todo su corazón despertar de esa pesadilla para encontrarse entre los brazos de una Fate plácidamente dormida.

Pero eso no era una pesadilla. Era la realidad, pura y dura, más terrible que cualquiera de sus temores.

¿Tan difícil era para su padre entender que ella simplemente no se despertó un día queriendo que le gustaran las chicas?

Se sentía asfixiada y apenas estaban llegando al hotel.

Cuando entró a su habitación, lo primero que hizo fue ver por el ojal de la puerta, comprobando que los guardaespaldas se habían quedado frente a ella.

Eso quería decir que no podría escapar.

Registró toda la habitación buscando el teléfono para llamar a recepción, pero lo habían quitado. Lo supo porque junto a la cama, al rodar la mesa de noche, encontró la conexión para la línea telefónica. Buscó en el closet, en las gavetas, incluso abrió el refrigerador del minibar para ver si habían escondido el teléfono en alguno de esos sitios, pero no encontró nada.

Salió hasta el balcón, pero no había nada en lo que apoyarse para poder bajar, y la cantidad de pisos solo le aseguraba una muerte segura si resbalaba y caía al vacío. Estaba atrapada. Como un pajarito encerrado en una jaula. Completamente atrapada.

Dejó escapar un grito de frustración, mientras golpeaba el suelo con el puño. Estaba completamente sola en esto, pero su padre lo había logrado, al fin había logrado atraparla. Esta vez no estaba su madre para defenderla, ni sus amigas para liberarla. El miedo se apoderó de ella mientras sentía como la oscuridad de su habitación la engullía, y las horas transcurrían lentamente.

Seguramente ya el concierto había terminado. Conociendo a Fate seguramente había estado increíble.

Quería verla. Pero estaban a kilómetros de distancia y ni siquiera podía escuchar su voz.

Periódicamente se asomaba por el ojal, solo para corroborar que los guardaespaldas se mantenían firmes en la puerta. Con cada minuto que pasaba su ansiedad crecía, y el tiempo se dividía entre ataques de pánico y ataques de llanto. Era incluso absurdo intentar conciliar el sueño. Las pocas veces que lo intentó durante la madrugada simplemente despertaba aterrorizada y en medio de un mar de lágrimas.

Cerca del amanecer se encontraba completamente resignada.

Fue hasta el baño para encontrarse con una versión espantosa de sí misma en el espejo. Sus ojos estaban rojos e hinchados de tanto llorar, bordeados por inmensas ojeras producto de no dormir. Hasta su cabello estaba hecho un desastre. Intentando mantenerse firme un poco se metió bajo la regadera y se dio una rápida ducha con agua fría.

Bien dicen que la ducha es el mejor sitio para pensar.

Salió de la regadera y se envolvió en la toalla rápidamente, intentando no caerse mientras corría hasta su mochila, vaciando el contenido sobre la cama.

Tenía un cargador portátil para teléfonos que no le iba a servir de nada puesto que había dejado su celular en casa, un par de ligas para el cabello, una barrita de cereal y algo de maquillaje. Además de un par de cuadernos y una caja de lápices, tenía su billetera.

El dinero que tenía en efectivo era suficiente para pagarse una buena cena en un restaurante de lujo. Su mamá siempre le decía que tenía que llevar efectivo consigo por si acaso en alguna cita una de sus tarjetas no funcionaba, y no podía pasar la pena de pedirle a su compañera que pagara la cuenta por ella si era Nanoha quién la había invitado. Estaba su identificación, sus tarjetas de crédito (extensiones de las cuentas de su padre y madre) y un par de tarjetas de promoción de tiendas.

Y lo más importante. No tenía ropa en su mochila.

Si no tenía ropa, tenía que comprarla.

Si tenía que comprar ropa, tenía que salir.

Ante ella se había abierto una posibilidad mínima, pero una posibilidad al fin y al cabo. Si lograba aunque sea contactar vía telefónica a Fate o a su madre en esa salida estaría ganando, así que lo daría el todo por el todo.

Se puso la ropa que se había quitado al momento de ducharse y abrió la puerta de la habitación, llamando la atención de los guardaespaldas.

- Necesito hablar con mi padre – dijo Nanoha, intentando que su voz no se quebrara.

Uno de los guardias sacó un teléfono celular, marcó el número de Shiro y le entregó el teléfono a Nanoha. Luego de dos repiques su padre contestó al otro lado de la línea.

- ¿Pasó algo con Nanoha? – preguntó Shiro

- Papá – dijo Nanoha, a modo de saludo.

- ¡Hija! ¿Cómo amaneces? Deberías descansar un poco más. Te espera un largo día por delante.

- No tengo ropa. – murmuró Nanoha.

- ¿Qué?

- Ayer salí rápido de casa y obviamente no sabía que esto pasaría – dijo Nanoha – Acabo de ducharme y no tengo que ponerme. Tengo que comprar algo de ropa.

- No hay problema. Hablaré con los guardaespaldas para que te lleven a comprar algo.

- Voy a usar la tarjeta de crédito – informó Nanoha.

- Está bien. Considéralo un regalo. Procura comprarte algo bonito, ya sabes, para tu noche de bo…

No lo dejó terminar la frase. Finalizó la llamada y se encerró nuevamente en su habitación.

Ni siquiera sabía bien cómo lograría su cometido, pero la adrenalina ya la había invadido completamente. Su corazón dio un vuelco cuando, una hora después, los guardaespaldas tocaron su puerta informándole que ya el auto que los llevaría de compras estaba esperando por ella. Tomo una gran bocanada de aire, intentando mantenerse en calma, y salió de su habitación.

Le pidió al chofer que la llevara a un centro comercial. Había pensado primero en una tienda departamental, pero en un centro comercial tenía muchísimas más opciones de escapar, o por lo menos de ganar tiempo para hacer una llamada. Durante todo el trayecto intentó concentrarse en su respiración, para evitar empezar a sentirse nerviosa por el incómodo silencio que había en el auto.

Al bajar del auto una vez en el centro comercial, se dio cuenta de que los guardaespaldas la seguían demasiado de cerca para su gusto y su ansia de libertad. La primera parada que tuvieron fue en un Starbucks, para desayunar algo, y aun así sus acompañantes se sentaron en su mesa, observándola comer.

Intentó ganar tiempo. Consumió su desayuno lentamente, a pesar de que estaba hambrienta, y jugó con su café dándole pequeños sorbos hasta que terminó enfriándose. Aun así los guardias no se desesperaron o apartaron la mirada en ningún momento, pero al momento de salir del local ya el centro comercial tenía mucho más movimiento que cuando llegaron, así que su objetivo había sido logrado.

Entró primero a un par de tiendas pequeñas, en donde se dedicó a ver absolutamente todo, aunque no le gustara, solo para fastidiar. Ya cuando entró a la tercera tienda los dos guardaespaldas que la habían acompañado se habían quedado afuera, esperándola.

Entró a dos tiendas más de mediano tamaño, en donde los guardias también se habían quedado afuera esperándola, y de las cuales había salido sin contratiempos. Sus acompañantes ya se encontraban un poco más relajados y ella había hecho ya un hábito. Era el momento de empezar con su plan.

Se decidió por una de las tiendas más grandes del centro comercial. Nuevamente los guardias se quedaron fuera del local, y ella estuvo unos buenos veinte minutos viendo por los pasillos hasta que encontró a una chica del staff de la tienda ordenando unas camisetas. Registró en su billetera, sacó un billete de alta denominación y tomó un largo suspiro.

- Hey – susurró Nanoha, mirando a su alrededor para confirmar que nadie estuviese cerca.

- ¡Hola! – exclamó la chica con una sonrisa - ¿Puedo ayudarte en algo?

- Si, definitivamente – dijo Nanoha – Verás, sé que esto sonará muy loco, pero tengo que salir del centro comercial sin que unos tipos allá afuera me vean.

- ¿Estás secuestrada? – preguntó la joven, asustada.

- No, no – se apresuró a negar Nanoha – Digamos que solamente no me gustaría estar acá en estos momentos, y ellos están impidiendo que pueda irme.

- Oye, ¿No estás metida en problemas con la justicia o algo?

- No. Escucha. Necesito que vayas hasta donde están ellos y les pidas que vengan hasta acá, solo eso. ¿Puedes hacerlo?

- No lo sé – murmuró la chica – No quisiera meterme en problemas.

- ¿Y si te doy esto? – preguntó Nanoha, extendiéndole el billete a la chica.

Los ojos de la joven se iluminaron cuando vio la denominación que tenía el billete, e inmediatamente extendió la mano para tomarlo, con una sonrisa.

- Ahora sí tenemos un trato – dijo la chica, guardándose el billete en el bolsillo.

- Bien. Entonces sal y pídeles a los hombres que están allá afuera que vengan hasta acá. Diles que Nanoha necesita que la ayuden con algo, e intenta tardarte lo más que puedas. Estaré cerca de las puertas para salir cuando ellos entren.

- Ahora mismo voy.

- ¡Hey! Antes de que te vayas ¿Me podrías decir como salgo por el acceso oeste del mall? No puedo salir por la entrada principal.

- Claro – afirmó la chica – Cuando salgas de la tienda camina hacia la derecha, baja por la primera escalera que consigas, dos pisos. Cuando termines la escalera gira a la derecha otra vez y allí saldrás. Siempre hay taxis en ese acceso, y cobran un poco menos que los de la caseta principal.

- ¡Gracias! – exclamó Nanoha, extendiéndole la mano.

- Vale. Prepárate entonces. Y bueno, mucha suerte en tu escapada.

Nanoha observó como la chica se perdía de vista y rápidamente tomó posición cerca de la puerta, ocultándose tras unos estantes mientras observaba como su salvadora entablaba conversación con los guardaespaldas y, luego de unas cuantas risas, los invitaba a pasar. Esperó a que estuvieran algo lejos para salir disimuladamente del local y, una vez cerca de la escalera, emprender su huida.

Agradeció que la escalera estuviera prácticamente vacía, porque estaba bajando lo más rápido que le permitían sus piernas y no tenía ganas de atropellar a nadie en el camino. Cuando llegó a la puerta de salida del acceso este su tórax le dolía del esfuerzo y estaba jadeando, pero aun así se permitió tomar una pequeña carrera hasta los taxis que se encontraban fuera del centro comercial.

- Hola – saludó Nanoha, recuperando el aliento – Necesito ir al terminal principal de buses, por favor.

Uno de los taxistas le hizo señas para que se montara en el auto, mientras él tomaba asiento tras el volante. Nanoha sacó otro billete mientras el conductor avanzaba por las calles de la ciudad, esquivando uno que otro atasco. Cuando habían avanzado en auto por más de veinte minutos y el conductor le había informado que estaba cerca de llegar, Nanoha pidió al conductor que se estacionara y bajó del auto, extendiéndole un billete que pagaba mucho más que lo que marcaba el taxímetro.

- Quédese con el cambio. Si alguien le pregunta algo usted no me ha visto.

Cruzó la calle casi a la carrera y, cuando observó que venía un taxi le hizo señas para que se detuviera.

- ¿Podría llevarme a un terminal de expresos? El más cercano por favor. Necesito llegar a Uminari de manera urgente.

El taxista asintió, mientras Nanoha se acomodaba en el asiento trasero del vehículo.

No tenía tiempo que perder, y definitivamente no era tonta. No podía ir a un terminal principal porque sería uno de los primeros lugares en los que la buscarían. Llegaría mucho más rápido a Uminari en avión, pero ese tiempo entre la compra del boleto, el check in y la espera de la salida del vuelo sería suficiente para que estuviesen esperándola en el otro aeropuerto.

Además, si llegaba a usar su tarjeta de crédito para comprar algún boleto, la compra alertaría inmediatamente a su padre, aunque dudaba que a esas alturas el aún no supiera que ella había escapado.

El taxista ubicó uno de los terminales más cercanos, pero estaba abarrotado, y la próxima salida a Uminari sería en unas tres horas por el tiempo de espera de los autos. Unos metros más adelante consiguieron otro terminal, pero también tenía que esperar un par de horas porque el último auto disponible acababa de salir.

Hasta allí había llegado su aventura. Quizá era mejor que consiguiera un teléfono para hacer una llamada, como contemplaba su plan original.

- Disculpe señorita – dijo el taxista – Yo podría llevarla a Uminari, pero por supuesto, en vista de que es usted sola y después tendría que regresarme a la ciudad sin pasajeros de vuelta, el pasaje le va a salir un poco más costoso que en un expreso.

- ¿Qué tan costoso?

- Bueno, este auto tiene cuatro asientos, así que podría pagarme cuatro pasajes de los que paga en el expreso, como si alquilara todo el auto, y estaríamos a mano.

Ese hombre era un usurero.

Pero afortunadamente tenía esa cantidad de dinero.

Tenía que darle gracias a su madre por eso.

- De acuerdo, lléveme entonces pero ¿Podría ir un poco más rápido?

- Como usted diga señorita – contestó el taxista, con una sonrisa.