Disclaimer: Harry Potter y sus personajes son propiedad de J. K. Rowling. Esta historia está escrita sin ánimo de lucro.

A REFUGIO EN LA OSCURIDAD

Capítulo 19

Se movió con sigilo a través de la abundante, y escalofriante, vegetación del lugar sin apartar sus ojos verdes de la presa que se encontraba comiendo tranquilamente en el suelo de uno de los pocos arbustos frutales. De vez en cuando echaba fugaces miradas a su alrededor con sus pequeños y asustadizos ojos negros, pero no llegaba a distinguirlo oculto y camuflado como estaba con su entorno. Un paso silencioso hacia su derecha, uno más y equilibrando tanto su cuerpo como su lanza, lanzó el arma con fuerza hacia el incauto animal al que no le dio tiempo ni a descubrir que estaba en peligro antes de sentir la punta de piedra de la lanza clavándose en su tórax y atravesándole el corazón, matándole en el acto.

Vigilando que no hubiese otros depredadores tan, o más peligrosos, que él cerca, se movió rápidamente y se echó el animal al hombro. Dando las gracias a los espíritus, como era tradición, por haber permitido que el animal muriera bajo su arma para poder alimentarse, se colocó la lanza a su espalda y se encaminó hacia donde había colocado su tienda en medio de aquel peligroso y aterrador territorio.

En cuanto llegó a su choza una inmensa tristeza invadió su corazón. No había nadie que saliera a recibirle como siempre había pasado cuando estaba en el poblado. No estaba Karil, ni tampoco Shira, la mujer de Aka. Lo único que salió a recibirle fue la soledad.

El día de Navidad sería justamente al día siguiente, el día de los regalos, de los villancicos, de los banquetes llenos de comida deliciosa y bien cocinada, de las peleas de nieve, de las tazas de chocolate delante de la chimenea hablando con los amigos…

Suspiró con pesar y entró en la cabaña. Sin perder tiempo se puso a despellejar el animal y a cortar la carne en tiras como le habían enseñado. Trabajó intentado apartar sus pensamientos de su mente. Ya llevaba unos cuantos días melancólico y con unas ganas tremendas de ver a sus amigos, pero lo único que conseguía con eso era entristecerse, patearse mentalmente y seguir echándolos de menos sin poder evitarlo. Sabía que si Tom descubría que el antiguo Harry Potter seguía vivo dentro de él le castigaría con bastante rudeza, pero no podía evitar seguir queriendo a su amigos y a Lupin, aunque esto no lo reconocería ante nadie ni en un millón de años, sólo ante sí mismo y mentalmente. Querer a alguien era ser débil y él no podía ser débil.

Con un último tirón consiguió terminar de arrancar la piel del animal y la dejó a un lado, extendida sobre el ensangrentado suelo. Aún recordaba la primera vez que le hicieron una demostración de cómo despellejar una presa y cortar la carne para prepararla o dejarla a secar. Había acabado vomitando detrás de unas rocas hasta no dejar nada en su estómago. Aka se había reído, por supuesto, y Karil le había preparado uno de sus brebajes contra las náuseas. Harry ya había tocado carne cruda antes, al fin y al cabo había tenido que cocinar para sus tíos en innumerables ocasiones, pero una cosa era coger un filete que se había comprado en una carnicería y otra muy distinta ver como alguien arrancaba la piel de un animal y ver como lo iban cortando en tiras y el animal en cuestión aún estaba vivo.

Harry bufó intentando apartar aquellas imágenes de su mente. Aún le daba cierto asco hacer aquel trabajo, el olor de la carne cruda y de los litros de sangre impregnando toda la casa era repugnante, pero, gracias a Merlín, Karil le había enseñado unos cuantos hechizos que aislaban el olor en una especie de burbujas trasparentes mientras trabajaba y luego, cuando terminaba, las burbujas y el olor desaparecían. Algo verdaderamente útil para que animales carnívoros no encontraran el rastro y lo siguieran hasta llegar a la carne.

Cuando terminó de cortar toda la carne, amontonó la mayoría en un rincón de la tienda y con los hechizos pertinentes la dejó a secar. La otra pequeña parte la colocó sobre una especie de parrilla sobre la hoguera. Al menos ese día comería algo medianamente cocinado. La carne seca, aunque muy útil, llegaba a cansar después de bastante tiempo comiéndola.


Aunque parecía increíble, una suave brisa recorría el lugar, refrescándole y relajándole. La noche era preciosa, ni una sola nube en el cielo y mil estrellas acompañando a una luna creciente. No pudo evitarlo, en cuento sus ojos verdes se posaron sobre el luminoso satélite, un hombre de ojos dorados llegó a su mente. Un hombre que, de haberse quedado en Inglaterra, seguramente se hubiera convertido en algo así como un tío para él.

'Bueno, al menos Remus pasará unas Navidades tranquilas y decentes'

Sus pensamientos le hicieron sonreír sarcásticamente. Sí, decentes¿y qué más? Sólo había una guerra creciendo cada día más y llevándose la vida de decenas de personas, todo cortesía de Tom, había que admitirlo.

Dejando esos pensamientos fatalistas de lado, a Harry le bastaría con saber si sus amigos estaban bien, verlos con sus propios ojos…

El silencio a su alrededor era ciertamente perturbador. Sólo de vez en cuando se podía oír algún grito de algún animal o el canto de algún ave exótica a lo lejos, pero nada más. Y el chico, aunque muchas veces él mismo buscaba el silencio para relajarse y pensar, en esos momentos deseaba estar en cualquier sitio lleno de gente y de bullicio. Y de sólo pensar en el bullicio y en la gente, la imagen de Hogwarts, lleno de adolescentes con sus charlas y sus risas le llegó a la mente. Y entre todas esas personas estaba él, con Hermione… y con Ron… y con Remus… y con Sirius…

Sabiendo el camino que iban a tomar sus pensamientos y queriendo evitarlo, se levantó del suelo fuera de la choza donde estaba tumbado y antes de entrar se quedó quieto mirando la luna, deseándoles a todos sus amigos mentalmente una Feliz Navidad.

Lo que él no sabía era que justamente esos amigos, a miles de kilómetros de allí en ese preciso momento, levantaban a la vez la mirada de la cena y la alzaban hacia el cielo buscando la luna, deseándole a su amigo perdido una Feliz Navidad.


La vibración de la barrera que había puesto alrededor de la choza le despertó de golpe. Si la barrera vibraba era que allí fuera había algo o alguien que quería entrar y no precisamente de forma amigable, eso seguro. La piedra del rakish en su pecho brillaba, demostrando que la magia aún continuaba protegiendo la choza, así que por eso aún no debía preocuparse, pero claro, lo que era posible, y sí preocupante, era que la barrera se rompiera. Así que una de dos, o se levantaba de la cama e iba a ver lo que pasaba afuera o se quedaba donde estaba, esperando que la criatura que estuviera afuera consiguiera atravesar la barrera y entrara a la choza. Obviamente, Harry prefirió la primera opción. Se levantó deprisa, se puso la túnica de cualquier manera y salió de la tienda. Todo afuera estaba oscuro, no había ni un solo rayo de luz de la luna, ni ésta ni las estrellas se veían por culpa de las nubes que se habían acumulado en el cielo. Las ramas de los árboles se movían con fuerza de un viento inexistente produciendo un escalofriante ruido.

Harry se agazapó en la pared de la choza e intentó tranquilizar su agitado corazón. Respirando lo más suave y silenciosamente posible se relajó y ayudado por su magia buscó al ser que se había colado en aquellos dominios. No tardó nada en encontrar al extraño, al igual que no tardó nada en apartarse de donde estaba dando una voltereta hacia la derecha y poniéndose de pie seguidamente. La criatura había conseguido al final atravesar la barrera, aunque viendo Harry lo que era no le extrañó lo más mínimo. La barrera que él había creado alrededor de la choza impedía la entrada a todo aquello que estuviera vivo, excepto él, claro, y para ser realistas, aquel ser que le devolvía la mirada con aquellos escalofriantes y aterradores ojos amarillos y que le enseñaba unos colmillos inquietantemente afilados junto con su piel extremadamente pálida no era un ser vivo. No totalmente vivo en todo caso. De ahí que hubiera tardado un poco en pasar la barrera.

El vampiro, porque obviamente era un vampiro, y al parecer de los feroces, se movió con lentitud hacia Harry, sin dejar de mirar fijamente el cuello del chico. Harry, que ya le habían avisado cómo se las gastaban los vampiros de ese sitio, no miró directamente a los ojos del vampiro para no caer hipnotizado, pero no por eso dejó de observarle con detenimiento, analizándole a él y sus movimientos intentando anticipar por cuál lado iba a ser el ataque.

Sin embargo, lo que desde siempre se había sabido de los vampiros era que son seres imprevisibles. Por eso a Harry le dio tiempo evitar el embiste del vampiro que tenía frente suyo, pero no pudo hacer lo mismo con el otro vampiro que, escondido entre las sombras esperando su momento oportuno, había saltado y había conseguido agarrarle y sujetarle por el cuello.

En cuanto sintió Harry la mano fría y muerta del segundo vampiro en su cuello también sintió como toda su sangre iba a parar a sus pies, como si supiera las intenciones del no-muerto y no quisiera ser absorbida por aquella salvaje y putrefacta criatura. Porque había que admitirlo, ahora que Harry tenía tan cerca al vampiro podía oler un olor a carne en descomposición que era vomitiva. Pues a ese vampiro que le tenía sujeto había que sumarle uno más, aquel que le había hecho salir de su refugio en las sombras de la choza.

Fue entonces cuando Harry admitió que estaba en serios problemas. Para ser más exactos, dos sedientos, feroces y antihigiénicos problemas, porque, realmente, nadie en su sano juicio invitaba a dos vampiros para dar una fiesta.

Harry tragó con fuerza. Los dos vampiros se miraron un momento entre ellos como manteniendo una conversación silenciosa, o telepática como pensó Harry en ese momento, luego le miraron a él y por último dirigieron sus amarillos y aterradores ojos hacia la yugular del muchacho. Harry, que en su mente no dejaba de intentar recordar algún hechizo o algo que le sirviera para vencer a sus dos oponentes, aguantó la respiración en cuanto vio los enormes colmillos que salían, perfectamente afilados, de las encías del vampiro frente suyo.


Muchas personas considerarían a aquel lugar el paraíso, un lugar precioso y puro, sin violencia y sin sufrimiento, pero no todo era como parecía. Para ella, en cambio, aquello era algo parecido a una cárcel, un lugar donde estaba atrapada y no podía salir de allí.

Durante todo el tiempo que había pasado desde que había vuelto de la Tierra se lo había pasado entre haciendo travesuras y gamberradas y vigilando a su protegido. Sus jefes, por supuesto, estaban cansados de su actitud rebelde, pero no querían ceder ante ella y dejarla volver a la Tierra. Lo que con ello conseguían era que ella se rebelase aún más. No pasaba día sin que visitara el despacho de su jefe más cercano.

En esos momentos se encontraba castigada en la cocina, ayudando a los elfos domésticos a hacer la comida y a fregar los cacharros utilizados. Sentía los ojos de los pequeños seres clavados en ella, vigilándola. Se rió. La conocían demasiado bien.

Con un disimulado gesto que no llegaron a captar los inquisidores ojos de los elfos, echó todo el contenido de un vial que tenía escondido en una de las mangas en al fuente de la sopa de la que comerían todos los de la casa. Una sonrisa maliciosa se dibujó en sus labios. Quién diría viendo sus rasgos dulces y casi angelicales que era una chica tan gamberra y rebelde. Sobretodo gamberra sabiendo los efectos que tenía aquella poción al ser ingerida.

Terminó de colocar las fuentes de la comida sobre la mesa del comedor y se giró para dirigirse de nuevo a la cocina cuando sintió que algo no andaba bien, algo que tenía que ver con su protegido. Salió corriendo del comedor, subió las escaleras hasta el segundo piso y entró en su habitación sin molestarse en no hacer ruido. Que sus jefes la regañaran por haber corrido por los pasillos la traía sin cuidado. Lo único que importaba en esos momentos era en ver a su protegido y asegurarse de que estaba bien.

Se acercó corriendo al fondo de su habitación y se precipitó sobre la vasija de cerámica vieja que había encima de la mesa. Dentro del recipiente un liquido de múltiples colores se movía sin cesar, enviando reflejos al techo de colores brillantes. Aydun solo necesitó tocar con un dedo el extraño líquido pensando en su protegido para que los reflejos inundaran toda la habitación, impregnando las paredes y los muebles, plasmando en cada centímetro la ilusión de la abundante y aterradora selva donde habitaba Harry Potter desde hacía varios días. La ilusión del chico junto con los dos vampiros atacantes aparecieron en medio del amplio dormitorio, justo tal y como era toda la escena en le Tierra en ese mismo momento.

Aydun aguantó la respiración en sus pulmones al ver la precaria situación en la que se encontraba su protegido. Un vampiro delante y otro detrás cortándole cualquier oportunidad de retirada. La cosa no pintaba nada bien.

Nunca antes Aydun tuvo tantas ganas de estar al lado de Harry. Necesitaba estar con él, quería estar con él y ayudarle a librarse de los vampiros. Pero no podía, no tenía el poder suficiente como para volver ella sola a la Tierra. Lo único que podía hacer era ayudar a Harry desde donde estaba dándole ánimos, ayudarle a sacar la valentía de su corazón y brindarle la sangre fría que necesitaba para deshacerse de ellos.


El tiempo en ese momento pareció que empezaba a correr más despacio, a cámara lenta. Los colmillos frente a él se le acercaban con lentitud, brillantes, como si tuvieran una luz propia y supieran que sangre nueva iba a pasar por ellos hasta llegar al mismo vampiro. La respiración se congeló en su pecho. No podía pensar en ninguna otra cosa que no fueran aquellos afilados colmillos.

De pronto, una sensación cálida le inundó, dándole fuerza a sus músculos y a su cerebro para poder hallar una solución a tan complicado problema. Ayudándose de la sangre fría que corría ahora por sus venas y de su fuerza de voluntad, empujó a una buena parte de su poder mágico hacia sus manos. Elevó sus dos brazos con decisión y rapidez uno hacia delante y otro hacia atrás y soltó su magia justo cuando los colmillos de los vampiros estaban rozando peligrosamente la piel de su cuello. De inmediato sintió como lo soltaban y los dos seres salían volando hacia extremos contrarios. Harry se llevó una mano al cuello, asegurándose de que ninguno de los dos había llegado a morderle. Puff… afortunadamente no. Pero no tuvo tiempo de regodearse, ni siquiera de respirar profundamente de alivio, pues ambos vampiros muy, pero que muy cabreados se le intentaron echar encima, pero Harry esta vez tuvo mejores reflejos y pudo apartarse de su camino. Sin embargo no tuvo ni un momento de tranquilidad. Los dos vampiros, al ver que el chico había escapado de entre sus manos, se movieron con rapidez hasta que le volvieron a rodear, cortándole cualquier posible salida.

Pero esta vez Harry no se asustó. Se concentró en los dos vampiros y cuando éstos estuvieron lo suficientemente cerca la magia que no había soltado y que aún se concentraba en sus manos la utilizó para transformar el aire que había a su alrededor en dos puntiagudas varas de madera. Con rapidez y precisión las clavó en el pecho de uno de los vampiros, atravesándole el corazón y destrozándoselo a la vez que murmuraba un hechizo y hacía que una corriente de fuego pasara a través de la madera y llegara al vampiro. No se detuvo para ver lo que había hecho ni para tomarse un respiro, el otro vampiro se abalanzó sobre él por detrás y tuvo que apartarse deprisa para que no lo volviera a agarrar.

Los dos se quedaron quietos, observándose el uno al otro. El olor a carne quemada le llegó a la nariz a Harry, pero no movió ni un músculo ante el desagradable olor. Estaba demasiado concentrado en su adversario.

El vampiro empezó a moverse, no hacia él, sino hacia un lado, si apartar sus ojos amarillos del muchacho. Harry no le quitó la vista de encima. Sabía que lo que el vampiro estaba buscando era marearle o cansarle, lo primero que pasara, pero no le iba a dar la oportunidad. Volviendo a hacer gala del control sobre su magia, creó un escudo a su alrededor, muy similar al que había hecho inconscientemente cuando estuvo con los Dursley y Vernon le intentó pegar por segunda vez, pero esta vez lo hacía con plena consciencia de lo que estaba haciendo y de cuáles eran las consecuencias. Voldemort se lo había enseñado después de que Harry le contara lo que había hecho. El escudo se llamaba Livheett y se "comía" la carne de quien se acercara a la persona que estaba protegiendo. No servía para detener hechizos ni maldiciones, pero era muy útil cuando se te acercaba algún indeseable. Y, por supuesto, era magia negra.

El vampiro, sin percatarse del aura negra que rodeaba al muchacho, arremetió contra él. Antes de que terminara de darse cuenta de lo que había pasado, se encontraba tirado en el suelo atormentado por el dolor que le producían su piel, músculos y huesos descomponiéndose ante sus ojos. Apenas unos momentos después, lo único que quedaba a los pies de Harry era la andrajosa ropa que vestía el vampiro y la sucia mata de pelo oscuro que cubría su cabeza. A parte de eso no quedaba ni rastro del sanguinario ser. A su espalda, la antorcha en la que había convertido al vampiro empezaba ya a menguar y a apagarse.

Sintiendo que el peligro había pasado, al menos de momento, se permitió respirar profundamente y bajar mínimamente la guardia. Murmuró un hechizo y lo poco que quedaba del vampiro-antorcha, que solo eran unas pocas cenizas, y la ropa y el pelo del otro vampiro desaparecieron. No quedó ningún rastro de que allí se había producido una pelea. Con una última mirada a su alrededor y utilizando el hechizo rastreador por si había alguna otra sorpresa, se metió en la choza para intentar descansar al menos las pocas horas que quedaban hasta que amaneciera.


Aydun, en su habitación, suspiró de alivio. Con el corazón aún latiendo salvajemente siguió a la imagen de su protegido hasta dentro de la cabaña y le observó mientras se quitaba la túnica y se acostaba en su cama, para caer dormido de inmediato. No notó la llegada de su madre. Estaba completamente concentrada en su protegido, cuidando de que nuevas pesadillas no asaltaran su sueño y no le permitieran descansar debidamente. Con cuidado, aunque sabía que él no la oiría ni la sentiría de ninguna manera, se acercó a él y le pasó una mano por el pelo, sintiendo su suave textura, aun cuando sólo era, en realidad, una ilusión.

.-¿Ha ocurrido algo malo, Aydun? –la suave voz de su madre la sobresaltó e hizo que se diera la vuelta.

.-Ah… Hola, madre –dijo, con voz ahogada, aún con el corazón agitado. Se giró y caminó hasta la vasija de cerámica. Las imágenes de Harry y de la cabaña y la selva desaparecieron cuando volvió a tocar la sustancia de la vasija con el dedo. A su espalda, la fantasmal madre de la chica esperaba por la respuesta de su hija.

.-¿Aydun?

.-Tranquila madre. Ya no hay ningún problema –Aydun la miró y sonrió con un poco de nerviosismo, sintiendo como su corazón empezaba a tranquilizarse-. Dos vampiros atacaron a Harry, pero pudo librarse de ellos.

.-Está bien¿no? No le ha pasado nada, espero.

.-No, está perfectamente. Ahora está descansando.

La fantasma miró a su hija con detenimiento. Aydun se sentó en la cama y se tapó la cara con las manos, intentando tranquilizarse.

.-¿Te encuentras bien, Aydun?

La chica levantó la mirada y miró a los ojos a su madre.

.-Sí, estoy bien. Sólo… sólo me he asustado –se encogió de hombros sin darle importancia.

.-¿Tanto te importa él?

.-Claro que me importa, madre. Es mi protegido.

.-Ya sé que es tu protegido, cariño –la fantasma se colocó justo enfrente de su hija a su misma altura, como si estuviera arrodillada en el suelo-. Sólo es que me parece que estás más pendiente de éste de lo que lo estuviste con cualquiera de los demás.

.-Ya madre, pero date cuenta que los demás ya eran personas adultas, Harry es un adolescente y necesita más mi ayuda que los demás.

.-De eso ya me he dado cuenta, pero hay una cosa que no entiendo –las dos se miraron a los ojos, la mujer escrutadoramente y la chica con algo de vergüenza-¿por qué repartiste tus otros protegidos entre tus compañeros y te quedaste con Harry, justamente con el más difícil?

Un suave, e inexplicable para la chica, rubor coloreó sus mejillas que impidió seguir mirando a su madre a los ojos.

.-Los demás ya no necesitaban apenas mi ayuda, madre, y me estaba olvidando de ellos. Y como estaba más pendiente de Harry que de los demás, pues preferí volcarme en uno y hacerlo bien que en muchos y hacerlo mal.

.-Vale, eso lo entiendo, pero¿por qué Harry y no otro?

El rubor de sus mejillas se intensificó.

.-No sé –la chica se volvió a encoger de hombros, intentando no dar importancia al asunto-. Supongo que me siento más conectada y unida a él.

.-¿Por tu padre? –le preguntó su madre intentando mirarla a los ojos.

.-En parte. Le he cogido mucho cariño a Harry y me siento identificada con él.

.-¿Qué tanto cariño le has cogido a Harry?

Aydun levantó con rapidez su mirada hasta posarla sobre lo de su madre, recelo brillando en sus penetrantes ojos azules.

.-Madre, no sigas. Ya sé adónde quieres llegar a parar y ya te lo dijo desde el principio: no.

La fantasma sonrió y se puso a su altura normal, sin dejar de ver a su hija.

.-¿Seguro?

.-Por supuesto.

.-Entonces… ¿por qué tus ojos brillan tanto cuando hablas de él o cuando le miras?

.-Madre, no te hagas ilusiones. Sólo le quiero como a un hermano, como a un amigo y como a mi protegido y nada más.

De pronto sintió sobre su cabeza la fría mano de su madre acariciándole el pelo con cariño, sonriéndole tiernamente.

.-Aún eres muy joven, cielo. Dime eso dentro de un tiempo y hablaremos.

La fantasma se apartó de su hija y caminó hacia la puerta de salida, pero antes de dio la vuelta y miró a Aydun por última vez.

.-Por cierto, creo que ya es hora de que bajes; los demás ya habrán empezado a cenar.

Y salió. Aydun se quedó sola en su habitación, pensando en la conversación que había mantenido con su madre cuando un pensamiento en especial le llamó la atención.

'¡La poción!'

Justo cuando estaba saliendo de su habitación un grito muy, muy agudo que vino del piso de abajo la hizo detenerse, insegura de si era mejor bajar o quedarse en su habitación y esconderse.

.-¡AYDUN!

Al parecer su madre tenía razón y ya habían empezado a cenar. Aydun se encogió de hombros divertida y se rió cuando vio a los pies de la escalera en el piso de abajo a uno de sus jefes con el pelo de un rosa fosforito y chillón y la piel llena de puntos verde pistacho.

Bueno, podría estar castigada, otra vez, pero nadie le quitaría aquella visión de su memoria.


Unos cuantos días más pasaron. Desde el ataque de los dos vampiros no había pasado nada digno de mencionarse, sin contar que la punta de la lanza de Harry se había roto y el chico había tenido que cambiarla por una de las de repuesto que había hecho antes de irse del poblado.

Sin embargo, había algo que preocupaba más a Harry que una punta de lanza rota. Hacía días que el espíritu que siempre le acompañaba había desaparecido y no podía sentirlo a su lado. No era algo que debiera preocuparle, al fin y al cabo a los espíritus no se les podía matar, pero no por eso dejaba de extrañarlo.

Con un suspiro de frustración, Harry salió de la cabaña y se sentó en el suelo con la espalda apoyada en la pared y la mirada fija en el cielo. Esa noche era luna llena. Un aullido resonó en la lejanía y un escalofrío recorrió la espalda del muchacho al escucharlo. Nadie le había dicho que por allí también vivían licántropos.

'Creo que es una buena idea que me vaya a la cama' pensó, con el aullido retumbándole aún en los oídos.

Echó una última mirada al brillante satélite que reinaba en el cielo oscuro, recordó a Lupin, más precisamente aquella noche de tercer curso cuando descubrió toda la verdad sobre la muerte de sus padres y le vio como un lobo adulto, y peligroso, realmente, y s volvió a meter en la cabaña, asegurándose de que las barreras en torno al claro aún estuvieran en pie.

Pero no llegó ni a quitarse la túnica. De pronto y sin previo aviso el espíritu se presentó a su lado, mandándole imágenes a su mente con demasiada rapidez como para que su cerebro pudiera procesarlas.

.-Espera, espera, para un poco –susurró, sin levantar apenas la voz-. Tranquilízate y pásamelas un poco más despacio.

Harry podía sentir la angustia y la excitación del espíritu, pero no podía hacer nada para clamarle. Sin embargo, en cuanto pudo ver en su mente con claridad y atentamente la imagen entendió por qué el espíritu le intentaba meter tanta prisa. Y no necesitó que el espíritu le mandara más imágenes. Sin saber muy bien por qué lo hacía, pero sí siendo consciente de en qué lío se iba a meter, cogió la lanza, se la colocó atravesada a su espalda y salió corriendo, siguiendo al espíritu lo más rápidamente que podía.

Con mucha agilidad ya, trepó por árboles, saltó de ramas en ramas y alguna que otra vez se balanceó en alguna liana, completamente concentrado en seguir al espíritu lo más rápidamente posible. Algo que era bastante difícil, pues el espíritu era capaz de atravesar cualquier cosa, pero él tenía que sortearlas y eso era algo que hacía perder tiempo.

Y lo peor de todo era que, al pasar por dentro de la selva, con todos esos árboles enormes y frondosos, los rayos de luna no conseguían traspasar y darle algo de iluminación, así que se movía en la más absoluta e inquietante oscuridad. Lo único que tenía para guiarle era el espíritu delante de él que le iba pasando a su mente la información necesaria para saber por donde tenía que saltar, trepar o correr. Y, aunque Harry confiaba muchísimo en ese espíritu, nunca le había gustado depender tanto de alguien.

Con una rápida y silenciosa carrera por el suelo desigual, Harry llegó por fin al sitio donde el espíritu le había estado guiando. La imagen ante sí no pudo ser más aterradora.

Un, impresionantemente grande, hombre lobo, en esos momentos lobo, por supuesto, tenía agazapada a una chica entre una inmensa maraña de raíces. El licántropo se dedicaba a morder y a arañar con fiereza las raíces intentando llegar a la chica, mientras ésta sólo podía encogerse sobre sí misma para que las zarpas de la criatura no llegaran a alcanzarla y a herirla.

Harry, sabiendo perfectamente que esas raíces no aguantarían mucho más los embistes del lobo, cogió la lanza que colgaba a su espalda, transformó la punta de piedra en plata pura y la lanzó contra el licántropo. Éste, que al parecer había captado el sonido del arma al rasgar el aire, consiguió apartarse a tiempo solo para sentir como la punta de la lanza llegaba a rozarle y cortarle en el costado. Sobra decir que aquello jodió mucho al lobo y solo consiguió desviar su atención de la chica a Harry.

.-Llévatela, corre –le instó el chico al espíritu justo antes de tener que apartarse para que el inmenso lobo, que de tan cerca resultaba ser realmente gigantesco, no le atrapase.

Sin tener ningún arma más para defenderse del hombre lobo, Harry sólo podía saltar y subirse a los árboles para intentar escapar de los ataques del licántropo, pero pronto descubrió que aquella criatura, por muy grande que pareciese, también sabía subir y andar por los árboles, así que aquello no le iba a servir para mucho. Viendo una pequeña oportunidad, se tiró hacia la lanza que había quedado tirada en el suelo después del lanzamiento. Por el rabillo del ojo alcanzó a ver a la chica salir de entre las raíces antes de tener que defenderse de un nuevo ataque del licántropo. No lo vio, pero sí oyó como la chica caía al suelo y el hombre lobo, al ver una presa más fácil que él se tiró a por ella.

Harry, recurriendo por primera vez a la magia, y pateándose mentalmente por no haberlo hecho antes, lanzó un hechizo aturdidor a la criatura, lo que sólo consiguió unos preciados segundos en los que confundió al lobo y él aprovechó para acercarse a la chica e intentar levantarla. Pero en cuanto ella estuvo en pie, trastabilló de nuevo y volvió a caer y fue entonces cuando Harry vio la herida sangrante y supurante que tenía ella en la pierna, desde debajo de la rodilla hasta el tobillo. Pero no tuvo tiempo de pensar en eso, pues oyó al hombre lobo detrás de él gruñendo, con espuma saliéndole de la boca.

Apretando con fuerza la lanza entre sus manos se giró, decidido a matar si era necesario al licántropo. Justo cuando estaba totalmente girado, el lobo saltó y se abalanzó sobre él. Harry, con la lanza en sus manos, sólo atinó a colocar su arma hacia el hombre lobo y poner su brazo ante su cara como defensa antes de sentir como el licántropo llegaba hasta él y le clavaba los afilados dientes a la vez que se hundía la punta de plata de la lanza en el pecho y moría en el acto.

Un último aullido a la luna resonó en la selva antes de quedarse todo en un sombrío silencio.


Wolas! Qué tal todos? Qué, os gustó el capítulo? No me diréis que éste no ha tenido acción, no?

Bueno, el cap especialmente dedicado a EugeBlack y a norixblack, las dos locas que me han estado dando el coñazo hasta que he actualizado. Un besazo a las dos, wapas ;) (Euge, pásatelo bien en la playa y no hagas muchas locuras, eh? xD)

Muchísimas gracias a EugeBlack, norixblack, jovas y SerenitaKou por sus reviews. Espero que este cap os haya gustado más que el anterior.

Un besotes a todos

REVIEWS!

Aykasha-peke
Miembro de muchas Órdenes