Disclaimer: Harry Potter y sus personajes son propiedad de J. K. Rowling. Esta historia está escrita sin ánimo de lucro.

A REFUGIO EN LA OSCURIDAD

Capítulo 20

La oscuridad era total y aterradora. Sentía un gran peso sobre su cuerpo y la cabeza le martilleaba dolorosamente. Parpadeó repetidamente intentando apartar las lágrimas producidas por el dolor que le nublaban la vista. Intentó respirar hondo pero el peso que tenía sobre su cuerpo se lo impidió. Con un sobreesfuerzo y utilizando sólo el brazo derecho apartó lo que fuera aquella cosa que tenía encima de él. Por alguna extraña razón que no llegaba a recordar el brazo izquierdo no lo podía mover, si lo intentaba, como había hecho momentos antes, el dolor que le producía hacía que desease seguir estando inconsciente. A si que no necesitó pensarlo mucho para decidir no moverlo innecesariamente. Con un nuevo esfuerzo movió el peso muerto hasta que éste cayó al suelo a un lado suyo y abrió los ojos. Los intensos rayos de sol le recibieron de vuelta al reino de los vivos. Esta vez sí siendo capaz de poder aspirar todo el oxígeno que quisiese, respiró profundamente, llenando sus pulmones de aire.

El ambiente olía a humedad. Si no había llovido ya, seguramente lo haría pronto. Se incorporó lentamente y quedó sentado en el suelo, esperando que el mareo que le había nublado por unos instantes sus sentidos se esfumara. Un intenso dolor le llegó como una corriente eléctrica desde su brazo izquierdo hasta el cerebro haciéndole jadear de dolor. Entreabriendo los ojos que había cerrado mecánicamente se miró el brazo herido. Al ver la lesión no pudo evitar jadear aún más agitadamente. Tenía cuatro largos cortes, producidos por los colmillos de un animal, y una sustancia ligeramente verde cubría las heridas mezclándose con la sangre. El olor que desprendía aquella sustancia era nauseabundo.

Harry, sobreponiéndose a sus ganas de vomitar, desgarró con los dientes y con la mano derecha su túnica y con el trozo se vendó el brazo lo mejor que pudo intentando parar la hemorragia. Un gran charco de sangre se extendía bajo él, empapando la tierra y la vegetación.

Olvidándose por un momento del dolor de su brazo miró a su alrededor buscando el peso que había tenido sobre él cuando había despertado. No tardó nada en encontrarlo. Aquel peso era un hombre grande, más grande de lo normal. Tenía el pelo negro veteado de gris y la piel oscura.

A Harry se le cortó la respiración al darse cuenta. Aquel hombre no se movía, su pecho no subía ni bajaba, como era lo normal.

No respiraba.

Lo había matado.

Lo había asesinado.

La respiración se le agitó. No podía ser, era imposible. Él no podía haberlo matado, aquel hombre no le había hecho nada. No, todo era una ilusión, un sueño. No podía ser verdad. Sólo era una pesadilla. Dentro de unos momentos despertaría en la cabaña y tendría que levantarse para comer. O mejor aún, despertaría en el poblado, con Karil a su lado como cada vez que tenía una pesadilla para intentar confortarle, aunque no fuera lo apropiado.

Pero por mucho que lo deseó, Harry no despertó en el poblado. Cuando abrió los ojos después de haberlos cerrado se encontró con la imagen del hombre tirado en el suelo, con los ojos cerrados y un hilo de sangre saliéndole de la boca. La prueba de que lo había matado delante de sus ojos: la lanza rota incrustada en el pecho del hombre con la punta de plata saliendo por la espalda.

Cerró los ojos con fuerza. Tenía la respiración entrecortada y le dolor del brazo se intensificaba cada vez más. Tenía que irse de allí, debía curarse el brazo. Sin embargo no se movió. Recuerdos de lo pasado el día anterior le llegaban a la mente cada vez con más nitidez. Recordó al lobo, recordó sus inmensos ojos dorados y sus grandes colmillos… y recordó a una chica, una chica herida a la que había protegido.

Abrió de nuevo los ojos y miró a su alrededor, en busca de aquella chica. En una primera ojeada no la encontró, pero luego pudo divisarla escondida debajo de una maraña de raíces que sobresalían del suelo y que pertenecían a un inmenso árbol centenario. Ella le miraba con unos intensos ojos color chocolate con curiosidad y desconfianza. Harry, viendo que ella estaba más o menos bien, suspiró con alivio e intentó levantarse, pero la pérdida de sangre se hizo notar y le hizo caer de rodillas de vuelta al suelo presa de un intenso mareo. La chica no se movió, siguió mirándole, indecisa entre salir en su ayuda o quedarse donde estaba.

Harry, al final, se puso de pie despacio. El brazo cada vez le dolía más y el trozo de túnica con el que se lo había vendado estaba ya completamente empapado en sangre. Tenía que ir a curarse ya la herida, pero no podía dejar allí a la chica. Si no estaba equivocado, aquella chica debía ser la única que había conseguido escapar del ataque de aquel grupo de magos que se dedicaban a buscar y a exterminar a las tribus de África. No, no podía dejarla allí. Con paso tambaleante se fue acercando a ella, despacio, intentando no asustarla.

Ella, aún así, viendo que Harry se acercaba no se movió. Le siguió con la mirada, evaluándole, analizándole, sopesando si era peligroso o no. Instintivamente sabía que él no le haría daño; por los Antiguos¡si incluso le había protegido! Pero los rasgos de su cara no eran los que ella estaba acostumbrada a ver. Los hombres de su tribu tenían las cejas muy tupidas, la nariz grande, diseñada para capar los olores con más facilidad, los labios gruesos, la mandíbula ancha y cuadrada, preparada para comer y sujetar cualquier tipo de cosas, y la piel y los ojos oscuros, muy oscuros. Sin embargo aquel chico no era así, sus rasgos era más redondos, aún producto de la infancia, su nariz era algo más pequeña y recta, las cejas un poco más finas y su piel era bastante más clara que la de ellos. Y en cuanto aquel chico le miró a los ojos pudo ver un precioso y extraño color esmeralda. Ella nunca había visto ese color de ojos antes, todos los que ella había conocido habían sido marrones o negros, pero nunca verdes.

El corazón le dio un vuelvo. Aquel chico se parecía físicamente a aquellos monstruos que había arrasado con su tribu y eso le hizo desconfiar de él. Sin embargo, en cuanto los dos volvieron a conectar las miradas, ella pudo ver en aquellos extraños ojos verdes que él no tenía malas intenciones. No, él estaba preocupado por ella. Pudo ver también el brazo herido del chico, vendado torpemente. Él le había protegido, se había puesto delante de ella para protegerla y había recibido una mordida del hombre lobo. Ahora, por su culpa, aquel chico había sido contagiado por la maldición y se convertiría en un monstruo sanguinario una vez al mes durante el resto de su vida. Pero ahí estaba, delante de ella, ignorando su brazo y preguntándola si estaba bien.

Con aún algo de desconfianza se arrastró dolorosamente por debajo de las raíces hasta salir de donde estaba escondida. La pierna estaba casi inmóvil, apenas la podía mover y utilizarla para salir. La herida estaba infectada y le daba punzadas de dolor. Iba a necesitar ayuda de aquel chico si quería andar.

.-¿Estás bien? –le volvió a preguntar Harry. Ella le miró desde el suelo, le hizo un leve asentimiento y aproximó con cautela su brazo hasta él, esperando que comprendiera su gesto y la ayudara a levantarse.

Harry terminó por aproximarse a ella, la levantó y la puso en pie con algo de dificultad. Ella le pasó un brazo por los hombros y Harry rodeó su delgada cintura con su brazo derecho intentando estabilizarla. Cuando ya estuvieron seguros de que ella no se caería al suelo, él empezó a andar en dirección a donde estaba su cabaña, pero ella hizo fuerza hacia el otro lado, sin querer moverse.

.-¿Qué te pasa? –le preguntó Harry-. Tenemos que irnos de aquí y curarnos las heridas.

Ella no contestó. Frunció el ceño y le siguió mirando con desconfianza, pero al final accedió y empezó a caminar junto a él, apoyándose en él cuando veía que no conseguía mantener el paso por sí sola.

Siguieron caminando durante unas cuantas horas a paso lento, haciendo pequeños descansos cuando la chica no podía dar un paso más. Los dos había tenido que cambiar las vendas que cubrían sus heridas varias veces, y no podían hacerlo muchas más, pues las túnicas no eran tan largas y pronto empezarían a mostrar lo que deberían ocultar. Y, aparte de eso, las heridas escocían y dolían muchísimo y se estaban infectando. Pero Harry ya sabía que la suya ya estaba infectada.

No había querido aceptarlo ni pensar en ello, pero debía admitir que el futuro lo aterrorizaba. ¿Qué podía hacer de ahora en adelante? La herida que tenía en el brazo había sido hecha por los dientes de un hombre lobo, no valía la pena mentirse ni evadir el tema. Y, como todo el mundo sabía, la maldición del licántropo se contagiaba vía mordedura, poniendo en contacto la saliva del hombre lobo con la sangre de la víctima. Después de que los dos componentes principales se ponían en contactos, el virus que contenía la saliva del licántropo iba infectando todas las células del cuerpo poco a poco en un plazo de menos de un mes, estando ya a punto para la siguiente luna llena para que el humano se convirtiera en un lobo sanguinario en cuanto la luna llegara a su punto más alto en el cielo.

Se sabía que, en el tiempo entre la mordedura y la primera transformación, la víctima iba sintiendo los síntomas de la enfermedad, sobre todo por la noche, empezando a manifestarlos cuando la luna empezaba a salir. Al principio eran ataques leves de mal humor y algo de dolor, pero luego iban empeorando mientras se acercaba la noche de luna llena para que, justo la noche anterior, la víctima ya estuviera casi transformada, solo quedando a la vista algún que otro rasgo humano, como mantenerse erguido sobre las patas traseras o mantener aún algo de lucidez humana.

Harry había leído esto en un libro de la biblioteca que había en la cabaña donde había vivido por apenas un par de meses al amparo de Voldemort. También había leído que se habían documentado un par de casos en los últimos tres mil años donde las víctimas habían conseguido dominar al lobo en su interior y le hacían aparecer cuando ellas querían, sin ser obligadas a transformarse en noches de luna llena. Pero claro, esos dos casos en tres milenios habían sido tan estudiados y analizados sin conseguir solución alguna que ya habían pasado a ser meras leyendas. Harry esto también lo sabía, por supuesto, y para ser sinceros, él tampoco creía en la posibilidad de que algo así pudiera suceder.

Pero, ahora¿qué iba a pasar con él? Seguro que los del poblado no lo querrían entre ellos y Tom le mataría o incluso sería capaz de hacerlo volver con Dumbledore para que él cargase con su maldición.

Oh, no… Él no volvería con Dumbledore, aunque Tom renegara de él. No iba a volver a las faldas del viejo loco, eso seguro.

Pero, si no¿adónde iría?

Harry suspiró con pesadumbre. La chica le miró y le extendió de nuevo un brazo para que la ayudara a levantarse de las raíces donde se había sentado para descansar. Él, en cambio, viendo que el sol ya estaba a punto de ocultarse en el horizonte y sabiendo que muy posiblemente algún síntoma de su nueva enfermedad empezaría a mostrarse en breve, se acercó a la chica, le dio la espalda y le hizo una seña para que se subiese a ella. Si él la llevaba a acuestas seguro que llegarían antes a la cabaña y su transformación empezarían en un lugar seguro. Aunque no sabía qué iba a pasar con la chica. Aparte de que ella no había dicho ni una sola palabra en todo el rato que llevaban juntos, no estaba en situación de llevarla de vuelta al poblado de los Simkrus, era un viaje demasiado largo y ella estaba bastante malherida. No, por desgracia ella tendría que quedarse con él. Al menos la luna llena ya había pasado y la siguiente sería cuando ella ya estaría en el poblado a salvo, eso era un consuelo.


La luna aparecía por el horizonte.

Harry solo necesitaba recorrer unos cuantos metros hasta llegar a la cabaña, pero un dolor agudísimo en todo el cuerpo le sobrevino antes. Cayó al suelo, con la chica aún firmemente sujeta a su espalda. Intentó hacer un par de respiraciones profundas, pero los pulmones se negaban a dejar entrar ni una sola molécula más de aire. Estaba en el suelo, sin poder moverse, de rodillas y apoyado sobre sus manos, con el cuerpo cubierto de sudor y temblando. La chica le miraba con preocupación, sin moverse para no desestabilizarle. Los rayos de luna le daban de lleno sobre su cuerpo, implacables.

Pasaron unos angustiosos segundos. Harry sentía una presión en su cabeza que le aturdía y le inmovilizaba, impidiéndole pensar con claridad, pero dejándole sentir todo el dolor que atenazaba su cuerpo.

De pronto, y entre toda la niebla que inundaba su cabeza, sintió al espíritu que solía acompañarlo a su lado. El alivio que sintió al tenerlo junto a él le dio un pequeño respiro y el dolor se aligeró durante unos momentos. Sin embargo el dolor no se incrementó tras esos momentos. En vez de eso sintió como si el espíritu le rodease e hiciese un extraño escudo invisible que le protegía de los rayos de luna.

Fue entonces cuando Harry pudo respirar con algo de normalidad y reunir las suficientes fuerzas como para levantarse, con la muchacha aún a sus espaldas, y recorrer los pocos metros que le faltaban hasta la cabaña lo más rápidamente posible que le dejaron sus agotadas y adoloridas piernas.

No pudo evitar soltar un suspiro de alivio en cuanto entró en la cabaña. Respiró profundamente todas las veces que fue capaz en menos de medio minuto, lo que tardó en dejar fallar sus piernas y caer al suelo, aliviado de estar a cubierto y no al amparo de la luz de la luna.

La chica a su espalda se dejó caer al suelo detrás de él, intentando aliviarle, al menos, su carga. Con algo de esfuerzo se fue deslizando ayudándose de sus manos y de su pierna sana hasta estar delante de Harry. Con aún algo de desconfianza, pero ésta disipándose cada vez más mientras más tiempo pasaba con el chico, aproximó sus manos hasta la cara de Harry se la alzó con delicadeza. Sus ojos color chocolate conectaron con los verdes una vez más y le sonrió levemente, dándole las gracias sin palabras. Harry asintió como respuesta, intentando corresponderle a la sonrisa sin conseguirlo. Ella, al ver el asentimiento y saber así que él la había entendido, ensanchó un poco su sonrisa y pasó con dulzura sus dedos por las mejillas de Harry intentando secarle su humedad, provocada por el sudor y las lágrimas que el chico había soltado ante el dolor.

Harry, al sentir el toque de la chica en sus mejillas, apartó la cara bruscamente, enfadado consigo mismo. No debía mostrar debilidad en ningún sentido y ante nadie, y aún menos ante una persona que no conocía de nada como era el caso de la muchacha que tenía delante. Un escalofrío le recorrió la espalda al imaginarse lo que Tom le haría si se enteraba de ese momento de flaqueza.

Se levantó sin mirar a la chica en el suelo y se encaminó, sin hacer ningún atisbo del dolor que sentía, hacia un pequeño arcón de piedra situado en las sombras al fondo de la cabaña. Al abrir con algo de dificultad la tapa sintió la frescura de la piedra bajo la piel de sus manos. Suspiró con alivio imperceptiblemente al ver que tenía pociones, plantas y ungüentos suficientes como para curar a la chica y a él mismo.

Justo en ese momento dio gracias a Karil por haberse empeñado en enseñarle las propiedades curativas de las plantas y las pociones que ella usualmente tenía en su choza, aun cuando él se había mostrado bastante reticente a aprenderlas.

Cogió las que él creyó que iba a necesitar y las dejó encima de la cama. Luego se acercó a la chica, que aún se encontraba en el suelo y no había apartado su mirada de Harry en ningún momento, y la ayudó a levantarse y a tumbarse en la cama. Luego y sin dedicar ni una sola mirada a la chica, se sentó y puso la pierna herida de ella sobre sus propias piernas. Quitó el vendaje que cubría la herida y la observó con cuidado. Era un corte largo y bastante profundo; normal que hubiera sido incapaz de caminar por ella misma y sin ayuda.

Con cuidado, y sin poder contar con su brazo izquierdo, Harry comenzó a curar la herida, echando sobre el corte extraños potingues y haciéndola beber pequeños tragos de raras infusiones que tenía preparadas con anterioridad. Poco a poco la herida se comenzó a cerrar y la chica empezó a adormilarse. Por último, Harry murmuró unas pocas palabras que hicieron que su rakish se iluminase y soltase un poderoso rayo que impactó en la pierna herida de la chica. El corte no terminó de cerrarse, pero sólo dejó un fino arañazo, que terminaría de curarse solo. La chica, después de esto, cayó completamente dormida en la cama.

Harry, al contrario que la chica, no podía rendirse al sueño. Era verdad que había estado la mayor parte del día caminando y necesitaba descanso con urgencia, pero la herida de su brazo le clamaba atención. Ya podría descansar después de habérselo curado.

Se levantó con cuidado para no despertar a la chica que dormía tranquilamente en su cama y se sentó en el suelo, con la espalda apoyada en una de las paredes, lo más lejos posible de la ventana por la que entraban algunos rayos de luna. Puso a su lado los ungüentos que habían sobrado después de curar a la chica y se quitó las vendas que cubrían la herida de su brazo izquierdo. Siseó y arrugó la nariz al sentir el dolor y el escozor cuando despegó de su herida el trozo de tela que la cubría. La herida realmente no tenía buena pinta. Aquella extraña sustancia verde, que seguramente era la saliva venenosa del licántropo después de haber hecho reacción con su sangre, se había convertido en una especie de costra viscosa que cubría toda la herida.

No pudo evitar volver a sisear de dolor cuando cogió un trozo de tela limpia, la impregnó en una de las pociones e intentó limpiarse con ella aquella asquerosa sustancia verdosa. Por Satán, aquello sí que escocía. Escocía y mucho, más de lo que lo había escocido algo en toda su vida.

Pero, aún así, no dejó escapar ningún grito, ni jadeo o gemido que evidenciase el dolor que estaba sufriendo. Sólo se mordió el labio inferior. No podía demostrar nada, ni el dolor ni la angustia que sufría; él no podía ser débil, él no era débil.

Siguió limpiándose la herida durante unos momentos más. Debajo de aquella costra había un montón de sangre que empezó a fluir cuando él terminó de quitar la inhumana cubierta. La herida tenía un olor nauseabundo que le hizo arrugar la nariz de nuevo y voltear la cara para intentar controlarse y no ponerse a vomitar. Con un nuevo vendaje se taponó la herida intentando que no saliera más sangre haciendo una ligera presión. Buscó con la mirada la poción coagulante que le había dado con anterioridad a la chica. Dio gracias a los espíritus al ver que quedaba lo suficiente para él. Con un rápido movimiento de su mano derecha se llevó el frasco a los labios y se la tomó con repugnancia. ¿Es que no podía existir al menos una poción que tuviera un sabor agradable?

Se quitó después de unos segundos la tela con la que se había taponado la herida y vio con satisfacción que no salía ya más sangre. Pero, por desgracia, aquel olor nauseabundo aún no había desaparecido.

Siguió tomándose alguna que otra poción para la pérdida de sangre y el dolor, se untó sobre la herida más sustancias destinadas a limpiar la herida de posibles bacterias y virus que pudieran infectarla y a hacerla cicatrizar más deprisa, pero estas últimas no conseguían ningún efecto. No fue hasta momentos después que el espíritu que siempre le acompañaba se situara a su lado y junto con su magia hiciera que los cortes terminaran por cerrarse. Mas no pudieron hacer nada para hacer desaparecer las cuatro largas y notorias cicatrices que quedaron marcando la piel del brazo izquierdo del chico.

.-Gracias… -murmuró Harry con voz queda.

Unos grandes ojos violetas con betas azules y ambarinas aparecieron de pronto frente a Harry, mirándole con atención. Luego, y sin previo aviso, volvieron a desaparecer, pero Harry sintió como una extraña materia le rodeaba, como si el espíritu estuviera abrazándole e intentando consolarle.

Harry sonrió al darse cuenta de las intenciones que tenía el espíritu. Y pensar que él, en un principio, no se creyó eso de que existían los espíritus…

Suspiró con pesar. Momentos después, el espíritu se separó de él, pero no se marchó; se quedó en algún sitio de la cabaña, sobre la cabeza de Harry. Él, intentando que su mente no divagara por su, cada vez más, incierto futuro, se levantó y se dirigió hacia donde tenía la "despensa" donde guardaba la carne seca. Cogió varias tiras y una cantimplora llena de agua fresca. Se acercó a la chica que aún dormía en la cama y la zarandeó con suavidad, intentando despertarla. Sabía que ella estaba cansada y necesitaba dormir, pero no sabía cuando fue la última vez que había comido y había perdido demasiada sangre por su herida en la pierna. Necesitaba comer algo.

Al final ella terminó por abrir los ojos y se sobresaltó asustada al ver que no estaba donde se supone que ella debía estar. Pero en cuanto vio al chico, los recuerdos del último día le llegaron a la mente y se relajó, sabiendo que estaba a salvo.

.-Tranquila –susurró Harry viendo como ella se sobresaltaba-, no voy a hacerte daño. Sólo te traía algo para comer.

Le extendió una tira de carne seca. Ella le miró con algo de desconfianza, pero venció el hambre que sentía y la cogió con, aún, algo de reticencia. Él, después, le extendió también la cantimplora con el agua.

Harry se llevó una de las tiras a la boca y se la comió con rapidez, sintiéndose famélico. Después de ésa, se comió otras tres antes de detenerse y mirar a la chica algo sorprendido. Ella todavía no se había comido la que él la había dado al principio.

.-Puedes comértela¿Sabes? –le susurró con dureza-. No la he envenenado.

La chica volvió a mirar con algo de recelo la carne, pero esta vez se la llevó a la boca y se lo comió con sorpresa. En su tribu no era usual que los hombres cocinasen, sólo se encargaban de cazar y de llevar la presa a su cabaña para que las mujeres se ocupasen de ella e hicieran la comida. Pero, al parecer, a aquel chico no le importaba mancharse las manos haciendo una tarea de mujeres, y, encima, aquella carne seca no sabía nada mal.


El mundo estaba en sombras. Las campanadas de medianoche en algún reloj lejano resonaron por toda la vieja mansión. Mas eso, sin embargo, no perturbó las idas y venidas nerviosas de la veintena de hombres enmascarados que se movían por la antigua casona resolviendo pequeños problemas que faltaban por solucionar para llevar a cabo la misión que les había encomendado su señor. Éste, al contrario, se encontraba bastante relajado, con Nagini enroscada alrededor de su pecho y la cabeza triangular apoyada sobre uno de sus hombros huesudos. La imagen de hombre mortal totalmente camuflada bajo su aspecto demoníaco, un aspecto que sólo utilizaba cuando salía de su mansión a enfrentarse con sus enemigos. Con sus escalofriantes ojos rojos observaba a sus mortífagos, sin murmurar una sola palabra, ni una sola instrucción. Sus vasallos ya sabía lo que tenían que hacer, y más les valía hacerlo bien si no querían ganarse una buena sesión de Cruciatus.

Bueno, pensándolo bien, eso sería divertido, muy útil para descargar tensiones.

Una horrible sonrisa maliciosa curvó las comisuras de su boca sin labios, mandando escalofríos a todos aquellos que llegaron a distinguirla.

Sus ojos brillaron de diversión al darse cuenta del miedo que seguía inspirando a sus seguidores.

Con una mano pálida de largos dedos huesudos acarició la cabeza de la serpiente que reposaba sobre su hombro. Esperó con inusitada paciencia durante unos momentos más a que los mortífagos terminaran de resolver los últimos problemas.

Al final, con un movimiento de su mano indicó a un mortífago que se había mantenido a su lado que se acercara. Cuando el hombre estuvo a su alcance, le cogió sin miramientos su brazo izquierdo y le remangó la manga izquierda de la túnica que vestía. Ni le importó lo más mínimo que ese hombre bajo y enjuto temblara y sudara de miedo. En vez de eso, tocó el horrible tatuaje del brazo con uno de sus largos dedos, infundiéndole a él y a todos los demás mortífagos un insufrible dolor durante unos segundos hasta que dejó de tocar la marca, llamándolos a su presencia a todos.

A todos… al menos, a los que aún se podían llamar mortífagos fieles, claro.

No tardaron demasiado en acudir a él. Los que estaban de su lado y no encerrados en Azkaban o escondidos se posicionaron formando una circunferencia en torno a él, esperando a oír sus últimas órdenes.

.-Macnair –llamó Voldemort girándose hacia el mortífago en cuestión-. ¿Los dementores y los trolls están preparados?

.-Por supuesto, mi señor –contestó el mortífago-. Están esperando afuera.

.-Bien. Severus¿las pociones están listas?

.-Sí, mi Lord –el hombre d ojos negros hizo una sutil reverencia, demostrando respeto-. Todas y cada una de las que me pidió se encuentran en las habitaciones indicadas.

.-Muy bien. Cada uno de vosotros sabe perfectamente su papel en este plan y espero que lo cumpláis a la perfección. Pobre de aquel que se atreva a fallar –nuevos escalofríos recorrieron la fila de mortífagos-. Pues adelante, sacad de Azkaban a vuestros compañeros que no se merezcan esta allí.

Y todos, a la vez, desaparecieron de la mansión Ryddle con un chasquido.


Patry asoma la cara por detrás del sofá y sonríe intentando parecer inocente Hola! Cuánto tiempo, sin leernos! Qué tal todo?

Sí, sí, ya sé que he tardado mucho en actualizar… sí, sí, también sé que la espera no ha merecido la pena, pero… buff, se me juntaron demasiadas cosas (como por ejemplo el fin del verano y el comienzo de las malditas clases ¬¬, puro trauma post-vacacional…) y encima el muso se fue de vacaciones inesperadas, de nuevo, y junto con el chasco que me llevé con el otro cap que creía que os gustaría más a todos, pues las ganas de escribir se fueron a donde yo me sé y a donde vosotros os podéis imaginar.

Pero bueno, aquí ya está por fin el nuevo capítulo, y aunque aburrido, espero que os guste.

Este cap dedicadocon mucho cariñoa norixblack y a EugeBlack (madre mía qué tendrán estas dos locas con la familia Black) por haberme apoyado y animado a subirlo ya por fin, y a PaddyPau (otra que tal baila) por estar siempre ahí, porque la quiero mucho y porque la echaré mucho de menos este curso que no estaremos juntas ¡-¡

Y ya os podéis ir pasando todos por sus fics porque son geniales y porque ellas se merecen recibir muchos reviews. Ya veréis como pasaréis un rato divertido leyéndolos ;)

Bueno, como siempre mis agradecimientos a todos aquellos que se toman un trocito de su tiempo para dejarme un comentario. Muchísimas gracias a todos.

Se me olvidaba! Ahora con eso de que he vuelto a las aburridas clases, pues no sé cuando será la próxima actualización. Intentaré que haya al menos una cada dos semanas, pero no prometo nada. Eso sí, cuantos más reviews reciba, más prisa me daré, así que vosotros veréis xD

Pero bueno, mil besos a todos. Mucha suerte a los que ya empezaron las clases.

Aykasha-peke
Miembro de muchas Órdenes