Disclaimer: Harry Potter y sus personajes son propiedad de J. K. Rowling. Esta historia está escrita sin ánimo de lucro.

A REFUGIO EN LA OSCURIDAD

Capítulo 21

Lágrimas de rabia e impotencia caían de sus ojos azules, recorriendo la tersa mejilla y desapareciendo en el cuello de su túnica. Sus puños se encontraban cerrados con fuerza, al igual que su mandíbula.

No había podido hacer nada, absolutamente nada. No había podido ayudarlo a librarse del licántropo, ni había podido evitar que le mordiera… nada.

Él era su protegido, su deber era ayudarlo, defenderlo… Para eso ella estaba allí y no muerta, como debería estar. Él era su deber, el único motivo por el que ella seguía viva. Por él y para él. Y ahora… ahora no se podía dar marcha atrás.

Odio, furia, coraje… eso era lo que ella sentía en su corazón, pero ante todo impotencia y tristeza. Ahora su protegido era un hombre lobo, y no se podía hacer nada por impedirlo. En ese momento, ella odió a sus jefes por no dejarla ir a proteger a Harry y curarlo, como debería haber hecho.

Sin embargo se hallaba cautiva en aquel mundo, en aquella habitación viendo a su protegido curarse como podía la profunda herida de su brazo, ayudado por ese espíritu que le acompañaba. Debía ser ella la que tuviera que encargarse de curar la herida, no aquel espíritu.

Iba a conseguir volver con su protegido. No sabía cómo, pero lo iba a hacer. No le importó las posibles consecuencias que desencadenaría con ello, pero ella iba a volver al lado de Harry costase lo que costase.


Los rayos del sol le despertaron. Estaba tumbado en el suelo, en un rincón de la cabaña. Se preguntó qué diablos hacía allí, hasta que recordó todos los sucesos del día anterior. Respiró hondo, intentando que la ira y la frustración que sentía no escaparan de él en forma de grito o de un golpe en la pared.

Maldita sea… Aquello era lo último que le faltaba.

Se levantó y estiró todos los músculos que tenía agarrotados por culpa de dormir en el suelo. Con un enorme bostezo y pasándose la mano por su rebelde pelo miró a la chica que aún seguía dormida en su cama. Su largo y sucio pelo negro tapaba la mitad de su cara. Su respiración era constante y tranquila. Acostada de lado como estaba, Harry podía apreciar las curvas de su cuerpo casi maduro. De cintura estrecha y caderas anchas, Harry no pudo evitar pensar que la extraña joven, aunque algo demacrada por la falta de sueño y alimento, era una chica verdaderamente preciosa.

Agitó la cabeza para apartar esos pensamientos innecesarios e inoportunos y salió de la cabaña. El sol le dio de lleno casi sobre su cabeza. Estaba a punto de ser la hora del almuerzo y el estómago le rugía por el hambre. Pero antes de ir a comer algo sería buena idea ir a darse in baño. Estaba lleno de tierra y sangre de la aventura del día anterior.

Volvió a entrar en la choza. La chica, de la que aún no sabía su nombre y esperaba no quedarse con la duda durante más tiempo, seguía durmiendo profundamente. A Harry le daba pena despertarla, se veía que ella no había dormido tan tranquilamente desde que había atacado a su pueblo. Así que, haciendo el mínimo ruido posible, Harry cogió un taparrabos y una túnica limpios y salió de la cabaña. La chica aún no había despertado, por lo que Harry murmuró unas pocas palabras, concentrando su poder mágico cerca del rakish para que éste lo canalizara y mandara un hechizo que cubriera toda la choza. Si la chica despertaba, el escudo le avisaría a Harry donde sea que estuviese y no dejaría que la chica saliera de allí.

Se movió con rapidez en dirección sur, donde sabía que había un pequeño lago de aguas limpias y tranquilas, alimentado por un manantial subterráneo. Era un lugar bonito y relajante, algo que contrastaba fuertemente con el resto del territorio de la Selva Prohibida, donde todo era agobiante y terrorífico.

Pero allí estaba ese pequeño pedazo de paraíso en medio de todo aquel infierno. Un pequeño lugar en el cual relajarse y ver a distintos animales ir a beber de sus claras aguas en total libertad y sin miedo a ser devorados por otros más grandes o más peligrosos que ellos. Un pequeño lugar donde reinaba la paz y no existía el peligro para nadie.

Aquél era un lugar al que Harry adoraba ir. Si no estuviera prohibido se pasaría allí todas las horas del día, nadando en las claras aguas o viendo a los animales que acudían allí a beber. Pero el espíritu que siempre le acompañaba le había avisado de que aquel lugar sólo estaba allí para que los adolescentes que eran puestos a prueba bebieran y se bañaran, pero no para vivir ni para matar a animales. No, aquellos estaba prohibido y romper esa prohibición podría acarrear castigos muy severos. Y no era una buena idea hacer enfadar a los Antiguos.

Unos diez minutos después de salir de su cabaña, Harry llegó al lago. Toda la vegetación que rodeaba al agua era verde y exuberante. Grandes flores rojas y naranjas se abrían al recibir los rayos del sol y bonitos pájaros de bonitos colores llenaban el lugar con sus alegres sonidos.

Harry, en cuanto tubo ante sus ojos las aguas cristalinas del lago, comenzó a agradecer a los espíritus por crear aquel lugar y a alabarlos por mantenerlo tan hermoso y puro como el primer día. A los espíritus les encantaba que los adulasen.

'Son unos ególatras y unos vanidosos' pensó mientras se iba acercando poco a poco hacia la orilla, con una sonrisita burlona en los labios.

Más tardó en pensarlo que en sentir una presión en el estómago causado por nada en apariencia, pero Harry supo que había sido su compañero espíritu "castigándolo" por su pensamiento. En realidad el apretón no había sido doloroso, sólo había sido como un golpe que le hubiera dado a un amigo ante una broma a su costa.

Una pequeña carcajada casi escapó de sus labios.

.-No me dirás que no tengo razón –le comentó en un susurro, sin borrar su sonrisita socarrona.

Sin embargo no recibió contestación. El espíritu había desaparecido tan súbitamente como había aparecido, así que en esos momentos Harry se encontraba tan solo como había estado cinco minutos antes. Pero, por supuesto, no se preocupó ni se molestó.

Dejó su cambio de ropa sobre una roca cercana a la orilla del lago y se metió en el agua después de quitarse la túnica que vestía. Bajo sus pies las rocas estaban algo resbaladizas y desniveladas. A unos seis o siete pasos de la orilla Harry dejó de hacer pie y quedó flotando en las limpias y templadas aguas.

Estuvo nadando durante un rato, buceando o simplemente flotando relajado. Le encantaba nadar, era lo mismo que le pasaba estando sobre una escoba; sus preocupaciones quedaban en tierra y de lo único que tenía que preocuparse era de disfrutar.

Pero después de unos minutos decidió que ya era hora de volver a su cabaña. La chica, al parecer, aún no había despertado, pero no era una buena idea dejarla sola durante mucho tiempo.

Con unas cuantas brazadas se acercó a una de las orillas donde había divisado plantas jabonosas. Volvió a dar gracias a Karil por haberse empeñado en enseñarle esas cosas antes de que llegara el día de la prueba. Ahora podría bañarse en condiciones.


Poco a poco fue haciéndose más consciente de su entorno. Empezaba a despertar de un profundo sueño reparador, uno del que no había podido disfrutar desde hacía bastante tiempo.

Todo a su alrededor se encontraba en un perturbador silencio, no se oía nada. Fue eso lo que hizo que se levantara de golpe y abriera rápidamente sus ojos al darse cuenta de que estaba completamente sola. El chico que la había salvado de aquel licántropo y la había curado no se encontraba en la cabaña junto a ella.

Respiró hondo intentando serenarse. No había nada que temer; aquella choza era de él y en algún momento volvería.

Intentó levantarse de la cama, pero en cuanto puso el pie de la pierna herida en el suelo e hizo fuerza para ponerse en pie, un fuerte y punzante dolor le recorrió toda la pierna y le hizo caer en la cama con un gemido de dolor. Cerró los ojos y apretó la mandíbula con fuerza, intentando soportarlo. Pasaron unos cuantos minutos antes de que el dolor se atenuara lo suficiente como para que pudiera volver a subir su pierna a la cama y relajarse para poder pensar con claridad.

Respiró profundamente y pidió a los espíritus mentalmente que trajeran al chico que la había ayudado pronto.

Y, al parecer, sus deseos fueron escuchados, porque justo en ese momento Harry entró en la choza, con el pelo aún húmedo del baño. Sus ojos verdes se fijaron rápidamente en la figura que estaba en su cama.

.-Hola. ¿Cómo te encuentras? –le preguntó acercándose a ella.

Ella, sin embargo, no le contestó. Le miró con atención durante unos segundos antes de señalarle la pierna.

Harry, preguntándose por qué la chica no hablaba ni le decía nada, miró con atención la herida de la pierna. Sólo era un fino arañazo, pero todo a su alrededor había empezado a amoratarse y a hincharse.

Con un gesto de preocupación en su cara, Harry se acercó al arcón de piedra y buscó algún potingue que sirviera para bajar la hinchazón. Al final encontró una especia de crema. Lo malo era que es crema debía darse con la herida recién limpia y húmeda, así que tendría que llevar a la chica al lago para poder curarle.

Un nuevo viaje al lago. Esperaba que los espíritus no se enfadasen.

Se guardó el bote en un bolsillo que se encontraba en un costado de la túnica a la altura de la cadera. Asegurándose de que no se saliera mientras caminara, se acercó de nuevo a la chica y la ayudó a sentarse de vuelta en la cama.

.-Ven, súbete a mi espalda –le instó, agachándose para que ella pudiera subirse y agarrarse mejor a él-. Tenemos que ir al lago a lavarte la herida.

Ella dudó en un principio, pero al final aceptó y pasó su pierna sana por la cintura de Harry y sus brazos por su cuello. Harry se puso de pie con algo de dificultad y sujetó la pierna sana con uno de sus brazos y con el otro cogió la pierna herida que caía relajada hacia le suelo y la puso alrededor de su cintura.

.-¿Qué¿No me vas a decir tu nombre? –preguntó Harry a la chica, girando la cabeza para mirarla a la vez que la acomodaba mejor a su espalda intentando no hacerla daño. A ver si, al menos, siendo amable y simpático conseguía que ella le tuviera algo de confianza y le dijera algo. Pero, por alguna razón que él no entendía, ella siguió sin decir nada-. ¿Qué ocurre, te comió la lengua un espíritu o algo así?

Ella conectó sus ojos color chocolate con los de él y le sonrió. Una sonrisa triste. Aquello dejó aún más confundido al chico.

.-Bueno –Harry apartó su mirada de la de la chica y la fijó en el camino por donde debía ir-, yo me llamo Harry; por si te interesa.

La chica era muy liviana, así que no te costó demasiado llegar otra vez al lago. Ella no dijo nada en todo el camino, pero Harry llegó a oír un pequeño grito aspirado cuando ella vio por primera vez la hermosura del lugar.

Harry giró un poco la cabeza para mirarla y luego comenzó a caminar hacia una roca cercana a la orilla. Mientras caminaba volvió a susurrar adulaciones hacia los espíritus pidiéndoles perdón por haber ido allí dos veces en un mismo día y esperando que no se enfadaran por haberlo hecho. Sin embargo, y al parecer, a los espíritus no pareció importarles que él ya hubiera estado allí. No hubo ninguna presencia a su alrededor que le indicara que no era bien recibido otra vez en aquel sitio. Así que siguió caminando hasta la roca sin detenerse.

Un gran felino les observaba desde la orilla opuesta, oculto entre el denso follaje. Ni Harry ni la chica se percataron de su presencia. Pero aquel felino gigante les estuvo mirando desde aquella orilla, atento a sus gestos, relamiéndose sus largos bigotes y sin apartar sus ojos amarillos de aquellas dos figuras. Luego, y sin hacer el más mínimo ruido, se marchó. Ninguno de los dos adolescentes supo jamás que aquel gran leopardo gigante había estado allí observándoles.


La tensión en aquella habitación podía cortarse con un cuchillo. Los retratos de los antiguos directores habían dejado de fingir que dormían y murmuraban con sus cuadros vecinos las noticias que habían oído hacía apenas un par de minutos. El periódico El Profeta descansaba doblado sobre la mesa. En la portada podía leerse el titular "Azkaban vacío. Mortífagos arrestados reunidos de nuevo con su Señor" encima de una foto en movimiento con la prisión retratada y medio destruida.

El plan de Lord Voldemort había resultado todo un éxito. Con los dementores de su lado revelándoles donde se encontraban encerrados los mortífagos, los aurores encargados de proteger la prisión no habían tenido casi ninguna oportunidad.

En resumen, la mayor parte de los presos habían escapado, sólo dejando atrás los reclusos completamente locos o moribundos que no tenían salvación posible. Todos los demás, aunque anteriormente no hubieran sido mortífagos, habían aceptado unirse a las filas del Señor Tenebroso si con ello conseguían salir de aquel infierno. Así que Lord Voldemort había salido de allí con un buen montón de mortífagos nuevos que sólo necesitarían unos cuantos cuidados y algo de entrenamiento para salir a los ataques contra los muggles con sus nuevos compañeros.

Por supuesto, las cosas no habían ido tan bien con el bando de la luz; veintitrés de los cuarenta aurores que trabajaban guardando y protegiendo la prisión habían muerto en el ataque, doce habían sido besados por dementores y apenas cinco habían conseguido escapar con vida de la masacre, pero heridos de gravedad.

Y eso, como era de suponerse, no eran buenas noticias para ninguno de los dos hombres que se encontraban en el despacho, ignorando los murmullos de los retratos de las paredes.

El mayor de los dos se encontraba sentado en su asiento detrás del escritorio y miraba pensativo la madera barnizada de la mesa con sus usualmente chispeantes ojos azules tras las gafas de media luna. El más joven sostenía y daba vueltas entre sus manos su sombrero hongo, claramente nervioso. Echaba de vez en cuando rápidas miradas al periódico, sin saber qué decir para romper el tenso ambiente.

Fawkes, en su percha, observaba curioso a los dos hombres, sin hacer nada de ruido. Sintiendo que, por algún motivo, su amo estaba preocupado, empezó a cantar, sabiendo que eso le reconfortaría.

Y, al parecer, funcionó, pues el ambiente se relajó notablemente mientras duró la canción. Por desgracia, segundos después de que el silencio volviera a reinar en el despacho, la tensión también lo hizo.

.-Cornelius –rompió Dumbledore el silencio-. Sé que esta pérdida de aurores es lamentable y que necesitas el mayor número posible de agentes ahora, pero buscar a Harry Potter es importante.

.-No tan importante como esto, Dumbledore –Fudge jugueteó un poco más con su sombrero-. Lo único que estás haciendo es seguir el juego a ese niño, como siempre has hecho. Potter lo único que quiere es llamar la atención y lo está consiguiendo. Ya verás como si dejas de buscarle hará algo para llamar la atención y entonces podrás encontrarle.

.-Cornelius, Harry Potter es importante para esta guerra. Si no lo seguimos buscando corremos el riesgo de que Voldemort le encuentre y le mate.

Por supuesto, un escalofrío había recorrido todo el cuerpo del ministro al oír el nombre del Señor Tenebroso, pero intentó sobreponerse para poder contestar.

.-¿Qué tan importante puede ser un muchacho de dieciséis años en esta guerra? De acuerdo que fue él el que derrotó a el-que-no-debe-ser-nombrado cuando era un bebé, pero eso no significa que pueda volver a hacerlo –dejó de mirar a Dumbledore y posó sus nerviosos ojos en su sombrero durante unos momentos-. Sé lógico, Dumbledore; si magos adultos y capacitados no pudieron con ya-sabes-quién¿cómo lo va a lograr un simple adolescente?

Dumbledore, al contrario de lo que creyó Fudge, no contestó de inmediato. Clavó sus ahora serios ojos azules en el inseguro hombre que se encontraba ante él durante unos instantes y luego se levantó de su asiento encaminándose hacia su fénix, ganando así unos segundos más para poder pensar mejor en lo que debía hacer.

Contarle sobre la profecía no era una opción, por supuesto. Fudge sería removido de su puesto en un futuro no muy lejano, eso seguro, por lo tanto no era una buena idea decirle un secreto tan importante. El saber da poder, y no se podía confiar en alguien tan cobarde y tan inseguro como Fudge.

.-Harry Potter es muy importante, Cornelius, sobretodo en estos tiempos –Dumbledore dejó de acariciar a Fawkes y volvió a mirar al ministro-. Él, en el pasado, fue el rayo de luz que iluminó los tiempos oscuros por los que pasábamos, y ahora no es muy diferente. La gente tiene fe en que Potter los volverá a salvar de nuevo. Harry Potter se ha convertido en un símbolo de esperanza para la Comunidad Mágica. Si cancelas la búsqueda del chico, la gente te retará y se pondrá en tu contra. Y si se ponen en tu contra, Cornelius, ya te puedes imaginar dónde terminarás.

Fudge se removió inquieto bajo esa penetrante mirada. Por supuesto que sabía dónde acabaría y no quería eso. Pero habían perdido a treinta y cinco aurores y cinco aún estaban en San Mungo luchando por sobrevivir. La docena de aurores que había asignado a la búsqueda de Potter se había vuelto indispensable. Había mucho que proteger y muy pocos efectivos. No, Potter debía esperar.

.-Lo siento, Dumbledore, ya he tomado una decisión. Los aurores abandonarán esa misión. Quédate si quieres con el par de inefables, pero los aurores son necesarios en estos momentos.

Esto, por supuesto, no complació al viejo mago. Necesitaba a ese grupo de aurores para encontrar a Potter. Estaban cerca de una pista para descubrir dónde estaba el chico, muy cerca, y no era posible que justo en ese momento le quitaran la ayuda. Lo más importante era encontrar a Potter, y no se iba a dar por vencido hasta terminar haciéndose con la suya.

.-Pero, Cornelius, tienes que comprender que…

.-Lo siento, Dumbledore –le interrumpió Fudge poniéndose el sombrero hongo-. Me arriesgaré a lo que opine la gente de mí, pero no pienso permitir que haya aurores sin hacer nada, porque sé que no tenéis ni una sola pista de dónde se puede encontrar el niño.

.-Estamos a punto de…

Pero Fudge no le escuchó y le volvió a interrumpir, esta vez con un gesto de la mano, un gesto algo vacilante, como pudo apreciar Dumbledore.

.-Es mi última palabra.

Y sin más, el ministro se dio la vuelta y se encaminó a la salida del despacho. Un pelirrojo alto y de gafas le esperaba al otro lado de la puerta.

.-Vámonos, Percival –dijo Fudge-, hay mucho trabajo que hacer en el Ministerio.

.-Por supuesto, señor. Buenos días, profesor Dumbledore –se despidió Percy del director sin apenas mirarlo.

.-Que pases un buen día, Percy –le respondió Dumbledore, con sus enojados ojos azules aún fijos en el ministro.

Sin tiempo que perder, Fudge y Percy bajaron por la escalera y pasaron la gárgola con rapidez.

Nadie vio la Oreja Extensible guardada dentro del bolsillo de su túnica.


Sin ninguna duda, a esos momentos que estaba viviendo Harry no se les podía definir con otra palabra que no fuera "perturbadores". Vale que aquello fuera el sueño de muchísimos chicos de su edad, pero una cosa era soñarlo y otra cosa era vivirlo.

Aunque había intentado mantenerse indiferente a su actual e incómoda situación, no lo había conseguido del todo y un bonito color rojo adornaba sus mejillas, afortunadamente camuflándose un poco con su tono moreno de piel. Pero claro, normal que estuviera sonrojado e incómodo, no todos los días te encontrabas con una chica desnuda bañándose en un lago.

Y es que eso pasaba; la extraña chica se había despojado de su túnica sucia y raída sin ningún tipo de pudor delante del chico, al cual le tomó totalmente desprevenido, y se había metido en el lago, con algo de dificultad, para bañarse. Gracias a que el agua la hacía flotar, no necesitaba utilizar su pierna herida para trasladarse hacia las plantas jabonosas, así que no tuvo que pedirle ayuda a Harry, algo que el muchacho agradeció.

Y allí se encontraban los dos, la chica metida en el agua lavándose el cabello mientras Harry esperaba pacientemente sentado en una roca y de espaldas al lago a que ella terminase. Pero, por desgracia, estar de espaldas a ella intentando darle algo de privacidad no impedía que su mente adolescente creara imágenes que no debían aparecer justo en ese momento. Pero claro, por mucho "mano derecha de Voldemort" que él quisiera ser, aún seguía siendo un muchacho de dieciséis años y sus hormonas adolescentes entraban en acción en el momento más inesperado, justo como aquel.

Respiró hondo y movió la cabeza bruscamente, intentando alejar esas imágenes indecorosas de su cabeza y relajarse. Pero un chapoteo a su espalda le distrajo y le hizo girarse un poco para asegurarse que la chica estaba bien, con el resultado de quedarse embobado mirándola durante unos míseros segundos y sonrojarse profundamente antes de girarse de nuevo con un gruñido de frustración. Se humedeció los labios resecos con la lengua, intentando controlar la respiración que se había agitado en esos pocos segundos. El corazón le latía muy deprisa, demasiado deprisa.

Intentó volver a relajarse y sacar esas imágenes de su cabeza. Respiró profundamente, cerró los ojos e intentó pensar en otra cosa. Pero le fue absolutamente imposible. Cómo olvidarse de aquellos brazos delgados, de esos hombros sensuales, de su bello rostro relajado, de su fina cintura, de sus…

Se llevó las dos manos a la cabeza, pasando los dedos por las hebras rebeldes y oscuras de su pelo, peinándolas. ¡Aquello no le ayudaba absolutamente nada a su problema! Estaba en una situación verdaderamente vergonzosa. Ella no podía verle en aquel estado de agitación; ¡se burlaría de él!

Y como última opción se puso a nombrar de carrerilla todos los hechizos, encantamientos y maldiciones que le llegaban a la mente, con los ojos cerrados y murmurando suavemente, intentando distraerse y no seguir pensando en la chica.

Pero de nuevo un chapoteo le distrajo, aunque esta vez no se giró completamente, solo lo suficiente como para saber que ella estaba bien.

Y de nuevo no pudo resistir la tentación y giró más la cabeza para verla mejor.

La chica se había sumergido completamente para quitarse todo el jabón del pelo y en ese momento se ponía completamente en pie apoyándose en su pierna sana dispuesta a salir del agua para que Harry le curara.

Sin ningún pudor ella esperó a que él se acercara a ella para ayudarla a llegar a la orilla, sin entender el porqué el muchacho se encontraba tan avergonzado.

Fue entonces cuando Harry se dio cuenta de que no habían llevado ningún tipo de túnica limpia para que la chica pudiera ponerse y… taparse.

.-Mierda… -maldijo Harry por lo bajo apartando la mirada de la chica. Una cosa era que ella estuviera ahí desnuda y otra muy distinta que él tuviera que llevarla a cuestas en esas condiciones. Merlín… ¿qué había hecho él para merecerse eso?


Muy buenas! Qué tal todo el mundo? Bueno, supongo que bien, ya por fin es viernes! xD Que asco de semana… y que asco de clases también… buff…

Bueno, qué os ha parecido el cap? Me lo pasé genial escribiendo la última escena, tengo que admitirlo xP Espero que a vosotros también os haya gustado.

Ya sabéis, dudas, críticas constructivas, sugerencias… y también elogios, por supuesto (a quién narices le amarga un dulce?), en reviews, por favor. No os olvidéis de poner vuestra dirección de e-mail para poder contestarlos.

Muchos saludos a norixblack, EugeBlack, Serenitakou, kayl nott, SpyWitch, sanarita31, Halfwolf, Anaelisa, harry dumbledore, lucumbus y Hesselink; muchísimas gracias por vuestros reviews, chicos, fuisteis vosotros los que hicisteis que actualizara más rápido de lo que tenía pensado ;) Un besote a todos.

Y los demás… a qué estáis esperando. Venga, dadle a ese botoncito de ahí abajo donde pone GO y dejadme un comentario, aunque sea chiquitillo, que no os va a costar nada ;D

Besos

Aykasha-peke
Miembro de muchas Órdenes