Disclaimer: Harry Potter y sus personajes son propiedad de J. K. Rowling. Esta historia está escrita sin ánimo de lucro.
A REFUGIO EN LA OSCURIDAD
Capítulo 23
Lo primero que hizo en cuanto despertó fue mirar en dirección al rincón donde Harry se había acurrucado y dormido la noche anterior. "Harry"… era un nombre extraño, tan extraño como él mismo. Pero, definitivamente, no era extraño en el sentido malo de la palabra. Simplemente era… especial.
Intentando hacer el menor ruido posible para no despertarle, se movió y posó su pierna herida en el suelo e hizo fuerza. Harry había hecho un buen trabajo, al parecer. Aun cuando todavía sentía un punzante dolor en la herida, al menos podía caminar y moverse a su voluntad, aunque fuera lentamente. Ya no tendría porqué quedarse tumbada y sin hacer nada mientras Harry se ocupaba de todo el trabajo.
Además, estaba segura que él no tenía ni idea de cómo hacerse una túnica; seguro que ni siquiera sabía cómo conseguir sacar las finas hebras de la planta y entrelazarlas para formar una sencilla tela. A si que, o ella misma se ocupaba de conseguir más ropa o estaba segura que los dos tendrías que conformarse con la que llevaban puesta.
Con una última mirada al chico dormido, apartó la cortina que servía de puerta y salió al exterior. El sol aún no aparecía por el horizonte, así que todo estaba en la más profunda oscuridad. Ni siquiera la luna podría aclarar con su reflejo el pequeño claro por culpa de las nubes que se interponían en su camino. Sin embargo a ella eso no le importó, su rakish se iluminó de un color azul claro y proyectó sobre ella una suave película protectora haciéndola indetectable para cualquier ser que hubiera a su alrededor.
Y, sin esperar ni un segundo más, cogió la lanza de Harry, que estaba apoyada afuera y, esperando que a él no le molestase que la cogiera sin permiso, comenzó a andar por el camino que conducía al lago, apoyándose en el mango de la lanza para caminar mejor y evitar ponerle mucho esfuerzo a la pierna para que la herida no se abriera.
Tardó varios minutos en llegar y cuando lo hizo tuvo que sentarse sobre una raíz para descansar un poco. La pierna le hormigueaba, pero soportándolo se levantó de nuevo y se acercó a una planta de largas ramas y hojas puntiagudas.
Había sido una suerte haber visto aquella planta mientras Harry la llevaba a la espalda en dirección al lago. Había memorizado su ubicación por si necesitaba hacer uso de ella, y al parecer había sido una buena idea.
Sujetando con fuerza entre sus manos la punta de piedra de la lanza comenzó a trabajar, cortando sólo las ramas más largas en la unión de éstas con el tronco. Las ramas más tiernas y jóvenes debía dejarlas para que la planta siguiera viviendo, lo sabía perfectamente de habérselo oído a sus mayores repetirlo muchísimas veces.
Varios minutos después, cuando el sol ya empezaba a aparecer por el horizonte, al lado de la chica se encontraba un buen montón de ramas largas y verdes, con sus hojas aún prendidas a ellas.
Ella, secándose el sudor de la frente, decidió que tenía suficiente con lo que había cortado, a si que ordenó todo el montón de ramas colocándolas a lo largo e intentando que se dañaran lo menos posible. Luego el rakish volvió a iluminarse de un suave tonto azul y la magia volvió a ser utilizada para elevar el montón de ramas y hacerle seguirla de vuelta a la cabaña a la vez que también se volvía tan invisible como ella.
La vuelta, así como la ida, fue tranquila y no se presentaron problemas. Todo se encontraba en un absoluto silencio cuando llegó a la choza. Harry aún seguía dormido.
Ella dejó la lanza donde la había encontrado y se volvió visible de nuevo en cuanto estuvo ya dentro. Dejó al lado de la puerta el montón de ramas y se dirigió hacia la despensa donde Harry guardaba la carne seca. Tal y como se había imaginado, él no tenía ningún tipo de plantas o frutas que se pudieran utilizar como acompañamiento para una comida. Así como tampoco tenían ningún tipo de platos donde se pudieran servir los alimentos. Se notaba muy bien que él, mientras había vivido con su tribu había utilizado aquella choza sólo para dormir. Ella tendría que ocuparse a partir de ese momento de que el chico comiera más sano y no sólo a base de carne. Seguramente no le había dado tiempo aún de aprender a reconocer plantas y frutas comestibles, como mucho sabría las que era útiles para curar posibles heridas, pero no más.
Dejando la despensa a un lado se acercó al arcón donde Harry guardaba las pociones y el agua para que se mantuvieran frescas y lo abrió. Adentro encontró una piedra plana que podría utilizar perfectamente como plato y unas cuantas plantas que, aunque sirvieran principalmente para sanar, tenían un buen sabor y podría utilizarlas para acompañar a la carne seca.
Se giró para asegurarse de que Harry seguía durmiendo y cuando vio que así era se apresuró a coger la piedra y las plantas y, junto con unas cuantas tiras de carne, salió fuera de la choza. Esa mañana Harry desayunaría como los Antiguos mandaban.
Una alta figura cubierta con una capa de un extraño color entre marrón y verde muy oscuro, casi negro, caminaba con rapidez y firmeza a través de los altos árboles. La capucha echada hacia atrás cubría parcialmente el dibujo plasmado en la capa a su espalda de la silueta de un murciélago en rojo con las alas extendidas. Su espalda recta y la fuerza que ejercía su mano sobre la varita que sujetaba demostraba lo preparada que estaba para saltar y defenderse si algún problema aparecía por el camino. Y es que si caminabas por el bosque prohibido de noche, aunque estuviera a punto de amanecer, las posibilidades de que una acromántula, un lobo o un centauro, entre otros, te atacara eran muy altas. A si que mejor estar preparados.
Con un movimiento mecánico de su mano derecha se echó su pelo rubio oscuro veteado de gris hacia atrás y se colocó la capucha. No es que alguien pudiera verla, pero así se sentía más segura, camuflándose con el ambiente tenebroso del bosque.
Sus viejos ojos castaños brillaron atentos a cualquier cosa que estuviera en su camino, dispuesta a luchar contra cualquier peligro que se presentase. Pero, afortunadamente, no hubo ningún problema en todo el viaje.
Al final consiguió llegar a su destino. La entrada de una enorme cueva se abría en el mismo centro del bosque. La luz proveniente de una fogata en su interior le demostraba que su "jefe" ya había llegado y que la estaba esperando.
La cueva era grande, y se notaba claramente que había sido creada gracias a la magia y no a un accidente geográfico. Por fuera pasaría completamente desapercibida con los árboles y los arbustos a su alrededor. Nadie que no supiera su ubicación podría encontrarla. Pero por dentro era bastante tenebrosa y oscura, apenas alumbrada por la pequeña hoguera en el centro.
Viendo que el hombre con el que se había citado para reunirse estaba ya allí sentado y esperándola, entró y se aproximó a él. La entrada, después de que ella hubiera pasado, se cerró, enterrándose la parte de arriba en el suelo. Este hecho, por supuesto, no asombró a ninguno de los dos, que se mostraron indiferentes ante él y se observaron el uno al otro durante escasos segundos antes de que el hombre se levantara y se acercara a la mujer.
.-Buenos días, señora Harding –saludó él con cortesía.
.-Buenos días para usted también, profesor Dumbledore –devolvió ella el saludo, dándole la mano.
.-Espero que no hayas tenido ningún problema en llegar hasta aquí –comentó el director, dejando atrás los formalismos y tratándola con la confianza que se tenían.
.-Ninguno, Albus, no te preocupes.
.-Me alegro de oírlo –Dumbledore sonrió a la vez que le ofrecía a la mujer uno de sus caramelos de limón. Cuando ella lo rechazó con una sonrisa fría, pero cortés, él no tuvo reparos en desenvolverlo y metérselo en la boca. Luego, y haciendo aparecer un sofá al lado del fuego, se acomodaron, preparados para tener la reunión para la cual se habían citado.
.-No tengo demasiadas buenas noticias, Albus –negó la mujer; su voz era fría y profesional, carente de emoción-. No hemos recibido noticias de Thaniel Stroud desde que salió a buscar a la chica ésa que se nos escapó en el ataque.
.-¿No habéis sabido nada de él? –preguntó Dumbledore sorprendido.
.-Absolutamente nada. No se ha aparecido por su apartamento ni ha sido visto por ninguno de sus amigos. Y…
.-Y la luna llena ya ha pasado –interrumpió Dumbledore, diciéndolo más para sí mismo que para su acompañante.
.-Tememos que le haya podido pasar algo. Ya sabe que sus transformaciones son más peligrosas y agresivas de lo normal.
Dumbledore se quedó callado y pensativo. La mujer a su lado respetó su silencio e hizo lo mismo, mirando fijamente las danzantes llamas de la hoguera, sin percatarse de la mirada que le dirigía Dumbledore.
Él conocía a Alicia Harding desde hacía muchos años, y por lo tanto la conocía muy, muy bien, pero, aún así, no dejó de sorprenderle la frialdad que utilizaban la mujer al hablar y comportarse.
Ella era una profesional en todo lo que se refería a Artes Oscuras, y sabía múltiples formas de defenderse de ella. Había estudiado durante la mayor parte de su vida sobre la Magia Negra y sus orígenes, había escrito varios libros de Defensa Contra las Artes Oscuras, y había peleado contra muchísimos magos tenebrosos.
Por eso ella era su mano derecha y la líder de los B.A.T., aunque no mucha gente lo supiera. Había estado estudiando a Tom Ryddle desde que él había salido de Hogwarts, era la que más sabía sobre él y la que más lo conocía. Ella era la que le había ayudado a conocer los puntos débiles de Lord Voldemort en la primera guerra y a encontrar a las personas que le había enseñado las Artes Oscuras.
Alicia Harding no había dejado de pelear nunca; sus esfuerzos crecieron después de ver, sin poder hacer nada, como los mortífagos más importantes de Voldemort torturaban y asesinaban a sus padres, a su hermana, a su marido y a sus dos hijos. La venganza la había alimentado durante todos esos años y la había fortalecido, convirtiéndola en una mujer fría y casi sin sentimientos.
.-Había pensado en ir a buscarle esta misma tarde. Remontaremos su camino desde el poblado, guiándonos por su esencia mágica.
.-Es una buena idea –afirmó Dumbledore-. Esperemos que aún siga con vida.
Harding no respondió a ese último comentario. Se limitó a mirar fijamente las llamas de la hoguera.
.-Aparte de ese problema, tenemos otro. No hemos conseguido encontrar a la última tribu. Están muy bien protegidos. Mucho mejor que las demás tribus.
.-Supongo que te refieres a la tribu en donde estuvo estudiando Tom Ryddle.
.-La misma. Es la última que nos queda por… visitar.
.-Confío en que te habrás encargado de que en las otras tribus no quedaran… testigos.
.-Así ha sido. No quedó ninguno con vida, menos la chica ésta que se nos escapó en el último ataque.
.-Me alegro. No podemos permitir que existan tantas personas dedicadas a las Artes Oscuras. Son peligrosas.
.-Muy peligrosos, al parecer. Nos dieron mucha pelea. Y aún nos queda exterminar a la tribu principal, pero nuestros métodos no funcionan. Están demasiado bien protegidos.
.-Utilizad todos los métodos que estén a vuestro alcance. Es posible que al ver que todas las demás tribus han sido exterminadas se unan a Lord Voldemort, y son demasiado poderosos. No podemos permitirlo.
.-Nos encargaremos de ellos, Albus, puedes estar seguro.
Haciendo un poco de fuerza se subió a la rama que tenía sobre su cabeza y siguió cogiendo las frutas más maduras que encontraba. Se hallaba cerca de donde había encontrado a la chica y donde había sido mordido por el licántropo. Era uno de los pocos árboles que había en aquel sitio que diera frutos comestibles y no venenosos. Había sido enviado por la muchacha a buscar fruta para acompañar la carne seca y no comerla sola.
Como esa mañana. Se había llevado una total sorpresa cuando había despertado y se había encontrado con que ella había hecho un desayuno como los que tomaba cuando estaba en el poblado con Karil. Y fue por eso que mediante algunos gestos y algunos dibujos en el suelo le había dado a entender que fuera a buscar algún otro comestible que no fuera carne.
Y estaba en eso cuando el espíritu apareció a su lado, enviándole imágenes a su cerebro, como tantas otras veces había hecho, pero esta vez era una de ésas en la que la información que contenía era verdaderamente importante.
Al parecer el espíritu había estado presente en una reunión que había tenido Dumbledore con una mujer algo mayor que nunca antes había visto. Prestando mucha atención a esas imágenes, había descubierto quién era: la líder del grupo ése de aurores que habían asesinado a todas las tribus mágicas de África, los B.A.T. Y por lo que habían dejado entrever y él había entendido, el hombre ése que había salido detrás de la chica después del ataque buscándola era el mismo que le había mordido y le había contagiado la licantropía.
En ese momento, la pena que había estado sintiendo junto con la culpa por haber matado a aquel hombre aparentemente inocente, desaparecieron. Aquel hombre había estado allí enviado por Dumbledore, junto con otros, para matar a personas inocentes que no habían hecho nada. Y si eso fuera poco, Dumbledore había sido el causante indirecto de que ahora él fuera licántropo.
Dumbledore era el culpable. Dumbledore era un asesino.
El odio y la furia bulleron en su interior y sus ojos brillaron fuertemente en un aterrador y fascinante verde esmeralda veteado de dorado. El lobo que iba creciendo en su interior tomó fuerzas, aun cuando todavía el sol estaba muy alto en el cielo, y le hizo dejar de recoger frutas y dirigirse hacia el pequeño claro en donde se había peleado con el licántropo.
Y allí seguía el cadáver desangrado, descomponiéndose con la rapidez usual en un clima tan húmedo.
Había sido un hombre muy grande, con el pelo negro y algo canoso y la piel oscura. Pero había algo de lo que no se había fijado en ningún momento antes: las andrajosas ropas que había resistido a la transformación en licántropo y que aún seguían prendidas a su cuerpo. Apenas eran unos jirones en las muñecas y en la cintura, pero eran lo suficientemente grandes como para poder distinguir entre el barro y demás suciedad su extraño color entre verde y marrón muy oscuro.
Harry, escondido entre las ramas de los árboles, miró con odio al cadáver. No sintió en ningún momento ni pena, ni culpa ni ningún sentimiento que se pareciera. No, lo único que sintió fue que su odio crecía, un odio contra aquel licántropo, contra aquella mujer, contra aquel grupo de asesinos y, sobretodo contra Dumbledore.
Aquélla era la mejor muestra de que el mundo no se regía simplemente por el blanco y el negro, sino que había miles de tonalidades diferentes intermedias.
Intentando controlar al lobo que cada vez tomaba más fuerza en su interior, se fue a dar la vuelta para volver a la choza cuando un ruido de pisadas le llamó la atención. Se agazapó aún más ocultándose entre las sombras que creaban las grandes hojas y ramas mirando fijamente al lugar de donde había salido el ruido.
Y al final el causante de aquel ruido apareció ante sus ojos: un grupo de cinco personas, vestidas con unas túnicas y unas capas oscuras con la capucha puesta, ocultando su rostro. Algunos de ellos se detuvieron de pronto sorprendidos cuando vieron al cuerpo en el suelo, los demás se aproximaron a él y le quitaron la lanza del pecho, mirándola con atención y relacionándola inmediatamente con las primitivas armas que utilizaban las tribus del lugar. Y eso, junto con la punta de plata, claramente formada por la magia, fue rápido descubrir a qué tribu pertenecía la persona que había peleado contra su compañero y lo había asesinado.
Harry estuvo tentado a bajar del árbol y pelear contra ellos, vengando así a todas aquellas personas que habían muerto estúpidamente por ese grupo de aurores. Pero sabía que no tendría ninguna posibilidad contra ellos. Él era uno sólo, y además un adolescente que, aunque era aprendiz de Artes Oscuras, no poseía aún mucha experiencia, al contrario de aquellos aurores. Y menos aún teniendo aquel desequilibrio nuevo que estaba apareciendo con su lobo interior y que le daba ganas de actuar antes de pensar.
Pero eso era justo lo contrario que tenía que hacer. Sí, de acuerdo, era un licántropo, pero no por eso iba a dejarse vencer por el lobo. Iba a conseguir domarlo, por mucho que le costase.
Fue por eso que, ignorando sus nuevos instintos sedientos de sangre y violencia, se quedó oculto donde estaba, viendo como aquellos asesinos envolvían con una capa el cuerpo ensangrentado y semidesnudo de su compañero y le cogían en vilo entre dos, sin utilizar en ningún momento la magia.
El peor momento que tuvo que pasar Harry mientras controlaba al lobo fue cuando a una de las personas, que claramente era el líder, se le ocurrió quitarse la capucha y santiguarse, deseándole a su compañero muerto su descanso eterno. El largo pelo rubio oscuro con algunos mechones canosos quedaron a la vista, recordándole a Harry las imágenes que había recibido momentos antes del espíritu y confirmándole las sospechas que tenía sobre la implicación de Dumbledore con aquel grupo de asesinos y sus ataques.
Pensando acertadamente que no seria una buena idea matarla en aquel instante y dejarse ver, Harry se dio al vuelta y se alejó de allí sin hacer el más mínimo ruido; las personas con el murciélago dibujado en las capas que exhibían orgullosamente, fueron completamente ignorantes del muchacho que les había visto y que había jurado venganza contra ellos. Fue un completo error por su parte haber vuelto a aquella selva sin ningún tipo de protección.
Para cuando aquel grupo de aurores se preparó para desaparecerse de allí con el cadáver de Thaniel Stroud, su compañero licántropo, Harry se encontraba asombrosamente cerca ya de su choza, con la fruta que había recogido guardada en su mochila.
Pero, justamente antes de entrar en la barrera que protegía la cabaña, se detuvo y miró a su alrededor, utilizando sus sentidos ahora impresionantemente desarrollados, para descubrir a ese intruso que le hacía sentirse más inseguro de lo normal.
La magia de su rakish no llegaba a sentir que había alguien cerca de él, pero eso no significaba que estuviera a salvo; un animal con suficiente magia en su interior era perfectamente capaz de evitar ser sentido por su magia.
A si que, liberando al nuevo lobo que había nacido en su interior, dejó que su sentido del oído y del olfato fueran más allá de simplemente su alrededor y pasó a través de la posible magia que pudiera poseer el intruso.
Pero gracias a su oído descubrió que no sólo había un intruso, sino que había dos, uno mucho más grande y poderoso que otro; así se lo indicaban la respiración y el latido del corazón de los dos seres.
Dirigiendo su mirada hacia donde sabía que estabas las dos criaturas, sus ojos verdes observaron con detenimiento todo a su alrededor hasta que, camuflados entre todo el ambiente, descubrieron los dos enormes ojos ambarinos que le observaban sin perderse movimiento alguno de su parte.
Rápidamente la bombilla se encendió en su cabeza. Sólo existía un animal que pudiera tener unos ojos de ese tamaño. Y si así era había que admitir que se había metido en un buen lío.
El animal, al verse descubierto, salió de entre las sombras, poniéndose delante de Harry, gruñéndole y enseñándole sus largos y afilados colmillos.
En ese momento Harry pudo asegurar que lo que ponía en los libros acerca de ese animal se quedaba corto. No es que fuera un leopardo gigantesco, es que, era magistralmente descomunal. Llegaba perfectamente a los dos metros y medio de altura del suelo a la cruz y más del doble de largo hasta la cola. Tenía unas patas grandes y musculosas dotadas de unas poderosas zarpas y afiladas uñas. El pelaje era de un color amarillo oscuro, moteado de manchas de colores pardos y negros. Tenía las orejas triangulares algo redondeadas, los bigotes muy largos y los ojos profundamente ambarinos, que junto con sus grandes y afilados colmillos le daban un aspecto feroz y aterrador.
Harry, siendo consciente de que si no se movía con rapidez no iba a tener ninguna posibilidad de salir vivo de allí, intentó andar lo más despacio posible evitando hacer movimiento bruscos dirigiéndose hacia su choza. Pero, por desgracia, el inmenso nundu vio sus intenciones y se abalanzó sobre él, obligándole a apartarse de su camino como pudo.
Sabiendo que aquel animal no sólo era un inmenso gato salvaje, sino que su aliento contenía enfermedades a las que él no podría sobrevivir, se dispuso a colocar una burbuja alrededor de su cabeza, pero de nuevo el nundu fue más rápido que él y para cuando se quiso dar cuenta el mortífero aliento ya entraba por sus fosas nasales e inundaba sus pulmones pudriéndolos. O al menos eso era lo que debía ocurrir.
Sus pulmones se endurecieron, negándose a dejar entrar una molécula más del mortífero aliento. Su sangre bulló con rapidez por sus venas y la cabeza le empezó a doler a la vez que el aún pequeño lobo en su interior se revolvía con fiereza.
Lo que a él le pareció que duraba varios minutos, en realidad sólo fue un segundo. En ese tiempo, el nundu se confundió al ver como su víctima no caía al suelo muerto, como era lo normal, sino que se mantenía de pie ante él.
Y justo en ese momento Harry liberó a su lobo interior, ayudándose de su rapidez y sus reflejos para apartarse del enorme animal y ponerse a refugio dentro de las barreras que rodeaban su choza.
Pero eso no detuvo al nundu, que se volvió a abalanzar sobre él sin percatarse del enorme poder que empezaba a envolver al joven. De lo que sí se había percatado era que aquel humano no era igual a los otros que él había visto y que tenía más poder de lo normal. Y eso era justamente lo que necesitaba. Pero con lo que no contó fue que, al intentar morder a su presa saltando sobre ella, se quedara completamente paralizado en el aire y cayera pesadamente al suelo, a los pies del humano.
Harry, aún sorprendido por su nueva explosión de poder que había soltado inconscientemente, miró con sus ojos verdes veteados de dorado de nuevo al inmenso animal que se hallaba tirado en el suelo ante él. No sólo había detenido a una criatura que necesitaba a cien magos cualificados para conseguirlo, sino que lo había hecho sin apenas esfuerzo.
Cogió en su mano la lanza que llevaba atada a la espalda dispuesto a matar al animal, pero se detuvo en cuanto sintió que una suave mano le sujetaba la suya y le impedía lanzar el arma. Unos bonitos ojos color chocolate le miraron a los suyos, suplicándole que no le hiciera daño. Harry frunció el ceño, sin llegar a entender porqué ella le detenía, cuando la chica, como si le hubiera leído el pensamiento, le señaló un arbusto que crecía a unos pasos de ellos. Allí, a ras de suelo y camuflado entre las sombras, se encontraba una pequeña criatura que observaba todo lo que ocurría con unos brillantes ojos amarillos.
El chico, al verlo, no pudo evitar bajar la lanza y con ella la guardia y la presión que mantenía con su magia al nundu paralizado. Por eso, antes de ser plenamente consciente de lo que pasaba, el nundu había escapado de su control y se abalanzaba sobre él con rapidez y fuerza, dispuesto a matarlo.
Pero nada es como uno se lo espera.
Wola gente! Ya estoy aquí de nuevo! xD Sé que no es un capítulo espectacularmente bueno, he intentado cambiarlo muchas veces pero no consigo que me salga nada mejor, así que aquí lo tenéis.
Muchas gracias a todos los que me dejaron reviews! Seguid así, que no sabéis lo feliz que me hacéis ;)
Muchos besos
Aykasha-peke
Miembro de muchas Órdenes
