Disclaimer: Harry Potter y sus personajes son propiedad de J. K. Rowling. Esta historia está escrita sin ánimo de lucro.
A REFUGIO EN LA OSCURIDAD
Capítulo 25
La noche había vuelto a caer en el lugar, pero esta vez los rayos de luna no le tomaron desprevenido de nuevo.
Se encontraba en el mismo rincón de la choza donde, desde hacía unas noches, dormía, acurrucado entre las delgadas paredes. El espíritu volvía a rodearle, protegiéndolo del dolor que debería estar sintiendo, pero que, en cambio, sólo era un molesto hormigueo por todo su cuerpo.
La chica se encontraba sentada en la cama, con el pequeño felino en sus brazos, que comía con avidez los pequeños trozos de carne que ella le daba.
Harry no había tenido corazón para abandonar al cachorro en la selva sabiendo que él solo terminaría muriendo. No es que supiera mucho sobre gatos, y mucho menos aun sobre nundus, pero se podía ver que el pequeño felino aún no contaba con más de un mes de edad. Sus patas aún cortas, sus ojos casi siempre semicerrados y la torpeza con la que se movía así lo indicaban. Ni siquiera contaba todavía con unos buenos colmillos con los que pudiera desgarrar el alimento o unas afiladas garras.
Sólo era un pequeño gatito inofensivo y vulnerable, que sería incapaz de sobrevivir por su cuenta en aquel sitio.
Harry, desde su rincón, veía como la chica sujetaba entre sus brazos a un hambriento felino, que se veía perfectamente que no había comido en condiciones desde hacía bastante tiempo. La chica apenas podía mantenerle alegado de la carne que había en un plato a su lado. Y Harry no podía evitar sonreír mentalmente con sorna al ver las dificultades que estaba teniendo con el gatito. Ella se había empeñado en meter en la cabaña al cachorro de nundu, aun cuando él había insistido en dejarle fuera con un poco de alimento, a si que, que fuera ella sola quien tuviera que encargarse del gatito.
Pero al final, cuando en el plato ya no quedó rastro de la carne, la chica ya no pudo contener en sus brazos durante más tiempo al animal, que, al parecer, hambriento aún como estaba, se dejó guiar por su fino olfato y consiguió escaparse hacia la despensa donde se guardaba la carne seca con unos pasos muy vacilantes e inseguros.
Sin embargo no llegó muy lejos. La despensa se encontraba al lado del rincón donde estaba Harry, y el gatito tenía que pasar por delante de él para llegar a su destino. Y algo en el chico le llamó la atención, porque se detuvo delante de él y se le quedó mirando con sus entrecerrados ojos ambarinos directamente a los verdes veteados de dorado de Harry.
El pequeño cachorro volvió a caminar hacia la despensa, pero cuando Harry, dominado por un breve momento por su lobo interior, le gruñó y le enseñó los colmillos anormalmente largos para un humano, se volvió a detener y echando sus orejitas hacia atrás le bufó.
Harry, en cambio, no le volvió a gruñir. Se levantó con cuidado y se acercó al cachorrito sin miedo, le cogió con rapidez por la piel del cuello y le levantó. El pequeño nundu intentó defenderse con sus pequeñas uñas dando zarpazos en el aire, pero tenía las patas demasiado cortas como para alcanzarle y arañarle.
Harry podía sentir el suave pelaje del cachorro. Era completamente negro, algo extraño en los de su especie, y era muy pequeño, no llegaría a alcanzar la longitud de su propio antebrazo. Nunca se hubiera imaginado que un nundu al nacer fuera tan sumamente pequeño comparado con el monstruoso tamaño que podía a llegar a alcanzar de adulto.
El cachorro, al final, se había cansado de intentar soltarse, y se encontraba quieto, mirando a los ojos de Harry y maullando de vez en cuando. Su larga cola oscura se movía con impaciencia de un lado para otro y se quedó quieta en cuanto unas suaves manos femeninas sujetaron al pequeño nundu por debajo de las patas delanteras.
.-Intenta que no se te vuelva a escapar –le avisó Harry a la chica, con una extraña y ronca voz-, no me gustaría encontrar mañana la despensa vacía.
La chica asintió con la cabeza, abrazando contra sí al nundu y llevándoselo de nuevo hacia la cama. Una vez allí pasó el extremo de una cuerda, que le había dado Harry, por el pequeño cuello del animal, rodeándoselo y atándolo con un fuerte nudo. El otro extremo se lo amarró a su propia muñeca, para impedirle que hiciera alguna trastada por la noche.
Sin embargo, a la mañana siguiente, cuando despertó, encontró al cachorro acurrucado junto a Harry en el rincón y la cuerda rota a mordiscos.
.-Albus, encontramos a Stroud –se oyó una voz femenina desde la chimenea. Dumbledore se levantó de su sillón detrás del escritorio, dejó los pergaminos que estaba leyendo en la mesa y se aproximó a la chimenea. La cabeza de Alicia Harding se entreveía entre las danzantes llamas.
.-¿Cómo está?
.-Muerto –la voz de Harding no sonó en absoluto afligida-. Cuando lo encontramos ya llevaba muerto varios días y estaba en un proceso bastante avanzado de descomposición.
Dumbledore no se sorprendió ante la información. Había sabido desde el principio que había muy pocas posibilidades de encontrar al hombre con vida.
.-¿Cómo murió?
.-Le atravesaron el corazón con una lanza, una lanza que tenía una punta de plata. Lo más extraño que es no sabemos quién pudo asesinarle. La indígena ésa que consiguió escapar no iba amada cuando huyó; no sabemos de dónde pudo sacar la lanza que encontramos.
.-¿No la pudo haber hecho en algún momento?
Harding negó.
.-La madera del mango no pertenece a ningún árbol de la zona donde encontramos la lanza. Pero sí que hay una zona más al sur donde podemos encontrar esa clase de árbol. Lo que significa que es posible que algún indígena de la última tribu que queda estuviera por aquel sitio por alguna razón, matara a Stroud y estúpidamente dejara allí el arma, ayudándonos a tener una idea de dónde ubicar a la última tribu.
Dumbledore miró fijamente con sus fríos ojos chispeantes la pequeña sonrisa arrogante que Harding intentaba ocultar.
.-Ya sabes donde están –comentó el director, más como afirmación que como pregunta.
.-Exactamente aún no, pero estamos acercándonos. El poblado debe estar situado en un radio de cien millas como mucho.
.-Es mucho terreno.
.-Sí, pero ahora ya tenemos una idea de por dónde empezar.
Los siguientes días en la Selva Prohibida se sucedieron con rapidez. Las noches para Harry eran cada vez más dolorosas y difíciles. Aparte de sus colmillos, el olfato y el oído, en la siguiente semana que pasó se le desarrollaron también unas garras duras y poderosas y el cuerpo se le cubrió completamente de un pelo negro brillante y suave. Los ojos, que le habían empezado a cambiar y que supuestamente terminarían siendo de un color dorado intenso, solían ser verdes veteados de oro por el día y dorados veteados de verde por la noche, pero el color esmeralda no se dejaba vencer totalmente. Las orejas también se habían transformado y se convertían en unas triangulares y altivas, colocadas un poco más arriba de la línea de los ojos.
Harry lo que más odiaba no era estar convertido en un semilobo, sino la transformación en sí, en el momento en que la luna se alzaba en el cielo y después, cuando amanecía. Odiaba el picor que le aparecía en la piel cuando el pelo empezaba a crecerle y el dolor cuando le crecían los colmillos y cuando las orejas, los pies y las manos se les transformaban en unas de lobo.
Pero lo que sí tenía que agradecer a aquella maldición era la agilidad, fuerza e instinto sobrehumano que le había proporcionado. Cazar, moverse y alzar cosas pesadas se habían convertido en algo mucho más fácil de hacer. Tenía que admitir que aquella maldición no era tan absolutamente mala como siempre había oído. El lobo en su interior solía estar como medio dormido la mayor parte del día, solo despertaba por la noche o cuando Harry se metía en algún lío. Era verdad que por la noche el lobo siempre estaba agitándose en su interior induciéndole a buscar presas vivas que pudiera matar con sus garras, y si era un humano mucho mejor, pero Harry siempre conseguía contenerse, y se pasaba todo el tiempo hasta que amanecía acurrucado en un rincón de la cabaña, protegido por el espíritu, que le ayudaba a controlar su nueva parte asesina y le aminoraba el dolor de la transformación.
Y también era bastante normal que el pequeño nundu se escapara de los brazos de la chica y que durmiera acurrucado junto a Harry. Aquello, al principio, había sorprendido bastante a los dos adolescentes, pero al cabo de un par de noches ya no lo veían como algo extraño.
La pequeña nundu, porque era hembra, tal y como descubrió Harry al día siguiente de haberla encontrado, había crecido bastante en aquellos días. Había doblado su tamaño y su peso y sus pasos ya no eran tan tambaleantes. Sus ojos ambarinos, ya completamente abiertos, solían iluminarse ante la menor oscuridad, dándoles una apariencia de unos pequeños farolillos. Sus colmillos y sus garras también habían crecido y se habían afilado.
Y por desgracia, aunque era perfectamente normal y lógico, su estómago y su vitalidad también se habían agrandado. Era incapaz de mantenerse quieta durante demasiado tiempo; se pasaba la mayor parte del tiempo fuera de la cabaña, dando vueltas alrededor de ésta sin alejarse mucho y afilando sus uñas contra las raíces de los árboles. Más de una vez había tenido que apartarse con rapidez de alguna planta cuando ésta había reaccionado ante alguna herida infligida por la cachorra y le había lanzado alguna especie de veneno o alguna espina lo suficientemente dañina. A Harry le encantaba ver a la nundu como solía echar sus orejas hacia atrás y bufaba o gruñía a la planta enseñándole los colmillos para luego acercarse a él para que la curara cualquier posible herida. Y en cuanto ya estaba completamente sana, volvía a alejarse un poco de la cabaña husmeando por entre las rocas y plantas buscando pequeños animalejos que pudieran servirle de entretenimiento durante un rato antes de cazarlos y llevárselos a la boca.
Con el paso de los días, la nundu había ido descubriendo con qué plantas y animalillos debía tener cuidado y cuales eran más sabrosos o entretenidos, así como también a no alejarse mucho de la cabaña para no perderse, como ya le pasó una vez.
A la muchacha también le gustaba mucho observar cómo se las arreglaba la pequeña nundu para cazar sus primeras piezas. La herida de su pierna había cicatrizado ya del todo y podía moverse perfectamente sin necesidad de ningún apoyo.
Lo que más le sorprendía a Harry era que parecía que ella siempre estaba pendiente de él, adelantándose a sus necesidades. Solía levantarse justo antes del amanecer, y para cuando él se levantaba el desayuno ya estaba preparado, recién hecho y aún caliente. Si por algún casual Harry se había metido en algún lío mientras cazaba y se había rasgado la túnica, ella se lo reparaba antes de que él pudiera abrir la boca. Había confeccionado también varias túnicas para los dos sin que él le hubiera dicho nada y en el rincón donde dormía había preparado una mullida cama para él, cubierta por una tela suave y de muchos colores que Harry aún se seguía preguntando de dónde la había sacado.
Harry de lo único que tenía que preocuparse era de cazar, recolectar alguna que otra fruta y asegurarse de que las barreras alrededor de la cabaña siguieran en pie.
Pero, por alguna extraña razón, los animales habían ido desapareciendo. A Harry cada vez le costaba más encontrar buenas piezas de caza y, por consiguiente, cada día tenía que ir un poco más lejos para poder encontrarlas.
Hasta que al final llegó el día en que volvió a la choza con las manos vacías. Lo único que había encontrado había sido un triste animalejo escuálido que para lo que habría servido únicamente habría sido para que la pequeña nundu pudiera jugar un poco con él. Pero el animal había sido demasiado rápido y no había conseguido cogerlo.
No es que no lo hubiera hecho antes, pero ya se estaba empezando a preocupar seriamente. Aún les quedaba por seguir allí cosa de una semana, pero la poca carne y frutas de reserva que tenía en la despensa no les llegaba para poder alimentarse tantos días.
Pero esas preocupaciones se borraron de su cabeza y fueron desplazadas por otra distinta en cuanto Harry entró en la cabaña. No bien hubo puesto un pie dentro cuando la chica se aproximó a él de un salto y con los ojos llorosos llevando en sus brazos un pequeño cuerpo inmóvil.
Él bajó la mirada, posándola sobre la pequeña nundu, sorprendido de que se estuviera tan quieta, hasta que vio la enorme herida que tenía en el costado derecho.
Con rapidez la cogió y la dejó sobre una de las camas. El cuerpo aún desprendía calor y su pequeño pecho seguía moviéndose, muy lentamente, pero aun así demostrando que todavía estaba con vida. La herida, un gran tajo en el costado que dejaba ver una pequeña parte de algún órgano interno, había dejado de sangrar, seguramente a consecuencia de un hechizo de la chica.
La pequeña nundu, aún consciente, maulló quedamente y le miró con súplica pintada en sus profundos ojos ambarinos.
A Harry le dio un vuelco el corazón al darse cuenta de la gran similitud que había entre esa mirada y la que le había mandado la madre de la cachorrita momento antes de morir.
Tenía que conseguir salvar a la pequeña nundu, debía salvarla. Utilizó todos los hechizos de curación que sabía, utilizó todos los ungüentos que tenía en el arcón… pero nada de eso funcionó. Intentó con todas sus fuerzas que el pequeño corazón no dejara de latir, pero al final no pudo impedirlo.
La muchacha, que se había mantenido durante todo el tiempo al lado del animal, empezó a llorar al darse cuenta de lo que había pasado. Acarició a la cachorrita detrás de las orejas, como sabía que la gustaba, pero eso no hizo que el cuerpo, aún tibio, volviera a la vida.
Sin embargo, Harry pudo sentir de pronto una pequeña esperanza crecer en su interior al notar al espíritu aparecer justo a su lado. Unos grandes ojos violetas aparecieron en el aire mirándole a él y a la nundu, que seguía tumbada en la cama.
.-Por favor, sálvala –murmuró Harry al espíritu, apretando con una mano el rakish y deseando con todo su ser que él pudiera devolverla a la vida.
Aquellos grandes ojos le miraron durante un segundo antes de desaparecer. El ambiente alrededor de los dos jóvenes se enrareció y se cargó con una energía extraña durante unos momentos.
Harry se apartó con rapidez de la cama y la chica le siguió, situándose a su lado secándose las lágrimas e intentando detener los sollozos. Los dos miraron sin apenas moverse cómo la pequeña nundu se elevaba en el aire y una deslumbrante luz blanca la envolvía. Tuvieron que protegerse los ojos con los brazos ante el cegador brillo.
Al fin, unos segundos después, y que a Harry le parecieron unos largos minutos, la luz desapareció y un maullido resonó por toda la cabaña. La nundu, que había vuelto a posarse sobre la cama, se empezaba a incorporar, mirando a su alrededor.
Los ojos del espíritu volvieron a aparecer en medio del aire durante unos breves momentos antes de volver a desaparecer. Harry, al ver que la cría estaba en perfectas condiciones, aun cuando todavía no se había acercado a ella, le agradeció al espíritu con una sonrisa y una pequeña reverencia con la cabeza justo antes de notar como éste volvía a desaparecer de la choza tan súbitamente como había aparecido y como era su costumbre.
La chica, que se había acercado a la cachorrita en cuanto había visto que estaba viva, se detuvo en seco sorprendida en cuanto ésta puso su mirada sobre ella. Harry, al ver su extraña reacción, también se acercó. Abrió los ojos como platos, sorprendido al ver qué era lo que había sobresaltado a la joven.
La nundu, que se había sentado en la cama frente a ellos y se lamía la planta almohadillada de una de sus patas, se hallaba como siempre, con el mismo tamaño que tenía y con el mismo color negro que cubría todo su pelaje. Sin embargo eran sus ojos los que no estaban como siempre. Había perdido su fuerte color amarillo y se había pintado de un bonito y penetrante color violeta veteados por unas franjas ambarinas y azules, los mismos ojos que tenía el espíritu cuando se mostraban ante Harry.
Harry fue incapaz de decir nada. No entendía como era posible que aquello hubiera pasado. Le había pedido al espíritu que lo ayudara como única y última opción, no creía que el espíritu pudiera devolverle la vida.
Al parecer aún seguía infravalorando los poderes de los espíritus. Pero… ¿cómo iba a creer que un espíritu podía devolverle la vida a un muerto?
La nundu dejó de lamerse la pata y fijó sus ojos violetas sobre los de Harry. De pronto extrañas imágenes invadieron la mente de Harry, un remolino de colores y figuras borrosas eran lo único visible, hasta que de pronto se detuvieron en una imagen en especial.
Era una imagen extraña al principio, algo borrosa y confusa. Pudo apreciar su propio cuerpo con el de la chica a su lado y justo enfrente el pequeño de la nundu tumbado en la cama. Sin embargo no se estaba viendo desde su propia altura, sino que de lo veía desde una perspectiva alzada, como si estuviera levitando por encima de ellos, y todo está pintado en tonos grises. Sin embargo había dos figuras que sí que tenían color: una masa uniforme, que parecía rodearlo, de un color entre azul y morado y una pequeña esfera roja justo encima de la nundu y que parecía que se elevaba hacia el techo de la choza. Pero no llegó demasiado lejos. Una prolongación de esa masa azul-morada, y que Harry suponía que era el espíritu, rodeó a la esfera roja y la obligó a volver a bajar hasta el pequeño cuerpo de la nundu. Cuando ya estuvo dentro se alejó, sin embargo una pequeña parte de esa masa se había quedado al lado de la esfera y se había fusionado con ella. Debajo suyo pudo ver como su propio cuerpo y el de la chica reaccionaban ante lo que supuso que era una intensa luz tapándose los ojos con los brazos.
Y tan de repente como había llegado esa imagen desapareció, volviendo a ver ante él a la nundu que seguía mirándole casi sin parpadear. Alargó el brazo y la acarició por detrás de las orejas, sacándola un sonoro ronroneo.
.-A si que tienes parte del espíritu dentro de ti¿eh? –susurró Harry, sin parar de acariciar a la nundu. Ella, como si le hubiera entendido, maulló-. ¿Me entiendes? –le preguntó, aunque a sus oídos sonara un poco estúpida la pregunta.
Como contestación, y para su sorpresa, volvió a recibir un maullido y un ligero movimiento de cabeza. Desde luego los espíritus no iban a dejar nunca de sorprenderle.
En los días siguientes, antes de comenzar el viaje de vuelta hacia el poblado, Harry descubrió los otros cambios que se habían operado en la nundu.
Seguía siendo la misma cachorra curiosa y aventurera que había sido antes, incapaz de mantenerse quieta durante mucho rato y azote de los pequeños y desafortunados animalillos que osaban acercarse a los terrenos de la choza. Seguía afilando sus uñas y colmillos en las raíces de los árboles, apartándose con rapidez de ellos ante el menos aviso de peligro y bufando y gruñendo cuando era atacada o incluso herida para después ir corriendo a Harry, o a la muchacha cuando éste no estaba, para ser curada y luego consolada con unas cuantas caricias tranquilizadoras.
Sin embargo Harry se dio rápidamente cuenta de que la mayor razón por la que la pequeña felina acudía a ellos era para ser consolada y no para que la curaran. A no ser que fueran heridas muy profundas, los rasguños que el animal solía hacerse al intentar esquivar algún pincho arrojadizo de un árbol o las leves quemaduras producidas por venenos se curaban con rapidez y ellas solas, sin dejar el menor rastro.
También se dio de que apenas necesitaba tomar demasiado alimento para conseguir energía. Con un par de pequeñas tiras de carne seca tenía suficiente para bastante tiempo, algo que a decir verdad, era bastante beneficioso para los dos adolescentes, pues apenas tenían alimento para ellos como, para encima, tener que alimentar a un animal que estaba en pleno desarrollo.
La muchacha era la que más se encargaba de la nundu. Siempre tenían un ojo puesto sobre ella e intentaba que no se alejara demasiado de la cabaña, aunque sabía muy bien que el animal no se iba demasiado lejos. Pero por alguna razón, la nundu siempre intentaba llamar más la atención de Harry e intentaba estar lo más cerca y el mayor tiempo posible con él. Dormía acurrucada a los pies de Harry y era a él a quien primero acudía cuando quería caricias o simplemente jugar.
Rápidamente pasaron esos últimos días antes de comenzar el viaje de vuelta. En la bolsa-mochila de Harry metieron, como en el viaje de ida, la cabaña encogida y las pocas puntas de piedra de la lanza que le quedaba. La poca comida que habían podido guardar para el viaje la llevaba guardada la chica en una mochila similar a la de Harry. La nundu correteaba a su alrededor mientras ellos se preparaban.
Y así, el día que se cumplía el mes impuesto por la prueba, justo después de que Harry se volviera a transformar por completo en humano, salieron del claro, quitando todas las barreras de protección que el chico había creado. Con el primitivo mapa que Aka le había dibujado en la mano, se dirigieron hacia el sur.
Se movían con toda la rapidez que podían, pasando de árbol en árbol o corriendo por el suelo cuando les era posible.
Harry, aún algo adolorido por la transformación, iba pendiente de que la muchacha no se alejara mucho de él y de que la nundu no se quedara muy atrás. El animal, con sus patas aún cortas, debía ir corriendo por el, normalmente, accidentado terreno y eso les hacía ir algo más despacio de lo que a él le gustaría. La chica había intentado llevar a la cachorrita a cuestas, pero ya era demasiado pesada para que ella la llevase en brazos durante mucho tiempo. Con la magia tampoco había sido posible, pues se debatía contra ella haciéndoles desconcentrar, así que la única solución que habían encontrado había sido dejarla en el suelo y que ella les siguiese como fuese capaz.
Al finalizar el primer día, cuando los dos adolescentes habían encontrado un buen lugar donde pasar la noche, tuvieron que esperar un buen rato hasta que la nundu llegó hasta ellos, jadeando con fuerza y apenas siendo capaz de mantenerse sobre sus cuatro patas del cansancio.
Harry la cogió en brazos y la llevó cerca del fuego, donde la chica estaba terminando de cocinar algo de carne. Dejándola en el suelo, alcanzó uno de los tazones que la muchacha había fabricado y lo llenó de agua fresca. La nundu se abalanzó sobre el agua, sedienta, bebiendo con rápidos lametones y no dejando nada del transparente líquido en cuestión de segundos. Volvió a alzar la cabeza, conectando sus extraños ojos con los de Harry, y él, intuyendo que ella quería más agua se lo negó, sabiendo que el siguiente arrollo estaba bastante lejos y no estaba seguro de que pudieran llegar al día siguiente.
Sin embargo, la nundu aún tenía sed y no estaba satisfecha con la negación de Harry, a si que, en cuanto él se dio la vuelta para ayudar a hacer la cena, ella se aproximó a la cantimplora. Intentó meter el morro por el pequeño agujero, pero lo único que consiguió con eso fue tirar la cantimplora y hacer que un poco del agua se derramase en el suelo, siendo rápidamente absorbida por la tierra.
Harry, alertado por el ruido, se dio la vuelta y cogió con rapidez la cantimplora poniéndola derecha y colocando el tapón y varios hechizos a su alrededor. Ya era de noche y la luna ya había salido, pero aún sus rayos no habían dado en su cuerpo y por lo tanto su transformación no había comenzado. No que se fuera a librar de eso, pero aún faltaba un poco para que se transmutara obligatoriamente y sus cambios de humor ya empezaban a trastocarse.
En cuanto tuvo la cantimplora a salvo dentro de su mochila, se volvió a la nundu y conectó sus cada vez más dorados ojos con los violeta de la felina.
.-Ni se te ocurra volver a hacer eso –le espetó en voz baja, respetando el silencio que mandaban los espíritus-. No te voy a dar más agua, a si que no seas pesada.
La nundu maulló quedamente, sentada como estaba sobre sus cuartos traseros, y le mandó a la mente de Harry una imagen donde aparecía la cantimplora con agua.
.-No –volvió a decir, con la voz cada vez más ronca. La cachorrita echó las orejas hacia atrás y se encogió en sí misma un poco, dándole un aspecto completamente entrañable y adorable, que hizo que la chica sonriera divertida al ver su docilidad ante Harry.
Harry a su vez tuvo que darse la vuelta y dejar de ver a la nundu porque, sino, sabía que terminaría cediendo y no debía hacerlo. El agua escaseaba, al igual que la comida, y no podía ir derrochando ninguna de las dos cosas.
Justo había terminado de comerse la última tira de carne que le tocaba de ración cuando el dolor por todo el cuerpo debido a la transformación le sorprendido. Dejó salir un ronco gemido al sentir una fuerte picazón por toda la piel. Se abrazó a sí mismo, encogiéndose y haciéndose una bola, deseando con todas sus fuerzas que aquel dolor desapareciera. Las manos, los pies y las orejas le comenzaron a cambiar dolorosamente. Un agudo pinchazo al final de su columna vertebral le indicó que allí le estaba apareciendo un miembro que hasta ese momento no había tenido. Una larga cola peluda y negra se dejó entrever por debajo de la túnica que vestía. Los colmillos volvieron a crecer dolorosamente, arañando el labio inferior y produciendo dos finos arañazos. Sus ojos estaban inyectados en sangre y la mayor parte del iris era de un profundo color dorado, con unas pocas líneas verdes.
Cuando la transformación terminó Harry estaba tirado en el suelo, respirando agitadamente. La nundu se acercó a él con cautela, olisqueándole, y le dio un leve toque en el brazo con la pata. Pero Harry no se movió. Se quedó allí, con la cara ladeada y mirando hacia el lado contrario a donde estaba la chica, intentando controlar a ese lobo interior que cada vez se iba haciendo más fuerte.
Así pasaron unos minutos. La nundu se había acurrucado a su lado y la chica no se había movido de donde estaba. Ella, poco a poco, se fue quedando dormida, sin apenas darse cuenta.
Harry también intentó quedarse quieto, intuyendo que si se movía no podría contener al lobo y perdería su consciencia humana, dejándose controlar por el instinto lobuno.
Pero varias horas después, cuando la luna estaba ya en lo más alto del cielo y sus músculos estaban completamente entumecidos, se movió un poco para cambiar de postura e intentar dormirse.
Se movió despacio, poniéndose boca arriba. Duró así un rato y ya, cuando estaba comenzando a dormirse, un suspiro le sobresaltó y le hizo incorporarse.
De pronto sus ojos perdieron casi cualquier vestigio de verde y sus colmillos crecieron aún más si era posible. Sus orejas se movieron hacia delante, prestando toda la atención en esa adorable criatura que dormía tranquila y confiadamente a sólo unos pocos metros de él. Se relamió. Sangre y carne inocente al alcance de sus patas…
Se levantó en silencio. Sus piernas dobladas, su espalda encorvada, sus manos apoyadas en el suelo, dispuesto a saltar y atacar en cualquier momento.
Dio un paso. Luego otro. Y luego otro más. Pero cuando fue a dar el cuarto se paralizó de pronto. Sus ojos casi dorados volvieron a cambiar, dando paso a más vetas verdes. Sus colmillos se encogieron un poco y sus orejas se plegaron hacia atrás.
La conciencia humana volvió a tomar control sobre la del lobo, haciéndole darse cuenta de lo que había estado a punto de hacer. Su corazón se paralizó de terror y el aire se congeló en sus pulmones.
Había estado a punto de matarla, de asesinarla a sangre fría, de comerse su carne y beberse su sangre como si de un suculento banquete se tratase.
Era una aberración, un monstruo. ¿Cómo era posible que hubiera podido ser capaz de cometer semejante atrocidad?
Cerró los ojos con fuerza y se llevó las garras que tenía como manos a las orejas, en un intento de ocultarse ante esa monstruosa realidad.
Dio un par de pasos hacia atrás, alejándose de la que iba a ser su víctima apenas unos segundos antes. Ella seguía dormida, sin haberse enterado de nada de lo que hubiera podido pasar, completamente ignorante del peligro.
Huyó. Corrió lo más rápidamente que pudo, alejándose de la muchacha y del improvisado campamento. El pelaje que le cubría le protegió de los arañazos de las ramas y arrugados troncos con los que se topaba en su enfurecida huída. Los ojos se le aguaron, dificultándole la visión.
Después de interminables minutos de carrera llegó hasta una pequeña cueva, lo suficientemente grande como para poder meterse echo un ovillo, socavada en la roca y rodeada de arbustos y plantas.
Pasó allí el resto de la noche, con las rodillas dobladas hacia su pecho y sus brazos rodeando sus piernas, balanceándose de adelante a atrás y recordando la terrible acción que había estado a punto de hacer. Se prometió a sí mismo que eso no volvería a ocurrir, no volvería a confiarse en su aparente gobierno sobre sus instintos asesinos.
Regresó al campamento en cuanto su transformación en lobo había desaparecido. Estaba agotado, no había dormido ni descansado en toda la noche, pero no dejó que eso se entreviera cuando se puso a la vista de la chica. Ella le sonrió al verle, pero él no la miró, sintiendo la culpa que bullía en su corazón.
Se sorprendió cuando, segundos después, ella se abalanzó sobre él y le abrazó con fuerza durante unos instantes. En cuanto se separó le revisó concienzudamente, revisando que no se hubiera hecho ninguna herida en su pequeña y apresurada excursión. Cuando se aseguró de que estaba bien, le volvió a sonreír y se apresuró a recoger todo para proseguir su viaje.
Los dos días siguientes fueron iguales. Viajaron durante la mayor parte del día, parando sólo para comer y para que la nundu les alcanzase. Por las noches Harry protegía el campamento con un hechizo y desaparecía de los alrededores justo antes de la transformación, ocultándose en cualquier lugar y dando pequeñas cabezadas sin conseguir que el sueño le invadiera.
En esos días la nundu desarrolló una nueva habilidad: aprendió a crecer y a encogerse a su voluntad. Cansada de sus patas tan cortas, y de quedarse siempre atrás utilizó esa extraña magia que el espíritu había dejado en su interior y se obligó a crecer, casi triplicando su tamaño. Les había dado un buen susto a Harry y a la chica la primera vez que la vieron, pero en cuanto ella entró en el campamento volvió a encoger y se convirtió en la cachorrita que ellos conocían. Gracias a esa nueva habilidad pudieron proseguir el viaje a una velocidad mayor, algo que Harry agradeció, pues había empezado a temerse que no podrían llegar al poblado antes de que fuera luna llena.
Pero sí llegaron. Las barreras del poblado aparecieron antes sus ojos al medio día del cuarto día de viaje. Karil y Aka les esperaban allí, o al menos esperaban a Harry. Fue una agradable sorpresa descubrir a la chica allí, con él.
.-¡Harry! –susurró excitada Karil, acercándose con rapidez al chico y abrazándole con fuerza en cuanto éste puso los pies en el suelo.
.-Hola, Karil –la saludó él, sonriéndola con cariño. Ella también le sonrió y le cogió de la mano, entrelazando los dedos y alzándola hasta la altura del hombro.
.-Me alegro de que hayas vuelto –le dijo, lanzando una fugaz mirada a las cuatro largas cicatrices que adornaban el brazo izquierdo del chico.
.-Yo también; no sabes cuánto.
Aka también le saludo y, aunque su cara permanecía seria, sus ojos le decían que también estaba complacido de verle.
Harry se giró hacia la chica y le hizo un gesto para que se acercase. Su rostro, que había permanecido en las sombras, quedó al descubierto en cuanto se apartó del árbol en donde se apoyaba y se acercó a Harry. Sonrió con algo de timidez a Aka y Karil, que la miraron asombrados, sobretodo la chamana.
.-Por los Antiguos… -balbuceó Karil entre dientes-… Yanira¿eres tú?
La chica aumentó su sonrisa y asintió con la cabeza.
.-¡Gracias a los Antiguos¡Niña, sobreviviste! –Karil se acercó con agilidad a la chica y la estrechó entre sus brazos-. Esto hay que celebrarlo –dijo, una vez se hubo separado de la muchacha y se aseguró de que estaba sana y salva -.Tenemos que hacer una gran fiesta.
Harry sonrió ante la euforia de la chamana. Miró a Yanira, al fin sabía cuál era el nombre de la chica, y vio que ella estaba tan contenta como Karil. Al parecer se conocían desde hacía tiempo.
.-¿Dónde la encontraste? –le pregunto Aka a Harry.
.-En la Selva Prohibida –le respondió el muchacho, empezando a andar hacia la tienda de Karil-. Uno de los B.A.T. la había perseguido hasta allí.
.-Ésa es una historia que nos tienes que contar –le interrumpió Karil, cogiéndole de la mano e instándole a ir más deprisa-. Pero eso será cuando tengáis los estómagos llenos.
Entraron en la choza de Karil y se sentaron en las esterillas que había colocadas en el suelo. La chamana les colocó un enorme bol lleno hasta los topes de comida delante de ellos. Sin embargo unos gritos les interrumpieron antes de llegar a dar un bocado. Harry miró a Yanira durante un segundo antes de que los dos saltaran y salieran corriendo hacia la barrera.
La nundu había llegado y estaba allí, rodeada por varios hombres y mujeres con las lanzas preparadas para atacar y defenderse. Ella también estaba en pose defensiva, con las orejas echadas hacia atrás y los colmillos al descubierto. Un amenazante gruñido resonaba en su garganta.
.-¡No, quietos! –exclamó Harry, en cuanto llegó al círculo creado por los hombres y traspasándolo hasta ponerse delante del animal-. No va a haceros ningún daño –les dijo, para luego volverse hacia la cachorra y ponerle una mano bajo una de las orejas y empezar a acariciarla-. Y tú también tranquilízate. No te van a hacer nada.
La nundu, al contacto de Harry, se tranquilizó y dejó de gruñir. Sus ojos violetas se fijaron en él antes de encoger y volverse la misma cachorra pequeña y entrañable que era normalmente. Harry, sin ningún miedo, la cogió en brazos y volvió a la cabaña de Karil.
.-Harry Potter –espetó Aka con voz seca y extremadamente seria-¿estás seguro de meter esa bestia aquí?
.-Sí –contestó él-; no le hará daño a nadie, te lo aseguro.
.-Parece ser que tienes muchas cosas que contarnos, Harry –le dijo Karil, acariciando sin ningún temor a la cachorrita, y mirándola fijamente a los ojos.
El resto de la comida pasó sin mayores sobresaltos. La nundu se había acomodado entre Harry y Yanira y, después de zamparse dos tiras de carne que Karil le había dado, dormía tranquilamente hecha una pequeña bolita.
Justamente al terminar de rebañar el bol, Harry fue instado a contar el viaje y el mes que había pasado en la Selva Prohibida. Lo contó todo, saltándose solo los pequeños detalles intrascendentes como eran el primer viaje al lago con Yanira, cuando la había visto completamente desnuda, y lo que sentía cada vez que la muchacha estaba cerca de él. En cambio contó con pelos y señales su pelea con los vampiros y la nundu y la forma en que había encontrado a Yanira y había matado al hombre lobo. Por supuesto no se olvidó de contarle las imágenes que había recibido del espíritu sobre la reunión que habían mantenido Dumbledore y Harding.
.-Ese Dumbledore… es el enemigo de Asyu¿verdad?
.-Sí –afirmó Harry. Luego se volvió hacia Karil y la miró con algo de pena reflejándose en sus ojos verdes-. Siento no haber cumplido mi promesa, Karil –echó un fugaz vistazo a su brazo izquierdo-, no llegué tan sano como prometí que volvería.
.-Pero volviste –Karil se acercó a él y le levantó la cara que él había bajado-; volviste y eso es lo único que importa.
.-Ahora soy peligroso, sobretodo de noche.
.-Sólo hay que tomar unas cuantas medidas de seguridad extras las noches que faltan hasta la luna llena y luego una vez al mes. Por eso no te preocupes.
Aunque la voz de Aka había sonado tan firme y serena como siempre, por dentro sentía la furia y la ira bullir con fuerza en sus venas. No podía comprender como había gente capaz de mandar a un peligroso licántropo detrás de una inocente chiquilla que no había hecho nada. En África no había casi licántropos y todos lo que había se concentraban en las zonas totalmente "civilizadas". No quería ni pensar en lo que hubiera pasado si ese licántropo hubiera mordido a alguna de alguna tribu. Aunque le doliese, se alegraba de que todos hubieran muerto.
.-Bueno –Karil les instó a levantarse-, ahora lo mejor es que os vayáis a descansar. Luego pensaremos en la mejor forma de tenerte amarrado y que no puedas atacar a nadie.
Unos toques en la puerta le hicieron desconcentrarse de su lectura. Con un suspiro, e intentando no estallar por haber sido interrumpido, cerró el libro y lo dejó con delicadeza en la librería de su despacho antes de permitir la entrada.
.-Mi Señor –Rodolphus Lestrange y Lucius Malfoy entraron y se arrodillaron ante el Señor Tenebroso. Lestrange siguió hablando sin levantarse-. Encontramos el espejo, mi Lord.
.-¿Y a qué estáis esperando para traérmelo? –los ojos rojos de Lord Voldemort brillaron amenazadoramente.
Ni Malfoy ni Lestrange se atrevieron a descubrir qué pasaría si se mantenían quietos sin obedecer durante unos segundos. En cambio, se levantaron con rapidez y se apresuraron a meter el objeto en el despacho, sin quitarle la tela que lo cubría.
De eso se encargó Lord Voldemort en cuanto despachó a sus dos mortífagos. La sucia tela calló al suelo dejando a la vista un gran espejo de casi dos metros de alto. El marco que lo rodeaba era de madera oscura y vieja, con multitud de tallas que se podían apreciar con dificultad. Era extraño, pero parecía que cada dibujo había sido tallado en diferentes épocas, como si de una talla a la siguiente hubieran pasado años y años. Y todas representaban lo mismo: caras humanas, caras humanas donde se reflejaba la furia, la decepción, la sorpresa y la tristeza. En la parte superior, las letras, en un extraño idioma, era lo único que se podía ver con claridad: Noza rocut revere iuq euqol aoirart nocolon isojelf erutse onotse. Voldemort sonrió al leerlo. Caminó a su alrededor, cuidándose de no mirar en la limpia lámina. El otro lado estaba cubierto de más caras talladas en la madera oscura.
Voldemort lo volvió a cubrir con la tela y lo llevó hasta un rincón de su despacho, donde lo dejó hasta que terminara con él y lo llevara a la cabaña.
El regalo para Harry ya por fin estaba allí, preparado para ser utilizado.
Voldemort volvió a sonreír. Cogió de nuevo el libro que había estado leyendo antes de que le interrumpieran, abrió sus tapas desgastadas y casi sin color con cuidado y volvió a concentrarse en su lectura.
Su sonrisa maliciosa no se borró en el resto del día.
Wenas! Weeee, ya estoy yo otra vez por aquí!
Vale, sí, he vuelto a tardar mucho UU' Perdón! Pero es que en estas Navidades se me echó todo encima y no pude escribir apenas nada del fic! De verdad, lo siento! En compensación traje un cap bastante más largo de lo normal. Qué os pareció? Cuantas más vueltas le doy más coñazo me parece, así que vosotros opinad.
Muchas gracias a todos aquellos que se molestaron en dejarme review! Sobretodo a aquellos que aún después de un mes siguieron acordándose del fic y me avisaron de que me estaba tardando demasiado! Muchísisisisimas gracias a todos!
Por si a alguien le interesa e empezado un nuevo fic de Harry Dark Lord con una pareja/trío de lo más extraña: Bellatrix/Harry/Narcisa. Dadle una oportunidad, pasaos y dejadme review para saber lo que os parece! Y si ya os pasáis por el resto de mis fics, pues genial! Vosotros mismos! xD
Mil besotes.
Aykasha-peke
Miembro de muchas Órdenes
PD: La encuesta aún sigue abierta. Si queréis volver a votar, sois libres de hacerlo. Recordad, macho o hembra, vosotros decidís ;)
