Disclaimer: Harry Potter y sus personajes son propiedad de J. K. Rowling. Esta historia está escrita sin ánimo de lucro.

A REFUGIO EN LA OSCURIDAD

Capítulo 26

Corrió. Corrió lo más rápido que pudo. Las ramas y las hojas de los árboles le rozaban y le hacían cortes allí donde no había túnica para protegerle. Pero eso no lo detuvo. Siguió corriendo, alejándose del poblado, sin hacer caso del dolor que empezaba a sentir por todo el cuerpo.

La luna llena se alzaba imponente en el cielo, iluminado con su luz la copa de los árboles y los pocos claros que existían en aquella parte de la selva.

Y fue en uno de esos claros en los que Harry, sin poder dar un paso más, tropezó y calló, sin poder luego ponerse en pie otra vez.

La transformación empezó, sin ningún tipo de piedad. Harry no pudo hacer otra cosa que no fuera abrazarse a sí mismo y gritar todo lo fuertemente que pudo. Aquel dolor era el más fuerte que había sentido nunca, muchísimo más fuerte que cualquier de sus transformaciones anteriores, muchísimo más fuerte que cualquier Cruciatus que hubiera podido sentir antes. Quería morir, cualquier cosa era mejor que aquel horrible sufrimiento. Creía que se iba a volver loco, que su cerebro y su corazón explotarían en cualquier momento debido a la inmensa presión.

Pero nada de eso ocurrió.

El pelo le comenzó a crecer por todo el cuerpo, con una lentitud inaguantable. Los huesos empezaron a cambiar de forma. La cola y las orejas puntiagudas aparecieron, sus uñas crecieron y se endurecieron. Su cráneo trasmutó, alargándosele las mandíbulas, las cuencas oculares separándose y haciéndose algo más pequeñas. Los colmillos le crecieron y, al final, un largo y lastimero aullido salió de su garganta y resonó en kilómetros a la redonda.

Sin embargo sus ojos verdes no cambiaron en absoluto. Harry no se dejaba gobernar por el lobo y éste, lo único que hacía era pelear y revolverse en su interior. Harry ya estaba convertido en un inmenso lobo negro, pero no se iba a dejar controlar por el instinto asesino del lobo.

Pero lo que estaba consiguiendo con ello era que el dolor siguiera allí, atormentándole, gastando sus últimas energías. Las vetas doradas de sus ojos brillaban con fuerza entre el resto del iris verde, demostrando que el lobo aún seguía peleando por el control de aquel cuerpo.

Y en un momento de debilidad el lobo al final consiguió su objetivo. Jadeó con fuerza durante unos momentos y después miró a su alrededor con sus ojos dorados, viendo por primera vez el mundo a su alrededor de primera mano.

Oyó los sutiles sonidos de la selva y olió las fragancias de las plantas y de los animales que dormían o salían a buscar comida a esas horas de la noche. Sintió bajo sus patas la arena y las hierbas del suelo.

Luego alzó la cabeza y miró a aquel satélite que era su liberador. Le aulló con fuerza, una hermosa y larga canción de lobo agradeciéndole por fin que pudiera ser libre de aquella alma opresiva y humana que le obligaba a estar encerrado.

Dispuesto a descubrir el mundo, fue a dar un paso, pero no llegó a moverse. Un gruñido salió de su garganta y todo su cuerpo comenzó a temblar.

Harry, en su interior, luchaba con fuerza por volver a tener el control de su cuerpo. Aunque en esos momentos tuviera forma de un lobo negro impresionantemente grande, aquél era su cuerpo. No iba a permitir que aquellos instintos asesinos se adueñaran de él y le controlaran.

Pero el lobo no estaba dispuesto a perder el dominio sobre el cuerpo. Él quería ser libre, quería correr y perseguir animales y aullar a la luna siempre que quisiese. No, no iba a permitir que le controlaran.

Un fuerte viento comenzó a recorrer el lugar y a azotar con fuerza los hierbajos y las ramas de los árboles. Una luz plateada comenzó a envolver al lobo, rodeándole. Él permanecía con los ojos cerrados y un gruñido grave resonaba en su garganta.

La fuerza que imprimía Harry sobre el control del lobo se intensificó, al igual que la luz que los rodeaba. El lobo se debatía contra él, utilizando una increíble fuerza que sacaba de no se sabía donde.

Al final, tras un nuevo aullido largo y desgarrador, la luz plateada creció con un brillo cegador y después se apagó y desapareció, dejando un cuerpo tirado en el suelo.


La bonita y suave voz resonaba en toda la habitación. Era una canción estremecedora, cualquiera que pudiera oírla sentiría escalofríos recorriéndole la espalda. Expresada en un idioma extraño y extinto, la canción clamaba por la fuera de voluntad, invocándola para su protegido, intentando ayudarle todo lo posible desde su reclusión en su dormitorio.

Su largo pelo cobrizo oscuro le ocultaba media cara, inclinada como estaba hacia la ilusión de su protegido, poniendo todo su poder y deseo de ayudar en ese cántico. Sus profundos ojos azules no se apartaban de la figura, sin perderlo de vista ni un solo momento.

Se acercó todo lo posible a su chico y se arrodilló a su lado. Sin dejar de mirarlo, colocó una mano sobre la cabeza del lobo y la otra sobre el corazón. Siguió cantando durante unos minutos más, poniendo aún más fuerza en su voz.

Bajo sus manos la figura comenzó a cambiar. El cuerpo se dividió en dos, haciéndose algo etéreo e insustancial y tomando las formas de su protegido cuando era humano y cuando era un lobo. Las siluetas se volvieron borrosas, como si empezaran a disolverse. Y entonces, comenzaron a mezclarse.

El negro traslúcido del pelaje del lobo empezó a mezclarse con el tono moreno de piel del chico. Las patas tomaron una forma más humana, las orejas se hicieron más pequeñas y redondeadas, el morro encogió un poco y apareció una especie de nariz humana, pero seguía siendo tan oscura como la trufa original del lobo. Los colmillos encogieron al igual que lo hizo la cola.

Y al final el color de los ojos se mezcló. Al principio eran muchos puntitos de colores verdes y dorados juntos y pegados los unos a los otros, pero terminaron fusionándose, convirtiéndose en un insólito verde metalizado, con un extraño reflejo dorado.

Aydun sonrió, pero no dejó de cantar. Quitó las manos de encima de su protegido. La extraña figura del lobo-humano desapareció, como si se hubiera introducido en el cuerpo del lobo, que había permanecido en realidad debajo de las otras dos figuras, oculto. Pero a Aydun no se le borró la sonrisa. Siguió cantando durante unos momentos más antes de parar y gritar con euforia.

¡Lo había conseguido! Había sido difícil, casi imposible, pero lo había conseguido.

Sus ojos azules brillaron con alegría, sobretodo cuando el lobo se levantó y ella vio sus ojos; unos impresionantes ojos verdes metalizados.

La fusión de almas había funcionado.

Se sintió orgullosa de su protegido. No todo había sido trabajo suyo; Harry son esa fuerza de voluntad que tenía y que le caracterizaba, había sido el que había hecho la mayor parte del trabajo, ella sólo le había dado el empujón necesario para que esa fusión ocurriera. El deseo de Harry de no ser un monstruo sanguinario había sido fundamental para que se pudiera llevar a cabo.

Aydun acarició la ilusión del lobo, sintiendo la suave textura del pelaje bajo la yema de sus dedos. Miró esos ojos verdes, donde la confusión se reflejaba visiblemente.

Sonrió. Ahora Harry no tendría que preocuparse por ese problema. Por fin había conseguido ayudarle. Sus jefes ahora no podrían impedirle nada.


Aquello era… extraño. No había otra palabra para poder definirlo. Sabía que estaba transformado en lobo, pero el que estaba en su interior no se revolvía contra él ni le controlaba su cuerpo. Estaba… en paz, tranquilo y relajado. Estaba despierto, por supuesto, pero era como si hubiera aparecido un invisible pacto entre ellos.

Se sentía salvaje e impulsivo, con unas increíbles ganas de correr y de conocer el mundo que había a su alrededor, pero no tenía aquellos instintos asesinos que caracterizaban al licántropo.

No, se sentía… bien, a gusto.

Dio un par de pasos, acostumbrándose del todo a ese nuevo cuerpo. Olfateó la tierra del suelo y un arbusto que había cerca de allí. El rastro de un pequeño animal nocturno le llamó la atención y lo siguió. Sólo tuvo que dar unas pocas zancadas para encontrarlo. Se abandonó a su instinto cazador y, acercándose con pasos silenciosos a la incauta criatura, que escarbaba en las raíces de un árbol seguramente buscando comida, se abalanzó sobre ella y hundió los colmillos en su pequeño cuello, cerrando con fuerza las fauces, rompiéndole así el frágil cuello y quitándole la vida.

Sabía que aquello no debía suceder, que no debía gustarle, pero aún así lo hacía. Sentir aquella tierna carne desgarrarse bajo sus colmillos y saborear el hierro de la sangre era toda una delicia. Ese lobo que estaba tranquilo en su interior se regocijaba de estar comiéndose a esa inocente criatura. Los huesos crujían bajo sus muelas y la sangre le chorreaba por la boca. Sí, era completamente delicioso. Aunque el propio Harry no quisiera admitirlo.

Las horas fueron pasando rápidamente. Harry pasó la noche yendo de un lugar a otro, descubriendo olores nuevos, así como animales y plantas que sólo aparecían de noche.

Se sentía eufórico. No era un sentimiento exactamente suyo, sino del lobo, pero de alguna forma lo compartían, como si también proviniera de él. Era extraño, muy extraño, pero definitivamente no era desagradable.

Cansado de ir de un lugar a otro, se tumbó a los pies de un árbol, cobijado entre las grandes raíces. Inconscientemente pensó en un hechizo protector para saber si algún animal o alguna planta especialmente peligrosos se encontraban cerca. Se sorprendió cuando el rakish, que aún llevaba colgando de su cuello y que milagrosamente no se había roto ni perdido, se iluminó y creó una barrera protectora a su alrededor.

¿Cómo era posible que sucediera eso? Que él supiera, un hombre lobo no podía usar la magia mientras estaba transformado. ¿Cómo entonces había podido hacer eso?

Con todo, aún así aquella noche no terminaron las sorpresas.

El olfato le avisó de que cerca de allí había frutas dulces y jugosas y, dejándose llevar por un antojo repentino, se levantó y siguió el aroma hasta que las encontró. Soltó un gruñido. Estaban demasiado altas para él. No podía alcanzarlas ni siquiera saltando.

Dio varias vueltas alrededor del árbol, buscando alguna forma de poder coger la dichosa fruta, pero no encontró nada. Se sentó y se quedó mirando una de las frutas, justamente una de las que tenía mejor pinta. Si hubiera podido habría fruncido el ceño. Se veía tan sabrosa… Y encima era una de sus frutas preferidas…

¡Cuánto deseaba en ese momento volver a ser humano! Poder trepar al árbol y coger la fruta para comérsela lentamente saboreando su sabor dulce, casi empalagoso…

Y sin darse cuenta empezó a cambiar. Su cola desapareció, sus colmillos encogieron, sus orejas se hicieron más redondas y pequeñas, el negro pelaje desapareció dando lugar a la piel casi desnuda y todos los huesos del esqueleto cambiaron, convirtiéndose en unos humanos.

Antes de que llegara a notar la transformación, el lobo había desaparecido, tomando su lugar la figura humana de Harry.

Sus ojos verdes metalizados se abrieron como platos de la impresión. Se miró sus manos humanas y se tocó la cara, asegurándose de que aquello era verdad y no una ilusión.

.-Cómo es posible… -susurró para sí mismo, sin terminar de creerse aquello. Levantó la cara hacia el cielo y miró la luna. Allí seguía ella, igual que hacía unos minutos, llena completamente e igual de blanca que siempre.

Respiró profundamente. El lobo en su interior estaba despierto y alerta, algo frustrado porque no estaba transformado, pero aún así tranquilo.

Primero lo de la barrera protectora y ahora eso. ¿Cómo había pasado? La luna seguía alta en el cielo, el sol aún no salía. Y lo más raro de todo era que no había habido dolor, nada de dolor.

En ese momento un recuerdo le llegó a la cabeza. Aquello no era la primera vez que pasaba en la historia. Había habido varios casos como ése antes, unos tres mil años atrás. Aquellos casos donde los infectados de licantropía habían sido capaces de doblegar al lobo y de convertirse en el animal siempre que quisieran, los cuales ya habían pasado a ser leyendas y mitos sin veracidad ni demostración.

Bueno, allí estaba él, la prueba de que aquellos casos muy posiblemente habían ocurrido de verdad.

Harry se encogió de hombros. Aquello no tenía porqué extrañarle tanto. Él nunca había sido un mago normal y corriente. ¿Por qué iba a serlo siendo licántropo?

Cogió impulso y saltó hacia la rama más baja del árbol. No tardó nada en coger aquella gruta que había codiciado y volver a bajar al suelo. Un solo pensamiento más, sólo para demostrarse a sí mismo que era capaz de hacer eso por propia voluntad y se volvió a transformar en lobo.

Nunca antes había disfrutado tanto comiéndose esa fruta.


Alguien le estaba acariciando el pelo. Eso fue lo primero que sintió antes de abrir los ojos; y fue lo que le hizo despertar. Las caricias eran muy relajantes; los dedos se enredaban en un lento movimiento entre las hebras negras, peinando y desenredando los rebeldes mechones.

Sintiendo que si dejaba que le siguieran acariciando el pelo se iba a volver a dormir, abrió los ojos y miró a su acompañante. El brillo de unos ojos color chocolate y una inmensa y preciosa sonrisa le dieron la bienvenida al mundo de los vivos.

Ya era de día. El sol se hallaba alto en el cielo.

Harry se incorporó y se quedó sentado en el suelo. Miró a su alrededor, buscando ubicarse, intentando recordar dónde estaba.

Al cabo de unos momentos las imágenes de la noche anterior despertaron en su cerebro. Sí, ya recordaba dónde estaba: justo en el mismo sitio donde se había tumbado a descansar después de comerse aquella pieza de fruta.

La buscó con la mirada, en un intento de asegurarse de que lo que había pasado la noche anterior había sido verdad y no un mero sueño.

Allí, cerca de un árbol, estaban la cáscara y el hueso de la fruta. Sí, lo que había pasado la noche anterior había sido real.

Yanira le dio un toque en el hombro para llamar su atención. Le tendió una túnica y algo de comida en cuanto él se volvió hacia ella. A la chica le fue imposible contener una sonrisa divertida al ver el rubor que inundó la cara de Harry cuando se dio cuenta de que estaba completamente desnudo. Contempló jocosa como él le quitaba con rapidez la túnica de las manos y se la ponía torpemente, intentando no mirarla a los ojos.

Sentía que las mejillas le ardían por la vergüenza, pero intentando ignorar aquella sensación se volvió hacia Yanira y la sonrió con agradecimiento, cogiendo las tiras de carne.

Ella se sentó a su lado y se fijó en una pequeña herida que tenía en la mejilla. Harry dejó con docilidad que ella le sujetara la cara y le pasara los dedos por el arañazo. Él apartó la cara al toque, con dolor.

Yanira le lanzó una mirada pidiéndole perdón. Se giró, puso la mochila entre sus piernas, la abrió y destapó el pequeño bote que sacó de su interior. Con mucho cuidado untó un poco de la crema que contenía el bote en el arañazo de su mejilla y le dio a beber otra poción que sacó de la mochila.

Harry no desconfió de ella y se dejó hacer mientras ella le curaba la herida. La poción, ésa que Yanira le dio, sabía horrible, con un ligero gusto a menta y coco con algo más, pero le hizo sentirse mejor, como si un calor le invadiera desde dentro extendiéndose por todo su cuerpo dotándole de una nueva fuerza y energía.

La chica esperó a que él terminara de comerse sus tiras de carne para levantarse y tenderle una mano para ayudarle. Harry se tambaleó un poco al ponerse en pie, pero rápidamente se recompuso y agradeció a Yanira con una sonrisa el que ella hubiera ido allí a buscarle con la comida, las pociones y la túnica.

Harry, acostumbrado ya a que Yanira no pudiera hablar, había aprendido a entender las miradas, las sonrisas y los gestos de ella, y, así mismo, también a hacerse entender él del mismo modo. Harry no solía necesitar decirle una palabra a Yanira sobre algo. De alguna forma, ella ya sabía lo que él quería o necesitaba incluso antes de que él mismo se diera cuenta.

Caminaron uno al lado del otro durante todo el viaje de regreso al poblado, dirigiéndose de vez en cuando miradas de reojo que apartaban de inmediato en cuanto veían que eran correspondidas.

Las barreras que rodeaban el poblado aparecieron antes de lo que Harry había previsto. Creía que en su carrera la noche anterior, cuando había huido de las protecciones que Aka y Karil habían intentando ponerle a su alrededor, había llegado mucho más lejos de lo que en realidad lo había hecho.

Karil salió a recibirle antes incluso de que Harry y Yanira se hubieran aproximado un poco a su choza. Revisó con rapidez a Harry, su ojo crítico buscando posibles heridas graves y suavizándose en cuanto estuvo segura de que lo más grave que Harry tenía era el arañazo de su mejilla ya casi cicatrizado.

.-Ay, Harry, menudo susto nos diste anoche –Karil le cogió de la mano y fue a tirar de él cuando de repente se fijó en los ojos del chico. Se puso de puntillas e hizo agacharse un poco a Harry para ver sus irises más de cerca. Un rayo de sol le incidió directamente en los ojos cuando la chamana le giró la cara, sacándole un extraño reflejo dorado de sus ojos metalizados-. Por todos los Antiguos… -Karil abrió los ojos como platos sorprendida, viendo el reflejo y el metalizado de esos irises.

.-Bueno –Harry se encogió de hombros aparentando despreocupación a la vez que se volvía a poner derecho-, nunca he sido un mago normal, no iba a serlo siendo licántropo¿no?

Yanira sonrió al oírle. Sus ojos no se despegaron de la figura de Harry hasta que los tres entraron en la choza de la chamana. Dejó la mochila en un rincón de la estancia y se acercó a Karil para ayudarla a preparar algo de comida.

De pronto un cuerpo se abalanzó sobre Harry. Un sonoro ronroneo se pudo escuchar en la choza cuando la nundu comenzó a restregar su cabeza en el pecho de Harry. Él negó con la cabeza divertido y empezó a acariciarla.

Karil se rió, sentándose al lado de Harry, y empezó a hablar en voz baja al mismo tiempo que brindaba unas cuantas caricias a la felina.

.-Menudos problemas nos ha dado esta traviesa esta noche –le informó a Harry, quitándole a la cachorra unas cuerdas que tenía en el cuerpo a modo de arnés-. Tuvimos que atarla para que no fuera detrás de ti; y al parecer no ha podido esperar a que fueras a verla.

Yanira se acercó también a Karil y Harry y dejó el cuenco que llevaba en las manos en el suelo. Luego se aproximó a la nundu y la cogió en brazos apartándola un poco de Harry para luego dejarla en el suelo a varios pasos de distancia.

La nundu se volvió a aproximar a Harry, con pasos que se iban volviendo cada vez más elegantes, típicos de su especie, pero después de hacer cosquillas con sus bigotes en los brazos del chico, se tumbó a su lado sin apartar sus ojos violetas de la figura del muchacho.

.-Por cierto, Harry¿no crees que ya va siendo hora de ponerle nombre? –le preguntó Karil.

.-Sí, supongo –contestó Harry, encogiéndose de hombros-, pero nunca he sido demasiado imaginativo con los nombres, y no sé cuál ponerle –miró a Yanira durante un momento antes de volver a hablar-. ¿Tenéis alguna sugerencia?

La chamana miró unos instantes a la nundu, observándola con detenimiento y viendo como la cachorra permanecía tranquila junto a Harry, moviendo la cola y lamiéndose con parsimonia la almohadilla de una pata delantera. Yanira la imitó y también miró a la felina durante unos segundos antes de girarse hacia Karil y llamarla la atención. Descubrió un trozo de suelo de las esterillas que lo cubrían e hizo unas rayas en el suelo que para Harry no tuvieron ningún significado pero para Karil al parecer sí lo tuvo.

.-Claro, Yanira –la sonrió la chamana-, buena idea –se volvió hacia Harry, se levantó y cogió a la cachorra en brazos, que se quejó con un ligero maullido malhumorado-. El nombre que ha sugerido Yanira me parecer muy acertado para la pequeña fierecilla ésta de aquí.

Trasteó de nuevo con sus cacharros, mezclando ungüentos habilidosamente con una sola mano. Harry miró a Yanira confundido, pero ésta sólo le sonrió, sin levantarse ni moverse de su sitio.

Karil regresó después de unos segundos, con un bol en una mano y la cachorra sujetada en el otro brazo. Se aproximó hacia los dos jóvenes y se quedó de pie delante de ellos, haciendo levitar el bol.

Su rakish comenzó a brillar tenuemente, envolviendo con su magia a la pequeña nundu. Karil comenzó a hacer extraños movimientos de mano alrededor del animal, luego untó sus dedos en la sustancia del bol y dibujó rayas y círculos azules en el negro pelaje.

Un murmullo, una vieja canción en el idioma antiguo, envolvió a los presentes. Los viejos labios de la chamana se movían con rapidez y sin vacilación, pronunciando el lenguaje ya olvidado.

De pronto se detuvo. Alzó la mano, cubierta toda la palma por esa pintura azul y la posó justo en medio del pecho del animal, dejando toda su huella marcada. Cogió la mano de Harry, la untó también con la sustancia, y la puso sobre su propia huella.

Harry, confundido, se dejó hacer sin poner resistencia. Permitió que la chamana volviera a meter su mano en el bol y dibujara con sus dedos justo sobre el corazón de la nundu, el mismo símbolo que Yanira había hecho en el suelo.

.-Kyrah –pronunció de pronto Karil y se calló. No volvió a pronunciar palabra durante los segundos siguientes hasta que dejó a la nundu en el suelo, que rápidamente se acercó a Harry y se tumbó a su lado buscando protección.

La chamana volvió a guardar el bol en el arcón que tenía en un rincón de la choza y se sentó justo donde antes había estado.

.-Bueno –Karil sonrió-, tu pequeña nundu ya tiene nombre.

.-¿Kyrah? –Harry frunció el ceño. La cachorra, como si supiera que estaban hablando de ella, y probablemente así fuera, maulló y se pegó más a la pierna de Harry-. ¿Qué significa?

.-Lealtad –le contestó la chamana en un susurro misterioso-. Una lealtad mágica para más exactitud. Y al haberla marcado con tu mano se ha convertido en tu mascota y tu protegida. Nadie podrá hacerla nada sin tu consentimiento previo.


Los cánticos se oían con claridad incluso dentro de la choza. Los tambores y el sonido de las flautas acompañaban a las voces con ritmo y habilidad.

Harry se secó el sudor de las manos en el faldón con el que vestía. Respiró profundamente y sonrió con nerviosismo a Yanira cuando se acercó a él. Ella le quitó la tira de tela que ataba sus cabellos en una coleta y dejó que los rebeldes mechones cayeran a su antojo. Pasó su fina mano por ellos, apartándoselos de la cara y, para sorpresa de Harry, consiguió que se quedaran donde ella quería.

Karil se acercó a él. Su sonrisa tranquilizadora consiguió relajar un poco a Harry.

.-Ya estás preparado, Harry –le dijo, el orgullo brillando en sus ojos oscuros-. A partir de hoy serás un hombre hasta que los espíritus te lleven con ellos. Aprovecha tu tiempo.

Se agachó frente a él y le besó suavemente en la frente, al lado de la cicatriz en forma de rayo. Luego recogió algunos trastos, que Harry no llegó a ver, y salió de la choza, siendo seguida por Yanira, que dirigió una sonrisa a Harry de apoyo antes de desaparecer.

Harry suspiró profundamente, intentando fundirse ánimos. Se observó los dibujos que la chamana había dibujado en su cuerpo y se aseguró de que su rakish estuviera en su sitio, en medio del pecho.

Salió de la choza y se acercó lo más firmemente posible a la inmensa hoguera que alumbraba todo el claro. Las danzantes llamas alumbraban los rasgos de todos los presentes, dándoles un aspecto inquietante y misterioso. Karil le hizo una señal para que se acercase a ella y se tumbara en el suelo.

Harry la obedeció. Dejó que la chamana cantara y bailara a su alrededor, que saltara por encima de él y que le diera de beber una fuerte pócima que le ardió en la garganta.

Luego Harry volvió a ponerse en pie a una orden de la anciana. Todo el poblado se calló de pronto y detuvo el sonido de los tambores y las flautas, dejando el claro en un intenso silencio, sólo roto por el chisporroteo de la hoguera.

Karil le obligó a acercarse tanto a las llamas que parecía que de un momento a otro lamerían su cuerpo y le rodearían. Harry sentía el intenso calor como si estuviera en una nube, sus sentidos embotados a causa de la poción recién ingerida.

De pronto se empezó a elevar en el aire. Los brazos extendidos perpendicularmente a su cuerpo, sus cabellos moviéndose con furia alrededor de su cabeza, su rakish brillando con intensidad.

Los espíritus habían llegado al claro hacía tiempo, pero sólo en ese momento Harry fue consciente de que ellos ya estaban allí. Sentía una presencia muy familiar rodeándole, entre todos aquellos seres que se movían a su alrededor.

Todo pasó de repente. Primero se sentía bien, tranquilo, como si estuviera en un mundo donde todo era paz y relajación, pero luego, así, de pronto, un intenso dolor le atenazó el cuerpo de arriba abajo. Sintió como un ser extraño, que no tenía un cuerpo pero que estaba ahí y existía, se metía dentro de él, recorriendo velozmente todo su cuerpo por las venas, llegaba a su corazón y exploraba todo su cerebro a través de los finos capilares.

Se sintió extraño, como si le hubieran dado la vuelta y estuvieran exponiendo y analizando todo lo que él era y todo lo que sentía y pensaba.

El dolor seguía allí, atontándole. Lo sentía en cada minúscula célula de su cuerpo. En la piel se le había añadido también un molesto picor, parecido al que sentía cuando se convertía en lobo.

Y así, igual que como había llegado el dolor, desapareció, dejándolo en una extraña bruma.

Sintió el suelo bajo sus pies e intentó mantenerse sobre sus piernas, algo dentro de él obligándole a tenerse en pie y no caer. Los músculos se quejaron, agarrotados como estaban, pero él los ignoró.

Abrió los ojos y los fijó sobre Karil, que permanecía seria frente a él. Sus ojos oscuros brillaron mostrándole apoyo, al igual que la emoción y la curiosidad cuando vio el reflejo dorado que salían de esos ojos verdes metalizados. Una suave sonrisa se dibujó en sus labios mientras hacía un dibujo alrededor de la marca que había aparecido en su pecho.

.-Ya está –le susurró, sólo para él cuando terminó, pero Harry se negó a dejarse vencer por esa oscuridad dulce de la inconsciencia que le llamaba.

Permaneció de pie y sintió cuando un suave cuerpo se pegaba a él y le pasaba un brazo por la cintura, haciendo que se apoyase en él y ayudándole a caminar.

Apenas fue consciente de que Yanira le dirigía hacia la cabaña de Karil. Ni siquiera se dio cuenta cuándo fue tumbado en la cama y cómo se dejaba caer en la inconsciencia sucumbiendo al dolor y al cansancio.


Sentía el agradable frescor del agua fría humedeciéndole la frente Gimió quedamente, sintiendo sus músculos totalmente agarrotados y sin ser capaz de moverse casi.

Abrió los ojos con renuencia, sin querer salir de la inconsciencia dulce y relajante. Lo primero que vio fue la cara de Yanira, que le sonreía y le pasaba los dedos por el pelo con cariño. Sus ojos color chocolate brillaron en cuanto le vio despertar.

Yanira le hizo una caricia en la cara antes de volverse y llamar a Karil con un curioso sonido que hizo con la garganta. Harry se sorprendió. Era la primera vez que oía un sonido salir de ella.

.-Buenos días –le saludó Karil, sentándose a un lado de su cuerpo-. ¿Cómo te encuentras?

.-Como si un erumpent hubiera bailado una de esas danzas tuyas encima de mí.

.-Eso es una buena noticia –se rió Karil. Le apartó la sábana que le cubría hasta el cuello y observó la marca que había aparecido justo sobre donde se encontraba su corazón.

Eran apenas tres líneas, una larga y con curvas y otras dos más cortas y algo más rectas. No se necesitaba demasiada imaginación para ver algo parecido a una especie de silueta de un lobo en plena carrera. Era algo bastante abstracto, pero bonito a fin de cuentas.

.-Bienvenido, Keirk –le saludó la chamana solemnemente-, señor del sigilo, el poder y la fortaleza.


Muy wenas! Qué tal? Yo genial! Acabo de ver la película Brokeback Mountain, y me encantó! n.n Ya hacia tiempo que no veía una buena peli en condiciones y que al final me dejara con una buena impresión y no con una desilusión… Aish…

Bueno, no creo que esto os interese lo más mínimo, pero no podía callarme xD Es que me encantó!

Ale, ya… Pues eso, que ya tenéis aquí otro cap. Espero que no os haya defraudado; la transformación de Harry no acaba de gustarme, no conseguí escribirla como quería, pero es que ya no sé qué cambiarle… A si que vosotros decidís.

Y de verdad, muchísimas gracias a todos los que se molestan en dejarme un review! Es un total y completo gustazo entrar en el correo electrónico y ver todos esos comentarios, a si que este capítulo va dedicado a toda esa buena gente que se molesta en levantarle el ánimo a los escritores! Besotes a todos!

Y ya sabéis, sois totalmente libres de dejarme un review diciendo lo que os parece el fic. Mientras que no sean virus, yo acepto de todo!

Besos!

Aykasha-peke
Miembro de muchas Órdenes

PD: Venga, gente, que la encuesta sigue en pie. Las hembras ganan 11 a 6 a los machos! Y los que ya votaron, pueden volver a hacerlo! No os cortéis y votad por el que prefiráis!