Aiya!!! Aquí les traigo otro raro capitulo sobre Legolas. Espero que les guste.

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6. Una Pronta Misión

-Las nuevas que traéis peregrino gris, no son nada favorables – El rey pauso por un instante-Sin embargo…. Es mejor ahora-.

-Es verdad-contesto-Los acontecimientos requieren nuestra atención, no debemos permitirle al mal que se acreciente, ¡Es hora de una nueva alianza entre los pueblos libres!- y en sus ojos se vio un fulgor por unos instantes.

El rey se incorporó, paso sus fuertes manos en un libro que tenía al alcance forrado de cuero y mientras hacía esto, le miro a los ojos:

-una alianza habéis dicho, ahora andamos dispersos y cada uno atiende sus propias necesidades, yo sólo tengo este poder en el norte del bosque, nos hemos dividido… los elfos parten al oeste y los enanos excavan con avaricia y los hombres…- y la cara se endureció por un momento –si habéis averiguado como has dicho, sabréis muy bien lo sucedido-.

Gandalf no respondió, porque en cierto modo el Eldar tenía razón, no obstante Thranduil apago aquel silencio.

-Habéis dicho que partiréis hoy mismo, aguardad por lo menos hasta que se ponga el mediodía y te suministraré lo que necesites-

-Hantalë, pero no puedo retrasar más mi viaje, ya que las nuevas os la comuniqué- Se incorporo inmediatamente –Partiré ahora mismo y no olvidéis enviar mensajeros a Imladris, porque grandes consejos se debatirán después de este-

Gandalf y Thranduil salieron de la habitación, éste mandó llamar a Anariel quien inmediatamente llego a la presencia de su señor.

-Buenos Días- dijo Anariel inclinando la cabeza y de entre ojo logro divisar a Al anciano que se encontraba cerca del rey.

-Doncella Anariel, os he hecho llamar para que busques a mi hijo, decidle que lo necesito con urgencia- hizo una reverencia ante el rey y Mithrandir, y se apresuro al encuentro del príncipe.

Gandalf le siguió con la vista hasta que no pudo divisar su figura en la profundidad del bosque, pues estaba oscuro y a los costados de los árboles se alargaban negras y frías sombras que parecieran con vida propia y se agitaran con el movimiento del viento.

-Ha llegado la hora-anuncio el peregrino-partiré ahora mismo, sin mas espera-

-Esperad al menos a conocer a mi hijo-.

-El tiempo apremia y en otra ocasión será mejor y cierto que pronto lo será- En tanto tomó su bastón con firmeza y se alejo del rey como un viejo desgastado por los años y encorvándose, casi arrastrando la barba gris con el suelo mientras las sombras lo envolvían en una espesa oscuridad al parecer de los elfos presentes, hasta que al fin se perdió de vista, así mismo como llego a los aposentos del rey, del mismo modo partía a un destino incierto.

-Que los hados del destino os lleven por un buen camino- Dijo para si mismo el rey y daba la vuelta para internarse en los amplios y blancos pasillos del palacio trabajados en mármol.

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Anariel se apresuro por entre la hierba mientras la brisa proveniente del occidente golpeaba su rostro con suavidad y a parecer de ella la brisa del oeste era más ligera y más limpia que la proveniente del este, pesada y espesa. Las aves revoloteaban junto a las ramas de los árboles y ahora los rayos de luz se dejaban entre ver con mayor felicidad entre una que otra rama desnuda y dando brillo a la hierba y a la flores proporcionando matices coloridos y brillantes y las nubes blancas eran delicadas y ligeras mas allá sobre los árboles. Después de que Anariel hubiese buscado por distintos lugares, su resistencia se desvaneció no habiendo encontrado a Legolas. Así que halló frente a ella un montículo verde coronado de hermosas flores como si allí se hubiese demorado la primavera y alrededor estaba bordado por árboles grandes que se erguían alrededor, allí subió Anariel y se recostó sobre la alfombra de pastal y miro al cielo atentamente aunque sabía que no podía haber demora.

-Aiya Anariel- dijo una voz entre las ramas, mientras Anariel perturbada tanteaba con la mirada los árboles sin saber quien le hablaba, hasta que al fin su mirada se detuvo, contemplando los rubios lirios que caían desde las ramas y el hermoso rostro élfico se asomaba.

-Mease Legolas, ¿que hacéis allí trepado entre las ramas y ocultándote de la mirada?-.

-Escuchando y pensando- rió Legolas mientras bajaba ágilmente de las ramas y tomando asiento junto a Anariel- Escuchaba la conversación de las ramas y hace largo tiempo que no subía por estos troncos y…-Legolas se detuvo escogiendo las palabras – reflexionando-.

-Legolas, vuestro padre os habéis llamado y me ha comunicado que te necesita con urgencia- dijo Anariel – pues nuevas ha de saberse-.

Legolas se incorporo y le extendió la mano a Anariel, ella se la estrecho suavemente y juntos volvieron con paso ligero hasta el palacio, discutiendo de la nuevas, pues Anariel le contó sobre la aparición del anciano y Legolas le comento sobre la inquietud que tenía en cuanto la misión, aunque su corazón se sentía mas reanimado porque un nuevo amanecer siempre lo reconfortaba, pero Legolas vió que el rostro de la elfa estaba angustiado y que tenía la mirada baja sin perder de vista la hierba y piedra y tierra por el que pasaban… así que silencio un momento y contemplo ante él, el palacio orgulloso y erguido y dio pasos vacilantes y Anariel lo condujo hasta en frente de la habitación, la doncella tocó con aquella suavidad que sólo los Elfos saben hacerlo y desde el interior sonó poderoso y vibrante la voz del rey.

-¡Seguid! Legolas que os estoy esperando- Legolas hizo una mirada fugaz a los ojos de Anariel e inmediatamente entró a la habitación. Al abrir la puerta, vio a aquel Sindar sentado junto a una mesa llena de pergaminos y la mano la había llevado hacia la barbilla y ahora miraba atento cada movimiento del Elfo.

-Buenos Días – titubeo Legolas –Señor-. Y el rostro del Rey se suavizo aunque sin perder su majestad.

-Legolas- y le miró largamente haciendo sacudir desde lo mas adentro a Legolas – supongo que la doncella Anariel ya os habrá informado de todo lo ocurrido, al igual que Darón y Odín os habrán puesto en tanto de la misión y ya sabrás que Athrod os acompañará, así que no demorare los acontecimientos. La sombra es mas terrible de lo que pude concebir Legolas y ahora debemos confiar en los sabios y tu misión ha cambiado, tendréis que llevar a Imladris este mensaje-El Rey le desplegó una carta con las iniciales de Thranduil finamente escritas y asegurada para que ojos indiscretos no vieran el contenido.- yo mismo partiría, pero me necesitan mas en el bosque, así que envíale este mensaje a Elrond y no dudo que le alegrará verte de nuevo-. Legolas miro con cuidado la carta y al fin la guardo.

-¿Cuándo partiré y que camino iré de tomar?-

-Partirás mañana mismo, al alba- dijo – y por el camino aun no os preocupéis, pues Athrod os guiara lo mejor que pueda-

Thranduil se puso de pie y se dirigió hacia una ventana amplia donde llegaba luz, así se podría decir aun cuando la oscuridad empezara a invadir el Bosque; contempló largamente hacia al exterior y luego dio una mirada vaga a Legolas –recordad que nadie tiene que mirar el contenido-.

Legolas se incorporó de inmediato e hizo una profunda reverencia, había entendido que su padre aun no estaba dispuesto a revelarle el camino. Salió por donde había entrado y encontró allí de pie a Anariel con la mirada perdida en la fuente esculpida en mármol donde caía el agua como un hilo de plata, sin embargo dio un salto al ver a Legolas.

-¿Qué os habéis dicho tu padre?- dijo Anariel tímidamente.

-Partiré Mañana –dijo Legolas-al alba, nos dirigiremos hacia Imladris con la encomienda de llevar un mensaje, Tenna Rato-. Y el elfo apresuró el paso hasta encontrarse fuera del palacio.

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Anariel salió por un momento del palacio y observo todo en cuanto estaba en su alrededor y estuvo allí como si esperase algo, alta e inmóvil hasta que al fin vio que Adranla se acercaba, llevaba un vestido verde claro que brillaba cuando los rayos del sol le tocaban, pero en esta oscuridad que cada vez espesaba más sólo se veía oscuro y soñoliento con algún tímido brillo.

-Aiya, Anariel- dijo Adranla mientras agitaba los brazos en tanto se acercaba- hacía largo tiempo que no nos veíamos y conversábamos-.

-Es verdad-respondió Anariel sin mucho Ánimo.

-No te ves muy bien – dijo Adranla al mismo tiempo que le tomaba de la mano.- ven conmigo y discutiremos todo lo que sea necesario-. A Anariel se le dibujo una débil sonrisa en los labios y seguía a Adranla.

Al fin llegaron a un claro umbrío, un circulo bordeado por árboles que se extendía alrededor de la circunferencia y allí se alzaba la verde hierba coronada de pequeñas flores amarillas y rojas que aun se mantenían de pie con el poco vigor que tenía, pues una a una se iban deshojando porque el otoño que estaba próximo a terminar y el invierno parecía venir con rapidez.

-Aquí estará bien, ¡toma!- dijo Adranla alcanzándole una manzana que sostenía en la mano.

-Gracias-

-Anariel-Dijo en un tono más serio-ahora no me cabe duda de que Legolas…-en ese momento irrumpió.

-si, ya sé, pero ¿Qué tienes pensado hacer?-

-decirle-

Anariel ahogo un grito, pero en cambio ella tomó la conversación.

-Y Odín… sabes bien lo que siente –

-lo se, pero ese problema no me atañe-

-¡no te atañe!-exclamo Anariel.-es imposible-se incorporo mirándole a los ojos con una luz en la mirada, penetrante como si un relámpago hubiese cruzado por allí. Por largo tiempo la miro y sin decir palabra alguna se retiro dejando sola a Adranla que ahora la invadía la ira y la ambición.

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El día estaba avanzando y pronto Legolas se encontraba enfrente de la Casa de Osanwë y Laitalë, tocó la puerta dócilmente anunciando su llegada. La puerta de madera se entre abrió y asomó por allí el rostro de Esselya con una mirada de alegría.

-¡Aiya, Legolas¡- Exclamo con Entusiasmo –habéis partido temprano está mañana-.

-Es verdad – Asintió Legolas, entrando a aquel lugar en compañía de la pequeña –¿sabéis si Darón se encuentra?-

Esselya lo contempló por unos instantes e inmediatamente lo condujo a la habitación de Darón. Allí lo dejó, mientras ella se desaparecía para ir al encuentro de Laitalë. Legolas palpó la puerta, pero inmediatamente se abrió porque no estaba asegurada y encontró al Elfo con todos los manuscritos sobre el escritorio, escribiendo y tachando y rompiendo, hasta que al fin palmeo el escritorio.

-Hojaverde – susurro en tono alegre.

- Por largo tiempo nadie me llamaba de ese modo – dijo Legolas –pero me alegra volverlo a escuchar, aunque no vine hasta aquí para escucharlo.-

-veo que estas un poco perturbado Legolas, contadme-

- Hablé con mi padre – Y diciendo esto Darón levantó la mirada rápidamente –partiremos mañana, hacia Imladris-. Un largo silencio invadió la habitación y sólo se oía el golpeteo de las hojas en la ventana y el susurro de las flores, Darón bajó la mirada tenuemente al mismo instante en que endurecía el semblante. Tomó la hoja que tenía a su alcance y la cerró con fuerza hasta convertirlo en un papel arrugado más.

-Tendré que escribir otra – dijo en un tono más animado –Sin embargo, tendremos que preparar lo necesario para el viaje por que el tiempo está sobre nosotros-.

-Tenéis razón – dijo Legolas –Será mejor avisar a Odín y hablar con Athrod, pues él será nuestro guía, ¡así, que vamos!-.

Los dos elfos dejaron la habitación y en las afueras de la casa hallaron a Laitalë y a Esselya sobre la hierba porque Laitalë le estaba enseñando a la pequeña la manera correcta de bordar, así que Legolas las miró con ternura unos instantes, aunque, rápidamente volvió a dirigir su mirada hacía el frente escrudiñando la distancia. Hasta que al fin a lo lejos, vieron relucir la cota que portaba Darón en frente de la puerta haciendo la guardia de ese día y se veía hermoso y alegre como las aguas cristalinas y la mirada la tenía perdida en el horizonte pero sin descuidar la guardia porque vió a lo lejos que se acercaban Darón y Legolas hacía él.

-Aiya- saludó cuando los tuvo cerca.

-Odín se os ve alegre, pero no me explico el porqué – dijo Darón – aunque este no es el momento de discutirlo porque hay cosas que hacer y el tiempo transcurre como en un abrir y cerrar de ojos -

-¿Qué queréis decir?- inquirió Odín.

-Quiere decir- continúo Legolas –que mañana nos aventuraremos a nuevas tierras y en cuanto más pronto alistemos lo necesario mejor será-.

-Pero, no puedo dejar la guardia-.

En esos instantes apareció por de tras de la puerta Athrod en compañía de Sindë.

-No os preocupéis- Afirmo Athrod – que Sindë os va a relevar- El elfo se acercó e inclinó la cabeza ante los presentes y se irguió frente las puertas con una mirada imperturbable hacia al horizonte.

-he sido enviado por el rey- dijo Athrod tanteando con la mirada los ojos azulados de Legolas-y sé, cuanto todo es necesario sobre la misión, así que espero veros mañana al despuntar el alba y solo llevad lo que es indispensable-. Athrod dio media vuelta y desapareció de la vista de los presentes. Ya era pasado el medio día cuando se alejaron de las imponentes puertas de color blanquecino, encaminándose por aquellos senderos y discutiendo los pormenores de l próximo viaje.

-Necesitaremos provisiones, una daga, un arco y un carcaj lleno de flechas, por lo pronto- dijo en voz alta Darón.

-Tenéis toda la razón- dijo Legolas –En cuanto todo este listo será mejor para todos-.

-Así que debemos encaminarnos hacía mi hogar-. Dijo Darón –allí podremos avivarnos de provisiones y de algunos fardos para el cargamento-.

No tardaron en llegar a la casa de Darón, sin embargo Legolas se dirigió inmediatamente a la habitación y cuando Odín y Darón lo volvieron a ver, llevaba consigo el arco de Lórien y en una velocidad como la brisa que golpea rápidamente las hojas.

-Haceos cargo de todo, procurare no tardar- dijo Legolas con voz agitada sin detenerse y dirigiéndose a la salida del lugar.

-¡Legolas!- Exclamó Darón en el instante que no pudo divisar la figura de Legolas.

-No lo lograrás- dijo Odín conforme tomándole del hombro para detenerlo para que no fuese a la carrera detrás de Legolas.

-Tenéis razón- dijo al fin.

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Legolas corría apresuradamente, sentía que la hierba verde le refrescaba y la brisa lo reconfortaba y los árboles lo miraban pasar mientras las ramas le abrían paso hasta que al fin se detuvo en el lugar donde los arqueros acostumbraban a practicar con el arco, allí descansó Legolas algunos minutos. El lugar estaba solo, algo que no preocupó al elfo, así que se puso de pie orgulloso desafiando la diana que tenía en frente de sus ojos, tomó el arco con su larga mano e inmediatamente tomaba una flecha del carcaj, la acomodó lo mejor que pudo mirando el blanco con la vista de su hermosa gente, por un momento permaneció inmóvil y sólo se escuchaban los crujidos de las ramas, el susurro suave de los árboles, la respiración entre cortada del príncipe y el lejano sonido del palpitar de su corazón. Sigilosamente dejó liberar la flecha y un silbido en el aire hubo llevado por el viento y con golpe mortífero dió en el blanco y una y otra vez repitió aquel movimiento y cada vez que se terminaban las flechas del carcaj, se acercaba hasta la diana y las retiraba para volverlas a usar.

El color escarlata se envolvía con el amarillento del sol, sus rayos llegaban ahora débiles y lejanos porque en el viejo occidente ya el sol se ocultaba para descansar mientras algunas estrellas ya se aparecían una a una en el oscuro cielo haciendo que en el norte del bosque Negro no fuera un lugar de impenetrables sombras. Legolas yacía cerca de un árbol, la fatiga al fin lo había alcanzado y ahora su mente deliberaba algunos pensamientos mientras jugueteaba con el arco de Lórien que estaba a su derecha, cuando al fin se levantó la luna. Legolas había considerado oportuno que era hora de partir, en el instante en que recogía el arco vio que cerca crecía una pequeña planta alejada de los demás como una isla en un mar porque casi la hierba le daba alcance, Legolas se inclino mirándola tiernamente mientras una tenue sonrisa asomaba por su blanco rostro y a la vez pasaba su larga mano por sus hojas verdes y jóvenes, así la sintió y la planta pareció mirarle y levantar las hojas, Legolas dio un saltó atrás, pero volvió acercase y le susurro a la planta.

-quisiera verla crecer- pensó. Los pasos ahora lo dirigían a casa de Darón pero con cierta lentitud, algo tal vez apropiado para un Ent, los ojos de zafiro de Legolas se dirigían a cada árbol, a la hierba que pisaba con dulzura, a las flores y a la atenta mirada de la pálida luna y de las parpadeantes estrellas, las contemplaba con melancolía y sin haberse percatado ya se encontraba de frente a las puertas de la casa de Darón. Golpeo débilmente y vio asomarse Darón.

-¡Legolas!- dijo Darón -¿por donde os habéis metido?, ya Odín se ha ido a descansar, creo que harías bien en hacerlo tú también.

-He estado practicando con el arco- dijo Legolas- e iré a descansar, aun no sabemos que nos depara el mañana- Y con una fatigada sonrisa se alejo de Darón.

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