Disclaimer: Harry Potter y sus personajes son propiedad de J. K. Rowling. Esta historia está escrita sin ánimo de lucro.

Dedicado con cariño a NorixBlack, que ayer fue su cumple! Felicidades, wapa!

A REFUGIO EN LA OSCURIDAD

Capítulo 29

El odio se apoderó de él. Ver cómo aquel pequeño cuerpecito caía al suelo, desmadejado y sin vida, con los ojos vidriosos y vacíos, fue más de lo que pudo soportar.

Sus ojos perdieron su verde característico para volverse totalmente dorados. Sus colmillos crecieron un poco más si cabe y un furioso y ronco gruñido salió desde su pecho, oyéndose a varios metros a su alrededor.

Aquel monstruo encapuchado le oyó. Se giró para mirarle, aterrorizándose al ver al lobo gruñéndole y enseñándole los largos colmillos.

Le mandó una maldición con la varita que le impactó en el rostro, pero, debido a su licantropía, para Harry fue como si se tratara de una simple ráfaga de viento. Ni siquiera parpadeó. Le siguió mirando con sus amenazantes ojos dorados hasta que, tomándole por sorpresa, saltó sobre él.

Harry no fue capaz de controlar al lobo; tampoco lo intentó. Dejó que su parte de lobo tomara por un momento el control total del cuerpo, y ni siquiera sintió un poco de lástima cuando cayó sobre aquel demonio. Y mucho menos cuando hincó sus colmillos en aquel cuello, desgarrando los músculos y las arterias.

No se detuvo allí a ver como aquel hombre se desangraba y se ahogaba en su propia sangre. Salió corriendo, con Kyrah a su lado, atacando a todo integrante de los B.A.T. que encontró. Más de una vez estuvo a punto de sentir el frío filo de plata de alguno de los demonios que descubrieron lo que era e intentaron matarlo para que no siguiera atacando a sus compañeros, pero Kyrah se encargó con facilidad de ellos, haciéndoles aspirar su mortífero aliento o atacándolos con sus mortales colmillos y sus letales garras.

Keirk se dirigió rápidamente hacia su cabaña, deseando que Yanira hubiera tenido la misma suerte que había tenido las veces anteriores y hubiera podido escapar.

Pero al parecer, su suerte había desaparecido.

Cuando Harry consiguió ver su cabaña, su odio y su miedo se incrementaron hasta límites insospechados.

Dos figuras encapuchadas mantenían sujeta a Yanira por la espalda retorciéndole los brazos. Otra figura se encontraba frente a ella, riéndose de los intentos de Yanira por soltarse. De pronto, sacó la varita y apuntó a Yanira. La maldición que le envió la golpeó en el abdomen, haciéndola gritar como nunca antes lo había hecho.

Los hombres la dejaron caer al suelo, dándole un golpe en la cabeza y riendo al verla retorciéndose en el suelo de dolor.

Keirk corrió hacia ellos con toda la rapidez que le daban sus fuertes patas, pero no llegó a tiempo para cogerles. Antes de que los B.A.T. se desaparecieran, llegó a ver los fríos ojos de la figura que había atacado a su chica, las duras facciones de su rostro y su sonrisa arrogante y altiva, orgullosa de lo que había hecho.

De pronto, justo al mismo tiempo en el que llegaba al lado de Yanira y se convertía en hombre para cogerla ente sus brazos, el poblado se quedó en un total silencio.

Los B.A.T. habían desaparecido del poblado.


Volvió a observar los planos que tenía entre sus manos. En ellos estaban plasmados los callejones Diagon y Knockturn, el pueblo de Hogsmeade, Hogwarts y numerosos sitios más, tanto muggles como mágicos.

Se frotó los cansados ojos con una mano, conteniendo un bostezo. Debía terminar aquello primero, ya descansaría luego.

Parpadeó con rapidez y repetidamente intentando ahuyentar el sueño. Pero, aún así, los ojos se le cerraban; los párpados le pesaban demasiado.

Justo a punto de dejarse llevar por el dulce sueño, un estruendo en la entrada de la casa le despejó y le hizo levantarse de la silla de un salto. Salió de la cocina y se dirigió rápidamente hacia la puerta con los gritos de la señora Black escuchándose de fondo.

Sus ojos dorados brillaron cuando vio a la culpable de tanto revuelo. Aquel pelo rosa chicle era inconfundible.

Se apresuró a ayudar a la mujer a tapar el horrible retrato de la señora de la casa.

.-Uff… gracias, Remus –le agradeció Tonks, con su mítica sonrisa en los labios y un ligero rubor de vergüenza en sus mejillas.

.-Deberías mirar por donde vas, Nym –le dijo Lupin con el cariño impregnando cada palabra, la mismo tiempo que recogía el paragüero con el que siempre se tropezaba la mujer.

.-Esa cosa horrible me tiene manía –se quejó ella, con un gracioso puchero en su cara-. No es mi culpa¡siempre se pone en medio!

Lupin se rió y negó con la cabeza. Fue a decir algo, pero los labios de su novia sobre los suyos se lo impidieron.

.-Estaba deseando hacer eso –le confesó la mujer, apenas sin separarse del hombre, sonriendo con travesura.

Él correspondió a su sonrisa, observando aquellos infantiles ojos oscuros. Sí, infantiles, como su forma de ser, fresca y alegre como una niña, con una energía inagotable y una alegría imborrable.

Caminaron hacia la cocina cogidos de la cintura, charlando amenamente. Tonks se recargaba sobre el hombre lobo riendo, hasta que entró en la cocina y vio todo el lío que tenía él en la mesa.

.-¿Y todo esto? –le preguntó, cogiendo uno de los mapas y observando las marcas que Remus había dibujado en él.

.-Albus me pidió que planeara una estrategia para proteger todos esos sitios –contestó, con una sonrisa cansada. Le tendió una taza de café recién preparado y se sentó en su sitio con otra taza para él entre las manos.

En ese momento, Tonks se fijó en la exhausta apariencia de su pareja, viendo las profundas ojeras que rodeaban sus ojos dorados, sus hombros caídos y su cara demacrada.

.-Remus¿te encuentras bien? –se preocupó, levantándose y acercándose al hombre lobo, agachándose a su lado.

Él sonrió con cansancio y con cariño. Intentó mentir y decir que estaba bien, pero no fue capaz.

.-No te preocupes, Nym. Sólo estoy un poco cansado. Terminaré esto y me iré a la cama.

.-¿Y cuánto te queda?

Aunque preguntó, no esperó a que él respondiera. Cogió los mapas y los observó, mirando aquellos mapas que estaban señalados y los que no. De estos últimos había al menos el doble que los que estaban marcados.

.-¡Te quedan todos estos? –exclamó, mirando penetrantemente a Remus.

Como única respuesta recibió un encogimiento de hombros.

.-Lupin, a la cama ahora mismo –ordenó, cogiéndole de la mano y tirando de él hasta que consiguió ponerle en pie.

.-Nym, tengo que terminar esto para mañana.

.-Pues lo siento, pero la luna llena es dentro de poco y necesitas descansar.

Remus dejó que ella le guiara, siguiéndola con docilidad y disfrutando al ver a alguien preocupándose por él y cuidándole de forma tan desinteresada, disfrutando del suave tacto de la mano femenina envolviendo la suya, más grande y áspera.

De pronto, una extraña sensación le invadió el pecho y el corazón se le paralizó. Se llevó una mano al pecho y se detuvo, intentando regular la respiración que en un momento se le había agitado. Sentía una frialdad gélida recorrer su cuerpo y el miedo comenzó a abrirse paso en su mente.

Cerró lo ojos, intentando descubrir la causa por la cual sentía aquella frialdad. Sintió al lobo en su interior, retorciéndose incómodo.

Su instinto le avisaba de que algo había pasado, algo malo. Y lo que era peor, tenía que ver con su cachorro, con Harry. Harry estaba sufriendo, Harry lo estaba masando mas, muy mal, lo suficiente como para que el lobo lo advirtiera y le avisara.

.-¡Remus! Remus¿qué te pasa? –oyó que Tonks le preguntaba.

Su respiración seguía agitada y parecía que cada vez iba a más. La frialdad de su pecho también fue aumentando, convirtiéndose casi en dolorosa.

.-Harry… -susurró, con la voz ronca-. A Harry le ocurre algo malo.

Un gemido angustiado salió de sus labios. Sus piernas se tambalearon y él estuvo a punto de caer, pero Tonks consiguió sostenerle.

.-Venga, Remus, vamos a la cama, allí podrás tumbarte y descansar.

Pero Lupin no la escuchaba. Apenas sintió cuándo ella le empujó, llevándole a su habitación y haciéndolo tumbarse en la cama.

Su dolor en el pecho se incrementaba, sin detenerse en ningún momento. Sentía como su corazón se congelaba y sus pulmones se llenaban de aire frío. Respiraba con agitación y había empezado a sudar.

De repente, el dolor se le incrementó aún más de golpe, haciéndole arquearse sobre la cama y soltar un espantoso grito. Cerró con fuerza los ojos y arrugó el ceño, intentando contener el dolor, intentando que sus fuerzas no le abandonaran.

Y todo cesó. El dolor desapareció, la congelación en sus pulmones se derritió y el lobo quedó en silencio. Sin embargo, la certeza de que algo horrible había pasado no se esfumó. El lobo lo sentía, él lo sentía.

Sus ojos se le aguaron. Un profundo sollozo nació desde lo más hondo de su pecho.

.-¿Remus? –le llamó Tonks, sentada a su lado y cogiéndole de una mano.

Él la miró, sus ojos dorados brillantes por las lágrimas.

.-Harry… -volvió a llamar él, con la voz rota-. Harry… no…

.-¿Qué le pasó, Remus?

.-Murió…


La angustia le invadía por completo. Todo su cuerpo temblaba incontrolablemente. Una fina capa de sudor le cubría, haciéndole sentir escalofríos.

.-Yanira… -susurró, apretando el cuerpo que sostenía entre sus brazos contra su pecho-… Yanira, despierta…

L pasó una mano por la cara, apartando un mechón de pelo que caía descuidadamente sobre sus ojos cerrados y acariciando con dedos gentiles sus labios y sus mejillas.

Aquellas caricias debieron surtir efecto, pues unos preciosos ojos color chocolate se abrieron y le observaron con un brillo de dolor en ellos.

.-Yanira –volvió a llamarla, sonriendo con alivio al verla despierta. La besó en la frente-. Vamos, Yanira, tenemos que irnos.

Se fue a poner de pie con la chica entre sus brazos, pero se quedó paralizado cuando con una mano tocó un líquido extraño en la cabeza de ella. Sus ojos se abrieron con horror al ver la mancha roja que pintaba sus dedos.

Sangre.

Intentó no perder la calma y movió con mucho cuidado la cabeza de Yanira hasta que vio la enorme herida que uno de los B.A.T. le había causado muy cerca de la nuca. Respiró profundamente y empezó a susurrar hechizos, queriendo parar la hemorragia.

Pero, por alguna razón fuera del entendimiento de Keirk, ni la herida se cerraba ni dejaba de sangrar.

Maldijo entre dientes. Oyó a Yanira llorar con desconsuelo entre sus brazos. La miró a los ojos, intentando descubrir porqué estaba así; ella nunca se había quejado cuando se había hecho alguna herida. Vio como ella giraba los ojos hacia su propio cuerpo y con mano vacilante y temblorosa se acariciaba el vientre. Keirk siguió el movimiento de esa mano, confundido, hasta que de repente apreció la enorme mancha roja que había en la túnica de ella entre sus piernas.

Se quedó sin respiración y su corazón se le detuvo cuando el entendimiento llegó a su cerebro. Volvió a mirar a Yanira a los ojos, buscando la respuesta a aquello que se estaba temiendo, deseando que fuera mentira.

Pero aquella desoladora tristeza que pudo ver en los ojos de su chica le demostró que su deducción no estaba equivocada.

Yanira se había quedado embarazada.

Por eso los vómitos matutinos, por eso los mareos y la debilidad que había sufrido durante cortos periodos de tiempo. Por eso el brillo feliz que había visto en sus ojos, por eso esa sonrisa luminosa que había tenido durante las últimas semanas.

Pero ese niño ya no llegaría a nacer. Keirk lo sabía sólo con ver los ojos tristes de Yanira y esa mancha de sangre en su túnica.

Darse cuenta de ello le golpeó con fuerza. Sus ojos se le aguaron y las lágrimas comenzaron a recorrer sus mejillas.

Se abrazó con fuerza a Yanira, ocultando la cara en el hueco entre el cuello y el hombro. Le susurró palabras consoladoras al oído, escuchando los sollozos que escapaban de aquellos carnosos labios y que le acongojaban el corazón.

Entonces, Yanira comenzó a temblar entre sus brazos. No eran los temblores del llanto y de los sollozos, eran escalofríos de dolor y de frío.

Sintió que ella le ponía una mano en la cabeza, acariciándole los negros cabellos e instándole a levantar la cabeza y mirarla.

Keirk la miró con lo ojos aguados. Con una mano se apartó las lágrimas y fue entonces cuando vio el dolor pintado en sus bellas facciones, vio su temblor y vio el miedo en sus ojos.

.-Yanira¿qué te pasa? –le preguntó, con la voz temblorosa y totalmente aterrado. Le acarició la cara, notando una extraña frialdad que iba adueñándose de su cuerpo-. ¿Ya… Yanira?

Ella bajó la mano hasta que la posó en su mejilla, rozando con sus dedos los labios de Harry. Con un pequeño empuje, y mirando por última vez aquellos ojos verdes que tanto le gustaban, aprisionó sus labios con los suyos, besándole con pasión, dejando caer más lágrimas por sus mejillas. Harry notó la desesperación con la que ella le besó, así como también sintió la despedida que llevaba implícita, como si le estuviera dando un agridulce adiós.

Él correspondió con fiereza, atrayéndola hacia sí con mucha fuerza, como si quisiera que los dos se fundieran en uno solo, como si quisiera hacer todo lo posible y más para que ella no se fuera, para que no le abandonara, como dolorosamente sentía que iba a pasar.

De pronto, aquellos carnosos labios dejaron de moverse bajo los suyos. El cuerpo entre sus brazos quedó quieto, relajado.

Harry levantó la cabeza y miró a Yanira. Vio sus ojos cerrados, sus labios entreabiertos, sus brazos caídos e inmóviles y su respiración inexistente.

Vio la muerte entre sus brazos.

Gritó. Gritó con todas sus fuerzas. Gritó todo su dolor.

Le habían vuelto a arrebatar a su familia.

Volvió a abrazarse a aquel cuerpo inanimado, al cuerpo de aquélla que apenas unos breves minutos antes le había besado con todo el amor que sentía, sin temor ya a hacerla daño. Posó una mano en aquel vientre en donde hasta hacia unos pocos minutos había albergado una pequeña vida que no había llegado a poder observar la luz del sol.

Con la cara oculta entre el abundante pelo de Yanira no vio la intensa luz blanca que envolvió el vientre de la chica y que se apagó apenas un segundo después.

Él siguió llorando, disfrutando de los últimos momentos que tenía para disfrutar de esa familia que había podido tener y que había perdido de aquella monstruosa forma.


Frescas gotas de agua caían sobre su rostro. Su largo pelo cobrizo oscuro ondeaba al viento que hacía aquel día. Sus ojos penetrantemente azules miraron la cascada junto a la cual estaba sentada, maravillándose por las formas que se creaban en el agua al caer desde aquella altura.

Suspiró y se pasó sus finas manos por el pelo, sujetándolo con una goma y colocándoselo sobre uno de sus hombros.

Qué tranquilidad sentía al estar allí sentada, al lado de la cascada y oculta bajo las ramas de aquel frondoso sauce llorón.

Se rió al recordar la última broma que les había hecho a sus jefes. ¿Ellos querían permanecer con el culo a salvo sentados en sus sillas sin querer ayudar a su protegido? Bueno, pues ahora se podían asegurar que iban a tener el culo a salvo pegado a sus sillas, no se podían quejar.

Seguro que la estaban buscando. Bueno, pies que siguieran perdiendo el tiempo; sólo su madre podía imaginarse dónde estaba, y ella no abriría la boca.

Se recostó sobre el tronco del árbol y suspiró, cerrando los ojos y llevándose las rodillas al pecho rodeándolas con los brazos. Le encantaría que Harry estuviera allí con ella, que la abrazara con tanto carió como abrazaba a aquella chica con la que vivía en la selva.

Pero, por desgracia, su protegido no estaba allí; ni siquiera podría pisar aquel mundo ni una sola vez en su vida. Y lo que era peor, ni siquiera sabía quién era ella.

Y fue así, mientras pensaba en su protegido, recordaba sus impresionantes ojos verdes y su rebelde pelo negro, cuando su intuición le indicó que Harry estaba en peligro.

Se puso de pie rápidamente y echó a correr hacia la casa. Hizo oídos sordos a las llamadas de sus jefes y de su madre. Lo único que le importaba era llegar a su habitación y descubrir qué le pasaba a su protegido. Tocó con impaciencia y nerviosismo la extraña sustancia de la vasija.

Prontamente su habitación reflejó la selva en la que se encontraba Harry. Había cadáveres por todas partes, la sangre encharcaba el suelo, el fuego ardía destruyendo las chozas y los últimos gritos y llantos impregnaban el ambiente.

Y allí, en medio de la habitación, una pareja se besaba con pasión, una pareja joven en donde el chico sostenía entre sus brazos a la chica, apretándola contra él para no dejar que ella se fuera.

Pero a Aydun sólo le bastó ver a la chica para saber que se iba a ir sin poder evitarlo. Yanira había perdido mucha sangre, demasiada, era imposible que sobreviviera.

Sus ojos azules se llenaron de lágrimas, lágrimas que cayeron con fuerza por sus mejillas en cuanto esa chica quedó totalmente relajada. Se tapó los oídos y cerró los ojos con fuerza cuando el chico alzó la cabeza y gritó desgarradoramente al ver que su chica acababa de morir entre sus labios.

Aydun lloró y sollozó, deseando hacer algo por su protegido, pero nadie era capaz de devolverle la vida a los muertos.

Y de pronto, vio a través de sus párpados la intensa luz que envolvió el vientre de Yanira. Abrió los ojos, viendo con claridad los últimos resquicios de la luz. Se quedó paralizada.

Sabía lo que eso significaba. Era lo que le había pasado a su madre cuando había muerto.

Echó una última mirada a Harry, que lloraba abrazado a Yanira como nunca antes lo había hecho, y mordiéndose el labio inferior salió de su habitación. Recorrió los pasillos con rapidez, bajó las escaleras de dos en dos y, al llegar al sótano, abrió la puerta de golpe y sin llamar.

Las dos mujeres que se encontraban allí la miraron con reprobación, pero ella no les hizo caso. Buscó con ojos ansiosos por toda la habitación hasta que un brillo blanco en un rincón le llamó la atención. Se aproximó a él, seguida por las dos señoras, y cuando lo tuve frente a ella vio una bolsa transparente, elevada en el aire, de un extraño material, y en su interior, rodeado por un líquido, descansaba un pequeño ser de unos pocos centímetros de tamaño.

Aydun sonrió entre lágrimas, y se hizo una firme promesa. Cuidaría de aquel pequeño ser, cuidaría del pequeño hijo de su protegido, y no permitiría que nadie le hiciera daño.


No supo cuánto tiempo estuvo llorando, cuánto tiempo estuvo abrazado al cuerpo de su chica. No quería separarse de ella, no quería alzar la cabeza para descubrir así que toda esa pesadilla era real, no un mal sueño, como deseaba creer.

Pero cuando sus lágrimas se agotaron y se secaron tuvo que separarse del cuerpo inanimado de Yanira.

Cualquiera que hubiera visto a Keirk en ese estado hubiera salido corriendo, huyendo de él. Sus ojos verdes habían perdido su color esmeralda metalizado y se habían transformado en un color dorado, sus colmillos habían crecido levemente, haciéndose más puntiagudos y algo más largos, y eso, junto con su ceño fruncido y su mirada amenazadora, le daba un aspecto impresionantemente aterrador.

Sus ojos se posaron sobre la silenciosa presencia del espíritu sobre Kyrah, que le miraba con las orejas pegadas al cráneo. Keirk entrecerró los ojos y de su garganta salió un gruñido ronco y gutural, elevando el labio superior, enseñando las puntas de sus colmillos.

.-¿Por qué no los ayudasteis? –preguntó con una voz muy ronca, impregnando cada palabra de odio y enfado-. ¡Por qué no la ayudasteis? –no se preocupó en bajar la voz, eso ya no importaba. Siguió gritando con toda la fuerza de sus pulmones, expulsando todo el odio que sentía en esos momentos contra los espíritus-. ¡Ellos siempre os han seguido¡Ellos siempre os han adorado¡Por qué permitisteis que les hicieran daño¡Por qué no los protegisteis¡Por qué los abandonasteis?

No recibió ninguna respuesta. El silencio continuó durante unos momentos más, sin que la mirada de Keirk se desviara de donde él sabía que se encontraba el espíritu, hasta que unos ojos violetas veteados de azul y ámbar aparecieron en el aire.

Keirk y el espíritu se miraron a los ojos durante unos minutos, el odio presente en los dorados de Harry, la tristeza en los violetas del espíritu. Pero a Keirk esa tristeza no le conmovió lo más mínimo. No lo había y ya no lo haría nunca más. Harry acababa de morir, con aquella chica entre sus brazos, como había hecho con Sirius cuando éste había pasado a través del velo, y con sus padres aquel fatídico 31 de octubre. Lo último que quedaba de Harry Potter había terminado de desaparecer.


La noche dio paso al día, a la cálida luz del sol que bañó las copas de los árboles, como todos los días.

Pero aquella jornada no sería como todas las anteriores. Aquella mañana no habría gente que se despertaría al amanecer, se levantaría de las camas hechas con ramas y saldría a cazar y a fabricar instrumentos que necesitaran o a jugar con aquellas piedras de colores.

No, aquella mañana no habría vida en el poblado.

Keirk no sabía cuánto tiempo llevaba allí acurrucado en el suelo, con el cuerpo de quien había sido su novia hasta apenas horas antes. No había dormido nada en toda la noche. Lo único que había hecho había sido permanecer abrazado a Yanira, sin querer separarse de ella, deseando reunirse allá donde fuera con su chica.

Pero tenía que levantarse. Era el único que quedaba de aquella tribu, tenía que darles a todos sepultura y celebrar la ceremonia del adiós para guiar las almas de todos ellos con los espíritus.

No pudo evitar pensar en la ironía que había en toda aquella situación. Justo la última ceremonia que le había enseñado Karil el día anterior había sido la del funeral, como si la chamana hubiera sabido lo que iba a pasar.

Y por mucho que le doliera, les debía a todos ellos hacer aquella ceremonia. Todos se habían portado con él estupendamente, como si siempre hubiera pertenecido a aquella tribu. Se los debía.

Levantó la cabeza, mirando todo a su alrededor. Kyrah se encontraba acurrucada a su lado, pero no estaba dormida, permanecía alerta, vigilando a su amo y todo a su alrededor dispuesta a protegerle si ocurría algo fuera de lo normal. Las chozas incendiadas aún humeaban, aunque el fuego ya se había extinguido. Los cadáveres seguían dispersados por todo lo que quedaba de la aldea, esperando a que alguien los recogiera y los juntara con sus familiares.

Keirk, sabiendo que él era el único que ahora podría hacer eso, se puso en pie, sin soltar ni separarse de Yanira. Sin querer mirar la cara de ninguno de los cadáveres, se dirigió hacia la cabaña de Karil, seguido de cerca por Kyrah, que se había levantado en cuando había visto que su amo se había puesto en pie.

Los ojos dorados de Harry se volvieron de nuevo verdes metalizados, y sus colmillos se transformaron otra vez en humanos. Keirk había perdido el odio que había sentido horas antes, siendo sustituido por la indiferencia y la frialdad.

No sintió nada cuando vio a la chamana tirada en el suelo de su choza, degollada y tirada en medio de un enorme charco de su propia sangre. Lo único que invadía el corazón de Keirk era el deseo de venganza contra aquellos monstruos que habían destrozado su mundo… de nuevo.

Apretó las mandíbulas, sintiendo un enorme deseo de golpear cualquier cosa que estuviera a mano; pero no tenía tiempo que perder. Volvió a salir de la choza y dejó con toda la delicadeza que pudo a Yanira en el suelo, delante de la cabaña y en un trozo de suelo limpio de sangre. Luego, volvió a entrar y salió momentos después con la menuda chamana en sus brazos, dejándola al lado de la chica e ignorando la sangre que manchaba sus brazos.

Poco a poco, y sin descanso, fue reuniendo a los integrantes de cada familia delante de sus chozas. Se internaba en las cabañas incendiadas, buscando a las personas que habían encerrado en su interior, encontrando en su mayoría a ancianos y mujeres con sus hijos pequeños que habían intentado esconderse, pero que no lo habían conseguido. Los cuerpos estaban medio calcinados y había un intenso olor a carne quemada en el interior de las chozas.

El último cuerpo que encontró fue el de la hija de Aka, con su diminuto hijo de unos pocos meses de edad a un lado en el suelo. Ninguno de los dos se había conseguido salvar. Ella había muerto de una puñalada por la espalda, seguro cuando había intentado escapar con su niño en brazos. Y el pequeño Hylle, con sus pequeños bracitos y sus rechonchas piernitas, no había podido escapar por sus propios medios. Un golpe en su fontanela y en los blandos huesos de su cráneo, había sido suficiente para quitarle la vida.

A Keirk se le volvieron a llenar los ojos de lágrimas sin darse cuenta. Recogió el pequeño cuerpecito del suelo y lo sostuvo en sus brazos con delicadeza, como si pudiera hacerle daño y no deseando hacérselo. Observó el regordete cuerpecito y acarició la suave piel, dándose cuenta de que hubiera podido tener otro, uno propio, unos meses después, en su lugar, dándose cuenta de que si hubiera llegado más rápido al poblado, si hubiera salvado a su novia, hubiera podido sostener a su propio hijo, otro cuerpo igual de suave, rechoncho y pequeñito, entre sus brazos, como tenía aquél en esos momentos.

Parpadeando con rapidez, intentando evitar que las nuevas lágrimas de sus ojos cayeran, dejó al bebé sobre el pecho de su madre, entre su padre y su abuelo.

El sol había comenzado a descender, estaba a punto de hacerse de noche, pero Keirk no tenía miedo. Puede que las defensas del poblado hubiesen caído, pero ningún animal se atrevería a acercarse por allí con el hedor a muerte que impregnaba el amiente. Y si a los B.A.T. se les ocurría volver allí aquella noche… bueno… se iban a encontrar con su peor pesadilla hecha realidad.

Se movió con celeridad. Se internó en la choza de Karil y buscó el bol con la sustancia azul que necesitaba para la ceremonia. La choza estaba patas arriba, se notaba que no había sido fácil derrotar a la terca chamana. Al final lo encontró, tirado en el suelo al lado de la cama, pero, afortunadamente, no se había derramado nada y había suficiente para todos.

De pronto, cuando salió, un intenso olor le llegó a la nariz. Era un olor extraño, distinto a todos los que se podían oler en la selva. Olía a civilización y a polución… Y a asesino.

Kyrah también lo olió. En su garganta empezó a resonar un profundo gruñido. Plegó sus orejas hacia atrás, pegadas a su cráneo, y se agazapó, preparada para saltar y abalanzarse contra su presa, esperando sólo la señal de su amo.

Y Keirk se la dio sin demora. Kyrah saltó sobre unos matorrales, y al caer de nuevo al suelo, al otro lado, se oyó un grito de terror, un grito humano.

Se apresuró a saltar él también los matorrales. Sus ojos se volvieron dorados cuando vio la figura que se encontraba allí tirada, cuando vio sus ojos azules aterrados, su pelo claro, su piel pálida y la túnica oscura que vestía.

Era un B.A.T. Uno de los asesinos.

Harry sonrió sarcásticamente. Qué unido tenía que estar aquel grupo de asesinos para dejar abandonados a sus compañeros muertos o heridos. Se había encontrado media docena de ellos muertos entre el resto de los cadáveres de los del poblado, tirados como habían caído al suelo, sin que ninguno de sus compañeros se hubiera preocupado por ellos. Él los había amontonado en un rincón para luego encargarse de ellos, y, mientras lo hacía, había deseado encontrarse con al menos uno vivo, sólo uno, al que pudiera hacérselo pagar.

Y ahora lo había encontrado.

Se acercó al hombre con pasos lentos y calculados, sin apartar sus escalofriantes ojos dorados de aquellos aterrados azules. Con un movimiento de su mano le indicó a Kyrah que lo soltara. La nundu le había sujetado por el brazo, clavando los colmillos lo justo APRA asustarle y paralizarle, pero no para herirle.

Keirk observó bien al hombre. Pelo rubio, ojos azules y piel pálida. Tenía cara de ángel, con aquellas mejillas sonrojadas. Pero el gesto de terror que tenía en el rostro le borraba esa apariencia de inocente.

Harry se pudo de cuclillas, al lado de su cabeza y le miró a los ojos. Terror, puro terror era lo que se reflejaba en esos orbes azules. Sonrió.

.-¿Tienes miedo? –le preguntó en un susurro, sin apartar sus ojos dorados de los azules, su ronca voz creándole escalofríos al hombre.

No dijo una palabra más. Se enderezó y, sin sentir una mínima compasión por el hombre ni por sus piernas aparentemente rotas al ver el ángulo extraño en el que se encontraban, le alzó en el aire y le colgó del árbol más próximo, a suficiente altura para hacerse daño si se caía.

Luego, dio media vuelta y volvió hacia donde estaban los de la tribu, sosteniendo con fuerza el bol de la pintura azul entre sus manos, decidiendo encargarse del único B.A.T. vivo más tarde.

Llevó a cabo la ceremonia de forma eficaz y rápida. No podía seguir observando toda esa masacre. Se iba a volver loco.

Pintó las caras de todos ellos con la pintura azul, les colocó en medio del pecho los rakish y dibujó un círculo a su alrededor. A continuación tapó todos los cadáveres con las ramas de las chozas y de las camas, sin dejar nada a la vista.

Cerró los ojos y respiró profundamente antes de ponerse a entonar la última canción que Karil le habían enseñado, la canción de despedida. Oír su propio tonto de voz, bajo y algo ronco, pronunciando con lentitud y claridad el lenguaje Antiguo, despidiéndose de todas aquellas magníficas e inocentes personas, consiguió hacerle llorar de nuevo. Sentía a los espíritus llorar con él y estremecerse de dolor y tristeza a su alrededor, sintió cómo los árboles y los matorrales se estremecían, como si de verdad pudieran notar el sufrimiento de Keirk y lo sufrieran con él. Los pájaros y el resto de animales que vivían por los alrededores se congregaron allí y rompieron su silencio, creando una exótica música de fondo que acompañó a Harry durante toda la ceremonia.

Y entonces llegó el momento más duro para Keirk. Notando cómo sus ojos se seguían nublando por las lágrimas y su corazón y su alma aullaban de dolor, susurró una palabra, haciendo que su rakish brillara y las ramas que cubrían los cadáveres se prendieran fuego. Poco a poco, el fuego fue extendiéndose por todos los cuerpos.

Harry no pudo evitarlo. Necesitaba verla una vez más, una última vez. Antes de que el fuego comenzara a incinerar los cuerpos que había junto a ella, Keirk apartó con cuidado las ramas que cubrían el bello rostro de su chica, observando y deleitándose con sus bonitos rasgos redondeados, sus grandes ojos cubiertos por sus párpados, su pequeña nariz y sus carnosos labios.

Acarició con dulzura la suave curva de su mejilla y su barbilla y besó por última vez sus labios y su frente, despidiéndose de ella.

Volvió a colocar las ramas en su sitio justo a tiempo antes de que las llamas comenzaran a devorar aquel cuerpo que tan bien había conocido él.

No se apartó de allí cuando el fuego cubrió por completo a su chica. Permaneció arrodillado en el suelo, murmurando la canción de despedida, como si se la dedicara sólo a ella, sintiendo las danzantes llamas del fuego peligrosamente cerca de su piel, pero sin preocuparse de si se quemaba o no.

No le importó el horrible hedor a carne quemada que impregnaba el ambiente. No se molestó en cubrirse la nariz y la boca para no aspirar aquel olor. Lo único que hizo fue permanecer allí arrodillado, al lado del cadáver de su chica del de Karil, entonando la canción una y otra vez durante toda la noche hasta que el fuego se extinguió por sí solo.

Y, al final, mientras la luz del sol comenzaba a iluminar las copas de los árboles en un nuevo amanecer, invocó un fuerte viento que esparció las cenizas de aquel último poblado mágico de África por todos los rincones del continente, de norte a sur y de este a oeste.

Los pocos enseres que quedaron de los indígenas fueron enterrados. Él cogió las pocas cosas que podían serle útil –su lanza, puntas de repuesto, cuchillos, cuencos y pociones y ungüentos medicinales-, las metió en su mochila y todo lo demás lo sepultó bajo toneladas de tierra que removió con unas pocas palabras mágicas. Nadie sabría nada sobre aquel poblado, tenían derecho a descansar en paz sin que hubiera gente que se pusiera a rebuscar entre sus restos.

Pero antes de irse de allí, aún tenía unos cuantos cabos que tenía que atar.

Volvió a donde había colgado a aquel hombre en el árbol, con Kyrah a su lado. Observó con sus ojos verdes a ese asesino que se aferraba con todas sus fuerzas a las ramas del árbol para no caer, pensando en cuál sería la mejor forma de vengarse y enseñarle que había cosas con las que no se podía jugar

No tuvo ninguna compasión con aquel hombre. No sintió ninguna compasión cuando le oyó gritar de dolor mientras sentía cómo su piel se coraba formando dibujos bajo la mano y el cuchillo de Keirk.

.-Mis compañeros volverán –le dijo el asesino a Harry cuando éste le empotró contra un árbol y hacía que las ramas de éste se entretejieran alrededor de los brazos del hombre para que éste quedara colgando a varios centímetros del suelo-, y cuando lo hagan te darán tu merecido, asqueroso demonio.

.-Dudo que vuelvan –le contestó Harry, mirando a los ojos a su enemigo, cambiando sus ojos de un verde metalizado a un escalofriante dorado y consiguiendo aterrorizarle con ese simple gesto-, pero si vuelven, quiero que recuerdes mi nombre, quiero que lo pronuncies cuando ellos te encuentren, quiero que se les quede bien grabado en la cabeza y que sepan que se han ganado un feroz enemigo que no descansará hasta que todos y cada uno de ellos haya muerto.

Hizo un gesto con su mano a Kyrah, instándola a acercarse. Cuando ésta lo hizo y rugió, mostrándole sus mortales colmillos al hombre, Harry la imitó, haciendo crecer sus propios colmillos y elevando su labio superior para que el hombre los viera, pronunciando sus últimas palabras con voz ronca y gutural.

.-Mi nombre es Keirk.

Lo último que se oyó de aquel asesino fue su grito desgarrados cuando sintió las garras de Harry desgarrándole el pecho y creándole cuatro largos y sangrientos cortes paralelos desde su hombro derecho hasta su costado izquierdo.

Después, el silencio.


Se colgó la mochila a su espalda. No le hizo falta echar una mirada atrás cuando se alejó del poblado. Ya no había nada que le atara y le mantuviera allí. No, todos habían muerto, todo había desaparecido.

Echó a correr con la nundu a su lado. Con el sol a su espalda, se dirigió hacia el oeste, en busca de una ciudad muggle por donde pudiera escapar de aquel continente y empezar su búsqueda del resto de los B.A.T.

Sus ojos verdes no se apartaron de su camino, saltando de rama en rama y salvando los obstáculos. En ellos lo único que se podía leer era un sentimiento profundo, muy bien clavado en su mente, corazón y alma, lo único que deseaba.

Venganza.


Los repentinos estallidos resonaron en el desgarrador silencio del claro. Las figuras que acababan de aparecerse se movieron incómodas en su lugar, sin querer moverse de allí, un temor inconsciente paralizándoles desde su interior.

Un nuevo estallido y una nueva figura apareció en el lugar. Su porte altivo y orgulloso demostraba su seguridad en sí misma, demostraba el importante cargo que ostentaba aquel grupo.

De inmediato la nueva figura se percató del extraño comportamiento de sus compañeros.

.-¿Qué es lo que pasa? –preguntó con voz fuerte y firme, descubriéndose el rostro, que hasta ese momento había llevado oculto tras la capucha de su capa. Su largo pelo veteado de canas cayó a su espalda, cubriendo parte del dibujo del murciélago que llevaba allí plasmado.

.-¿No lo nota, señora Harding? –le preguntó a su vez uno que estaba a su lado-. Es… inquietante.

.-No me diga que ahora tiene miedo, Harrison –le espetó ella con obvio desdén-. No son más que los resquicios de magia negra que han estado utilizando estos demonios durante generaciones. Pero ahora ya no queda nadie que pueda utilizarla; no tiene nada de qué preocuparse, Harrison.

.-Señora… -una voz al fondo del grupo se alzó entre las demás-… ¿y cómo resquicios de magia negra han podido hacer eso?

Harding se aproximó hacia el hombre que había hablado y observó lo que él señalaba con un dedo. La sonrisa arrogante que hasta esos momentos alargaba sus labios en un gesto monstruoso, desapareció y se vio sustituida por una inmensa preocupación.

Allí, alineados en dos filas, creando un macabro pasillo, se encontraban los cadáveres de sus compañeros, flotando en el aire como si fueran simples marionetas que colgaban de unos hilos invisibles enredados en las ramas de los árboles. Algunos tenían las gargantas abiertas; otros, las cabezas destrozadas a golpes; otros, llenos de heridas por todo el cuerpo… todos cubiertos de sangre y encharcando el suelo bajo ellos, todos mirando con sus ojos sin vida a los extranjeros.

Harding frunció el ceño, preocupada. Las Artes Oscuras no podían haber hecho eso sin la intervención de una persona que supiera utilizarlas. Eso sólo significaba una cosa: alguien había sobrevivido al ataque, alguien había escapado a la masacre.

Caminó por aquel pasillo, sin querer observar los cadáveres que la miraban con sus vidriosos ojos muertos, como si en verdad estuvieran vivos, hasta que llegó al final y descubrió la escena hacia la que le encaminaban sus compañeros.

Ante sus ojos fríos y duros se alzaba el cuerpo de uno de los suyos, colgado de un árbol y aún vivo. Todo el temblaba, cubierto de sangre y largos cortes. Sus desenfocados ojos azules miraban al infinito, sin percatarse de la gente que estaba allí con él, y todo su cuerpo temblaba descontroladamente. Tenía unos enormes cortes en el pecho, desgarrando su túnica, su piel y sus músculos.

.-Por Merlín… -susurró Harding al contemplarlo. Se acercó corriendo a él y fue a hacer un gesto a sus hombrees para que la ayudaran a bajarle, pero una voz ronca y baja se oyó y la detuvo.

.-Keirk… Keirk… -decía el rubio, posando los ojos sobre su jefa, como si acabara de darse cuenta de que ella estaba allí y de que no estaba solo-… fue Keirk…

.-¿Qué es lo que dices? –le preguntó Harding, mirándole a los ojos.

.-Keirk…

.-¿Fue él el que se escapó, el que te hizo esto?

.-Keirk…

De pronto, la boca se le llenó de sangre. Se atragantó, intentó respirar, pero él ya había vivido lo suficiente para cumplir su última misión. Su corazón se detuvo y, antes de que cualquier de sus compañeros pudiera ayudarle, el último aliento escapó de su cuerpo.

Harding apretó la mandíbula, toda su satisfacción evaporada y sustituida por una profunda frustración.

Estaban en problemas.


Wenas! Lo prometido es deuda! Aunque creo que mejor me voy cavando mi propia tumba, porque estoy segura de que más de uno cumplirá las amenazas que recibí en el capítulo anterior :S xD Bueno… qué se le va a hacer.

Por cierto! Que hasta que yo no lo diga, lo de la votación de macho o hembra sigue abierta! Podéis seguir votando para lo que prefiráis, que aunque yo no haya dicho para qué lo quiero ya muchos se lo están imaginando (y acertando, claro xD)! Así que venga, a mandar un review diciéndome lo que preferís!

Hablando de reviews… gracias a todos! Millones de agradecimientos y besotes a todas aquellas magníficas personas que dejan comentarios estupendísimos!

Os quiero!

Aykasha-peke
Miembro de muchas Órdenes

PD: Perdonad los errores de grámatica y/o ortografía que pueda haber. No tengo internet en casa, tengo que ir a un ciber, y no me dio tiempo esta vez a revisar el cap :S La próxima vez que me conecte lo volveré a colgar corregido ;)