ESTE CAP VA DEDICADO A MI HERMANITA!!!! DE MEXICO!!! (TU YA SABES...)

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10. De Una Noche Interminable

El sol ya se estaba asomando lentamente por de tras de las nubes grises, a pesar de la cortina de lluvia que aun se aferraba en no dejar entre ver su esplendorosa luz. Los elfos seguían la marcha ahora en silencio, tenían que encontrar a Athrod, así que exploraban cuidadosamente el suelo húmedo para hallar un rastro que los llevase a la tropa de Trasgos.

-No están lejos- musitó Odín al tiempo que se ponía en pie y penetraba con su mirada hacía el Oeste –tendremos que continuar por este sendero- apuntó hacia la senda que atravesaba el río.

-¿Cuánto crees que tardemos en encontrar a los Trasgos?- Inquirió Darón.

-Al atardecer-

Se aferraron con fuerza a los fardos que llevaban consigo, levantando la cabeza y agudizando cada uno de sus sentidos. Pasaron aquella alfombra de agua con lentitud, ya que las piedras eran resbalosas y cualquier movimiento en falso podría ser fatal para la pequeña compañía. La lluvia empezaba a desaparecer mientras que los vapores se levantaban con delicadeza del suelo y rozaba con fragilidad el cuerpo de los elfos, sin embargo el tiempo transcurría lentamente al igual que el aire se volvía espeso y denso, prefirieron no hablar ni comer, tan solo continuar era su objetivo.

Ya la luz se iba extinguiendo con languidez a la vista de los elfos, el viento viroteó hacía el sur al igual que el frío se hundía con crueldad en la suave tez. Ya a los lejos se podía deslumbrar una pequeña tropa de Trasgos que parecían divertirse sin mostrar prisa en su marcha, de pronto el suelo se volvió abrupto descendiendo bruscamente. Era un pequeño valle bordeado por pequeños montículos verdes, que a la oscuridad parecían acrecentar su tamaño y la hierba era mas corta que en los senderos anteriores, allí toda la tropa de Trasgos acampó a órdenes del líder, el momento esperado por los elfos se estaba aproximando. Contemplaron desde lejos las llamas que crecían y devoraban la madera muerta el cual los Trasgos alimentaban continuamente.

Legolas sentía que la roca fría en la cual estaban ocultos se empuñaba sin piedad en las manos, sin embargo no podían intentar algún movimiento a no ser que fuera desesperado. Al igual que él se ocultaban también Odín y Darón en algunas ramas. El silencio abordó todo el lugar, los crujidos se habían extinguido al igual que la voz susurrante de los árboles, ni siquiera la luz de las estrellas parecía expedir algún albor. Legolas tanteó con la mirada su alrededor al mismo tiempo que levantaba el rostro de la roca, de súbito observó como dos Trasgos se acercaban, "seguramente los vigías de esta noche", pensó Legolas. Se acercaban imprudentemente al lugar donde se encontraban Odín y Darón, riendo a grandes carcajadas y rompiendo con estrépito el silencio, en las manos llevaban dos cantimploras que solían beber en seguidas ocasiones.

Los Trasgos seguían su paso, de pronto el silencio se hizo expectante, las descomunales criaturas se detuvieron. Dos siluetas alargadas se escurrieron lentamente mientras los dos Trasgos miraban confundidos hacia su alrededor. Las sombras se balancearon sobre sus objetivos inmovilizándolos al mismo tiempo y dejándolos sin respiración, al cabo de unos segundos aquellos cuerpos imperfectos se desplomaron sobre la hierba sin derramar una gota de sangre.

-Ha sido fácil- dijo con arrogancia Odín. En los pocos días que llevaban, Odín se hallaba más silencioso y la seriedad se denotaba en su rostro. Legolas lo contempló por unos momentos, con la mirada tenue recordando a un Odín donde su sonrisa nunca se apagaba, de pronto Legolas se preocupó por él "¿Qué estaría pasando?" Se preguntó.

–Estas criaturas no merecen descansar sobre la hermosa hierba- Dijo finalmente Odín al contemplar las asquerosas criaturas.

Legolas y Darón se miraron confundidos, pero el momento de entrar al campamento había llegado. Tan sólo era acercarse y rescatar a Athrod en una de las tiendas que se levantaban en el pequeño valle. Se dirigieron al campamento a hurtadillas, tan solo parecían sombras que adornaban el lugar, aunque estas sombras tenían un movimiento propio el cual los Trasgos no cayeron en cuenta, tan solo se divertían y viroteaban cerca del claro que producían las llamas. Tres tiendas se levantaban un poco mas lejos y como habían supuesto los elfos, estaban vacías, ya que todos los Trasgos se encontraban celebrando y tan solo estaban vigilando esos dos pequeños merodeadores quienes habían sido asesinados por Darón y Odín.

Los tres elfos se dispersaron para tratar de buscar a Athrod en las diferentes tiendas. Legolas se introdujo sigilosamente por una abertura de la parte posterior de la tienda sin causar mucho ruido, no era muy grande a pesar de que carecía de toda luz. De pronto, se precipitó sobre el suelo al toparse con algo.

Se incorporó de inmediato, cuidando de no producir ningún ruido mientras se guiaba por sus manos en la terrible oscuridad, trató de descubrir con que se había topado. Imaginó entonces que podía ser un orco, un animal, carne muerta, algunas armas. Hasta que al fin su mano se detuvo en aquel bulto, Legolas se giró con velocidad mientras tanteaba con la mirada el ovillo que yacía en el suelo, trato de palparlo y descubrió entonces que era el cuerpo de Athrod, así que lo levantó con cuidado atravesando la misma abertura por la cual había entrado. La cara pálida de la luna se dejo entre ver dando un poco de luz al lugar donde se encontraba Legolas y el cuerpo inerte de Athrod, entonces se acercó a él con creciente curiosidad. El cuerpo se encontraba de espaldas, el rubio elfo le dio la vuelta con cuidado al igual que retiraba los cabellos que se enmarañaban en el rostro del elfo, sin embargo, al ver aquel rostro ahogó un grito, sintiendo que todo su ser se consumía repentinamente en tan sólo unos segundos.

-Anariel…- susurró. Llevó el cuerpo de la elfa hacía su pecho y la abrazó con fuerza, la tomó de las manos y vio que la mano empuñaba con ímpetu el broche de la mariposa en vuelo que él le había obsequiado. Las ropas que portaba la Sinda estaban gastadas y con algunas rupturas en las telas. Legolas la tomó en sus brazos y empezó alejarse del campamento.

Tal y como lo esperaba; Odín y Darón se encontraban esperándolo en la misma roca donde debían encontrarse.

-Lo encontraste- Saltó Darón al ver de lejos a Legolas que se acercaba.

-¿Cómo se encuentra Athrod?- preguntó Odín al ver de cerca a Legolas.

-No es Athrod-

-¿Qué quieres decir?- se apresuró decir Darón – ¿Que había otro elfo capturado aparte de Athrod?-

-Contemplad- alcanzó a decir Legolas al tiempo que dejaba con delicadeza el cuerpo del elfo que tenía en brazos.

-¡Si es Anariel!- exclamaron al tiempo Odín y Darón.

-Pero, ¿Cómo?- balbuceó Darón.

-Aun no lo sé…- dijo Legolas en un susurro. –No entiendo porque-.

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Aquella mañana había una penumbra en la habitación, mientras que la brisa matutina ondeaba los doseles con sutilidad. Anariel despertó con lentitud, hubiese tal vez no querido despertar aquel día, era lluvioso y el bosque daba un aspecto más oscuro del que ahora solía tener. Pero, no sólo el día estaba oscuro, también unos fríos pensamientos que se habían cruzado por la mente de la elfa y que ahora le perturbaban constantemente, esos pensamientos se surcaban de día y de noche en su corazón, y cada vez tomaban mas fuerza. Hasta que una decisión se interpuso ante su razón.

Se incorporó de inmediato, las sabanas se regaron por el mullido suelo. Anariel se apresuró de un lado a otro alistando todo lo necesario, aun era temprano, el sol aun no se había levantado por de tras del oriente. Tenía que darse prisa.

Se puso un sencillo vestido blanco y se enlazó en el cabello con una cinta de color azul. Tomó un cuenco y lo llenó de agua, miel y otras hierbas que tenía cerca, los mezcló y se apresuró a encontrar a Athrod en las estancias del Rey Thranduil. Mientras caminaba se decía así misma:

-Que Eru me perdone por ello-.

Athrod se encontraba caminando por el sendero que conducía hacia las estancias del rey. La mirada élfica alcanzó a percibirlo en la lejanía. Anariel se precipitó sobre Athrod, lo tomó de la espalda con gentileza y lo miró gravemente a los ojos.

-Athrod, disculpadme el atrevimiento, mas quería que bebieses un poco de Hidromiel que he preparado para ti – dijo. Pasó el cuenco con el agua mientras que el Silvano esbozaba una amplia sonrisa. Lo tomó entre las manos y lo bebió como brisa que pasa por los prados.

Entonces, los parpados se volvieron pesados al igual que su cuerpo se volvía una inerte materia incapaz de recibir una orden, sus piernas se iban desplomando lentamente mientras que sus sentidos no respondían, sus miembros no obedecían. Se hizo en pos de un árbol al igual que el cuerpo caía lentamente. Anariel lo tomó en brazos y dejó la rubia cabeza descansar sobre la espesa hierba mientras que lo cubría con la capa élfica que tenía. Se acerco a él, le dio un tierno beso en la frente y dijo:

-Que Eru cuide vuestro camino al igual que el mío-

Levantó la cabeza y contempló que ya los primeros rayos de arien se adentraban por entre las pobladas ramas. Miró inquisitiva el fardo que llevaba consigo Athrod y descubrió con asombro los vestidos de los Laquendi, y allí, uno apropiado a su talla. Cuando hubo de terminar, hurtó la daga y el arco de Athrod, no antes sin remordimiento, y lo atañó bien a su cuerpo, y así, a la carrera, se aproximó a los aposentos del Rey Thranduil, que donde alcanzaba ver, ya estaban esperando a Athrod.

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Odín contempló el débil cuerpo de Anariel y su frente se suavizó levemente, la tomó de las manos con gran ternura y amor, tocó el semblante y lo sintió frío, trató de reanimarla mas no lo logró. Entonces dijo:

-Parece estar dormida, aunque no despierta-

Entonces, todo silencio inundó la estancia y consigo los pequeños silbidos también habían apagado. Legolas contempló su entorno e hizo una vaga mirada hacia las estrellas, cayó entonces sobre la hierba y pasó la larga mano por una flor amarillenta que tenía cerca. Suspiró y luego habló.

-No podremos hacer nada hasta ahora, al menos debemos descansar un rato y mañana, veamos tal vez, la solución de nuestros problemas-.

Darón y Odín se miraron con lentitud cabizbajos mientras que asentían al mismo tiempo, descargaron los fardos y se recostaron en unos robles macizos y altos. Y allí, bajo la mirada de las estrellas durmieron intranquilamente.

La luz mortecina de la fría mañana iluminaba débilmente los rocíos de la hierba mientras que en toda la floresta se despertaba perezosamente, y en los ahora, cercanos montes del occidente se levantaban los picos arrogantes y orgullosos. Una gota de luz fue derramada sobre los ojos de Odín, se incorporó y miró alrededor, se sentía extrañamente mal o por lo menos, se sentía mal como en los últimos días y mas aun viendo como su amiga Anariel descansaba sobre la madre tierra, aun si querer despertar.

Odín caminó hasta el lecho en donde reposaba Darón y Legolas moviéndolos con gentileza, los dos parpadearon ante la inofensiva luz, echaron una mirada a Anariel y entonces, una profunda tristeza se asomó con fuerza en el iris de sus ojos.

-Aun no despierta- dijo Odín con tristeza.

-¿Qué mal acaso puede hacer que un primer nacido sea inerte como una piedra?- reflexionó para sus adentros Darón.

-Un mal, que sólo la oscuridad puede descifrar – Legolas hizo una pausa y nuevamente habló –Aun así, no podemos alejarnos de nuestra senda pues el camino aun es largo y nuestra misiva ya ha demorado mas tiempo de lo debido-

Legolas se acercó al cuerpo inerte de la Sinda, introdujo la mano en una pequeña bolsa que cargaba en la cintura, y extrajo de allí, un pergamino amarillento y arrugado que difícilmente se podían reconocer algunas palabras escritas en Sindar. Pasó la mano por la textura del pergamino, precisamente era un mapa y por lo que daba a entender estaban cerca del paso alto por el cual tenía que pasar. Se miraron contrariados mientras que el suave viento golpeaba con ternura la desnuda piel de sus cuerpos. Sabían de alguna manera el irremediable camino: Cruzar por un paso custodiado por los Trasgos y por los Trolls, y por otro lado, cuidar de Anariel.

Así fue como la pequeña misiva se puso otra vez en marcha, dejando atrás los densos bosques del oriente, la oscuridad impenetrable y los senderos tortuosos por los que habían cruzado.

El sendero a medida que avanzaban se volvía escarpado y en forma ascendente. Solían viajar cautelosamente de día, con su liviano paso élfico que tan sólo se alcanzaban a oír los monótonos murmullos de los animales silvestres. Sin embargo, la marcha también se volvía penosa, pues los alimentos comenzaban a escasear y el peso de la tristeza de su corazón aprisionaba su alegría y oprimían la voluntad.

Finalmente, siete lunas y seis amaneceres surcaron por el hermoso cielo antes de que los Eldar llegaran a un lugar circundado de altos árboles de aspecto orgulloso y altivo. Sus ropas estaban desgastadas y su ánimo notablemente destrozado.

Odín descendió de un pequeño montículo verde y vió ante sus ojos todo un hermoso valle bordado por flores y un aroma que cubría los aires y cantaba canciones, entonces, notó con curiosidad unas marcas en el brote de la hierba que estaba bajo sus pies, se puso a la altura de las marcas y observó entonces las señas de que la sangre de un trasgo había sido derramada por aquellos parajes. Levantó la mano y silbó con melodiosa voz. Darón se acercó hacía donde indicaba Odín y en su pos, venía Legolas con Anariel en hombros.

A tomar miel y a comer pan,

El solstilicio de invierno ya ha de empezar,

Y aun no ha llegado el hijo del rey,

Y consigo tres buenos Eldar.

Una música melodiosa se acercaba a medida que el viento se aglomeraba en sus cabellos y consigo traía el murmullo de alegres voces élficas.

Y henos aquí, hemos venido a buscar,

Dejando a tras el regocijo del fuego

Y de nuestra gente el hermoso cantar

Taralale – taralala.

Cantamos bajo el árbol

Y acordamos con el riachuelo

Componemos sobre la tierra

Y venimos aquí a buscar…

Taralale – taralala.

La hermosa voz se apagó silenciosa entre la alboreada, los cuatro elfos esperaron con impaciencia la llegada de los dueños de aquella voz. Tres figuras se asomaron entonces por detrás de la sombra de un arbusto, Un elfo y dos doncellas elfos, que vestían a la manera de los Eldar de Imladris.

-Son Laquendi- dijo la que parecía ser una Noldor. Envainó la daga y los contempló gravemente –Pues sus ropas los delatan, son ellos a quienes hemos estado buscando, pero, ¡mirad! ¿No eran acaso cuatro varones?, pero por el contrario hemos encontrado consigo a una doncella elfo-.

Un profundo silencio invadió el lugar. Tan sólo se percibían los sutiles sonidos de los árboles que recorría el impetuoso viento.

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NA. Después de un buen rato de perdición (¬¬) por fin publico otro cap!!! Espero no tardarme tanto con el próximo, que les aseguro que les gustara mucho!!! Jajajaj, muy acarameladito!!!.

Por cierto, como no agradecer si es mi razón a escribir??? Muchas gracias a Lothluin por sus buenos consejos, por escucharme y comprenderme, para Amarië o Narwen, que siempre me apoya en todo lo que hagoJ (perdoname por demorarme tanto con lo del otro proyecto L ) Y A the Balrog of Altena, perdón por no dejarte rebién todavía........ Y a todos los reviews que me dejais pero que en este momento no me acuerdo XD, gracias chicas!!!.