Hola mis amados lectores y seguidores de esta historia.

¡Si, lo sé! Desaparecí por siglos, pero es que he estado distribuida entre trabajo, estudios y fanfics de otro fandom (no me odien por eso). Por suerte esta historia YA ESTÁ TERMINADA, así que solo hace falta transcribir y subir capítulos.

Y para no retrasar más todo esto… ¡A leer!


17- Nuevos aliados

Sostenía su mano, mientras sus brazos temblaban. Las lágrimas corrían por sus mejillas al verlo malherido después de pelear contra aquel monstruo. El dolor que surgía de su miedo a perderlo era tan fuerte que sentía que debilitaba su corazón.

- Por favor, solo despierta – musitó la eriza rosa, permaneciendo de pie, al lado de aquella cama de hospital, donde se encontraba aquel erizo que le había robado el corazón.

Sonic no reaccionaba. Los golpes de aquella criatura retorcida habían sido mucho más persistentes y fuertes de lo que él se había podido imaginar. De haberlo sabido, no habría atacado (o mejor dicho, provocado) de ese modo a aquel monstruo.

Su rostro, a pesar de tener hematomas y heridas leves, se veía tan pacifico y calmado. Como si estuviera dormido.

Aun derramando lágrimas cargadas de preocupación y miedo, Amy colocó su mano sobre el lastimado rostro de Sonic y con su dedo pulgar, acarició su mejilla y posteriormente sus labios. Aquella acción generó que una fuerte onda eléctrica recorriera su cuerpo. Era algo involuntario y a la vez agradable. Pese a su tristeza, se permitió preguntarse si alguna vez sus labios probarían los de él. Aquel deseo hervía con impaciencia en su corazón, provocando un calor intenso que la abrazaba y le sonrojaba las mejillas. Comenzó a suspirar entrecortado e inevitablemente rompió a llorar. Retiró su mano del rostro ajeno y la deslizó hasta tomar la mano de él.

- No quiero perderte – musitó ahogada en sollozos.

Sintió su mano ser sujetada con fuerza, sin lastimarle. Aquel tacto detuvo sus lágrimas y su mirada cristalina se detuvo sobre el rostro de Sonic. Lo vio abrir con lentitud los ojos, parpadeando un par de veces. Su mirada se cruzó con la de la eriza, haciéndola sonreír con tristeza.

- ¿Amy? – murmuró con la voz ronca.

- ¡Oh, Sonic! – gritó ella con la voz rota. Se abalanzó sobre él y lo abrazó con fuerza.

- ¡Oye espera! – exclamó el erizo azul al verse ahogado por aquel abrazo – No puedo respirar.

- Lo siento – dijo Amy soltándolo y apartándose con algo de vergüenza – Espero no haberte lastimado.

Sonic le dirigió una sonrisa divertida, algo que fue insuficiente para que la expresión de tristeza y miedo se borrara del rostro de Amy.

- ¿Ocurre algo? – preguntó curioso y consternado.

- No, no es nada – murmuró Amy con voz temblorosa – Es solo que…

No aguantó más y cayendo de rodillas al suelo mientras cubría su cara con sus manos, se echó a llorar con fuerza, ante los ojos preocupados de Sonic.

- ¡Amy! – se asustó el susodicho, bajándose de la cama y agachándose, quedó a la par de ella – ¿Qué pasa?

- ¡No quiero más! – gritó dolida – ¡No más!

- ¿No qué? – insistió el erizo azul.

- ¡Júrame que no vas a morir! – le suplicó la eriza bañada en lágrimas – ¡Prométemelo, por favor!

Sonic la miró, pasmado por aquella petición desesperada y una expresión de culpa y tristeza se formó en su rostro. Cerró los ojos y apoyó una mano sobre el hombro de ella.

- No puedo – musitó.

Amy aumentó su río de lágrimas y sus sollozos se multiplicaron.

Sonic solo la miró con una profunda tristeza, con un cierto atisbo de ternura. Hace mucho tiempo que no miraba a alguien de esa forma. Con esos ojos, ese sentimiento que se volvía tan… esquivo.

La culpa era de su orgullo desmedido y su papel auto impuesto de ser siempre el héroe de la historia. Con un brazo rodeó a la eriza por los hombros y con su mano contraria, cogió el delicado rostro de ella, obligándola a mirarlo a los ojos.

- Mírame – le dijo con voz segura, pero aterciopelada – No puedo prometerte que voy a sobrevivir, pero si puedo prometerte que te voy a proteger sin importar qué. Si alguien trata de hacerte daño, lo hará sobre mi cadáver.

Ella lo miró a esos brillantes ojos color verde esmeralda. Esa mirada, se veía segura y firme, pero a la vez, mostraba una pizca de dulzura. Sus propias lágrimas fluyeron con lentitud y sus labios aun temblaban por el llanto y por la cercanía física de él.

Cerró los ojos y aproximó su rostro al de Sonic y se aferró con fuerza de sus hombros, sin deseos de dejarlo ir.

La cercanía de ella, aceleró su corazón e hizo enardecer sus mejillas hasta teñirlas de un fuerte color rojo. Respiraba aceleradamente, sintiendo a la vez la respiración de ella, la cual era entrecortada debido al huracán de emociones y sentimientos que la acechaban. Cerró también los ojos y con ambas manos, acunó el rostro de ella, acariciando con sus pulgares las húmedas mejillas de la eriza, haciéndola estremecer levemente.

- Amy… yo…– balbuceó nervioso.

- Shhh, no digas nada – le susurró ella, dulce y tímida – Solo quédate así.

No quería que ese momento acabara. No aun. Nunca su cara había estado tan cerca de la de él. No de esa forma tan maravillosa. Quería que ese momento fuera eterno. Seguir sintiendo su respiración. El silencio reinaba en el lugar, y el miedo y la incertidumbre se habían retirado. Ellos dos eran los únicos que existían en ese momento.

El sonido de la puerta al abrirse repentinamente, los hizo despertar a la realidad y separarse bruscamente, sin tener tiempo de ocultar el sonrojo en sus mejillas.

- Hemos llegado – exclamó Rouge ingresando a la enfermería – Debemos bajar de la nave y seguir las instrucciones de Calipso.

Dicho esto, se retiró, ignorando por completo lo que había pasado allí dentro. Amy observó a Sonic de reojo. Se notaba nervioso y sus mejillas habían adquirido el tono de una cereza.

- Sonic…– murmuró, haciéndolo voltearse y mirarla fijamente – Yo… es decir… nosotros…

Sonic se puso de pie y aproximándose a ella, le ofreció su mano para ayudarla a levantarse del suelo. Amy sonrió levemente y aceptando aquel tierno gesto, tomó la mano de él y se puso de pie.

- Vamos – dijo Sonic con su típica voz divertida – Los demás nos esperan.

La eriza se desanimó casi de inmediato. Otra vez esa actitud petulante… pero notó que ninguno de los dos le había soltado la mano al otro, aun cuando ya no era necesario. Él le sonrió con dulzura y sin soltarla, ambos salieron de la enfermería y posteriormente de la nave, donde los demás los esperaban. No había tripulante que quedara dentro del Tifón Azul. Excepto Calipso y Shadow.

- ¿Dónde está ella? – preguntó Cream.

- No conozco a esa chica – respondió Rouge – pero apostaría mis alas a que está hablando con Shadow.

- ¿Y qué tiene que hablar ella con ese canalla? – insultó Knuckles con ira acumulada.

- No nos preguntes a nosotros, ni que fuéramos sus compinches – se burló Sonic.

"Idiota" pensó el equidna, mirándolo con molestia.

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Sentía una horrible jaqueca que le impedía mover la cabeza. Abrió con gran esfuerzo los ojos, desconociendo el lugar.

- ¿Estás bien? – escuchó una cálida voz cerca de él.

Movió con lentitud la cabeza hacia un lado, para acabar viendo una vez más aquel rostro inocente y lleno de dulzura.

- ¿Estás bien? – repitió la niña.

Él no le contestó y dirigió la vista hacia arriba, tratando de ignorarla.

- Veo que no eres muy conversador – comentó Calipso con una sonrisa – Con razón no se sabe mucho sobre ti. Shadow the Hedgehog.

Sus pupilas se dilataron al escuchar eso. Se incorporó con brusquedad y clavó su mirada en los orbes color chocolate de ella. Esta no se veía asustada.

- Supongo que uno de ellos te dijo mi nombre – respondió indiferente.

- Parece ser lo único que saben – respondió la chica de las estrellas.

- ¡Ellos saben mucho más de lo que yo mismo recuerdo! – gritó sin pensar. Shadow se cubrió la boca con una mano apenas acabó aquella frase. Su enojo lo había delatado y además, jugado en contra.

- No soy tan ignorante como crees – ella endureció la voz, a pesar de no querer hacerlo – Conozco tu pasado y tu origen. Así como sé que no los recuerdas.

- ¡No te involucres, niña! – le gritó Shadow. Parecía estar al borde de un colapso.

- Mi nombre es Calipso – corrigió ella – Y tengo mis motivos para querer indagar sobre ti. Así como también tengo mis preguntas. Para empezar ¿Por qué me salvaste allá en Mobius, en aquel incendio? ¿Y por qué ahora también?

Shadow la miró con frialdad. Y era porque en parte, ni él mismo lo tenía muy claro. Era casi como una orden inconsciente que brotaba de su corazón y lo obligaba a salvarla de los peligros. Pero obviamente, no se rebajaría a actuar sentimentalmente y mucho menos ante ella o eso sería mostrar debilidad.

- ¿Cuántas veces debo repetírtelo? ¡No te salvé! – le contestó de forma grosera, intentando rebajar la creciente autoestima de ella – ¡Solo fue una maldita coincidencia!

- ¡¿Y por qué me seguiste entonces?! – lo encaró la joven con rabia burbujeante en sus palabras – Yo no le diría casualidad ¡Responde!

- Solo estoy buscando respuestas – contestó él de manera fría – En Mobius no encontraré nada. En otro lugar tiene que estar la respuesta.

- ¡Eres un egoísta! – gritó ella empuñando sus manos – Ya veo porque los demás no hablan mucho contigo o sobre ti ¡Solo piensas en tu maldita amnesia! ¡Nunca muestras interés por los demás!

- ¡Tú no me conoces! – le gritó el erizo negro – ¡No tienes idea de nada!

- ¿Alguna vez quisiste proteger a alguien? – lo interrogó Calipso con actitud desafiante.

Shadow recibió aquella pregunta como si hubiese sido una dolorosa bofetada. La imagen y el recuerdo de Molly aparecieron en su perturbada mente, clavándole una daga en el corazón.

- ¿Eso importa? – preguntó con desdén, empuñando las manos.

- ¡¿Alguna vez lo hiciste?! – insistió Calipso. Necesitaba juntar las pequeñas piezas del rompecabezas y si esta era la manera, habría de hacerlo, aunque fuera desagradable.

- ¡La dejé morir! – gritó el otro con todas sus fuerzas, mientras le daba un puñetazo a la pared junto a la cama, en un intento de descargar su ira acumulada.

La habitación quedó en silencio. Shadow, aun con su mano empuñada en la pared, respiraba acelerado y sus ojos estaban fuertemente cerrados. Calipso estaba petrificada. No se había esperado una respuesta así. La culpa regresó a ella como fastidiosa compañía. El erizo negro le daba la espalda y no parecía tener la intención de voltear a verla.

- ¿De quién… estás hablando? – preguntó ella en voz baja.

- Molly siempre miró hacia delante y nunca se rindió – respondió como si hablara solo – ¡Luego esos malditos… la asesinaron! ¡Los Metarex no fueron más que unos asquerosos asesinos!

Calipso guardó silencio, logrando entender de a poco las cosas. Shadow hablaba de alguien que probablemente había conocido durante la invasión Metarex. Ella conocía bastante de esa raza y había vivido su intento fracasado de invadir Kokoro. Única instancia en que Marina protegió la estrella-planeta, aunque con la única intención de no ser destronada.

- ¿Por qué la ayudaste? – se atrevió a preguntar, algo atemorizada.

- Estaba sola – respondió Shadow con la voz a punto de quebrarse – Ella tenía esperanzas. Su propia gente la abandonó. Por eso hice lo que tenía que hacer.

- Te quedaste a su lado – completó la castaña.

- ¡Aun así, no logré salvarla de su horrible perdición! – gritó, quitando la mano empuñada de la pared, solo para volver a repetir la acción, pero sintió el suave y delicado tacto de dos manos pequeñas que lo retenían, sujetando su brazo con firmeza y suavidad a la vez.

- No sigas haciendo eso – dijo una voz aterciopelada que hace unos segundos le había gritado con todo descaro – Ya no sigas.

El efecto de la voz de Calipso fue como un tranquilizante. Shadow desempuñó su mano y la bajó despacio, relajando sus extremidades superiores, así como el resto de su cuerpo, cerrando los ojos con calma al mismo tiempo.

- No quería lastimarte – musitó ella, liberando su sentimiento de culpa – Lo lamento.

Por alguna razón, aquellas palabras le parecieron reconfortantes al erizo negro. Había pasado tanto tiempo en soledad, que ya había olvidado lo agradable que podían ser las palabras de alguien si se decían con honestidad y bondad. Cualidades que Calipso poseía.

- Quiero ayudarte – agregó esta.

- Tú ya tienes una misión aquí – le recordó él, mientras se volteaba a verla – Cúmplela. No por nada regresaste aquí.

- Lo sé – respondió Calipso – Sé que mi gente lo necesita.

Aquellas palabras causaron un extraño efecto en el erizo. Nuevamente, la imagen, el rostro de aquella chica rubia de azul mirar volvió a aparecer en su mente. Estaba derribada, en el suelo, con expresión cansina y débil, como si estuviera agonizando.

"Debes proteger a las personas. Te lo ruego, Shadow".

Esas fueron sus palabras… y el recuerdo se esfumó.

El dolor de cabeza y los mareos volvieron de manera tormentosa. Cayó de rodillas frente a Calipso, a la vez que ella sentía ese dolor físico y mental manifestándose en su pecho.

- ¡Otra vez! – exclamó Calipso con voz forzada – ¡Está pasando otra vez!

- ¡Solo es una maldita pesadilla! – dijo Shadow con voz casi ahogada – ¡Esa niña…!

- ¡Es un recuerdo! – interrumpió Calipso – Tus recuerdos…

Shadow gritó desesperado, colocando las manos sobre su cabeza, hasta que aquella nociva sensación abandonó su cuerpo. Del mismo modo, Calipso lo dejó de sentir. Suspiró aliviada y el silencio reinó en el ambiente.

- Te duele mucho – afirmó Calipso.

- ¿Cómo es que tú…? – el zoomorfo no acabó su pregunta.

- Yo puedo sentirlo – dijo ella. Apoyó una mano sobre el pecho del erizo, justo en donde estaba su corazón torturado – Te duele aquí.

Shadow la miró a los ojos y en su ser, volvió a surgir aquel deseo de protección. No sabía por qué, pero quería hacerlo. O tal vez lo tenía tan claro como el día y se negaba a aceptarlo.

Si decir nada, le dio la espalda a Calipso y se encaminó a la puerta.

- ¿No vas a decir algo? – preguntó ella, dolida por su actitud.

- ¿Quieres la verdad o que te mienta? – preguntó él en respuesta.

- Miénteme – pidió la joven cerrando los ojos, sabiendo que le diría que estaría siempre con ella y eso sería lo contrario. Pero así, no le dolería tanto.

- No quiero verte de nuevo – respondió el erizo, con voz un poco más suave que de costumbre y salió de allí.

Calipso se quedó completamente sola en la habitación con un dejo de asombro en su cara. Esa respuesta… era confusa. Si era una mentira ¿Significaba que se volverían a ver?

Dispersando esos pensamientos, se acercó al velador y tomó los brazaletes que había olvidado devolver a Shadow, guardándolos en el bolsillo de su falda. Salió de su habitación en dirección a la salida del Tifón Azul. Los demás la esperaban allí.

- ¡Hasta que apareciste! – se quejó Knuckles al verla llegar.

- ¿Todo en orden? – preguntó Amy con preocupación al notar algo diferente en el semblante de su nueva amiga.

- Si. No es nada – respondió Calipso con inseguridad.

- ¿Y ahora qué? – preguntó Rouge alzando los hombros.

- Sé a donde debemos ir – respondió Calipso – Buscaremos a mi hermana. La base de los rebeldes está por aquí. ¡Andando!

- ¿Dónde está Shadow? – inquirió la murciélago.

- No soy su niñera – respondió la joven con enfado – Que se cuide solo.

"Shadow, ¿Qué hiciste esta vez?" pensó Sonic al ver el cambio de humor de la chiquilla.

- ¡Vamos, tenemos mucho que recorrer! – ordenó Calipso con autoridad y calma – Mantengan los ojos abiertos. No hay mucha seguridad en estos bosques.

El grupo echó a andar con Calipso a la cabeza. Ella sabía donde ir y cómo llegar. Conocía esos bosques como la palma de su mano.

Caminaron durante treinta minutos, alejándose cada vez más del Tifón Azul, el cual yacía oculto en la vegetación de la zona forestal. Ellos se adentraban cada vez más entre la frondosa vegetación, sumiéndose en la oscuridad.

- ¿Y si nos perdemos? – se asustó Cream al verse cada vez más lejos de la luz.

- Calipso sabe lo que hace – contestó Amy con una sonrisa – Debemos confiar en ella. Después de todo, este es su hogar.

"Pues este lugar necesita muchos arreglos" pensó Knuckles.

- Yo me preocuparía por nuestro transporte – alertó Rouge – No sé si lo volvamos a encontrar con tantos árboles y plantas.

- Le instalé un rastreador – dijo Tails – Con esto, podremos hallarlo en caso de emergencia – agregó señalando un reloj con pantalla rectangular en su muñeca.

- Como siempre, vas un paso delante de nosotros – comentó Sonic guiñando un ojo.

- Shhhh – Calipso silenció la conversación a sus espaldas y los vio de reojo – Hemos llegado.

Los demás callaron y observaron a su alrededor en busca de alguna entrada.

- No veo nada – se quejó Cream.

- Aquí – señaló Calipso, indicando el suelo. Se agachó y removió la tierra húmeda, descubriendo a la vista de todos, una puerta de madera rectangular con una argolla de bronce de mediano tamaño instalada.

- Por eso nunca los han encontrado – comentó Tails.

Calipso le sonrió en señal de afirmación a su comentario, y tomando la argolla con ambas manos, la levantó con gran cuidado, mostrando que debajo de aquella puerta, había unos escalones de metal oxidado.

- Síganme y no hagan ruido – les pidió la chica a los demás.

Descendieron por las escaleras, llegando a un oscuro pasillo. Knuckles, quien fue el ultimo en bajar, se ocupó de cerrar la puerta subterránea. El lugar al que llegaron era frío y apenas si se veía con claridad. Un potente olor a gasolina, aceite de motor y pólvora invadía el espacio.

"Esta noche tendré pesadillas" pensó Amy, asustada por el ambiente.

- Síganme y no se separen – les ordenó Calipso en voz baja.

"¿Quién le escribió la palabra líder en la frente?" pensó Rouge hastiada de dejarse mandar por una cría como aquella.

Avanzaron un trecho no muy largo. Unos focos parpadeantes que colgaban del techo eran lo único que les enseñaba el camino. El suelo tenía charcos de agua sucia y al pisar, un sonido metálico invadía el espacio, generando inseguridad.

Unos pasos acercándose del lado contrario los alertaron a todos de inmediato. Se apoyaron contra la fría pared de metal oxidado. Calipso se fue acercando con sigilo a una esquina del pasillo que indicaba un viraje hacia la derecha. Respiró profundamente, sintiendo los pasos acercarse. Los demás estaban confundidos por su actitud, pero por seguridad guardaron silencio.

Abruptamente, Calipso estiró los brazos hacia donde iniciaba el viraje y al segundo siguiente, sostenía a una chica, inmovilizándola con fuerza. Con un brazo le rodeaba la cabeza cubriendo su boca y con el otro, le sujetaba las extremidades superiores. Los demás miraron anonadados aquella acción.

La chica atrapada intentó gritar, pero calló al escuchar a la culpable de no dejarle escapar, hablarle al oído.

- Soy yo Angie. Soy Calipso.

La joven de inmediato se zafó de los brazos de Calipso, se paró frente a ella y la reconoció en el acto.

- No puede ser – murmuró tan asombrada como consternada – ¿Calipso?

La otra asintió con la cabeza.

- Hola, Angie.

La aludida la miró con los ojos muy abiertos y luego, la expresión de su rostro cambió a una de felicidad. Abrazó a la castaña.

- Gracias al cielo, estás bien – musitó.

- No los iba a abandonar – dijo Calipso mientras se apartaba con suavidad – Además, no vine sola.

Angie la miró extrañada y luego sus ojos se enfocaron en lo que habían ignorado en primera instancia: a Sonic y su leal séquito de amistades.

- Vienen de Mobius – explicó Calipso – Se han ofrecido a ayudarnos.

- Y no está mintiendo – aseguró Sonic interfiriendo.

Angie los miró con sorpresa. Nunca los había visto ni mucho menos había oído hablar de ellos. Sin embargo, sintió que Calipso había hecho lo correcto al traerlos de forma voluntaria.

- No me esperaba una visita – dijo con seriedad – Es un gusto conocerlos.

- Lo mismo digo – dijo el erizo azul – Mi nombre es Sonic.

Uno a uno, cada integrante de los zoomorfos se fueron presentando, siendo Rouge la última.

- Llámame Rouge, querida. Ah y este cabeza de alfiler es Knuckles.

Obviamente, hablaba del equidna, quien la miró con mala cara.

- Muy graciosa.

- Veo que conseguiste mucha ayuda – comentó Angie a Calipso – Y en verdad, se ven bastante confiables.

- Cuando Calipso nos contó sobre la crisis en su planeta no podíamos simplemente quedarnos de brazos cruzados – explicó Tails – ¡Hemos venido a ayudarlos a luchar!

Angie los miró sorprendida, y a la vez con cierta esperanza. Si ellos aceptaban unirse a los rebeldes, las posibilidades de la victoria aumentaban.

- Bienvenidos a los rebeldes de Kokoro – invitó Angie con amabilidad – Ahora vengan conmigo. Los llevaré con Antonella y el resto del equipo.

Viraron a la derecha, donde el pasillo se iluminaba con mayor intensidad y al final del corredor se veía una puerta color plateado. Mientras se iban acercando, Sonic y los demás fueron mirando, admirando y memorizando la apariencia de Angie. Usaba unas botas negras y desgastadas con calzas gris oscuro y una polera similar a la de Calipso, excepto por el color: negro. Portaba un cinturón dorado, lleno de pequeñas pistolas de diversa variedad. Llevaba el cabello suelto hasta la cintura, también de color negro como sus ropas, incluso aun más oscuro. En su brazo derecho, una venda oscura se apreciaba, debido a una herida de bala reciente. Sus ojos irradiaban una belleza interna, oculta bajo una máscara de rudeza. Café rojizo era el tono de color escogido. Unas mejillas redondas como manzanas y una pequeña boca rosa pálida, terminaban por decorar su rostro con dulce afinidad.

Una vez frente a la puerta antes mencionada, Angie tocó cuatro veces y una ventanilla se abrió. Un par de ojos color verde agua se asomaron desde el interior.

- Soy Angie – murmuró la joven azabache – Y traigo excelentes novedades.

La ventanilla se cerró y el ruido de un chasquido metálico se escuchó para dar paso a la puerta que se abría. Una muchacha, algo más baja que Angie, apareció.

Antes de poder emitir palabra alguna, notó la presencia de Calipso, causando que su voz se apagara y sus ojos se abrieran como platos.

Un breve silencio lo invadió todo. Solo un leve sonido emitido por los defectuosos focos del pasillo era lo que se podía oír.

- Síganme – dijo de pronto la pequeña muchacha y les hizo un ademán para que ingresaran. Una vez que entraron, avanzaron por un cuarto vacío hasta llegar a una puerta de madera. Angie se acercó y giró la perilla, abriendo lentamente la puerta. Detrás de esta, una habitación con paredes de metal color gris verdoso apareció ante los ojos de los presentes. Dentro de la habitación, había unas cuantas computadoras, acompañados de unos pocos muebles desgastados. En las paredes, sobre unos estantes, habían armas de todo tipo: láser, fuego, armas blancas e incluso algunas de aspecto desconocido para los zoomorfos. Además, también habían planos que parecían mapas, planos de maquinaría o carteles con estrategias de batalla.

Dentro de la sala, había un buen número de personas. Todas voltearon la mirada al ver la puerta abrirse y ver entrar a Angie, la muchacha menor y más atrás, la sorpresa inesperada: Calipso, acompañada de un séquito de extraños seres.

Uno de los rebeldes parecía aun más anonadado que los demás. Una joven de cabello castaño claro y ojos color chocolate, como los de Calipso. Se aproximó a la joven últimamente mencionada, la cual al verla, sintió sus ojos llenarse de lágrimas.

- ¡Hermana! – gritó Calipso, abrazándola sorpresivamente y escondiendo su rostro en el hombro de su hermana. Esta no sabía como reaccionar, si corresponder al abrazo o apartarla y abofetearla. Para suerte de Calipso, la opción escogida fue la primera.


Tan-tan-tan-taaaaaaaaaaan.

¿Qué les pareció? Bienvenidos a la base de Los Rebeldes. A partir de ahora, la verdadera acción da inicio. Y como ya pudieron ver, acaban de conocer a uno de sus integrantes de forma detallada: Angie. (Tengo un fanart de ella en Deviantart). Y en cuanto a los demás… ¡Los conocerán uno por uno en el siguiente capitulo!

Pero ahora… prepárense para el peligro. Pues la próxima vez, también conocerán a la villana culpable de todas estas desgracias: Marina. (O_O)

Preparen sus armas y a luchar junto a Sonic y los rebeldes.

Los espero en una futura actualización.

¡Saludos!