¡Hola mis amores, lectores y seguidores!

Aquí Cote-chan se reporta con nueva actualización de este long fic.

¡Lo sé, lo sé! Tardé siglos, pero se debió a asuntos personales que me gastaron más tiempo y energía de lo que había premeditado.

Además, dejo en claro que algunas escenas de este capitulo me costó UN MUNDO escribirlas

¿Por qué? Bueno, pues porque son escenas de pelea y acción y en eso no tengo demasiada experiencia.

Pero… en fin ¡A leer!


19- Destrucción masiva

Se dirigieron a las naves, ocultas en un cuarto subterráneo. Aquellos medios de transporte parecían aviones de guerra, cuyo color dorado reluciente se destacaba. Poseían misiles, armas láser y un reciente campo de invisibilidad, cortesía de Paloma. En la ovalada nariz de la nave, se ocultaba una metralleta con balas de grueso calibre y en la punta de las alas, se ocultaban armas de rayo láser. A los costados, iban los misiles, debajo de las alas. La cola de la nave tenía propulsores, cuyo ruido era apenas perceptible, a menos que estuviera teniendo fallos.

- Solo disponemos de tres naves – observó Calipso – ¿Cómo nos distribuiremos?

- Algunos de nosotros podemos ir sobre las alas – sugirió Sonic – ¿Recuerdas que en Mobius hicimos lo mismo?

- Supongo que eso arregla el problema – concluyó Antonella para dar por zanjado el asunto – En la primera nave irán los espías, en la segunda irán los soldados, en la tercera irán Paloma, Tails, Calipso y yo ¿Entendido?

- ¿No se supone que yo vaya con los espías? – se opuso Calipso.

- Esta vez vendrás conmigo – le ordenó Antonella – Necesitaré tu ayuda.

Calipso asintió con la cabeza, pero las dudas seguían estando presentes.

- ¡Andando! – gritó la líder a modo de orden general.

Todos se dirigieron a las respectivas naves asignadas. En la de los espías iría Rouge y en la de los soldados, irían Sonic y Knuckles. Amy y Cream se quedarían en la base.

- No me parece justo – se lamentó Amy.

- Nos necesitarán – la calmó Cream – Tal vez cuando regresen debamos curar sus heridas.

Amy la miró con ternura y temor al mismo tiempo. Pues lo que ella menos quería es que alguno de ellos volviera en mal estado.

Ambas enfocaron su atención en las naves, las cuales encendieron sus motores, preparándose para despegar. El techo del subterráneo de la base se abrió, mostrando un largo túnel hacia arriba, que culminaba con el cielo color rojo sangre del exterior.

Una a una, las naves despegaron con los tripulantes en su interior, ascendiendo hasta salir de la base y posteriormente del bosque que los ocultaba, dejando su escondite en manos de Cream y Amy.

Al encontrarse a una altura adecuada, dirigieron el curso hacia el palacio de Kokoro.

- ¡Preparando escudo! – transmitió Paloma desde su respectivo transporte a todos los demás. Luego, pulsó un botón que se encontraba junto al volante, que consistía en dos palancas, una controlaba la velocidad y otra la dirección.

Al oprimir el botón, las tres naves se fueron volviendo invisibles paulatinamente.

- ¡Espera! – habló Tails a Paloma – ¿Qué hay de Sonic, Knuckles y Rouge? Ellos aun están en el exterior.

- No les queda más que entrar a esta – sugirió Calipso – No será un viaje cómodo. Eso lo aseguro.

Tails hizo un gesto de afirmación con la cabeza y encendió un comunicador que llevaba en su muñeca y llamó a los zoomorfos.

- Chicos, acérquense a la nave comandada por Antonella. Es necesario que entren. Si el enemigo los ve flotando arriba de la nada, podría sospechar.

- Entendido – respondió Knuckles.

- De acuerdo – respondió la murciélago

- Allá vamos – concluyó Sonic.

Los tres se movieron rápidamente a la nave indicada, donde los dejaron entrar en menos de un segundo.

Tras un breve periodo de viaje, Antonella divisó a lo lejos el palacio de Kokoro.

- Antonella, ya divisamos el objetivo – se comunicó Dante a través de un transmisor que poseían las naves.

- ¿Dónde es el aterrizaje? – preguntó Vincent esta vez.

- Será en la parte trasera del palacio – ordenó Antonella – Por allí está el punto de acceso que Tails y Paloma ubicaron.

- Punto de aterrizaje: la zona muerta – corroboró Dante antes de cortar la comunicación. Sus palabras hacían referencia al jardín marchito y maltratado del palacio.

El lugar ya mencionado, alguna vez fue un hermoso paraíso natural del palacio, donde flores y plantas de todo tipo crecieron con envidiable belleza, transformando ese pequeño espacio en un oasis utópico. Pero la invasión de Marina lo había destruido hasta el punto de convertirlo en un lugar vacío, lúgubre, oscuro y lleno de plantas muertas y espinosas, pero que eran lo bastante frondosas como para ocultarse, con la nociva consecuencia de salir algo rasguñado por las espinas.

Las tres naves aterrizaron de manera lenta y silenciosa en aquel jardín muerto. Los tripulantes bajaron, preparándose para el siguiente paso.

Con cuidado, avanzaron por el espacio en ruinas, que era lo más parecido a un bosque muerto, divisando entre los matorrales espinosos y retorcidos algunos trozos de estatuas y fuentes de agua, destrozadas por igual, cubiertas de un musgo repulsivo.

- Allí están los muros del castillo – señaló Paloma mirando hacia delante – Ya llegamos.

Efectivamente, los rebeldes se encontraban ante un enorme muro de concreto color gris oscuro, con una rejilla mediana, no muy arriba, que cubría la entrada a los ductos de ventilación. El muro era lo bastante extenso como para recorrer todo el palacio.

- Esa es nuestra entrada – señaló Paloma indicando la entrada a los ductos ya mencionados. – Debemos actuar rápido.

Aunque estaba fuera del alcance, se ayudaron mutuamente a subir y entrar por aquel estrecho espacio. Cuando solo quedaron Tails y Paloma abajo, ella intentó saltar un par de veces para alcanzar la entrada. Fue en vano.

- Demonios – musitó.

Tails la observó unos segundos y una idea se cruzó por su cabeza. Se acercó, temiendo un poco de la reacción de ella, la tomó delicadamente de la cintura, hizo girar sus dos colas y se elevó hasta alcanzar aquel pequeño espacio de entrada. Paloma no supo como reaccionar y se congeló de pies a cabeza al sentir las manos de su compañero sostener su cintura y posteriormente subirla. No tuvo miedo. Por una razón desconocida, se sintió protegida con él a su lado.

- Entra con cuidado – le aconsejó el zorrito cuando estaban frente al acceso al ducto de ventilación. Ella estiró los brazos y alcanzó la entrada. Tails ingresó detrás de la chica.

- Gracias por tu ayuda – le agradeció Paloma cuando ambos estuvieron dentro.

- No es nada – respondió él, sonriendo con amabilidad.

"Paloma ¿Me escuchas?" una voz en el transmisor la alertó e hizo reaccionar.

- Si Calipso. Te escucho – respondió la castaña - ¿Ocurre algo?

"Nos hemos adelantado y ahora estamos frente a una bifurcación" explicó Calipso "¿Sabes que hay a cada lado?"

- Calipso, habla Tails – intervino el zorrito menor hablando a través del comunicador de su compañera – Recuerdo hacia donde se dirige cada lado. A la derecha, es el acceso principal a la sala de controles.

"Enviaremos un par de soldados por allí" dijo Calipso con seriedad "Vigilarán para que ustedes ingresen sin problemas".

- Entendido – respondió Paloma – Ustedes vayan por el lado izquierdo. Allí está la verdadera diversión. El cuarto prohibido donde Vincent hará su magia.

"Entendido chicos" contestó la hermana de la líder "Los veré a la salida, tengan cuidado. Cambio y fuera".

La comunicación se cortó y el silencio invadió todo con su tirana actitud.

- Andando – ordenó Paloma con autoridad.

Ambos fueron gateando por aquel estrecho lugar, para después ubicar la misma bifurcación y tomar el camino de la derecha.

Avanzaron hasta ver una rejilla cuadrada debajo de ellos. A través de ella, se veía un pasillo a oscuras, que ni la luz exterior lograba tocar.

- Es por aquí – reconoció Paloma mientras quitaba la rejilla y se lanzaba por aquel espacio, cayendo de pie en el oscuro pasillo.

Tails aterrizó detrás de ella, ayudado de sus colas, y observó con temor a su alrededor, por si alguien venía. Dos soldados rebeldes se acercaron a ellos.

- La sala de controles y seguridad está al fondo de este pasillo – dijo Paloma rememorando el plano observado en la base – Si logramos acceder, desactivaremos el sistema de seguridad del palacio y Marina no podrá detectarnos.

- Vamos – apoyó uno de los soldados.

Los cuatro avanzaron a paso cuidadoso y veloz por el pasillo en penumbras, vigilando con detalle, que no hubiese ningún ojo fisgón vigilando su llegada. Nada se les interpuso en el camino y llegaron en cosa de segundos al final del corredor, hallando la entrada a la sala de controles.

- ¿Necesita una clave? – inquirió Tails.

- Sí, y es está – respondió uno de los soldados, mientras apuntaba a la puerta con una pistola pequeña, disparando al punto de acceso sin hacer mucho escándalo y finalmente, abriendo la puerta.

- Gracias – le dijo Paloma – Ustedes quédense aquí. Tails y yo nos haremos cargo. Ante cualquier amenaza solo den una señal.

Ambos soldados asintieron y cada uno se colocó a un lado de la puerta, mientras la chica y Tails ingresaban al cuarto de control.

El lugar era amplio y carecía de luz, exceptuando la que irradiaba una pantalla de mediano tamaño de una computadora, muy parecida a la de la base de los rebeldes. Las paredes eran metálicas y sin ventanas y el suelo tenía un extraño diseño en mosaico con círculos negros y azules. Unos agujeros no muy grandes sobresalían de las paredes. Aparentemente eran inservibles.

- Tenemos que ir allá y desactivar el sistema central – ordenó Paloma dirigiéndose a la computadora.

- ¡Espera! – la detuvo Tails mientras movía las orejas – ¿Oíste eso?

- ¿Qué cosa? – preguntó Paloma mientras se colocaba en pose de ataque y se llevaba la mano a la muñeca contraria, donde llevaba la pulsera de dagas.

Un sonido extraño, como el de una pieza robótica desplazándose por una superficie de metal fue lo que los alertó.

- Ese ruido…– murmuró Paloma mirando en todas direcciones.

Ninguno de los dos reaccionó a tiempo, cuando un enorme brazo robótico con pinzas filosas como dedos, emergió de uno de los agujeros de la pared.

- ¡Cuidado! – gritó Tails retrocediendo. Paloma no fue tan rápida y el enorme brazo la cogió por las piernas, elevándola a una gran altura, provocando que exhalara un grito de miedo. Tails miró completamente anonadado y lleno de pánico la escena, más aun cuando el brazo comenzó a sacudirse, moviendo el cuerpo de la niña de un lado a otro con una fuerza nociva. Paloma intentó desprenderse de aquella pieza robotica que apresaba sus piernas cada vez con mayor intensidad. Intentó utilizar su arma oculta de dagas, pero tras una violenta sacudida que la hizo sentirse mareada, dejó caer su pulsera, sin posibilidad alguna de recuperarla.

- ¡Maldición! – exclamó mientras sentían como sus piernas dolían cada vez más. Temió que al final sus huesos pagaran el precio.

- ¡Ayúdame! – le gritó la niña a Tails quien seguía estancado al suelo, viendo el desagradable espectáculo.

- ¿Qué hago? – le preguntó este cuando despertó de su letargo de un solo respingo al oír los gritos de Paloma.

- ¡Lo que sea! – respondió Paloma, quien ya estaba colgada de cabeza. Las sacudidas comenzaban a provocarle nauseas.

El zorrito la miró asustado. Reaccionó cambiando su expresión por una de enfado y a la vez de preocupación. Corrió hacia la rebelde y de paso, recogió del suelo la pulsera de dagas de ella. Había notado de antemano en donde había caído. La observó un par de segundos y luego de un rápido movimiento, la pulsera se abrió, enseñando las filosas hojas de cuchillo ocultas. No lo pensó dos veces y aventó aquella arma letal contra el brazo robótico, pero sin que esta tocara a Paloma.

Lo siguiente pareció transcurrir en cámara lenta. Las pequeñas dagas actuaron girando como una mortífera sierra circular, la cual atravesó en cosa de segundos el brazo robótico, cortándolo por la mitad.

La parte sujeta a la pared, cayó pesadamente como si fuese un ahorcado y la otra mitad cayó derribada y estrepitosamente contra el suelo junto con Paloma, quien soltó un lastimero quejido. Las pinzas de la pieza de metal arruinada soltaron las piernas de la niña, causándole un gran alivio, pese al dolor que sentía en ese momento por haber caído de costado.

- ¿Estás bien? – preguntó Tails tras correr a su lado.

- Si, si lo estoy – respondió ella a la vez que se arrodillaba, colocando ambas manos en el suelo y agachando la cabeza, respirando con agitación.

Tails la miró consternado. Realmente había pasado un susto espantoso al ser prisionera de esa extraña extensión robótica que ahora no era más que chatarra.

- ¿Estás segura de que estás bien? – insistió él mientras se arrodillaba al lado de la chica.

Paloma no le respondió y llevándose las manos al rostro, soltó un lastimero y corto sollozo.

- Tuve miedo – musitó.

Tails no pudo evitar conmoverse ante la imagen de Paloma llorando. Se veía frágil y delicada… le recordaba a alguien. Su mente se nubló por la tristeza.

Algo inseguro de lo que estaba haciendo, se acercó a la joven y la rodeó con sus brazos, abrazándola con dulzura. Ella se quedó quieta y no reaccionó de inmediato. Incluso dejó de llorar. La tierna reacción de su compañero fue algo que nunca había esperado y por ende, la había descolocado. Reaccionó tras unos segundos, correspondiendo a su gesto.

- Tranquila – la consoló Tails – Ya pasó. Todo está bien.

Tras unos segundos, Paloma se apartó de él y limpió sus escasas lágrimas con su antebrazo.

- Gracias por ayudarme – le respondió ella mientras se ponía de pie y se dirigía a la computadora. El zorrito se extrañó de su cambiante actitud, pero optó por no darle importancia en ese momento. Imitó la acción de su compañera y se colocó a la par de ella, frente a la computadora.

Paloma tecleó algunos botones y frente a ellos, dibujado en la pantalla, aparecieron una diversidad de pequeñas pantallas. Cada una pertenecía a la imagen de una cámara de seguridad. No se veía ni rastro de alguien enemigo a la vista. Eso los calmó. Al parecer, todo iba bien.

- ¡Demonios! – exclamó Paloma de manera abrupta.

- ¿Ocurre algo? – le consultó Tails al ver su repentina reacción de enfado.

- No puedo acceder al sistema central – explicó entre gruñidos – Una extraña clave me lo bloquea.

- Creí que sabías como…

- ¡Si! Pero ya no funciona, no puedo evadirla.

- Prueba con esto – sugirió el zorrito mientras le enseñaba un extraño aparato con una cavidad diseñada para ser insertado en la computadora. Era grueso y de color rojo.

- ¿Qué es esto? – preguntó Paloma mientras cogía y observaba el artefacto.

- Conéctalo al sistema – dijo Tails – Esto borrará todas las contraseñas del sistema y lo dejará vulnerable y de fácil acceso.

La chiquilla lo miró de reojo por unos segundos. Obedeció a lo dicho y conectó aquel aparato en la memoria central y casi en un parpadeo, aquel mensaje de emergencia de sugerencia de clave fue borrado de la pantalla.

- ¡Funcionó! – exclamó Paloma – Ahora el resto será cosa de niños.

Tails la observó teclear y buscar con afán algún dato específico en la computadora. Su mente y sus manos parecían ir casi tan rápido como Sonic. Tras unos minutos de exhaustiva búsqueda y trabajo, Paloma había cumplido con su tarea.

"Sistema de seguridad neutralizado. Vulnerabilidad 100%"

Eso se escuchó resonar por toda la habitación.

- ¡Lo logramos! – gritaron Tails y Paloma al unísono, alzando sus manos empuñadas en señal de triunfo.

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Tras salir de los ductos de ventilación, Vincent acompañado por dos espías y tres soldados se abrieron camino hacia la investigada bóveda escondida, la cual se encontraba en una pequeña habitación que estaba oculta a primera vista. Cosa que para él no fue gran desafío y en pocos minutos, halló el hábil escondite e ingresó en aquella habitación.

- Vaya sorpresa que te traías, Marina – soltó el rebelde ante semejante hallazgo.

Un gran número de máquinas y computadoras cubrían y rodeaban las paredes del lugar. En cada pantalla había hileras con números y letras. Gráficos e imágenes de los robots que el enemigo usaba de escudo.

- ¿Qué es esto? – se preguntó Vincent en voz alta. Al centro de la habitación, había una enorme capsula transparente conectada a un extenso tubo que se unía del otro extremo al sistema central de toda la maquinaria. Dentro de la capsula, unos cables colgaban sobresaliendo desde arriba.

- ¡Esta habitación es para fabricación de robots! – exclamó uno de los espías.

- ¿Cómo lo sabes? – se asombró Vincent mientras lo miraba de reojo.

- Se llama sentido común – respondió con burla el interrogado – Parece lo más lógico como respuesta. Aquí debe ser donde Marina construye a sus robots y posteriormente los duplica.

"Eso explica la excesiva guardia que la rodea" pensó Vincent. Había encontrado una pieza más de aquel rompecabezas.

"Vincent ¿Me escuchas?" una voz habló desde su transmisor.

- Paloma, te escucho – respondió él a través del artefacto.

"¿Lograste ingresar al cuarto prohibido?" preguntó ella.

- Afirmativo. Admito que esta vez si que te luciste desbloqueando el sistema de seguridad – la halagó Vincent.

"¡Concéntrate!" le regañó la menor "Encárgate de instalar el explosivo en ese lugar. Asegúrate de no cometer errores o nos matarás a todos. Recuerda, solo destruye ese cuarto".

- Tranquila – habló el joven con evidente presunción – No habrá problemas. Pero antes que nada, debo admitir que escogiste muy bien la habitación que deseas que vuele en pedazos.

"¿Dé qué estás hablando?" preguntó Paloma con evidente confusión.

- Larga historia y el tiempo corre. Cambio y fuera – dijo Vincent antes de cortar la comunicación sin darle tiempo a su compañera de responder.

- ¿Cuál es el siguiente paso? – inquirió uno de los espías que le acompañaba.

- La fase uno está completa – respondió Vincent – Fase dos: Hacer volar el cuarto prohibido.

Sus labios se curvaron en una sonrisa maliciosa.

Extrajo de su bolsillo una pequeña caja metálica con un cronómetro instalado. Era una bomba de pequeño tamaño, pero cuyos efectos nocivos le significarían un nuevo paso adelante a los rebeldes y un tropiezo difícil para Marina. Colocó la cajita sobre el suelo, al lado de la capsula y en el cronómetro marcó el tiempo necesario: una hora.

- La fase dos está completa – dijo con orgullo – Ahora fase tres: irnos de aquí.

Acercó su muñeca derecha a su rostro. Allí se encontraba su transmisor. Marcó un par de botones y estableció contacto con la líder.

- Jefa, el dispositivo está instalado – habló de manera formal y seria – Tenemos una hora para escapar o no la contaremos.

"¡Ponte serio!" le respondió Antonella exasperada "Solo espero que tu explosivo funcione".

- Pero… ¿Tenías alguna idea de lo que había allí? – le preguntó Vincent.

"No del todo" admitió Antonella "Pero por nuestra investigación, allí estaba el origen de la defensa inacabable de Marina".

- ¡Acertaste, dulzura! – respondió su compañero con voz seductora – Lo que encontramos allí dentro, al parecer era un sistema de maquinaria para fabricación y duplicación de robots.

"¡¿Una qué?!" la voz de la líder se estremeció. Vincent tuvo que suprimir una carcajada al imaginarse su rostro contraído en una expresión de desagradable asombro.

- Tal como lo oyes – prosiguió hablando él – Al parecer, Marina había logrado fabricar un sistema complejo de fabricación automática y por ende, la guardia que resguarda el palacio no sufre recaídas. Pero ahora que instalé el explosivo, se acabará la fiesta.

"De acuerdo Vincent" respondió Antonella tras exhalar un suspiro largo "Salgan de allí y vayan a buscar a Paloma y Tails. Ambos están en la sala de controles principal. Sáquenlos de allí y regresen a la parte trasera donde dejamos el transporte".

- Como digas – respondió el chico volviendo a usar su tono de voz imperturbable y frío – Los esperaremos allá. Cambio y fuera.

La comunicación fue cortada con brusquedad.

- Vamos a buscar al par de cerebritos – dijo con burla a sus acompañantes – No tenemos todo el día. Así que andando.

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- Debemos ser rápidos – ordenó Antonella – Vincent ya instaló el explosivo. Debemos irnos de aquí antes de su detonación o estaremos en problemas.

- Como digas – respondió Angie a las órdenes de su superior – Dante, Calipso, Rouge y el resto de los espías vendrán conmigo. Iremos a las habitaciones subterráneas y sustraeremos toda la información que podamos. Ahora que la seguridad fue desactivada gracias a Paloma, será cosa de minutos.

- Tenemos un punto a favor – agregó Flavia – El equipo de soldados les cubriremos la espalda.

- Iré con ustedes – dijo Antonella – Necesitamos que todos cooperen. Si es posible, hallen cualquier indicio acerca del rastreo del Cetro de Yumiko.

- El origen de la crisis de nuestro hogar – musitó Calipso con tristeza.

- Entonces no hay tiempo que perder – dijo Rouge – Hagamos lo nuestro y vámonos de una buena vez.

Los demás asintieron y se dirigieron hacia las habitaciones subterráneas. Donde se ocultaba hasta la más recóndita información acerca del enemigo. Anteriormente, solo uno de los rebeldes había logrado ingresar y escapar con vida de allí: Dante.

Quienes le habían acompañado en aquella ocasión no habían corrido la misma suerte. Acceder a esa zona era el equivalente a un suicidio. Dante nunca habló con exactitud sobre lo que había ocurrido ese día o cómo logró escapar. Antonella nunca insistió en interrogarlo, bajo el argumento de que aquella experiencia solo le traía recuerdos oscuros y un trauma nauseabundo.

Mientras descendían por las escaleras que los conducirían a su próximo objetivo, unos fuertes pasos se oyeron venir en dirección opuesta.

- El enemigo – dijo Angie mientras extraía de su cinturón una pistola – ¡Prepárense!

Los demás se posicionaron en modo de ataque, moviéndose con lentitud y dirigiendo la mirada en todas direcciones, agudizando el oído. Un impacto de bala aterrizó en la pared, causándoles un respingo de alerta.

- ¡Están cerca! – exclamó uno de los soldados – Debemos…

Fue callado de golpe por un disparo láser que perforó su estómago, quitándole la vida al instante, dejando un cuerpo desangrándose en el suelo.

- ¡Demonios! – exclamó Sonic al observar aquella rápida y violenta escena.

- ¡Mátenlos! – se escuchó resonar por toda la habitación. Una voz robótica marcaba esa orden.

- Eso está por verse – amenazó Knuckles. Se echó a correr escaleras abajo y se encontró de cara y de golpe con la guardia bien preparada de Marina.

- Estúpido – lo insultó Flavia por lo bajo al verlo responder a sus impulsos - ¡Andando! – acabó ordenando con autoridad.

Apenas oyeron esa palabra, los demás se lanzaron al ataque sin dudarlo ni un segundo. Corrieron escaleras abajo y atacaron de inmediato a los enemigos. Sonic y Knuckles atacaban a golpes certeros, Angie con disparos acertados, Rouge atacaba desde las alturas, dando puntapiés. Flavia recurrió a usar sus armas blancas, intentando penetrar con las mismas al enemigo. Los demás recurrieron a las armas de fuego y las distracciones.

El enemigo, que consistía en todo un grupo de guardias robots, usaba un solo método. Era factible, cruel y nocivo: a disparos acertados, atacando con las armas láser que ocultaban en sus muñecas.

- Son demasiados – alegó Dante al sentir que perdía su energía.

- Bien. Es hora de acabar con esto – dijo Sonic y de inmediato, realizó un movimiento Spin Dash, arrojándose contra los robots, derribando por los menos a una docena. Mas no logró destruirlos. La situación se tornaba exasperante.

- Hay algo extraño en todo esto – observó Calipso en voz alta sin dejar de atacar.

- ¿Qué dices? – se extrañó Antonella quien peleaba a su lado.

- Poseen demasiada resistencia – explicó su hermana – Hasta ahora ninguno ha caído. Podemos dañarlos y derribarlos, pero no logramos destruirlos.

- A este paso nos aniquilarán – concluyó la líder siguiendo el hilo de su hermana menor.

Abruptamente, uno de los guardias robots aprovechando un momento de descuido, arremetió contra Sonic durante su movimiento especial, arrojándolo violentamente contra la pared e incrustándolo en ella.

- ¡Sonic! – exclamó Knuckles.

- Bien… eso no lo vi venir – dijo el erizo con expresión agarrotada de dolor.

- ¿Qué hacemos? – preguntó Flavia – Son indestructibles.

- ¡No se detengan! – ordenó la líder del grupo con firmeza mientras trataba de pensar en un plan.

Todos obedecieron y siguieron dando lo mejor luchando. Pero la batalla ya se vislumbraba perdida. En cualquier momento, los rebeldes caerían como moscas.

Solo un milagro podía salvarlos.

Un destello dorado y la aparición de una silueta familiar para Calipso, asustó a los demás ante el inesperado suceso. Un erizo negro con franjas rojas apareció frente a ellos, dándoles la espalda.

- Shadow – musitó Calipso.

Los soldados de Marina apuntaron de inmediato contra el recién llegado y dispararon. Pero como era de esperarse, fallaron. El erizo dio un salto en el aire y con un rápido movimiento de sus manos, realizó un Chaos Spear. No hubo guardia que sobreviviera a aquel ataque. Cada uno fue derribado y hecho añicos ante los ojos atónitos de los rebeldes. La sorpresa se tornó desagradable para Antonella al percatarse del estado en que aquel lugar había acabado. Las cosas no iban al pie del plan original que era irse sin dejar huella.

- ¿Acaso Marina compra de estas cosas por docena o qué? – fingió indignación Rouge.

"La habitación que Vincent halló, de allí provienen estos robots" pensó la líder bajo una sombra de temor y preguntas que no tenían respuestas concretas.

En tanto, Shadow permaneció de pie con la respiración algo acelerada. No por cansancio, sino por rabia. Sus manos estaban empuñadas y sus ojos se cerraron con fuerza. Si algo llegaba a salir de su boca, solo sería un grito de fastidio o un insulto.

- Shadow – musitó Calipso acercándose a él.

- ¡Hermana ¿qué haces?! – se apresuró Antonella a alejar a Calipso de aquel desconocido.

- Yo lo conozco – respondió Calipso antes de que s hermana hiciera algún movimiento físico para alejarla – Puede que no lo comprenda del todo, pero lo conozco.

- Ella… tiene razón – corroboró Sonic mientras lograba desprenderse del muro, cayendo pesadamente al suelo. Trozos de escombro y piedras afiladas se incrustaban en todo su cuerpo, ocasionándole heridas superficiales.

Shadow no respondió a aquel dialogo dónde él era el tema. Permaneció quieto y solo abrió los ojos mirando fijo hacia delante. El suave tacto de una mano sobre su hombro lo hizo mirar de reojo hacia atrás, para ver nuevamente a Calipso.

- Nos salvaste – le susurró ella – No lo niegues esta vez por favor.

Shadow desvió la mirada y con aquella inmutable expresión en su rostro, acercó su propia mano y la colocó sobre la delicada mano de Calipso, pero no le dirigió la mirada.

Ese primer contacto directo entre sus manos fue algo agradable, casi anhelado de una forma íntima. Nunca antes había cogido la mano de alguien de esa manera; con tanta sencillez y amabilidad. Sentir la mano de Calipso junto a la suya era algo que lo reconfortaba por dentro. Una muestra de cercanía que alejó de él por unos segundos la sensación de asfixiante soledad.

- Shadow – murmuró ella con suplicante voz – Ayúdanos por favor.

- Solo lo haré hasta que encuentre respuestas a mi pasado – dijo este con voz fría y retirando en un brusco gesto su mano de la de ella – En cuanto consiga lo que quiero, me largo de aquí.

Calipso se sintió dolida con su respuesta. Por un breve momento, tuvo la esperanza de que él la ayudara de manera gentil y desinteresada. Pero estaba en un error. Él solo lo haría por conveniencia, nunca porque el corazón se lo dijese.

- Como digas – respondió ella con un nudo en la garganta y retirando su mano del hombro del erizo.

- ¡No hay tiempo que perder! – irrumpió Antonella con aquel instante que ya se tornaba tenso – Vinimos aquí con una misión y vamos a cumplirla.

- ¿Qué hay de Sonic? – interrumpió Knuckles – Está herido.

- Ese no es mi problema – respondió Antonella – Es parte de los peligros de pertenecer a los rebeldes. Puedes no salir con vida.

- Yo me quedaré con él – dijo Calipso con firmeza – Ustedes vayan y consigan lo necesario. Solo quedan treinta minutos. ¡Así que muévanse de una vez!

Antonella la miró con evidente confusión. Su hermana no solía ser tan firme a la hora de plantear una idea o tomar una decisión. Antes era muy insegura de si misma. Esto era algo nuevo. Y podía ser que hasta ventajoso.

- De acuerdo hermana – aprobó Antonella para sorpresa de todos – Quédate con Sonic y trata de ayudarlo con sus heridas. Si ves alguna señal de peligro, da el aviso.

- A la orden – afirmó Calipso. Sus siguientes palabras las dirigió al erizo negro – Shadow, tú ve con ellos. Necesitarán toda la ayuda posible.

Shadow no le contestó, pero si acató lo que ella decía. El resto de los rebeldes siguió su camino por el estrecho pasillo, dejando atrás a Calipso y a Sonic. Divisaron tres puertas. Uno era la biblioteca confidencial del palacio, y las otras dos, habitaciones plagadas de información oculta por el enemigo. Obviamente, si la información confidencial se ocultaba allí, fue porque Marina jamás especuló que alguien aparte de ella lograría ingresar. Los rebeldes se distribuyeron por los cuartos, dispuestos a hurtar toda la información posible. Ya era hora de estar un paso adelante del rival. De recuperar las esperanzas. De encontrar la manera de salvar a Kokoro… y proteger al universo.

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Un espantoso ardor se había instalado en su hombro derecho, lugar donde aquel disparo había aterrizado, provocando un severo daño. Una hemorragia en aquel lugar provocó que todo su brazo se tiñera de rojo. Nociva consecuencia. Con su mano opuesta sostenía su hombro en un intento de desacelerar la hemorragia, pues la pérdida de sangre comenzaba a marearlo y a debilitar su cuerpo. Con su terca actitud, intentó ponerse de pie, pero su cuerpo no reaccionó bien, haciéndole perder el equilibrio y caer casi inconsciente.

Apenas si pudo sentir como los brazos de alguien lo sujetaban antes de que tocara el suelo. Levantó la cabeza y los ojos color chocolate llenos de inocencia y bondad de Calipso se posaron en su mirada color esmeralda.

- Calipso – murmuró débilmente.

- Shhh, tranquilo – lo silenció ella – No te esfuerces.

- Lo intentaré – se rindió el erizo.

- Estás muy débil – dijo ella con tristeza – Te dispararon cerca de un punto vital.

Sonic recordó al instante su pelea contra el enemigo y el disparo que lo había dejado fuera de combate. Su hombro le ardía como si se lo estuviesen cauterizando.

- Puedo sanártelo – le sugirió Calipso – Al igual como lo hice con tu ojo.

- No. No lo hagas – se negó el erizo azul – Eso puede reducir tu energía. Lo sé muy bien, aunque no me lo dijeras.

- Pero…– musitó Calipso mientras la culpa la devoraba por dentro – Si no hacemos algo, puede empeorar. Y sé cuanto te duele. Lo puedo sentir.

Sonic recordó que ella no solo podía sentir el dolor emocional de los demás si estaba cerca de alguien, sino también podía sentir el dolor físico como si fuese ella misma quien lo sufriera.

- ¡Aléjate! – le ordenó con brusquedad – Te estás dañando a ti misma.

- ¡No! No lo haré – dijo la chica, rotunda – Me quedaré a tu lado.

Se sentó en el frío suelo de cemento y Sonic la imitó, quedando al lado de ella. Calipso sacó del bolsillo oculto de su falda un pañuelo blanco y con todo cuidado vendó el hombro del erizo en la zona donde yacía la herida.

- ¡Ouch! – se quejó Sonic – En serio duele.

- Al menos eso detendrá el desangrado – dijo ella con seriedad al ver cambiar el color del pañuelo al entrar en contacto con la sangre de Sonic.

- Muchas gracias – le respondió el erizo con una sonrisa forzada. En verdad dolía como los mil demonios.

Ambos cayeron en un ambiente silencioso, sin saber que hacer o qué decir. Calipso enfocaba su mirada hacia su regazo y Sonic solo observaba a su alrededor, viendo todo en penumbras y sintiendo una corriente de aire frío dominarlo todo.

- Me pregunto que estará ocurriendo en la base – dijo Calipso con soltura, tratando de iniciar una conversación.

- ¿Eh? – se extrañó Sonic.

- Ya sabes, Amy y Cream se quedaron allí – le recordó la joven – Espero que no les asuste que nos tardemos tanto.

- Creo que Amy ya debe de estar histérica – se mofó Sonic – Esa eriza siempre está así cuando vamos a alguna batalla contra el enemigo.

- "¿Cuándo vamos?" – repitió Calipso con picardía, tomando por sorpresa al erizo.

- ¿Qué insinúas? – le preguntó este.

- Ella te importa mucho. Lo he notado – le dijo ella con voz suave – Lo supuse cuando ella se lastimó y tú te ofreciste a llevarla en brazos. Lucías muy preocupado.

Sonic enmudeció ante las palabras acertadas de Calipso. Intentó disimular su creciente asombro.

- No podía dejarla allí – se excusó con torpeza – Además, es ella la que llora cuando acabo así – dijo señalando su hombro herido.

- ¿Por qué? – quiso indagar ella.

- Supongo que se preocupa – respondió él – Lo hace de igual forma con todos los demás.

Calipso lanzó un suspiro pesado y se recostó sobre la pared, cerrando los ojos. Sonic podía ser alguien increíble, agradable y divertido, pero a la hora de hablar sobre sus sentimientos… ¡Era un verdadero necio!

- ¿Ella ha combatido a tu lado? – preguntó fingiendo desinterés.

- Casi siempre lo hace – contestó el erizo – Sabe muy bien como defenderse… o defender a otros.

- Y si es capaz de protegerse por si sola ¿Por qué insistes en salvarla tú mismo? – interrogó Calipso.

Sonic abrió ampliamente los ojos. Un leve sonrojo se apoderó de sus mejillas. No tenía idea de cómo responder a eso.

- Bueno… yo… yo – balbuceó con incoherencia.

- ¡Maldición! – escucharon ambos desde el pasillo por donde los rebeldes habían hecho camino.

- ¡¿Qué ocurre?! – se asustó Calipso. En un rápido movimiento se puso de pie.

Por el mismo camino que habían tomado, los rebeldes ahora venían de regreso. Sus rostros reflejaban consternación y temor. Antonella iba delante, encontrándose de frente con la mirada inquisitiva de su hermana menor.

- ¡¿Qué ha pasado?! – preguntó Calipso al verla llegar.

- Los guardias – dijo Antonella mientras intentaba recuperar el aliento – ¡Había robots escondidos en cada una de las habitaciones! ¡Era una trampa!

- ¿Cómo fue que nos descubrieron? – preguntó Sonic poniéndose de pie y aproximándose a Antonella.

- No hay tiempo para analizarlo – respondió uno de los espías – ¡Tenemos que irnos de aquí!

- ¡Dante no ha regresado! – exclamó Flavia al notar la ausencia de su compañero.

- ¡Maldita sea! – blasfemó la líder.

Una explosión potente los alertó e hizo voltearse para ver una cortina de humo negro cubriendo el pasillo. Un calor sofocante que provenía desde allí les hizo entender que un incendio se había desatado. Una silueta que parecía tambalearse se vislumbró entre el humo.

- ¡Dante! – gritó Angie. El aludido se acercó a ellos con mirada cansada y orgullosa a la vez, mientras levantaba en su mano, un aparato para almacenamiento de información. Dando a conocer que había conseguido con éxito lo que buscaban.

- Marina pagará muy caro por esto – dijo Dante con apenas un hilo de voz, sofocado por el humo.

- Buen trabajo – aprobó Antonella – Ahora vámonos de aquí.

- ¡Cuidado! – gritó Rouge al ver salir de entre el humo y el fuego que comenzaba a crecer, la silueta de otro robot. Su tamaño era superior al de los que los habían atacado anteriormente.

- ¡No ataquen! – gritó uno de los soldados – ¡Salga…!

Su grito se cortó y su vida le fue arrebatada con indiferencia y crueldad por aquel enemigo cuando este le perforó el estómago con un láser. Su cuerpo fue todo lo que quedó.

Calipso gritó horrorizada, pese a que ya había visto incidentes como este con anterioridad. No se percató que había captado la atención del robot culpable de la muerte de su compañero, quien con la misma indiferencia le disparó, esta vez a ella. Calipso logró retroceder dando un salto hacia atrás. Pero no tomó suficiente distancia, pues aquel disparo le alcanzó el tobillo, hiriéndola severamente. Un grito desgarrador se escapó de los labios de la rebelde.

- ¡Calipso! – gritó su hermana corriendo a su lado.

- ¡Cuidado, Antonella! – gritó esta vez Knuckles.

El robot volvió a recargar su armamento, con la intención de dar un último disparo y acabar con la vida de la líder de los rebeldes y de su hermana.

Antes de que pudiese lograrlo, un conjunto de extraños rayos de resaltado color dorado llegaron desde atrás de la cortina de humo, cayendo sobre aquel robot, provocando que a los pocos segundos, explotara en un gran estruendo. Los demás se cubrieron al sentir el insoportable calor de la explosión, junto con ello, millares de piezas metálicas, que ya no eran más que chatarra, volaron en todas direcciones.

- ¿Qué fue eso? – preguntó Flavia. Su pregunta fue respondida casi en el acto, al ver aparecer entre el humo a aquel erizo negro de severa expresión.

- ¿Tú hiciste eso? – se asombró Vincent dirigiéndole la palabra.

- ¿Esperabas algo menos sorprendente? – respondió Shadow con altanería.

- ¡Vámonos de aquí! – interrumpió Antonella mientras se levantaba del suelo.

- Váyanse sin mí – dijo Calipso con voz forzada – Mi pierna… no puedo caminar por el disparo.

- ¡No saldremos de aquí sin ti! – se opuso Sonic a lo dicho por la muchacha.

- Ustedes lárguense de aquí – ordenó Shadow para sorpresa de todos.

- ¡¿Qué dices?! – se enfureció Antonella.

- ¿Tengo que indicarte la salida o qué? – la confrontó Shadow – Tú hermana va a estar bien ¡Sal de aquí y llévate a los demás!

Antonella le dirigió una mirada asesina, pero acató lo dicho y les ordenó a los demás que escaparan cuanto antes de allí. Sonic fue el último en salir, no sin antes lanzarle una mirada fulminante a su némesis.

"Si fallas te mato" pensó Sonic. Se sentía fatal por dejar sola a Calipso con ese molesto erizo. Pero una parte de él confiaba en que la chica estaría a salvo. Igual que Shadow.

El susodicho y la rebelde quedaron solos en aquella habitación que ya comenzaba a llenarse de humo sofocante y el calor abrasador del fuego. El incendio ya comenzaba a descontrolarse.

- ¿Dónde se reunirán los demás? – le preguntó Shadow. El tono de su voz era una fusión entre dureza y consternación.

- En el jardín muerto. Detrás del palacio – respondió ella en automático. El dolor en su extremidad inferior ocasionado por aquel disparo, no solo la hacía sentirse débil y adolorida. Provocaba que perdiera la voluntad de sus actos, incluso la de responder con claridad.

- De acuerdo – dijo él agachándose al lado de ella - ¡Sujétate!

Ella asintió con la cabeza y sintiéndose más cansada que antes, se aferró lo mejor que pudo al cuello de Shadow. Él la tomó por detrás con uno de sus brazos, acercándola un poco más. Levantó el brazo contrario, enseñando en su mano que llevaba una Esmeralda Caos.

- ¿Dé dónde la sacaste? – preguntó ella, atónita a lo que veía.

- No preguntes y solo sujétate – le ordenó él con voz molesta. Ella calló, pero no apartó la vista de aquella hermosa joya resplandeciente.

- ¡Chaos Control! – gritó el erizo, causando que la esmeralda brillara con mayor intensidad.

Sintiendo como aquel individuo la sujetaba por la espalda, abrazándola con fuerza, no pudo evitar sentirse cobijada y segura. Calipso se sujetó con fuerza de él y cerró los ojos ante el creciente resplandor de la gema. Aquella luz los envolvió a ambos, haciéndolos desaparecer de ese lugar.

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- ¡¿Dónde demonios están?! – gritó Paloma exasperada.

- Shhh, no grites – la calló Tails con suavidad y una expresión nerviosa pintada en su rostro – Alguien podría oírnos.

- Si en cinco minutos más no los veo llegar poco me va a importar. Nos iremos de aquí – dijo Vincent con algo de fingida indiferencia – Fueron ordenes de la jefa al llegar aquí.

Los tres ya habían salido hace bastante tiempo del palacio. Ya se encontraban junto a las naves ocultas y esperaban con impaciencia el regreso de los demás.

- Espero que Sonic esté bien – se preocupó Tails – La espera me está matando.

- Y me lo dices a mí – respondió Paloma con desgano.

Un brillante destello de luz apareció frente a ellos, cegándolos por unos breves segundos. Junto con el destello, dos siluetas aparecieron.

- ¡Son Calipso y Shadow! – exclamó Tails al reconocerlos cuando la luz cegadora se esfumó, quedando solo los susodichos.

- ¿Shadow? – se extrañó Paloma, dado que no conocía al erizo.

- Descuiden, lo conocemos. Es de los nuestros – respondió el zorrito a la inquietud de su compañera.

- Menos mal – comentó Vincent – Ya me estaba preparando para golpearlo.

Ambos rebeldes y el zoomorfo de dos colas vieron como Shadow depositaba con cuidado a la joven en el suelo, quien lucía una expresión asombrada y a la vez opacada por una mueca de dolor. El erizo negro la miró con fingida indiferencia, porque en lo más profundo de su corazón se sentía angustiado de verla sufrir debido a su lesión física en su pierna, la cual se evidenciaba gracias a la sangre que manchaba las calzas de la chica.

- Calipso ¿Estás…? – la pregunta de Tails quedó en el aire cuando sus ojos se fijaron con horror en la herida de ella – ¡Oh no, estás herida!

- Debemos detener la hemorragia – dijo Paloma acercándose a su amiga – Es pequeña, pero aun así está perdiendo sangre.

- Usemos esto – dijo Vincent mientras extraía de su bolsillo un trozo de desgastada tela. Tails la cogió y envolvió la herida la joven, quien exhaló un quejido de dolor.

- Necesito sujetar la venda con algo – pensó Tails en voz alta tratando de que su cerebro elaborara alguna idea.

- Usa esto – dijo Paloma y se quitó el desgastado elástico con el que sostenía su cabello en una coleta. De inmediato se lo entregó a Tails, quien la miró fijamente, algo anonadado. Nunca había visto a Paloma con su cabello suelto y no existía forma de negar que se veía hermosa. El viento ligero le agitó el cabello, aumentando su atractivo a primera vista. Daba la ilusión de ser una flor a merced del viento.

- ¿Pasa algo malo? – se extrañó Paloma al ver a Tails absorto mirándola.

- ¿Eh? ¡N-No! No pasa nada – tartamudeó Tails al despertar de su estado fuera de la realidad. Con el elástico, ató la venda improvisada que cubría la zona herida.

- Cuando volvamos a la base, habrá que hacer algo con esto – dijo Vincent señalando la pierna lastimada de su compañera.

Durante esos minutos, Shadow les había dado la espalda y se había dedicado a observar en dirección del camino que habían tomado los rebeldes al ingresar al palacio, con los brazos cruzados y la mirada fría de siempre. Por alguna razón, sentía que si miraba a Calipso a los ojos, otra vez esas imágenes de aquella chica de cabellos de oro volverían a él, causándole solo un profundo malestar.

- Shadow – le habló Calipso aun cuando este no la miraba a la cara – Gracias por sacarme de allí.

- No me lo agradezcas – dijo Shadow sin mirarla – No te he hecho ningún favor.

Calipso bajó la mirada y la enfocó en el suelo. Le era imposible acostumbrarse al tosco tacto de aquel extraño.

- Tus amigos vienen llegando – comentó Shadow con la mirada hacia delante – Parece que si sobrevivieron después de todo.

Los demás fijaron la mirada en la misma dirección que el erizo negro. Efectivamente, el resto de los rebeldes se acercaban a paso veloz hacia las naves, haciendo señas con la mano. Su mensaje era implícito.

El peligro les pisaba los talones.


Y eso es todo por ahora mis corazones.

¿Y qué les pareció? En una escala del 1 al 10 ¿Qué tan espantosa quedó mi escena de acción?

Y además… ¡Una vez más Shadow ha aparecido! ¿A poco creyeron que no lo volverían a ver? Pues no. Nuestro erizo gruñón y malhumorado favorito ha regresado.

Y antes de irme por otros tres milenios:

LinkZX: Una vez más, agradezco tu apoyo a esta historia. Créeme que para mí significa mucho el simple hecho de que te tomes el tiempo de leerla y dejar tu opinión. Por supuesto que Shadow debía seguir con vida. Digo ¡Es Shadow! xD Y sí, tienes razón sobre Marina. No todo se ha visto sobre ella. Ya verás de qué hablo. Y gracias por los halagos a Calipso. Ella fue el primer Oc que inventé xD

A los demás, los veré en una futura actualización.

¡Saludos!