¡Hola a todos mis amados lectores!

¡Yes! Esta es la primera actualización de este año. ¿Acaso tardé mucho? SÍ, lo sé muy bien. A veces toma más tiempo traspasar un capitulo del papel al computador que solo escribirlo. Pero espero que el largo de este capitulo compense la espera xD

Y sin más que decir… ¡A leer!


20- Plan del enemigo

- ¡Suban a las naves, ahora! – gritó Antonella desde lejos - ¡Nos están siguiendo!

- ¡¿Qué cosa?! – se aterró Calipso.

Cuando los rebeldes ya estaban casi junto al transporte aéreo, Calipso enfocó la mirada hacia el trayecto que habían cogido. Vio con horror como otro monstruo se acercaba. Una serpiente similar a una boa, cuerpo negro y escamas viscosas y remarcadas del mismo color. Su cola llevaba una especie de aguijón en la punta y su rostro provocaba escalofríos y náuseas. Unos ojos blancos, dientes rojos como la sangre y una boca extensa y lista para engullir a sus presas.

- Es un engendro venenoso – advirtió Antonella – ¡Una sola mordida o picada por el aguijón y te matará en pocas horas!

- Es tan alta como un árbol y más pesada que una roca – agregó Dante.

- Suban a las naves – volvió a ordenar Antonella – ¡Ahora!

Todos obedecieron y corrieron a destino. Vincent se ocupó de llevar a Calipso en brazos y subirla al transporte.

Pero cuando fue el turno de Angie para subir a la nave, la enorme boa ya había logrado llegar y enseñando sus afilados y peligrosos colmillos, arremetió contra la rebelde. Pero no contaba con que Sonic se percataría de ello y en un ágil y veloz movimiento, golpeó a la bestia, noqueándola y salvando la vida de la joven espía. El peligro se desvaneció.

- Debes tener más cuidado – le dijo Sonic a la chica – No querrás ser la cena de una de esas cosas ¿verdad?

Angie se asombró de su perdurable buen humor, pese al peligro. Eso le agradó de aquel erizo azul veloz como el sonido.

- ¡Dejen la conversación para después y vámonos, maldición! – los regañó Antonella a la distancia. Ambos suspiraron con fastidio y subieron a la nave correspondiente. Nadie se quedó abajo. Incluso Shadow, aunque a regañadientes, había subido a una de las naves. Casualmente, la misma que había abordado Calipso.

- ¡Vámonos! – ordenó Antonella.

Las tres naves despegaron de inmediato, esta vez a una mayor velocidad que la utilizada cuando habían llegado.

Los rebeldes habían cumplido su objetivo, aunque tristemente habían perdido dos integrantes.

- 3… 2… 1… y… – dijo Vincent con una sonrisa de triunfo.

De inmediato, la bomba instalada en el cuarto del palacio de Kokoro explotó estruendosamente, destruyendo todo al interior de la habitación y dejando toda la maquinaria en su interior, totalmente inservible. Según los cálculos hechos, solo aquel sector acabó destruido y el resto del palacio siguió intacto, tal como los rebeldes lo deseaban.

Misión cumplida.

- ¡Lo logramos! – gritó Antonella enviando su mensaje por los transmisores hacia las otras naves.

- ¡Lo conseguimos! – respondió Dante.

- Marina no se recuperará de esta tan fácilmente – agregó Calipso con una sonrisa diáfana.

- ¡Tenemos un punto a nuestro favor! – dijo Paloma con entusiasmo.

- ¡Calipso, los aliados que trajiste son increíbles! – halagó Flavia – Sobre todo el erizo azul.

Una sonora carcajada compuesta por más de una voz se escuchó entre todos ellos. Calipso ya llevaba tiempo sin escuchar a alguno de los rebeldes reír de buena gana. La felicidad ante la nueva victoria era notable.

- Oye Sonic, realmente te luciste esta vez – le dijo Knuckles a su amigo, quien se encontraba en la misma nave que él. El aludido no le respondió y lucía extremadamente cansado. Los parpados le pesaban y sostenía débilmente su pierna derecha, como si tuviera una dolencia extrema allí. Además, estaba sudando frío.

- Oye ¿Estás bien? – le preguntó el equidna algo más preocupado cuando su camarada no respondió a lo que había dicho.

Sonic lo miró unos segundos, pero los mareos y el agotamiento lo embargaron y se desmayó.

- ¡Sonic! – gritó Knuckles – ¡Oigan, algo le está pasando a Sonic!

- ¿Qué ocurre? – preguntó Antonella, quien iba al mando de la nave donde ambos zoomorfos se encontraban, con fastidio creyendo que se trataba de un berrinche.

- ¡No responde! – gritó Knuckles algo más desesperado.

Antonella, ya bastante alterada por los gritos del equidna, volteó a ver. Y esta vez, sí se asustó. Sonic estaba inconsciente, sudaba demasiado y respiraba con dificultad.

- ¿Qué le ha ocurrido? – inquirió la líder, consternada por el abrupto cambio en el erizo.

Knuckles se encogió de hombros, pero luego notó que Sonic aun sostenía su pierna. Le quitó las manos que cubrían la extremidad, y tuvo que contener un grito al ver la horrible imagen. Un agujero que perforaba la piel y los músculos y de la cual brotaba un minúsculo hilo de sangre. La piel que rodeaba aquella herida tenía un notable color violáceo.

- ¡La serpiente! – recordó Knuckles – Cuando protegió a Angie de esa cosa… ¡Debe de haberlo picado!

- ¡Demonios! – maldijo Antonella. Cogió el transmisor una vez más, corriendo la voz por las naves restantes – ¡Atención! ¡Hubo un accidente! ¡Uno de los nuestros fue herido de gravedad! Repito ¡Sonic resultó herido de gravedad!

Un gran número de exclamaciones de asombro, miedo y horror se escucharon de boca de los rebeldes así como de los habitantes de Mobius. Quien mantuvo la boca cerrada, sintiendo como la culpa retorcía sus entrañas, provocándole ganas de llorar, era Angie.

El erizo le había salvado la vida, pero ahora la de él estaba al borde de la extinción como consecuencia.

¡No era justo!

- Lo lamento – musitó con la voz ahogada.

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- ¡Amy, mira! – gritaba Cream dando saltitos de alegría – ¡Son las naves de los rebeldes! ¡Regresaron!

Amy llegó corriendo hasta quedar al lado de su amiga. Efectivamente, la puerta del escondite subterráneo, en la parte superior, se abrió lentamente y desde lo alto, las tres naves regresaban junto con sus tripulantes de aquella peligrosa misión.

- ¡Sabía que lo lograrían! – exclamó Amy agitando los brazos.

Las tres naves redujeron su velocidad y una a una, aterrizaron en el escondite subterráneo.

Cuando las puertas de las naves se abrieron, cada uno de los rebeldes a bordo descendió velozmente y corrieron cada uno hacia distintos puntos de la base, todos con expresión consternada o seria. Algo, o mejor dicho alguien, no estaba bien.

- Tengo un mal presentimiento – musitó Amy. Corrió a una de las naves, en el preciso instante en que Antonella descendía de esta, acompañada de Knuckles y unos pocos espías y soldados. La líder portaba una mirada de culpa imposible de ocultar, al igual o más que los demás. Y la razón era más que clara a los ojos de todos.

- ¡Sonic! – gritó Amy aterrada al ver a su amado erizo inconsciente, gravemente herido y respirando con dificultad, yaciendo en los brazos de Antonella. Las lágrimas inundaron los ojos de Amy con rapidez.

- ¡¿Qué le hicieron?! – exclamó.

- ¡No hay tiempo para explicarlo! – respondió Antonella dándole un empujón a la eriza y avanzando rápidamente hacia la puerta de salida. Salió de aquel espacio y corrió por el pasillo de la base hasta llegar a una habitación cerrada. Pateó la puerta con fuerza y rabia, para ingresar así a una habitación parecida a una celda de prisión. Solo había una cama y un foco encendido que colgaba del techo. Recostó a Sonic sobre el lecho y se hincó de rodillas a su lado. Con sus dedos le buscó el pulso, encontrándose un triste resultado.

- Ya no hay tiempo.

Su pulso era casi nulo. Asumió con pesar su cercana muerte.

Su aspecto era lamentable. Tenía el rostro lleno de rasguños y su hombro lastimado parecía haber empeorado. Su pierna derecha tenía aquella herida mortal, a través de la cual el veneno había ingresado, quitándole las fuerzas y consumiendo su energía vital. Sus ojos estaban cerrados con tanta calma que solo parecía dormir.

"¿Por qué pensé que habría alguna forma de salvarlo?" pensó Antonella sintiéndose muy ingenua.

Los rebeldes no poseían alguna especie de antídoto o medicamentos. Con suerte si contaban con equipo de primeros auxilios y la poca medicina que había para contrarrestar algún efecto nocivo de alguna sustancia tóxica, ya había sido utilizada en el pasado.

La puerta se abrió bruscamente, causándole un respingo. Se levantó con rapidez, volteando a ver, encontrándose con Tails, Amy y Calipso. Mientras que los zoomorfos portaban lo que era equipo de primeros auxilios, Calipso sostenía un extraño objeto en las manos. Antonella no tardó nada en darse cuenta de lo que era.

- ¿Dé dónde sacaste eso? – preguntó con creciente enfado.

- Lo tuve guardado en caso de emergencia – respondió Calipso con una firmeza que no parecía suya – Es la ultima dosis de medicina que nos queda.

- ¡No te he autorizado para que la uses! – le regañó su hermana.

- ¡No nos importan ni queremos tus autorizaciones! – gritó Amy casi fuera de si misma. Empujó con fuerza a la líder de los rebeldes, se acercó a la cama donde se encontraba Sonic y cayó de rodillas, llorando a gritos, escondiendo su rostro entre sus manos.

Los demás se acercaron tras ella. Colocándose a la par de Amy, Tails se arrodilló de igual modo, buscando un punto específico en el brazo de su amigo. Segundos después le pidió el instrumento punzante a Calipso, quien se lo entregó rápidamente.

- ¡Espera! – lo detuvo Amy – ¿Estás seguro de que funcionará?

- Es para contrarrestar los efectos del veneno – explicó Tails ya bastante alterado – Pero no sé si aun estamos a tiempo.

Para corroborar lo dicho, buscó señales en la muñeca del erizo.

- ¡Casi no tiene pulso! – se asustó Tails.

Cogió la jeringa y en un rápido movimiento, la hundió en el punto antes ubicado en la extremidad superior de Sonic, inyectándole aquel líquido en su sistema.

Después de treinta segundos, el erizo no respondió. Parecía que ya todo estaba perdido.

- ¡No está funcionando! – se desesperó Amy volviendo a llorar.

Calipso sintió su corazón a punto de reventar. El dolor de los presentes comenzaba a quemarle el pecho sin piedad, lo que la obligó a caer de rodillas y gritar, para la consternación de los demás. El no haberlo sentido antes se debía a que la adrenalina estaba presente en su cuerpo, pero al desvanecerse…

- ¡Hermana! – exclamó Antonella acercándose a Calipso – ¿Estás bien?

- No – respondió Calipso con la respiración agitada – ¡Es espantoso! Duele como el infierno.

- ¡Sal de aquí! – le pidió Tails – Te está haciendo mal.

- ¡No! – respondió Calipso rotunda – Debo ayudarlos. Quiero hacerlo por él. Vino conmigo cuando esta nunca fue su batalla – las lágrimas comenzaban a inundar sus ojos – Es lo menos que puedo hacer. ¡No quiero que muera! ¡Él no se lo merece!

- ¡Esperen! – interrumpió Tails quien no se había movido de su lugar y ahora volvía a buscar el pulso en la muñeca de su amigo – ¡Su pulso! ¡Está regresando a su pulso normal! ¡Funcionó!

Calipso sintió como una pequeña fracción de su dolor se apagaba. Sintió un profundo alivio al respecto y su respiración se reguló lentamente.

- ¿Pero, por qué no despierta? – preguntó Amy con temor.

- Porque aun está muy débil – respondió Calipso poniéndose de pie – Fue muy fuerte y peleó muy bien, pero acabó demasiado debilitado y herido por lo mismo. Además, perdió sangre por la herida en su hombro y el veneno debilitó aun más su sistema. Su cuerpo necesita reposar.

Amy no le respondió. Solo cerró los ojos en señal de alivio.

- Será mejor curar sus heridas – sugirió Tails – Amy, Calipso. Ayúdenme.

Las dos chicas asintieron y se aproximaron nuevamente al lecho donde Sonic reposaba en estado inconsciente. Pero Antonella retuvo a Calipso, tomándola fuertemente del brazo y sacándola rápidamente de la habitación.

Ambas estaban en el pasillo frío y silencioso. El ambiente era tenso y parecía que la más mínima palabra equivocada sería la chispa que desataría el incendio.

- Calipso, yo…– intentó hablar Antonella.

- ¿Ibas a dejarlo morir? – la interrumpió la susodicha mirándola a los ojos.

- Yo no quise… – habló con incoherencia la líder. Nunca había sentido miedo de responderle a su propia hermana y que esta fuera la primera vez no mejoraba las cosas.

- ¡¿Ibas a dejarlo morir?! – Calipso alzó la voz, dirigiéndole una mirada fulminante a su hermana mayor.

- No había mucho que hacer – respondió Antonella recuperando la compostura – Sabes que pertenecer a este equipo es un riesgo constante. Si te aniquilan o capturan, no hay muchas opciones de ir y salvarte el pellejo. Porque eso nos arriesga a todos. Ese es el precio de ser un rebelde…

- ¿El precio? ¿El precio? – repitió Calipso con un dejo de burla y a la vez de ira – ¡¿Qué demonios ocurre contigo?! ¿El maldito precio de ayudar a nuestro hogar es dejar morir a nuestro equipo, a nuestros amigos? ¡¿Eso quieres?! ¿Conducirnos al suicidio?

Antonella no le contestó. Sintió un extraño dolor en el pecho, como si algo le cortara la respiración y tensara su cuerpo.

- ¡¿Dé qué sirve?! – le preguntó Calipso exasperada y al borde de sus propios límites de paciencia – ¿Para qué arriesgar todo si al final no quedará nadie? Entiendo que tus intenciones son buenas, que quieres salvar Kokoro al igual que todos nosotros, pero yo no cometeré el mismo error que tú. ¡Yo no abandonaré a mis amigos! Si alguno de ellos vuelve a correr peligro, haré todo lo que pueda por salvarlo, incluso moriré por ellos.

- ¡No puedes ni debes! – le reprochó su hermana – Tú eres mi prioridad y por eso…

- ¡¿Y acaso por ser tu maldita prioridad dejarás perecer a otros?! – estalló Calipso – ¡No solo debes protegerme a mí, sino a todos! Ese es tu deber como líder. Guiar y proteger a tu equipo, y eso incluye a Sonic y a sus amigos. Si no eres capaz de hacer eso… no eres digna de ser nuestra líder.

Aquella última frase fue dicha intencionalmente de forma venenosa. Obviamente, Calipso no quería rebajarse a eso, pero la desesperación ya empezaba a colmarla. Sin esperar una respuesta de Antonella, regresó a la habitación donde estaban curando a Sonic, dejando a su pariente con una expresión de calcado asombro doloroso.

Al transcurrir media hora de aquella discusión, Calipso y Tails salieron de la habitación y la líder de los rebeldes ya no estaba presente. Calipso guardó silencio. Ambas tenían mucho de que hablar.

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Permanecía de rodillas, con la cabeza gacha, apoyada sobre la orilla de la cama y sus manos sostenían la de él. Sus lágrimas eran un velo permanente de tristeza que cubría sus ojos y su alma.

Junto a Tails y Calipso, habían estado un buen tiempo curando sus heridas. Aunque Amy sugirió a Calipso que usara sus poderes, ella se negó a hacerlo, argumentando que esa sería la voluntad de Sonic. Incluso Tails apoyó esa noción, no por estar de acuerdo con la opinión de su "hermano", sino por el riesgo que eso significaba para la joven habitante de las estrellas, quien ya estaba débil a causa de sus propias heridas. Aquellos motivos ocasionaban que las entrañas de Amy se retorcieran a causa del dolor causado, pero a la vez, le hacían sentirse orgullosa de Sonic. Él prefería mil veces soportar cualquier dolencia física por los demás. Pero ahora, el peligro lo había superado y de no ser por la oportuna intervención de Tails y Calipso con el antídoto entre manos, él siquiera estaría respirando.

Les había pedido a Tails y a la chica rebelde que al terminar con su labor, la dejaran quedarse un momento a solas con Sonic. Ninguno de los dos se negó a la petición y en cuanto terminaron de curar las heridas del erizo azul salieron de la habitación, dejando a Amy a solas, quien rompió a llorar casi de inmediato.

Sus sollozos aun no se detenían y cada lágrima parecía ser más pesada que la anterior, cargando con una porción de dolor agonizante.

"¿Por qué no fui contigo?" pensaba una y otra vez llena de culpa.

Una mano se posó suavemente sobre su cabeza, acariciándole el cabello lentamente, causando que el llanto se detuviera y que sus ojos húmedos miraran hacia delante, encontrándose con la expresión cansina, pero sonriente de su príncipe.

- Sonic – murmuró incrédula.

El susodicho no le respondió. Todavía se sentía débil y hasta hablar le provocaba cansancio. Amy se incorporó con lentitud, sin romper la distancia entre ambos. Una alegría enorme habitaba su interior al verlo despierto, pero el temor viviente a que en una próxima ocasión no despertara le inundaba la mente, marchitando su corazón.

Las lágrimas brotaron una vez más de sus ojos como gotas de rocío y sus labios temblaban como una hoja azotada por el viento. Él levantó débilmente su antebrazo, acercando su mano al rostro de ella, colocándola sobre su mejilla húmeda por el llanto, haciéndola estremecer. Ella cerró los ojos sintiendo aquel suave tacto sobre su rostro, para posteriormente sostener aquella mano entre las suyas.

- Amy… – musitó el erizo con gran esfuerzo, como si quisiera confesar algo.

Ella no pudo quedarse quieta y se acercó más a él, clavando su triste mirada en los ojos color esmeralda que su amado poseía. Sus manos sostuvieron con cuidado y ternura el lastimado rostro de él y aproximándose de forma paulatina, sintiendo su corazón brincar con rapidez y una corriente eléctrica recorrer cada rincón de su cuerpo, lo besó tímidamente en la frente.

El tacto de sus labios fue suave y tierno. Por esos breves segundos, sintió su dolor desaparecer. La miró a los ojos y con algo de dificultad se sentó sobre la fría cama. Ella, casi por inercia, hizo lo mismo. Las palabras se ausentaron entre ambos. Sus miradas parecían gritarse tantas cosas, tantos secretos y reproches a la vez.

- Amy, yo… – murmuró él.

- ¡No debí dejarte ir! – interrumpió ella alzando la voz, mientras el llanto la envolvía en un abrazo asfixiante que le empañaba los ojos.

- No, esto no fue tu culpa – negó el erizo azul tomándola de los hombros.

- ¿Por qué? – inquirió Amy entre sollozos – ¿Por qué no me dejaste ir contigo?

Sonic guardó silencio. Agachó la cabeza y cerró los ojos. No soltó a la eriza. Sentía que la verdad que danzaba en su lengua sería muy complicada de confesar. Hasta le provocaba ganas de llorar.

- Responde por favor – rogó ella con voz quebradiza.

- No te quiero perder – musitó Sonic. Su cuerpo adquirió un tenue temblor involuntario.

Ella se congeló ante esas palabras. Sintió su corazón acelerarse y su rostro arder. Su mirada brilló como un cristal mientras nuevas lágrimas escapaban de sus ojos, rodando por sus mejillas.

- Sonic, no me hagas esto – suplicó ella en respuesta tras un momento breve de silencio – Ya no quiero verte salir lastimado.

- Y yo no quiero verte morir – respondió Sonic levantando la mirada, cruzando sus orbes con los de ella. La eriza solo se dejó hipnotizar por aquellos ojos. Ojos que siempre le habían otorgado seguridad y calma a pesar de todo. Ojos que ahora yacían vacíos de alegría contagiosa.

Agachó la cabeza, sus ojos se cerraron sin que las lágrimas dejaran de caer.

Se estremeció al sentir los brazos de él rodear su cuerpo y abrazarla con fuerza y ternura, dejando reposar su cabeza sobre la de ella.

Amy abrió lentamente los ojos, para después volver a cerrarlos y corresponder a aquella muestra de afecto reconfortable que la protegía del miedo y del gélido ambiente.

- No me abandones – suplicó la eriza en voz baja, con un nudo en la garganta y dejando reposar su cabeza en el pecho de él.

Aquellas palabras desesperadas tocaron el corazón de Sonic, causándole una dolencia física. La sola idea de perderla o verla morir frente a sus ojos, ahora lo asustaban más que nunca.

- Tranquila, todo estará bien – susurró en su oído con suavidad, sintiendo como ella se aferraba a su cuerpo como si no quisiera dejarlo escapar.

Se separaron con lentitud, mirándose a los ojos. Amy acercó su mano al rostro del erizo, acariciando con ternura su mejilla, justo donde tenía una hematoma.

- Necesitas descansar – dijo ella más como una orden que como una petición – Estás demasiado debilitado y malherido.

En vez de negarse a ello y asegurar que estaba mejor que nunca, Sonic asintió con la cabeza y paulatinamente se recostó sobre la cama.

- Supongo que quieres estar solo – habló Amy ocultando su tristeza – Será mejor que salga y así tú…

- No – musitó él con una extraña expresión ¿Miedo acaso? – No te vayas.

Sus ojos se abrieron con asombro al escucharlo decir eso.

Él, que siempre huía de ella ¿Ahora le pedía que se quedara?

- ¿Acaso quieres que yo…? – su pregunta se cortó al sentir la mano del erizo azul sostener la suya con la escasa fuerza que le quedaba.

Ella lo miró y una pequeña sonrisa triste se dibujó en su rostro. Lentamente volvió a acercarse a Sonic y esta vez, se recostó a su lado.

Él no se alejó ni se asustó por ello. Le sonrió con dulzura para después cerrar sus ojos y dejar su cuerpo reposar. El dolor y el agotamiento lo habían hecho rendirse demasiado pronto.

- Yo tampoco quiero perderte – musitó ella mientras le tomaba la mano a su príncipe y al igual que este, cerraba los ojos para perderse en el único mundo donde al parecer, aun existía la paz: el mundo de los sueños.

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Salió de la base secreta, con un mal sabor en la boca provocado por aquella discusión. Ella y su hermana podían tener sus discusiones contadas, igual que cualquier par de amigos o familiares. Pero nunca había hecho algo como aquello: confrontarla de manera cruel y fría. Sin mencionar que había cuestionado sus decisiones como líder de la tropa de rebeldes. De seguro su hermana ahora la detestaba.

Caminó y caminó, adentrándose en lo más profundo del bosque, hasta que una pared de rocas y plantas trepadoras, con algo de musgo y telarañas, detuvo su paso. Calipso conocía ese muro. Era el acceso a su "lugar secreto". Recorrió la pared con su mano, rozando cada roca musgosa, hasta que encontró un espacio hueco, cubierta por una cortina hecha de hileras de plantas colgantes descuidadas. Corrió aquella persiana natural y halló lo que buscaba: un pequeño túnel no muy extenso donde la oscuridad reinaba.

La única forma de entrar y atravesar aquel túnel era gateando. Y así lo hizo. Y no era la primera vez que lo hacía. Se cubrió su ropa de tierra y musgo, pero logró llegar al final de aquel pasadizo, encontrándose a unos metros de un acantilado frente a ella. Unos árboles grandes y frondosos rodeaban el borde del acantilado y el cielo era anaranjado y con algunas nubes oscuras. Viendo hacía abajo, un terreno seco y carente de agua o vegetación se vislumbraba, pero al mirar al frente, las montañas bañadas por la niebla se apreciaban con un encanto inefable. Aquel lugar podía ser tan hermoso como depresivo. Y eso mismo lo convertía en el lugar favorito de Calipso.

Cuando se sentía triste, desconsolada, careciente de calma o simplemente con la necesidad de pensar en silencio, siempre se escapaba a allí. Era donde se sentía más segura. Y dueña del mundo. De los árboles y hasta del cielo y las nubes que parecían cumplir aquel capricho por medio de su aspecto.

Se sentó sobre la tierra húmeda, alejada por precaución del borde del acantilado, con la mirada fija en el horizonte, intentando ahogar aquella sensación de culpa que la devoraba lentamente.

- Con que aquí es donde siempre te escapas – escuchó una voz detrás suyo, asustándola y paralizando por ello todo su ser. Cerró los ojos y se mordió el labio inferior.

- Descuida hermana, nadie más lo sabe – agregó la voz.

Calipso volteó la cabeza paulatinamente, encontrándose con la presencia de su hermana Antonella. Esta permanecía de pie, con la mente perdida en algún recuerdo lejano, sus ojos la delataban al encontrarse mirando un punto fijo hacia delante que no existía.

- ¿A qué viniste? – preguntó Calipso poniéndose de pie.

- Debemos volver a la base – respondió la otra con frialdad.

- Ve tú primero, yo te seguiré después – respondió Calipso dándole la espalda y cruzándose de brazos – Ahora deseo estar sola.

Antonella agachó la cabeza y cerró los ojos con lentitud. Sabía que se había equivocado, pero era orgullosa y alguien con ese carácter nunca se disculpaba con facilidad. Empuñó sus manos con cierta rabia, mientras el arrepentimiento se instalaba cómodamente en su pecho y contra su voluntad.

- Lo siento – murmuró apenas audible.

Esas palabras tuvieron la fuerza suficiente como para alcanzar los oídos de Calipso y provocar que en su corazón brotara un dejo de asombro. Se volteó con lentitud, sin descruzar sus brazos y miró a su hermana con una ceja arqueada.

- ¿Hablas enserio? – preguntó evidenciando lo que sentía.

- No me obligues a repetirlo – respondió su hermana con tono autoritario. Era notable que el orgullo fuera su fuerza y su Talón de Aquiles al mismo tiempo.

- No pienso hacerlo – dijo Calipso con calma – Pero ¿Por qué te disculpas?

- Por haberte fallado como hermana – respondió Antonella en voz baja y tenuemente rasgada.

Calipso pudo percibir la honestidad y dolor con que su hermana pronunciaba aquellas últimas palabras, no solo gracias a su habilidad de percibir el dolor ajeno, sino también por su corazón de oro. Sus brazos se descruzaron y cayeron con pesadez a sus costados, mientras una expresión comprensiva y una pequeña sonrisa aparecían en su hermoso rostro de muñeca de porcelana.

- Eso no es cierto – contradijo – Tú siempre has sido una gran hermana. Siempre me has protegido, ayudado y comprendido. Nunca me dejaste sola, por más veces que nos peleáramos – las lágrimas en su cara se manifestaron como dos corrientes de río deslizándose por sus blancas mejillas – No solo eres mi hermana, eres mi única familia. Y… si alguna vez te menosprecié, no era mi intención hacerlo. Sé que todo lo que estás haciendo es por mí, pero…– la fuerza en sus piernas la traicionó y cayó de rodillas. Los sollozos fueron expulsados sin control alguno – ¡No quiero que esta guerra nos separe! ¡Fue por eso que regresé! No solo por ayudarte, sino porque quiero que estemos juntas hasta el final.

Cubrió su rostro con sus manos, mientras las gotas salinas seguían cayendo una por una.

Antonella había escuchado y atesorado cada palabra dicha por su hermana. En su rostro, después de tanto tiempo de oscuridad e inexpresividad, una dulce sonrisa de amor y unas pequeñas lágrimas de felicidad que brotaron de sus ojos, aparecieron sin posibilidad de evitarlo y su corazón congelado por la frialdad, el dolor y el deber asignado de ser una digna líder, se derritió al recibir aquellas palabras del único ser en todo el universo que realmente quería con toda su alma.

- Nunca me di el tiempo para agradecerte todo lo que hiciste por mí – prosiguió Calipso sin dejar de llorar – Nunca fui una buena hermana y por eso…

Calló al sentir los pasos de Antonella correr a su encuentro, acercarse con lentitud y abrazarla con ternura, como solo una hermana sabría hacerlo.

- Eso no es cierto – negó Antonella – Siempre fuiste una gran hermana ¡La mejor de todas! – gritó aquella ultima frase para luego soltarse a llorar a caudales.

Calipso sintió aquel abrazo como el más bello de los consuelos. Cerró los ojos y correspondió a este, mientras las lágrimas eran las protagonistas de aquella escena.

- Perdóname – rogó Antonella sin soltarla.

- No tengo nada que perdonarte. Te quiero – musitó Calipso abrazándola con más fuerza, sin lastimarla.

Ambas siguieron abrazadas, llorando juntas. Su relación se estaba reparando y todos sus reproches pasaron a ser parte del olvido. Habían vuelto a ser aquellas dulces niñas llenas de inocencia y vida.

Pero no solo el cielo anaranjado, ni las nubes que lo cubrían o los toscos árboles fueron los espectadores de aquella conmovedora escena.

Un erizo negro con franjas rojas, cuyo corazón permanecía incompleto y desolado, observaba desde la rama de un árbol, el más alto siendo precisos, aquella unión entre hermanas. En su alma, brotó una luz nueva, adherida a un sentimiento que desconocía a instantes: empatía.

En su mente, revivió aquella escena, como si también lo hubiese vivido.

Una imagen en donde un erizo como él y una niña de cabello rubio y una sonrisa angelical se prometían siempre estar juntos sin importar lo que pasara.

"Pase lo que pase, siempre seré tu amiga".

La voz de ella lo inundó por completo, asustándolo al mismo tiempo. Cerró los ojos, esperando aquel dolor que siempre acompañaba a esos fragmentos confusos.

Pero este no llegó nunca. Sus parpados se levantaron, enseñando sus orbes escarlata con un dejo de confusión y alivio. Por primera vez, desde que su memoria lo había abandonado, el recuerdo de María no fue sinónimo de alguna dolencia, sino de una sensación reconfortable.

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- ¿Dónde estabas? – le preguntó con enfado.

- Ayudando a mi mejor amigo – respondió el interrogado con algo de tristeza.

"Sonic" recordó Paloma aquel hecho escalofriante – ¿Sigue con vida?

- Gracias a Calipso logró salvarse – respondió Tails.

- Ya veo – musitó la niña, pero pronto adquirió un semblante tosco – ¡No te quedes allí parado y ven a ayudarme!

Tails asintió e ingresó a aquel cuarto donde su trabajo junto a Paloma debía ser ejecutado. Se colocó a la par de ella, observando como la mirada de esta se mantenía fija en la pantalla de la computadora, concentrada en su trabajo, a diferencia del zorrito, cuya cabeza divagaba entre demasiadas cosas. No lograba concentrarse.

- ¿Qué te ocurre? – le preguntó Paloma con impaciencia al sentir la mirada de él sobre su persona.

- Creo que la pregunta debería ir para ti – respondió Tails frunciendo el ceño.

- ¿Eh? – se extrañó Paloma del contraataque.

- ¿Por qué actúas así conmigo? – le preguntó el zorrito directamente.

- No sé de hablas – intentó ella evadirlo – Así soy con todos.

- ¡Mentira! – la encaró el zoomorfo – ¡Tú no eres así!

- ¡¿Tú qué te metes?! – respondió Paloma con ira poco contenida – ¡No me conoces!

- Pero sé que te estás ocultando bajo una máscara – afirmó Tails – Lo has hecho desde que regresamos de la misión ¡Te estás engañando a ti misma!

Un grito ensordecedor se escapó desde lo más profundo del alma de Paloma y cayó de rodillas, golpeando el suelo con sus manos empuñadas.

- Paloma – murmuró Tails consternado.

- ¡Deja de intentar destruirme! – lo acusó ella con descaro, sin mirarlo a la cara – ¡Eso quieres hacer, derrumbar mis fuerzas!

- ¡No! – se apresuró a contestar el zorrito – No quiero herirte, pero quiero que te quites esa máscara. Te estás dañando.

- ¡¿Y tú qué maldita idea puedes tener acerca de mi vida?! – gritó la castaña de forma desesperada, clavándole una mirada asesina – ¡Tú no tienes idea de lo que es perderlo todo, estar solo! ¡No tener nada!

- ¡Lo sé perfectamente! – le quitó Tails cada uno de sus argumentos basados en gritos hirientes al contradecir con aquella frase – Sé cuanto puede doler estar solo, aun cuando estás acompañado. ¡Sé que duele, maldita sea!

Las palabras se estancaron en la boca de Paloma, sin posibilidad de escapar. Aquella confesión le cayó como un balde de agua helada.

- ¡No eres la única que ha perdido a alguien! – prosiguió Tails con la voz quebrada – No puedes ni debes ocultar tu dolor. Puedes controlarlo, pero no debes reprimirlo o te destruirá por dentro. Si te duele, déjalo salir.

Se agachó para estar a la misma altura que ella. Las miradas de ambos se encontraron en aquel ambiente desolado. De los ojos de Paloma brotaron unas gruesas y tibias lágrimas. Ocultó su cara entre sus manos, pero ni un sollozo se escuchó.

- ¿Paloma? – musitó Tails acercándose un poco más. Reaccionó sorprendido al casi caer de espaldas, cuando ella se abalanzó sobre su persona, abrazándolo con fuerza.

- ¡No quise decir eso! – exclamó antes de estallar en llanto. Lágrimas cristalinas cayeron sobre el hombro de Tails, el cual correspondió a su abrazo.

- Tranquila – la consoló a pesar de sentir un nudo en la garganta – Solo… desahógate.

Paloma lloró cual niña pequeña, solo bajo el consuelo del abrazo de su compañero. Sentía como su interior se liberaba de un enorme peso, trayendo consigo un alivio reconfortante. Cuando sus orbes no siguieron derramando más lágrimas, solo exhaló pequeños suspiros, manteniendo los ojos cerrados.

- ¿Te sientes mejor? – le preguntó Tails sin romper el abrazo.

- Creo que sí – respondió ella con la voz entrecortada – Gracias Tails.

El susodicho la apartó con suavidad y vio sus ojos enrojecidos, mientras los labios de ella se curvaban en una triste sonrisa. Así era ella. Algo en su corazón le indicaba que esa chica que ahora miraba, era la verdadera Paloma.

- Lamento lo que dije antes – se disculpó la chica – Estaba muy enojada, me dejé llevar y…

- No, no importa – se excusó él bajando la mirada, temiendo una pregunta en específico.

- A ti también algo te duele – dijo ella con amabilidad – ¿O me equivoco?

Tails la contempló con ojos apagados. Era más que obvio que lo que a él le había sucedido no era de la incumbencia de Paloma, pero aun así ella quería saber al respecto, y era una persona de confiar.

- Mi error fue enamorarme – murmuró Tails.

- ¿Enamorarte? – repitió Paloma.

- Fue durante la guerra contra los Metarex – explicó Tails – Su nombre era Cosmo y había resultado ser víctima de ellos. Y nos pidió ayuda. No tardó mucho en volverse nuestra amiga. Era una chica maravillosa, un ángel.

- Tú no estabas enamorado de ella – corrigió Paloma al notar el tono de voz que empleaba el zorrito al hablar de ella – La amabas.

- Era un amor correspondido – explicó Tails, sus palabras parecían quebrarse como un cristal – Pero, luego descubrimos… que para salvar al universo, ella debía… tenía que…

No pudo concluir la frase, pues un sollozo se escapó de su garganta y unas lágrimas transparentes como su corazón, rodaron por sus mejillas blancas.

- Tuvo que irse – suavizó ella el verdadero término.

- ¡Debía haber acabado diferente! – gritó él – Ella pudo haber vivido más tiempo si yo hubiese…

- No, no te eches la culpa – interrumpió la castaña – Además, fue su elección. Lo hizo por ustedes. Por ti.

Una expresión asombrada y bañada en lágrimas cubrió el rostro del zoomorfo.

- Estoy segura de que ella quiere verte sonreír – prosiguió la rebelde – Pero no podrás si no liberas ese sufrimiento.

Inhaló hondo y una sonrisa triste curvó de manera tenue sus labios.

- Déjame consolarte.

Esas palabras, pronunciadas con tanta ternura y sinceridad, se depositaron en el marchito corazón de Tails. Agachó la cabeza, dejando escapar más sollozos que no se molestó en tratar de disimular. Un instante después, los delicados brazos de Paloma lo rodearon con cuidado, dándole un abrazo que parecía necesitar desde hace mucho tiempo.

- Tranquilo, estoy aquí contigo. No estás solo – murmuró Paloma con consuelo impregnado en su voz.

Tails solo lloró y lloró, desahogando cada porción de dolor en sus lágrimas, sintiendo el calor que le regalaba el abrazo de la chica, impregnado por una esencia de flores silvestres.

Cuando el llanto cesó, Tails se apartó lentamente de Paloma y secó el resto de sus lágrimas con su antebrazo.

- Gracias Paloma – dijo él entre pequeños hipidos.

- No me lo agradezcas – pidió ella – Fue… algo mutuo.

Se quedaron en silencio unos minutos, sin saber que hacer o que decir tras la instancia de consuelo.

- Bueno, creo que debemos volver a lo nuestro – dijo finalmente Tails rompiendo el silencio.

- Entonces, manos a la obra – respondió Paloma entusiasta nuevamente.

Ambos se pusieron de pie y volvieron a enfocar su atención en la computadora central. Debían escudriñar con atención cada dato que los rebeldes habían robado y encontrar una buena pista sobre las debilidades del enemigo. O algo relacionado a sus planes.

Pese a que ambos estaban totalmente concentrados en su trabajo, un dilema se depositó en la cabeza de la joven rebelde.

"Su historia es muy dolorosa" pensaba "Pero al menos conoció el amor".

Y una pregunta más surgió:

"¿Alguna vez sentiré eso por alguien?".

Esas preguntas ajenas a su labor y personalidad, la dejarían a futuro varias noches sin dormir.

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOo

Iba de regreso a la base, aun recordando aquel dialogo, luego del momento maravilloso en el que reparó el vínculo con su hermana.

Habían pasado de las disculpas a discutir un posible movimiento de ataque.

Flashback:

- Podría ser desde las alturas – sugirió Calipso.

- Para eso necesitaríamos una nave más resistente – indicó Antonella – Las que poseemos ya han sufrido demasiado daño y no resistirían.

- Podríamos hablar con Tails y preguntarle si es posible usar su nave – dijo Calipso con ánimos – El Tifón Azul es la nave más grande que te podrías imaginar y resiste ataques letales.

- ¿Viniste en otra nave cuando regresaste? – preguntó su hermana, a lo que Calipso asintió con la cabeza – ¿Y qué hay de la nave que usaste para escapar de aquí?

Un sudor frío le recorrió las sienes y sintió que el corazón se le subía a la garganta.

- Se destruyó – musitó con miedo.

- ¡¿Qué dices?! – exclamó Antonella, escudriñando las expresiones de su hermana menor.

- Cuando llegué a Mobius, me estrellé sin control alguno – explicó Calipso mientras jugaba con sus dedos – Pensé por un momento que había sido un accidente, pero Tails encontró restos de un explosivo dentro de la nave.

Antonella la miró perpleja. Sus ojos se abrieron de par en par, al punto que parecía que se saldrían de sus cuencas.

- Un atentado – musitó en conclusión – ¡Calipso, trataron de…!

- Antonella – la interrumpió Calipso con voz impostada – ¿Alguien más sabía de mi huida? ¿Dé que intentarías enviarme lejos de aquí?

- No – respondió su hermana – No quería que nadie se enterara.

- Entonces…a – empezó a concluir Calipso – Si nadie sabía de mi escape y la nave en la que me enviaste era la que te pertenecía, a quien trataron de aniquilar… fue a ti.

Los orbes de Antonella parecían expulsar fuego e ira. Sus pupilas se dilataron y una expresión de enfado y miedo se plasmó en su cara.

- ¡Maldita sea! – gritó a todo pulmón – ¡Alguien nos traicionó!

- Shhh – la hizo callar la otra – Debemos ser discretas y descubrir al culpable por nosotras mismas. Si alguien más llega a enterarse, los rebeldes podrían llegar a matarse entre ellos.

Pese a que en ese instante habría dado lo que fuera por encontrar al traidor y ahorcarlo con sus propias manos hasta romperle el cuello, sabía que debía controlarse. Calipso tenía mucha razón, debían guardar silencio y encontrar a la rata cuanto antes o estarían todos acabados. Y sus aliados necesitaban estar unidos si querían derrocar a Marina de una vez por todas.

- Calipso – preguntó la líder cuando su ira se vio levemente aplacada – ¿Por qué no me lo dijiste antes?

- Tenía miedo – confesó la susodicha – Miedo a que creyeras que estaba siendo paranoica o que estaba inventando excusas para ayudar al enemigo…

- ¡Nunca! – exclamó Antonella – Eres mi hermana y a ti siempre voy a creerte primero. Confío ciegamente en ti.

- Gracias hermana – dijo Calipso sonriendo con dulzura.

- Debemos regresar – le recordó Antonella – ¿Me sigues?

- Después te alcanzo – respondió Calipso – Quiero quedarme aquí y despejar mi cabeza antes de volver.

- Te esperaré allá – dijo su hermana – No olvides que te quiero.

Tras decir aquello, regresó por el mismo túnel oculto a través del cual había llegado hasta ese lugar, dejando sola a Calipso.

- No lo olvido – respondió ella al aire.

Fin del Flashback

Se preguntó como podría hallar al traidor. No podía comenzar a interrogar uno por uno a los demás o habría demasiadas sospechas o incluso podría rebajarse a una separación del grupo y Kokoro perdería todas las esperanzas.

Detuvo sus pensamientos y sus pasos algo acelerados, cuando la presencia de alguien delante de ella la hizo sonreír levemente.

- Shadow – musitó.

Estaba parado sobre una roca, con la mirada fija en un punto inexacto y con su semblante inexpresivo como siempre. Calipso estaba detrás de él y tuvo la sensación de que el erizo ya se había percatado de su presencia.

- Creí que estabas en la base – dijo ella intentando iniciar una platica.

- No es un lugar que me agrade mucho – le respondió Shadow, causándole una leve sensación de asombro. No esperaba realmente que le respondiera.

- Lo sé – respondió finalmente Calipso susurrante – No es muy acogedor que digamos.

Un silencio incómodo se instaló entre ambos. Como si las palabras hubiesen muerto de repente, dejando al silencio al mando.

Como una memoria fugaz, ella recordó los brazaletes de oro que él había dejado caer a sus pies durante el ataque previo a la llegada a Kokoro. Los llevaba en el bolsillo de su falda y por alguna razón que ella desconocía, aun no había nacido la idea de regresárselos.

- Te pertenecen – dijo ella con voz gutural, mientras sacaba de su bolsillo aquel par de argollas y extendía la mano para entregarlas. Shadow se volteó con lentitud y vio aquello que le pertenecía.

- Sabía que tú los tenías – le dijo con tono acusante.

- ¿Qué? – se tensó Calipso mientras un leve escalofrío recorría su espalda – Si lo sabías ¿Por qué no me los pediste?

- Porque también sabía que me los devolverías – respondió Shadow suavizando levemente su voz.

Ella arqueó una ceja, confundida por aquellas palabras. El erizo se aproximó a ella y le arrebató los brazaletes de su mano, provocándole un respingo ante el movimiento brusco.

- ¿Confías en mí? – le preguntó ella directamente.

- No confío en nadie – respondió el erizo negro con frialdad acostumbrada, matando las esperanzas de Calipso. Esta bajó la cabeza, desviando la mirada. No podía evitarlo, le dolía que él se comportara así con ella, pero también hacía un esfuerzo por entenderlo.

- Si yo fuera tú me preocuparía más por eso – señaló él, el tobillo mal vendado y herido de la rebelde.

- Solo es un rasguño – mintió ella. Se disponía a irse de allí, pero al dar el primer paso, un profundo dolor se instaló en su herida, haciéndola caer y soltar un quejido desgarrador. Intentó levantarse, pero sus fuerzas se opacaron por el dolor y volvió a desplomarse.

- Así solo vas a lastimarte más – regañó Shadow con indiferencia. Calipso no le contestó. Una expresión exasperada se dibujó en su rostro mientras permanecía en el suelo.

La forma de vida perfecta soltó un suspiro de molestia y acercándose a la chica de cabellos castaños la tomó en sus brazos, levantándola del suelo, cargándola estilo nupcial sin hacer mucho esfuerzo a primera vista.

- ¿Qué haces? – se extrañó ella a la vez que sentía un leve nerviosismo manifestarse de una forma algo desagradable. Su cuerpo temblaba como gelatina.

- No creo que puedas arrastrarte hasta la base – respondió Shadow con burla y comenzó a avanzar a paso lento en dirección hacia la base de los rebeldes con la joven en sus brazos.

Calipso no podía sentirse más confundida. Primero se comportaba cruel con ella y luego la llevaba con delicadeza al hallarse lastimada. Era un ser sin remedio sin lugar a duda.

"Eres todo un enigma, Shadow" pensó sonriendo mientras se aferraba con suavidad del cuello del erizo.

Shadow no emitió palabra alguna durante el breve trayecto. Solo cargó a la joven con extremo cuidado, sin poder evitar verla de reojo de vez en cuando. No podía evitar sentir la extraña sensación de que ella, o alguien como ella, había estado presente en su vida, previo a su lamentable incidente. Pero no recordaba absolutamente nada.

Al llegar a la base, la llevó a la sala principal y la acomodó en el suelo.

- ¿Dónde están Rose y su amiguita? – inquirió con molestia.

- Cream viene llegando ahora – respondió Calipso señalando a la pequeña conejita que se acercaba a trote.

- ¡Encárgate de ella, niña! – le ordenó Shadow con enfado.

- Gracias por traerme – agradeció Calipso ignorando el execrable comportamiento de Shadow.

- Solo cuídate, Calipso – le respondió indiferente él, antes de salir de allí.

Calipso transformó la expresión de su rostro a una sonrisa notable y deslumbrante. Era la primera vez, desde que lo había conocido aquella noche lluviosa en Mobius, que él la llamaba por su nombre. Pese a la frialdad con que fue pronunciado, ella lo recibió como si fuese un halago.

- ¡Calipso! ¿Qué te sucedió? – el grito de angustia de Cream la despertó de su breve ensoñación.

- Un robot me disparó – respondió Calipso como si fuera algo de lo más común.

- Menos mal que Tails trajo equipo medicinal – dijo Cream mientras acercaba un botiquín de primeros auxilios que le pertenecía al mencionado zorrito. Extrajo de allí unas cuantas vendas y otros utensilios para limpiar y desinfectar heridas. No espero más para empezar con su labor.

Esta se asombró de las habilidades de la menor de los zoomorfos, pues pese a que solo era una niña, parecía tener mucho conocimiento en primeros auxilios. No se quejó ni se sintió incómoda, sino todo lo contrario.

- Listo – dijo Cream una vez que acabó su tarea.

Calipso observó su tobillo cuidadosamente tratado y vendado. Ya no sentía ni una pizca de dolor.

- Espero poder caminar – dijo Calipso – Gracias Cream.

- Descuida, para eso estamos los amigos – respondió la conejita con una pequeña sonrisa.

- ¡Calipso! – se escuchó una voz familiar gritar desde lejos.

- ¡Estoy aquí, en la habitación principal! – respondió Calipso de igual forma y sin levantarse del suelo.

Unos segundos después la dueña de aquella voz, su hermana Antonella, entró apresurada a la habitación. Tenía el rostro pálido y la respiración agitada.

- Hermana ¿Qué pasó? – se asustó Calipso. Se puso de pie a toda prisa.

- ¡Cream, sal de aquí! – ordenó la líder a la susodicha quien permanecía ignorante a lo que sucedía – ¡Ahora!

Esta asintió algo asustada y salió con prisa de allí, dejando a solas a ambas hermanas.

- Tenías razón – dijo Antonella tras mirar hacia todos lados, verificando que estuvieran completamente solas.

- ¿Eh? – se confundió Calipso.

- Paloma y Tails lo confirmaron – prosiguió su hermana, causando un mayor desconcierto.

- ¿Dé qué estás hablando? – preguntó su hermana, temiendo a lo que se refería.

- Marina infiltró a uno de los suyos entre los rebeldes – explicó Antonella de forma atropellada – Por eso siempre tenía un contraataque preparado.

- ¡¿QUÉ?! – Calipso era incapaz de considerar verídicas aquellas palabras, de confirmar que uno de sus temores era verdadero. Eso estaba mal. Muy mal. Era una pesadilla encarnada en la realidad.

- Es la verdad – afirmó Antonella con decepción y enfado a la vez.

- No puede ser cierto – negó Calipso frenéticamente – Debe haber un error. Eso es imposible ¡Es imposible que uno de ellos sea… sea…!

- Lo que sospechábamos era cierto – concluyó su hermana.

Ambas guardaron silencio y se dirigieron mutuamente una mirada llena de defraudación. Esa era la cruda verdad. Una que jamás hubiesen creído verdadera. Uno de los rebeldes nunca lo había sido y todos los continuos fracasos de los últimos meses eran a causa de ello; porque era un traidor disfrazado de aliado.

Pero ahora, lo pagaría muy caro.


Y… eso es todo amigos xD

¿Lo habían sospechado o imaginado? Lo peor que puede ocurrir en estas situaciones se acaba de realizar… ¡HAY UN TRAIDOR ENTRE LOS REBELDES! ¡Preparen sus escopetas para dar inicio a la cacería! Jajajajaja

De adelanto, solo les comunicaré que los capítulos que sigan serán igual o más largos que este. Pues ya vamos por los 20 capítulos y falta MENOS de la mitad para que todo acabe. (Ta ta taaán)

Y bueno, antes de irme:

LinkZX: ¡Muchas gracias! Nuevamente llegas con tu fiel review por capitulo. En verdad me siento apoyada por ti. Me alegra saber que desde tu perspectiva la escena de acción anterior haya quedado bien. No soy NADA buena escribiendo esa clase de situaciones. Sabrás un poco más de Marina MUY pronto. Todo a su tiempo xD Y con respecto a Tails… bueno, el pobre tiene apenas ocho o nueve años y ya tuvo traumas en el pasado. Mucho no le vamos a hacer jajajaja. Atento a la relación extraña de Calipso y Shadow, probablemente a futuro te lleves una que otra sorpresa.

Y a los demás que leen sin comentar… ¡HAGANLO!

Y los espero a todos en una próxima actualización.

¡Bye-Bye!