¡Hola a todos de nuevo! Lo sé, soy un asco de primera por abandonar tanto tiempo este fic, pero simplemente fue inevitable. Han ocurrido demasiadas cosas y además mi tiempo se reduce ahora como universitaria. ¡Tardé más de un año en actualizar! Sí, mi nombre de fanficker es indigno de mí. Pero ¡ya qué! Aquí está finalmente la actualización. Veamos ahora como pueden ir las cosas.


21- ¿Un traidor?

- ¡¿Qué quieres decir con qué lograron escapar?! – gritó con furia la tirana.

- Contaban con más ayuda de la que habíamos prevenido – se explicó el sirviente de metal carente de emociones.

- ¡Explícate bien, pedazo de chatarra! – le ordenó Marina llena de rabia.

- Unos seres desconocidos venían con ellos y les ayudaron a derrotarnos – explicó el robot – Al parecer, no son de este planeta. Provienen desde el exterior.

- ¡Lo que me faltaba! – exclamó ella empuñando sus manos y enseñando un mohín de creciente enfado – Apuesto a que esa tal Calipso los trajo con ella ¡Maldita entrometida!

- Descuide, su Majestad – aseguró el robot – En cuanto aparezcan nuevamente, los vamos a atrapar…

- ¡CÁLLATE! – le gritó Marina – Primero esos malditos destruyen el núcleo mi barrera de defensa, luego roban y destruyen los archivos de mis planes y para colmo escaparon como si nada.

Se levantó con brusquedad de aquel trono y dirigió una mirada fulminante a aquel soldado robótico.

- ¡Mátenlos! – ordenó desquiciada – ¡Quiero que los busquen y los maten a todos! ¡Destruyan todo lo que hay a su paso si es necesario! Elimínenlos y también busquen el cetro. ¡No olviden que ese es nuestro objetivo!

Marina no olvidaba y mantenía como prioridad que su plan era hallar el cetro de Yumiko y usar su poder para su plan de conquista universal. Los rebeldes era una constante piedra en su zapato y ya no dudaría en masacrarlos uno por uno.

- Nuestra guardia se ha reducido más de la mitad – le recordó su sirviente – Ante la destrucción de la maquinaria para fabricarlos, ya no podemos hacer nada.

- ¡Lo sé! – respondió ella con exasperación – Así que recurriré a mi plan de emergencia.

Su expresión se tornó aun más macabra, si es que eso era posible.

- ¿Qué fuente de energía usará? – preguntó el soldado.

- Mi propia energía vital y mis poderes – declaró la mujer con orgullo.

- Usted sabe que eso le costará muy caro – le advirtió el contrario.

- Puede que me debilite por un lapso breve de tiempo – admitió Marina – Pero después de ello, tendré suficiente poder y energía como para conquistar cuanto me plazca. Por eso ustedes deben acorralar al enemigo y buscar el cetro.

- ¿Pretende encargarse usted misma de los rebeldes? – preguntó el guardia.

- Veo que por fin lo entiendes, pedazo de metal oxidado – reprochó con burla la tirana – Ustedes deben encontrarlos. Maten algunos para divertirse, pero tráiganme a la mayoría con vida y yo misma derramaré su sangre, manchando cada rincón de este planeta. Sus nuevos aliados no son rivales para mí. Será como aplastar un insecto.

Una risa macabra resonó en aquella habitación, generando un ambiente aun más escalofriante.

- Entendido, mi señora – respondió el contrario inclinándose levemente – La nueva misión será comunicada a los demás: buscar el cetro por medio del método de la destrucción masiva. Capturar a los rebeldes y eliminarnos posteriormente.

- ¡Ve y haz lo tuyo! – le exigió Marina con voz amenazante, causando que su subordinado diera media vuelta y se retirara de la habitación, dejándola sola. Ella miró en todas direcciones, hasta asegurarse que no hubiese absolutamente nadie. Una vez comprobado, su cara enseñó un semblante serio y levantando sus brazos, creó dos potentes esferas de energía oscura. Cerró los ojos con fuerza y el tamaño de aquellas esferas se acrecentó, siendo rodeadas por una especie de corriente eléctrica. Un ruido extraño, similar a la electricidad en un corto circuito, resonó por toda la habitación y un grupo de capsulas enormes fueron apareciendo alrededor de Marina. Surgían desde un espacio subterráneo, abierto en pequeñas aberturas para que las capsulas subieran. En su interior, había de toda clase de criaturas habitantes del universo. Entre ellos… ¡El doctor Eggman!

La villana truculenta murmuró unas extrañas palabras para el lenguaje común. Era una lengua muerta relacionada a un antiguo ritual oscuro que ella conocía como la palma de su mano.

- Su inmunidad me pertenece, su fuerza ahora corre por mis venas. Su eficiencia ahora es mía ¡A ustedes solo les queda la desgracia! – gritó con una voz inhumana y desagradable. Al mismo tiempo, cada una de las capsulas comenzó a brillar con gran intensidad. Parecían volcanes al borde de la erupción. Un fuerte estallido se escuchó y la parte posterior de cada cabina se destruyó, emitiendo un fluorescente rayo de luz cegador. Cada uno de estos rayos se dirigió hacia Marina, insertándose dentro de su cuerpo y creando una aurora brillante que la envolvió por completo. Toda la habitación brillaba con gran intensidad. Marina estaba concretando su plan más peligroso hasta el momento. Robarles la inmunidad, la fuerza y otras eficacias a los seres más peligrosos de cada planeta existente en el universo, luego usaría esas habilidades para acabar con los rebeldes, controlar el cetro y convertirse en la gobernante suprema de todo el universo. Su ambición a ojos de un tercero resultaba incluso nauseabunda e ilimitada. }

La gran luminiscencia se cortó bruscamente y todo se sumergió en tinieblas una vez más. Marina respiraba entrecortado. Cayó de rodillas al suelo y observó cada capsula que ahora carecía de luz, con sus respectivos prisioneros en el interior. Una sonrisa retorcida volvió a brotar cual mala hierba en los labios de Marina.

- Esto se termina ahora – musitó de forma escalofriante – Es hora de que esas cucarachas asquerosas sepan quién manda aquí.

Una carcajada maligna, fue el sello de aquella amenaza.

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- Es mucho peor de lo que nos imaginábamos – explicó Paloma. Su voz evidenciaba temor a través de un casi implícito tartamudeo.

- ¿Pueden explicarnos con detalle acerca de lo que encontraron? – pidió Calipso a ambos.

Antonella y ella habían ido hasta el cuarto donde Tails y Paloma trabajaban, para confirmar aquellos datos hurtados al enemigo que corroboraban su indeseada teoría.

- No fue demasiado – explicó Tails – La gran mayoría eran grabaciones de seguridad de los interiores del palacio de Kokoro. Lo único que encontramos que nos es de utilidad era un archivo relacionado con un supuesto plan de transferencia de inmunidad y espionaje.

- ¿Inmunidad y espionaje? – repitió Antonella consternada.

- No sabemos con exactitud de que trata ese plan – prosiguió Paloma – pero entre los datos encontramos información sobre nosotros, entregada por el agente 3741, infiltrado entre nosotros.

- Lo que quiere decir que uno de los rebeldes es un traidor – concluyó Tails – Y eso también explicaría por qué casi todos sus planes han fracasado, Antonella. ¡Alguien alertó a Marina todo el tiempo y así ella pudo arruinar los planes de los rebeldes!

Un silencio absoluto reinó en aquella habitación. La situación se volvía cada vez más tensa.

- ¡Maldita perra! – gritó Antonella perdiendo el control.

- ¡Shhh! no grites – la controló su hermana – Debemos ser racionales y calmarnos. Los demás no pueden enterarse.

- ¿Por qué? – se extrañó Paloma mientras arqueaba una ceja en señal de confusión.

- Si todos se enteran de la traición, dudarán los unos de los otros y se acusarán mutuamente ¡Podrían llegar a matarse entre ellos! – explicó Calipso con seriedad – Así que debemos descubrir a esa rata nosotros mismos.

- Entiendo – respondió Tails adquiriendo una expresión preocupada en su rostro.

- ¡Ambos deben guardar silencio sobre este asunto! – les ordenó Antonella con autoridad – No pueden decirle a nadie lo que descubrieron y ante cualquier movimiento sospechoso deben alertarme a mí o a Calipso.

- Prometido – dijo Tails con sinceridad.

- Lo juro como miembro de los rebeldes – prometió Paloma por igual.

- Confío en ustedes – dijo Antonella – ¡Espero que no me fallen!

- No lo harán, hermanita – los defendió Calipso – Ambos son de fiar. Los conozco muy bien.

La rebelde y el zorrito de dos colas le sonrieron a la hermana de la líder a modo de agradecimiento por su confianza.

- Intentaremos averiguar más detalles sobre el nuevo plan de Marina – dijo Tails – Debemos descubrir de que se trata antes de que sea demasiado tarde.

- Hagan bien su trabajo – les exigió Antonella con menos dureza que antes – Sus descubrimientos serán la base de nuestro siguiente movimiento.

- Como digas, jefa – asintió Paloma con cierta gracia.

Dicho esto, la conversación grupal se terminó y el par de hermanas salieron del cuarto, dejando a sus dos aliados jóvenes para que hicieran su trabajo.

Sin embargo, un extraño presentimiento se manifestó en la mente de Calipso. Como si tuviera un indicio de saber de que se trataban los planes de Marina. Lo presentía al recordar el incidente en Mobius, cuando Eggman fue raptado por las "mascotas" de la tirana. Aún había una pieza faltante, pero confiaba en que Paloma y Tails harían hasta lo imposible por resolverlo.

- ¿Crees que logren descubrir lo que trama esa perversa de Marina? – le preguntó su hermana, sacándola de sus cavilaciones internas.

- Supongo que sí – respondió Calipso – Ellos son los más brillantes de este equipo en asuntos de rastreos de datos.

- Lo sé – afirmó la líder.

Ambas siguieron caminando una al lado de la otra, sin un lugar fijo a dónde detenerse. Necesitaban que la cruda idea de que alguien en quien habían confiado era su enemigo les entrara en la cabeza sin escapar. Antonella no lo dejaría salirse con la suya. Lo encontraría y lo haría pagar caro por todo. Calipso también quería vengarse, pero le era todo un desafío volver a confiar en sus compañeros ahora que conocía este engaño.

Al menos ambas creían plenamente que ninguno de los habitantes de Mobius podía ser la rata. Confiaban en cada uno de ellos por igual, especialmente Calipso al conocerlos un poco mejor, pero anhelaba tener esa misma confianza en Shadow alguna vez.

- Desearía poder confiar en él – musitó inconscientemente en voz baja.

- ¿Confiar en quién? – le preguntó Antonella extrañada de su cambio de actitud.

- Hablo de Shadow – respondió Calipso.

- ¿Hablas de ese erizo negro que tiene cara de pocos amigos? – preguntó su hermana con algo de recelo.

- Sí – Calipso asintió cabizbaja.

- No lo conozco como tú – dijo la líder – pero no me fío de su actitud. No creo que sea alguien en quien pudiésemos confiar.

- Yo estoy segura de que sí podemos hacerlo – contradijo su hermana – Es solo… que necesita ayuda.

Antonella desvió la mirada, insegura sobre que responderle a su pariente. Prefirió guardar silencio y que Calipso averiguara por su cuenta si Shadow era alguien de fiar o no. Había muchas cosas que Calipso debía descubrir por sí misma. Aprender a saber en quien confiar o no, era una de esas cosas.

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- ¿Tienes nueva información acerca de los rebeldes? – reclamaba una desagradable voz femenina desde el otro lado del transmisor.

- Digamos que la actividad se ha visto reducida – fue la respuesta del soplón – Además, ese patético erizo azul resultó herido casi de muerte por tu mascota. Es una pena que haya salido con vida.

- Al menos mis queridas mascotas sí saben cómo hacer bien su trabajo – se burló Marina.

- Descuide – fue la respuesta de su infiltrado – Aún no descubren mis verdaderas intenciones y solo lo harán cuando estén agonizando frente a mí.

- ¿Y me quitarás el placer de ensuciarme las manos con la sangre de mis enemigos? – alegó Marina.

- Será algo mucho mejor, Majestad – aseguró el traidor – Haré que se maten entre ellos.

- Espero que tu plan resulte – amenazó la tirana – ¡O tú serás su reemplazo!

- Descuide, solo hay que esperar a que comiencen a sospechar – habló el otro con mucha calma – Y le aseguro que todo resultará como usted lo desea.

- Mantenme informada – exigió la dictadora – Además, ya di ejecución de mi plan de emergencia. Gracias a mis renovadas capacidades, los acorralaré como si fueran unas ratas inmundas.

- ¿Se refiere al plan de transferencia de inmunidad? – interrogó el traidor.

- ¿Tú qué crees? – se escuchó con malicia del otro lado.

- Bien por usted – dijo el culpable infiltrado – La mantendré informada.

- ¡No falles, patán! – volvió a amenazar ella – ¡O sabrás lo que es el dolor de la muerte!

La conexión se cortó y el traidor sonrió con satisfacción.

Se hallaba escondido en el bosque, lejos de la base para poder hablar con Marina, asegurándose de que nadie lo viera. Todo marchaba perfectamente en orden. Ahora que Marina había obtenido la inmunidad y otras capacidades de otros seres del universo, sus probabilidades de eliminar a los rebeldes y hallar el cetro por sí misma se habían incrementado. La conquista del universo estaba a unos pasos de ser alcanzada.

De lo que no se percató de inmediato, fue que no estaba solo. Unos oídos muy bien entrenados y desarrollados habían escuchado cada palabra del dialogo entre Marina y el traidor. Aún no distinguía quien era, pues la conversación la había escuchado por casualidad cuando salió de la base, harta de estar encerrada y con ganas de estirar las piernas y las alas. Lo necesitaba tras la batalla breve en el palacio. Se acercó con cuidado y escondida entre unos árboles cercados por gruesos arbustos. Miró con precaución y atención. Muy desagradable fue su sorpresa al conseguir reconocer al traidor. Sin duda alguna, estaba anonadada.

- Dante – musitó por lo bajo – ¡Maldito traidor!

Inmediatamente se alejó de allí. Debía darle aviso a Antonella sobre el peligro que ahora Dante representaba para los rebeldes. Él nunca fue miembro de los rebeldes, solo era un tramposo y un mentiroso. Debía pagar por sus actos y por pertenecer al bando de Marina.

Tan concentrada estaba en sus pensamientos, que tropezó con una piedra antes de poder elevarse volando, cayendo de rodillas y causando un leve estruendo.

- ¡Demonios! – masculló Rouge con enfado.

Se levantó del suelo, sacudió el polvo de su ropa y su rostro y lanzó un suspiro de fastidio.

- Tengo que hablar con la líder – se dijo a sí misma mientras levantaba su brazo derecho y encendía el comunicador para establecer contacto con Antonella.

- ¿Sabías que escuchar conversaciones ajenas es de mala educación? – escuchó a sus espaldas. Un frío intenso en forma de escalofrío le recorrió el cuerpo y sus ojos se abrieron con temor. Miró de reojo hacia atrás. Dante la escudriñaba con expresión pervertida.

- Como ladrona no tengo escrúpulos – contestó Rouge volteando a verlo con coquetería – Al igual que los traidores de pacotilla como tú, Dante.

- Veo que tienes agallas – se burló Dante sonriendo con maldad.

- Y si no te importa, debo largarme de aquí – declaró la murciélago con soltura – No tolero a los patanes como tú.

- Me temo que no será posible – amenazó él mientras sacaba del bolsillo de su pantalón, una pistola cargada y apuntaba hacia ella – Que pena que tanta belleza se tenga que desperdiciar.

- ¡Ya lo veremos! – desafió ella y se lanzó cual rayo hacia él, con el objetivo de golpearlo. Dante enfocó su objetivo.

¡BANG!

Un disparo hizo eco en todo el bosque, ahuyentando a unas pocas aves y otros seres vivos. Rouge retrocedió con brusquedad, sintiendo un frío horrible penetrar su cuerpo y entrecortar su respiración. Sintió brotar un líquido cálido de su costado, acompañado de un fuerte ardor. Colocó su mano allí y al levantarla, a la altura de su rostro, un sudor frío recorrió su frente. La sangre manchaba su mano enguantada.

- Me diste – musitó.

Cayó de rodillas al perder la estabilidad de sus piernas, sus ojos se nublaron y todo a su alrededor se tornó borroso. Se desplomó, sintiendo como el dolor la inmovilizaba hasta hacerla perder el conocimiento.

Dante se deleitó mirandola en ese estado. Aquel era el mismo rasgo psicópata que compartía con Marina.

- Buenas noches, Rouge – se mofó con maldad. Cogió el brazo de ella y le arrancó el comunicador que llevaba consigo. Destrozó aquel aparato, pisándolo incontables veces, dejando los restos al lado del cuerpo de Rouge.

- Tus amiguitos inútiles no podrán ayudarte – le dijo con desprecio – Pero descuida. Marina se encargará de derramar su sucia sangre.

Sonrió de forma retorcida, para luego internarse en el bosque de camino a la base.

Rouge quedó abandonada en medio del bosque y sus latidos cardiacos intentaban desesperadamente no perder el ritmo, mientras la herida de bala seguía derramando líquido carmín. Sus fuerzas eran nulas, pero debía buscar la forma de alertar a Antonella, antes de que fuese muy tarde.

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Fueron cuatro días durante los cuales, Paloma y Tails trabajaron día y noche con tal de conseguir descifrar algo, pero fue en vano. No había ningún dato que marcara o mostrara algún detalle conciso sobre los planes de Marina. Lo único que encontraron, fue una pista que parecía inservible a primera vista: el plan mencionado se relacionaba con algunas criaturas provenientes de distintos planetas en el universo. Dato útil, pero insuficiente para ser descifrado y saber que pretendía Marina. Era obvio que no se trataba de una tregua, pues ya sabían que ella jamás compartiría el trono con alguien.

- Creo que los planes de Marina ya no deben de intervenir directamente con nuestras estrategias – le manifestó Paloma a Antonella, luego de transcurrir esos cuatro días ya mencionados.

- ¿Dé qué hablas? – inquirió Antonella con enfado.

- Sus estrategias de ataque al enemigo son demasiado dependientes – corroboró Tails lo dicho antes por su compañera.

- Y a estas alturas ya hay que considerar tomar medidas más extremas – declaró Paloma.

- ¿Hablas de atacar sin pensarlo? – se burló la líder.

- Nos referimos a otros términos – se explicó el zorrito.

- Sé que nos querrás golpear por esto – advirtió Paloma – Pero ya no nos queda más opción que destruir la base central de Marina.

- Se refieren a…– Antonella estaba en shock, ante la implícita petición de la rebelde.

- Debemos derribar el Palacio de Kokoro – habló sin rodeos Paloma esta vez.

- ¡¿Acaso no tienes cerebro, niñata?! – la regañó la líder con crueldad – ¡Ese es un sitio valioso y sagrado para nosotros y nuestro pueblo! Simboliza nuestra identidad como pueblo.

- A veces los sacrificios son necesarios – habló Tails con pésame en su voz.

Antonella guardó silencio. Cerró los ojos con fuerza y empuñó sus manos. Algo que ella siempre se había prometido, había sido proteger lo mejor posible, dentro de sus capacidades, de cada lugar de su planeta. Debía salvar a cada espacio de la destrucción, para que así cuando la paz regresara, sus habitantes pudiesen sentir que regresaban a un espacio al que podían llamar hogar y no unas simples ruinas. Debía proteger sus espacios.

- Antonella – volvió a hablar Tails – Sé que deseas proteger a toda costa cada rincón de tu hogar, pero debes al menos pensarlo. Si destruimos el palacio, Marina no tendrá otro lugar donde refugiarse y podremos obligarla a que nos mire a la cara.

Antonella no respondió y solo inclinó la cabeza hacia abajo.

- No sería difícil para ella encontrar refugio – contraargumentó Antonella.

- Pero acabaremos con sus defensas y echaremos por tierra sus planes – respondió Paloma a lo dicho anteriormente – Ya no tendrá más opción que enfrentarnos directamente. Y es más que obvio que el desgaste que le provocan sus poderes le hará caer más rápido. No puedo garantizar la supervivencia de todos aquí, pero sí que la derrotaremos.

El silencio no respondió a la pregunta y solo causaba ansiedad en el zorrito y la chica de ojos verde agua.

- Nunca creí que diría esto – declaró la líder con culpa – pero, solo nos queda aceptar lo que dijiste. Mañana mismo, el palacio y a la vez escudo de Marina, será destruido.

- Sabía que lo entenderías – dijo Paloma con compasión mirándola a los ojos – Todo el sacrificio valdrá la pena al final.

Antonella asintió con la cabeza. El nuevo plan era arriesgado, pero ante la presión de Marina y la presencia de un traidor, era necesario actuar rápido. Así que los tres comenzaron a organizar una estrategia de ataque directo al palacio.

Durante ese tiempo, no solo se tomó esa difícil decisión. En otro aspecto, más positivo, Sonic logró recuperarse por completo de sus heridas durante esos cuatro días. Nuevamente estaba de pie y con el mismo humor divertido de siempre. Esto alegró a Calipso y alivió a Antonella. Ahora que estaba recuperado, todos los ataques y estrategias resultarían exitosos. Además, él esperaba con ansias un nuevo reto. Eso siempre le levantaba el ánimo.

A diferencia de él, Angie no dejaba de sentirse culpable por lo que le había ocurrido. Nunca nadie antes la había protegido con ese ahínco y esa primera vez pudo acabar en tragedia. Durante los días de recuperación de Sonic, no tenía el entusiasmo y seriedad que solían caracterizarla. Pocos lo notaron y Sonic no fue la excepción.

- Hey – le dijo a la joven cuando tuvo oportunidad de hablar con ella – ¿Estás bien?

- Por mi culpa pudiste morir – respondió Angie desviando la mirada.

- Pero sigo vivo y mejor que nunca – respondió él con optimismo.

- No gracias a mí – dijo Angie en voz baja.

Sonic la escudriñó unos segundos. Trataba de entenderla, pero era complicado. Supuso que en parte, era porque los rebeldes no eran necesariamente un grupo de camaradas, sino de guerreros con pasado oscuro, y por ende, desconfiados de los demás, a excepción de Antonella y Calispso, pues eran hermanas.

- No fue tu culpa – aseguró Sonic – El que se arrojó sobre esa cosa fui yo.

- ¿Por qué me salvaste? – preguntó ella directamente.

- Estabas en peligro – respondió el erizo azul como si fuese lo más obvio del mundo – ¿O para qué crees que están los amigos y aliados?

- ¡Pero si apenas me conoces! – se sorprendió Angie. No acostumbraba a estar con seres como Sonic, quienes te ofrecen su amistad al poco tiempo de conocerte.

- Y ya me agradas – respondió Sonic con una sonrisa y guiñándole un ojo.

Angie no pudo evitar reírse con su respuesta. Sin duda, era bastante divertido convivir con él.

- No debes sentirte culpable porque otros quieran ayudarte – le aconsejó el erizo.

- Supongo que tienes razón – dijo Angie mirándolo fijamente – Gracias.

Sonic le sonrió en respuesta y la conversación de ambos llegó a su final.

En cuanto al resto de los rebeldes y habitantes de Mobius, continuaron con sus labores, ignorando la presencia de un traidor entre sus filas… o la ausencia de Rouge. Casi todos suponían que estaba buscando joyas o algo por el estilo. Después de todo, eso era una de sus debilidades. Solo esperaban que sus acciones no captaran atención adversaria. Aunque ante la insistencia de los habitantes de Mobius de que ella sabía muy bien como ser sigilosa, no hubo más consternación al respecto.

Antonella por su parte, no dio comunicado alguno sobre el plan de destruir el palacio, ante el temor justificado de que el traidor avisara al enemigo. Ahora debía ser mucho más cuidadosa. Tanto el plan que le desagradaba como la nauseabunda verdad de que tenía al enemigo en sus filas, la tenían mentalmente agotada, pero la satisfacción de creer que aquel sacrificio los acercaría a la victoria, era lo único que lograba mantenerla en pie.

Durante la noche del cuarto día, logró finalmente conciliar el sueño, teniendo esperanza en que sus nuevos planes no fallarían.

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Se había levantado más temprano que de costumbre. No podía dormir bien. No después que su hermana Antonella le explicara el plan de destruir el Palacio de Kokoro. Calipso temía que, si lo hacían, Marina perdería completamente los escrúpulos y no dudaría en triturar el planeta completo con tal de hallarlos. Ella era un demonio en apariencia simple. Despiadada, cruel, manipuladora, malvada, calculadora y celosa.

De aquella alternativa destructiva en contra del enemigo, Calipso y Antonella solo coincidían que, si bien era una opción arriesgada, lo harían de todos modos.

Salió de la base, encaminándose hacia su lugar secreto. Quería despejar su cabeza antes de emprender tan peligrosa misión. Además, aprovecharía de descansar y estar sola. Lo necesitaba si luego quería conservar su cerebro lúcido.

Recorriendo el mismo camino que la última vez, encontró el túnel en el muro musgoso. Se arrastró a gatas por el agujero y llegó a su sitio favorito.

El cielo se veía algo gris y sin destellos de luz. Parecía querer decir que ese día tendría un oscuro desenlace. El viento apenas soplaba y una calma y silencio inquietantes lo invadían todo.

Ignorando esos aspectos del entorno, ella se sentó en la orilla del acantilado, observando la espesa niebla que lo cubría todo bajo sus pies, como un manto de nubes deprimidas. Se sintió sola, muy sola. Sn lugar al que pertenecer. Desconocía por qué ahora se sentía así.

"Quiero ser libre" pensó con un dejo de tristeza.

- Veo que te gusta venir aquí – una voz familiar y fría le provocó un leve respingo. Buscó con la mirada, el origen de aquel mensaje emitido. Lo encontró, de pie sobre la rama del árbol más alto de ese sitio.

- Shadow – dijo la castaña a modo de saludo, mientras su temor se disipaba – No me esperaba verte aquí.

- No puedo decir lo mismo – contestó él, mientras bajaba rápidamente de la rama y se colocaba junto a la chica. No se sentó. Siguió de pie, tan rígido en su postura como siempre.

- ¿Tú… sabías que estaba aquí? – se extrañó ella.

- Lo supuse – corrigió él – todos necesitan estar a solas por unos minutos en alguna ocasión.

- Supongo – contestó Calipso, sin saber que otra cosa decir.

Ambos mantuvieron la mirada fija hacia adelante, sin mirarse directamente entre ellos. Nuevamente las palabras eran las grandes ausentes del momento. Calipso se extrañó de no sentir el dolor del corazón del erizo negro. Esto la tranquilizó, al menos de momento, él estaba internamente en calma. Además, para ella percibir el dolor de otros era físicamente agotador y lo que menos quería era cansarse en las circunstancias actuales. Sin embargo, sentía el deseo vivo de hablar con él e intentar de ahondar en su ser. Y eso sí que era un verdadero desafío. Más aun si se trataba de Shadow the Hedgehog.

- ¿Sabes? Nunca te he visto sonreír – comentó ella intentando conversar. Shadow no le contestó y siguió con la mirada fija e inexpresiva que lo caracterizaba.

- ¿Algún día te veré sonreír? – preguntó la muchacha con inocencia.

Él no le respondió nuevamente, haciéndola sentir que estaba estorbando. Con un dejo de tristeza, se levantó del suelo y se dispuso a irse.

- No te vayas – musitó Shadow, confundido por sus propia petición. Calipso lo observó de pies a cabeza y se extrañó de su pedido que parecía una súplica. Mas no dijo nada. Lo conocía poco, pero ya se iba acostumbrando a él. Sabía que algo le ocultaba con respecto a su forma de ser, pero ya se lo revelaría. Volvió a su antigua posición y prosiguió a mirarlo.

Cuando él ya parecía no estar atento a los movimientos de la rebelde, ella se aproximó al erizo negro, apoyó la cabeza en su hombro y lo abrazó por detrás, causando que Shadow se estremeciera.

- ¿Qué haces? – se quejó con falsa molestia.

- Supuse… que lo necesitabas – respondió la joven, refiriéndose al abrazo. Cerró los ojos y esperó a que él la empujara o se apartara como lo hacía con todos. Para su sorpresa, él no se movió y lentamente alzó una mano para sostener la de ella con suavidad. Cerró los ojos de igual modo, sintiendo la cálida presencia de aquella dulce jovencita que comenzaba a agradarle, pese a no querer que eso pasara.

Calipso sonrió tímidamente. Sabía que Shadow necesitaba una muestra de afecto, pero no la aceptaría de cualquiera. Y sí había correspondido de alguna forma a su abrazo, quería decir que la estaba aceptando a ella y que le importaba, aunque a primera vista parecía que Shadow solo se preocupaba por si mismo.

La pregunta era ¿Qué lo había llevado a preocuparse por ella?

Él no pensaba en algo con claridad. Solo quería sentir la mano de Calipso sostener la suya. Por alguna razón, la presencia de la rebelde se convertía poco a poco en una necesidad para él. No una necesidad amorosa cursi de pareja, sino de un deseo de protección, de mantenerla a salvo de las garras de la muerte. Brotaba lentamente en el corazón de Shadow aquel deseo y comprendió que esa era su verdadera motivación para permanecer en ese planeta. No buscaba respuestas a su pasado, buscaba cuidar a Calipso. Se había estado engañando a sí mismo de forma estúpida todo el tiempo. Sí que era un auténtico necio.

"Lo siento, Calipso" pensó sin hablar en voz alta.

Ambos se quedaron en un absoluto silencio, disfrutando de aquella muestra de afecto que inevitablemente generaba el crecimiento de la confianza entre ambos.

¡ZZOOOOOOOOM!

Un ruido estrepitoso los obligó a separarse de inmediato por el respingo ocasionado en ambos.

- ¡¿Qué fue eso?! – exclamó Calipso.

- Creo que allí está la respuesta – dijo Shadow señalando hacia arriba.

Calipso dirigió la mirada hacia arriba, donde el erizo negro apuntaba y efectivamente, los causantes de aquel ruido, parecido al de conjunto de aviones de combate, se encontraban allí. Unos extraños destellos blancos cruzaron el cielo como un conjunto de cometas.

- ¿Qué son esas cosas? – se asustó Calipso y se puso de pie de un salto.

Shadow no perdió el tiempo y subiendo en un abrir y cerrar de ojos al mismo árbol en el que había estado hace unos minutos, logró divisar apenas con claridad que eran esos destellos blancos.

- ¡Son capsulas! – exclamó mientras descendía velozmente, volviendo al lado de la joven de orbes color chocolate.

- Pero ¿qué hacen allí y de dónde salieron? – preguntó Calipso algo alterada.

- Esto no es una buena señal – comentó Shadow con su típica postura indiferente.

- ¡Hay que volver con los demás! – exclamó Calipso – Mi hermana debe de saber algo al respecto.

- Eso espero, Calipso – respondió él con frialdad.

- Andando – dijo la rebelde, intentando ir hacia el túnel, pero la mano de Shadow la sostuvo fuertemente de la suya y la retuvo.

- Hay que ser rápidos – dijo con autoridad. Le enseñó la misma esmeralda caos que había usado la última vez y la sostuvo con fuerza.

- No me sueltes la mano – pidió en tono brusco. Ella asintió con la cabeza y apretó con fuerza la mano de él, cerrando sus ojos.

- ¡Chaos Control! – gritó el erizo y un breve destello de luz lo envolvía a él y a su acompañante. La luz cegadora se desvaneció junto con ambos individuos en menos de tres segundos.

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- ¡Lo reconocería hasta con los ojos cerrados! – aseguró Sonic.

- ¿Estás completamente seguro de que era él? – volvió a preguntar Antonella con insistencia.

- ¡Te lo repito! ¡Era Eggman! – gritó Sonic comenzando a enfadarse por la incredulidad de la líder.

- ¿Y cómo es que terminó aquí en nuestro planeta? – preguntó ella.

- Esas cosas que atacaron Mobius debieron haberlo traído hasta aquí – concluyó el erizo azul recordando el incidente en su hogar.

- Pero ahora iba atrapado en esa capsula y siendo expulsado de Kokoro – dijo Antonella en una pose pensativa.

- Eso espero – respondió él – Ese sujeto solo sabe dar dolores de cabeza.

¿Cómo lo había visto? Sonic había salido de la base un momento al escuchar un ruido extraño. Temiendo que Marina los hubiese logrado encontrar, había corrido hasta llegar a la punta de un árbol y en ese mismo momento, vio como un grupo de capsulas cruzaban el empañado cielo, pasando por alto su presencia. Respiró tranquilo, hasta que vio que en una de las capsulas se hallaba el principal enemigo de Mobius que solo podía pensar en la dominación mundial y más allá: El doctor Eggman.

Inmediatamente fue a hablar con Antonella, la cual tuvo mayores sospechas con respecto a ese suceso. Cómo si tuviese entre sus manos la razón y el por qué ello estaba ocurriendo, pero aún sin ser capaz de verlo por si misma. Pero no le podía dar tantas vueltas a ese incidente menor, la prioridad era ejecutar el plan de destrucción. Además, si las capsulas mencionadas habían sido eyectadas fuera del planeta, no existía peligro entonces.

- Descuida, Sonic – aseguró ella – No creo que ello signifique un peligro. Además, lo importante ahora es que ejecutaremos un plan de ataque.

- ¿Cuál es tu idea ahora? – interrogó él con impaciencia.

- Reúne a todos – ordenó Antonella – Les explicaré todo, pero debemos ser rápidos.

- Vuelvo en un segundo – dijo Sonic alzando su pulgar en tono divertido y salió de allí a gran velocidad, dejando un destello azul.

A los pocos minutos, todos los rebeldes y zoomorfos ya estaban allí, con excepción de Calipso y Shadow.

- ¿Dónde está mi hermana? – preguntó Antonella al grupo tras notar la ausencia de la susodicha.

- Ni idea – dijo Amy – No la he visto en toda la mañana.

- Solo espero que no se meta en problemas – agregó Knuckles.

- ¿Quién dices que se metió en problemas? – dijo una voz que ingresaba al lugar. Todos ya conocían de quien se trataba.

- Shadow – nombró finalmente Sonic mientras volteaba a ver al recién aparecido. Estaba junto con Calipso. Ambos tenían una expresión de consternación en sus caras, aunque en la castaña era más notable.

- ¿De dónde vienen? – interrogó Vincent con cierta picardía.

- Eso no importa ahora – le respondió Shadow con molestia.

- Lo que importa es lo que vimos – agregó Calipso con expresión seria.

- ¿De qué están hablando? – preguntó Dante.

- Vimos un conjunto de capsulas extrañas atravesar el cielo y salir de este planeta – contestó Shadow siendo directo.

- Muy lento esta vez, Shadow – dijo Sonic con altanería – Yo ya los vi hace un momento – su voz se tornó fría y seria – Y me encontré con la desagradable sorpresa de que Eggman iba en una de esas capsulas.

- ¡¿Qué dices?! – gritó el erizo negro con sorpresa y exasperación al mismo tiempo.

- Eso no vale nuestro tiempo – interrumpió Antonella – Si las capsulas están fuera de Kokoro, no hay necesidad de consternación para nosotros.

- Espero que tengas razón, Antonella – dijo Dante con voz endurecida – Lo último que necesita este equipo son más problemas.

- Bueno ¿Ahora qué? – preguntó Amy.

- Bueno, la siguiente estrategia se trata de…

Antonella fue interrumpida cuando una alarma de emergencia resonó en el comunicador de Paloma.

- ¡¿Qué ocurre?! – se asustó Cream.

- Lo veremos ahora – contestó Paloma con autoridad y levantó su brazo a la vista de todos, apretó dos botones del comunicador, desplegando una pantalla proyectada en un mediano holograma, la cual correspondía a la grabación en directo de una cámara que los rebeldes habían ocultado en el pueblo casi extinto en caso de que hubiese un ataque.

- ¡Oh no! – exclamó Calipso al ver la transmisión de la pantalla – ¡Nuestro hogar!

Las tropas de la guardia de Marina se encontraban en el pueblo, destruyendo todo a su paso, incendiando los terrenos, las casas y obligando a las personas a huir de allí hacia los terrenos ubicados en las montañas. No eran un grupo muy numeroso, pero desprotegidos podían ser fácilmente aniquilados.

- ¡¿Qué creen que están haciendo?! – vociferó Flavia con impotencia.

- No podemos permitir que esas hojalatas oxidadas destruyan el pueblo – dijo Angie – ¡Es lo único que nos queda a nosotros y a nuestra gente!

- ¿Entonces por qué estamos aquí parados como imbéciles? – alegó Knuckles – ¡Vamos allí y acabemos con ellos!

- Hasta que por fin usaste la cabeza – se burló Sonic, provocando la furia reprimida de su amigo.

- ¡Andando! – ordenó la líder – ¡Cambio de planes! Debemos ir al pueblo y evitar su destrucción.

- ¡Eso sí es un plan! – apoyó Vicente.

El grupo salió de la base y se dirigieron corriendo apresuradamente hacia el pueblo. No podían ir en las naves o los enemigos los detectarían de inmediato. Un ataque sorpresivo en tierra era la mejor opción. Sonic y Shadow se adelantaron junto con Antonella, quien les iba señalando el camino, intentando al mismo tiempo seguirles el paso. Para cualquiera, ambos erizos eran demasiado rápidos.

Los demás les seguían y Vincent era quien iba cerrando la marcha, pero hubo algo que lo hizo detener su agitada carrera y separarse del grupo, quienes ignoraron su ausencia. Vio algo moverse entre unos matorrales secos y de agrio tono mostaza, alertándolo en el acto. Sacó una pistola de su costado y apuntó hacia la árida zona, el miedo y la adrenalina le recorrían las venas.

- ¡Quien sea, salga de allí o disparo! – amenazó en voz alta.

El matorral se sacudió fuertemente y una silueta vagamente familiar apareció ante sus ojos. Parecía tambalearse.

- No… no te atrevas – suplicó la silueta. La voz era femenina, cansada y familiar.

- ¿Rouge? – se sorprendió el rebelde mientras volvía a guardar la pistola.

- No… no te dejaré que…– tartamudeó con voz forzada, antes de desplomarse.

- ¡Rouge! – gritó Vincent corriendo a sostenerla antes de que tocara el suelo. La sostuvo firmemente entre sus brazos, sintiendo la debilidad física de ella.

- Auch – se quejó ella de mala gana.

- ¿Qué ocurrió? – preguntó el joven de forma atropellada, pero la chica murciélago no le respondió y solo podía hacer esfuerzos para no perder el conocimiento. Vincent estuvo a punto de repetir la pregunta, pero al apoyar su mano en el costado de ella para sostenerla mejor, sintió un liquido tibio empapar su mano. Un sudor frío le recorrió las sienes como un escalofrío ante la presencia del peligro. Atemorizado, retiró su mano y la levantó a la altura de su rostro. La sangre corría por sus dedos.

- Te dispararon! – gritó aterrado. La dejó con cuidado en el suelo y arrancó un grueso pedazo de tela de la pierna de su pantalón, usándolo como torniquete y vendaje para ella.

-Hazlo con cuidado – se quejó ella ante la brusquedad y rapidez con que Vincent realizaba su acción de primeros auxilios.

- Espero que esto detenga la hemorragia – musitó él, ignorando las quejas de Rouge – O si no, habré arruinado mi vestimenta para nada.

La chica alada no pudo evitar sonreír ante esa frase. Él era bastante altanero y eso le agradaba de su persona.

- ¿Cuándo te dispararon? – le interrogó el chico.

- Hace… cuatro o tres días – contestó ella con cierta inseguridad.

- Pero ¡¿cómo sobreviviste?! – se sobresaltó el rebelde sin poder ocultarlo.

- Las damas tenemos… nuestros secretos – dijo ella en un tono que resultó más amenazante que coqueto – Pero eso… ya no importa.

- ¿Quién fue el malnacido que te disparó? – preguntó él con rabia.

- El traidor que hay entre ustedes – respondió Rouge con mayor seriedad que antes.

- ¡¿QUÉ?! – fue todo lo que pudo escapar de los labios de Vincent.

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOo

Se acercaban cada vez más y el ruido provocado por la destrucción de sus enemigos se escuchaba cada vez más fuerte en los oídos de cada uno.

- Ya casi llegamos – dijo Angie.

- Prepárense a atacar – habló Flavia.

- ¡Alto! No hagan ruido – les ordenó Antonella – La idea es escondernos y sorprenderlos.

- ¿Y qué hay de la gente del pueblo? – preguntó Tails consternado.

- Ellos no superan aproximadamente los 50 individuos – estimó la líder, para sorpresa de los zoomorfos – Todos los demás huyeron a las montañas por lo último que pudimos observar. Así que primero debemos verificar que todos se hayan ido y que estén bien.

- ¿Alguna idea? – inquirió Dante.

- Amy, Angie y Calipso – llamó Antonella a sus tres compañeras – Quiero que verifiquen que los habitantes del pueblo estén a salvo. Sean sigilosas y prepárense para cualquier ataque.

- Sería más sencillo si Amy tuviera con que defenderse – se mofó Angie.

Amy le lanzó una mirada asesina y en cosa de segundos, en las manos de esta, apareció su reconocible armamento: Piko Piko Hammer. Un martillo gigante de color rojo y amarillo.

- ¡¿Pero qué…?! – se sorprendió Calipso. Y no fue la única. Todos quedaron mudos de la impresión, incluso Antonella, ante lo que acababan de ver.

- Olvidé comentarles que siempre lleva eso con ella – dijo Sonic en tono de broma y encogiéndose de hombros.

- ¿Ahora quién es la indefensa? – se burló Amy de Angie esta vez. Esta siquiera se inmutó y se rebajó a desviar la mirada.

- Bueno, supongo que ya pueden ejecutar lo que les pedí – dijo Antonella recuperando la compostura – ¡Vayan y tengan cuidado! Si requieren refuerzos, den aviso por los comunicadores.

- De acuerdo – afirmó Calipso. Las dos rebeldes y la eriza rosa inmediatamente tomaron un sendero a través del bosque que las llevaría al pueblo sin ser percibidas.

- ¿Y nosotros qué? – preguntó Dante con impaciencia.

- Nosotros debemos atacar – respondió Antonella – Quiero que Vincent…– calló de inmediato al notar la ausencia del mencionado rebelde.

- ¿En dónde está Vincent? – se consternó Sonic.

- Iba al final de todos nosotros – respondió Tails – ¡Tal vez algo malo le sucedió!

- ¡Olvídenlo! – ordenó Antonella ya bastante furiosa. Su paciencia apenas era un tercio de antes – ¡Lo que importa es hacer algo!

- ¿Plan B? – preguntó Knuckles.

- ¡Sonic! – llamó la líder al erizo azul – Quiero que vayas hasta esa zona invadida y hagas lo que mejor sabes hacer.

- ¿Presumir? – se burló Shadow.

- Distrae a esas hojalatas – aclaró Antonella ignorando por completo el comentario de Shadow – Llama su atención y en cuanto lo consigas, nosotros los atacaremos y destruiremos.

- Ok. Será divertido – afirmó Sonic con una sonrisa confiada y de inmediato se dirigió al pueblo casi en ruinas a cumplir su cometido.

- Si ese faker no actúa rápido dudo mucho que vea otra vez la luz del día – comentó Shadow en tono de desprecio.

- Que tosco y pesimista eres – criticó Paloma con expresión aburrida.

- Shhh, no discutan y observen el terreno – les ordenó su líder – En cuanto Sonic los distraiga, podremos atacar por detrás.

- Como digas – respondió Dante y fuera del alcance de la mirada de los demás, sonrió maliciosamente. "No podrán resistir mucho" pensó.

Mientras tanto, Sonic ya había llegado a la aldea y aumentando su velocidad, pasó por entre los guardias robots, captando su atención de inmediato con su destello azul. Estos fijaron su objetivo en el erizo y comenzaron a disparar incontables veces, sin conseguir siquiera rozarlo.

- ¿Acaso no saben darle a un blanco en movimiento? – se burló el zoomorfo sin dejar de correr de aquí para allá.

- ¡Logró captar su atención! – exclamó Tails dando por cumplido el primer paso.

- ¡Ataquen con todo! – fue la orden dictada por Antonella.

Los rebeldes y los habitantes de Mobius corrieron dispuestos a atacar con todo, dispuestos a luchar en equipo hasta el final.

Paloma y Tails atacaron juntos por su parte. Él la sostenía desde una altura prudente, volando con sus colas, y luego la dejaba caer sobre las cabezas de los robots, aterrizando ella en un perfecto equilibrio y destruyendo los circuitos de su cabeza con su armamento. Sonic y Shadow eran un torbellino de patadas que iban tan rápido que resultaba imposible distinguirlos. Knuckles atacaba a puño limpio y le cuidaba la espalda a Flavia. Los demás atacaban a disparos o usando armas blancas y técnicas de defensa.

- Antonella ¿Me escuchas? – se oyó en el comunicador de la líder, quien de inmediato se apartó un poco para poder responder el llamado. Las ruinas de una casa le permitieron ocultarse.

- Te escucho Angie – respondió finalmente – ¿Ha sucedido algo?

- Por suerte nadie del pueblo resultó gravemente herido – explicó Angie – Huyeron a tiempo hacia terreno en las montañas para no ser rastreados por Marina y su ejército. Localizamos sus huellas y las borramos para evitar que los encuentren. Puedes quedarte tranquila con eso.

- Buen trabajo, chicas – alabó Antonella – Ahora necesitamos su ayuda aquí. Estamos atacando al enemigo y nos falta gente.

- Llegaremos tan pronto como podamos – afirmó Angie – Cambio y fuera.

Tan pronto como aquel intercambio de información acabó, Antonella apagó el comunicador y regresó al combate.

Los robots parecían no ceder ante los ataques. Resultaban con daños no menores, pero lo difícil consistía en derribarlos. Incluso los ataques de Shadow eran insuficientes. Pero eso no desanimó a los demás. La pelea debía ser con todo o nada.

- Debe de haber una forma de acabarlos – dijo Knuckles sin dejar de dar golpes a diestra y siniestra.

- ¿Y cuál es esa manera, genio? – preguntó Sonic deteniéndose un par de segundos antes de seguir luchando – Siquiera los golpes de Shadow han funcionado.

Shadow comenzó a utilizar su ataque de Chaos Spear, pero tampoco logró algún avance. Aunque si captó con mayor intensidad la mirada enemiga y consiguió que uno de los robots lo atacara, hiriéndole el brazo, obligándolo a frenar de golpe.

- ¡Maldita sea! – masculló sintiendo su brazo arder de dolor.

Vio al robot apuntarle, dispuesto a volarle la cabeza. Shadow lo miró fijo. Incluso ante la muerte no desviaría la mirada como un maldito cobarde.

- ¡Cuidado! – escuchó gritar y la figura de Calipso se interpuso entre él y el robot. Ella portaba consigo una pistola y sin ningún remordimiento o temor, disparó contra el enemigo, directo a los circuitos de su cabeza. Consiguió averiar el sistema de funcionamiento. Un solo golpe más y lo acabarían.

- ¡Apártate! – le gritó Shadow a Calipso y levantando su brazo herido, lanzó un Chaos Spear a la cabeza del robot. La superficie dañada comenzó a agrietarse. Calipso se arrojó sobre el erizo a sus espaldas, protegiéndolo con su cuerpo, segundos antes de que el robot explotara de una manera estruendosa, levantando una nube de humo y pedazos de chatarra metálica.

Cuando el peligro pasó, Calipso se apartó de Shadow y lo miró, queriendo asegurarse de que no estuviera herido.

- ¡Tu brazo! – exclamó aterrada al ver aquella herida que ya comenzaba a sangrar.

- No es nada – aseguró él, intentando ocultar su dolor. Se puso de pie y se sostuvo el brazo herido. Ella también se puso de pie, sin apartar su consternada mirada de Shadow.

El resto de los rebeldes, incluyendo a Shadow y Calipso, vieron con absoluta confusión que, tras el estallido y destrucción de uno de los robots, el resto de los armamentos metálicos comenzaba a retroceder rápidamente, abandonando al pueblo como si nada.

- No le veo sentido a esto – comentó Sonic.

- ¿Por qué se retiraron? – preguntó Angie.

- No creo que los hayamos asustado – aseguró Flavia – Esto me huele a una trampa.

- Espero que te equivoques – comentó Knuckles bastante tenso – Esto ya no podría ser peor…

Un conjunto de fuertes graznidos agudos y chillones se escuchó avecinarse hacia ellos. En el opaco cielo de Kokoro, una bandada de extrañas aves se acercaba velozmente. Eran de color negro, pero con pico rojo, con patas delgadas y alas finas y delgadas como la hoja de un cuchillo. Parecían acercarse en posición de ataque.

- ¿Decías algo, viejo? – regañó Sonic al equidna, quien solo apretó los dientes.

Nuevamente era hora de atacar. Aunque la verdad era que, los rebeldes no entendían por qué esta clase de ataques ocurrían justamente en ese momento. Pero lo que importaba no era buscar el motivo, sino acabar con el enemigo y proteger el resto de la aldea.

Pelear contra aquellas aves, sorpresivamente, fue aún más difícil. No eran muy resistentes, pero sí eran muy veloces. Casi tanto como Sonic. Además, sus alas cortaban como cuchillos afilados y pese a que muchas de estas fueron masacradas, los rebeldes acabaron con varias heridas de corte superficial por todo el cuerpo.

- Esto es ridículo – alegó Sonic – Apuesto a que Marina solo busca distraernos con todo esto.

- En cuanto acabemos con esta plaga…– dijo Antonella a duras penas – regresaremos a la base para ejecutar el plan original.

- ¡Antonella! – gritó Dante – ¡Dame tu pistola! ¡La mía ya no tiene municiones!

- ¡De inmediato! – respondió ella mientras se disponía a lanzarle su arma – Ten…

- ¡No lo hagas! – gritó una voz desde lejos.

Todos voltearon a ver hacia donde provenía aquella voz, a la vez que la bandada de pájaros se retiraba. Varios eran cadáveres repartidos por el suelo teñido de carmín.

- ¿Vincent? – se sorprendió Antonella – ¡¿En dónde demonios estabas?!

- Él no… él no es de nuestro bando – habló alguien más: Rouge. Se sujetaba de Vincent con cuidado y aún en estado débil. Señalaba a Dante con el dedo.

- ¿Rouge? – se sorprendió de forma negativa Knuckles – ¿Qué fue lo que…?

- ¡Dante no es un rebelde como nosotros! – vociferó Vincent mientras se acercaba al ya exhausto grupo de guerreros – ¡Es un espía infiltrado por el enemigo! ¡Un traidor!

- ¡Ese maldito me hizo esto! – gritó Rouge con la voz rasposa y haciendo una mueca de dolor, señaló su costado manchado con sangre seca y vendado de forma improvisada.

Un silencio de muerte se apoderó del lugar. Nadie podía creer lo que acababa de escuchar, especialmente Antonella. Dante era uno de sus mejores soldados y resultaba que ahora se trataba del sucio traidor que tanto deseaba encontrar.

- No puede ser… ¿Por qué lo hiciste? – musitó mirando a Dante con ira contenida.

- ¡Hmm! Eres mucho más ingenua de lo que pensaba – se burló Dante, borrando toda expresión de compañerismo y mostrando un rostro desencajado de odio y maldad. Esa era su verdadera esencia.

Todos se quedaron con las palabras en la garganta, presos del sentimiento de sentirse apuñalados por la espalda.

- ¡No eres más que un cobarde! – le gritó Antonella con indignación.

- Que pena que lo descubriste tan tarde – dijo Dante.

- ¿Qué? – se extrañó la líder.

En un rápido y ágil movimiento, Dante le arrebató la pistola a Antonella, la sujetó por el cuello, haciéndola gritar y finalmente, apuntó con el cañón del arma a la cabeza de esta. Los rebeldes se sorprendieron, pero no se quedaron de brazos cruzados y se dispusieron a detener su plan homicida.

- ¡Un paso más y la mato! – amenazó Dante sin soltar a Antonella, quien intentaba aún zafarse de su agarre.

Los rebeldes retrocedieron asustados. La vida de su dirigente estaba en juego y un solo movimiento en falso significaría perderla. Calipso observaba con impotencia aquella escena, mientras la rabia y el miedo la devoraban por dentro. Sus ojos parecían arder en ira y sus manos que temblaban mientras permanecían empuñadas, eran la señal de que estaba a punto de perder el control.

- Calipso – musitó Shadow al percatarse de su estado.

- ¡NO TOQUES A MI HERMANA! – gritó Calipso más enfurecida que nunca y extrayendo una pistola que ocultaba en el bolsillo de su falda, disparó contra el traidor. Dio en el blanco que ella buscaba. Lo hirió de gravedad en el brazo, obligándolo a soltar el arma y a Antonella. Cayó de rodillas, mascullando una variedad de insultos en contra de la hermana menor de la dirigente.

Antonella corrió hacia los suyos y fue recibida por los brazos reconfortantes de su hermana.

- Tranquila. Ya pasó. Estás a salvo – musitó Calipso sin soltarla. Antonella respiraba agitado y se sujetó con más fuerza a su hermana – Ya pasó. Todo está bien – insistía Calipso.

- No quiero interrumpir su momento de hermandad – se entrometió Knukcles con voz consternada – pero… ¡¿Qué demonios es eso?! – señaló con expresión de pánico hacia el cielo. La mirada de todos se dirigió hacia dónde él apuntaba. Un grupo extraño de luces parecían acercarse. ¿Luces? O acaso…

- ¡Misiles! – gritó Vincent – ¡Son misiles!

- Veo que esa maldita mercenaria no pierde el tiempo – se molestó Flavia a la vez que el miedo la invadía.

- ¡Yo me encargaré de esto! – dijo Sonic de forma autoritaria.

- ¡Sonic, no! – lo intentó detener Amy.

- Será divertido – aseguró él con una sonrisa falsa – Me tomará solo unos segundos – miró a Shadow con arrogancia – Pero no pienso ir solo ¿Cuento contigo, Shadow?

El susodicho lo miró fijo y con desprecio, como siempre. Pero esta vez, asintió con la cabeza.

- Hagámoslo – fue su respuesta.

Sin esperar más, ambos dieron un gran salto y realizando un Spin Dash, se arrojaron hacia los misiles destruyendo varios en el proceso, pero estos parecían llegar en cantidades inacabables.

- No lo podrán conseguir – opinó Vincent consternado – Son demasiados misiles.

- ¡Oh, vamos cariño! – canturreó con burla Rouge – Sé un poco más optimista.

Los rebeldes y los visitantes de Mobius observaban con asombro a los dos erizos luchando sin parar. Fue tal su estado de inercia, que nadie notó que el traidor se escurría con esfuerzo, regando el suelo con su sangre. Con sigilo, se posicionó detrás de Calipso, quien estaba concentrada en vigilar a Shadow, y en un rápido movimiento le incrustó una daga en el costado.

La víctima contrajo sus pupilas al sentir el frío metal atravesar de golpe su piel y su carne, incrustándose con fuerza. Un frío agonizante la invadió por completo y sus fuerzas se agotaron, haciéndola caer.

- Hasta nunca – musitó el traidor en su oído para finalmente alejarse a rastras de aquel lugar aun desangrándose por el disparo.

En el cielo, una nube densa y oscura, ocasionada por los misiles destruidos, les impedía a los rebeldes poder ver si Shadow y Sonic habían logrado su cometido.

- ¿Qué estará pasando allí arriba? – preguntó Paloma.

- Sea lo que sea, espero que estén bien – murmuró Tails asustado.

Saliendo de entre la nube de humo denso y habiendo escapado completamente del alcance de los dos erizos, tres misiles se dirigían hacia el pueblo y sin nada que los detuviera. Los rebeldes palidecieron ante la letal situación.

- ¡Maldición! – gritó Flavia.

- ¡Hay que huir! – gritó Angie.

- ¡Aléjense y tírense al suelo! – ordenó Knuckles empezando a correr - ¡Solo tenemos unos segundos!

"Sonic" pensó Amy en su amado con temor, anhelando que sobreviviera.

Todos escaparon, pero su falta de energía les impedía ir más rápido de lo que realmente querían. Se alejaron cuanto pudieron, arrojándose al suelo y cubriéndose la cabeza, en espera del impacto.

En medio de aquella confusión, nadie notó que Calipso yacía en el suelo, arrastrándose para intentar escapar. Vio los misiles acercarse, por suerte ninguno cerca de ella, comprendiendo que la misión había fracasado. Cerró los ojos, resignada.

El impacto de los misiles y la posterior explosión acabó en un resultado completamente arrasador y destructivo. En segundos, lo que quedaba del pueblo ardió en llamas y ninguna estructura restante logró sobrevivir. Afortunadamente los rebeldes seguían con vida pese a todo. Aun con su inminente derrota en aquella batalla, la esperanza seguía en pie gracias a ellos.

Los erizos que habían dado todo de sí para evitar aquella catástrofe, cayeron pesadamente como un par de rocas, aterrizando dolorosamente en el suelo del pueblo destruido y bañado en fuego y escombros. La imagen daba una sensación agónica de que todo se había terminado para el bien.

"Lo lamento. Les fallé a todos" pensó Sonic con culpa y dolor.

Allí, derrotado y derribado en el suelo, malherido y agotado, Sonic dejó caer una lágrima que se deslizó hasta chocar con el suelo, quedando en el olvido, antes de perder el conocimiento. La batalla estaba perdida… aunque no para siempre.


Uuufff. ¿A poco imaginaron que todas las batallas son ganadas por los héroes? No, no es así. ¡Wow! Toda una ola de información aquí fue soltada. Algunas cosas fueron resueltas, pero otras siguen en jaque. Hay que cambiar la estrategia y pensar algo pronto antes de que Marina siga avanzando.

Y más importante… ¿Qué sucedió con Calipso? O_O

Y sin más que agregar… ¡Nos vemos la próxima actualización! (Espero que sea en MUCHO MENOS tiempo de lo que tardé ahora).

¡Saludos!