II

La señora Harper

Después de la impresión inicial, Chris se recuperó y venciendo el miedo se movió, o bueno, al menos le dio la orden a su cuerpo, pero éste no le respondió. Al temor que ya sentía a causa de lo que pudiera estar pasando en la aldea, se le sumó la impotencia de no poder moverse, y por la expresión de John, que hasta ahora salía de su estupor inicial, no era el único.

Intentó rebelarse contra su parálisis, pero lo único que logró fue sentirse exhausto tras unos minutos de lucha, pero esto no hacía sino aumentar sus deseos de liberarse, sabía que aunque no fuera capaz de hacer ninguna diferencia, debía estar junto a los suyos, más aún que estaba casi seguro de que ellos tenían toda la culpa.

De la aldea no llegaban sino sonidos aislados, hasta que un chillido de terror calló todo lo demás, era un ruido horrible, que sonaba a muerte y a dolor, y mientras caía al suelo Chris sintió como su cabeza se partía en dos, al reconocer la voz de su madre.

John vio como su amigo caía al piso, al mismo tiempo que escuchaba el grito desesperado de la señora Harper, y nuevamente intentó moverse, pero ni siquiera sus ojos le respondían. Simplemente tuvo que quedarse observando y escuchando, hasta que en cuestión de una media hora, la noche se calló del todo.

Lentamente, las imágenes volvieron a formarse nítidamente en la cabeza de Chris, que levantándose lentamente echó un vistazo a su alrededor, como si fuera la primera vez que viera al mundo. Su cabeza le punzaba y su cuerpo flaqueaba, pero al menos era libre de nuevo. Se sacudió la nieve del pantalón y se acomodó las gafas sobre sus ojos, al mismo tiempo que miraba como su amigo lo veía con una expresión algo estúpida.

- ¿Qué haces ahí parado viéndome con cara de estúpido? ¡Muévete ya! – seguro que al igual que él, John ya podía moverse con libertad.

No fue sino Chris decirle que se moviera y John, cayó al suelo, ya que como recuperó el movimiento inesperadamente, perdió el equilibrio sin poder evitarlo. Chris preocupado, caminó hacia él y le ofreció su brazo para ayudarle a incorporarse.

- ¿Estás bien? -

- Sí, sí… pero Chris, ¿qué has hecho para que dejemos de estar paralizados? -

- Pero si no he hecho nada. Lo último que recuerdo fue un grito y que la criatura desapareció. Luego desperté y ya podía moverme, así que pensé que tú también…-

- ¿criatura, ¿qué criatura? – exclamó John, con una nota de temor en su voz, al mismo tiempo que miraba dos veces en todas direcciones.

- Alguna criatura nos estuvo siguiendo desde que regresamos del castillo, digo depósito de chatarra, – rectificándose rápidamente ante la mirada de John –, pero se fue en cuanto escuchamos el primer grito -.

- Pero eso no importa ahora, tenemos que ir a la aldea. –

Tras un momento de duda, John asintió con la cabeza y siguió a Chris a través de los pocos metros que los distanciaban de la aldea. En su mente, se formulaba cientos de preguntas y muchas respuestas que no quería creer. ¿Era posible que Chris fuera uno de ellos? Pero entonces, porqué no se lo habían llevado al igual que otros; ¿era acaso tan especial como para no ser detectado por ellos? ¿y quién los seguía en el bosque? ¿por qué él no los había sentido? Eran tantas preguntas, que tuvo que sujetar su cabeza con ambas manos, para que no le estallara. La visión de las primeras casas en llamas despejó todas sus preguntas y le hizo correr tras Chris en dirección de la casa de los Harper.

Fácilmente Chris le tomó una ventaja considerable a John, mientras corría entre un paisaje desolador. Si se hubiera detenido un segundo, hubiera visto la mayoría de las casas semidestruidas y muchas otras en llamas, varias personas yacían muertas pero con expresiones tan vivas, que hacían dudar de su estado; otras estaban tan llenas de sufrimiento que se comprendía fácilmente que habían pasado por un tormento horripilante antes de morir. Pero lo que más sobrecogía el corazón era el silencio, un silencio tan profundo y denso, un silencio profundamente cargado de muerte.

Pero nada de esto existía para Chris, lo único que en ese momento valía la pena, era averiguar si su madre, que era lo único que poseía en el mundo, seguía con vida o no.

Chris tomó aliento ante la puerta de su casa, y sintió una oleada de alivio al ver que al menos esta seguía en pie, con uno que otro desperfecto, pero al menos seguía siendo la misma casa en que había pasado toda su vida. Sin embargo, la puerta estaba entreabierta, y con el alma pendiendo de un hilo la abrió.

Sobre el piso de la habitación una mujer madura de pelo castaño con algunos reflejos rojizos abrió los ojos y miró a Chris, con una expresión mezcla de tristeza y de amor. De su boca, pendía un hilo de sangre, pero que no era nada comparado con la herida que tenía en el hombro, que ya había hecho un charco considerable en el suelo.

- ¿Eres tú mamá? ¿pero qué d…?- dijo Chris, que se arrodilló junto a ella, al mismo tiempo que el color del pelo de la mujer cambiaba y súbitamente se volvía cada vez más rojizo, a la vez que sus arrugas se suavizaban, sus ojos pasaban de su habitual verde esmeralda hasta ser de un color castaño y reducía un poco su estatura.

- Soy, soy yo, Chris. Soy tu mamá – respondió la mujer con un hilo de voz quebrada y angustiada.

Algo dentro de Chris, le hizo reaccionar, sin importar que su razón le decía que nada de eso pudiera ser real, su corazón le decía que esa mujer era su madre y por lo tanto se acercó a ella y trató de incorporarla.

- Mamá, yo, yo lo siento mucho. Sólo quería ver, tan sólo, tan sólo estábamos jugando… yo, yo… - sollozaba Chris, mientras las lágrimas empezaban a caer por su rostro. - Pero, no importa. Tú, tú estarás bien, yo buscaré al doctor Reeves y él te curará. Yo..-

- ¡Jhon! –llamó a su amigo con todas sus fuerzas, con lo que al segundo éste entraba corriendo.

- ¡Rápido, busca al doctor Reeves. Es urgente-.

Chris no tuvo que repetírselo, John corrió raudamente en dirección al otro extremo de la aldea, perdiéndose de vista. Chris bajó los ojos en dirección a su madre y torpemente acarició sus cabellos ahora rojizos.

- Yo lo siento. Nunca debí haberte mentido – balbuceaba mientras gotas de sangre escurrían por su boca. -

– Sólo quería protegerte, debes saber que te amo -, una tosecilla interrumpió sus palabras, a la vez que lo poco de vida que le quedaba se le agotaba.

- Debes buscar a Lunático en Nuevo Camino, él te ayudará, sólo él -

- Mamá, calla. No debes hablar más, guarda tus energías. Sé que el Dr. Reeves vendrá y te curará. Tú no morirás – exclamó Chris, sin detenerse a pensar, en lo que para él eran sólo disparates.

- No lo olvides, Lunático en Nuevo Camino. ¡Accio varita! -

Una tabla del suelo cerca de donde se encontraba se partió en varios pedazos, mientras que una varita salió disparada hacia la mano de la señora Harper.

- ¡Finite Incantatem! – exclamó con un último esfuerzo, posando la punta de la varita sobre la frente de Chris. Luego de esto, exhaló un último suspiro y sus ojos se cerraron para siempre.