IX

Escrito en las estrellas

La certeza de que pronto la criatura le ayudaría, hizo que Chris sintiera que sus fuerzas se renovaban y corrió con más velocidad, pero debido a lo oscuro y lo tupido del bosque, no alcanzó a ver una raíz, con lo que tropezó y sólo alcanzó a poner las manos para amortiguar un poco la caída.

- ¡Alto! Esperen… ¡Petrificus Totalus¡ - bramó Draco, apuntando a Chris quien por la magnitud del golpe, hasta ahora se estaba incorporando.

La sensación de inmovilidad que ya había sentido en una ocasión anterior le invadió, con lo que quedó quieto sobre el piso. Pero pronto sintió como su cuerpo se ponía vertical, giraba y luego se elevaba en el aire hasta quedar a un metro de los mortífagos.

- Vaya, vaya. Por lo que me dicen estos dos inútiles, supongo que eres el hijo de la idiota del otro día. ¡Compararme con la sabandija de Potter! Espero que haya sufrido mucho antes de morir... – dijo Draco, a la vez que examinaba con una expresión de asco a Chris.

Éste sintió como el odio le circulaba por las venas, al escuchar como Draco se burlaba de su madre, pero en su posición no podía hacer sino esperar a que éste no lo matara antes de que la criatura hiciera su aparición. ¿Pero lo ayudaría? Chris no sabía porque estaba tan seguro de la respuesta, pero creía (y quería creer) que así sucedería.

De repente sintió la presencia de la criatura, y con gran angustia vio como Goyle parecía haber sentido algo también, ya que miraba hacia todos lados con una expresión de confusión en la cara. ¿Sería capaz de enfrentarse con tres mortífagos él solo?

La respuesta le llegó, cuando un sonido rasgó el silencio y una flecha aterrizó a los pies de Draco, quien alcanzó a moverse justo apenas para evitar ser herido.

- Pero por las barbas de Merlín¿quién an… - dijo Draco, pero no alcanzó a completar su frase ya que los tres tuvieron que hacerse a un lado, para evitar las tres flechas que surcaron el aire y que apuntaban a sus cabezas.

Chris observó como cada uno de los mortífagos lanzaba en una maldición en la dirección en la cual cada uno pensaba que se encontraba lo que los estaba atacando, y mentalmente rezó porque ninguna diera en el blanco.

Al parecer las plegarias de Chris fueron oídas, ya que en menos de nada, otras tres flechas surcaron el aire, pero extrañamente surgieron de un lugar exactamente opuesto a de donde habían venido la primera vez, con lo que gracias a lo sorpresivo de ese segundo ataque, los mortífagos esta vez no salieron tan librados. Goyle dio un grito de dolor al sentir como una flecha se quedaba enterrada en su muslo izquierdo y Crabbe se había lastimado el pie derecho, mientras Draco había quedado intacto, pero la expresión de orgullo que había mostrado hasta solo unos momentos fue reemplazada por una de temor.

- ¿Quieres al niño¿Es eso? – dijo Draco haciendo caso omiso de los gritos de dolor de sus dos compañeros y hablando hacia la espesura. – Pues nunca lo tendrás – gritó a la vez que se volvía hacia Chris y le apuntaba con la varita.

Chris esperó lo peor y sin saber cómo, fue capaz de mover sus párpados, con lo que cerró sus ojos esperando lo peor, pero en vez de escuchar la voz de Malfoy, fue otra muy diferente la que se pronunció.

- ¡Ah, no eso no, sucia serpiente! – dijo una voz excesivamente grave.

Chris abrió los ojos, pero todo lo que pasó a continuación lo vio como si fuera un borrón. Un ser se había materializado al lado de Malfoy, y de una patada con unas piernas de caballo lo había derribado, con lo que el hechizo que este había lanzado rebotó en una raíz de un árbol muy cerca de Chris. Crabbe y Goyle se vieron mutuamente, y a un gesto de éste último se desaparecieron.

El centauro se volteó hacia Chris, fijando sus ojos azules en él, a la vez que avanzaba unos pasos en su dirección, con lo que Chris pudo admirar su pelo rubio, su cola blanca y el gran arco que llevaba colgado con una tira en su torso. Pero, entonces vio por el rabillo del ojo, cómo Draco se incorporaba y estiraba su mano hacia la varita que había quedado en el suelo. El centauro vio a Chris mirar y se volteó justo a tiempo, para con un salto, partir con sus pezuñas, la varita de Draco.

- Mula imbécil. ¡Me las pagarás! – dijo Draco, con una nota de profundo odio en la voz, antes de desaparecer.

Chris sintió como recuperaba de nuevo el movimiento, con lo que casi se cae, pero tambaleándose logro mantener el equilibrio.

- Muchas, muchas gracias. – dijo Chris muy suavemente.

- Mercurio brilla bastante esta noche. Es el mensajero, el que lleva las buenas o malas noticias, esperemos que esta noche sean solo buenas. Pero Saturno, sigue dominando el cielo, el que trae la oscuridad todavía opaca a los demás - dijo el centauro, que mantenía su vista fija en el cielo estrellado.

Chris no pudo evitar mirar hacia arriba también, pero ante sus ojos lo único que apreciaba era el cielo, con las constelaciones que alguna vez su madre le había enseñado a distinguir hacía ya tiempo. Bajó la mirada y se quedó esperando a que el centauro recordara que el niño al que recién le había salvado la vida, se encontraba a su lado.

- Muy interesante, Mercurio se halla hoy muy cerca al lugar que ocupaba Venus el día de tu nacimiento, Chris – dijo el centauro, quien lentamente dejó de mirar al cielo y posó su mirada en Chris. - Siempre opuesto a Saturno, siempre opuesto… -

- Mi nacimiento. Un momento¡usted conoció a mi madre! – exclamó Chris, visiblemente emocionado.

- Así es. La última vez que la vi fue hace cinco años, un día en que ella decidió explorar este bosque. Hacía años que nadie venía al bosque, desde que el Señor Tenebroso vino con una gran batida de gigantes y criaturas, y exterminó a los demás… - el centauro bajó la voz mientras decía lo último y a Chris le pareció que una gran tristeza se apoderaba del rostro del centauro.

- Mi nombre es Firenze, el último de los centauros del Bosque Prohibido – dijo con gran majestuosidad a la vez que borrando la tristeza de su expresión, le hizo una reverencia a Chris.

Chris le respondió la reverencia inclinando la cabeza, su mente nuevamente bullía con un montón de interrogantes y dudas, pero la apariencia y voz del centauro le inspiraba respeto y algo le decía que debía esperar a que fuera Firenze quien hablara.

- Supongo que viniste a buscar lo que encontraste la última vez ¿o me equivoco? –

- Sí, es… ¿Usted fue la presencia que sentí la otra vez? Nos paralizó para que no fueramos a la aldea¿verdad? – dijo Chris, atando todos los cabos sueltos acerca de todo lo que le había pasado en el bosque.

- Me temo que este no es el mejor lugar para detenernos a hablar – dijo Firenze a la vez que miraba hacia el lugar desde el cual Draco se había desaparecido -Podrían volver, y si esta vez los ahuyenté fue porque los sorprendí, pero no podría retarlos una vez más, no sin ayuda. Ven conmigo y al pie del claro hablaremos. –

Firenze le dio la espalda a Chris y empezó a caminar adentrándose en la espesura del bosque. Chris no tardó en seguirlo y a la vez que caminaba, se daba cuenta que el centauro lo estaba acercando al sendero que él y John habían tomado para ir a ver al (según su amigo) depósito de chatarra más grande del mundo.

Chris sonrió para sus adentros al recordar esas palabras, pero la risa se extinguió casi tan repentinamente como había nacido. Le parecieron años atrás que habían encontrado el castillo, todo lo que había pasado después llenaba su cabeza y difícilmente dejaba espacio para lo que parecían recuerdos tan distantes. Y es que siguiendo al centauro a través de la oscuridad, sus sentidos estaban alerta pero su mente divagaba pensando en Lupin, John y su madre. Todos habían caído por la mano de mortífagos, y a pesar del miedo y de la incertidumbre que le invadían por su futuro, además de los múltiples interrogantes sobre su origen, en el corazón de Chris se formó la necesidad de justicia.

Nunca se había detenido a pensar demasiado en cómo era su mundo, para él todo lo malo que pasaba en el mundo no le afectaba directamente, a excepción de las visitas ocasionales de los mortífagos a la aldea; pero incluso entonces, tenía a su madre a su lado para cuidarlo y a su amigo John. Pero que ahora ninguno de los dos estaba a su lado, y que había contemplado tanta destrucción, finalmente podía entender la indignación de su madre y algo dentro de sí le decía que debía hacer algo al respecto. Si este pensamiento se le hubiera ocurrido antes de todo, se habría dicho a sí mismo que él no podía hacer nada, que un simple muggle no cambiaría en nada la situación, pero ahora que sabía que era un mago, y que ya había realizado cosas que aún le parecían increíbles, empezaba a creer que tal vez si habría algo que él pudiera hacer.

Aunque, había un problema y uno bastante serio. Hasta ahora había tenido suerte y había realizado hechizos sin conocerlos por medio de una intuición que no sabía controlar, pero sabía que le quedaba mucho por aprender y al parecer, con el jefe de la resistencia contra Voldemort muerto, no creía que quedara nadie para enseñarle, y por lo poco que sabía sobre los centauros, veía muy improbable que Firenze supiera mucho de magia.

Con esos pensamientos en su mente, Chris notó que habían llegado al lugar desde el cual había empezado todo. El centauro miró hacia delante y hacia los lados, y al instante Chris comprendió que Firenze tampoco podía ver el paisaje que se mostraba ante sus ojos; aunque parecía que si podía sentir que allí había algo. Era una lástima que no pudiera ver cómo el castillo se destacaba en medio de las sombras de la noche, pensó Chris, ya que aunque cualquier otro hubiera podido pensar que esto le daba un aspecto sombrío, a Chris no le producía ningún miedo y una vez más le invadió esa sensación de alegría y respeto.

- En tu rostro veo que hemos llegado. Y aunque yo no pueda ver sino un muro espeso de árboles y vegetación, estoy seguro que tú estás contemplando el colegio Hogwarts de Magia y Hechicería – dijo Firenze a la vez que hacía un gesto extraño con las manos.

- Pero, señor Firenze¿por qué no puede verlo usted? Entiendo que mi amigo, que no era mago, viera otra cosa, pero usted es pues… mágico – dijo Chris con cierta inseguridad, puesto que no quería ofender a Firenze.

- Los muggles nunca pueden encontrar Hogwarts, pero tampoco los mortífagos pudieron encontrarlo cuando entraron al bosque, y dudo mucho que tampoco pueda otro mago. Verás, el colegio simplemente desapareció la noche en que Harry Potter se pasó al lado del Señor Oscuro - dijo Firenze con expresión seria. - Todos los que nos encontrábamos en el castillo esta noche, de un momento a otro fuimos transportados a un sitio cerca de aquí y por más que varios profesores intentaron hechizos y encantamientos, nunca pudimos encontrarlo. Todos se fueron, ya que varias lechuzas llegaron con noticias inquietantes, pero yo me quedé, oculto de la manada, esperando a que Hogwarts se mostrara de nuevo –

Firenze hizo una pausa escuchando los sonidos del bosque, pausa que Chris aprovechó para contemplar más de cerca el panorama, a la vez que hacía memoria tratando de recordar porque el nombre de Harry Potter se le hacía familiar. Y en ese momento recordó como su madre lo había defendido ante Malfoy, y se preguntó como es que alguien al cual su madre tenía al parecer en tal estima, hubiera podido pasarse al lado oscuro. Por un instante, pensó en interrumpir al centauro, pero prefirió aguardar a escuchar su historia.

- Desde esa noche, las criaturas que solían habitar este bosque empezaron a abandonarlo. Todos excepto los centauros, ya que éramos orgullosos y amábamos demasiado este bosque como para abandonarlo… Yo sobreviví a la matanza escondiéndome, y luego de eso, el bosque perdió su magia – continuó Firenze que había posado su mano sobre el tronco de un árbol y la movía, como si lo estuviera acariciando.

- Estoy seguro de que existe algo en Hogwarts que aguarda por ti, y que estás destinado a encontrarlo, además de que está escrito en las estrellas que tienes un gran papel en la lucha contra el mal, pero podría haber leído mal los signos. Todo lo que pasó en la lucha anterior no salió como lo habíamos leído en el cielo y puede que esta vez también sea así –

- ¿Gran papel? Pero si ni siquiera sé magia, no sé quién es mi padre, ni siquiera el nombre real de mi madre…- dijo nerviosamente Chris, ya que las palabras de Firenze lo habían alarmado bastante.

- Lo que importa realmente es la determinación y el coraje, y sé que tú tienes bastante, ya que lo veo en tus ojos. No temas, no mires atrás, ni tampoco regreses hasta que hayas encontrado lo que te está llamando – dijo Firenze que se había acercado bastante a Chris, y al terminar lo había impulsado hacia delante con su mano.

Cuando Chris dio el paso hacia delante, impulsado por Firenze, por un instante sintió una sensación extraña, como si hubiera pasado a través de un muro invisible, pero no un muro de ladrillo, sino uno que estuviera compuesto de una sustancia espesa y viscosa. Los sonidos del bosque se extinguieron, pero entre todas las sensaciones que le invadieron, Chris alcanzó a percibir unas últimas palabras del centauro.

- Tu madre era Ginny Weasley -.


N.A: Me he demorado bastante, pero es porque he estado bastante alejado del computador estos días. A Anyeli Cetra, Ginebra y Eternal Wing, gracias por dejar sus reviews; a los que leen también muchas gracias por continuar con la historia. Tengo noticias buenas, al fin, algo de luz se vislumbra después de tanta oscuridad... (Creo que todo mundo ya se esperaba que Ginny fuera la madre de Chris, con lo que creo que nadie quedará sorprendido con el final de este capítulo)

Eternal Wing: Hola y de nuevo gracias por tu review. ¡Adivinaste, la criatura es un centauro y el más famoso de entre los que aparecen en el libro... Espero haber podido captar algo de las personalidad misteriosa de él. En cuanto a que le espera a Chris, habrá que esperar el siguiente capítulo para enterarse... ¡Hasta la próxima!