XIII
Una última lección
- Y ahora Chris, debo mostrarte un último recuerdo y luego de verlo comprenderás porque lo he dejado para el final.- dijo el retrato de Dumbledore.
- Pero, señor. Ya he visto todos los recuerdos, de todos los cajones –replicó Chris con la incredulidad impresa en su rostro.
- Chris, nunca deberías dar todo por sentado. Creía habértelo explicado muy bien. Ahora sé un buen chico, y golpea con la varita el cajón de Harry a la vez que dices ¡Profecía! – le indicó con amabilidad.
Con un gesto de incredulidad, repitió lo que ya tantas había hecho y prontamente alistó el pensadero e hizo lo que el cuadro le dijo, al cabo del cual el cajón se abrió por sí solo y en su interior se habían esfumado todos los recuerdos que ya había examinado a lo largo de su instrucción, y en su lugar se encontraba un frasco solitario. Prontamente, lo colocó en el pensadero e introdujo su cabeza.
La escena que contempló primero le hizo sentir lástima por el muchacho de ojos verdes, que casi destroza la oficina de Dumbledore, él sabía lo que era la muerte de un ser querido y más aún que sabía que Harry era huérfano. Pero la sensación quedó aplazada por las palabras de Sibyll Trelawney resonando en la antigua oficina.
El único con el poder para derrotar al Señor Oscuro se acerca...nacido de aquellos que lo han desafiado en tres ocasiones, nacido cuando el séptimo mes muere... y el Señor Oscuro lo marcará como a su igual, pero él tendrá un poder que el Señor Oscuro desconoce... y alguno deberá morir a manos del otro puesto que ninguno puede vivir mientras el otro sobreviva...
Y por último sintió una gran emoción al ver la lágrima que surcó el rostro del director, cuando le explicaba a Harry porque no le había nombrado prefecto.
- ¿Y bien, ¿qué piensas? – le había interrogado el retrato en cuanto el recuerdo había terminado.
Por un momento Chris había meditado su respuesta, tratando de cómo hacía últimamente (sobre todo después del incidente con Bellatrix Lestrange hacía ya un año), analizar sus emociones y actuar con lógica y no llevado por el impulso, ya que por poco le cuesta haber sido atrapado in fraganti en plena incursión a la casa del Señor Oscuro.
- Pero la profecía no se cumplió, algo parecido a lo que una vez me dijo Firenze, acerca de que los centauros habían leído mal las estrellas. Además Harry Potter se pasó al lado de lord Voldemort, y demostró una cobardía muy grande… -
- Chris, a diferencia de lo que pienses, Harry nunca fue un cobarde. -
- Pero si no fuera por él, el mundo no estaría como ahora. Si él no se hubiera rendido, ni Lupin hubiera muerto, ni John… ni mi madre, que tuvo que vivir escondida tanto tiempo para protegerme. ¿Y qué me dice de los millones de personas que murieron por tratar de oponerse a Voldemort? En su lugar preferiría haber muerto que haberme rendido esa noche, ¿de que le servía permanecer vivo ayudando a Voldemort? – había dicho en un tono cada vez más enérgico hasta llegar a gritar las últimas palabras.
- Me temo que eso es algo que no podremos saber, a menos que le preguntes. Porque debo decirte Chris que has demostrado ser un gran mago, valiente pero a la vez reflexivo e inteligente. ¿Recuerdas lo que te propuse la noche en que llegaste aquí? -
- Que si quería derrotar a Voldemort…- alcanzó a decir, antes de ser interrumpido.
- Me temo que tu memoria está un poco oxidada Chris, lo que yo te dije era sí podías ayudar a derrotar a Voldemort.-
- Insinúa que todos estos años, todos mis sacrificios, todo era para nada… ¡Simplemente para ser de escudero a un cobarde! – gritó Chris sintiendo una gran ira. - ¿Cree que no podré con Voldemort?- interrogó Chris al retrato.
- Me gustaría creer que sí, pero me temo que el único que puede hacer eso es Harry, por lo que tu misión es traerlo de nuevo a la cordura. Claro que podrías elegir no hacerme caso y enfrentar a Tom directamente, y en ese caso desearía que mis temores estuvieran tan equivocados como la confianza que había depositado en Severus. – dijo el retrato con voz solemne.
Chris se había quedado inmóvil estudiando la expresión del retrato, pensando en cómo a través de todos estos años había aprendido a respetar y de alguna forma a querer, al último recuerdo del que seguramente había sido un gran mago y una excelente persona. Pero a la vez de que sentía admiración, por primera vez sentía confusión hacia los objetivos de Dumbledore.
¿Por qué no le había dicho desde el principio? Durante todo su entrenamiento, había pensado que el retrato lo hacía con el fin de que se enfrentara directamente a Voldemort, pensando en que él se convertiría en el verdadero "elegido"; y es que Chris se había trazado la meta de derrotar a Voldemort ya no tanto por venganza, como había sido su motivación inicial, sino porque su sentido de justicia le reclamaba a gritos que las cosas no podían seguir como estaban, y también (aunque no tan importante) sentía que su madre estaría orgulloso de él.
A diferencia de Dumbledore, él no podía creer en que una persona como Harry fuera a vencer a Voldemort, tal vez hubiera ayudado si Chris lo hubiera conocido antes, pero ahora lo único que veía era la enormidad de su traición… Pero por otro lado, Dumbledore le había enseñado que siempre tenía que ver lo mejor de los demás, su lado bueno, antes de ver el malo; con lo que no muy seguro de lo que hacía le habló al retrato.
- Lo que puedo hacer es ver a Potter, antes de enfrentarme con Voldemort, veré si queda en él algo rescatable. Pero, y esto quiero dejarlo muy en claro, si él resulta no ser más sino otro mortífago sufrirá consecuencias aún peores por su cobardía – dijo a la vez que alzaba un dedo acusador en el cual destacaba el viejo horcrux que había robado a Voldemort.
- Creo que tendré que conformarme con eso. Con lo que por último sólo me queda darte un último consejo, que no olvides nunca que el amor y la compasión están por encima de todo, incluido el deseo de hacer justicia y por supuesto del odio – dijo en tono serio. – Debes saber que todas mis esperanzas están contigo, y que a pesar de que te he exigido mucho más de lo que alguna vez lo había hecho con alguien, has llenado mis expectativas… y tu madre estaría muy orgullosa de ti – una lágrima surcó la pintura mientras el retrato se emocionaba al decir esas últimas palabras.
- Yo… quie… ¡Muchas gracias! Me hubiera sentido muy honrado de haberlo podido conocer en vida, señor. Y espero no defraudar la confianza puesta en mí. – exclamó Chris al borde de las lágrimas.
Por un momento, se quedó ahí parado queriendo más que nunca que el lienzo fuera una persona de verdad, alguien a quien poder abrazar o al menos estrechar su mano. Pero dándose cuenta de lo tonto que sería abrazar un cuadro, dio media vuelta y salió de la oficina rumbo a sus habitaciones.
Pronto empacó con un hechizo sus escasas pertenencias en una mochila y con algo de nostalgia examinó las habitaciones en las cuales había dormido en los últimos seis años, y por primera vez sintió el peso de dejar atrás la mitad de su vida, una en que no controlaba su destino y que dependía más de la suerte y de la compañía de otros, para ahora enfrentar su camino en sus propias manos y con sus propios recursos, y no era sólo su vida la que estaba en juego sino la última esperanza del mundo. Para cualquier otro joven de tan sólo dieciséis años, la carga habría sido excesiva, pero Chris había madurado mucho su carácter como para huir y no enfrentarse a lo que le esperaba más adelante.
Con gran decisión, aunque no por ello sin dejar de sentir algo de miedo, es de tontos no tener miedo le había dicho alguna vez Dumbledore, avanzó por el colegio para atravesar las puertas de roble y sólo se detuvo cuando llegó al muro invisible puesto por el encantamiento del director. Dio una última y larga mirada al castillo, y tomando aliento musitó unas palabras a la vez que atravesaba la barrera invisible.
- Si supieras que tu destino y el de él están atados… Amor y compasión son las claves, por favor recuérdalas- susurró el retrato cuando sintió que Chris había abandonado el castillo.
A continuación la imagen de Dumbledore empezó a distorsionarse, como si los colores se mezclaran entre sí, y pronto dentro del marco no quedó más sino la tela, como si nunca nadie hubiera pintado nada sobre ella, desvaneciéndose así la última presencia del mago sobre la Tierra, tal como lo había previsto puesto que al fin y al cabo, siempre le había gustado más que su imagen se guardara sólo en los miles de cromos de ranas de chocolate que tantos niños y adultos coleccionaban y que aún en tiempos oscuros cómo estos circulaban clandestinamente.
