XIV
La última lágrima
Algunos rayos postreros de luz de la luna pálida se filtraban por entre las cortinas oscuras, pero no era mucha la luz que podían suministrar en aquella oscura habitación. Y no era oscura sólo por el hecho de que las viejas y horribles cortinas estuvieran corridas, o porque el fuego de la chimenea estuviera apenas iluminaba, haciendo que los objetos tuvieran sombras indefinibles; no, era algo más, era lo que se palpaba en el ambiente; un sentimiento de odio y rencor que podría estremecer y hasta llegar a enloquecer a cualquiera.
A un costado de la habitación, sentado frente a un escritorio de aspecto antiguo y releyendo un pedazo de pergamino, se encontraba el mago que originaba aquella atmósfera macabra. Sus facciones huesudas, en las que destacaba el rojo sangre de sus ojos de serpiente, no hacían sino expresar claramente el sentido de fastidio que le ocasionaban las noticias que le transmitía uno de sus subalternos.
En cuanto terminó de leer el pergamino, se levantó y se sentó en un sofá mullido frente al fuego, haciendo aparecer una copa rebosante de un líquido viscoso con su varita y de la cual tomó un ligero sorbo para luego depositarle en una mesa que se encontraba a su derecha.
- ¿Quién sería? Dumbledore, magia poderosa… - dijo en voz muy baja, como en un siseo; tratando de encontrar una conexión.
Pues en el pergamino que ahora reposaba sobre el escritorio, los mortífagos que estaban a cargo de la vigilancia de Draco Malfoy le notificaban que aún no daban con su paradero. Esto lo intrigaba bastante, puesto que parecía tener un nexo con otros hechos que habían sucedido en los días anteriores, y que hizo que saliera del castillo en la isla MacLahan y se hiciera presente en la mansión.
Desde que le había asignado la tarea de encontrar al bromista a Malfoy, casi se había olvidado del asunto. Y eso que los primeros días sintió irritación por el descaro que había mostrado el autor de tan osada aventura, pero en cuanto Malfoy no dio noticias en varios días, poco a poco el trabajo que desarrollaba con Potter empezó a importarle más y finalmente se limitó a asignar a dos mortífagos a que siguieran a Malfoy y que le informaran de cualquier anormalidad.
Y es que la poción seguía avanzando y los últimos experimentos, el Señor Oscuro no pudo reprimir un atisbo de una sonrisa macabra al recordarlos, habían sido bastante satisfactorios; con lo que finalmente se acercaba a su meta. Pero, precisamente ese era el problema y lo que en contadas ocasiones le atormentaba. Había gastado tantas energías y tantos años en buscar una forma de vencer a la muerte, que nunca se había detenido a pensar en que haría después de conseguirlo. La vida eterna se le antojaba disponible, a muy poco tiempo, pero¿qué haría en esa eternidad? Ya no podría conquistar el mundo y someterlo bajo su voluntad, puesto que ya lo había hecho; torturar muggles era ya tan común y rutinario que no le proporcionaba el mismo placer que hacía algunos años, y aún más los últimos seis años, a excepción de lo que había pasado con Bellatrix, casi toda resistencia se había esfumado.
Los días en que esa especie de vacío existencial se apoderaba de sus pensamientos, ya eran conocidos por sus mortífagos, no tanto lo que él pensaba pero si lo que era capaz de hacerle a cualquiera que se atravesara o se presentara ante él, con lo que inventando miles de excusas solían mantener su distancia. El único que misteriosamente lograba soportarlo y en ocasiones atenuar su humor, era precisamente Harry; y es que el trofeo viviente, como acostumbraba a llamarlo mentalmente, le llenaba de satisfacción, haciéndole lamentar que Dumbledore no estuviera vivo para verlo con sus propios ojos. Sobre todo gozaba sabiendo que el que había sido su peor enemigo, ahora mismo lo estaba ayudando a obtener su máxima victoria; por lo que al final lograba salir de su "depresión", pensando en que simplemente después vería lo que haría con su vida eterna.
Pero ahora, algo más importante le reclamaba; la misteriosa desaparición de algunos mortífagos que luego de unas horas eran encontrados en otros puntos del planeta, despojados de sus poderes mágicos y en muchos casos de sus recuerdos; pero a diferencia de los demás, Draco aún no aparecía, lo que sólo podía significar dos cosas, o estaba a punto de atrapar a aquel ladrón de recuerdos, que seguramente era la misma persona responsable de la desaparición de mortífagos o estaba muerto.
Sin embargo, no tuvo mucho más que pensar sobre el destino de Draco, puesto que acompañado de un súbito encender del fuego, éste mismo surgió de entre las llamas estrepitosamente y estrellándose de cara con la alfombra. Rápidamente el señor Oscuro, sacó su varita de la túnica y recitando un hechizo apuntó con ella en dirección al fuego que había vuelto a su palidez normal, con lo que una vez más éste se avivó aún mucho más intenso que antes, y luego se adentró en el.
La casa a la cual llegó se encontraba vacía, como era de esperarse pero justo unos pasos más allá de donde había salido, se encontraba una nota en el piso. Con sumo interés recogió la nota del suelo y a la vez que avanzaba en su lectura su rostro se contrajo en un rictus de rabia cada vez más pronunciado.
"Estimado idiota oscuro:
Te he dejado a tu fiel sanguijuela, listo para que pueda ser interrogado. Encontrarás que posee cierta información muy interesante. Espero no haberte defraudado al no presentarme personalmente pero por ahora debo desarrollar ciertos asuntos pendientes. Pero no te angusties, pequeño Tom, muy pronto iré por ti.
Afectuosamente,
El último rostro que verás antes de morir,
C.S.W"
Con gran ira arrojó el papel a las llamas y con un movimiento de varita prendió fuego a la habitación en la que se encontraba, para luego salir de la mansión de estilo victoriano y convocar la Marca Oscura sobre ésta. El aspecto de las llamas consumiendo ahora toda la mansión, incluyendo los pisos superiores contrastaba fuertemente con el fulgor esmeralda de la serpiente y calavera que flotaban en el aire.
En cuestión de segundos una docena de mortífagos se aparecieron y posando rodilla en tierra, esperaron las órdenes de su señor.
- ¿Quién es el dueño de esta casa? – inquirió con voz fría.
Con paso tembloroso un mago bastante alto y de movimientos pesados, se adelantó del grupo y le hizo una reverencia a Voldemort.
- ¡Avada Kevrada! - exclamó con cruenta satisfacción.
Ningún grito o exclamación fuerte sucedió pero un estremecimiento colectivo recorrió a los mortífagos restantes.
- Esto es un recuerdo de que no deben descuidar la seguridad así; alguien usó la red de polvos Flu, cuando su uso esta prohibido a nadie que no sea mortífago – dijo a la vez que paseaba la mirada por entre los mortífagos.
- Ahora, estas son mis órdenes. Matarán la quinta parte de los muggles que vivan en cada villa y aldea de este país, y quiero que difundan a los demás que es un regalo gracias a la estupidez de un tal C.S.W. Además, al igual que se los diré a los demás mortífagos en el mundo, pondré un precio muy alto a la cabeza de éste. – dijo el señor Oscuro, con gran calma pero mostrando una voz fría como el acero.
- Monseuir, vuestras ogdénes serán cumplidas.- expresó uno de los mortífagos al señor Oscuro. - Lucas, ve con 3 al oeste. Thieri, otro grupo hacia el este. Henri, contacta a Poison y que se ocupen del sur. Los demás vengan conmigo, cubriremos la zona del viejo París y el centro. – ordenó para luego desaparecer dejando solo a lord Voldemort.
Este pensó por un momento, en acompañar a sus mortífagos y vengarse plenamente escuchando los gritos de agonía y desesperación que ahora llenarían la noche a causa de sus órdenes. Pero, eso no sería suficiente, alguien tendría que pagar por su incompetencia y de una forma no muy agradable, con lo que un sonoro ruido desapareció al mismo tiempo que la vieja mansión empezaba a colapsar y a derrumbarse.
Cuando Voldemort regresó a la habitación, Draco se encontraba donde lo había dejado, demasiado confundido o aturdido como para levantarse. Con lo que con un movimiento de varita lo despertó y lo movió hasta depositarlo en el sofá.
Con parsimonia, Voldemort fijó sus ojos de serpiente en Draco, dispuesto a indagar en su mente; pero pronto abandonó su intento. La expresión atontada y sin emoción de Draco, le indicó que se encontraba bajo los efectos de Verisetaserum, con lo que la Legeremencia no era necesaria.
- ¿Sabes quién soy? - le interrogó con dureza.
- El señor Oscuro – respondió Draco con la mirada fija en un punto indefinido y sin mostrar ninguna señal del miedo que generalmente acompañarían esas palabras.
- ¿Por qué estás aquí? -.
- Chris Sullivan Weasley me envió de vuelta a rendir cuentas al señor Oscuro.
- ¿Es ese Chris, el mismo que robó un horcrux hace un año?
- Sí.
Por un momento la rabia le impulsó a levantar la varita y en su mente empezó a formarse las palabras de la maldición asesina, pero se detuvo. Sin duda, ese Chris no era un mago cualquiera; hasta ahora había demostrado una habilidad fuera de lo común y aunque no le tenía miedo, las cosas que había hecho hasta ahora lo catalogaban como peligroso.
No, no podía darse el lujo de matar al único que al parecer sabía algo de su enemigo y que había estado un año tras su pista; no podía matarlo, o al menos, no por ahora. Además de que una nueva preocupación surgía, y es que como sospechó al principio algún nexo había entre Dumbledore y ese mago, de que naturaleza no lo sabía, pero ninguna persona aparte de el viejo loco, se había atrevido a llamarlo por su nombre muggle. Tratando de controlar su ira y recurriendo a la curiosidad que sentía, procedió al interrogatorio.
Una vez supo todo lo que quería averiguar, movió su varita y libró del efecto de la poción de la verdad a Draco. En los primeros instantes, Draco parpadeó rápidamente y su expresión era la de alguien que acaba de salir de un profundo sueño. Pero en cuanto reconoció la habitación que se encontraba y el ser que le observaba con intenso odio, se estremeció e intento desaparecerse. Por un momento le pareció que iba a lograrlo, pero en cuanto escuchó la fría risotada del señor Oscuro, supo que estaba perdido.
- Ah¡que cómica es la pequeña serpiente! – ironizó Voldemort. - ¿Por qué me escondiste la existencia del niño? -
- Yo… mi señor, yo le he serv… - dijo con voz extremadamente temblorosa.
- No, no digas que me has servido fielmente. Lo único que has sido es un cobarde y un estúpido, buscando siempre el poder, y olvidando a quién debes lealtad. -
- Pero, no es cierto… Mi señor, yo estuve a punto de atraparlo y luego… -
- Y luego pensabas eliminarlo, para que nunca me enterara de que me habías ocultado la verdad. Cuando mis órdenes eran traerlo vivo, y no al cabo de un año. -
- ¿Quién ha inventado esa mentira? Yo… - balbuceaba Draco, quien a pesar de que el miedo le carcomía todo el cuerpo, intentaba elaborar a toda prisa un plan que le permitiera salvarse de la muerte.
- Hace pocos minutos lo confesaste todo con Veritaserum. Un heredero de esos amantes de sangre sucia venció y sometió al último de los Malfoy, tu padre se estaría revolviendo en su tumba… claro, si hubiera habido algo que enterrar – dijo con el propósito de atormentar a Draco.
En ese momento Draco calló, finalmente el último reducto de esperanza al que se aferraba se desvaneció. Ya sabía que seguiría y que lo único que quedaba era esperar que fuera era algo rápido.
- Ah, veo que tus ojos se apagan. Este es uno de los momentos que más me gustan, es casi como pudiera alimentarme de la desesperación que ahora habita en su alma; es la victoria del cazador cuando su presa ya no se retuerce buscando salvar su vida, porque sabe que no llegará un mañana. – dijo con gran pasión en sus palabras, a la vez que posaba sus largos dedos huesudos en la frente de Draco. – Ahora, como decía Bellatrix, hay dos formas de hacer esto, la dolorosa y la extremadamente dolorosa; y creo que la ocasión amerita que sea la segunda… - dijo con gran satisfacción, casi con la expresión de un niño al recibir un juguete nuevo.
Los gritos se escucharon por horas y horas, reverberando por los rincones de la vieja mansión. Los pocos mortífagos y elfos domésticos que servían en la casa, estaban acostumbrados a que de vez en cuando el señor en persona infligiera torturas a los aspirantes a mortífagos, cuando la falta era muy grave; o a los líderes de los esporádicos movimientos de resistencia muggle. Pero esta vez, no podrían dejarse de sentir intranquilos por la intensidad del dolor y la desesperación que les transmitían esos gritos; todos, por supuesto, tuvieron la precaución de no acercarse a menos de diez metros de la puerta del despacho y suspiraron con alivio, cuando de repente los gritos cesaron.
Draco Malfoy sólo aguardaba el golpe final, el que con mucho placer se negaba a darle Voldemort. Las heridas desfiguraban su rostro y sus miembros yacían en ángulos imposibles, pero aún así continuaba vivo. Ya no le quedaba ni rabia, odio o dolor que sentir; era como si alguien se hubiera llevado todas esas emociones de su alma.
Durante las últimas horas o días, (ya no podía sentir el paso del tiempo), los recuerdos de su vida pasaron ante sus ojos. Era como contemplar la historia de sí mismo, como si fuera un espectador y no el protagonista, con lo que los gritos cesaron y su expresión se embotó.
Voldemort también se detuvo por un momento. Draco se negaba ya a que él continuara divirtiéndose con su dolor, y también necesitaba empezar a planear como atrapar al hasta ahora escurridizo Chris. Con un gesto que casi podría leerse de aburrimiento se dispuso a terminar de una vez con todas con la tortura.
Para cuando el rayo verde lo alcanzó, un único recuerdo llenaba la mente del mortífago y era el de un mago bastante anciano, ofreciéndole que salvaría a sus padres. Ese había sido su punto de no retorno, buscando salvar a sus padres, había terminado por asesinar a uno de ellos… ¿Podría haber sido diferente si hubiera aceptado la propuesta de Dumbledore? En ese entonces no había aceptado por miedo a la muerte y al mismo Voldemort, que parecía ser invencible. Pero ahora en este momento, en que la muerte se convertía en la única salvación¿de que le servía el poder? De nada, y por primera y última vez, se lamentó de haber estado en el lado equivocado, y con esto una lágrima surgió de sus ojos y se deslizo por su mejilla ahora fría e inerte, dando fin a la historia de los Malfoy.
N.A: Aunque no me gustó mucho el título del capítulo (recibo sugerencias), y el final, aquí está. Y el encuentro entre Chris y Harry se acerca cada vez más, y creo yo la historia se pone más interesante y es justo el momento en que doylas malas noticias... Se acercan los parciales en mi universidad por un lado, y por el otro, hasta ahora había actualizado más o menos cada semana, puesto que ya tenía la mayoría de los capítulos avanzados y con forma; mientras que de aquí en adelante los 3 o 4 que restan, tienen máxima escrita una frase sobre lo que quiero hacer con ellos (a excepción del final); con lo que me temo que ahora tardaré más en actualizar la historia... Lamento infinitamente las molestias, sobre todo con mis fieles lectores.
Un saludo a ELIAS, que se une al club y a los de siempre, que incondicionalmente están capítulo tras capítulo.
jim: Gracias por tu comentario, espero que no me demore tanto en actualizar. ¡Hasta la próxima!
ELIAS: Hola y bienvenido al club. Muchas gracias por tu comentario. Me alegro que ahora si estés entendiendo, pero lo que me dices me preocupa... ¿es tan confusa y díficil de seguir al principio? Me gustaría que comentaras más sobre ese aspecto... Y en cuanto a tu pregunta sobre la familia Weasley, no tengo una respuesta definitiva. Es decir si sé lo que pasó con ellos, pero no sé si incluirlo en esta historia en una especie de epílogo o algo así, o hacerle caso a una idea que ronda desde hace rato en mi cabeza, y es (¡oh¡qué original!), hacer mi versión del séptimo libro, que sería lo que pasó previo a esta historia... con lo que el tiempo dirá si me decido por una u otra opción...
