CAPÍTULO II: Una batalla milenaria

Al día siguiente, Sakura despertó en su cama. Se incorporó con desgana, y notó que la ventana estaba abierta. No recordaba nada de la noche anterior. Se cambió de ropa y bajó a desayunar y despedirse de su padre. Iría a una excavación, y no lo vería en 3 semanas. Su hermano estaba estudiando en otra ciudad, así que se quedaría casi sola. Recordó que era el último día de clases, así que era prácticamente libre. Al terminar las clases fue con sus amigas a tomar un helado, y cuando regresó a casa ya era noche cerrada. - No deberías regresar tan tarde - dijo una voz dulce con un ligero tono de reproche. - Hola, Yue. - Tienes visitas - dijo, señalando con la cabeza hacia la sala. Lo primero que vio fue a Kerberos, que estaba cerca de la entrada; y después, a una figura extraña y familiar a la vez, un hombre alto de envuelto en una capa gris, de pie en el centro de la sala. Entonces recordó los sucesos de la noche anterior. - Es usted - acertó a decir. El hombre saludó con una inclinación de la cabeza. - Perdón por venir sin avisar. Necesito su respuesta. - Yo. no estoy segura - volteó a ver a los dos guardianes, indecisa. - Ya sabemos lo que pasa - dijo el león en voz baja. - Así es. Llevo aquí apenas el tiempo suficiente para haberles explicado nuestra conversación de anoche. Aunque su respuesta es urgente, comprendo que aun no tenga idea de la magnitud de esta situación. ¿Tiene las cartas consigo? - No. - Por favor, vaya por ellas. Supongo que también deberían conocer la situación. Obedeció en silencio y fue por las cartas. Antes siempre las llevaba con ella, pero no las había necesitado en mucho tiempo. Cuando regresó, él volvió a hablar. - Gracias. Si están de acuerdo, podríamos dar un pequeño paseo mientras hablamos. No considero que éste sea un buen lugar para hablar de esto. Sakura miró a los guardianes. Yue se encogió de hombros y Kerberos asintió con la cabeza. Inconscientemente, seguía pidiéndoles permiso para cosas de ese estilo, dado que no creía tener suficiente experiencia. - De acuerdo - dijo al fin - Pero. - No se preocupe. Nadie nos verá. Salieron. Las estrellas extrañaban a la luna. Caminaron un rato, y entonces el hombre de la capa gris empezó a hablar. - Primero que nada, mi nombre es Esteldal, y soy mucho más viejo de lo que parezco - tomó aire y continuó -. Desde el principio de los tiempos, el bien y el mal (o, como ustedes los llaman, el cielo y el infierno) han peleado por el control de este mundo. Ninguno ha logrado una victoria definitiva. Ahora, el infierno planea usar a las cartas y sus guardianes para sus fines. Por eso debo llevarlos conmigo, también a usted, Sakura, si lo desea. Sin importar lo que decidan esta noche, el cielo siempre los apoyará y protegerá todo lo que pueda. Sin embargo, si permanecen aquí, y se niegan a servir a la oscuridad, lo más probable es que se desate una guerra sin cuartel, y su familia y amigos serán los más expuestos. Pero si ustedes no están aquí, los buscarán en secreto, sin atreverse a un ataque frontal. Habían llegado al Parque Pingüino. Los árboles se mecían suavemente, el viento susurraba entre las hojas, los grillos y las ranas cantaban a la noche. - ¿Escuchan eso? - continuó, bajando la voz, como si estuviera recordando un pasado muy lejano - "La vida calla ante el fragor de la guerra" - volvió al presente de mala gana - Alguien más sabio que yo me dijo eso en mi juventud, y ahora yo se los digo a ustedes - estaba muy melancólico "¿porqué tengo que recordar eso ahora?" pensó - Así que. ¿qué responden? ¿Se quedarán aquí, o aceptarán nuestra proposición?