CAPITULO III: La aparición del infierno
Las estrellas seguían su silenciosa travesía en el cielo. Un león y un ángel miraban a su dueña. no, a su amiga, apenados. Sakura estaba completamente partida en dos. No quería abandonar a las cartas, ni a Kero ni a Yue, pero no podía alejarse más de su familia. Y encima ese tipo la presionaba para que se apurara. Entonces recordó algo. Sus esperanzas nunca habían sido vanas. "Pase lo que pase, todo estará bien", pensó una vez más.
- No - dijo con firmeza. - Estoy segura que pode4mos salir de esto juntos - sonrió a los dos guardianes y a las cartas. En verdad creía que era la mejor opción.
- Ya veo - dijo Esteldal, e hizo una pausa para cubrirse el rostro con la capucha de su manto. Siempre había repudiado la transformación que reflejaba su rostro cuando cumplía sus obligaciones. Respiró profundamente, y entonces lo sintió. Esa energía que fluía desde la herida más profunda de su corazón y le daba fuerzas para atreverse a todo; para olvidar quien había sido, para decir cosas de las que se arrepentiría después. Cuando el cambio fue completo e irreversible, volvió a hablar. - Desgraciadamente no pudo aceptar esa respuesta -. Chasqueó los dedos, y los guardianes quedaron inconscientes. Las piernas y manos de Sakura quedaron convertidas en piedra.
- Pero.- balbuceó - no debería hacer esto.
- Oh, ¿en serio? - respondió con fingida pena. Su voz había perdido toda la solemnidad que tenía, ahora era cruel y burlona, hería el alma como un centenar de agujas - ¿y porqué no?
- Porque. porque. porque usted dijo que era del cielo, y.
- De hecho, yo nunca mencioné mi procedencia.
- Pero. todo lo que dijo.
- Creo que me malentendiste. Ahora, si me permites, me llevo las cartas, la llave y los guardianes.
Se acercó a Sakura, pero una espada apuntó a su garganta desde la espalda de ésta
- Deteneos - dijo una voz pura y suave como el cristal, pero que revelaba la dureza de un diamante.
- Caaaalma, no es necesario llegar a ese extremo.
- ¿Cómo fue que obtuvisteis esa capa?
- No creo que eso te interese - respondió secamente
- Fue tejida por alguien de mi pueblo, y no veo porque debería cubrir a un demonio - dijo de la misma manera que él.
- Eres dura, linda. Creo que no te puedo responder, aunque con gusto me la quitaría, y también todo lo demás, de no ser porque hay niños presentes.
- Largaos, o estaré obligada a mancharla, y también todo lo demás, con vuestra sangre, y hay niños presentes.
- ¿Cómo rehusarme a los deseos de tan bella dama? - dijo, y se perdió en las sombras
Sakura no lo vio, pero la espada que la había defendido regresó a su vaina con un rápido movimiento. La mujer que la portaba apareció ante sus ojos. Era alta y blanca, con cabello largo color amatista, y ojos tan profundos como un pozo que desciende a las entrañas de la tierra. Su rostro era hermoso, pero no dejaba traslucir ninguna emoción, al igual que su voz.
- ¿Os encontráis bien?
- ¿Eh?... sí. eso creo
- Por supuesto que no estáis bien. Permitidme un poco de tiempo - sacó de entre los pliegues de su túnica una botella, vertió su contenido en las extremidades de Sakura, y el hechizo de Esteldal desapareció.
- Gracias. ¿podría hacer algo por ellos, por favor?
Sin decir nada, la mujer fue hacia Yue y Kerberos, y les tocó la frente con la mano, murmurando algo. Abrieron los ojos y se incorporaron. Inmediatamente le preguntaron a Sakura si estaba bien, y les respondió que sí. Iba a agradecerle a quien los había ayudado, pero no estaba por ningún lado. El guardián de la luna también lo había notado. Miró hacia el bosque, y vio un resplandor blanco que se alejaba entre los árboles.
Las estrellas seguían su silenciosa travesía en el cielo. Un león y un ángel miraban a su dueña. no, a su amiga, apenados. Sakura estaba completamente partida en dos. No quería abandonar a las cartas, ni a Kero ni a Yue, pero no podía alejarse más de su familia. Y encima ese tipo la presionaba para que se apurara. Entonces recordó algo. Sus esperanzas nunca habían sido vanas. "Pase lo que pase, todo estará bien", pensó una vez más.
- No - dijo con firmeza. - Estoy segura que pode4mos salir de esto juntos - sonrió a los dos guardianes y a las cartas. En verdad creía que era la mejor opción.
- Ya veo - dijo Esteldal, e hizo una pausa para cubrirse el rostro con la capucha de su manto. Siempre había repudiado la transformación que reflejaba su rostro cuando cumplía sus obligaciones. Respiró profundamente, y entonces lo sintió. Esa energía que fluía desde la herida más profunda de su corazón y le daba fuerzas para atreverse a todo; para olvidar quien había sido, para decir cosas de las que se arrepentiría después. Cuando el cambio fue completo e irreversible, volvió a hablar. - Desgraciadamente no pudo aceptar esa respuesta -. Chasqueó los dedos, y los guardianes quedaron inconscientes. Las piernas y manos de Sakura quedaron convertidas en piedra.
- Pero.- balbuceó - no debería hacer esto.
- Oh, ¿en serio? - respondió con fingida pena. Su voz había perdido toda la solemnidad que tenía, ahora era cruel y burlona, hería el alma como un centenar de agujas - ¿y porqué no?
- Porque. porque. porque usted dijo que era del cielo, y.
- De hecho, yo nunca mencioné mi procedencia.
- Pero. todo lo que dijo.
- Creo que me malentendiste. Ahora, si me permites, me llevo las cartas, la llave y los guardianes.
Se acercó a Sakura, pero una espada apuntó a su garganta desde la espalda de ésta
- Deteneos - dijo una voz pura y suave como el cristal, pero que revelaba la dureza de un diamante.
- Caaaalma, no es necesario llegar a ese extremo.
- ¿Cómo fue que obtuvisteis esa capa?
- No creo que eso te interese - respondió secamente
- Fue tejida por alguien de mi pueblo, y no veo porque debería cubrir a un demonio - dijo de la misma manera que él.
- Eres dura, linda. Creo que no te puedo responder, aunque con gusto me la quitaría, y también todo lo demás, de no ser porque hay niños presentes.
- Largaos, o estaré obligada a mancharla, y también todo lo demás, con vuestra sangre, y hay niños presentes.
- ¿Cómo rehusarme a los deseos de tan bella dama? - dijo, y se perdió en las sombras
Sakura no lo vio, pero la espada que la había defendido regresó a su vaina con un rápido movimiento. La mujer que la portaba apareció ante sus ojos. Era alta y blanca, con cabello largo color amatista, y ojos tan profundos como un pozo que desciende a las entrañas de la tierra. Su rostro era hermoso, pero no dejaba traslucir ninguna emoción, al igual que su voz.
- ¿Os encontráis bien?
- ¿Eh?... sí. eso creo
- Por supuesto que no estáis bien. Permitidme un poco de tiempo - sacó de entre los pliegues de su túnica una botella, vertió su contenido en las extremidades de Sakura, y el hechizo de Esteldal desapareció.
- Gracias. ¿podría hacer algo por ellos, por favor?
Sin decir nada, la mujer fue hacia Yue y Kerberos, y les tocó la frente con la mano, murmurando algo. Abrieron los ojos y se incorporaron. Inmediatamente le preguntaron a Sakura si estaba bien, y les respondió que sí. Iba a agradecerle a quien los había ayudado, pero no estaba por ningún lado. El guardián de la luna también lo había notado. Miró hacia el bosque, y vio un resplandor blanco que se alejaba entre los árboles.
