CAPÍTULO IV: En el corazón del bosque
Cuando regresaron a casa de Sakura, Kerberos y Yue insistieron en que ella descansara, y se turnaron para hacer guardia. Durante su turno, Yue pensó en aquella dama. Era evidente que podría usar magia, y recordó que sus orejas eran puntiagudas. Una luz nacía de ella, o eso le había parecido. Y sus ojos. no había podido mirarlos por mucho tiempo. más bien no se había atrevido. Clow les había hablado de seres con esas características, pero les dijo que habían desaparecido hace mucho tiempo. ¿cómo era que se llamaban?... se asomó por la ventana y vio las estrellas. y lo recordó. Eldar, "El Pueblo de las Estrellas". Siguió pensando en todo o que Clow había dicho de ellos, y después despertó a Kerberos para que lo relevara. En los siguientes días no paso nada realmente peligroso, pero los guardianes persistieron en su vigilancia, y antes del fin descubrieron que no fue en vano. Dos semanas después de la última aparición de Esteldal, Sakura se levantó mientras Kerberos estaba de guardia. Fue por las cartas y las sacó por la ventana, una mano las tomó y desapareció. El león despertó a su compañero y persiguieron a la figura encapuchada que huía con las cartas. Iban a llegar al Parque Pingüino cuando Esteldal se detuvo. Un látigo el arrebató las cartas de la mano, y él desapareció maldiciendo su suerte. Kerberos y Yue llegaron a donde él había estado, y la vieron. Sin decir palabra, le entregó las cartas al ángel, se despidió con una inclinación de la cabeza y se fue.
- Esta vez no- susurró Yue, y le dio las cartas a Kerberos, diciéndole - llévalas de vuelta.
- ¿Piensas seguirla?
Asintió, guardó sus alas y caminó tan de prisa y en silencio como pudo, pero no la alcanzaba. Sólo veía el tenue brillo que emitía, hasta que desapareció. Yue apretó el paso, esta vez sin preocuparse por el ruido que hacía. Pasó entre dos árboles y, de repente, en vez de sentir el pasto bajo sus pies, sintió un camino enlosado. Apenas había dado unos diez pasos más, contemplando extrañado a su alrededor, cuando alguien le habló desde sus espaldas.
- No deberíais estar aquí.
El ángel se volvió para ver a quien hasta hace poco había estado siguiendo.
- Yo.- no podía hablar. Su orgullo lo había obligado a mirarla a los ojos, pero no podía seguir, así que desvió la mirada y volvió tratar de decir algo- Yo.
- Volved mañana, junto con los otros, si lo deseáis.
Yue salió del lugar tan misteriosamente como había entrado, y se encaminó a casa de Sakura, quien después del extraño trance hipnótico había regresado a la cama y continuaba dormida. Kerberos lo estaba esperando.
- ¿Y bien? No te tardaste mucho
- Mañana te digo. Haré guardia el resto de la noche.
Al día siguiente le contaron a Sakura lo que había pasado y ella se sorprendió mucho.
- Entonces - dijo - las cartas no estarán seguras en ningún lugar.
- Tal vez.
- Oye, Yue, si no tienes algo bueno que decir, no lo digas. Lo que me recuerda. ¿qué pasó anoche?
- ¿Pasó algo más?
- Sí, pero no sé si sea una buena noticia. Como dijo Kerberos, la mujer de la otra noche fue quien nos devolvió las cartas, y después de eso la seguí. En un punto del bosque hay un portal a. bueno, en realidad no lo sé.
- ¿QUÉ CLASE DE TONTERÍAS ESTÁS DICIENDO? - interrumpió Kerberos.
- No sé como se llame el lugar, y no pude ver gran cosa porque ella hizo que saliera casi inmediatamente, pero me dijo que volviera junto con ustedes, hoy.
- ¿No será una trampa? - preguntó Sakura. La desesperación la tenía al borde de la paranoia.
- ¿Eh? Relájate, Sakura
- ¡¡¡Kero!!!
- Piensa, ¿por qué tendría que ponernos una trampa?
- Pues.
- Si quisiera las cartas, ya las tendría, ¿no crees?
-.Tal vez tienes razón, pero.
- De todos modos, tú eres quien tiene que decidir
- No sé. ¿Qué opinas de ella, Yue?
- No creo que tanga malas intenciones
- Bueno. entonces vamos - dijo Sakura bastante reanimada.
Los guardianes adoptaron sus falsas identidades y fueron al Parque Pingüino. Se internaron un poco en el bosque y Yukito volvió a su forma original. No se había fijado mucho en el camino, pero sabía por donde ir. Ellos no se dieron cuenta, pero llegaron al centro exacto del bosque y pasaron entre dos árboles. Entonces, entraron a otro bosque, atravesado por una senda enlosada. Los árboles eran extraños, y hermosos: unos de troncos grises y gruesos, con flores amarillas y hojas brillantes; y otros de follaje plateado y tallo blanco. A lo lejos se divisaba un edificio solemne, desconocido y familiar a la vez.
Llevaban unos cinco minutos en este lugar cuando vieron a una muchacha completamente diferente a quien esperaban: rubia, de ojos verdes, un poco baja de estatura, pero no demasiado, sin orejas puntiagudas, sonriente, y con unas extrañas marcas en la cara. Se acercó a ellos y les habló alegremente
- ¡Hola! Ustedes deben ser los invitados de los que nos hablaron. Bienvenidos
- Hola - dijo Sakura, anonadada por el torrente de palabras que había escuchado tan de repente - ¿Quién eres tú?
- ¿Eh? Ay, perdón. Me llamo Finlor. Estoy aquí para llevarlos lo más rápido posible al fin de su búsqueda.
- ¿Búsqueda? - cada vez que Finlor hablaba, confundía más a los tres visitantes.
- Claro, vienen a buscar respuestas, ¿no? - dijo guiñando un ojo.
- Pues. sí, pero.
- Pero nada, sólo síganme
Obedecieron en silencio. La verdad es que ella parecía muy divertida con la situación. Al poco tiempo llegaron al edificio, y se detuvo
Cuando regresaron a casa de Sakura, Kerberos y Yue insistieron en que ella descansara, y se turnaron para hacer guardia. Durante su turno, Yue pensó en aquella dama. Era evidente que podría usar magia, y recordó que sus orejas eran puntiagudas. Una luz nacía de ella, o eso le había parecido. Y sus ojos. no había podido mirarlos por mucho tiempo. más bien no se había atrevido. Clow les había hablado de seres con esas características, pero les dijo que habían desaparecido hace mucho tiempo. ¿cómo era que se llamaban?... se asomó por la ventana y vio las estrellas. y lo recordó. Eldar, "El Pueblo de las Estrellas". Siguió pensando en todo o que Clow había dicho de ellos, y después despertó a Kerberos para que lo relevara. En los siguientes días no paso nada realmente peligroso, pero los guardianes persistieron en su vigilancia, y antes del fin descubrieron que no fue en vano. Dos semanas después de la última aparición de Esteldal, Sakura se levantó mientras Kerberos estaba de guardia. Fue por las cartas y las sacó por la ventana, una mano las tomó y desapareció. El león despertó a su compañero y persiguieron a la figura encapuchada que huía con las cartas. Iban a llegar al Parque Pingüino cuando Esteldal se detuvo. Un látigo el arrebató las cartas de la mano, y él desapareció maldiciendo su suerte. Kerberos y Yue llegaron a donde él había estado, y la vieron. Sin decir palabra, le entregó las cartas al ángel, se despidió con una inclinación de la cabeza y se fue.
- Esta vez no- susurró Yue, y le dio las cartas a Kerberos, diciéndole - llévalas de vuelta.
- ¿Piensas seguirla?
Asintió, guardó sus alas y caminó tan de prisa y en silencio como pudo, pero no la alcanzaba. Sólo veía el tenue brillo que emitía, hasta que desapareció. Yue apretó el paso, esta vez sin preocuparse por el ruido que hacía. Pasó entre dos árboles y, de repente, en vez de sentir el pasto bajo sus pies, sintió un camino enlosado. Apenas había dado unos diez pasos más, contemplando extrañado a su alrededor, cuando alguien le habló desde sus espaldas.
- No deberíais estar aquí.
El ángel se volvió para ver a quien hasta hace poco había estado siguiendo.
- Yo.- no podía hablar. Su orgullo lo había obligado a mirarla a los ojos, pero no podía seguir, así que desvió la mirada y volvió tratar de decir algo- Yo.
- Volved mañana, junto con los otros, si lo deseáis.
Yue salió del lugar tan misteriosamente como había entrado, y se encaminó a casa de Sakura, quien después del extraño trance hipnótico había regresado a la cama y continuaba dormida. Kerberos lo estaba esperando.
- ¿Y bien? No te tardaste mucho
- Mañana te digo. Haré guardia el resto de la noche.
Al día siguiente le contaron a Sakura lo que había pasado y ella se sorprendió mucho.
- Entonces - dijo - las cartas no estarán seguras en ningún lugar.
- Tal vez.
- Oye, Yue, si no tienes algo bueno que decir, no lo digas. Lo que me recuerda. ¿qué pasó anoche?
- ¿Pasó algo más?
- Sí, pero no sé si sea una buena noticia. Como dijo Kerberos, la mujer de la otra noche fue quien nos devolvió las cartas, y después de eso la seguí. En un punto del bosque hay un portal a. bueno, en realidad no lo sé.
- ¿QUÉ CLASE DE TONTERÍAS ESTÁS DICIENDO? - interrumpió Kerberos.
- No sé como se llame el lugar, y no pude ver gran cosa porque ella hizo que saliera casi inmediatamente, pero me dijo que volviera junto con ustedes, hoy.
- ¿No será una trampa? - preguntó Sakura. La desesperación la tenía al borde de la paranoia.
- ¿Eh? Relájate, Sakura
- ¡¡¡Kero!!!
- Piensa, ¿por qué tendría que ponernos una trampa?
- Pues.
- Si quisiera las cartas, ya las tendría, ¿no crees?
-.Tal vez tienes razón, pero.
- De todos modos, tú eres quien tiene que decidir
- No sé. ¿Qué opinas de ella, Yue?
- No creo que tanga malas intenciones
- Bueno. entonces vamos - dijo Sakura bastante reanimada.
Los guardianes adoptaron sus falsas identidades y fueron al Parque Pingüino. Se internaron un poco en el bosque y Yukito volvió a su forma original. No se había fijado mucho en el camino, pero sabía por donde ir. Ellos no se dieron cuenta, pero llegaron al centro exacto del bosque y pasaron entre dos árboles. Entonces, entraron a otro bosque, atravesado por una senda enlosada. Los árboles eran extraños, y hermosos: unos de troncos grises y gruesos, con flores amarillas y hojas brillantes; y otros de follaje plateado y tallo blanco. A lo lejos se divisaba un edificio solemne, desconocido y familiar a la vez.
Llevaban unos cinco minutos en este lugar cuando vieron a una muchacha completamente diferente a quien esperaban: rubia, de ojos verdes, un poco baja de estatura, pero no demasiado, sin orejas puntiagudas, sonriente, y con unas extrañas marcas en la cara. Se acercó a ellos y les habló alegremente
- ¡Hola! Ustedes deben ser los invitados de los que nos hablaron. Bienvenidos
- Hola - dijo Sakura, anonadada por el torrente de palabras que había escuchado tan de repente - ¿Quién eres tú?
- ¿Eh? Ay, perdón. Me llamo Finlor. Estoy aquí para llevarlos lo más rápido posible al fin de su búsqueda.
- ¿Búsqueda? - cada vez que Finlor hablaba, confundía más a los tres visitantes.
- Claro, vienen a buscar respuestas, ¿no? - dijo guiñando un ojo.
- Pues. sí, pero.
- Pero nada, sólo síganme
Obedecieron en silencio. La verdad es que ella parecía muy divertida con la situación. Al poco tiempo llegaron al edificio, y se detuvo
