CAPÍTULO V: Lucha del cielo

La puerta se abrió lentamente, dejando ver un pasillo largo.
– Ahora sí, bienvenidos sean al templo del viento– dijo Finlor con una graciosa reverencia– ¿Están listos para entrar?
– Pues...
– ¡Perfecto! Los guiaré.
Entraron, y aunque la construcción no era tan maravillosa, sí era muy complicada, casi laberíntica. Siguieron a Finlor, que conocía perfectamente el lugar. Llegaron a una sala amplia e iluminada. En el centro había unos asientos, y otra mujer frente a ellos. Finlor la saludó con una profunda inclinación, y los demás la imitaron, y fueron correspondidos.
– Buenas tardes. Siéntense, por favor, y pregunten lo que desean saber.
– ¿Quién es usted? – empezó Sakura.
– Soy Súlwen, diosa de los vientos del este.
Hubo un silencio extraño. Había aun muchas cosas por preguntar, y nadie se atrevía a hablar de nuevo. Súlwen sonrió y dijo:
– No es necesario que pregunten, si no quieren hacerlo. Claro está que servimos al poder de los cielos, y que trataremos de ayudarlos en todo lo que sea posible. Respecto a lo que les dijo Esteldal, todo es cierto. No es un demonio común y corriente... Pueden venir siempre que lo deseen, ahora que conocen el camino. Y si no hay nada más que decir... bueno, no sé que quieran hacer ustedes, pero yo debo irme...– Se levantó y desapareció, aún no habían salido de su aturdimiento cuando una risa los sorprendió. Era Finlor.
– ¡Deberían haber visto sus caras! No se habrán creído toda es pose de solemnidad de la señora Súlwen, ¿verdad?
– ¿Estaba fingiendo? – preguntó Kerberos, ahora más sorprendido.
– ¡Claro! En realidad es mucho más alegre que eso. Pero salgamos de este edificio, que a veces es algo... deprimente.
Seguían bastante impresionados, así que salieron sin hablar... Bueno, todos estaban callados excepto Finlor, que no podía parar la boca aunque fuera obvio que no le prestaban atención. La siguieron a través del bosque, sin notar que no iban por el sendero del principio, sino directamente entre los árboles y las hierbas. Pasó un rato y dejaron de pensar en las palabras de la diosa, y sólo se ocupaban en admirar el bosque, cuando escucharon a alguien cantar. Finlor sonrió y apresuró el paso. Poco después encontraron a la única persona que esperaban ver, aunque ella parecía no darse cuenta de que estaban ahí. Había varios animales a su alrededor, y del río que estaba a unos metros de ahí saltaban algunos peces de vez en cuando. La canción que entonaba era triste, aunque ellos no entendían lo que decía. Cuando terminó, Finlor dijo en son de broma
– Nada mal, pero podrías mejorar el final.
No recibió otra respuesta que una leve inclinación de la cabeza de su "interlocutora", que se levantó y al ver a Sakura y los guardianes repitió el gesto. Finlor continuó
– Ya los llevé con la señora Súlwen, y al parecer están de acuerdo con el trato – Sakura se asustó. ¿Cuál trato? –, o al menos no han dicho nada en contra.
– En ese caso, me presentaré. Mi nombre es Nemmírë.
Sakura seguía algo nerviosa con lo del "trato", pero recordó lo que quería decir desde hace tiempo.
– Yo... ¡gracias por ayudarme la otra vez! – dijo, inclinándose muy profundamente, de manera tan cómica que Finlor no ocultó que se estaba aguantando la risa. Sin embargo, Nemmírë actuaba como si nada estuviera pasando.
– No tenéis porque agradecerlo. Ese es mi deber.
La respuesta hubiera parecido cortés, de no ser porque su tono de voz, aunque no llegaba a ser cruel, era tan frío como el Polo Norte. Siguió un pesado silencio, que fue interrumpido por Finlor.
– ¡Ay, tan simpática como siempre! – Refunfuñó, y volviéndose a Sakura, dijo – no le hagas caso. Podría hacer que la leche se agriara, aún antes de la ordeña-
– Con vuestro permiso, me retiro – se despidió Nemmírë, con el mismo tono, sin reflejar la más mínima molestia, preocupación, o cualquier posible reacción ante las palabras de Finlor, que por el contrario estaba exasperada.
– ¡Siempre es lo mismo! Aunque un volcán explote frente a ella, es incapaz de sentir nada. ¡Hasta parece que le pagan por ser tan amargada!
– ¿A quién me recuerda? – dijo Kerberos irónicamente. Yue le lanzó una mirada de "cállate o..."
– Oh, no, al menos Yue da muestras de que está vivo y oyó lo que dijiste. Nemmírë simplemente sigue en lo suyo. De hecho, es la primera vez que he visto que se despida. Generalmente, sólo se va.
– Insisto, ¿a quién me recuerda? – el ángel adoptó una expresión de "¿para qué me molesto?"
– Finlor, ¿siempre ha sido así?
– Desde que la conozco. Es unos cuantos miles de años mayor que yo, así que no sé como era en su juventud...
– Perdón por interrumpir – dijo Sakura –, pero, ¿qué fue todo eso del trato?
– Eeh... pues... están de acuerdo en que los ayudemos, ¿no?
– Sí, ¿pero cuál es el trato?
– Ay, ¿cómo pudo decírtelo...? La verdad es que ninguno, a no ser que consideres "trato" al hecho de que lo único que pedimos es confianza, y que nunca se rindan – terminó, guiñando el ojo.
– ¿Eso es todo?
– Sí
– Entonces, no tengo de que preocuparme...no, sí tengo algo de que preocuparme
– ¿Qué pasa, Sakura? – preguntó Kerberos
– ¡Olvidé que hoy tenía que lavar la ropa! – caída casi general.
– No te preocupes, podemos salir de aquí en un momento – la consoló Finlor. Dio una palmada, y estaban afuera del templo.
– Hola – los recibió una voz burlona – ya era hora de que salieran
– ¿Esteldal? – Finlor estaba claramente asustada.
– Sí, ese es mi nombre. Aunque yo no te conozco a ti. – Esta vez, el demonio no traía puesta la capa ni la capucha, pero en su lugar usaba una máscara.
– Ni la conoceréis, si de mi depende – Nemmírë había aparecido de la nada.
– No es para que te pongas celosa, querida
La recién llegada desenvainó la espada rápidamente y apuntó al cuello de Esteldal con ella – ya habéis visto esta espada antes. Si no queréis sentir su filo, será mejor que os vayáis, y no regreséis.
– ¿Soy yo, o esto es un deja-vú? Como sea, me voy. No estoy de humor para peleas – Saltó y desapareció. Finlor dio un profundo suspiro, y dijo a modo de disculpa.
– Me tomó desprevenida. ¡Casi me da un infarto!
– Que no vuelva a pasar – respondió Nemmírë, y regresó al templo. Finlor se encogió de hombros, y después sonrió a Sakura y los guardianes: – Lo bueno de ella es que siempre está cuando se le necesita