CAPÍTULO VI: El templo del ayer

El tiempo siguió su curso, y la preocupación de Sakura fue disminuyendo. Seguían visitando el Templo del Viento, aunque generalmente solo veían a Finlor, muy de vez en cuando a Súlwen y prácticamente nunca a Nemmírë. Fue es esas visitas como se enteraron de la complicada jerarquización celestial e infernal, aunque nunca entendieron porque la elfa estaba en ella. Un martes, por una serie de extrañas situaciones, estaban todos en el mismo lugar. Una esfera de energía hizo temblar el suelo, y la mayoría perdió el equilibrio. Al parecer, Esteldal había perdido el poco respeto (¿o temor?) que le inspiraba el templo. Tomó por sorpresa a todos pero Nemmírë reaccionó y desenvainó su espada por tercera vez desde que se había convertido en el oráculo del viento. Esteldal la imitó, y pronto se vieron en un duelo muy parejo. Las espadas chocabas una y otra vez, en los vanos intentos de ataque de cada uno. Aumentaron la velocidad e intensidad de la batalla, al grado que con cada golpe saltaban chispas. Súlwen se había quedado embelesada observando la pelea, realmente parecía que estuvieran coordinados. . . y entonces ella también reaccionó. Parecía un poco alevoso atacar a Esteldal cuando estaba distraído, pero al fin y al cabo él les había hecho lo mismo. Se concentró en el programa de su hechizo... el algoritmo estaba casi completo... y entonces liberó su poder. Por un error de cálculo, ambas espadas se soltaron de las manos que las empuñaban. Ambos esgrimistas hicieron un rápido movimiento para recuperar su espada. Cuando se volvieron para continuar con el duelo, se dieron cuenta de que no solo las espadas habían volado, sino también la máscara de Esteldal. Al verlo, Nemmírë no pudo reprimir lo que vino a sus labios
– Vindur...– dijo, casi sin aliento. Esteldal pareció recordar algo.
– ¿Vindur?. . . sí, ése era el nombre...– Los dos parecían confundidos. Súlwen se mordió el labio, y pensó "Así que es él. Pensé que había muerto".
– No deberías estar aquí – dijeron el demonio y la elfa al mismo tiempo. Entonces Finlor hizo notar algo:
– ¿Lo tuteaste? ¡Pero si tú nunca hablas como alguien normal! – nadie le hizo caso, porque al fin y al cabo eso no parecía importante. Vindur sonrió, guardó su arma y caminó hacia Nemmírë. La miró a los ojos y besó su mano, y le dijo en voz baja:
– No deberíamos estar aquí, pero me alegra que por una vez no cumplamos nuestro deber.

Se despidió de todos con una breve inclinación y se fue del templo a paso vivo, dejando muchas preguntas en el aire. Nemmírë agachó la cabeza y se internó en el bosque, sin la más mínima fórmula de cortesía. Entonces Kero rompió el incómodo silencio que había
– ¿Alguien me puede explicar que pasó?
– Solo ellos dos– dijo Súlwen sombríamente, y también se fue