CAPÍTULO VIII: El principio de todos los males

Los demonios despertaros después de un rato, sintiéndose como si unos caballos hubieran pasado sobre ellos.
– Bueno – dijo Rogran levantándose, se estiró y vio de reojo a Esteldal – sospecho que ya puedo confiar en ti.
– Tanto como confías en ti mismo – respondió éste, sacudiéndose el polvo de la capa.
– Entonces no mucho... parece que la tipa nos dio una paliza...
– ¡No hables así de ella!
– Ooh, cuanto lo siento...– rieron un rato del sarcasmo del que habían hecho gala, y entonces, Rogran preguntó – ¿Cuándo iniciamos el ataque?
– No sé... ¿qué tal mañana?
– Sí, tienes razón... me siento fatal... aunque debo admitir que esas grietas se ven muy bien en la pared, ¿no crees?
– Vaya, ahora resulta que eres masoquista...
– No soy masoquista, pero estoy dispuesto a hacer ciertos sacrificios por amor al arte.
–¿"Amor al arte"? el golpe te afectó más de lo que creí.
– Tal vez... ya vámonos...

Mientras tanto, en el templo, el silencio era casi total, y el ambiente estaba muy tenso...
– Me tenían bastante preocupada, ¿se puede saber dónde estaban? – fue lo primero que le dijo Finlor a las recién llegadas
– Hubo un pequeño problema, pero ya lo solucionamos– respondió Súlwen
– ¿Qué pasó?
– Nada
– ¿Nada...? ¡Oye tú! ¡Todavía que me preocupo por ustedes, y eres incapaz de saludar! – reprochó Finlor a Nemmírë, que ya se iba. Al oír eso, se volvió, inclinó la cabeza casi imperceptiblemente y siguió caminando – No comprendo como es que la soporta – se quejó, otra vez, Finlor.
– Déjala en paz – ordenó Súlwen, y también se fue.

Al día siguiente, Sakura despertó sobresaltada por el sueño que acababa d tener. Vio un ejército silencioso que marchaba al mar, y después la oscuridad envolvía todo... luego, vio una flor plateada, y una gema color verde claro que se hundía en las aguas... y entonces despertó. Bajó a prepararse el desayuno... su padre y sus colegas habían alargado la excavación cuado descubrieron una serie de pergaminos escritos en un idioma desconocido, así que no regresarían a casa hasta dentro de un largo tiempo. Kero seguía dormido. Cuando terminó de desayunar, salió a dar un vuelta. Al fin y al cabo, ya no tenía nada que hacer. Como de costumbre, llegó al Parque pingüino. Recordaba todas las veces que había acabado ahí por seguir a una carta Clow, y de pronto...

– Vaya, vaya... justo a quien no esperábamos, ¿verdad?
– Ajá... acabaremos esto sin necesidad de una guerra
– Lástima...

Sakura volteó, y sus sospechas se confirmaron. Sin pensarlo dos veces, corrió hacia el templo
– Rayos...
– Al menos tendrás la lucha que querías, Rogran
– Sí, eso es lo "bueno"... démosle un poco de ventaja...... ya, con eso bastará
– Entonces, sigámosla
– No sabía que necesitaras una guía – se burló Rogran, que había empezado a caminar
– No sabía que eras tan idiota... lo dije porque podría irse por otro lado, y nosotros acabaríamos en la boca del lobo...
– Que cobarde... como si no pudiéramos con ellas...
– Te recuerdo que nos dieron una paliza
– No fue tan grave... mira, pudo llegar al templo...
– ¿Qué tiene de raro?
– Nada... prepárate porque seguro nos están esperando.

Y así era. Apenas pusieron un pie en el templo y unos rayos de energía los rodearon.

– Te lo dije
– ¿Cómo se atreven a entrar aquí? – gritó Finlor. Tras ella, Súlwen protegía a Sakura. Nemmírë no estaba por ningún lado.
– ¿Acaso necesitamos permiso? – repuso Esteldal, apartando los rayos.
– Descarado
– Gracias
– Lárguense de aquí
– Sí, claro... cuando la niña nos dé las cartas
– Ni sueñes
– ¿Ya ves que no es tan fácil meterse con ellas?
– Cállate, Esteldal
– Huy, que genio...
– Tienen tres segundos para salir de aquí
– Y si no, ¿qué?
– No quieren saberlo
– Mira como tiemblo
– Tres...
– Si en realidad crees que puedes hacer algo...
– Dos...
– Ya me harté... Focus houlenn!! – una ola de fuego envolvió a Finlor
– Siroco! – el ataque de Súlwen lanzó a los demonios fuera del templo, del parque y de la ciudad...

Cuando aterrizaron, media hora después, Rogran se levantó y dijo

– Esto significa guerra. Es hora de llamar a los otros.