CAPÍTULO III: Ataque a traición

La "cuarentena" tenía un punto débil: podía romperse con la técnica acertada en el momento y lugar oportuno. Entraron en silencio y cuatro pares de ojos se fijaron en ellos

– ¿Están bien? Preguntó Sakura con voz temblorosa. Un par de leves asentimientos la hicieron soltar un suspiro de alivio.

– Tan parlanchines como siempre – comentó Finlor por lo bajo. Kerberos soltó una risilla algo amarga. Pero nada haría reír a Súlwen en ese momento

c ¿Y bien? – dijo, taladrando a Yue con la mirada – ¿cómo lo hiciste? – el guardián lunar ya presentía una situación como ésta... pero aún no había planeado una respuesta. Súlwen suspiró, y añadió – Mira, puedes hacer lo que quieras, pero necesito saber cómo saliste

– ¿Por qué? – preguntó Yue, más para hacer tiempo que por otra cosa

– Porque así como tú saliste, alguien podría entrar

Yue comprendió, y estaba a punto de responder, pero alguien le ahorró la molestia

– Quizás sólo esperó a que alguien le abriera la puerta – dijo Rogran, saliendo de las sombras del boque, recargándose en un árbol y mirándolos con autosuficiencia – que es precisamente lo que hicimos nosotros – Esteldal estaba algo atrás, mirando indiferentemente a su alrededor

– Par de miserables ratas – gruñó Finlor

– Me hieres – replicó Rogran con una mezcla de acritud, dramatismo y desprecio – Pero de todos modos no me interesa hablar contigo, sino con esta simpática jovencita – continuó, clavando la mirada en Sakura, esperando que alguien dijera algo... cosa que no ocurrió, así que decidió continuar – Mira, linda, sólo vengo a informarte que tu señor padre regresó a la ciudad ayer, a eso de las once de la noche, pero no quiso despertarte... me pregunto, ¿qué habrá sentido esta mañana al ver que su hijita adorada no estaba por ningún lado?

Se detuvo para saborear el efecto de sus palabras (n/a: sabían a chocolate... ok, fue un chiste malo y que no viene a cuento. Olvídenlo). Sakura se había quedado pálida, y a juzgar por la cara de Súlwen, su siguiente jugada también tendría el resultado deseado. Siguió descubriendo su juego lentamente.

– Pero no te preocupes, pequeña Sakura. Él no tuvo tiempo de preocuparse mucho, y probablemente ni siquiera tuvo tiempo de darse cuenta. Al paso en que vamos, dudo que lo vuelvas a ver

– ¿Qué...? ¡¿Qué le hiciste, maldito bastardo?! – (n/a: ¬¬U sonó a película gringa) preguntó Sakura, temblando de rabia y de miedo

Yo no le hice nada. Es pregunta deberías hacérsela a... – dijo Rogran, lanzando una mirada muy significativa y elocuente a Súlwen

– ¿Qué quiere decir? – cuestionó Sakura a la diosa, con lágrimas en los ojos

– Mira, Sakura, no sé cómo decírtelo, pero... – empezó Súlwen, incómoda, buscando las palabras adecuadas... pero no las había.

– Oh, yo sé como decírtelo, Saku – la interrumpió Rogran (n/a: ¬¬ grosero) – la estimada sra. Súlwen mandó a tu querido padre, y a todos los demás habitantes de la ciudad, a otra dimensión

– ¡¿QUÉ?!

– Sí, me imagino que para que no corrieran peligro, aunque – añadió, como si hablara consigo mismo – yo tenía entendido que si ese hechizo no se revierte a tiempo, todos los enviados mueren... y esta pequeña guerra parece que va para largo

A Sakura se le fue el alma al suelo... no, más que eso, se le había ido tan profundo en las entrañas de la Tierra, que tardaría años en excavar lo suficiente para encontrarla. Pero el ataque de desesperación debería darse cuando el dúo dinámico no estuviera presente

– No quiero decir "te lo dije", pero te lo dije – intervino Esteldal

– A menos, claro, que todo termine aquí y ahora – dijo Rogran, con otra mirada muy significativa. Pero Sakura estaba demasiado aturdida para captarla

– Debéis estar muy desesperados, si probáis a usar un chantaje sentimental tan bajo – dijo Nemmírë tras un corto silencio (n/a: ¬¬U no tienen idea de lo complicado que es escribir ese nombre... pero ni modo)

– Pero no tan desesperados como para intentar un ataque con desventaja numérica – contraatacó Esteldal

– A eso se le llama cobardía

– Y a la valentía se le llama estupidez

– Y seguramente es muy inteligente mandar a un orco como comandante general.

– Tan inteligente como sugerir un matrimonio arreglado para evitar una guerra – dijo Esteldal sombríamente.

– Caray – dijo Rogran tras otro corto silencio – nada más les faltó aventarse los platos, y sería una típica discusión entre marido y mujer – Esteldal le lanzó una mirada asesina – Como sea... Sakura, sólo recuerda quiénes se metieron con tu familia y amigos y quiénes no. Ahí se ven – finalizó, y los dos demonios se fueron por donde habían venido