Capítulo 3
Una vez que se encontraron a una distancia prudente, jadeantes por haber corrido tanto, ambos se detuvieron a tomar un poco de aire.
-Jajaja, qué anécdota acabo de vivir –rió Paola sentándose en la acera- Mis amigos no me la creerán
-Yo ni pienso contarla, fue toda una vergüenza...
-Ay sí, el muy santo –se burló la chica- ¿Qué nunca has hecho algo tan aventurado y divertido como esto, antes?
-Claro que no –se indignó Jun reiniciando la caminata- De algo que puedo enorgullecerme muy seguramente es de ser alguien serio y responsable
-Ah...un aburrido –concluyó Paola tomando nuevamente su mochila y caminando junto al japonés
-No soy un aburrido –alegó el muchacho ofendido
-Entonces, "señor no soy un aburrido", cuéntame de una super aventura que hayas tenido antes –lo desafió su acompañante
-Eh...pues...
-¿Lo ves? No has tenido ninguna ¡eso te convierte en un super aburrido!
-¡El ser responsable no significa ser aburrido! –estalló Jun
-Ahá, como sea. Es decir que para ti lo más divertido de tu vida hasta ahora ha sido jugar fútbol
-Ha sido lo más maravilloso –admitió Jun suspirando
-Bah, como si fuera tan difícil –ironizó Paola, y mientras continuaba caminando no se percató que Jun se había detenido
-Para mi sí lo fue durante muchos años –contó el joven melancólico, casi involuntariamente- Tener un problema cardiaco no es lo que diríamos "cosa del otro mundo" y más cuando quieres practicar algún deporte
-¿A qué te refieres? –le preguntó Paola extrañada
-Yo estuve enfermo del corazón por muchos años, tenía un problema valvular –explicó Jun caminando lentamente- No podía jugar más que medio tiempo o menos, porque el médico decía que incluso podía morir...Pero aun así, mi deseo de jugar era más grande que el riesgo al que me sometía
-¡¡Wow! –exclamó Paola boquiabierta, abrazándolo repentinamente- ¡Ésa sí es una aventuraza 4 estrellas! Hubiera sido 5 si llegabas a morir en la cancha, pero como eso no ocurrió...igual y no estarías aquí contándomelo
-¿Me estás hablando en serio? –preguntó Jun sorprendido por la insensibilidad de la chica
-Ahá, qué esperabas. Creí que eras un super aburrido, pero con esa aventuraza bajas al nivel de "simplemente aburrido" –respondió ella sonriendo
-Je, eres extraña ¿te lo habían dicho antes?
-Siempre, pero lo tomo de quien viene –aclaró Paola encogiéndose de hombros- Además, ¿qué querías? ¿que me ponga a llorar y te dé mi más sincera lástima? Noooooo...eso ya debió haber hecho mucha gente contigo, ¿y no te ha de haber agradado, o sí? –indagó mirándolo fijamente
-Pues ya que lo pones así...la verdad no. Eres la única persona que no siente lástima por mi al saber lo que me pasó
-Psss, obvio, yo soy una especie en extinción "Sinceritus totalis" –rió la chica provocando lo mismo en Jun- ¡Mira! Allá está la estación de tren, qué suerte tenemos...
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Compraron un par de boletos de tren a Nagoya. Cuando abordaron se sentaron en asientos separados. Momentos después de la partida Paola buscó a Jun, que estaba durmiendo.
-Hey, hey... –susurró Paola sentándose junto a él- Despierta...
Jun se movió un poco pero no despertó. Paola sonrió y se fue. Ya había transcurrido como una hora de viaje, cuando el ruido de gritos despertó al muchacho.
-¡Ok, ok, pero suélteme!
-¡No puede estar en la sala de máquinas, señorita! –exclamó molesto uno de los maquinistas
-¡Sólo estaba viendo, es que estoy muy aburrida!
-¿Paola? –murmuró Jun reconociendo la voz y poniéndose de pie
Efectivamente, era ella la que estaba causando alboroto.
-¿Qué está pasando? –preguntó Jun acercándose al centro del tumulto que ya entretenía a todos los pasajeros
-¡Ah, Jun, menos mal despertaste! –le dijo Paola complacida- Nada, que éste abusivo no quiere que vea el paisaje desde el vagón delantero
-¡Ya le expliqué que los pasajeros no pueden estar ahí! –estalló el otro hombre exasperado
-Ya deje de gritar –le pidió la joven tapándose los oídos- Desde que lo conocí no ha hecho otra cosa que gritar –ante tal mención los pasajeros se pusieron a reír
-Mejor vámonos a sentar –le pidió Jun entre susurros, bastante apenado, agarrándola por el brazo
-Pero...
-Pero nada, vámonos, ¡ahora! –ordenó el chico sin darle tiempo a alegatos, seguido por la sonrisa de conformidad del maquinista y los aplausos de los pasajeros
Paola se dejó llevar, no sin antes levantar los brazos imitando a Rocky Balboa, como si hubiera ganado algo, agradeciendo los aplausos --U.
-¡De veras, eres el colmo! –la regañó Jun en voz baja, haciéndola sentar a su lado
-¡Óyeme, no me reclames! Ni que fueras mi hermano
-Gracias al cielo no lo soy...
La chica hizo un puchero y se fue hacia los vagones de atrás, seguida por la mirada resignada de Jun, que al final decidió seguirla. La buscó vagón por vagón y no fue sino hasta el último, el de carga, donde la encontró de rodillas curioseando unas cajas.
-¿Qué haces? –preguntó acercándose a ella
-Viendo...
-¿Y qué ves?
-El contenido de estas cajas –respondió Paola con un tono algo sentido
-Paola, lo siento, yo...
-No tienes por qué disculparte –lo interrumpió la joven, sacando de una caja un bonito jarrón y regresándolo a su lugar luego de verlo- No eres el primero que no me soporta
-No es que no te soporte –alegó Jun, arrodillándose junto a ella- De hecho me pareces graciosa, pero no te mides...
-Bah, es porque eres un aburrido... –murmuró Paola fastidiada
De pronto el tren se detuvo. Ambos se miraron extrañados. Paola se puso de pie y fue a abrir una de las grandes puertas del vagón donde estaban.
-¡Wow! Mira qué lindo –dijo después asombrada
Jun se acercó y vio el hermoso paisaje de la bahía de Suraga, por donde se encontraban circulando en esos momentos.
-Es hermoso... –murmuró el muchacho- ¿A dónde vas? –le preguntó luego al verla bajarse
-A dar una vuelta –contestó la chica tranquilamente
-Me vas a matar de un infarto, y es en serio –comentó Jun algo molesto, siguiéndola
Paola se detuvo, mojó uno de sus dedos en su boca y luego lo levantó en el aire.
-Hummm...veamos, el viento viene de allá –dijo, señalando el norte
-¿Y qué con eso?
-Nada, yo sólo decía –aclaró sonriendo divertida
Se quedaron contemplando el horizonte en silencio durante unos minutos. En eso, casualmente, Jun volteó y notó que una parte del tren se estaba marchando.
-¡Demonios, nos están dejando! –exclamó preocupado, poniéndose de pie y regresando al vagón, seguido por Paola
Cansados, pero de vuelta en el vagón de carga, se sentaron y notaron que ése vagón también se ponía en marcha.
-Menos mal, casi nos dejan –dijo Jun complacido
-¿Qué hacen aquí? –les preguntó un funcionario
-Sólo observando –respondió el chico nervioso, poniéndose de pie
-Antes que se ponga a gritarnos, ya nos vamos –alegó Paola fastidiada
-¿Irse a dónde? –preguntó nuevamente el hombre
-A sentarnos –explicó Jun extrañado
-El vagón de pasajeros ya se fue con rumbo directo a Nagoya –indicó el funcionario preocupado- Éste vagón avanzará sólo unos kilómetros más y se detendrá en Shizuoka
-¡¡Qué! –exclamaron ambos jóvenes sorprendidos
-Ay no... –murmuró Jun a punto de desmayarse
-Vaya, qué mal –dijo Paola divertida por el percance- Otra metida de pata
-¡Y todo por tu culpa! –la increpó el chico fuera de sí
-¡Y culpa mía por qué! –se defendió la joven ante la mirada atónita del funcionario
-¡Si no te hubieras bajado del tren no nos habrían dejado!
-¡Yo no te pedí que me siguieras, así que hazte responsable de tu culpa!
-¡Te seguí porque me preocupabas!
-¿No te pedí que te preocuparas, o sí? –inquirió Paola irónica, dejando a Jun sin respuesta
