Capítulo VI: Comenzando de nuevo.
Y amaneció, como era de esperarse. El sol se elevó... y siguió su curso... y siguió avanzando.. hasta que llegó a su cenit, y su luz se volvió insoportable
– ... maldición... me duele todo... – farfulló Rogran, levantándose. Buscó a Esteldal con la mirada, lo que no le llevó mucho tiempo. Fue hacia él y lo despertó.
– ¿Qué maldita cosa quieres? – le espetó Esteldal
– ¡Pues qué va a ser! Tenemos que irnos ya
– ¿Y ahora por qué la prisa?
– Idiota, ya es mediodía y... – de repente, se dieron cuenta de que no estaban solos.
Un poco lejos, todavía inconsciente, estaba Nemmírë. Había sido alcanzada por el mismo rayo que Esteldal.
– Que cosas tiene la vida, ¿no? – comentó Rogran. De algún modo, parecía que esta situación lo entretenía. (hay que recalcar que el tipo podría llegar a reírse del vuelo de una mosca)
– Sí, lo que sea... vámonos – dijo Esteldal, fastidiado. No tenía humor para lo que fuera que tuviera en mente 'aquel imbécil'.
– No pensarás dejarla aquí, ¿verdad? – preguntó 'el imbécil', "escandalizado".
– ¿y por qué no?
– ... a ver, pon a trabajar el atole que tienes en vez de cerebro. ¿Por qué quedamos inconscientes?
– por un ataque desde la luna
– exacto. ¿Por qué se suscitó esa agresión contra nuestras personas?
– Porque Nemmírë lanzó esa flecha mutante.
– y ¿por qué la lanzó?
– para... "llamar" a la luna
– ¿por qué la llamó?
– ... para volver a Aman
Rogran frunció el entrecejo.
– ¿"Aman"?
– según los viejos relatos, la tierra de los Elfos.
– ... entendido... pero sigamos con la línea de pensamiento. ¿Para qué querría volver a Aman justo ahora?
– no sé... quizás ya no tenía nada que hacer aquí.
– no captaste la pregunta. ¿Por qué hizo lo que sea que haya hecho justo en medio de la batalla?
Esteldal no respondió.
– Yo te diré porqué – prosiguió Rogran – porque, por alguna extraña razón, también quería que ésas acabaran allá.
– ¿y?
– y que ahora tenemos la hermosa situación de que sólo queda una persona en el mundo que sabe cómo llegar a allá
Esteldal arqueó una ceja.
– ¿y para qué quieres ir a Aman?
– simple, mi anciano amigo. Porque esas dos están allá, y no he podido matarlas... aún.
– .... ¿y para eso piensas ir allá? ¿no te parece algo... enfermizo?
– ¿enfermizo? – repitió Rogran, sin dar crédito a sus oídos – métete esto en tu aparentemente vacía sesera: el único deseo válido es la venganza, y venganza es justamente lo que quiero.
– ¿Venganza? Pues, ¿qué te hicieron?
– no es tu asunto. Y si hubieras arreglado todo este asunto tú solo no me las habría topado de nuevo. Así que, por una vez en tu vida, actúa según el manual y tráela.
Contra la mirada asesina ultra-potenciada de Rogran, Esteldal no tuvo más remedio que obedecer.
Pasar desapercibidos a mediodía en una ciudad recién revivida siendo un grupo tan peculiar fue una proeza titánica. Y los Titanes, más tarde o más temprano, cumplen su cometido.
– ... ¿les habrá pasado algo? – preguntó Sakura
– no me dirás que estás preocupada por ellos, ¿verdad? – se mosqueó Kerberos (se mosqueó? Ni que fuera pastel de piña)
– ...es sólo que ya deberían haber vuelto...
– Tal vez ya los mataron – sugirió Yue, distraído.
– lo que estaría bien – dijo Kerberos con decisión.
– yo también te quiero, Kimba – dijo Rogran, entrando.
– bah – musitó Kerberos.
– ¿están bien? – quiso saber Sakura, quien no había perdido el mal hábito de ser demasiado transparente en sus intenciones. Esta transparencia dejaba ver su preocupación, y esa preocupación fue molesta para los demás presentes. Dos de ellos, porque estaban seguros de que era una preocupación inmerecida, y el otro porque no estaba acostumbrado -ni era lógico- a que alguien se preocupara por gente de su calaña.
– eeeh... podría decirse que sí – respondió Rogran al fin, no muy seguro. Aquel rayo de luz podría haber tenido una maldición oculta, quizá hasta de Condenación. O tal vez podría tener un pernicioso efecto de purificación. Ninguna de las dos alternativas le hacía gracia. Cambió de tema – supongo que querrás despedirte de tu señor padre antes de irnos. – Sakura asintió con la cabeza. – Pues ve, ¿qué esperas? Sólo trata de regresar antes de las 12 (porque se convierten en calabazas)
La Maestra de las Cartas salió apresuradamente y sus guardianes, después de dos segundos de reflexión, la siguieron. Quizás entre ellos y Fujitaka podrían convencerla de que se estaba metiendo en un tremendo lío.
– ... qué trío tan extraño... – se dijo Rogran, sacudiendo la cabeza, cuando se fueron. Acto seguido, se dedicó a una afanosa auto-introspección en búsqueda de cualquier efecto secundario que pudiera haber tenido ese tres veces maldito rayo.
Nemmírë había despertado, e inmediatamente desconoció el lugar.
– Buenos días... o más bien, tardes – saludó Esteldal. La elfa habría desenvainado su espada de haberla encontrado – ¿buscas esto? No acostumbro hacer esta clase de cosas, pero supuse que serías todo menos racional en esta situación.
– ... ¿qué quieres?
– ¿Yo? Nada. Luego sabrás por qué estás aquí.
– ... esto no debería estar pasando – murmuró Nemmírë
– Siempre es así, ¿no?
– Pero no debería.
– ... ¿me estás culpando?
– ... no, es sólo que...
– los dioses están locos, y quisieran estar sordos – dijo Vindur, sonriendo, y salió.
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ok... esta vez subí dos porque la quincena pasada no pude subir nada, y la semana pasada se me olvidó y... bueno, mis disculpas por esas dos ocasiones, sé que juré solemnemente actualizar cada quince días... pero que no lo haya subido NO quiere decir que no lo haya escrito, joer! ... ya me voy.
