Capítulo VIII: Tiempo fuera.

— ¿A dónde vamos? —preguntó Sakura

— Regresamos con Esteldal, recogemos unas cosas, y nos vamos —respondió Rogran

— ¿A dónde? —volvió a preguntar Sakura (n/a: y con justa razón.)

— ... es una sorpresa.

La verdad es que no tenía idea de a dónde iban a ir (n/a: bonito cuento, niño!). Recordaba sus instrucciones primarias: iría a ayudar a Esteldal, que por lo visto tenía problemas con lo de las cartas, y de acuerdo al desempeño de ambos, les darían nuevas instrucciones. Las nuevas indicaciones llegaron. Permanecerían trabajando en conjunto en la siguiente fase. ¿Cuál sería la siguiente fase?, preguntó él. Sólo le dijeron que después se lo explicarían más detalladamente. Aunque la idea general que le habían dado era lo bastante explícita como para que comprendiera que era la piedra angular para el ataque en serio. Pero antes de eso, tenía que conseguir la plena confianza y disposición de todos.

Claro, la disposición de Esteldal era obligatoria, tanto como la suya propia. A Sakura ya la tenía prácticamente en la palma de la mano, y los guardianes no podían rebelársele. Entonces, sólo quedaba Nemmírë... ¡menudo lío! Eso sí iba a estar difícil. La única carta que podía jugarse era confiar en que recordara "los viejos tiempos" y se ablandara un poquito. Pero eso ya era problema de Esteldal. Aunque, si se mostraba tan eficiente como hasta el momento...

— ¡Rogran! —llamó Sakura, unos metros atrás de él.

— ¿Sí?

— ¿A dónde vas?

— Ya te dije que... —empezó a decir, fastidiado.

— ¡es que ya llegamos!

Se volvió. Sí, en efecto, era la puerta indicada, y él se había pasado de largo.

— ¿Pasa algo? —preguntó Sakura.

— No. Sólo estaba pensando en unos detalles sin importancia.

Entraron. Esteldal ya había preparado todo, o al menos todo lo que sabía que había que preparar. Sólo faltaba una cosa.

El Palantir. (nota pa' los que nomás vieron (o se acuerdan) de las pelísculas: la roca esa de el Señor de los Anillos que se encuentra Pippin afuera de la torre de Saruman y luego se la queda Gandalf, y luego Pippin se la "toma prestada" y tiene esas visiones tan horribles que parecen sacadas de un mal viaje (pasa más o menos lo mismo en el libro)). El Palantir, del que él nunca conocía el paradero. Curioso, considerando que los siete Palantiri eran heredad de la casa real de Gondor, y él era el último del linaje. (n/a: con razón...)

... aunque, pensándolo bien, ¿qué podía objetar? No había estado allí para evitar el saqueo a Minas Tirith. Más aún, no había cumplido con su deber, lo que llevó a la desaparición de Gondor tras una corta y penosa guerra. No merecía vivir, y mucho menos del modo en que vivía ahora.

Y ahora, los Palantiri estaban en manos de los demonios. Y ahora, Rogran estaría recibiendo instrucciones mediante él.

Instrucciones que, por su grandeza, eran un honor, y por su complejidad, un martirio (n/a: ... aaah, cómo adoro complicarle la vida. Pero no se nota, verdad?). Ya sabía a dónde tenía que ir. Lo suficientemente cerca de su objetivo para llegar a él en menos de dos horas, y lo bastante lejos como para que nadie sospechara nada.

Sakura, Kerberos y Yue estaban impactados.

— ¿Qué haces aquí? —preguntó Kerberos

— Eso quisiera saber —respondió Nemmírë, lanzando una rápida mirada de reojo a Rogran, que acababa de entrar.

— Pues de momento —dijo éste— todos nos vamos —percibió las miradas tensas a su alrededor—. ¡No pongan esas caras! Después de todo, el Alto Mando nos ha concedido un receso de dos meses antes de ponernos a trabajar en serio.

Partieron. Sakura se volvió para ver una última vez a la ciudad donde había vivido tanto tiempo.

— No le pasará nada, ¿verdad? —le dijo a Rogran y Esteldal (n/a: ... sin comentarios)

— Puees... no hay nada seguro —respondió Esteldal con sinceridad (n/a: idiota)

— Pero si lo quieres, lo habrá —agregó Rogran rápidamente—. El receso no es sólo para nosotros, sino también para todos los demás. Y si nosotros no nos movemos, el otro equipo tampoco hará nada.

— E, invariablemente, ya no hay nada más en esta región que podamos usar —reflexionó Esteldal (n/a: adelante, sigue metiendo la pata. Mira que a nadie le importa)

— Cálmate, Sakura —dijo Rogran, más serio, al ver que ella, en efecto, no se calmaba—. Sólo hay que hacer una petición aquí, dejar un mensajito por allá, y esperar para una confirmación total y rotunda de la neutralidad de Tomoeda, o, si quieres, de todo Japón. (n/a: de donde yo vengo, eso se llama tráfico de influencias, y es un delito grave.)

Si Sakura siguió nerviosa después de eso, lo disimuló muy bien.

Poco antes del amanecer, llegaron a una cabaña bien oculta en uno de tantos bosques.

— Ahora sí, descansen todo lo que quieran.