Capítulo XI: Hace mucho tiempo, en un reino muy lejano...

—A ciencia cierta, no sabría decirte como fue que se tomó la decisión. Simplemente, el rey Finarfin me llamó un día a su presencia. Según dijo, el reino de Gondor estaba en peligro de desaparecer, pero su ruina podría evitarse si, y sólo si los Gondorianos recordaban la reverencia a los Valar, la lealtad a otras razas y la Unidad que debían mantener con sus congéneres. Ya se sabía lo que pasaría si lo olvidaban.

—Sí, recuerdo las lecciones de historia sobre la caída de Númenor.

—Lo siguiente que supe fue que iría a la Tierra Media y los Valar, sin que nadie se diera cuenta de ello, guiarían los acontecimientos por la mejor ruta posible.

—————————————————–FLASHBACK————————————————————

Isil estaba en Aman (en la Tierra Media, llamaban a estos periodos "Luna Nueva"), pero ya se preparaba para partir.

Tilion primero reaccionó con incredulidad ante la petición que le hicieran de llevar un pasajero. Después, se extrañó. Acabó aceptando (¿en qué podía afectarle?)

Pero cuando zarpó, tuvo un pésimo presentimiento sobre la idea. De repente, se le antojaba peligrosa y hasta suicida. Después, apreció la ironía de que, a estas alturas del partido, los Noldor se preocuparan por los Edain, siendo que no habían llevado la mejor de las relaciones. Sonrió. ¡Los Hildor eran tan raros! Habían bajado a Arda por su belleza, por su belleza prácticamente los obligaron a permanecer a su lado, y no se aburrían de su compañía y los extrañaban cuando se alejaban por el simple hecho de que nunca sabían a ciencia cierta como actuarían. Podían leer en sus mentes y corazones. Podían persuadirlos. Podían atemorizarlos. Pero Ilúvatar era testigo de que no podían entenderlos. De hecho, sospechaba que ni siquiera ellos mismos se entendían.

Envuelta por una nube, Isil descendió cerca de Gondor.

—Cuando termines, avísame —dijo Tilion, tendiéndole una flecha plateada—. Y que Eru te ayude.

—Buen viaje —contestó Nemmírë.

La Tierra Media era fascinante. Suaves voces murmuraban por todas partes (n/a: o.o I hear dead people!). Avanzó en silencio, y más lentamente de lo normal, observándolo todo. Cierto es que no tenía la beatitud ni el aliento inmortal de Aman, pero esa amarga mortalidad le daba un extraño y maravilloso sabor a todo.

Al amanecer, llegó a la muralla exterior de Minas Tirith. El guardia estaba receloso. ¿Un solo visitante? ¿A pie? ¿Que no dejaba ver su rostro? ¿Que había llegado sin que nadie lo divisara antes de que llamara a la puerta?

Pidió que se identificara. No lo hizo (al menos no como era debido). Simplemente le entregó un broche, parecido a un águila en vuelo... como aquel que había estado en la Casa Real de Gondor desde el principio de la Cuarta Edad.

Le llevó la joya al rey Minathil (hijo de Idar, hijo de Sakath, hijo de Eldarion, hijo de Aragorn), quien convocó a su presencia a quien la había traído.

Esa misma tarde se le asignó ser la nana del joven Príncipe Vindur, denominación más solemne que cierta. ¡Era un niño! ¡Apenas tendría tres años!

Su madre estaba delicada desde su segundo parto. Parecía que ni ella ni el bebé sobrevivirían. Con el tiempo, sin embargo, la Reina vivió, pero había cambiado mucho. Se había vuelto algo distante y melancólica. Y el niño... frágil, demasiado frágil. Incapaz de tomar decisiones propias. Hacía lo que se le pedía, aunque dudando. Otra triste página en los anales de Gondor.

Vindur, al contrario, nunca medía las consecuencias de sus actos. Estaba demasiado acostumbrado a hacer los que se le ocurriera y luego, si las cosas salían mal, pedir perdón.

A medida que iba creciendo, empeoraba esa mala costumbre suya.

El mejor ejemplo de ello sería su reacción cuando le "informaron" que estaba comprometido.

—¿Qué opinas de Fana? —le preguntó su padre.

—¿A qué te refieres? —preguntó a su vez Vindur.

—Pues... no sé, lo que opines.

—No la conozco lo suficiente como para tener una opinión de ella —dijo rápidamente. No le gustaba el tinte que tomaba la conversación.

—¿Querrías conocerla?

Se encogió de hombros. ¡Con que sí era eso! Nunca odió tanto el tener presentimientos acertados como en esa ocasión.

Tres meses después, se dirigía a Rohan, con una pequeña escolta (innecesaria), para alcanzar a sus padres, que ya estaban allá, listos para su boda que "fortalecería los lazos entre Gondor y Rohan, para mayor gloria de ambos reinos."

Y así habría sido, de no ser por una intervención inesperada.

A tres días de viaje de Rohan, Vindur decidió dar una caminata, en la noche, para meditar un poco.

Viéndolo con optimismo, no estaba en una situación tan mala. Fana era inteligente, amable y mortal. Siempre habría ventajas en unirte a alguien de tu misma raza. Unir (al menos simbólicamente) a Rohan y Gondor sería agradable, como en los viejos tiempos de después de la Guerra del Anillo.

—Y aun así, no se te da la gana hacerlo —dijo alguien tras él. Se volvió.

—¿Quién eres?

—Alguien que estaría encantada de ayudarte —era bonita. Cabello rojo oscuro, ojos de un dorado antinatural.

—Nadie podría ayudarme (n/a: ¿seguro?)

—... no tienes por qué aceptarlo —dijo ella tras una breve pausa —. No cuando sabes perfectamente lo que quieres.

—¿Quién eres? —repitió Vindur.

—Hombre, que eso no importa. Yo digo que es más fácil obtener perdón que permiso, y si no te quieren perdonar... pues es su problema.

—... ¿Qué quieres decir?

—Que tienes el mismo derecho que cualquiera de tomar tus propias decisiones.

—Claro que no.

—... ¡qué cobarde eres! ¿Ni siquiera intentarás decírselo?

—No tiene caso.

—... bah. Entonces, púdrete. Te arrepentirás el resto de tus días, eso te lo aseguro.

Dicho esto, se fue. Pero dejó a Vindur pensando... que tenía razón.

¡Maldita sea! Tenía toda la razón.

Siguió su consejo, y a la mañana siguiente, nadie pudo encontrarlo. Se apresuraron a avisarle al rey, quien inmediatamente ordenó una búsqueda exhaustiva.

No sirvió de nada.

——————————————————FIN DEL FLASHBACK——————————————————

—... ¿Sabes? Siempre se hablaba de Elfos, Enanos y Hobbits. A esos dos los veíamos relativamente seguido, pero todos sabían que los Elfos se habían ido para siempre. Había quienes los mencionaban con nostalgia; otros, con rencor, porque creían que nos habían usado y luego, abandonado. —Estaldal hizo una pausa y añadió—. Cuando te conocí, me convencí de que no podía ser verdad. Pero ahora...

—¿Qué tonterías estás diciendo?

—¿Por qué no envejecen? Así habría sido más fácil.

Nemmírë lo miró sin comprender.

—Unas arrugas me habrían bastado para aceptar que era imposible.

Ahora sí comprendió por dónde iba el asunto.

—¡¿Qué te pasa! ¡Te crié como si fuera tu madre!

—¡Pero no eres mi madre!... ya no importa —la miró a los ojos con dureza (n/a: olé, matador!)—. Al parecer, resultó cierto lo de la manipulación élfica.

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Breviario cultural:

Hildor: "Los primeros nacidos". Úsase para referirse a los Elfos