Miroku, decisiones de un monje
Capítulo 2: Amoral
Una mañana el día amaneció extrañamente brillante. Casi irreal. El sol a penas antes del mediodía se había alzado blanco y caluroso a través de las montañas. No corría ni una gota de viento. La ropa se pegaba incómodamente a la piel.
El grupo iba caminando una vez más de vuelta a la cabaña de Kaede después de una fructífera búsqueda por los pedazos de la joya. El bosque por el que pasaban había adquirido en cuestión de minutos un aspecto de jungla que en realidad no existía. Las ramas los azotaban en la cara y en los brazos, las zarzas se enredaban en las piernas. El intenso calor los hacía sudar a raudales y se sentían inusualmente cansados.
Estaban caminando por un accidentado camino con barrancos a ambos lados, por lo cual caminaban muy juntos, protegiéndose los unos a los otros.
Kagome sentía la fija mirada de Miroku en su cuello descubierto, puesto que se lo había recogido en busca de algo de frescor.
Desde el día que lo había descubierto al lado del río, había intentado evitarlo a toda costa. No es que pudiese reprocharle nada en especial, pero la manera en que la miró justo después de que ella lo descubriese… le hacía sentirse muy avergonzada.
Sabía que él había intentado hablar con ella, pero el pudor de una muchachita de a penas 16 años era demasiado grande para el monje.
Caminando en silencio llegaron a un barrizal poco profundo. No había peligro de hundirse, pero las chicas decidieron que no estaban dispuestas a ensuciarse mas de lo que ya estaban. Así que cada una comenzó a caminar por los lados del barro, cuando de pronto comenzó un temblor de tierra.
Un volcán no muy lejano estaba cobrando vida y sus consecuencias llegaban hasta donde los chicos se encontraban.
Esas bruscas sacudidas bastaron para que Kagome tropezase y cayese por el barranco. Miroku se lanzó tras ella, puesto que iba pegado a su sombra, y el resto los siguió a un poco más de distancia.
Mientras rodaba colina abajo, Miroku alcanzó a la chica con su abrazo y los dos al llegar al suelo, sin a penas con tiempo de respirar, tuvieron que cobijarse en una madriguera bastante grande que había bajo un árbol. La colina había comenzado a arrojar piedras y el derrumbamiento se cernía sobre ellos.
Pasados unos minutos, Miroku abrió los ojos y oyó a Inuyasha gritar sus nombres por encima de las rocas que habían sellado la entrada.
- ¡Estamos aquí, Inuyasha¡Debajo del árbol! Había un hueco y nos hemos colado dentro.
- ¿Y Kagome¿Está bien?
- Parece que se ha golpeado la cabeza mientras caía, pero respira, está bien, tranquilos.
- Apartaos de la entrada, Miroku. Utilizaré mi espada para romper las rocas.
- ¡No Inuyasha! Podrían explotar o se nos caerían todas encima. Espera. Ésta madriguera parece ser la entrada de una cueva. Hay un pasillo bastante grande desde donde yo puedo ver.
- ¡Está bien! Si es una entrada debe haber otra salida, seguramente será un pasadizo. Iré a buscarla. Mirad vosotros también.
Y no le dio tiempo a contestar porque la voz desapareció seguida por las demás voces del grupo en un traqueteo por encima de las rocas.
Entonces Miroku dio cuenta de la situación. Estaba a solas, en una oscura caverna, con Kagome desmayada entre sus brazos.
Miroku meció a la chica entre sus brazos. Con la escasa luz que se filtraba por entre las rocas derrumbadas, se las ingenió para examinar cuidadosamente su cabeza en busca de alguna herida sangrante.
Pero lo único que encontró fueron magulladuras en todo su cuerpo, más que por la caída, por la caminata en medio del bosque.
La miró intensamente, con sus ojos adaptados a la oscuridad. Inconscientemente empezó a acariciarla con su mano, primero la boca, tocando sus suaves labios, húmedos a causa del sudor. La línea de su cuello, que la hizo estremecer levemente. Continuó por encima de la ropa sucia, adherida a su piel, distinguiendo otra pieza de ropa que cubría sus pechos. Eran bastante abultados para su edad, duros y firmes, que solo con la caricia de su dedo no llegaba a abarcar.
Continuó por su cintura descubierta, puesto que su camisa se había alborotado con la caída. Era de piel fina y aterciopelada… sin saber si quiera cómo, subió la falda verde y acarició con la mano abierta sus muslos, para luego recorrer la parte interior de éstos, notando la calidez que aumentaba cuanto mas ascendía en sus piernas. Y llegó a su centro. Cubierto por otra prenda que en ocasiones le había ocultado la visión de sus nalgas.
Y con sus dedos en la caricia más dulce, tentó la unión de sus piernas. Encontrando no la humedad del calor del bosque, sino la suya propia. Y por encima de esa prenda, continuó adivinando las formas que escondía los encantos de Kagome. Cada vez con más fuerza, con más intensidad, olvidando por completo el lugar y el momento en el que se encontraban
Hasta que ella emitió un gemido que no supo si considerar placentero o doloroso. Paró en seco, mirándola directamente a los ojos, esperando que los abriera, sin apartar la mano de su sexo, sin siquiera advertir que él mismo estaba deseando por ella.
Y así Kagome abrió los ojos, encontrando los azules del muchacho mirándola sin preocupación. Sólo provocándose a si mismo. No se dio cuenta de la mano del chico, ni de su propio calor. Solo se levantó, tambaleándose un poco y se apoyó contra una de las paredes de roca negra.
- ¿Dónde estamos?
- Debajo del árbol. Había una madriguera… que como ves, ha resultado ser una caverna.
- ¿Inuyasha?
- Ha ido a buscar una salida. La entrada está bloqueada. Será mejor que nosotros también vayamos hacia adentro. Al menos para que te puedas limpiar un poco las heridas.
- ¿Con qué?
- Agua. Si arriba hay barrizales quiere decir que el agua es subterránea. Vamos. Apóyate en mí.
No la dejó contestar. Pasó una de las manos de ella por encima de sus hombros y comenzó a andar. Ella lo seguía sin decir palabra. Sintiendo como se pegaba a su cuerpo y la tocaba con demasiada familiaridad. Y le dejó hacer porque estaba cansada y dolorida. Porque por mucho que hubiese visto a la orilla del río, era su amigo y confiaba en él.
Cuando llevaban unos minutos caminando, y la luz se había extinguido completamente, oyeron un sonido de gotas. Gotas que caen en un gran charlo y que retumban en una gruta silenciosa.
El aire era menos viciado allá abajo, puesto que el pasadizo hacía un descenso casi imperceptible, pero un olor pútrido comenzaba a hacerse notable. La oscuridad y la roca desnuda refrescaban el ambiente pero hacían más difícil el poder encontrar algo de madera para hacer un fuego y tener un poco de luz.
Miroku dejó a Kagome sentada en el suelo, y entonó unas runas agitando su bastón. En ese instante, la vara se iluminó para cubrir con un resplandor azulado el lugar donde se encontraban.
Efectivamente era una gruta, y probablemente estaban en el centro. El espacio era enorme. El chico se preguntó como un espacio tan grande podía estar escondido bajo un árbol, pero desistió rápidamente, puesto que ese bosque que parecía una jungla, nada era normal.
Estaban a la entrada de un pasadizo, que daba a una gran concavidad delante de ellos. En las paredes que los rodeaban había numerosos pasadizos, no solo a ras de suelo, sino también por toda la altura de la pared. Todos eran más o menos de los mismos tamaños y redondos. En el suelo, efectivamente había una pequeña laguna de agua transparente, y encima de ella, estalactitas de las cuales, solo una, goteaba agua.
El gemido ahogado de Kagome atrajo su mirada al lugar donde ella la había posado. Y descubrió inmediatamente donde se encontraban.
Saliendo de uno de los pasadizos, había colgando una piel de serpiente gigante. Un youkai que justo acababa de mudar su cuerpo y que seguramente habría salido a cazar por los bosques.
- No nos quedaremos mucho tiempo aquí, Kagome.- dijo Miroku intentando no mirarla, puesto que sabía que en cualquier momento podría sucumbir.
La chica imitó al monje, que fue hacia la laguna y probó algo de agua. Le hizo una señal a Kagome de afirmación y ella también bebió.
Luego de eso, él se lavó la cara y las manos. Entonces se sentó de espaldas a Kagome y se quedó en silencio.
Ella interpretó ese gesto correctamente y comenzó a lavarse la cara, y luego las heridas de los brazos y las piernas. Realmente no era medicina que la curase, pero el limpiarlas y no dejar que se infectaran era un gran paso.
Entonces llegó al interior de sus piernas, y Kagome notó que algo no iba como siempre. Notaba su ropa interior mojada por su propia excitación. Pero ella no recordaba haber echo nada que la llevara a esas circunstancias. La voz de Miroku la sobresaltó.
- Se que has estado evitando mi presencia desde lo que viste en el río – comentó sin venir a cuento.
- Déjalo, no tiene importancia.
- Solo quería que supieras que lamento mucho haberte hecho sentir incómoda con eso.
- He dicho que no te preocupes.- Kagome comenzó a vestirse de nuevo – Es solo que era la primera vez que me encontraba en una situación así y… bueno… me sorprendió.
Miroku rió entre dientes.
- La mayoría de mujeres es ésta época a tu edad, ya están casadas y conocen a la perfección el cuerpo de sus maridos- dijo casualmente.
Kagome quedó muda. Se enrojeció furiosamente y miró a su alrededor en busca de ayuda. Como no había quien la salvara, ni siquiera un youkai serpiente que los atacara, el monje continuó sin girarse.
- Así que nunca has visto el cuerpo de un hombre. Bueno. Eres una sacerdotisa. Has de ser pura e inocente para conservar tus poderes.
- ¡Eso es una estupidez! – gritó ella – las mujeres no somos menos poderosas solo por haber estado relacionadas por un hombre. ¡Eso son ideas machistas de filósofos eunucos que odiaban a las mujeres! – y cuando acabó de gritar eso, estuvo a punto de echarse a reír por ese sangre feminista que había recorrido sus venas en nombre de una guerrera orgullosa.
Miroku calló y escuchó cada una de las palabras que dijo ella. No entendió muy bien el final, pero se alegró de que pensase así. Ella sabía que su poder no recaía en la virginidad de su cuerpo, al igual que él lo sabía.
Y decidió atacar. ¿Qué podía perder? Nada. Tampoco nada podía ganar, pero el perfume que Kagome había dejado sin querer en los dedos de Miroku lo estaba volviendo loco. Se levantó girándose para encararla, y comenzó:
- Y Kagome… ¿has sentido el deseo alguna vez… de ser poseída por un hombre?
- ¿Qu… qué?
- No me digas que nunca has soñado con Inuyasha en la intimidad.
- Eso no es asunto tuyo.
- ¿Y si lo fuera¿Y si yo pudiese darte todo lo que ese hanyou no se atreve?
- Miroku basta ya, por favor.- ella sonaba asustada.
Miroku comenzó a acercarse a ella, concentrado en sus ojos. En esos ojos que lo habían llevado al éxtasis días atrás.
El sudor había vuelto a su cuerpo, puesto que a pese el frescor de las paredes de roca, el ambiente seguía caldeado. Su cuerpo se veía radiante, temeroso y maltrecho.
De algunas heridas, la sangre continuaba emanando en un ligero goteo que lo desfallecía.
Se acercó a ella sin dejarla retroceder. Le acarició la cara y ella intentó apartarse, pero él comenzó a luchar por retenerla.
En un vano forcejeo, él la tiró al suelo y la inmovilizó con su propio cuerpo.
Lamió su cuello y ella le arañó la cara en respuesta. Sus manos por encima de su camisa, asieron un pecho y lo apretó con furia. Con la otra mano, Miroku agarró los dos brazos de Kagome por encima de su cabeza y los mantuvo sujetos.
Entonces levantó su camisa y liberó los senos de ella sin siquiera quitar la ropa interior.
Entonces ella comenzó a gritar. Luchaba y luchaba sin resultado alguno. Él era demasiado fuerte para ella.
Tomó uno de sus pechos con la boca y succionó. Lamió y mordió hasta hacerla gritar de dolor.
Su otra mano se perdió entre sus piernas y siguió el trabajo inacabado anteriormente. Por encima de la tela masturbó a la chica furiosamente, notando como algo de ella, sin querer, le estaba respondiendo.
Cuando hubo tenido suficiente con tocar nada mas que tela, metió la mano dentro de la ropa, y descubrió que Kagome no era una niña en absoluto. Debajo de la ropa, era una mujer como cualquier otra. Y en ese preciso instante, fue cuando la decisión se hizo completamente firme. En esa mujer, que era como cualquier otra, depositaria la semilla de su hijo. En esa mujer que no amaba y que al saber que era como las demás, dejó de respetar. En esa mujer que era como todas pero que era una sacerdotisa. En esa mujer que era Kagome.
Su boca enloquecida tomó la de la chica succionando su lengua, probando su saliva y después su propia sangre. Descubrió que ella lo había mordido en el mismo momento en el que su lengua aterciopelada iba reconociendo su boca poco a poco.
Su mano izquierda, con la que tenía sujetas las manos de Kagome, comenzaba a sentirse demasiado fría por la presión, sobretodo en contraste con la que acariciaba el sexo desnudo.
Ella gritaba en su boca. De vez en cuando atinaba a probar las lágrimas saladas que no podía dejar de verter. Pronto los gritos se convirtieron en sollozos ahogados, que no sirvieron más que para provocar a Miroku.
Sus dedos entonces la penetraron. Le hicieron el amor despacio. Primero uno, y luego el otro. Dos era suficiente para prepararla. Podía notar la resistencia de ella, puesto que intentando contraer su sexo para evitar la invasión, no hizo otra cosa que facilitarla, succionando sin querer los mismos.
- Vamos mujer, no luches – dijo liberando su boca
- ¡Miroku por favor¡Déjame¡Basta Miroku¡No quiero esto!- decía Kagome entre sollozos
- Claro que lo quieres. Deja de resistirte, solo conseguirás hacerte daño.
- ¡Por favor, Miroku, por favor te lo pido. Basta. Me duele, Miroku. Por favor. Déjame!
- ¡He dicho que dejes de luchar!- gritó el monje furioso – ¡vas a ser mía quieras o no¡¡¡llevarás a mi hijo!
- ¡No¡Detente¡No quiero¡No me gusta!
- Bien, yo haré que te guste.
Era evidente que el chico estaba fuera de si. Sus dedos habían adoptado un ritmo frenético y comenzaba a rasgar con las uñas el interior de la chica.
Con la última declaración, soltó a Kagome por completo solo para sentarse en el suelo, agarrar las caderas de la chica, y pasar sus piernas, una a cada lado de su cabeza. La espalda de ella estaba arqueada y la postura la incomodaba, pero ni siquiera se pudo para a pensar en el dolor, porque una lengua invadió el muslo interior derecho. Hizo círculos y con sus labios succionó la piel dejando marcas.
Siguió sintiendo su lengua húmeda y caliente rodar todavía por los muslos, las ingles, y lamer encima de la tela de sus braguitas mojadas.
No podía evitar la excitación, pero reconocía que la situación no le gustaba nada. Estaba asustada por el chico y dolorida por la caída anterior. La situación la desbordaba. Había imaginado como era natural, mil fantasías con Inuyasha, pero en todas ellas, ella era tratada con mucho amor y respeto. Era tomada en una cama llena de rosas, perfumada de moras y vestida con tules, e Inuyasha siempre la besaba, la acariciaba, le susurraba las cosas mas dulces al oído, y sin pesar la tomaba.
Y ese maravilloso sueño se estaba destruyendo. Estaba en una sucia y fría caverna a punto de ser violada.
Volvió entonces a la cruda realidad cuando oyó decir algo a Miroku. No lo había entendido, pero se imaginaba por donde iba. Con sus dedos, el chico corrió a un lado el pedazo de tela que separaba su boca de los labios más íntimos de Kagome. Y su lengua reemplazó la caricia anterior de sus dedos. De abajo arriba, lamiendo, besando, separando los mismos labios y succionando de su centro más carnal.
El calor la prendió de golpe y un gemido se escapó de su boca. La lengua de Miroku y su sexo se estaban fundiendo como las rocas en la lava. De nuevo le estaba haciendo el amor con la lengua. Y ya no sabía que pensar. El escenario era odioso. Habría deseado estar en cualquier otro lugar del mundo en ese preciso instante. Pero la excitación la estaba superando. La suave caricia de una boca masculina la estaba llevando al límite. Algo se estaba formando dentro de su vientre. Algo grande, a punto de explotar.
Una vez más… y otra… y otra y otra más… esa caricia era su perdición. Ya no oía absolutamente nada excepto su propia voz, gimiendo desesperada. No veía más que las estalactitas secas apuntando hacia ellos, y ni siquiera podía notar como las piedras se clavaban en su espalda.
Su único sentido claro, era la lengua de su amigo, clavada en su sexo, haciéndole el amor exasperadamente.
Y por fin llegó. Explotó sin querer evitarlo. El placer recibido se esparció desde su vientre y su sexo hasta cada pequeño poro de su piel.
Miroku la dejó en el suelo con urgencia y se apresuró a recolocarle toda su ropa. La levantó y palmoteó su cara para espabilarla. A Kagome le temblaban las rodillas y le costaba mantenerse en pie. Sobretodo porque podía sentir su propio flujo manar de su sexo, mezclado con la saliva del hombre.
- Ahora no me han dado tiempo suficiente. Pero ten claro que tarde o temprano te haré mía. – le susurró al oído
Ella no entendía muy bien a santo de que había parado, justo cuando la tenía más a su merced. Pero agradeció el acto. Luego vio extrañada como tomaba su sexo por encima de la ropa, apretaba con fuerza y parecía concentrarse en algo.
Un segundo después distinguió las voces de sus compañeros acercarse por un pasadizo superior de la caverna.
Un minuto después, Inuyasha estaba delante de ella abrazándola y preguntándole que tal estaba. Evidentemente para el segundo después gritarle.
- ¿En que demonios estabas pensando cuando te caíste por el barranco!- vociferó Inuyasha molesto por las miradas que había causado su abrazo.
- ¿Qué?- dijo Kagome confusa, sin ubicar la situación aún.
- ¡Eres una torpe¡Nos hemos retrasado por tu culpa!
- ¿Inuyasha de que estás hablando? – dijo ella comenzando a estar molesta.
- ¡Y por encima de todo seguro que tu estúpida cabeza se ha quedado peor de lo que estaba por la caída!
- Inuyasha… - la voz de Kagome denotaba un "OSUWARI" muy probable.
- ¡Da gracias al monje a que estás con vida!
El monje. Entonces Kagome miró a Miroku. Se veía tranquilo. Con expresión resuelta en la cara, como normalmente tenía. Como si todo lo que había pasado hacía escasamente unos minutos no hubiese ocurrido.
Ante el repentino silencio de la muchacha, Miroku contestó por Kagome y por la mirada perdida que había adquirido.
- Vamos Inuyasha, no seas tan duro con ella. Aún está conmocionada por el golpe de la cabeza. Salgamos de aquí y volvamos a casa.
- Keh… será lo mejor. – concluyó- tienes que curarte las heridas rápido. Si no hubiese sido por el olor de la piel del youkai mudado habríamos tardado muchísimo más y esas raspaduras no son buenas de cicatrizar cuando pasa mucho tiempo.
Conversaron entre ellos un poco más antes de salir de las cuevas. Kagome no se atrevía a mirar al monje. Iba cabizbaja y sonrojada todo el tiempo. Dando gracias a la oscuridad por ocultar su rostro. Al salir a la luz, Miroku pasó por detrás de ella para alcanzar a Sango y cuando lo hizo solo dijo imperceptiblemente:
- Shhh… -
Pronto salieron de aquel bosque – jungla. Llegaron al poblado en un par de horas y la última conversación que pudo escuchar entre Inuyasha y Kagome, fue ésta:
- He estado realmente preocupado por ti.- decía Inuyasha mirando al frente.
- No te preocupes, la caída no ha sido realmente nada. Solo estoy aturdida.
- No solo por tu caída. Por … -
- ¿Por?
- No quiero que andes cerca de Miroku por mucho tiempo.
Miroku no oyó la respuesta, quizá no la hubo. Porque Inuyasha continuó.
- Es un monje bastante pervertido, ya lo sabes.
- Bueno… quizá no tendrías que preocuparte por mí. Se cuidarme yo sola- decía en voz baja.
- Yo siempre me preocupo por ti… y quiero… quiero… quiero ser yo el único que te cuide.
Miroku los vio mirarse tímidamente. Vio a Inuyasha mirar a otro lado y a ella sonreírse tontamente. También los vio cogerse de las manos y caminar juntos en silencio.
Lo que nadie vio. Era como él sonreía maliciosamente, y lamía sus labios de vez en cuando.
Inexplicablemente... continuará
No me creo ni yo que haya escrito tan rápido... pero bueno¡será que tengo mucho tiempo libre!
De momento veo que el fic ha gustado ...para cinco personas que me dejan un mensajito...que por cierto, muchas gracias! me gusta que os guste (y como hay poquita gente, personalizaremos las gracias, q nunca lo hago, pero me ha hecho ilu!)
Yukkakyio, cuando leí el review, me quedé con una sonrisa en los labios durante todo el dia! eso de delicioso me llegó al alma -
MarioJPC me alegro que te haya gustado!y desde aqui mi apoyo y ánimos para q hagas ese fic con esta pareja. reflexiones time!
darlanit, si, miroku en este fic, como has visto hasta ahora es un pervertido total!quería explotar esa faceta, pq en otros fics... bueno, siempre aparece como un tocaculos un poco salido. bueno, en este es un desfasado total, y la cosa va en aumento. jujuju (per cert, ke ets catalana?;))
noelia, solo te diré que tus deseos son órdenes
piri-chan, gracias por seguir interesada. no tengo intenciones de hacer un enamoramiento mútuo de esta pareja, ni separar kagome-inuyasha... pero... bueno, todo se andará.
Gracias por haber llegado hasta aquí. Quería hacer solo dos capítulos, pero me gusta escribir sobre una obsesión y la evolución de un deseo.Creo que es interesante mantener un lemon bien calentito, y no dejarlo solo en el acto final. ¿No creéis? He recibido alguna queja por lo extremo del contenido (y eso que no era nada... y no soy nada explícita), pero ya está avisado, está clasificado como M, quien no le guste, que no mire. --
Un beso a tods y nos vemos pronto
