—… Pero está estable.

Por primera vez desde hace horas, Harry sintió que podía respirar de nuevo.

Hermione colapsó en sus brazos al escuchar las palabras de Padma, quien junto a Madam Pomfrey se había encargado de estabilizar a Ron. La sintió enterrar la cabeza en su pecho. Harry envolvió los brazos alrededor de la espalda de su amiga, cada vez más y más acostumbrado a los abrazos de Hermione cuando las cosas se ponían difíciles. Tomó una honda respiración.

—Va a estar bien —susurró Harry en el cabello de Hermione, cerrando los ojos—. Va a estar bien. Siempre lo está.

Hermione formó puños con su ropa y suspiró temblorosamente. Ella había estado con Ron mientras lo sanaban durante la noche, pero luego de perder los estribos en una ocasión delicada (tal como a él le sucedió) tuvieron que sacarla de allí. Luego, ella junto a Harry se quedaron en el pasillo el resto de la la noche esperando a que salieran con alguna noticia, lo que no sucedió hasta ese momento.

Por otra parte, todos los Weasley estaban en la habitación conjunta, probablemente escuchando con hechizos qué estaba pasando con Ron. Harry se sintió momentáneamente aliviado de no tener que lidiar con ellos. No en ese minuto.

—No sé qué haría sin él —murmuró Hermione, aún batallando con el llanto.

Harry la apretó más fuerte.

—Ni yo —contestó—. Pero lo estará. Estará bien.

La maldición de putrefacción era una de las más delicadas de tratar, y la mayoría de víctimas no sobrevivían si no era captada a tiempo. El problema era que si quedaba una sola célula afectada por el maleficio en la carne, éste se expandía, y cada vez había que cortar más, y más, y más. Sin contar que los hechizos de diagnóstico no eran muy efectivos con carne que empezaba a descomponerse. Por lo que Ron fue amputado hasta el borde de la cadera desde un inicio, para así evitar aquello.

La dificultad que habían tenido, según Padma, era que cuando la pierna comenzaba a regenerarse gracias a las pociones, se pudría una vez más, por lo que no sabían qué hacer o qué plan de acción tomar. Ron estaba perdiendo demasiada sangre como para seguir dándole la poción crece huesos y luego cortar la pierna si es que ésta fracasaba; pero también, si cauterizaban la herida y se rendían, era imposible hacer que volviera a crecerle.

¿Y allí encerrados qué tipo de prótesis le ayudaría a volver a caminar?

Afortunadamente habían encontrado el origen de la putrefacción. Y luego de estabilizarlo, le dieron la poción para que pudiera crecer una pierna nueva. El problema era que quizás no crecería por completo, que la dosis no sería suficiente. Pero eso solo tenían que verlo con el paso de las horas. Por ahora, debían concentrarse en mantenerlo con vida.

Harry sintió el cansancio apoderarse de él apenas Padma salió de su vista, e incluso Hermione parecía a punto de caerse. Ninguno de los dos había dormido desde hacía dos noches por miedo de que algo le sucediera a Ron, y las bolsas bajo sus ojos lo delataban. Con suerte tomaron una ducha de no más de tres minutos, pero eso era lo más lejos que estuvieron de aquella puerta.

Hermione se separó al fin, un poco más calmada, y lo miró con sus ojos cafés brillantes.

—Deberíamos ir a dormir —sugirió, aunque todo su cuerpo parecía querer gritarle que no podían.

Harry asintió.

—¿Por qué no pides que te dejen quedarte con Ron? Puedes dormir a su lado.

—Tienes razón, no sé por qué no lo había pensado —murmuró para sí misma, mientras su cara se iluminaba. Harry le sonrió somnoliento.

—Porque tenemos el cerebro cansado —respondió, empujándola para que entrara al cuarto—. Ve. Padma aún está allí adentro.

Hermione estuvo a punto de hacerlo, caminando los pasos que la separaban de la habitación, antes de pausar en la puerta y observarlo con ojos entrecerrados.

—Harry, necesitas dormir —le dijo, en tono casi de advertencia.

Harry se pasó una mano por los ojos debajo de los lentes, y apretó allí breves segundos. Su cuerpo entero se sentía pesado y con un malestar creciente.

—Sí, sí. Solo…

—Harry —lo cortó Hermione—. Más gente puede hacerse cargo de lo que sea que vayas a hacer. No tienes por qué ser el responsable de todo.

Harry sabía que Hermione tenía algo de razón, pero al mismo tiempo, no. No la tenía. No era así, él estaba bien. Había personas verdaderamente afectadas por la batalla. Heridos. Muertos. Él solo tenía… ¿qué?, ¿sueño? Algo tolerable en comparación con los demás. Si alguien podía hacerse cargo de lo que tuvieran que hacerse cargo, ese era él.

—Descansa, Hermione —dijo en su lugar, alejándose antes de que la mujer pudiera replicar algo.

Mientras deambulaba por la mansión buscando algo qué hacer –incluso yendo hasta el quinto piso– Harry se puso a pensar de qué manera debían actuar desde ese punto en adelante. No estaba demasiado enterado sobre qué estaba sucediendo con Voldemort y su gobierno luego de la batalla, salvo por las pequeñas frases que le había sacado a Kingsley cuando éste fue a preguntarles cómo estaba Ron durante la noche. Pero sí sabía que debían actuar rápido. Tenían que encontrar una manera de intervenir en la radio, desmantelar la farsa de la Pottervigilancia de Voldemort. Pero por mientras… ¿qué?

Quizás Harry podría mandar un Patronus cada semana, a lugares concurridos. Quizás era una buena forma de mostrar su versión. No lo sabía. ¿Cómo reaccionaría la gente? No…

Ron sabría qué hacer.

Harry paró a mitad de la escalera, sintiendo un dolor atravesando su cuerpo ante el pensamiento.

Había raspado la posibilidad de perder a Ron. Todavía aquello no estaba totalmente descartado. Y pensar en tener que vivir, una vez más, en un mundo donde la gente que más le importaba ya no estaba, en donde él ya no estaba-

Contando hasta diez, trató de mantener la compostura, de regular su respiración. Ron estaba estable. Ron estaba estable. Ron estaba estable. Tenía que creérselo y esperar que aquello continuara de esa manera, o perdería la cabeza.

Sintiendo que el mundo le daba vueltas, Harry decidió bajar a las mazmorras para ver qué tal estaban las cosas con los prisioneros, tanto los nuevos como los antiguos. Inteligentemente el resto de la Orden había establecido turnos para guardar las celdas en el caso (improbable) de que uno de los Mortífagos quisiera escapar. Le informaron a Harry que, básicamente, llevaban gritando durante horas y que ellos solo les obligaron a tomar agua, pero que fuera de eso, nadie había entrado a verlos. Días atrás, a Yaxley le habían amputado las partes bajas de sus piernas definitivamente, por lo que lo tenían amarrado en un asiento y ya se había cansado de luchar, al igual que Goyle.

Satisfecho con esa información, Harry decidió llamar a una reunión de la Orden para establecer un plan de acción, cuando, a medida que cruzaba el salón principal buscando a Kingsley para informárselo, notó que en una de las ventanas una adolescente se mecía en una silla, con los ojos fijos en el exterior.

La reconoció al instante como la superviviente de la base.

Harry se quedó mirándola unos segundos, pensando qué tan buena idea era acercarse a ella o no, antes de que Justin Finch-Fletchley entrara al cuarto pasando a un lado de Harry sin dedicarle una pizca de atención.

—Justin —llamó, viendo cómo el hombre se acercaba a la chica.

Justin paró en sus pasos para voltearse a él, subiendo las cejas de sorpresa al verlo. Harry sabía que Fletchley no era sanador, pero al igual que Padma, era de los más aptos para la medimagia por lo que trabajaba codo a codo con Madam Pomfrey.

—Harry —dijo él, mirando brevemente la taza que traía en sus manos—. ¿Pasó algo?

Harry la miró también, adivinando que probablemente era un calmante para la chica. Asintió, sin saber muy bien qué era lo que quería saber.

Apuntó a la muchacha con la barbilla.

—¿Cómo está?

—Mejor. Tiene ciertos momentos de lucidez, pero cuando recuerda qué pasa, se pone a gritar y… —Sus ojos se desviaron a la joven—. Se pone así.

Harry no soportaba volver a verla de nuevo. Lucía demasiado pequeña. Demasiado frágil. Una niña que había sido obligada a crecer antes de tiempo.

Como el resto de ellos.

—¿Cómo se llama?

Justin hizo una mueca, haciendo que su rostro se ensombreciera.

—Tratamos de preguntarle, pero esa fue una de las razones por las que tuvo el último colapso. Le preguntamos a otros chicos que rescatamos de su misma edad quién era, y ellos nos explicaron que hasta donde sabían, su nombre era Eveline Rosier. Sangre pura, y... de las peores de su clase.

Harry frunció el ceño, sin recordar que la línea de los Rosier aún tuviera descendencia; pero suponía que era bastante probable.

—Entiendo. —Asintió, sin comprender qué haría una Rosier en la base—. ¿Pero qué estaba haciendo ella ahí?

—Semanas atrás, se descubrió que la familia de ella y su "mejor amiga" —dijo, haciendo comillas con las manos—, habían falsificado su ascendencia. Uno de nuestros infiltrados en Hogwarts logró sacarlas y llevarlas a la base antes de que Umbridge las castigara públicamente.

Harry se pasó una mano por la frente, acatando la información y sintiéndose enfermo. ¿Cómo alguien que era mestizo, era capaz de discriminar a gente igual a ellos? Y tan joven-

Pero pensó en Voldemort.

Y tan raro ya no se le hacía.

—Quizás ella misma fue la causante del ataque —comentó Harry amargamente, pensando que quizás, así de tanto los odiaba.

Justin se encogió de hombros.

—No lo sabemos. Pero… sinceramente, Harry, creo que ni siquiera ella misma sabía su propio origen.

Harry frunció el entrecejo, sin comprender. Justin se acercó para poder hablar en voz baja.

—Según lo que tengo entendido, hacerte pasar por familia de un Mortífago como lo fue Rosier tuvo que haber sido extremadamente difícil. Imposible quizás, en la Segunda Guerra —murmuró Justin, y el entendimiento se asentó en Harry—. Mi apuesta es que sus padres o incluso sus abuelos falsificaron los registros durante la primera.

Harry la miró por fin. La muchacha ahora miraba el suelo, susurrando para sí misma sin parar.

¿Cómo la habrían educado?, ¿cómo habría sido crecer en ese mundo siendo una Rosier?, ¿qué ideales habría tenido?, ¿acaso se sentía así al darse cuenta de que no era sangre pura?

¿De que nunca lo fue?

—Eso explicaría las crisis al tratar de decir su nombre.

—Es lo más seguro. —Los ojos del hombre siguieron la mirada de Harry—. No sé, me siento mal por ella, ¿sabes? Debe ser difícil, ver a toda esa gente morir por ser lo mismo que tú eres, y que despreciabas. Ver a tu mejor amiga ser asesinada así, y que todo en lo que creías hubiera cambiado de un momento a otro.

Harry parpadeó un par de veces, observando de vuelta a Justin que tenía una expresión de lástima en su cara. ¿Estaba hablando en serio? Esa chica probablemente fue una tortura en Hogwarts con sus compañeros. Llevándolos a que les quiten dedos, u ojos, o incluso la lengua. Todo porque creía que era mejor que ellos por algo tan banal como la sangre que supuestamente fluía por sus venas. No merecía la pena.

Pero Justin parecía sincero, y, si Harry lo pensaba bien, un punto tenía. Solo le costaba empatizar con una persona que era parte del problema. Que era parte de esa sociedad nefasta. Que-

Tiene sólo dieciséis.

Harry cerró los ojos.

Tiene sólo dieciséis, y probablemente toda su vida fue criada para ser de la forma en la que era. Y, ¿qué pasaba si no era así, si no actuaba de esa forma? ¿Qué le hubiese pasado a ella si no hacía lo que le decían…?

Su mente vagó a Malfoy.

—Gracias, Justin —dijo Harry, haciendo una breve reverencia—. Avísame si necesitas algo.

Justin imitó el gesto, yendo a darle la taza a la chica.

Harry salió de allí apresuradamente, intentando no encontrar cierta similitud entre la muchacha y Malfoy. Pero le era imposible. Su mente repetía ciertos fragmentos de la conversación que habían tenido la noche anterior, y la forma en la que el hombre parecía verse a sí mismo.

¿Qué te hace pensar que yo era diferente a ellos?

Toda mi vida- me dijeron, me criaron- me entrenaron para… Para-

¿Crees que me importa un carajo excusar mi comportamiento ante ti?

Ambos sabemos que hay dolores peores.

No tengo idea de cómo sobreviví al inicio de la guerra.

No me apetece hablar sobre mis malas decisiones.

Malfoy parecía estar consciente de que él, que las cosas que hacía, eran un error andante. Pero no le importaba. No le interesaba y no se justificaba. ¿Acaso él también se dio cuenta de que todo en lo que creía era una basura?, ¿acaso se arrepentía? Harry suponía que no. Harry no sabía en realidad-

Sacudió la cabeza.

Tenía que concentrarse en la Orden, y en el interrogatorio que se les venía. Las cosas que averiguarían. Qué tendrían que hacer, y llamar a Astoria para que les ayudara a averiguarlo.

Había cosas más importantes que pensar en eso.

A paso lento y adolorido, Harry continuó buscando a Kingsley.

•••

El primer interrogatorio de Augustus Rookwood sucedió aquella misma tarde.

McGonagall aún estaba ocupada organizando la oleada de personas nuevas que la base acogió, ahora que habían perdido la de debajo del Bosque Prohibido. Kingsley se encontraba con el Auror Robards trazando nuevos ataques ahora que la guerra era completamente pública. Y Harry siempre había sido bueno sacándole la verdad a sus prisioneros. Por lo que luego de llamar a Astoria, (quien pidió usar una máscara, solo por si acaso), avisar a Theo, y encontrarse con ellos y Malfoy en el exterior, Harry los guió hacia adentro, obviando las miradas aterrorizadas que tenía la gente al ver a los Slytherin.

Pero específicamente a Malfoy.

Lucía menos cansado que la noche anterior, pero aún así continuaba siendo igual de imponente. Era más alto que todos ellos, el broche de la gota roja del Nobilium brillaba en su pecho, para que no olvidaran con quién estaban tratando, y sus ojos eran cortantes como dagas. Irónicamente, para ser el único de aquel grupo que nunca había matado a nadie, Malfoy lucía como un asesino a sangre fría. Una persona que no dudaría antes de enterrarte un cuchillo en el cuello. Y la gente conocía su reputación. Sabían de lo que era capaz.

Theo y Astoria tomaron la delantera, haciendo que Harry quedara a su lado. Mirándolo de reojo, se preguntó qué tan cierto era ese pensamiento, y por qué razón Malfoy jamás se había ensuciado las manos.

Harry no sabía qué sentir respecto a aquello.

—Ron está estable —le dijo de pronto, cuando iban llegando a las escaleras.

Malfoy alzó las cejas, sin mirarlo. Harry suponía que estaba buscando en su mente una forma cruel de decirle que le importaba una mierda.

Pero en cambio, lo que preguntó fue:

—¿Caminará de nuevo?

Harry parpadeó un par de veces, sin esperar la pregunta, y dejó que bajara antes que él.

—¿Estás preguntando si quedará sin una pierna? —Malfoy le dio un escueto asentimiento, haciéndolo suspirar con pesar. Su cuerpo se quejó de dolor ante ese movimiento—. No lo sabemos.

Malfoy se giró a mitad de la escalera y le mostró sus dedos, completamente nuevos. Estaban enfundados en los anillos acostumbraba a usar, y parecía que en realidad nunca se hubiera hecho daño.

—Pierna nueva o no, le será difícil volver a usarla —le dijo con cierto tono de crueldad, tratando de mover los dedos que con suerte retrocedieron a la mitad del camino hacia abajo—. Manténlo en mente.

Harry no respondió, ni siquiera mostró signos de oírlo, mientras Malfoy se volteaba una vez más y continuaba su camino hacia las mazmorras.

El cansancio se hizo peor aún cuando procesó sus palabras. No quería pensar en cómo sería para Ron todo el proceso de recuperación. ¿Y si no volvía a caminar bien nunca?, ¿y si no volvía a volar? Ron lo odiaría. Su estado, y a él, y a toda la Orden. A todos los que permitieron que lo dejaran vivir en un mundo de esa forma.

Harry lo habría odiado.

Una vez llegados a los calabozos, Astoria fue quien abrió la celda. Theo no se quedó, alegando que Hermione y Luna le habían pedido que se encargara de ciertas cosas el día anterior que estuvo allí. A Harry le daba igual. Con Astoria y Malfoy bastaría.

Augustus Rookwood se encontraba atado al final de la prisión, en forma de estrella. Inconsciente y débil. Harry lo vio, mientras abrían la reja y se acercaban, sintiendo cómo la rabia comenzaba a apoderarse de sus movimientos y pensamientos. Dejó atrás a Ron, y a los heridos, y a todos los problemas.

Uno de los responsables directos de toda esa mierda estaba ahí, y maldita sea si no lo iba a disfrutar.

Rennervate —espetó Harry, apuntando la varita al ex ministro.

Rookwood despertó de golpe.

Sus ojos se fijaron en Astoria y Harry, quienes eran los más cercanos. Se llenaron de pánico de inmediato. Ah, al menos no lucía sorprendido. Otro que sabía la gran verdad tras la farsa de su muerte.

Pobre hombrecillo patético.

—¡Suéltenme! —bramó.

Harry sonrió, al mismo tiempo que Malfoy arrastraba una silla hasta posarla frente a Rookwood, con el respaldo en dirección al prisionero. Se sentó en ella de una forma en que las piernas le quedaban a cada lado del asiento, y apoyó los brazos en el respaldo poniendo su barbilla encima, con una expresión escalofriantemente indiferente.

—Creo que eso no podrá ser, Augustus —le dijo.

Rookwood dirigió su mirada al hombre que le había hablado, y se puso rojo. Oh, aquella reacción era igual en todos. Tan… confiados, de que nadie los traicionaría, o impresionados de que Malfoy fuera capaz de darles la espalda.

El fugaz pensamiento de que no lo veían más que como un títere pasó por la cabeza de Harry.

—Malfoy —espetó Rookwood, con la voz llena de desprecio—. Sabía que eras un traidor asqueroso-

Harry vio cómo las mejillas del hombre se llenaban de aire, y supo lo que iba a hacer.

Antes de que Rookwood pudiera escupirle a Malfoy en la cara, Harry le pegó una cachetada tan fuerte, que le dio vuelta el rostro e hizo que un hilillo de sangre cayera por entre sus labios.

—Todos tienen la misma reacción —Harry se burló por lo bajo, dando un paso atrás.

Malfoy parecía encantado.

—Nada de eso, Rookwood —le dijo Malfoy, como si le estuviera hablando a un infante—. ¿Nunca te enseñaron a controlarte? Si quieres puedo hacerlo yo.

Rookwood volvió a mirar a Malfoy con ojos centelleantes de odio y dientes apretados. La mano de Harry estaba marcada en su mejilla.

—No voy a decir nada —soltó él con la mandíbula tensa.

Harry casi se rio. En su lugar, tomó a Rookwood del pelo y lo jaló hacia atrás con más fuerza de la necesaria, viendo, satisfecho, cómo hacía una mueca de dolor.

—Sí lo harás —le dijo Harry en tono amenazante—, ¿sabes por qué?

Entonces, cuando vio cómo Rookwood estaba a punto de soltar un quejido, le dedicó una sonrisa.

—Vas a hablar, porque si no, traeremos a Yaxley aquí y lo descuartizaremos al frente tuyo.

No tenía idea qué tipo de relación mantenían esos dos, pero según lo que Malfoy les había dicho, y lo que El Profeta había publicado luego de la desaparición de Yaxley, es que se acostaban. Harry dudaba que los Mortífagos pudieran sentir amor; sin embargo, si Maia se había enamorado del hombre que él asesinó años atrás, todo podía ser posible.

El semblante de Rookwood cambió por una décima de segundo, antes de volver a colocar su máscara iracunda.

—Me da igual —respondió.

—Oh, ¿estás seguro? —intervino Malfoy con tono burlesco—. Probaremos con otra cosa entonces. Sabes mejor que nadie que tengo mucha imaginación.

Y así comenzó el interrogatorio.

No fue distinto a los dos anteriores. Las cosas que Malfoy y Astoria le hicieron, mientras Harry lo controlaba, no distaban en absoluto. Incluso los gritos incansables de Rookwood eran los mismos. La única diferencia, quizás, era que la mente del ex ministro estaba más protegida, y era mejor Oclumante de lo que Yaxley, o Crabbe, o el mismo Malfoy eran.

Después de todo, había sido un Inefable.

Al cabo de casi dos horas, luego de que Astoria registrara su mente y viera que, a no ser que quisiera destruir sus recuerdos y su estructura mental por completo –y perder de esa forma las memorias importantes– no podría averiguar demasiado así. Por lo que, luego de discutirlo un poco, habían vuelto al plan de que hablara de forma voluntaria.

Bueno, medianamente voluntaria.

La idea de Malfoy había sido ponerlo bajo la Imperius, obligándolo así a romperse los huesos de las extremidades él mismo al tratar de liberarse, mientras luchaba por resistirse al hechizo. Era hasta gracioso de ver. Harry podía notar que estaba funcionando, que Malfoy pronto iba a hablar.

Así que, poco después, no fue una sorpresa cuando Rookwood finalmente se quebró.

—¡No puedo-!

Malfoy paró de mover su varita y lo observó, apretando los labios. Harry también lo hizo desde su costado. Rookwood estaba cubierto de sangre en la cabeza, su propia sangre, y su cara estaba toda amoratada gracias a los golpes que Harry le había propinado. Parte de su brazo había empezado a pudrirse, pero no lo suficiente como para que fuese una parte importante. Y al no haber sido la maldición permanente, tampoco continuaba expandiéndose la putrefacción como sucedió con Ron.

Harry se preguntaba si Voldemort sabía la clase de seguidores que tenía: dispuestos a salvar su propio trasero si era necesario. Incluso si eso significaba entregar información al bando enemigo. No luchaban por un ideal, porque ya habían logrado instaurarlo.

Los Mortífagos luchaban para ellos y por ellos, de forma individual, y si tenían una forma de impedir ser asesinados, la tomarían.

Así eran todos.

—No puedo decir mucho… —murmuró Rookwood, bajando la cabeza. Astoria resopló desde su posición.

—Di lo que sabes.

Malfoy y Harry esperaron pacientemente, el primero jugando con su varita, y el segundo dispuesto a volver a golpearlo en caso de que se arrepintiera de hablar.

—Un… —susurró, como si estuviera luchando contra lo que sus lealtades le gritaban. Pero finalmente, sucumbió—. Había un objeto.

El mundo pareció detenerse por unos momentos, y Harry se detuvo a tomar aire, sintiendo cómo su espalda dolía al estar tanto tiempo parado.

No se atrevía a mirar a Malfoy.

—¿Disculpa? —dijo éste con voz peligrosa.

Rookwood pasó saliva.

—Un objeto, que- —continuó, pero se mordió la lengua—. No sabemos.

Malfoy levantó su varita y Rookwood se apresuró en continuar hablando, bajo la mirada escéptica de sus captores.

—Un objeto que podía mostrar la locación de ciertas cosas —dijo, carraspeando—. Pertenecía a Narcissa.

Harry chasqueó la lengua, sintiendo que al fin tenía la certeza completa de algo.

—O sea que tu Amo no sabe dónde está Nagini.

Rookwood le dedicó una mirada cansada y asustada.

—¿Cómo-? —empezó a decir, pero se interrumpió a sí mismo—. Sí. No sabe dónde está Nagini.

Pero aquello no explicaba nada.

¿Un objeto? ¿Cómo?

Aquello debía ser mentira, ¿no?

—El objeto —comenzó a decir Malfoy con incredulidad—, ¿era capaz de mostrar cualquier tipo de ubicación?

—Sí.

—¿Incluso las protegidas por Fidelius, o hechizos de barrera?

Rookwood cerró los ojos con fuerza.

—Suponíamos que sí.

El silencio cayó entre ellos, oyendo nada más los quejidos provenientes del ex ministro y su respiración agitada.

Harry estaba intentando poner toda aquella información en orden.

—Sigo sin entender —dijo Malfoy al cabo de unos segundos—, cómo mi madre tenía que ver con algo de esto. ¿El objeto era suyo? ¿Lo estaba ocultando? ¿Cómo podría haberlos llevado a Nagini? No tiene sentido.

Harry asintió lentamente. Aquello era demasiado confuso. ¿Cómo encajaba con lo que ya sabían? ¿Por qué Voldemort necesitaría un objeto para encontrar a Nagini? ¿No podía comunicarse con ella mentalmente y ya? ¿No compartían una conexión?

¿Por qué Narcissa era la clave?

—No tiene sentido —volvió a decir Malfoy.

Harry se llevó una mano a la cara para tratar de subir sus lentes, y de pronto sintió un tirón en sus hombros que le hizo soltar un quejido por lo bajo.

Necesitaba descansar.

—¿El Señor Tenebroso creía que esa era la forma de dar con su serpiente? —preguntó Malfoy ante el silencio de Rookwood—. ¿Con ese objeto?

—Sí.

—¿Y qué hay del Obliviate?

Rookwood subió la cabeza frunciendo el ceño, claramente pillado.

No esperaba que tuvieran esa información.

—Trataron de deshacer un Obliviate de su mente, de la mente de Narcissa —comentó Astoria, dando un paso al frente—. ¿Qué tiene que ver el Obliviate con todo esto?

Enfadado porque supieran eso- eso, que se suponía que era el secreto mejor guardado de Voldemort... el rostro de Rookwood se puso rojo una vez más.

—La puta-

Harry ni siquiera lo pensó antes de volver a estrellar la palma de su mano contra la mejilla de Augustus, incluso antes de que Malfoy levantara la varita.

Rookwood escupió la sangre que se acumuló en su boca al suelo, y su rostro se hinchó a los pocos momentos.

—Habla bien de mi madre, Rookwood. ¿Sabías que tu querido Yaxley ya no puede usar sus piernas? —dijo Malfoy arrastrando las palabras, haciendo que Rookwood volviera a mirarlo. Aquella emoción indescifrable pasó por su cara otra vez—. ¿Quieres que los haga combinar?

Sea lo que sea que Malfoy hubiera dicho en esa oración, funcionó, porque la aflicción que Rookwood había tenido minutos atrás volvió a su rostro, haciéndolo ver casi… dolido. Cansado.

Casi humano.

Harry apartó la mirada.

—Narcissa sabía usarlo- —comenzó a contestar—. O… O el objeto ya le había dicho antes la ubicación, y la perr-

Sin embargo, Harry no dudó en levantar la mano apenas vio a dónde iba con esa oración.

Rookwood cerró la boca antes.

—Narcissa se hizo un Obliviate para que el Señor Tenebroso no pudiera ver en sus recuerdos la ubicación que ella ya había visto —murmuró el ex ministro, con su voz saliendo cada vez más inteligible gracias a la hinchazón que empezaba a rodear su boca—. O eso suponíamos. La verdad no lo sabíamos. No sabíamos nada, más que teníamos que torturarla para sacarle información, de cómo podría funcionar el objeto. Y tratar de deshacer el Obliviate para saber dónde estaba, y qué vio…

Harry sintió que la celda comenzaba a asfixiarle, y se tambaleó hacia atrás por un segundo, pensando.

Todo eso había pasado en medio de la batalla, ¿no? ¿Cómo podía tener sentido? Tanto la desaparición de Nagini como el Obliviate.

¿Acaso Narcissa había consultado el objeto a mitad de retirada, justo cuando Voldemort había ordenado que su serpiente fuera escondida?, ¿y ella vio su ubicación a través de él? ¿O quizás lo escondió, y el Obliviate fue para olvidar dónde lo había dejado?

—¿Y dónde está ese objeto? —intervino Astoria, exteriorizando parte de sus pensamientos.

La respuesta fue inmediata.

—No lo sé.

Rookwood cerró los ojos, mientras Astoria tanteaba algo en el interior de su túnica. Cuando Harry trató de enfocar la mirada, vio cómo ella sacaba una daga. Entrecerró los ojos. Nunca había visto a Astoria con algo así antes.

Se la arrojó a Malfoy, quien la atrapó en el aire. Harry pudo ver cómo su gesto cambiaba a uno de entendimiento instantáneamente.

—¿Sabías que uno de los rumores que más se comenta de ti —preguntó Astoria, y Harry sintió la sonrisa en su voz—, es que le tienes miedo a los cuchillos?

Rookwood pareció nauseabundo entonces, y Harry no pudo evitar sonreír. De todas las cosas a las que un hombre podría tenerle miedo…

No la tuvo que haber pasado muy bien con Bellatrix. Eso era seguro.

—Qué patético… —murmuró Malfoy, dándole vueltas a la daga en sus manos.

Se levantó de la silla, y caminó hasta el prisionero con una expresión de satisfacción. Colocó el filo en el cuello del hombre, haciendo que lloriqueara y arrugara el gesto. Con miedo.

Y entonces, Malfoy llevó el arma hasta la mano de Rookwood, poniendo el cuchillo allí.

—¿Dónde está el objeto?

—No lo sé —dijo Rookwood al instante.

Malfoy chasqueó la lengua.

—Rookwood…

Harry vio cómo tomaba uno de los dedos de Augustus y presionaba el filo de la daga contra él.

—¡No lo sé! —gritó el hombre—. ¡Por favor!

Harry era incapaz de despegar sus ojos de la imagen frente a él, cómo Malfoy estaba cortando de a poco el dedo de Rookwood.

—¿Dónde está el objeto? —volvió a demandar.

Pero Rookwood solo gritaba.

Malfoy tomó su mandíbula, haciendo que sus quejidos quedaran medianamente enmudecidos.

—Te daré poción crece huesos. Haré que cada dedo vuelva a crecer y luego los cortaré de nuevo —amenazó, y Harry sabía que no era en vano. Que probablemente no era la primera vez que lo hacía—. Así. Una y otra, y otra vez. No me molestaré en darte una de mis pociones especiales para eso, lo haré yo mismo. ¿De verdad quieres que eso te suceda?

Rookwood sollozaba para este punto, y una ganas de vomitar le subieron a Harry por la garganta, aunque no sabía qué tanto tenía que ver con lo que estaba sucediendo.

—¿Dónde está el objeto? —repitió Malfoy.

El ex ministro negaba, y antes de que Harry interviniera, diciendo que quizás realmente no podía decirlo. Antes de que lo defendiera, o hiciera cualquier cosa, un grito desgarrador lo hizo cerrar los ojos.

Malfoy le había cortado el dedo.

—¿Dónde-?

—En la Mansión Malfoy —soltó Rookwood entre gritos—. O en la ancestral Casa de los Black. No lo sabemos. No lo sabíamos. No-

Harry volvió a enfocarse en Malfoy, en vez de la sangre que goteaba la mano de Rookwood, o el pedazo de extremidad que había caído al suelo. Notó cómo en el transcurso de ese rato, su cara se había puesto roja de la rabia. Cómo cada línea de su cuerpo estaba tensa, y su semblante parecía asesino.

—¿Cómo el Lord sabía de su existencia?

—No sé…

Malfoy tomó otro de los dedos de Rookwood de inmediato, y Harry de forma instintiva puso la mano en su hombro, sintiéndose mareado.

—Malfoy —dijo, en tono de advertencia.

Malfoy levantó los ojos hasta posarlos en él, y luego en la palma sobre su hombro, como si en cualquier minuto quisiera gritarle que dejara de tocarlo.

Pero Harry le mantuvo la mirada, diciéndole que no, no podía quitarle otro dedo a Rookwood. Al menos no por ahora. Rookwood estaba diciendo la verdad, pero Malfoy en su crueldad e ira no podía verlo.

Finalmente, y con lentitud soltó la mano del ex ministro.

—Astoria —llamó Harry sin quitarle los ojos de encima a Malfoy, antes de que se arrepintiera—. Intenta una vez más. Debería haberse debilitado un poco.

Astoria asintió poniéndose frente a Rookwood, y luego de que Malfoy y Harry retrocedieran, se metió en su cabeza.

Los hombres se posaron unos pocos pasos más allá, sin decir una palabra, pero Harry sintió los ojos grises sobre él. Penetrantes.

Despiadados.

—¿Qué? —espetó, sin mirarlo. Harry sentía que necesitaba sentarse.

—¿Por qué no me dejaste quitarle otro dedo?

—Lo siento, ¿querías coleccionarlos, y yo te lo impedí?

Vio cómo por el rabillo del ojo, Malfoy se cruzaba de brazos, enojándose cada vez más.

—Está mintiendo —escupió.

—Eso no lo sabes.

—Potter, ¿por qué te importa o no lo que le pasa a éste hijo de puta? —preguntó, haciendo que Harry al fin se girara a verlo. Su cara estaba llena de resentimiento—. ¿Sigues creyendo que estás por encima de nosotros, los mortales? ¿Sigues pensando que el bien tiene que ir por sobre todas las cosas?

Harry imitó su postura, volteándose por completo a él, encarándolo. Un ápice de irritación lo recorrió.

—Malfoy… —murmuró Harry con lentitud, deslizando las palabras por su boca—. Malfoy, Malfoy, Malfoy.

El hombre pareció perdido por unos segundos ante la manera en la que repitió su nombre, mas no dijo nada. Simplemente se quedó allí, inamovible.

—No me puede importar menos él, o tú, o todos los de tu tipo-

—¿Ahora sí soy parte de ellos? —lo interrumpió Malfoy con sorna—. ¿No tenías tus dudas?

Harry lo ignoró. Aunque tenía un punto.

—Por mí que le cortaras todos sus dedos. Su nariz. Que te hicieras un collar con sus dientes… —continuó, impasible, mientras bajaba la voz—. Se trata de la esperanza.

Malfoy alzó las cejas, pero solo fue un momento, tratando de entender qué mierda quería decir Harry.

—Sabemos que la gente trabaja mejor pensando que tiene esperanza de salir vivo —explicó—. Si le muestras toda la crueldad de la que eres capaz, se va a rendir y permitirá cualquier cosa. Y no dirá nada.

Malfoy negó desviando la mirada al hombre que continuaba gritando, al punto de que raspaba sus cuerdas vocales.

—Ese es un pensamiento demasiado-

—¿Gryffindor?

Imbécil.

—¿Me vas a decir que no lo has pensado antes?

Malfoy lo observó, y Harry le mantuvo la mirada, sintiendo aquel malestar crecer con cada segundo que seguía en pie.

Una punzada le recorrió la espina dorsal.

—¿Me puedo hacer un collar con sus dientes, entonces? —preguntó Malfoy al cabo de unos segundos, dándole una sonrisa cruel.

Harry se le quedó mirando, con expresión confundida.

Y entonces, rio. Sinceramente.

—Eres un cabrón sádico —dijo, negando suavemente con la cabeza.

—Ya sabes mi nombre. Astaroth —replicó Malfoy con voz aburrida—. El torturador. La mano derecha del Señor Tenebroso.

—¿Aquí es donde la gente tiembla?

—Bu.

Harry bajó la cabeza para ocultar una sonrisa. Malfoy no merecía saber que podía llegar a ser mínimamente divertido.

No sabía qué decía de ambos estar hablando así cuando estaban en medio de una tortura, aparte.

Astoria se acercó a ellos entonces, lento, dejando a Rookwood en una especie de estado inconsciente al haberlo desgastado tanto. Harry vio cómo la cabeza del hombre caía.

—Nada nuevo —dijo, en tono desanimado—. Su mente está demasiado protegida, como ya te dije. Tomará tiempo quebrarlo.

Harry suspiró, pasando una mano por su cabello y apoyándose al fin en la pared a su costado. Estaba tan… cansado. Ni siquiera podía pensar con claridad.

El mundo comenzó a oscurecerse.

¿Rookwood estaba diciendo la verdad?, ¿realmente había delatado el plan de Voldemort? ¿Y por qué Narcissa tenía ese objeto? ¿De dónde salió? ¿Tenía que ver con la línea Black? ¿Era una reliquia? ¿Cómo siquiera podía tener que ver con Nagini? ¿Podrían conseguirlo?

Su corazón estaba latiendo alocadamente rápido.

Ron. Ron y Hermione probablemente encontrarían la relación entre todas esas cosas. Y- ¿por qué no estaba con ellos?, ¿qué estaba haciendo ahí? Su amigo acababa de ser mutilado, por el amor de Merlín, y él se encontraba lejos. ¿Qué clase de persona era-?

¿Por qué no había sido él? ¿Por qué él no estaba en su lugar? ¿Por qué no estuvo en la base cuando mataron a todos? ¿Por qué sobrevivió esa chica? ¿Por qué Harry no había sido herido?

Las voces de Astoria y Malfoy se escuchaban cada vez más y más lejanas.

Harry ni siquiera había pestañeado cuando Malfoy le cortó un dedo a una persona. A una persona real, de carne y hueso. Ni siquiera había pensado al torturarlo, al hacerle pasar millones de dolores. ¿En qué lo convertía eso?

No era mejor que Malfoy. No era mejor. Eran iguales. Eran iguales. Eran iguales.

—¿Potter? —Esa jodida voz interrumpió sus pensamientos. ¿Por qué no se callaba de una buena vez? No había traído nada bueno. Nunca había traído nada bueno—. ¿Estás bien?

Harry sintió una mano encima de su brazo.

—¿Harry? —oyó.

Y entonces, todo se volvió negro.