Harry se removió, sintiendo cómo un dolor le recorría toda la espalda de golpe. Cada músculo se quejaba, y se sentía tan cansado. ¿Dónde estaba? ¿Qué había sucedido?
—No te muevas.
La voz había sonado demasiado cerca.
Demasiado familiar.
Harry paró sus movimientos en seco.
Parpadeó un par de veces para adecuarse a la luz, notando que se encontraba en alguna de las habitaciones del segundo piso. Tendido sobre una cama en medio del lugar, boca abajo y sin sus lentes.
Y Malfoy estaba con él.
Harry giró con lentitud la cabeza desde donde vino el sonido de su voz, sólo para encontrarlo sentado a unos pocos pasos de la cama, con una pierna encima de la otra; la túnica negra cayendo por su cuerpo. Traía la misma ropa que la última vez que Harry recordaba haberlo visto, y suponía que, de hecho, no había pasado tanto tiempo desde que quedó inconsciente. Malfoy estiró una mano hasta el mueble a su lado y se inclinó, para así colocar los lentes de Harry encima de la cama a un lado de su cabeza. Harry se los puso, sintiendo dolor cada vez que hacía algún tipo de movimiento.
—¿Qué pasó? —preguntó, confundido, y con la garganta seca.
Malfoy volvió a su posición inicial, viéndose tan distante como siempre.
—Estás aquí porque eres estúpido.
Harry ni siquiera se molestó en sentirse ofendido. Simplemente continuó mirándolo, con el cuello volteado hacia la derecha y una mano sirviendo de almohada. Malfoy suspiró.
—Durante el ataque fuiste golpeado por un Homo Lapis en la espalda —explicó, haciendo que Harry quisiera alcanzar a tantear su piel, recibiendo un hachazo de dolor—. Te dije que no te movieras.
Harry bajó el brazo, tratando de regular su respiración. ¿Cómo había sido maldecido por eso, y ni siquiera se había dado cuenta? ¿Qué tanto le alcanzó a afectar?
—Estás bien ahora. Increíblemente el Whisky de Fuego que bebiste ayer ayudó a retrasar tu metabolismo, por lo que la maldición no pudo expanderse hasta volverte piedra por completo —continuó explicando Malfoy con tono de voz monótono. A Harry no le pasó desapercibido que dijo: "tomaste", y no: "tomamos", pero no dijo nada—. Además, tu magia estaba ayudando a retrasar que el conjuro continuara avanzando. Dime, Potter, ¿cómo siquiera eres capaz de hacer eso?
Harry cerró los ojos, entendiendo por qué se había estado sintiendo tan mal. Después de todo, una vez obtuvo el récord de no dormir cuatro noches seguidas. Ahora comprendía el motivo de su malestar físico y su desmayo. Tomando un hondo respiro, se maldijo por haber estado con la guardia baja durante el ataque y permitir que algo así le sucediera.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Harry una vez que abrió los ojos. Malfoy apuntó a su espalda, cubierta con las tapas de la cama.
—Yo inventé esa maldición.
Harry sintió cómo algo pesado se instalaba en su estómago.
Por supuesto. Solamente Malfoy sería capaz de hacer y crear los peores hechizos que el mundo mágico alguna vez vio.
—Madam Pomfrey me pidió que la asistiera para frenarla —continuó encogiéndose levemente de hombros, ajeno a sus pensamientos. Harry juntó las cejas.
—¿Sabes cómo frenarla?
—Sé Alquimia y Aritmancia. Sé los pasos para crearla. Ayudarla a encontrar una contra maldición no fue tan difícil. No al menos para ésta.
Harry intentó asentir, pero sintió como todo su cuerpo se quejaba, así que no lo hizo. Al menos lo que habían sacado de todo eso, era que podrían encontrar una forma de revertir aquella maldición en el futuro.
Zacharias Smith hubiera podido ser salvado, si esto hubiese pasado antes. No habría muerto al sentir cómo cada órgano y pedazo de piel se transformaba en piedra mientras agonizaba.
—¿Dónde está ella? —preguntó Harry entonces—. Poppy.
Malfoy hizo una mueca ante el apodo.
—Fue a ver otros enfermos. Tú no estabas de gravedad. Me dejó aquí hasta que despertaras.
—¿Y Hermione? —No entendía por qué Malfoy estaba allí, y no ella.
—No quisieron despertarla. Como te dije, no estabas tan grave.
Harry ciertamente sentía como si un camión le hubiese pasado por encima. En comparación con otros heridos, lo suyo probablemente era lo mismo que quebrarse una uña, pero eso no quería decir que no le doliera.
—¿Cómo pudiste evitar que la maldición avanzara? —espetó Malfoy, haciendo que Harry volviera a mirarlo—. ¿Y cómo demonios te hiciste esto, y no te diste cuenta, Potter? A no ser que sí lo hayas notado, pero que hubieras sido demasiado orgulloso y ególatra para no informarlo, creyendo que podías curarlo solo. Y me niego a creer que alcanzaste ese nivel de estupidez. No aún.
—Yo no me lo hice —replicó Harry casi al instante, con irritación—. Alguien me maldijo.
Y tú creaste la puta maldición, quiso añadir, pero calló.
Harry comenzó a repasar la batalla en su mente, sin acordarse quién pudo haberle golpeado con aquel conjuro en la espalda. Sin embargo, nada venía. Nada, excepto-
El túnel. La base. Hogwarts.
Alguno de los Mortífagos que lo perseguían, o el mismo Voldemort, lo habían tratado de convertir en piedra en el mismo lugar.
Harry cerró los ojos, sintiéndose cansado nuevamente. Al menos había sido frenado. Aquello no quería decir que no trajera secuelas.
—¿Por qué estás aquí? —preguntó a Malfoy, queriendo estar solo y así poder expresar su frustración sin ojos curiosos sobre él.
—¿Te pegaste en la cabeza y quedaste más imbécil de lo que ya eras? Te expliqué por qué.
—No, no. ¿Por qué accediste a quedarte? ¿Por qué le dijiste que sí a Madam Pomfrey? ¿Por qué sigues aquí?
Harry abrió los ojos otra vez, conectándolos con los plata del hombre por unos largos momentos.
Era extraño, darse cuenta de que Malfoy no era una persona que solía apartar la mirada. Harry para ese punto, podría decir que conocía sus ojos de memoria.
—Porque me importas tanto, ¿eso es lo que querías escuchar?
Harry reprimió el impulso de querer poner la mirada en blanco.
—Malfoy. ¿Por qué?
Malfoy no cedió de inmediato, pero cuando vio que Harry no pensaba decir algo más, o dejar pasar una duda –nunca lo había hecho, la verdad– simplemente suspiró, bajando la pierna.
—Joder, Potter. ¿Todo tiene que tener un "porqué" para ti?, ¿cuánto tienes, cinco años?
Harry quiso poder encogerse de hombros.
—Las personas tienen razones para hacer o no hacer cosas —le dijo al final. Malfoy bufó.
—¿Y por qué te importan tanto a ti mis motivos?
Harry no supo qué decir.
Sabía que Malfoy no estaba preguntando solo por esa vez, sino por todas la anteriores. Harry se la había pasado, desde que lo reencontró, preguntándole una y otra vez los "porqués" de su actitud. De su persona. De sus acciones. Y a pesar de que a veces tenía razón en desear saber si Malfoy era de fiar, muchas otras, no tenía derecho a exigir respuestas.
—Simplemente quería ver si la contra maldición funcionaba, Merlín —dijo Malfoy, finalmente—. No era tan profundo.
Harry apartó la mirada, mientras su mente retornó al asunto importante que lo tenía en cama. De pronto, fue muy consciente cómo sentía que una parte de su espalda estaba adolorida, y la piel de alrededor quemaba, haciéndole doler. Ya había comprobado que podía moverse, aunque le fuera una tortura en ese momento. Lo que Harry en realidad deseaba saber era que, ¿cuánto le afectaría?
¿Podría tener la agilidad usual en el campo de batalla?, ¿podría girarse siquiera?, ¿hacer lo mismo de siempre, ahora que su magia no estaba ayudando a mantenerlo bien?
El pánico estaba comenzando a construirse en su interior.
—¿Puedes decirme…? —dijo, abruptamente. Harry se interrumpió a sí mismo, pasando saliva.
No quería.
No quería. No quería. No quería.
Pero necesitaba saber.
—¿Puedes decirme qué tanto alcanzó? —pidió, con voz pequeña.
Malfoy no se movió de su lugar al oírlo, y Harry no se giró para saber qué expresión tenía.
Solo quería saber qué tanto le afectaría para moverse en un futuro. Necesitaba saberlo. ¿Y si se limitaba a su hombro? ¿podría elevarlo después?, ¿podría mover su mano?, ¿usar la varita como de costumbre? Harry no podía permitir errores, desventajas. Tenía que vencer a Voldemort. Tenía que-
—¿Por favor? —insistió.
Por unos segundos, Harry estaba seguro de que Malfoy lo mandaría al carajo.
Entonces, oyó cómo se levantaba de su lugar.
Los pasos hasta la cama, a Harry le parecieron extremadamente lentos y calculados, como todo lo que Malfoy hacía. Y la manera en la que tomó las sábanas, echándolas hacia atrás, también; develando poco a poco su espalda desnuda.
Durante unos largos momentos, ninguno de los dos dijo nada. Harry sabía que Malfoy estaba observando las múltiples cicatrices repartidas por la piel. Cicatrices de peleas. Cicatrices de entrenamiento. Cada una de ellas contando una historia diferente.
Lo escuchó tragar en seco.
—Desde debajo del omóplato hasta los hoyuelos de tu espalda —contestó finalmente, dejando caer las tapas en las caderas de Harry. Él frunció el ceño.
—¿Mis qué? —preguntó, sin comprender.
—Desde aquí-
Harry dio un brinco.
El tacto de Malfoy sobre su piel había sido delicado pero inesperado, y sus dedos se encontraban ásperos, de temperatura fría. Demasiado fría. Le recordó momentáneamente a cómo se sentían las serpientes.
Mas no le dijo que se quitara.
Malfoy pausó. Las yemas de sus dedos aún tocaban ligeramente a Harry poco más arriba de la mitad de su espalda.
Harry quiso gritarle de pronto que se quitara, que no le había permitido que lo tocara. Que sus sucias manos le daban asco y-
Y entonces, poco a poco, Malfoy comenzó a deslizar su dedo hacia abajo.
Harry sintió cómo sus vellos se erizaban y un escalofrío le recorría la espina dorsal, mientras los dedos de Malfoy rozaban suavemente el borde de la cicatriz de piedra hasta alcanzar el inicio de sus caderas. Todo eso sin cortar el contacto.
—Hasta aquí —murmuró Malfoy, y a pesar de estar lejos, Harry sintió las palabras a un lado de su oreja.
Malfoy no quitó sus dedos, y Harry no encontraba el habla.
Hasta que de pronto y abruptamente, las sábanas volvieron a estar cubriendo su espalda.
—Eh… Uhm. Gracias —balbuceó Harry, mientras lo oía sentarse de nuevo. Todavía tenía la cara girada hacia el otro lado, y su cerebro registró solo de forma vaga qué tanto había alcanzado a volverse piedra.
—Debería traer a Madam Pomfrey —dijo Malfoy al cabo de unos segundos. Lo oyó levantarse una vez más.
—Sí.
Harry cerró los ojos, pensando en lo que Malfoy había visto. Sus costillas, seguramente. Pecas. Las heridas. Quemaduras. Cicatrices. Todo tipo de marcas, repartidas por su piel.
—¿Potter...? —dijo Malfoy, llegando a la puerta.
Parecía estar a punto de preguntar, de querer saber algo. Y Harry estaba listo para mandarlo a la mierda. En primer lugar, ni siquiera se suponía que Malfoy debió haber visto más de lo que Harry mostraba al resto. Y aún así, siempre lo hacía.
—¿Qué? —espetó bruscamente.
Malfoy no contestó de inmediato.
—Nada.
Harry esperó a que dijera algo más. Malfoy no parecía querer agregar nada, o haberse arrepentido de no haber hecho su pregunta. Harry estaba tenso, apretando los puños sin siquiera darse cuenta, y esperando un golpe. Uno de esos comentarios horribles que Malfoy parecía no poder frenar que salieran de su boca.
Pero aquello no sucedió.
—Debería irme —dijo.
Harry no respondió, a pesar de que quería. Efectivamente, Malfoy debería irse. Ni siquiera debía haberse quedado allí, la verdad.
Se removió incómodo en su lugar.
—Malfoy —llamó, sin saber muy bien por qué.
Y las memorias de Rookwood volvieron a él a trompicones. La tortura. La información. La manera en la que su mente estaba protegida.
El objeto.
Harry volvió a fijarse en Malfoy. Por algún motivo, se veía aún más alto de esa distancia, a un lado del umbral y con la mano en la cerradura de la puerta.
—Intenta buscar el supuesto objeto entre las cosas de tu madre —le dijo finalmente—. Nadie podría saber mejor que tú qué podría ser.
Malfoy asintió una vez, su cabello cayendo sobre la frente gracias al movimiento.
—Llámame cuando vuelvan a interrogar a Rookwood.
Harry abrió la boca para decir algo más, cualquier cosa.
Pero Malfoy salió rápidamente de su vista, y la habitación quedó vacía de un segundo a otro, haciéndolo preguntarse un montón de cosas para las que no tenía cabeza en ese minuto.
Harry suspiró, con sus párpados sintiéndose pesados por el sueño y los sucesos abrumadores de hacía horas atrás pasando como relámpago por su cabeza.
Se quitó los lentes una vez más, mientras trataba de acomodarse como podía en esa posición, y cerró los ojos.
Harry se dejó caer dormido.
•••
Madam Pomfrey no lo dejó salir de la cama hasta tres días después.
Harry se fue informando de lo que estaba sucediendo con Voldemort a través de McGonagall y Kingsley, quienes recibían la información de Malfoy, Theo y Astoria. Las cosas no pintaban bien para la Orden, al menos en cuanto a la imagen que proyectaban, por lo que todos llegaron a la conclusión de que una vez que pudiera, Harry debería mandar Patronus a distintas zonas del mundo mágico para dar un mensaje de tranquilidad. Explicar de cualquier manera que: no, no era un Inferi. Que no, no había estado dándose unas vacaciones. Y además, las opciones que podría tener la gente de esconderse si así lo quisieran.
Astoria y Robards, (quizás incluso Malfoy), fueron los responsables de continuar quebrando a Rookwood lo suficiente para comprobar si lo que decía era cierto. Y lamentablemente, aunque el hombre se viera dispuesto a "cooperar" no podía dejar las barreras de Oclumancia abajo, tan arraigadas a su cabeza que las levantaba sin parpadear. Lo único bueno era que a diferencia de sus prisioneros anteriores, éste no tenía un Obliviate de por medio. Había un poco más de esperanza en cuanto a obtener información de su parte.
McGonagall y Kingsley por otra parte habían interrogado a los Mortífagos que capturaron en la pelea, pero resultó que ninguno sabía demasiado. O nada, la verdad. Así que los mantenían allí, en las celdas, en el caso de querer hacer un intercambio (que era poco probable), o simplemente por si en el futuro tenían información de otros ámbitos que les fuera útil.
Sin embargo, aquello no era lo que tenía a Harry con un nudo en el estómago, y en una tensión constante. Sino, que aparentemente, la clave para llegar a Nagini era un objeto; y que de ser el caso, estaban en desventaja al desconocer cualquier información básica acerca de él. Voldemort podría llegar antes. Aunque eso no era lo único que lo traía de los nervios. También, a Harry le acomplejaba no saber qué tanto podría moverse, con parte de su espalda transformada en piedra. Y...
Y la tercera razón de su preocupación, era la más corta y complicada de todas: Ron.
Obviamente, los tres días que Harry pasó bajo el cuidado de Madam Pomfrey, no pudo ver a Ron luego de que hubiese despertado. Pero sí que vio a Hermione.
Su amiga lo fue a visitar innumerables veces, más de las que Harry había esperado. Y luego de que la primera vez que lo viera y los ojos de Hermione se le hubiesen llenado de lágrimas, preguntándole por qué no había dicho nada, por qué no había ido a tratarse y por qué dejó que avanzara tanto; y Harry, pensando en que tanto ella como el resto habían pasado por tanto como para que se sintiera triste por algo tan mínimo, le espetó que no podía preocuparse por algo así, cuando Ron quizás iba a perder la pierna, ella no volvió a tocar el tema ni de su herida, ni de su amigo.
Así que, casi seis días después de que el secuestro de Rookwood hubiera sucedido, Harry envió sus primeros Patronus en dirección a Hogsmeade y el Valle de Godric. Después, se encaminó a enfrentar a Ron.
No sabía por qué había pensado que sería peor.
Ron estaba sentado en la misma cama donde lo habían sanado, sin embargo ahora las sábanas estaban limpias y él ya no estaba acostado, sangrando exageradamente, o corriendo peligro. Ron se encontraba mirando la ventana, pálido como un papel y con nuevas heridas pequeñas adornando su rostro. Las antiguas cicatrices de su cara eran casi imperceptibles para alguien que no lo conociera bien. Harry descubrió que él las sabía de memoria.
Dejó salir un suspiro de alivio.
Estuvo demasiado cerca de perderlo.
—Hey —dijo él, sintiendo una pesadez mientras avanzaba lento.
Ron levantó la mirada, dándole una sonrisa sin humor, y lo estudió. Hermione le dijo que no llevaba muchas horas despierto, y que al menos la desorientación y shock inicial habían pasado. De todas maneras, Harry no tenía idea si sabía que él había sido herido también, y que la razón por la que no podía andar tan ágilmente era porque estaba sintiendo los efectos secundarios de la maldición. El único consuelo era que, por lo menos, sólo la capa más exterior de su piel se había vuelto piedra, a pesar de que hubiese tomado una porción grande de su espalda.
—Hey —respondió Ron, con la garganta rasposa al no haber hablado demasiado—. Hermione me contó lo que te sucedió.
Harry sintió alivio al no tener que explicar el porqué se estaba moviendo más lento que de costumbre, o por qué de un momento a otro hacía muecas de dolor. No sabía cuándo la herida iba a cicatrizar, o si lo haría en absoluto. Después de todo, era la primera persona que se recuperaba de un Homo Lapis.
Ron le hizo una seña para que se sentara en la cama, a unos metros de él. Harry lo hizo.
Por unos segundos, ninguno dijo nada.
—¿Cómo…?
—¿Crees que…?
Los dos se callaron luego de hablar al mismo tiempo, mientras Harry sonreía vagamente y Ron lo imitaba. No sabía cómo su mejor amigo se estaba tomando el que le faltara la mitad de una pierna. Lo único que esperaba es que no lo culpara por no haber podido estar ahí. Por no haberlo salvado de eso.
—¿Cómo está tu pierna? —preguntó Harry tímidamente, al ver que Ron no tenía intenciones de volver a hablar. Él suspiró, y sin más preámbulo, echó las cubiertas hacia atrás para mostrárselo.
Harry ahogó un jadeo.
El crecimiento de su miembro iba en la rodilla, y toda la piel nueva parecía expuesta… como si se hubiese quemado. En apariencia, lo primero que crecía era el hueso, y luego los músculos, tendones, carne y demás se formaban a su alrededor. La pierna estaba roja. Se podía detallar todas las capas de la piel alrededor de la rodilla. Harry creía que dolía. Se suponía que debía seguir creciendo, pero no estaban seguros de que aquello fuera a pasar. Harry esperaba que sí. Anhelaba que sí.
Se aclaró la garganta.
—Es…
—Más feo que un culo, ¿verdad?
—Creo que hay culos bastante bonitos.
Ron resopló.
Harry se quedó viendo unos segundos más antes de fijar los ojos en su amigo. Tenía una expresión tan cansada como el resto, pero sus ojos, una vez más, habían perdido el brillo. Uno habría pensado que aquello no era posible después de lo que habían tenido que pasar. Pero sí lo era. Ron se encontraba allí, teniendo que seguir soportando perder, y perder, y nunca detenerse.
—Dijeron… —comenzó a decir él, con voz ligeramente temblorosa—. Dijeron que quizás no crecería má-
—No pensemos en eso por ahora, ¿sí? —interrumpió Harry, un poco brusco.
No quería contemplar esa posibilidad. Ya nada sería lo mismo para él de ser así. Tardaría meses en volver a caminar. Quién sabía cuántos en volver a pelear, o a volar. Si es que sucedía. No era justo.
Ron se le quedó mirando por unos segundos, antes de tomar una respiración honda y dejarse caer de espaldas al colchón, observando el techo.
—No sé cómo sentirme —confesó en voz baja. A Harry se le retorció el estómago.
—No tenemos que hablar de eso si no quieres.
Ron suspiró, y pareció perderse en sus recuerdos. Harry trataba de hacer todo lo posible por no rememorar los suyos.
—Ginny o Fred habrían pagado por estar aquí, ¿sabes? —soltó su amigo de pronto.
Harry ignoró el hachazo de dolor que experimentó al recordar a Fred y Ginny. Sobre todo a Ginny. No sabía si algún día dejaría de doler. La extrañaba. La extrañaba demasiado y… ni siquiera en un plano romántico. Harry la extrañaba como persona. Ginny era alguien… especial. Alguien que no se encontraba dos veces. Defendía a Harry y lo hacía entrar en razón incluso cuando el mismo Ron no podía, y Harry extrañaba contarle cosas, que ella lo abrazara. Poder sentir que en sus brazos las cosas sí tenían remedio. Harry la extrañaba, y Ron tenía razón.
Fred habría pagado por estar ahí, con su familia. Con George. Ginny, valiente y tenaz, habría pagado por "patearle el culo a Voldemort" como ella misma lo había dicho.
Pero nunca tuvieron la oportunidad.
—Así que —continuó él, sin saber lo que su comentario había ocasionado en Harry—, me siento egoísta de pronto al verme y pensar: "Para quedar así, mejor que Quien-tu-sabes me hubiera matado y ya". Y-
Ron se pasó una mano por la cara, frustrado. A Harry se le revolvió el estómago al pensar en eso. En ese futuro en el que Ron lo dejaba solo. En el que ya no podría volver a conversar con él. En el que se iría de su vida así, de esa forma.
No. No podía.
—Debería sentirme agradecido. Jamás me habría perdonado el dejar sola a Hermione. Después de lo que ha pasado. Después de lo que tú has pasado. Pero, ¿por qué? —Ron hizo una pausa, mirando el techo—. ¿ Por qué?
Harry no sabía qué decir. No había una razón de por qué pasaban las cosas horribles que pasaban. Simplemente- sucedían, y ya. Él lo había aprendido a la mala.
No había tal cosa como el karma. El universo no te recompensaba por ser buena persona, y el mundo no trabajaba a tu favor por hacer lo correcto.
Harry sentía que comenzaba a dolerle la cabeza.
—Aún no sabemos si no crecerá por completo —intentó consolarlo—. Los dedos de Malfoy lo hicieron, después de que se los cortaran en la batalla.
A eso, Ron intentó mirarlo doblando el cuello, sus cejas formando una sola línea.
—¿Qué?
Harry suspiró, recordando que su amigo no había estado consciente esos días y probablemente nadie le había informado (o habían tenido razones para hacerlo) de que Malfoy fue quien le llevó las pociones a los heridos.
—Malfoy fue quien las trajo —respondió llanamente, desviando por segundos breves su mirada a la ventana.
Ron puso una mano con fuerza encima de la cama.
—¿ Qué? —repitió. Harry volvió a suspirar.
—Malfoy. Él fue quien trajo las pociones que lograron salvarte. A ti, a tu pierna. A más gente.
Se encogió de hombros. Ron parecía más y más confundido con cada segundo que pasaba. Era entendible. Malfoy era un torturador, esa era su naturaleza. Nada más que eso.
¿Sí?, dijo un rincón de su mente, que Harry trató de callar.
¿Qué hay del niño de dieciséis años que lloraba en el baño? ¿Qué hay de la torre de Astronomía? ¿Qué hay de cuando veías que era obligado a torturar por Voldemort?
Harry se frotó los ojos.
Ya no es la misma persona.
—¿ Por qué? —preguntó finalmente Ron.
Y Harry pensó en decirle. En contarle acerca de la charla, y de los motivos de Malfoy. Pensó en hablarle de lo miserable y confundido que lucía. Pensó en explicarle cómo Malfoy parecía ser alguien terrible, y al mismo tiempo no tanto, y cómo aquello lo confundía.
No dijo nada.
Se limitó a encogerse de hombros una vez más, mientras Ron arrugaba la nariz.
—No me digas que le debo mi vida al hurón, ¿verdad?
Harry soltó una risa al oírlo, negando con la cabeza. Había olvidado ese apodo.
—No creo que esté esperando que se lo agradezcas.
—Bien. Porque no pensaba hacerlo.
Pero su tono de voz sonaba menos odioso de lo que habría sido días, o semanas atrás. Harry intuía que tenía que ver más con el cansancio y lo que le había sucedido, que con un cambio de sentimientos de su amigo hacia Malfoy. Después de todo, ya le había insistido varias veces que no era de fiar, que la razón por la que Voldemort confiaba en él era gracias a que mató ese niño años atrás para ser parte del Nobilium. Su Sacrificio.
Nuevamente cayeron en un silencio. Ron parecía contemplar el techo como si le fuera a dar respuestas de qué hacer ahora. Harry por su lado se sentía terriblemente egoísta por pensar que daba igual que a Ron le faltaran todas sus piezas, porque al menos seguía ahí con él.
—Ron —dijo de pronto. Ron lo miró—. Me alegro de que estés vivo.
Él apretó los labios, desviando la mirada una vez más.
—Me alegro de no haberlos dejado —replicó él—. Dudo que mamá, o- mi familia… Pudieran soportar… —Pasó saliva—. O ustedes. No-
A Harry no le pasó desapercibido cómo no había dicho que también estaba feliz de estar vivo, sino, de no haberlos abandonado. Lo entendía. Lo entendía demasiado.
Harry se preguntaba por qué motivo alguien se aferraría tanto a la vida.
—Vas a volver a caminar —dictaminó, porque sabía que era lo único a lo que podían aspirar—. Me aseguraré de que lo hagas. Sea como sea. Lo juro.
Ron sonrió luego de que acabara la oración, pero la sonrisa no llegó a sus ojos.
Desde hacía años que las sonrisas sinceras en ese lugar habían empezado a escasear.
•••
Los días empezaban a pasar y el mundo mágico era un caos.
Voldemort estaba haciendo lo posible para contener las disputas y las Resistencias que se habían levantado desde el secuestro del ministro, pero aún así no fue suficiente para eliminar una grande que se formó en el Valle de Godric: el pueblo donde Tom fue vencido en la primera guerra. A diferencia de 1997 y 1998, la gente no podía abandonar el mundo mágico, no al menos legalmente, por lo que estaba aún más reprimida ahora que todo el Reino Unido se encontraba a los pies de Voldemort. Por lo mismo, muchos se estaban ocultando en esa Resistencia, quienes clamaban creer la versión que Harry había dado en sus Patronus: que estuvo todos esos años intentando develar el secreto, pero que el Gran Mortífago lo impedía con ejecuciones y demases.
Por otra parte, los puristas de la sangre que no proclamaron ser Mortífagos durante el inicio de la guerra se habían unido como voluntarios en patrullajes para buscar exhaustivamente a traidores y Rebeldes. La familia Greengrass entre ellos, según lo que Astoria les había dicho. Harry y la Orden estaban haciendo lo que podían para contrarrestarlo, mas tenían que volver al campo de batalla cuánto antes para reducir las filas de los Mortífagos. Y para eso, debían entrenar a todos los que estuvieran habilitados para pelear. Refugiados contados.
Y además, aún necesitaban sacarle información a Rookwood.
Las torturas continuaban y el hombre cada día parecía más y más irreconocible, con alucinaciones y súplicas. Mientras no accedieran a su cabeza, mientras no sacaran todo lo que podían, la Orden no podía frenar los interrogatorios.
En ese mismo momento, casi una semana después de que Harry se hubiera desmayado, estaban nuevamente en la celda de Rookwood. Ya habían pasado por los métodos usuales de interrogación y Astoria se encontraba explorando su cabeza, alegando que cada vez se debilitaba más y la dejaba entrar de forma más fácil.
Harry estaba a unos pasos de ella, a un lado de Malfoy. Ambos tenían salpicaduras en el rostro de sangre que no les pertenecía. Harry se encontraba medio apoyado en la pared, debido a que la herida aún le provocaba cansancio al ser un peso extra en su cuerpo. Dolía y no lo dejaba girarse a la izquierda a menos que todo su torso lo hiciera. Por lo menos, aquellos últimos días le había permitido más movilidad de sus brazos, aunque de todas formas ardía horrores si hacía un movimiento demasiado brusco.
—No pensé que estarías tan rápido retomando tus... actividades —soltó Malfoy de pronto, viendo hacia al frente.
Harry lo observó de reojo, exaltado. No habían hablado nada desde la mañana en que había estado ahí al despertar. Ni siquiera se dijeron hola, y Harry estaba determinado a pensar lo menos posible en Malfoy. No era tan importante.
—Tengo que hacerlo —fue la simple respuesta de Harry.
Los gritos de Rookwood eran más débiles con cada interrogatorio, pero aún sonoros. Agitaba las piernas y las cadenas de vez en cuando. Harry también trataba de ignorarlos.
—Quiero decir, que estoy sorprendido de que puedas moverte —dijo Malfoy.
—Lo siento, tu fantasía de verme inútil no se cumplirá de momento.
Malfoy bufó. Por unos largos segundos ninguno agregó nada.
Entonces, se giró de lleno a Harry, con una expresión que indicaba que lo que estuviera a punto de decir le molestaba a él también.
—¿Te afectará mucho? —preguntó—. En los combates, me refiero.
Harry estuvo a punto de contestarle por qué le importaba, o de plano mandarlo a la mierda. No sabía qué tan bueno sería, dado que a Malfoy parecía irritarle que quisiera saber el porqué de las cosas, y tampoco tenía intenciones de discutir. No al menos hasta que estuviera completamente recuperado. Así que no dijo nada de eso.
—No lo sé aún —respondió Harry—. Cada día gano más movilidad, pero aún así duele. Y me cuesta.
—¿Por qué te duele?
Harry fue el que bufó esta vez ante la estúpida pregunta. Lamentablemente, el movimiento hizo que su piel rozara la parte dura de su espalda y raspara. Terminó haciendo una mueca.
—La piedra, siento- creo que se está incrustando…
—¿No has probado usar Esencia de Díctamo?
Harry lo miró esta vez con una expresión molesta.
—Claro, porque acá abundan las pociones, ¿no?
Volvió a girarse hacia su prisionero. Rookwood había parado de quejarse, y Astoria aún parecía estar practicando Legeremancia en él. Quizás pudo encontrar una manera de ver algo, o de poder entrar. Fuera como fuera, o Rookwood estaba demasiado cansado para seguir gritando, o realmente no le dolía.
—Te traeré un poco —soltó Malfoy, con indiferencia. Como si quisiera demostrar que lo que estaba ofreciendo no le importaba en realidad.
Harry retornó su vista a él, tomado por sorpresa, pero no le hizo falta preguntar el por qué haría algo como eso, Malfoy pareció leerlo en su expresión. Rodando los ojos, contestó:
—Soy tu jodido aliado, Potter, se supone que para eso estoy aquí. Eres la pieza más importante en toda la guerra, ¿de qué mierda sirves si no puedes pelear o te mueres? No es como que sería una gran pérdida, pero se entiende mi punto.
Harry apretó la mandíbula, sabiendo que por una parte tenía razón. Por otra, le sacaba de las casillas la forma en la que Malfoy le hablaba.
Era agotador, a veces.
—Bien —respondió, dando por finalizada la conversación.
Al parecer no era el final, ya que Malfoy se le quedó viendo unos segundos, como si estuviera analizándolo, pensando un montón de cosas, mientras Harry lo ignoraba. Trataba de no ponerse incómodo bajo su mirada.
—¿No has pensado…? —dijo entonces Malfoy. Sin embargo, cerró la boca y no agregó nada más. Harry se dio vuelta hacia él, intrigado.
—¿Qué?
—Olvídalo, es demasiado doloroso y complicado —contestó Malfoy, negando con la cabeza—. En otra ocasión quizás lo habría recomendado, pero en medio de una guerra es mejor que te recuperes como puedas y te prepares para seguir peleando.
Harry frunció el ceño, sin comprender.
—¿Qué ibas a sugerir?
—Da igual, no es una opción, ¿para qué quieres saber?
—Quiero escucharte.
—Potter, me conmueves. —Malfoy se llevó una mano al pecho mientras hablaba.
—La propuesta, imbécil.
El hombre apartó la mirada, mientras se cruzaba de brazos, pasando una mano por su cara. Harry observó cómo delineaba su cicatriz con la yema de los dedos.
—Era que... se podría tratar de extirpar la parte convertida en piedra, e intentar regenerar la piel faltante con una variación de la crece-huesos —respondió, y Harry sintió cómo se encendía una luz al final del túnel—. Pero ya te dije, es demasiado arriesgado.
Harry asintió, sabiendo que tenía razón. Aunque eso no significaba que en un futuro no podría intentarlo. No era algo urgente. De todas formas…
—Quizás, algún día —le dijo, examinando el rostro de Malfoy—. Cuando se acabe todo esto.
—Suenas muy confiado de que sobrevivirás a esta guerra.
—Oh, espero equivocarme.
Malfoy alzó las cejas, como si hubiese sido tomado por sorpresa por su honestidad. Y entonces, antes de que pudiese responder, Astoria salió de la mente de Rookwood con un jadeo dando un paso atrás. Harry dejó de apoyarse en la pared, dispuesto a acercarse a ella. Astoria en cambio, se volteó hacia ambos. Pálida, algo sudorosa y agitada.
—Astoria, ¿qué-?
—Afuera —lo interrumpió, pasando por entre ambos mientras salía de la celda.
Harry y Malfoy intercambiaron una breve mirada antes de seguirla. Harry se volteó a medida que cerraba la reja, viendo, como de costumbre, a Rookwood inconsciente y con la cabeza gacha.
Astoria iba delante de ambos, y Harry comenzó a sentirse cada vez más y más confundido mientras abandonaban las mazmorras y subían hasta una habitación vacía en la primera planta, encontrándose con los nuevos refugiados que los miraban con cautela. Astoria entró a un cuarto y cerró la puerta tras ellos. Malfoy y Harry volvieron a mirarse, a medida que ella se apoyaba en la puerta y hacía una seña para que ambos tomaran asiento en los muebles repartidos por el lugar.
—Draco —dijo Astoria suspirando sonoramente—. Draco, siéntate.
Si Malfoy se sorprendió por la forma en la que Astoria usó su primer nombre, no lo mostró. En cambio, tenía en lugar su perfecta máscara en blanco. Malfoy avanzó hasta uno de los sillones individuales y Harry lo imitó en uno sólo a un metro de él. Después de un par de pasos, Malfoy se detuvo mirando directamente a Astoria.
—¿Qué es todo esto?
Astoria no cedió.
—Siéntate.
Harry no entendía por qué tanto misterio. Qué podría ser lo que Astoria había visto en la cabeza de Rookwood como para hacerla reaccionar así. Sin duda tenía que ver con Malfoy y su familia, pero, ¿ qué? ¿Tenía que ver con Narcissa?, ¿con su muerte? Debía ser algo que desconocían. Algo que podía shockearlo.
Luego de resistirse por unos momentos más, Malfoy tomó asiento grácilmente en la silla a sus espaldas y esperó con una pierna posada encima de su muslo, tal como Harry recordaba haberlo visto cuando despertó días atrás. Astoria dejó salir el aire de sus pulmones y caminó hasta ponerse frente a él. Por unos momentos, la mujer pareció olvidar que Harry estaba en la sala en absoluto, pero, de forma despreocupada, le hizo una seña para que se sentara también.
Esperó unos segundos antes de empezar a hablar.
—Tengo que- —comenzó a decir, aunque sus ojos se fijaron en Draco, penetrantes—. No entres en pánico —advirtió.
—¿Por qué entraría en pánico?
Astoria dejó caer sus hombros. Harry la escuchó con atención.
—Vi algo en su mente. Del día que Narcissa murió.
Harry percibió cómo el cuerpo de Malfoy se tensaba de pies a cabeza, como si estuviera preparado para un golpe. Para el que fuera. Y Harry supo que aquello era lo más sabio de su parte.
Astoria comenzó a pasearse frente a ellos, mientras articulaba con las manos.
—Efectivamente, eran siete personas para la ceremonia que planeaba quitarle la magia a Narcissa. Los miembros del Nobilium exceptuándote a ti, con el Señor Tenebroso de testigo —explicó. Luego de hacer una pausa, clavó sus ojos azules en los de Malfoy—. Y la persona que cerraba el círculo, era tu padre.
Harry se giró a él por completo, esperando… algo. Cualquier cosa. Algún gesto humano. Pero no se sorprendió al encontrar que la cara de Malfoy era la viva imagen de la indiferencia.
—¿Y? —preguntó.
Astoria se llevó una mano a la frente, sin dejar de caminar de un lado al otro.
—Las imágenes pasaron muy rápido, pero… —Paró, mordiéndose la lengua. Literalmente—. Al parecer todo iba bien. De maravilla. Todo iba funcionando de acuerdo al plan, hasta que-
Harry se inclinó en su lugar para escuchar el resto. Astoria parecía estar confundida, como si efectivamente las imágenes se arremolinaran en su cabeza en ese instante y ella no supiera qué pensar de éstas.
Malfoy apretó los dientes.
—Lucius comenzó a actuar raro. Muy raro. Como moverse, o hacer caras extrañas. Y llegó un punto en que empezó a agitarse e interrumpió todo el ritual. Luego comenzó a gritar, totalmente exaltado, pero no pude entender lo que dijo. Aunque eso no es lo importante.
—Greengrass-
—El Señor Tenebroso, irritado, primero lo puso bajo una Cruciatus, aunque ni eso pudo detener a tu padre, que trataba de llegar a Narcissa de forma desesperada. —No explicó a qué se refería con eso, simplemente continuó. Harry y Malfoy podían adivinar en qué condiciones estaba Narcissa durante la ceremonia como para que el hombre tuviera que "llegar a ella"—. Entonces, el Lord le puso su varita en la sien, y Lucius recobró su postura, su semblante. Todo tal cual había estado antes, como si el exabrupto nunca hubiese pasado en primer lugar. No sé qué hechizo era. Pero…
Astoria se detuvo, parándose frente al sillón de Malfoy y se mordió el labio. Insegura. Harry no podía leer la expresión de él. Su propia mente no paraba de hacer teorías, y ni siquiera era su padre.
—¿No creerás que...? —comenzó a decir Harry.
No fue capaz de acabar. Sonaba inverosímil. Sonaba estúpido e ilógico y algo que Lucius Malfoy no era. Pero Astoria asintió, mirando a Malfoy con lo que parecía ser un atisbo de lástima.
—Draco, creo que tu padre puede ser inocente.
Los ojos de Harry estaban fijos en el rostro de Malfoy. Por fuera, parecía totalmente en control, una cualidad que antes nunca había tenido. Sin embargo, Harry fue capaz de notar cómo la respiración del hombre se aceleraba y agitaba, o cómo sus manos se aferraban a los bordes de la silla.
Astoria le puso una mano en el hombro.
—Creo que todos estos años ha estado bajo la Imperius.
