Harry despertó unas horas después de que la batalla hubiera acabado.
Era de madrugada, y su cama estaba fría e incómoda. Excepto que... no era su cama. Y aquella no era su habitación.
Harry trató de sentarse y vio a un chico parado en medio del cuarto, monitoreando a una mujer. Se enfocó en ella, a pesar del mareo que amenazaba con hacerle vomitar. La mujer se tocaba la cara desesperadamente, empapando así sus manos con la sangre que emanaba de sus ojos. O donde se suponía que debían estar sus ojos. Harry intentó levantarse para ayudar, al ver cómo la córnea- o en realidad, toda la estructura, estaba hecha pedazos como si hubiese sido triturada. Fue dejada ciega, y Harry reconocía la maldición que lo provocó mejor que nadie.
El chico llegó hasta él cuando Harry se paró, provocando que quisiera devolver la poca comida que había ingerido. La cabeza le pesaba, y todo su alrededor retumbaba. El chico movía la boca imparablemente, pero Harry no entendía ni una sola cosa; era demasiado abrumador, él se sentía demasiado abrumado. Sus oídos dolían. Su cuerpo entero dolía. Cuando intentó dar un paso y un dolor sordo le invadió en el área del cuello, supo que era porque estaba herido.
Tuvo que ser sedado para que continuase durmiendo.
La segunda vez que Harry abrió los ojos aún era de noche, por lo que no podía haber pasado mucho tiempo. Esa vez, Padma Patil era la medibruja atendiendo en el lugar, y otra persona se había sumado a la lista de pacientes. Una niña. Cinco años. Ambas piernas amputadas. Harry no podía saber si era porque fue quemada, porque fue alcanzada por un Diffindo o incluso por el mismo maleficio que Ron.
Soltó un escalofrío, viendo cómo la niña se sacudía en su asiento, golpeando sin cesar sus muslos. Algo pesado se instaló en los pulmones de Harry, quien desvió la mirada hasta la sanadora. Padma intentaba darle una poción a la niña. Poco después, cuando notó que estaba despierto, corrió hacia él, hablándole. Harry aún no escuchaba.
Padma agitó su varita con gesto conocedor, al darse cuenta que sin importar qué, Harry no respondía. Cuando acabó el hechizo, el mundo a su alrededor se hizo presente de nuevo.
Harry deseó haberse quedado sordo.
El llanto fue lo primero que oyó, un llanto que quemaba la garganta. Luego los gritos, fuera de la habitación. De órdenes. De dolor. De ira. Muchos. Gente corriendo. Gente agonizando. Kingsley diciendo que debían abrir una fosa en el patio para los cuerpos. Otros diciendo que debían quemarlos o desvanecerlos.
Era terrible.
—La bomba tuvo que haberte dejado sordo —dijo Padma asintiendo, mientras anotaba en su cuaderno—. Supongo que, a juzgar por tu expresión, puedes oír ahora.
Harry se dio cuenta del gesto de horror que tenía pintado en las facciones y puso la cara en blanco. Sabía que no tenía derecho a sentirse de esa forma. Sí, estaba herido, pero incluso así se encontraba mejor que el resto. De hecho, Harry recordaba haber despertado con un dolor punzante en el cuello, y ahora, a medida que se movía, no sentía nada fuera de lo común.
—Tenías una quemadura de segundo grado, casi rozando el tercer grado —explicó Padma, quien analizaba sus movimientos. Las palabras parecían otro idioma a los oídos de Harry—. Afortunadamente sólo fue una porción de tu cuello y parte de tu espalda. Reaccionaste rápido, y el escudo que conjuraste fue bastante poderoso, así que te protegió el resto del cuerpo. La cicatriz de piedra que tienes también lo hizo.
No sonaba asombrada, incluso cuando Harry había sobrevivido a una bomba que estalló prácticamente al frente de su rostro. Era probable que Padma sintiera su poder mágico, los sanadores eran más sensibles a esas cosas en general.
—Ron-
Se cortó, sintiendo cómo su boca parecía llena de algodón, y la garganta le ardía. Ella se dio cuenta de su dificultad y le sirvió rápidamente agua en el vaso a un lado de la cama. Harry notó que llevaba un paño verde amarrado en la muñeca, seguramente para que los nuevos refugiados la distinguieran si necesitaban ayuda. Después de todo, los medimagos de la base no portaban uniforme.
—Ron y Hermione han estado acá la mayoría del tiempo —explicó Padma, mientras Harry tomaba el agua—. Pero ahora están ayudando a llevar suplementos de pociones en los cinco pisos. Ya volverán.
Harry dejó el vaso a un lado y se recostó de nuevo en la cama, mirando el techo café. Todos sus músculos se encontraban apretados.
—Ya no me duele —le dijo—. ¿Estás segura de que no ha sanado ya? La quemadura, quiero decir.
Padma agitó su varita, y unos símbolos aparecieron frente a ella. Los movió con el dedo.
—Está casi lista, pero debes quedarte aquí por cualquier cosa —respondió, llevando la mano hacia la parte posterior del cuello de Harry y tanteando. Luego, se levantó al escuchar un grito a través de la puerta—. Y hablo en serio, Harry. Tienes que descansar.
Padma salió del cuarto con una mirada de advertencia.
Harry sólo hizo caso por una media hora.
Trató de dormir, de verdad lo intentó, pero debido a que Padma salió tan rápido del cuarto, no alcanzó a sedarlo, y el llanto de la niña era espantoso. El sufrimiento que se respiraba en toda la mansión era simplemente horrible. Harry no sabía cuánto les tomaría recuperarse de algo así, y se sentía jodidamente inútil ahí en la cama, sin ayudar. Cualquiera que lo conocía sabía que pedirle quedarse allí era pedirle algo imposible.
Sin embargo, cuando salió, nadie dejó que hiciera nada.
Una parte de Harry deseó haberse quedado dentro, acurrucado entre las sábanas y protegiéndose del mundo exterior. Pero ya había salido, y ya había visto todo lo que estaba pasando.
Había gente en los pasillos, llorando, llena de sangre, siendo atendida por los pocos sanadores que tenía la Orden. Incluso aquellos que no lo eran estaban ayudando. Había medimagos corriendo de un lado a otro cada dos segundos, llevando pociones, cubiertos de sangre. Había familiares de las víctimas también, gritando o llorando sus pérdidas de rodillas en el suelo. Puertas que se abrían y se cerraban, y manchas de sangre y sesos por todo el piso. Harry avanzó por el lugar, mareado, asqueado, tomando nota de los heridos.
Amputados. Quemados. Muertos. Amputados. Quemados. Muertos. Unos casos más leves por aquí. Unos agonizando por allá. Aquello era sólo comparable a una carnicería.
Eso eran. La Orden se había transformado en una carnicería.
Y nadie podía hacer nada para cambiarlo.
Harry preguntó, casi rogó porque lo dejasen ayudar, pero ya había suficiente gente haciéndolo, y la mayoría sabía que él resultó herido durante el ataque. Harry hizo todo lo que pudo, pero en medio del caos y los casos de urgencia, de la gente al borde de la muerte y de los gritos histéricos, nadie le hacía mucho caso.
Cada espacio, sillón y cuarto estaba ocupado por un herido, por gente que aún necesitaba atención, gente muriendo. Y no existía nada que él pudiera hacer.
Así que tomó una botella de vodka de su despacho y salió al jardín, sintiéndose un completo inútil.
Había comprado las botellas hace años; eran seis en total y sólo las abría cuando lo consideraba necesario. Esa era la regla. Abrieron la primera entre los tres cuatro años atrás, después de que Hermione decidiera abortar cuando quedó embarazada, porque se negaba a traer a un niño a ese mundo.
La segunda fue abierta luego de un ataque en Manchester, donde Harry y la Orden habían llegado a rescatar a cuatro niños nacidos de muggles que dieron signos de magia en el mismo orfanato. Las coincidencias de que algo así pasara eran mínimas, pero sucedió, y eso era un puto milagro.
De todas formas, los Mortífagos llegaron antes.
Y el orfanato terminó en ruinas.
La tercera botella fue abierta cuando Ron perdió la pierna. La cuarta era esa. Harry necesitaba olvidar.
Pensar en el Valle de Godric era demasiado doloroso, así que Harry simplemente se apoyó en uno de los árboles y no pensó en nada, bebiendo pausado. Normalmente buscaría a Hermione y Ron, trataría de refugiarse en ellos, pero necesitaba estar solo y sus amigos se encontraban ayudando dentro. Harry no podía estar ahí sintiéndose así de impotente.
Habían perdido.
Esa batalla la habían perdido.
¿Cuántas más?
Una media hora pasó, en la que Harry no había hecho más que mirar a la nada mientras tomaba sorbos. Y de pronto, una figura plateada apareció en su campo de visión, y el thestral se paró frente a Harry con las palabras de Draco Malfoy saliendo de él. Harry recordaba haber estado tan asombrado cuando lo vio por primera vez. Lo odiaba ahora.
—Ábreme —dijo el animal antes de desaparecer.
Y Harry, a regañadientes, lo hizo.
Si traía pociones no podía ser completamente malo. No podía permitirse dejarlo afuera.
Pocos minutos pasaron antes de que Malfoy apareciera por el extremo del laberinto. No tenía un pelo fuera de lugar. Sus túnicas se encontraban impecables. Nada en su postura delataba qué sucedió horas atrás. Nada. Incluso parecía recién bañado.
Harry quería golpearlo por eso. Por esa indiferencia.
—Eres la Muerte Negra —fue lo primero que dijo Malfoy cuando llegó hasta él, sin siquiera saludarlo.
Harry suspiró cansadamente.
—Sí.
Malfoy lo evaluó por unos momentos antes de entregarle los viales, sin decir una palabra. Harry ni siquiera preguntó si eso era todo, si ya se iba, porque las veces anteriores Malfoy ni siquiera se quedaba más de dos minutos. Harry no se despidió, sólo tomó la bolsa con pociones y volvió a la mansión, entregándoselas a Padma quien le reprendió por estar en pie, pero que, de todas formas, no lo llevó de vuelta hasta su habitación.
Harry regresó al jardín.
Y, contrario a lo que esperaba, Malfoy todavía estaba allí.
—Joder, Malfoy, ¿por qué no te vas? —escupió Harry.
Malfoy estaba mirando el cielo con expresión perdida. Harry, recién allí, se dio cuenta de que al parecer no se encontraba tan ileso. La batalla sí causó algo en él, no lo había visto antes. En las veces anteriores que Malfoy apareció en la base después de una lucha lucía más agitado, sí, pero igual de controlado que siempre. Harry por su parte se sentía desbordado de emociones cada vez.
Era diferente ahora.
En ese momento, las líneas de la desesperación eran claras en el rostro, cuello y postura de Malfoy. El cansancio. El agotamiento.
Y el ligero temblor en sus manos también.
—Theo estaba cerca de la bomba cuando explotó —soltó de pronto él—. No me dejan verlo.
Harry cerró los ojos, contando hasta diez mientras se dejaba caer sentado en el pasto. Otro más. Otra persona más. ¿Cuántas fueron esa noche? ¿Cuántas personas inocentes habían muerto? Harry trató de controlar el exabrupto de sentimientos que amenazaban con salir de su boca, y empujó lo más lejos que podía el problema de cómo le comunicaría eso a Luna. No en ese momento. No podía lidiar con nada más en ese momento.
—Deberías estar en San Mungo entonces —respondió Harry al fin, abriendo los ojos de nuevo.
—San Mungo está lleno, no están dejando pasar a nadie. ¿No escuchaste?
Harry, de nuevo, trató de no pensar en cuántos de los heridos que estaban siendo tratados en San Mungo eran miembros de la Orden o de la Resistencia. ¿Cuántos despertarían en ese hospital, sabiendo que fueron curados para ser ejecutados de igual forma? ¿Que irían a Azkaban? ¿O que serían transformados en esclavos?
Y la persona responsable de esa última consecuencia, estaba frente a él.
Malfoy, quien caminaba libremente por el mundo sin parecer afectado por esto. Quien se reía del sufrimiento ajeno, quien creaba pociones y maleficios para usar en contra de gente que consideraba menos valiosa que él. Estaba cansado de su presencia. Cansado de que el mal no se pudiera deshacer. De que nunca se castigara. Que los monstruos quedaran impunes sin importar qué hicieran. Por mucho que pelearan contra Voldemort, los muertos seguirían muertos, y esos niños seguirían siendo esclavos.
Harry miró la botella de vodka olvidada a su lado,y la abrió bruscamente.
—¿Cuándo te enteraste? —le preguntó a Malfoy.
—Diez minutos atrás.
Harry le dio un largo sorbo a la bebida, y agradeció la forma en la que el alcohol quemó su garganta; el ardor era aún peor gracias a todos los gritos que había dado durante la batalla.
—Deberías esperar la llamada en tu casa —dijo, apuntándolo con la botella—, cuando Theo esté bien.
Malfoy soltó una respiración temblorosa, y bajó la vista hasta sus manos. Solo ahí, pareció darse cuenta del temblor ligero que presentaban y las guardó en los bolsillos de su túnica.
—He copiado el encantamiento de las monedas con la chimenea desde que empecé a venir, en caso de que alguien me buscase —replicó, con voz vacía—. Cuando las llamas aparezcan, lo sentiré- Potter…
Harry desvió la mirada cuando sintió los ojos de Malfoy encima suyo, y decidió darle otro trago a la botella. Necesitaba estar solo, joder. Necesitaba estar lejos de Malfoy, y todo lo que representaba.
—No puedo volver —le dijo al final, muy bajo—. Me han obligado a festejar, después de emitir un comunicado donde lamentaban las pérdidas. Se pusieron a festejar incluso sabiendo lo de Theo, yo-
Malfoy no terminó la oración, y Harry soltó un resoplido. ¿Qué carajos esperaba de los Mortífagos?, ¿buenos deseos? Por supuesto que estarían saltando de alegría por haber dejado a la Orden sin un punto de resistencia. De haber tumbado el Valle de Godric, sin importar quienes cayeron con él. Incluso cuando Theo era un Electis y el mejor amigo de Astaroth. Así de desalmados eran todos. Tal vez, incluso, lo que le preocupaba a Malfoy era perder un miembro valioso de la alta sociedad y no un amigo.
Pero las palabras que el hombre dijo, meses atrás, resonaron en algún lugar de su cabeza.
Ya no me queda nada.
Bueno-
Es lo que te mereces, quería responderle Harry.
Sin embargo, sabía que aquello venía más de la ira contenida de las últimas horas, que con Malfoy y su asquerosa persona.
Harry volvió a mirarlo, y sólo por la forma en la que sus ojos lo escaneaban frenéticos, supo que Malfoy se encontraba al borde de un colapso. Como todos. Harry se pasó una mano por la frente, y conjuró dos vasos en un par de segundos, tendiéndole de mala gana uno de ellos al hombre. En ese momento le hacía sentir enfermo la idea de compartir la botella con él. Prefería que tomara desde otro recipiente.
—Ten.
Cuando Malfoy, algo atónito, recibió el vaso, Harry dejó la botella de vodka a un lado y se recostó hacia atrás en el pasto, mirando el cielo. Quizás si Malfoy se quedaba callado podía pretender que no estaba allí.
Y por unos minutos, fue así.
Hasta que volvió a hablar de nuevo.
—¿Quién tiró la bomba?
—No lo sabemos —respondió Harry, hablando bajo—. Creíamos que fue un Mortífago.
—No —dijo Malfoy, en ese mismo tono de voz vacío, mientras se sentaba a unos metros de Harry—. Explotó demasiado cerca del Lord y fue alguien sin distintivo. No tenía ni capas, ni máscara.
El enojo volvió a Harry de un puro ramalazo, mientras recordaba los heridos por la bomba. Mientras recordaba los mutilados y los chicos que se habían partido a la mitad y estaban luchando por sus vidas, sabiendo que morirían de igual forma. Que se estaban despidiendo de sus seres queridos. Harry recordó las pilas de cadáveres que vio desde el cielo, las casas quemadas. A Malfoy quemando algunas también. Las risas de los Mortífagos. La tumba de sus padres, desaparecida ahora. Todo ese pueblo extinto. El pueblo de Dumbledore. El lugar donde él vivió en familia y del que ni siquiera se acordaba.
Harry quería gritar. Quería descargarse de alguna forma. Estaba harto de ver gente morir, harto de tener que pelear, y harto de no poder hacer nada. Ocho putos años, y no había hecho nada. Y seguían muriendo. Y seguían perdiendo.
Y Malfoy estaba ahí; el responsable de que mucha gente que se encontraba traumatizada allá dentro hubiera perdido su hogar. De que niños fueran mutilados, usados y torturados legalmente por el sólo estatus de sangre que tenían.
Lo escuchó servirse un largo trago, para luego comenzar a toser.
—El alcohol muggle es una mierda —dijo Malfoy, algo estrangulado.
—¿Es demasiado poco para tu sucia boca de Mortífago?
Un momento de silencio pasó.
—¿De dónde vino eso?
Harry no sabía de dónde había venido eso, sólo que el estrés de la noche, de la batalla, y todo lo que había sucedido entre Malfoy y él, le hicieron responder inconscientemente. En ese momento, las cosas que Malfoy hizo pasaban en su mente como un huracán, y era imposible ahuyentarlas. El asesinato y tortura de Hannah. La creación de todas esas maldiciones que le habían arrebatado gente que apreciaba- Sprout, por ejemplo. El asesinato del chico que usó para hacerse parte del Nobilium, el peor que se vio. La instauración de una ley que convertía en esclavos a los niños nacidos de muggles. El ser partícipe activo de las ejecuciones de gente inocente sin tener un solo remordimiento. Ser partícipe de las interrogaciones de personas que eran atrapadas intentando escapar del régimen de Voldemort. Ser el causante de sus torturas, de torturas que hacían ver al Crucio como un juego de niños. Burlarse de ello. Ser consciente de todo, de la mierda que era, y no sentirse afectado en absoluto.
En absoluto.
Lo hacía hervir. Harry quería gritarle. Quería que sintiera un cuarto de lo que él estaba sintiendo.
—Me imagino que estás feliz, sabiendo toda la gente que ha muerto —escupió Harry entonces, sentándose nuevamente, mirándolo con grandes ojos acusadores—. Todos los asquerosos mestizos y sangre sucias que al fin han sido masacrados y que dejarán de molestarte, ¿no es así? Esta noche el mundo fue limpiado.
Las emociones estaban desbordándose, y mientras miraba sus ojos grises directamente, Harry sentía que ya no podrían detenerse ahora. Malfoy tenía el vaso a mitad de camino de su boca y lo observaba, nada más- y oh, Harry deseaba que respondiera. Que gritara de vuelta.
—Te apuesto a que te encantará saber que la mitad de ellos eran niños, de no más de quince —le dijo, recordando los rostros que vio, los que pudo y no pudo salvar—. ¿Te excita saber eso? ¿Saber que tú y los tuyos han conseguido matar infantes? Oh, cuéntame, gran Astaroth. ¿Crees que sufrieron lo suficiente? Tal vez tengas algunas ideas para hacerlo peor, visto que tienes tantas. Quizás podrías hacerles lo mismo que le hiciste a tu sacrificio.
Malfoy dejó el vaso en el pasto con tanta fuerza, que de haber sido cemento, se habría quebrado.
—Cállate, Potter.
Pero ya había conseguido que se mostrara algo afectado, lo mínimo, y Harry no iba a dejarse amedrentar. Al fin estaba consiguiendo que mostrara su verdadera cara, cuando siempre se veía tan medido y compuesto. Harry deseaba verlo como el monstruo que verdaderamente era. Harry deseaba mostrarle la rabia que sentía. Que sufriera al menos una consecuencia.
—Eres igual a ellos, a los Mortífagos que tanto detestas por haber matado a tu madre —volvió a espetarle. Malfoy apretó la mandíbula y sus ojos brillaron de rabia—. ¿Crees que no sé que fuiste tú el que creó la ley que los hace ser esclavos? ¿A los niños?
La expresión en el rostro de Malfoy se congeló por un momento, antes de que aquella máscara en blanco cayera de vuelta en su lugar. Sentado frente a él, a unos metros, Harry no podía distinguir del todo sus facciones.
Pero su actitud no hizo más que acrecentar su rabia.
Pelea, puto cobarde.
—¿Esperas que me arrepienta? —replicó Malfoy con una mueca de desdén.
—No espero nada de ti, eres una mierda —le dijo Harry, completamente tenso —. Eres una mierda. No tienes excusa-
—Potter-
—Y pensar que cuando éramos niños por un momento creí que podías ser mejor, pero nunca ha sido así, ¿no? Obtuviste un poco de poder, ¿y qué hiciste? Esclavizaste inocentes.
—No fue-
—Dime, ¿tu Señor te dio unas palmaditas en la cabeza como premio? ¿Te dijo la buena mascota que eras, al igual que tu padre?
—¡¿Qué mierda-?!
—Los has condenado, los has- ¿eso te complace, no? Te crees superior. Me cago en tus ideales. Me cago en ti, Draco Malfoy. Eres un asesino. Has logrado que vivan-
—¡He logrado que vivan!
Harry cerró la boca, mientras veía cómo Malfoy se levantaba y avanzaba hasta estar frente a él, mirándolo desde arriba. Sus ojos estaban inyectados en sangre, y por fin alguna emoción realmente fuerte había tomado parte de su rostro. Incluso cuando esa emoción era la rabia.
—¡¿Cómo mierda no puedes verlo?! —gritó de nuevo.
Malfoy se giró dándole la espalda y pasándose una mano por el cabello. Para Harry no tenía sentido lo que había dicho, no tenía ni el más mínimo sentido.
—O sea que los quieres vivos —comenzó a decir, sintiendo su magia arremolinarse a su alrededor—, para humillarlos, para torturarlos. Niños —enfatizó—, siendo arrancados de sus hogares cuando muestran una mínima señal de magia. Tú eres el culpable de su sufrimiento, tú-
—¡Todos los sangre sucia eran asesinados! —lo cortó Malfoy, girándose—. ¡Todos, sin excepción!
Harry vio cómo el hombre comenzaba a caminar en su lugar, con la cara contorsionada por el enojo. Su propia rabia no se había ido aún, pero las cosas que Malfoy decía estaban comenzando a descolocarlo. Porque aquello no era vida, era un tonto si pensaba lo contrario.
—He logrado que puedan ir a Hogwarts. Y otros, que vivan siendo sirvientes —escupió—. ¡Pero que vivan! ¡Estaban condenados a ejecuciones! ¡A las mismas que tanto asco te dan!
—¡Tal vez era mejor así! —replicó Harry, pensando en las historias que Astoria y Adrian le habían contado, de las cosas que le hacían a esos pobres pequeños.
—¡Entonces me habrías culpado por no hacer nada! ¿No? —replicó Malfoy, haciéndolo enmudecer—. Hipócrita de mierda. Tú, que sí eres un asesino...
—Cállate- —dijo Harry sin aliento. Nadie nunca lo había llamado así.
—… Juzgándome a mí, cuando he sido la única jodida persona que ha tratado-
—¿De qué, de darles una mejor vida? —se burló, apretando los puños.
—¡De que tengan una oportunidad, joder!
—¡¿Por qué?!
—¡Por Eric!
Malfoy dejó de moverse y lo encaró por completo. Su pecho aún se estaba moviendo agitadamente, y el gesto de su cara todavía denotaba enojo. Ira. Desprecio. Pero había algo más ahí, debajo de capas y capas de crueldad.
La respuesta lo golpeó.
Tristeza.
—¿Recuerdas el niño del que tanto hablan tus preciosos Weasley? "El peor asesinato de esos años". ¿Mi sacrificio? —exclamó, haciendo que Harry rememorara todas las veces que se lo habían recordado—. Se llenan la boca llamándome asesino. Se llenan la boca-
Harry miraba la escena como si fuera otra persona, observando todo desde afuera, porque se sentía así. Su rabia aún se encontraba a flote, pero por una vez, estaba escuchando a Malfoy en vez de simplemente atacar de vuelta. No lo había visto tan… real desde que eran niños. En ese momento, trataba de buscar en su memoria algún punto de los últimos meses en el que Malfoy hubiese estallado de esa manera, pero no había nada, y Harry estaba dividido entre lo que decía y sus propios sentimientos al respecto.
—¡Tenía trece! —gritó desgarradoramente. Su mano estaba apuntando a algún punto del suelo, aunque Malfoy no parecía darse cuenta de eso—. ¡Tenía una vida por delante, y decidió morir por mí! ¡Lo hizo porque él estaba destinado a morir de todas formas! ¡Lo hizo para darme una oportunidad! ¡Él! Era solo un chico-
La voz de Malfoy estuvo a punto de quebrarse al final, pero no lo hizo. Harry recién estaba comprendiendo aquello. De a poco.
Por eso Malfoy aseguró no haber matado a nadie, incluso cuando su ceremonia de iniciación en el Nobilium se lo exigía.
Porque el chico dio su vida por él, para que no los mataran a los dos durante el ritual.
El chico dio su vida por él.
—Me hizo prometer que sacaría a mi madre —continuó diciendo Malfoy, hablando hacia el aire—. Y todo lo que he hecho- todo lo que he hecho desde entonces es para cumplir mi palabra. Para poder sacar a mamá de Azkaban, llevármela lejos y asegurarme que el sacrificio de Eric no hubiera sido en vano. —Harry abrió la boca para rebatir, para decir algo, pero Malfoy levantó la mano y lo apuntó a él ahora, sus ojos llameando en furia—. ¡Así que no te sientes ahí, esperando que me arrepienta por cada cosa que hecho! ¡Esperando que me arrastre en el suelo pidiendo tu perdón! Jódete, Harry Potter. Jódanse todos ustedes.
Harry sintió cómo algo helado le cubría todo el cuerpo.
Parte de sí no quería admitir que podía estar equivocado, que Malfoy de verdad pensaba de esa forma, aunque, bien dentro, sabía que era así. Harry buscó esas respuestas durante meses, y jamás esperó encontrar eso. Era más fácil ver a Malfoy como un bastardo cruel y unidimensional. Era más fácil que intentar comprenderlo.
Se encontraba en busca de palabras, porque lo que acababa de contarle era lo único que parecía verdadero de su parte, o al menos que se sentía así. Sí, sabía de sus deseos de venganza, sabía que quería recuperar a su padre, que la forma en la que se sentía hacia Goyle era genuina.
Pero esta parte de él era diferente. Explicaba muchas cosas. Y Harry sólo podía pensar que el fuego iracundo de su interior se estaba apagando, siendo aplacado por la cruda emoción que Malfoy profesaba.
—¿Quieres hacerme el villano? Está bien. ¿Quieres pensar que yo soy el verdadero enemigo y el responsable de todo lo que está mal en el mundo? Adelante —le espetó, arrugando la boca y nariz mientras hablaba. Sus facciones parecían más duras así—. Pero no esperes que me arrepienta del dolor que he causado, porque he hecho lo necesario para sobrevivir. No te atrevas a sentarte ahí y juzgarme cuando tú no has vivido con el Lord en tu casa siendo torturado día y noche. Cuando no has estado preso en un lugar que ya no puedes llamar hogar, y cuando no tenías como objetivo salvar a la persona que más adoras en el mundo, mientras aprendías a vivir aceptando que pasarías a ser el verdugo del mundo mágico. ¿Alguna vez te has detenido a pensar cómo es? ¿Ver gente morir todos los días? Tú, que estás tan cansado de ver peleas, ¿te has parado a pensar qué significa vivir entre Mortífagos?
»No te sientes ahí a juzgarme cuando, mientras yo acababa de aceptar que me convertiría en un torturador, mientras me dedicaba a tratar de salvar a todos los niños nacidos de muggles que podía, tú ya habías asesinado a decenas de personas.
Malfoy prácticamente terminó la última palabra en un susurro. Harry no hacía más que mirarlo.
Su mente se encontraba en blanco.
Todo eso era- demasiado.
Demasiada exposición, por parte de ambos. Demasiados sentimientos. Secretos. Verdades. Demasiado para una sola noche.
Parecía tan lejano, semanas atrás, cuando Malfoy le había dicho que matar a alguien no cambiaba nada, y ahora lo estaba tratando de asesino. Quizás si Malfoy hubiera sabido toda la verdad no le habría dicho nada nunca. Quizás matar tanto sí cambiaba algo, después de todo.
Por su parte, lo que acababa de escuchar, para Harry lo cambiaba todo.
—No sabía… —comenzó a decir inconscientemente.
—Cállate, mierda —lo interrumpió él—. Cállate-
Malfoy se dejó caer de nuevo en el suelo frente a él, justo donde le había estado hablando. Se llevó las manos a la cabeza y la apoyó ahí, quién sabía por cuánto. Harry suspiró bajando la mirada y se sirvió vodka.
No. Nunca se había parado a pensar en cómo había vivido Malfoy todos esos años. Nunca le había importado, no verdaderamente. A Harry solo le interesaban las cosas que había hecho, y a pesar de que deseaba saber los por qué, jamás se puso a analizar qué significaba vivir con Voldemort.
Él decidió ese destino.
¿Lo hizo?
Harry tomó el alcohol de una sola vez.
Tenía dieciséis. Era un niño.
Volvió a servirse, pasándole la botella de vuelta a Malfoy, aunque este aún estaba con la cabeza entre sus manos. No sabía cómo disculparse. Ni siquiera sabía si quería disculparse o si Malfoy merecía una disculpa. Su mente era un caos en ese momento.
Un niño dio la vida por él, y Malfoy le hizo una promesa que no cumplió. Fue obligado a torturar durante 1998, Harry lo sabía, lo vio en sus visiones. Pero eso quería decir que también fue obligado a torturar después. Malfoy se hizo alguien que no era para sobrevivir. Y tenía sentido, el dolor en su voz era palpable. Él no quería eso. Realmente no lo deseaba como el resto de los Mortífagos. No disfrutaba haciendo daño, no del todo al menos. Y Harry se sentía horrible por haberlo desestimado.
Al cabo de un rato, en el que oyó cómo el hombre ya no respiraba tan pesado, y se echaba un poco de vodka también, Harry volvió a hablar. El alcohol ya estaba asentándose en su cuerpo.
—La primera vez que maté a alguien, no fui capaz de comer por días —dijo de repente.
—Potter… Me importa una-
Malfoy no acabó esa frase, cansado. Harry no lo miró, sus ojos continuaban fijos en el fondo de su vaso. No tenía idea de dónde estaba saliendo todo eso. Quizás solo necesitaba decirlo.
—Te dicen que no, pero… —continuó, pasando saliva—. Se hace más fácil, con el tiempo. En este punto, ni siquiera recuerdo cómo se sentía mirar a alguien y sentir remordimiento después de quitarle la vida.
Somos lo mismo, quería decirle en verdad.
Pero no podía. Sabía que no era cierto. Y sabía que si lo fuera, ni Malfoy ni él lo creían.
Harry se pasó una mano por el cabello, peinándolo hacia atrás, rozando suavemente parte de su cicatriz.
—Yo, sólo- joder, siento que debería disculparme, pero al mismo tiempo no. Puedo estar siendo un cabrón, pero, no sabía, Malfoy. Eso es todo…
Las palabras, tal como los gritos, estaban viniendo de la nada, desbordándose y saliendo de su boca como cada vez que Harry se guardaba algo. En la parte trasera del jardín se movía un par de gente.
Bueno, llevaba guardándose un montón de cosas por años. Quizás el Valle de Godric y la presencia de Malfoy en ese momento eran la gota que rebalsó el vaso.
O el océano.
—A mis ojos, a los ojos del mundo, tú… —volvió a hablar, sin saber muy bien cómo completar esa oración—. Tú…
—Lo sé —dijo Malfoy, escuchándose muchísimo más exhausto.
Harry levantó la mirada lentamente, para encontrarlo aún con la cabeza gacha, pero ahora sus manos jugaban con el vaso que Harry había conjurado. Unos segundos pasaron antes de que Malfoy decidiera servirse un trago.
—Creí que te importaba un comino. Los nacidos de muggles. Los muertos. La gente que has herido.
—Hay cosas que no me importan —concedió Malfoy, pero no especificó qué.
Harry, por primera vez, se sintió más cerca de él que en todos los años que lo había conocido.
Por primera vez, podía decir que lo entendía.
—Sí —respondió con lentitud, casi con cautela—, pero ahora sé que es porque has tenido que aprender a que no te importen.
—No-
—Sí, Malfoy —lo cortó—. Yo creo que sí.
Harry pensó en la máscara en blanco que siempre traía en el rostro, en el control casi obsesivo que Malfoy tenía sobre su persona. Harry pensó en la forma en la que se mordía la lengua cada vez que hablaba de más, o el vacío e indiferencia que profesaba cada vez que veía algo demasiado horrible. La expresión vacía que portaba en la ejecución.
Y pensó en él mismo también.
Harry pensó, en cómo era necesario tener que enmudecer el mundo y lo que pasaba en él para no perder la cabeza. Y se preguntó si quizás, se parecían más de lo que alguno de los dos pensaba.
—Sólo- no lo sabía —prosiguió, hablando al aire—. Y es fácil culparte a ti.
Malfoy no dijo nada por unos segundos, antes de soltar un ruido que se asemejaba a una risa, pero que no lo era.
—Supongo que siempre lo ha sido.
—Sí.
Harry recibió la botella luego de que Malfoy le hubiese dado un largo y sustancioso trago al vaso entre sus manos. Tomó él también.
—Sé que no habrías matado a nadie, Potter —dijo abruptamente, subiendo sus ojos hasta que descansaron sobre el rayo de su frente—. Si la guerra nunca hubiera sucedido.
—Pero sucedió.
Harry sintió un nudo instalarse en su garganta. Malfoy no dijo nada. ¿Qué podría decir? Soltó un suspiro.
—Yo tampoco sabía…
Malfoy no especificó qué. Harry no preguntó.
Ahora que estaban en silencio, los ruidos de dentro de la mansión eran mucho más audibles. Los gritos de los medimagos de un lado a otro, los llantos de los heridos, las pisadas y corridas que había en toda la casa. Harry volvió a servirse más vodka antes de pasarle la botella a Malfoy. Intentó calmar su interior que le decía que no era justo que él estuviera ahí afuera, bien, y que tanta gente se encontrara sufriendo dentro.
Aquello era un río de sangre.
Y Harry no soportaba oírlos.
—¿Cómo te hiciste esa cicatriz? —dijo al final, tratando desesperadamente de distraerse mientras delineaba con la vista el trazo plateado que cruzaba el rostro de Malfoy. No era la primera vez que se preguntaba eso.
Malfoy se tensó un minuto, antes de resoplar.
—¿Quieres que te mienta?
—¿Por qué me mentirías?
—No sé, Potter —respondió él irónicamente—, ¿cómo te hiciste esa cicatriz en el cuello?
Harry llevó una mano hasta allí de forma inconsciente, mientras hacía una mueca, recordando el día en que la obtuvo: momentos antes que Ginny fuera asesinada. Estaba oculta entre el cuello de sus camisetas la mayoría del tiempo, y le llamaba la atención que Malfoy la hubiese notado.
Malfoy por su parte se llevó los dedos a su cara, tanteando el relieve que le cruzaba la nariz. Harry vio cómo se quedaba pensativo, como si estuviera recordando también.
—Cierto… —murmuró Harry entonces, dándole otro trago a su vaso.
Las cicatrices eran personales, todas contaban una historia. No tenían la confianza para revelar esos secretos.
Malfoy se removió en su lugar, pero luego esbozó una sonrisa, tomando también él de su vaso.
Y simplemente supo que lo que diría no sería nada bonito.
—¿Quieres saber la verdad? Obtuve esta cicatriz cuando me confundiste con una tabla para picar verduras.
Harry pausó sus movimientos.
Luego, lo miró con grandes ojos horrorizados.
En su mente se reprodujo el momento en el que había cometido uno de los mayores errores de su vida, al usar magia negra sin siquiera saber qué hacía el hechizo. Harry no pensó mucho en eso cuando sucedió, ni los años que le siguieron. Quizás la culpabilidad era demasiada, pero…
¿Malfoy había quedado con cicatrices? Debía tenerlas. Snape nunca dijo que se eliminarían por completo. Quizás Malfoy usó un glamour el resto del tiempo, y ahora ya no lo hacía, y la herida había estado ahí desde siempre y-
—Eso fue una broma —dijo Malfoy, interrumpiendo el hilo de sus pensamientos—. Una terrible al parecer. Merlín, Potter, no me mires así.
Harry abrió y cerró la boca, sin despegar sus ojos de la cicatriz del rostro.
—Yo… Lo sient-
—No. No lo hagas.
Malfoy no lo había dicho bruscamente, simplemente… tranquilo. Ambos se encontraban demasiado quietos, como a la espera.
Quizás necesitaban gritarse, después de todo.
Qué jodidos estamos.
—Pero es la verdad —dijo Harry de nuevo—. Nunca quise-
—Pero lo hiciste. Eso es lo que importa. Creí que lo habíamos acordado.
Harry quiso responder ante eso. Ante su tono y ceja levantada.
Pero sólo volvió a beber.
—No tenía idea de qué haría el hechizo, Malfoy. Nunca tuve la intención de... de...
—¿Cortarme en trocitos? —suplió él con voz calmada.
Harry hizo de nuevo una mueca, mientras Malfoy se quitaba una porción de cabello de encima de su frente y ponía los ojos en blanco. Harry lo vio tomar de su vaso antes de hablar.
—Otra broma.
Bueno, no era muy gracioso.
Harry se limitó a tomar por un largo rato, y ambos no hicieron más que pasarse la botella. Sus movimientos poco a poco se fueron haciendo más torpes y más lentos, y era aliviador saber que podía pensar en algo más que en la tragedia que pasó.
—Lo siento yo también —soltó Malfoy al cabo de varios minutos de silencio.
—¿Por-?
—Sólo- lo siento, Potter.
Harry no sabía por qué lo decía, y no quería pensar en ello. Harry no deseaba pensar en el pasado que compartían, tan infantil y turbulento: como dos niños que estaban jugando a ser soldados de guerra.
Sin embargo, no quería pensar en el presente tampoco, ni en esos ocho años. Harry no quería pensar en el Valle de Godric. Ya había descubierto que no servía. Que sólo le hacía sentir impotente. Que querría gritar de nuevo y quizás ya nunca se detendría.
—Maldición, ¿por qué todo lo que hablamos tiene que ser tan jodidamente deprimente? —respiró, sintiendo el frío de la noche bañar sus mejillas.
Malfoy no respondió, pero sí hizo un ruido que indicaba que le encontraba la razón. Harry bajó las manos hasta el pasto y comenzó a tocarlo y sacar pequeños pedazos de vez en cuando, mientras el rocío de la madrugada caía. Las estrellas estaban brillantes. Hermosas. Contrastando con lo horrible que había sido esa noche.
—Cuéntame de tu primera vez arriba de una escoba —dijo Harry con un hilo de voz, sin dejar de mirar el cielo.
Malfoy bufó, medio risa, medio desdén.
—¿Qué tan borracho estás?
Harry sentía que el mundo estaba pasando más lento, y que se movía de forma inconsciente. Llevaba tomando un buen rato.
—Bastante —respondió con honestidad—. Cuéntame de tu primera vez arriba de una escoba.
—No, Potter.
—¿Por qué no?
—Porque no quiero hacerlo.
—Pero yo quiero que lo hagas.
Malfoy volvió a hacer ese mismo sonido, después de sacudir la cabeza al tomar un trago especialmente largo.
—Excelente argumento.
Harry volvió a recostarse en el pasto sin dejar de mirar el cielo. El vodka estaba haciendo que esa chispa donde todo le resultaba gracioso empezara a nacer, e incluso las formas que tenían las estrellas le resultaban chistosas.
—Mi primera vez arriba de una escoba fue a los once años —murmuró, respondiendo su propia pregunta.
—¿A los once? —La voz de Malfoy sonaba claramente sorprendida.
—Sí. En las clases de vuelo de Madam Hooch.
Harry ladeó la cabeza para mirarlo al fin, descubriendo que las cejas de Malfoy se encontraban muy, muy arriba.
—¿En Hogwarts?
Sonaba tan incrédulo, que Harry casi quiso gritarle que ya se lo había respondido varias veces. Pero se controló.
—Sí. Antes de eso, ni siquiera sabía que era mago.
Harry recordaba cómo era volar, cómo se sentía. Sólo volar. No ir a una misión. No usar la escoba para salvar su vida.
Volar. Sin ningún propósito. Por diversión. Porque le gustaba.
—Me estás diciendo- —las palabras de Malfoy lo devolvieron a su conversación—. Me estás diciendo que hasta que no ibas a entrar a Hogwarts, ¿no tenías idea de que eras Harry Potter? —Sorprendido era poco para la expresión y tono de voz de Malfoy.
Harry se acordó de los Dursley entonces, de cómo le habían ocultado la magia. Casi ni pensaba en ellos porque cada vez que lo hacía, se amargaba. Lo único que esperaba era que donde sea que se encontraran, que estuvieran pagando. Sufriendo. Aunque nunca se lo admitiría a otra alma.
—No, era Harry. Sólo Harry —respondió él, luego de recordar la pregunta. Aunque se confundió instantáneamente porque lo que dijo no tenía sentido—. O sea, sigo siendo sólo Harry.
—Bueno, sólo Harry, me cuesta creer que el hechicero más famoso de nuestra generación no tuviera idea que poseía magia.
—No lo sabía —replicó tranquilamente—. Ellos trataron de ocultarlo.
Harry volvió a ver a Malfoy, y observó cómo éste abría la boca, seguramente para preguntar quiénes eran "ellos". Sin embargo, cuando sus miradas se encontraron, la cerró, y en su lugar, tomó de nuevo haciendo un gesto al aire.
—¿Entonces, cómo se sintió?
Harry, quien había estado siguiendo cada uno de sus movimientos con fijeza, frunció el ceño.
—¿Eh?
Malfoy repitió el gesto al aire.
—Andar en escoba.
Harry chasqueó la lengua, recordando ese momento. Recordando los partidos de Quidditch y la emoción que sentía al atrapar una snitch. El aire contra su cara. La sensación de ser libre, de poder ir donde quisiera. La velocidad que podía agarrar. El único lugar donde se sentía verdaderamente él.
—Se sintió… asombroso —respondió, sin darse cuenta de que había cerrado los ojos—. Invencible. Nunca pensé- nunca creí-
Harry trató de volver a ese primer día, al momento en el que fue elegido para el equipo- y un niño de cabello rubio y ojos grises se coló en su memoria. De gesto altanero y burlesco. Harry recordó entonces, cómo verdaderamente había descubierto que le gustaba volar.
Se detuvo y se giró a mirarlo, sintiendo los ojos levemente desenfocados debido al alcohol. Malfoy aún se encontraba esperando su respuesta, mientras volvía a servirse.
—Fue gracias a ti, ¿lo sabías? —preguntó Harry con la boca seca.
Malfoy detuvo sus movimientos y lo miró, mientras Harry se sentaba para esperar de vuelta la botella.
—¿Disculpa?
—Tú fuiste la razón por la que me subí a una escoba —repitió, acariciando el pasto—. Le robaste la recordadora a Neville, y yo te perseguí para que se la devolvieras.
Harry definitivamente no pensó en Neville y su cuerpo tendido en la mitad del patio de Hogwarts.
Malfoy hizo una mueca, y su expresión se perdió, seguramente recordando ese momento.
—O sea que tu primera vez arriba de una escoba fue a causa de que yo me estuviera comportando como un imbécil.
—Básicamente —replicó Harry, algo divertido—. Y cuando la lanzaste, alcancé a atraparla antes de que cayera, frente a la torre de McGonagall. Por esa razón fue que entré al equipo de Quidditch antes que el resto. En primer año.
Malfoy abrió la boca, en un gesto que bordeaba la indignación y Harry casi soltó una risa. En su lugar, recibió de vuelta la botella para volver a beber.
—Mi yo de once años estaría tirándose el pelo de la rabia si lo supiera.
Y Harry sí rio esta vez. Verdaderamente rio.
—Sí… —contestó, imaginando a un Draco Malfoy pequeño y malhumorado estampando el pie contra el suelo. Sonrió. Entonces, volvió a acordarse de ese niño, de cómo parecía tan distinto al hombre frente a él. Recordó el incidente de la primera vez que voló, y dijo—: Creo que nunca me había sentido tan feliz.
Harry bebió de su vaso, sintiendo cómo su voz iba más lenta. Tratando de no pensar desde hace cuántos años que no volaba por opción, sino por necesidad.
—El Quidditch era lo único en lo que era realmente bueno, ¿sabías? —preguntó entonces, limpiándose la boca con la manga.
—Obviamente, tenía una libreta llena de datos curiosos acerca de ti —replicó Malfoy—. Claramente no sabía, Pot-
—Era lo único en lo que era realmente bueno, que no venía de Vold- Tom —lo interrumpió él, sin prestarle atención, las palabras saliendo de su boca sin que él las autorizara—. O por lo que la gente me felicitaba sin que tuviera relación con yo siendo el Elegido. Lo único que era solo mío.
Y él me quitó eso también.
Sentía los ojos de Malfoy encima suyo. Harry se terminó su vaso, dándole un vistazo a la botella que ya iba por la mitad. Luego, volvió a acostarse con la espalda apoyada de lleno en el pasto.
—Todavía puede serlo —le dijo Malfoy, después de unos segundos.
Harry bufó.
—¿Cómo?
—Cuando salgamos de aquí y ganemos la guerra.
Harry volvió a mirar hacia arriba, y recién allí se dio cuenta de que estaba demasiado cerca.
Ganemos.
Dijo "ganemos."
No tenía idea de que Malfoy se había sentado solo a unos pasos de él. Podía oler su aroma, detallar dónde acababa la cicatriz que le cruzaba el rostro, y distinguir el color de sus ojos. Malfoy tenía una leve heterocromía. Un ojo era algo más azulado que el otro ¿Cómo no lo había notado antes?
Si Harry se movía unos centímetros, su cabeza chocaría contra la cadera de Malfoy.
—Puedes hacerte estrella de Quidditch, Potter—completó él.
Harry continuó mirándolo, pero los ojos de Malfoy no brillaban. No creían en lo que había dicho, Harry lo sabía. Porque era ridículo. ¿Cómo podrían salir adelante, luego de que todo aquello pasara? ¿Cómo podrían mirarse en el espejo, y fingir que todo estaría bien? ¿Cómo podrían algún día dejar de ver las caras de los muertos? ¿Las caras de aquellos que habían fallecido gracias a ellos?
No había forma de escapar. No había forma.
No existía un trazo de esperanza.
La guerra los había devorado vivos a ambos.
—¿Qué quieres hacer tú, cuando todo termine? —susurró, después de no hacer más que verse por unos segundos.
Harry sentía que era mejor seguir hablando de eso que quedarse en silencio. Ni siquiera creía que saldría vivo de esa guerra, en primer lugar, lo que era un alivio. Pero era agradable pretender, sólo por unos segundos, que existía un futuro.
Ambos sabían que no eran más que fantasías delirantes.
—Cuando era pequeño siempre creí que iba a ser ministro, ¿sabes? —dijo Malfoy finalmente, dándole otro sorbo al vodka—. Y cuando crecí, pensé en convertirme en maestro de pociones.
Harry hizo una expresión de asco sin darse cuenta. Sí, muy lindo lo que había hecho Snape al final y todo eso, pero como profesor- como adulto responsable… Harry no quería tener nada que ver con la elaboración de pociones en lo que le quedaba de vida, muchas gracias.
—Podría hacerme jugador también. O… O… No lo sé —continuó Malfoy—. Podría convertirme en sanador.
Harry alzó las cejas, sorprendido. No habría esperado que Malfoy dijera algo así- jamás. Mucho menos después de lo que Madam Pomfrey le había dicho de él.
Si pensaba en el Draco de Hogwarts, Harry no lo veía más que como el heredero de los Malfoy, un hombre de negocios, quizás con algún puesto relacionado con Gringotts o el Ministerio. En ese momento, maestro de pociones parecía la opción más obvia. Sin embargo, Malfoy dijo que quería eso en un pasado, no en un presente.
—O podría huir al mundo muggle y olvidarme de toda esta mierda —sentenció Malfoy finalmente.
—No podrías —le soltó Harry sin pensar.
Malfoy parpadeó, sin esperar esa respuesta.
—¿Disculpa?
Harry se mordió la lengua. Literalmente. En primer lugar, Draco Malfoy viendo como una opción viable huir al mundo muggle ya era una idea risible. Pero además… Además-
—No podrías, ¿te has visto a ti mismo? —dijo Harry, con su boca moviéndose nuevamente sin su permiso—. Es como- como… como si estuvieras hecho de magia.
—Soy un mago, Potter. Estoy hecho de magia.
—No, pero- —Harry dijo sin pensar. Joder. Debía callarse—. Cuando era más pequeño, conocí la cocina de los Weasleys, y pensé que- que… Que todo lo que había allí era mágico, todo- eh… Tú… —Harry estaba balbuceando, y ni siquiera él mismo podía formar bien las ideas en su cabeza—. Tú naciste aquí. Todo lo que has hecho tiene que ver con la magia. No-
—Eres una mierda explicándote —lo cortó él. Entonces, frunció el ceño, aturdido—. Espera, ¿me acabas de comparar con la cocina de los Weasley?
Harry se habría reído de su expresión, si el mundo no estuviera dándole vueltas y si sus ideas no se encontraran tan mezcladas y confusas.
—El punto es- es que eres parte de este mundo, mucho más de lo el resto podría serlo.
Malfoy asintió, cómo si lo que Harry hubiese dicho tuviera un mínimo de sentido.
Y volvió a echarse vodka.
Bastante.
—Tal vez ya no quiero serlo —murmuró en respuesta.
Harry suspiró, mientras miraba hacia el cielo. Ahora podía comprenderlo un poco más y podía tratar de ponerse en su lugar. Sabía que si bien, nada justificaba las cosas que hizo, eso no quería decir que deseaba hacerlas. Harry lo entendía.
—La primera vez que anduve en una escoba fue a los cinco años —soltó Malfoy abruptamente.
Harry lo observó de reojo. Estaba con la mirada enfocada en su trago, como si estuviera recordando.
Bueno, a eso se refería. Cinco años, joder. Malfoy respiraba magia.
—Padre… Padre me compró una réplica exacta de la suya, pero de mi tamaño, y yo estaba tan jodidamente orgulloso y feliz, porque era como él, me parecería a él, ¿sabes? Era lo único que anhelaba. —Malfoy hizo una pausa amarga, y hasta Harry podía ver la ironía en eso. ¿No había conseguido eso ya? ¿Parecerse a él? Eso y más—. Fue para mi cumpleaños. Me llevaron al patio de la mansión y madre-
»Madre junto a él se pusieron en el otro extremo del patio, alentando a que me subiera y fuera hasta ellos. Lo recuerdo —dijo, con el fantasma de una sonrisa, que prontamente pasó a ser una expresión seria—. Lo recuerdo porque no lo disfruté.
Harry arrugó la frente. ¿Cómo alguien no podía disfrutar eso? Y a esa edad. Pero Malfoy siempre había parecido un adulto, incluso de niño, imitando las conductas de alguien más. Siempre queriendo ser… más.
—No lo disfruté. Quería impresionarlos. Quería que estuvieran orgullosos de que pudiera ser rápido, que pudiera andar en escoba solo. Estaba emocionado, porque era una prueba. —Malfoy se tomó su vaso al seco—. Y entonces, me caí.
Harry esperó unos segundos.
Y luego, se echó a reír.
Para cuando, en medio de una risa, se giró un poco para ver a Malfoy, descubrió que este lo estaba mirando fijamente.
—No te rías —lo reprendió, aunque una sonrisa asomaba las comisuras de su boca—. En fin, lograron atraparme, pero de todas formas no dejaron que me montara solo en una de nuevo hasta los seis. Recuerdo que fue un golpe para mí, porque había fallado. Y no quería volver a decepcionarlos nunca.
»Una vez que aprendí bien, disfrutaba volar. Realmente lo hacía. No tanto como tú, de todas formas. Y entonces llegó Hogwarts, y nuevamente se convirtió en una prueba para mí. Debía superarte.
Harry negó.
—No debías —replicó—. Querías hacerlo.
—Dile eso a mi yo de doce años.
Harry resopló, girando en su espalda para apoyarse en los codos y así servirse de nuevo. Una vez que tomó el vaso completo, dejando de sentir el ardor del alcohol, Malfoy habló nuevamente.
—Creo que una de las cosas que realmente me gustaban, eran las pociones.
Harry puso una expresión confundida, mirándolo de lado al estar recostado nuevamente.
—¿Gustaban?
—Gustaban.
Harry pensó en un Malfoy de veinte años, en su laboratorio, haciendo cosas que odiaba a través de algo que amaba.
Harry pensó en él, y en cómo había terminado odiando algo que le gustaba. Carajo.
—Somos dos bastardos infelices —dijo Harry—. Salud por eso.
Malfoy levantó su vaso.
—Salud.
Harry se sentó y volvió a servirse de la botella. Malfoy, que siguió cada uno de sus movimientos, igual pareció sorprendido cuando Harry levantó el vaso también y lo chocó con el suyo, haciendo que sus pieles se rozaran y el mundo le diera vueltas.
Harry estaba muy ebrio.
—¿Alguna vez tuviste novio? —preguntó, porque fue la primera duda que se le vino a la mente.
Malfoy tragó sonoramente lo que le quedaba de alcohol.
—¿Perdona?
—Estoy tratando de crear conversación por aquí…
—¿Por qué? ¿No podemos simplemente beber de forma miserable y en silencio? Acabamos de gritarnos el uno al otro.
—Sh.
—¿Acabas de hacerme "sh"? —dijo sonando ofendido—. ¿A mí?
Harry se rio perezosamente y pasó las manos por debajo de sus anteojos.
—Silencio. Entonces, ¿alguna vez tuviste?
—¿Por qué novio? —replicó Malfoy—. ¿Por qué no "novia"?
—Porque todos han tenido novia, y probablemente tú también. ¿Para qué hablar de eso? Aburrido —dijo Harry bufando—. Ron nunca tuvo novio, y no sé a qué otra persona preguntarle sin que suene inva- invi- eh, invasivo… O yo qué sé.
—¿Y no es invasivo preguntarme a mí? —cuestionó Malfoy, pero no lo dejó responder—. No, Potter. Nunca tuve un novio. Ni novia, si estamos en eso.
—Pero Pansy-
—Pansy fue mi prometida luego de la Batalla. En Hogwarts solo éramos amigos.
Harry hizo un ruidito parecido a un "aah", pensando que eso no tenía sentido. ¿Pansy Parkinson no estuvo encima de él durante todo Hogwarts? Aunque no iba a decir nada de eso, por supuesto.
—Pero besé a unos cuántos —continuó Malfoy, suspirando exageradamente—. Me he follado a Theo. Repetidas veces.
Harry bajó las manos de golpe.
La imagen de Theo y Malfoy que llegó a su cabeza no hizo más que revolverle el estómago.
—No necesitaba tantos detalles, gracias.
—Tú preguntaste.
Harry ladeó la cabeza, pasando las manos por encima del pasto mientras pensaba. Theo y Malfoy. Ciertamente esa era una noche de revelaciones.
—¿Qué hay de ti?
—¿Yo? —respondió Harry, resoplando—. Yo ni siquiera pensé que era posible sentirse atraído hacia un hombre hasta que quedé aquí, y Ginny murió. Pero no, no he tenido novios.
—¿Quién querría tener uno en un momento como este? —replicó él con acidez, aunque luego calló, mientras se llevaba una mano a la boca y parecía darse cuenta de algo—. Mi más sentido pésame por su muerte.
Esas palabras eran demasiado extrañas para que vinieran de parte de Draco Malfoy.
—¿Dónde quedó el: "no esperes que muestre humanidad" de hace cinco minutos? Hasta te pones educado cuando estás borracho.
—Siempre soy educado.
Él, personalmente, sabía que eso era una vil mentira.
—Malfoy. No.
Harry se recostó, y entonces, sin desearlo, se acordó de Ginny. De su risa. Se preguntó qué diría si estuviera allí ahora, qué pensaría de ese baño de sangre, de Draco Malfoy. O qué diría de él, borracho en el jardín con alguien que había probado ser un monstruo. Pero un monstruo que también sentía.
Aún dolía. Harry dudaba que dejara de doler alguna vez. Así como aún dolían las muertes de Sirius y de Remus. La muerte de Tonks. De Dumbledore. Harry no podía evitar preguntarse…
Preguntarse-
—A veces me pregunto… —murmuró, expresando su sentir—. Si ella y yo habríamos funcionado. Si continuara viva.
—Oh, ¿vamos a hablar sobre tu ex muerta? —dijo Malfoy, alzando las cejas incrédulo. Harry no le prestó atención.
—Yo creo que no funcionaríamos.
—Bueno, al parecer sí vamos a hablar sobre tu ex muerta —Malfoy bostezó antes de agregar—: ¿Por qué no?
—Éramos demasiado parecidos. La amaba- la amo, pero… Pensaba que me iba a dejar por Maia, ¿sabías?
Malfoy parpadeó.
—¿Qué?
—Maia Snyde. Debes conocerla.
Malfoy frunció el ceño, mientras se llevaba una mano a la barbilla, como si estuviera pensando.
También estaba borracho.
—Maia. Maia. Maia… —comenzó a decir, tratando de acordarse. Luego, pareció casi como si una ampolleta se iluminara en su cabeza, y lo observó con ojos abiertos de forma exagerada—. ¿Maia? ¿Esa Maia?
—Ajá. No sé-
La carcajada que soltó Malfoy fue tan sonora, que él mismo se tapó la boca, agitando los hombros a causa de la risa. Harry parpadeó sorprendido.
—¡Hey! —exclamó, sintiendo una sonrisa tirar de sus labios.
Malfoy también tenía una.
—No creo que te hubiera dejado Potter, esa niña estaba hasta la médula por ti. Y si lo hubiese hecho, hubiera sido una estúpida. ¿Cambiarte por Maia?
Y para probar su punto, soltó un escalofrío. Harry sonrió.
—Supongo que ya nunca lo sabré.
No fue dicho con esa intención.
Pero aquella oración lo golpeó de cerca.
Ya nunca lo sabría.
Harry empujó lejos las memorias de Ginny que lo asaltaron. Vívidas y crueles. Su cabello rojo flamear. Sus ojos cafés entrecerrarse en forma de reto. Su risa que llenaba cada espacio vacío. La forma en la que decía su nombre, como si Harry fuese algo sagrado. Harry ahuyentó el recuerdo de su muerte, cómo se desangraba a sus pies y él no podía hacer nada.
No la pudo salvar.
Le daba igual si lo hubiera dejado o no. Le daba igual no haber funcionado como pareja. Harry ni siquiera sabía si quería eso. Harry ni siquiera sabía si una relación como la de ellos, llena de desacuerdos, hubiese sobrevivido a la guerra.
Pero lejos o no, ex novia o no, estaría viva.
Harry necesitó volver a servirse otro trago. Sólo que esta vez, no se recostó de nuevo. Su mirada se perdió en el laberinto, mientras unas súbitas ganas de llorar lo asaltaban.
—Cuando ella murió fue la primera vez que maté a alguien —confesó, sintiendo que necesitaba sacarlo de su pecho—. Por venganza.
Malfoy dejó escapar un respiro, y sus dedos se encontraron parcialmente mientras Harry dejaba la botella entre ambos.
—¿Te hizo sentir mejor?
Harry pensó en Selwyn muriendo gracias al Sectumsempra. Pensó en la expresión de Maia. Cómo hasta el día de hoy se arrepentía de no haberla matado.
Su rostro se endureció.
—Sí. En el momento.
Malfoy sólo lo miró. Harry vio que a la botella le quedaba sólo un cuarto de lo que solía tener minutos atrás.
—Creo que perderla marcó un antes y un después. Creo que sin ella los Mortífagos nos habrían atrapado. Ya habríamos sido asesinados. Ya habríamos perdido la guerra. Y-
Harry cerró la boca, sabiendo que el alcohol le estaba haciendo decir todas esas cosas. Pero ya habían sido dichas, y Malfoy ya estaba pensando en ellas.
Nunca le contó eso a nadie. Se sentía asquerosamente culpable por pensarlo. Por pensar que de alguna u otra forma, la muerte de Ginny y la traición de Maia fue útil, no sólo para él, si no para salir de las barreras de la cuarentena. No quería pensar en ella como una utilidad, una oportunidad de mejorar, porque Ginny era más que eso. Pero a veces se sentía así y no podía evitarlo. Sentía que gracias a su muerte estaban donde estaban y que incluso agradecía que las cosas hubieran pasado así. Sabía que por una parte era reconocer que su asesinato no había sido en vano, y que eso debía hacerlo feliz, pero Harry se sentía físicamente enfermo cada vez que lo pensaba, y terminaba con náuseas. Como en ese preciso momento.
Pero Malfoy no lo juzgó.
No como él sabía que cualquier persona de la Orden haría. Malfoy simplemente lo miró y asintió, como si entendiera a la perfección lo que sentía.
—Porque de otra forma, jamás habrías sido capaz de asesinar a alguien. Sólo su muerte te hizo capaz —dictaminó, y Harry sintió un alivio tan grande al saber que había otra persona que pensaba lo mismo.
—Sí.
Malfoy chasqueó la lengua, meditativo, y balanceó su cabeza. Luego paró de golpe, parpadeando un par de veces. Probablemente gracias a que todo el mundo debía estar dándole vueltas.
Harry suspiró. Viendo por primera vez al hombre. A Draco Malfoy.
No al torturador. No a Astaroth. No al robot.
A él.
—Solo… —comenzó a decir, abrumado porque Malfoy se veía… relajado, casi—. Entiendo, cuando dices que lo que has hecho, lo has hecho por ese chico. Por tu madre. Incluso por tu padre. —Harry podía comprenderlo ahora, realmente podía. Nuevamente sintió alivio; eso era lo único que buscaba hacer. Por meses—. No lo justifico. No creo que seas mejor persona. No creo que yo sea mejor persona tampoco. Sigues siendo Draco Malfoy, pero...
Malfoy lo estaba observando en ese instante. Sus ojos brillaban con intensidad, su mano apretaba con fuerza el vaso, tornando sus nudillos blancos. Harry podía verlo perfectamente en la oscuridad de la noche gracias a su palidez. Se lamió los labios.
—Lo entiendo.
—No parecías entenderlo antes.
Su tono había salido duro, brusco. Su cuerpo estaba tenso. Harry suspiró.
—No lo sabía, Malfoy. Pero lo hago ahora.
Malfoy no respondió de inmediato. Aunque luego levantó la cara, dándole la misma mirada intensa de segundos atrás.
—Lo siento. —Y sonaba sincero—. Por la chica Weasley.
Harry asintió, abriendo la botella una vez más.
—Lo siento —repitió—. Por Eric.
Harry aún tenía muchas dudas, pero no era el momento para preguntarlas. No creía que nunca fuese a ser el momento, la verdad. Pero lo que sabía era suficiente. Era suficiente para lamentar la pérdida de un chico de trece años.
Trece.
Todo eso, todo ese escenario, todo ese mundo era demasiado surreal.
—Esta noche todavía se siente como un mal sueño —le dijo Harry, tomando de nuevo—. Desde que Tom ganó en Hogwarts, todo se siente así.
—Tal vez Hogwarts era el sueño. Y ahora nos queda afrontar la realidad.
El andén King Cross. El expreso de Hogwarts. Los botes. El castillo. Hagrid. Las clases. Las salas. Las torres. El invernadero. El bosque prohibido. La biblioteca. Dumbledore. Las risas. El hogar. El Sauce boxeador y Crookshranks.
Ya no quedaba nada.
—¿Cómo están? —preguntó Malfoy de pronto—. Granger y Weasley.
—No pelearon hoy.
Harry entrecerró los ojos, pero Malfoy nada más lo miró, esperando una respuesta. Y lo hacía sentir algo incómodo, no sólo porque era Malfoy, y por más que lo comprendía, seguía siendo él. Sino también, debido a Hermione; a la distancia que ella había puesto de forma inconsciente entre ambos. Por una parte Harry se encontraba aliviado de no tener que lidiar con eso, con ese hecho horrible. Por otro, la extrañaba. Y no deseaba conversarlo.
—Hermione está ayudando a los sanadores —le dijo finalmente—. Ron está haciendo lo que puede también.
Sabía que no era eso lo que Malfoy preguntaba, pero no quería hablar de lo otro. Malfoy tampoco insistió.
—¿Por qué no estás ahí dentro tú? —cuestionó en su lugar—. No digo que debas, solamente se me hace extraño.
—No me dejaron. —Harry se encogió de hombros.
—No me imagino a nadie negándote nada.
—Sí, bueno. Se supone que estoy descansando en mi cama.
—No puedo creer que sean tan imbéciles como para pensar que obedecerías a algo así luego de una batalla.
—Debería obedecerles. Después de todo, soy un paciente.
Malfoy hizo eso, eso que ya había hecho varias veces en un rato. Sus cejas subieron, sus ojos se abrieron de manera exagerada, como si sus sentidos lo estuvieran engañando. Harry soltó una risita.
—¿Fuiste herido? —exclamó.
—No suenes tan impresionado, no soy de hierro.
—De piedra sí —Malfoy dijo al instante, y luego se rio de su propia broma. Harry lo miró, recibiendo una mueca de hastío de su parte—. Amargado.
Le sonrió en respuesta.
Pero Malfoy aún esperaba una contestación así que Harry se llevó una mano al cuello, sintiendo el tejido regenerarse poco a poco.
—La bomba penetró por el lado izquierdo el escudo que conjuré, sólo un poco —explicó Harry, sin tener memorias de ese momento. Gracias a Merlín—. Afortunadamente fue en el cuello, y parte de la espalda nada más, la que no está hecha piedra. Ya está sanando, no hay mucho que mirar.
Malfoy intentó mirar de todas formas, haciendo oídos sordos. Aunque Harry sabía que no vería nada. Luego, hizo una mueca, y Harry se acordó de Theo. Sabía que Malfoy se estaba acordando también.
Ambos tomaron un trago más. La botella ya estaba casi vacía.
—Va a estar bien —le dijo Harry—. Theo jamás moriría sabiendo que dejaría sola a Luna.
Malfoy esbozó una sonrisa triste y de auto desprecio. Harry se preguntó, por unos segundos, si quizás estaba enamorado de él.
—¿Cómo se lo vas a decir? —preguntó Malfoy en su lugar. Harry se tomó el vaso al seco. Sentía sus párpados pesados.
—Esperaré a que salga de peligro y luego le contaré.
Luna no lo soportaría de otra forma. Harry no podía culparla.
La expresión agraviada retornó al rostro de Malfoy, y Harry sentía que se estaba aprendiendo sus emociones. Hasta ese momento, Malfoy solamente había mostrado enojo, vacío, deseos de venganza; características del hombre en el que se había convertido para el resto del mundo, el que también era parte de él. Pero todo el resto, la tristeza, la desolación, el agravio… Esas pertenecían a otro Malfoy. Uno que Harry sólo recordaba en el pasado. Porque en Hogwarts había mostrado las emociones a flor de piel, escritas en todo el rostro: se alteraba apasionadamente. Podía odiarte con intensidad por algo muy estúpido.
—Me llamaron a reconocerlo —dijo Malfoy, golpeando su vaso con los dedos—. Su ropa estaba casi deshecha. Lo único que podía indicar que era Theo era la Marca de su antebrazo y un anillo familiar de los Nott. Pero no fue eso lo que me hizo identificarlo. —Malfoy se pasó una mano por la cara—. Sino una pulsera que le hizo Luna.
Harry sonrió en contra de sí mismo. Luna siempre hacía joyerías, siempre, tal como en Hogwarts. Y la mayoría estaban destinadas a Theo. Era algo tierno pensar que él las usaba.
—Así de desfigurado estaba.
Harry volvió a la realidad de golpe.
Su mano llegó nuevamente hasta el borde de su cuello, y pensó en Theo y en cómo debía estar. No lo admitiría, pero le había tomado cariño, a pesar de que sus interacciones no iban más allá de lo necesario. Harry se giró un poco entonces, y se movió hacia la luz, bajando el cuello de su camisa para que Malfoy pudiera ver la quemadura.
—Me echaron la poción apenas me sacaron del Valle de Godric, y mi piel está así —le explicó—. En San Mungo hay más material, más implementos. Theo seguramente volverá a su apariencia. —Harry dudó si agregar lo siguiente, pero lo hizo de todas formas—: Tranquilo.
Malfoy no contestó, y justo cuando Harry se iba a girar, sus dedos se posaron encima de la piel herida.
Harry tardó en notarlo, gracias al alcohol, y quizás el mismo Malfoy no se daba cuenta de lo que estaba haciendo. Sus dedos se encontraban tan fríos como recordaba, el toque era suave. Ahogó una respiración.
Y luego el contacto ya no estaba, y Harry lo estaba mirando de nuevo.
Se encontraban cerca.
—Desperté en medio de los cadáveres, ¿sabes?—comenzó a decir Malfoy, con los ojos desenfocados—. Todos… Más de doscientas personas. Muertas.
Si Harry cerraba los ojos, podía ver a las víctimas.
Ni siquiera se imaginaba lo que era despertar en medio de ellas.
—La Orden perdió alrededor de cien miembros —replicó él, sabiendo que eso era lo que Kingsley había conversado con Robards—. Gracias al fuego.
—No dudo que nosotros andemos cerca de ese monto.
Harry quiso sentirse mal. Después de todo, eran vidas. Y en el campo lo había abrumado la cantidad de destrucción dejó la batalla.
Pero en ese momento, nada llegó.
—Pero la mayor cantidad de pérdidas eran civiles —dijo en su lugar.
Gente que quería huir. Gente que quiso pelear y no sabía cómo. Niños y jóvenes que creían que gracias a la educación de Voldemort sabían luchar y terminaron asesinados.
Harry sentía cómo el corazón le iba rápido.
—Dijimos que no hablaríamos de esta mierda depresiva —susurró Malfoy, arrastrando las palabras.
—No dijimos que no hablaríamos de esto —respondió Harry en un inicio, sólo por joder—. Pero concuerdo. En fin, ¿sabías que cuando está a punto de amanecer salen luciérnagas?
—He visto algunas en la mansión, pero hace años que no —contestó Malfoy, arrugando el entrecejo—. ¿Esas son las que brillan?
Harry asintió energéticamente. No hizo más que marearlo. Bueno, no siempre aparecían, tampoco en todas las épocas, pero cuando lo hacían...
—Sí, en unos minutos… Solo hay que esperar.
El alcohol ya formaba parte de cada célula de su sistema. Condicionaba sus movimientos, la manera en la que hablaba y lo que pensaba. Harry tocó el pasto de nuevo, y miró a las estrellas. Arriba, la luna se encontraba escondida entre nubes y se veía cada vez más tenue. Malfoy la estaba mirando también.
No tenía caso continuar tomando vodka, la botella ya no tenía más que un sorbo. Sin embargo, Malfoy se la llevó a la boca y lo tomó, limpiándose luego con su manga. Elegante.
Ambos se quedaron en silencio. A diferencia de otros, no era tenso, ni siquiera cómodo era la palabra. Solo era… Calmado. Tranquilo. Ambos estaban tratando de dejar la mierda atrás.
Entonces, al cabo de lo que se sintieron como horas, las luciérnagas se asomaron.
Una luz tenue y azul bañaba el jardín, iluminando así a ambos. Pero lo que verdaderamente llamaba la atención, eran los insectos que salían desde los árboles.
Harry no sabía si era una especie mágica, nunca había preguntado, mas lo parecían gracias a que a diferencia de los insectos reales estas aparecían sólo a ciertas horas. Su brillo era de un amarillo intenso y vivo que parpadeaba y se desplazaba de un lugar a otro. Era como ver que las estrellas habían bajado del cielo y se movían en la tierra. Harry vio cómo volaban por el laberinto y luego se acercaban a ambos, con tanta rapidez que su luz estaba encima de su nariz en un momento, y luego de vuelta entre los árboles.
El espectáculo era mejor que cualquier cosa que Harry hubiese visto en esos años, y lamentaba no salir al jardín más seguido para presenciarlo. Simplemente era indescriptible.
Al parecer, no era el único que lo pensaba.
Malfoy se había quedado maravillado viendo hacia el frente, con su boca abriéndose ligeramente en una "O". Alzó el brazo cuando una de elas luciérnagas pasó por su lado y sonrió suavemente cuando otra se posó en su hombro. Las luces bailaban a un lado de él, en él, encima. Harry no recordaba que su cabello brillara tanto.
Y entonces, Malfoy se acostó, perdiendo toda la compostura que le quedaba.
Abrió los brazos en una pose que una parte de su cerebro registró cómo "borracha" y luego-
Luego se echó a reír.
Harry no recordaba haberlo escuchado reír antes.
No así. No honestamente.
Las arrugas de sus párpados se hacían presentes, y su nariz se arrugaba de una forma vaga. Sus dientes se mostraban casi perfectos, y su risa era hasta dulce. O bueno, el cerebro borracho de Harry la consideraba dulce. Él observó cómo Malfoy cerraba los ojos y hasta su frente se arrugaba. Toda su cara cambiaba.
Parecía otra persona.
Harry apartó la vista cuando uno de los insectos llegó hasta su propio cabello y aparentemente lo confundió con un arbusto. Cuando Malfoy abrió los ojos, aquel hecho le pareció hilarante también y otra tanda de carcajadas le acompañaron.
Y por primera vez en mucho tiempo, Harry se sintió realmente despreocupado.
En ese minuto, con su némesis de la infancia, luciérnagas en su cabello, y la luz del día apareciendo en el cielo, Harry sentía que ninguna preocupación o problema podía alcanzarlo. Y una parte de él deseó quedarse a vivir en ese momento por siempre. Era todo tan ridículo, que le resultaba cómico.
Al paso de unos minutos, la risa de Malfoy cesó, las luciérnagas volvieron a los árboles, y la luz se estaba llevando casi por completo la noche.
Harry lo miró. La iluminación de la mañana resaltaba sus rasgos.
—Casi lo olvido- —dijo Malfoy, cuando sus ojos se conectaron—. Te debo una, Potter. Por salvarme la vida.
Harry sintió algo amargo al oírlo terminar, pero lo empujó, no quería pensar en eso, no en ese momento. Las preocupaciones podían esperar. Necesitaba que esperaran.
—No quería matarlo —le dijo, porque de todas formas quería sacarlo de su interior—. Espero no haberlo hecho, ni siquiera recuerdo con qué lo ataqué, sólo- —Harry arrugó la frente—. No nos podíamos permitir perderte. Eres demasiado útil para la Orden.
Se sintió estúpido por revelarle algo así a Malfoy. Aunque este no pareció darle ninguna importancia.
—La declaración de amor más romántica del siglo, Potter. Ni siquiera me has invitado a comer.
—Te estoy ofreciendo vodka. Respeta.
Malfoy volvió a reír, y a pesar de que era una clara risa alcoholizada, Harry sintió que nunca se acostumbraría a ese sonido. Se permitió relajarse.
—No entiendo como hace horas nos estábamos gritando —dijo, sonando realmente asombrado.
Harry recordó los gritos y la forma en la que la cara de Malfoy había lucido tan desesperadamente enojada. Parecía días atrás.
—Quizás lo necesitábamos.
—¿Necesitabas descargarte en mí?
Harry sintió cómo un calor sé extendía por su cuello hasta las orejas. No era mentira.
—No es como si tú no lo hubieses hecho tampoco —replicó infantilmente.
—Uf, desde que te conocí había tenido ganas de gritarte en la cara.
—Encantador.
Malfoy tenía una sonrisa en el rostro, y llevó los brazos hasta ponerlos detrás de su cabeza, en una pose de total relajación. Las luciérnagas seguían con su espectáculo, y el hombre las observó, hasta que de pronto, mientras Harry se enfocaba en el laberinto viendo las luces parpadear, Malfoy cerró los ojos.
—No puedes dormirte —le dijo, frunciendo el ceño.
—No, solo quiero cerrar los ojos un ratito.
Él pestañeó, sintiendo que sus párpados iban cada vez más lento. Recostarse a cerrar los ojos no sonaba a una mala idea, la verdad.
Antes de que pudiera reprimirse, Harry ya se encontraba tendido de espaldas, a sólo unos centímetros de Malfoy.
—¿Dónde tienes la moneda? —preguntó, todavía mirando el cielo.
—Tengo dos, en el pecho y en la cadera.
—¿Las sentirás?
—Va a doler como el culo, así que sí.
—Bien.
Harry batalló un poco más, y entonces, apretó los párpados.
Ninguno de los dos supo en qué punto se quedaron dormidos.
